jueves, 15 de diciembre de 2016

EL ABRIGO ROJO

El mundo de Paul era el mundo del arte. A él le gustaba asistir a las galerías de arte donde pintores y escultores exponían sus obras. Iba con regularidad al teatro y al cine.  Siempre que conversaba con Cristiana le decía  -la arquitectura no es solo números, cálculos y lineas. La arquitectura también es armonía en las formas, creatividad y diseño. Muchas veces se inspira en el arte y otras veces en la naturaleza para crear sus obras-  él como arquitecto lo sabia bien. 
Para Cristiana en cambio su mundo era diferente, era el mundo de los números, las cuentas exactas de los debes y haberes de los libros contables, las sumas y los gastos. Todo aquello debía tener un orden y una razón. Los números en los libros al final tenían  terminar en azul. Para ambos sus mundos eran importantes pero no por ello debían ser distantes. Salían juntos y disfrutaban de la mutua compañía, de sus conversiones y también de sus diferencias. 
Los fines de semana asistían a las galerías, donde Paul comentaba sus obras con Cristiana, todo aquello era nuevo para ella y le agradaba. iban juntos al teatro, al cine y al terminar conversaban de sus impresiones sobre la obra o película que habían visto. 
La vida para ellos había dado un giro, se estaban conociendo y eran cómplices en sus sentimientos. Cristiana unas semanas después de salir con Paul lo había llevado a conocer a su familia que desde el primer día lo recibió con agrado. Al despedirse Paul de la familia, acordó con Cristiana para ir el sábado siguiente a la nueva galería que abría sus puerta. 
Los días pasaron rápidamente y llegó el sábado, Paul fue a recoger a Cristiana para llevarla a la nueva galería donde se exhibía las obras de un escultor que era famoso en ese momento. Se despidieron de los padres de Cristiana y antes de salir para protegerse del frío se puso su abrigo rojo que tanto gustaba a Paul y partieron hacia la galería de arte. Cuando llegaron ya había gente en el lugar, ellos entraron y comenzaron a recorrer la sala para apreciar las obras. 
Las esculturas eran verdaderas obras de arte, el artista había logrado plasmar en cada una de sus figuras humanas expresiones de dolor, alegría tristeza, angustia. Habían caras, torsos, brazos en posiciones que perecían quererse levantar de la piedra y salir del recinto, eran tan reales que daban esa impresión. En una de las escultura ubicada en la esquina del salón de la galería se podían observar solo manos que se levantaban al cielo pero expresaban gran fuerza.
En medio de la galería el escultor había colocado una escalera con diez peldaños y barandales a los costados, era una escalera que no iba a ningún sitio pero el artista quería que el publico asistente interprete el significado de esa escalera. Para él, la escalera representaba los peldaños de la vida pero la gente podía interpretar le que desee y dejarlo por escrito en el libro que había en la entrada. 
Al terminar de apreciar la exposición pasaron a otra sala donde había un pequeño café, ahí hablaban sobre la obra del artista y lo que más les había impresionado. Ambos comentaban que las esculturas parecían tan reales.  
El fin de semana lo pasaron juntos pero había llegado a su fin.  Era el día lunes y cada uno tenia que ocuparse de sus propias actividades, quedaron en llamarse para ver si podían encontrarse en la tarde. 
Lunes en la mañana en el Instituto, Cristiana conversaba con Mery,  le contaba sobre la exposición de arte a la que había asistido. Mientras conversaban, las dos caminaban hacia el salón donde se dictaban las clases y el profesor esperaba muy serio a sus alumnos. 
Pasaron varias semanas desde la fecha de entrega de sus trabajos en grupo. Ahora era lunes y el profesor les devolvía a los alumnos los trabajos con sus respectivas notas y comentarios. Tres grupos habían sacado la nota de excelencia y uno de esos grupos era el de Cristiana, Mery e Ignacio, ellos estaban felices. El profesor los había felicitado porque su trabajo había estado bien sustentado. Ese año los tres terminaban la carrera y se preparaban para salir al mundo, no querían que nada perturbe sus proyectos. 
En un momento de descanso los tres amigos conversaban sobre sus planes de fin de año, se tomarían un mes de descanso y luego prepararían sus respectivas tesis para recibirse. Faltaba  un tramo largo el que tenían que recorrer. Ignacio les decía a sus amigas -todavía somos estudiantes, donde nos llevara el futuro no lo sabemos.
Al termino de las clases cuando salían de los salones, en su apuro Mery dio un mal paso al borde de las escaleras y cayó aparatosamente dando varias vueltas. Tendida en el piso se quejaba por el dolor:
-Nadie la mueva- grito el supervisor -ya hemos llamado a la ambulancia.
Fue llevada de inmediato a la clínica más cercana, el resultado de su accidente no se podía saber por el momento, se tenían que esperar las radiografías y exámenes pero se temía que la columna este comprometida. 
Cristiana e Ignacio estaban en la clínica cuando llegaron sus padres y preguntaron por su hija, ellos se acercaron para contarles como había sido el accidente de Mery. 
Los padres y amigos en la sala de espera estaban pendientes de alguna noticia, pasaron varias horas cuando un doctor salio de la sala de emergencia para explicarles como estaba la paciente. La columna no había sufrido daño, ni tampoco otro lugar de su cuerpo, excepto el pie derecho que estaba roto y era necesario enyesarlo;  además recomendaba que la paciente  se quede esa noche en la clínica para su cuidado en caso suceda una complicación.
CONTINUARÁ.   
                

jueves, 8 de diciembre de 2016

EL ABRIGO ROJO

CUENTO
El invierno había tardado en llegar.  La ciudad lucia oscura y gris, el frío y la humedad hacían sus primeros estragos sobre la gente que se abrigaba con sacos, abrigos y bufandas para protegerse.
En su habitación Cristiana daba los últimos toques a su arreglo personal, era cerca de las cuatro de la tarde y a las cinco salia el tren donde iba a viajar Paul a la ciudad de Santa Fe del Norte por un año para seguir estudios de especialidad de su carrera.  Ella tenía que ir a despedirse  a la estación.  Ese iba a ser un momento difícil, las despedidas no eran de su agrado y menos aún en esta ocasión.
En su habitación, daba vueltas preguntándose si ella no haría lo mismo, es decir partir a otro país u otra ciudad  para hacer el curso de especialidad en su carrera. Era esta una oportunidad única, era el momento preciso de hacerlo, no tenían responsabilidades de otra índole que los detengan, solo era el momento de pensar en sus proyectos. 
Sobre la cama estaba extendido su abrigo rojo, era la prenda preferida de Paul, siempre que ella lo usaba, a él le agradaba ver como le quedaba y le decía  que el rojo era su color. 
El abrigo de Cristiana era de color rojo pero un rojo especial, no era estridente, el corte  era moderno, tenía  grandes botones al frente y en las mangas, la solapa esmoquin era amplia lo que le daba al abrigo un toque elegante, las  pinzas  del entalle hacían lucir la figura y los bolsillos en los costados completaban el modelo. En pocas palabras era el abrigo perfecto, abrigador y elegante. 
Cristiana dudaba, caminaba nerviosa por la habitación, pensaba que tal vez era mejor no ir a la estación a despedir a Paul, a ella el amor a distancia no le agradaba, estas historia  nunca tenían un final feliz; lo mejor era terminar y después de un tiempo si ambos querían regresar y eran libres, podían hacerlo.
Pensó enviar un mensaje de despedida a Paul  y punto pero, debía en realidad tener esa actitud, acaso era lo correcto.  Distraída miró el reloj, la hora avanzaba y ella no terminaba de decidir si iba o no a la estación. Se sentó en la cama cerca a la venta y recordaba como había conocido a Paul un año y medio atrás. 
Eran las seis de la tarde de un día miércoles, la cafetería a esa hora estaba llena de gente. Cristiana esperaba a sus amigos Mery e Ignacio, juntos iban a realizar un trabajo que les había dejado el profesor. Ella estudiaba la carrera  de contabilidad en el Instituto Superior Contable.
De pronto se acercó  Paul y pidió permiso para sentarse en su mesa  -Disculpa puedo sentarme en este lugar, las demás mesas están ocupadas-   Cristiana lo miró sorprendida y accedió a su petición. Paul se sentó al frente, extendió la mano para presentarse  -Mi nombre es Paul, disculpa pero tengo que usar mi laptop, debo enviar unos correos urgentes-  abrió su computadora y comenzó a escribir los correos que necesitaba enviar mientras tomaba un café.  Cristiana lo observó indiferente, tomó su celular que estaba sobre la mesa y envió mensajes a sus amigos para que se den prisa y puedan reunirse a organizar el trabajo de estudios. 
Paul casi había terminado de enviar los correos cuando los amigos de Cristiana llegaron, fue un momento incomodo pero no hubo problema, Paul se puso de pie, se despidió y salio de la cafetería.
Mery que era la mejor amiga de Cristiana preguntó -¿Quién es?  ¡cuéntamelo todo! ¿Que estaban conversando?
-No sé quien es, solo me pidió permiso para sentarse porque todas las mesas están ocupadas.
Mery se quedo con la curiosidad de enterarse de algo más porque  Ignacio intervino para decir:
-No perdamos más tiempo y vayamos a lo nuestro que es, organizar el trabajo que tenemos que realizar.
El trabajo que tenían  que hacer consistía en realizar una replica de una empresa y desarrollar todo el trabajo contable para el funcionamiento de la misma, por suerte Ignacio  tenía un tío que trabajaba en una gran fabrica y él les iba a mostrar como se manejaban los libros de contabilidad, el balance, el pago de sueldos para los empleados,  el pago de impuestos y demás movimientos que toda empresa realiza para su funcionamiento contable. Ademas tenían que inventar un caso donde la empresa era liquidada y se declaraba en quiebra, cuales eran los procedimientos contables que se debían realizar de acuerdo a las leyes.
Entre los tres amigos conversaban y se pusieron de acuerdo para visitar la fabrica al día siguiente, el trabajo a realizar era largo y tedioso.
Al día siguiente en la fabrica el tío de Ignacio les mostraba como se manejaba la fabrica en el área de contabilidad, estuvieron toda la mañana para anotar  los procedimientos y poder comenzar con el trabajo, de todas maneras tendrían que regresar porque les faltaban aún, mucha información que completar.
Cuatro días más tarde en la misma cafetería estaban Cristiana, Mery e Ignacio conversaban sobre su trabajo y lo avanzado que estaba ya no era demasiado lo que  faltaba para terminarlo.
En ese momento Paul que ya los había visto se acercó a su mesa para saludarlos. Se sentó junto a ellos y la conversación se dio en forma natural. Paul les comentó que era arquitecto graduado hace un año y trabajaba en una constructora que realizaba trabajos para la ciudad.
Como era un día viernes en la tarde ya no había la preocupación  por las clases o el trabajo por eso estaban tranquilos y relajados conversando entre amigos sobre las actividades que cada uno realizaba en sus días.
Para Cristiana y sus amigos era el ultimo año de estudios después de eso, tendrían que dedicarse  a buscar trabajo y es ahí  donde la vida comenzaba a complicarse.
Ya era de noche cuando se despedían de Paul, este  se ofreció a darles un aventon  por el camino.
Al final del recorrido quedaron solo Cristiana y Paul que para sorpresa de los dos, no vivían muy  lejos el uno del otro.
A partir de ese día, la amistad entre ellos se fue afianzando y no fue nada raro que ambos se convirtieran en pareja. A veces salían a compartir con Mery e Ignacio, los cuatro junto y otras veces eran solo ellos dos.
Paul comentaba con Cristiana la obra que estaba realizando la constructora, la arquitectura era su pasión y poco a poco fue llevándola hacia su mundo.
CONTINUARÁ.      
      
                   

viernes, 2 de diciembre de 2016

UN VIAJE, UN RECUERDO

En uno de mis viajes a Miami, recuerdo que estaba esperando en la sala del hotel a mi  mamá y a mis hijos. Ellos se habían ido a una de las tiendas que quedaba dentro de las instalaciones del hotel para comprar unos vídeos.  
Mientras los esperaba tomé de la mesa de centro el diario Miami Herald en español,  leía las noticia del día y me detuve en la sección donde se publican las cartas que envía el publico lector.  Una carta que llamó mi atención, fue la de una señora que se quejaba porque había sido maltratada en un restaurante de comida rápida. Ella se identificaba como una turista que había llegado a Miami a pasar unos días de vacaciones. En su carta decía que lamentaba el comportamiento de las personas que atendían el lugar y quería dejar constancia escrita de ese maltrato. El diario le contestaba que era una pena que haya pasado por dicho percance y le daba una dirección de la alcaldía donde podía dejar su queja por escrito y le aseguraban que su carta sería publicada. 
Otra carta que llamó mi atención, fue la de una señora cubana que vivía en Miami, hace más de veinte años, ella pedía ayuda al diario para que la orientara como debía hacer para traer a su hijo que vivía en Cuba.
Cuando salio de la isla su hijo tenia veintitrés años y no quiso viajar con ella, le decía como pretexto que las cosas iban a mejor en Cuba y que todo iba a estar bien. Ahora era él mismo, el que le pedía a su madre que lo ayude a salir de la isla pues nada había cambiado.
De nuevo, el diario contestaba y le decía a la señora a que oficina del gobierno debía dirigirse para que le indiquen lo que tenía que hacer y como nota final agregaba que todo iba a salir bien y  que una madre siempre está al pendiente de sus hijos aunque estos tengan la edad que tengan.
A los pocos minutos vino un empleado de recepción y encendió el televisor de la sala, puso el noticiero que en ese momento pasaba una noticia que desde temprano  había causado conmoción en la ciudad. Deje el diario sobre la mesa y me puse a escuchar de que se trataba.
Había un joven arrodillado en la arena de la playa y repetía una y otra vez  ¡Dios estaba conmigo! ¡Dios estaba conmigo! los periodistas le hacían preguntas y él repetía lo mismo con desesperación y con una  voz  que apenas podía respirar. 
Para esa época ya no era común ver llegar cubanos a las playas de Miami, la razón era  la guardia costera americana que cuidaba con mucho celo las costas de la Florida para evitar que logren llegar a tierra firme. Al parecer era una noticia que remecía la ciudad y sobre todo a la comunidad cubana. Por la noticia de ese incidente me entere de la existencia de la "Ley de los pies mojados" que más o menos dice que: Todo ciudadano cubano que llegue por el mar y pise suelo americano tiene automáticamente  la residencia sin mayores trabas o papeleos"  El muchacho que había logrado llegar a la playa, cuando recupero el aliento y estaba más tranquilo contó a los periodista que lo entrevistaban, como había ocurrido su odisea.
Según lo que decía, él y cinco personas más habían planeado el viaje en Cuba desde hacia dos semanas. Cuando llegó el día señalado para hacer el viaje, juntaron lo necesario y solo con la ropa que llevaban puesta se aventuraron en una embarcación precaria y se arrojaron al mar que separa Cuba de las costas de la Florida. Lo hicieron de noche, era mejor para tratar de esquivar la vigilancia de los guarda costas americanos. Después de algunas horas de enfrentarse a las olas encrespadas  de ese mar que tiene fama de devorarse a las embarcaciones pequeñas y capear la presencia de tiburones llegaron muy cerca de la costa pero no sabían exactamente en que parte. Estaban en silencio y la oscuridad de la noche los protegía, cuando ya empezaba amanecer se encontraron con la peor de las pesadillas, un barco de la guardia costera estaba el frente y los había visto, ellos en su embarcación siguieron remando con lo que tenían sin hacer caso a la guardia que les pedía por un parlante que se detengan. Acto seguido soltaron una lancha con un motor potente y de buen tamaño para alcanzarlos y detenerlos, casi habían perdido la esperanza cuando la lancha los alcanzó para capturarlos, en ese momento de confusión, altercados y gritos el muchacho por un costado de la endeble embarcación sigilosamente se arrojó al mar y comenzó a nadar como en su vida lo había hecho, la costa ya se podía ver, la playa no estaban  lejos. A su espalda sintió dos disparos pero al parecer eran de advertencia para que se detenga. Él no hizo caso y siguió nadando, cuando creía que  las fuerzas lo abandonaban logró llegar exhausto y casi muerto a la playa, se puso de pie en un ultimo esfuerzo para pisar tierra firme, desde ese momento era intocable. La guardia abandonó su persecución y capturó al resto de ocupantes de la embarcación para devolverlos a Cuba. El joven lamentó que sus compañeros de embarcación no tuvieran la misma suerte, por eso repetía ¡Dios estaba conmigo!
La noticia de este joven y la odisea vivida estuvo todo el día en los noticieros, era una hazaña que había logrado concretar.
Con mi mamá y mis hijos, seguimos nuestro paseo por Miami, pero este incidente había quedado gravado en mí. Al día siguiente de todo lo sucedido quisimos conocer un restaurante cubano que quedaba muy cerca del hotel. Mientras esperábamos nuestra mesa, llegó un señor ya entrado en años que también esperaba una mesa, al oírnos hablar nos preguntó de donde eramos, nosotros contestamos que eramos de Perú y entonces se dibujo una sonrisa en su rostro y comenzó a contarnos una anécdota de su vida.
Él era cubano y había llegado a Miami cuando tenía veinte años; la ciudad en ese tiempo, no era la que es ahora nos decía, por ese motivo siguió su viaje a New York para encontrar a un amigo y ponerse a trabajar. Llegó a la ciudad de los rascacielos y el amigo lo hospedo en el sillón del cuarto que alquilaba, eso era lo único que le podía ofrecer, el trabajo lo tendría que buscar él. Camino tres días por las calles y nada, no conseguía un trabajo, hasta que vio un letrero en un restaurante de categoría que pedía un ayudante de cocina, él se presentó para el trabajo y lo entrevistó el chef que era peruano, le preguntó si sabía cocinar y él aseguro que si, que sabía hacer todo tipo de platos, entonces el peruano le dijo que se ponga un mandil y comience a cocinar.
Al cabo de una hora el chef se dio cuenta que no sabía absolutamente nada de cocina, ni siquiera cortar una cebolla, pudo haberlo despedido y sin embargo no lo hizo al contrario lo ayudó y le enseñó a cocinar. En esos años que trabajo con él se hicieron muy amigos y aprendió hacer muchos platillos. Pero después de cinco años y los terribles inviernos de New York hicieron que regrese a Miami y me quede a vivir. Yo he nacido en una tierra tropical de sol pleno, el frío no va conmigo.
Nos dijo que nunca ha olvidado el gesto del chef peruano que lo ayudó en el momento que más lo necesitaba.
Es por eso que se alegró al saber que eramos peruanos porque recordó esa etapa de su vida. Nos despedimos del señor cuando nos hicieron pasar a nuestras respectivas mesas.
Al parecer, la noticia de la llegada de este joven, hizo recordar a muchos cubanos afincados en Miami sus propias historias.
Ahora se abren nuevos tiempos para Cuba esperemos que sean para bien y la libertad soberana de cada uno de sus habitantes.
Cuando terminó nuestro viaje y regresamos a Lima, me quedé con el recuerdo de las palabras del cubano del restaurante y pensé que gracias a Dios gozamos de la libertad de ir y venir de entrar y salir de nuestro país, de poder decidir nuestro camino y el destino de nuestra nación.
Gracias a Dios existe la libertad de expresión y no tenemos que arrojarnos al mar para buscar nuestro futuro.
"La libertad, es un bien con el que nacemos y debemos conservarla, el resto de nuestra vida"  Socrates