En uno de mis viajes a Miami, recuerdo que estaba esperando en la sala del hotel a mi mamá y a mis hijos. Ellos se habían ido a una de las tiendas que quedaba dentro de las instalaciones del hotel para comprar unos vídeos.
Mientras los esperaba tomé de la mesa de centro el diario Miami Herald en español, leía las noticia del día y me detuve en la sección donde se publican las cartas que envía el publico lector. Una carta que llamó mi atención, fue la de una señora que se quejaba porque había sido maltratada en un restaurante de comida rápida. Ella se identificaba como una turista que había llegado a Miami a pasar unos días de vacaciones. En su carta decía que lamentaba el comportamiento de las personas que atendían el lugar y quería dejar constancia escrita de ese maltrato. El diario le contestaba que era una pena que haya pasado por dicho percance y le daba una dirección de la alcaldía donde podía dejar su queja por escrito y le aseguraban que su carta sería publicada.
Mientras los esperaba tomé de la mesa de centro el diario Miami Herald en español, leía las noticia del día y me detuve en la sección donde se publican las cartas que envía el publico lector. Una carta que llamó mi atención, fue la de una señora que se quejaba porque había sido maltratada en un restaurante de comida rápida. Ella se identificaba como una turista que había llegado a Miami a pasar unos días de vacaciones. En su carta decía que lamentaba el comportamiento de las personas que atendían el lugar y quería dejar constancia escrita de ese maltrato. El diario le contestaba que era una pena que haya pasado por dicho percance y le daba una dirección de la alcaldía donde podía dejar su queja por escrito y le aseguraban que su carta sería publicada.
Otra carta que llamó mi atención, fue la de una señora cubana que vivía en Miami, hace más de veinte años, ella pedía ayuda al diario para que la orientara como debía hacer para traer a su hijo que vivía en Cuba.
Cuando salio de la isla su hijo tenia veintitrés años y no quiso viajar con ella, le decía como pretexto que las cosas iban a mejor en Cuba y que todo iba a estar bien. Ahora era él mismo, el que le pedía a su madre que lo ayude a salir de la isla pues nada había cambiado.
De nuevo, el diario contestaba y le decía a la señora a que oficina del gobierno debía dirigirse para que le indiquen lo que tenía que hacer y como nota final agregaba que todo iba a salir bien y que una madre siempre está al pendiente de sus hijos aunque estos tengan la edad que tengan.
Cuando salio de la isla su hijo tenia veintitrés años y no quiso viajar con ella, le decía como pretexto que las cosas iban a mejor en Cuba y que todo iba a estar bien. Ahora era él mismo, el que le pedía a su madre que lo ayude a salir de la isla pues nada había cambiado.
De nuevo, el diario contestaba y le decía a la señora a que oficina del gobierno debía dirigirse para que le indiquen lo que tenía que hacer y como nota final agregaba que todo iba a salir bien y que una madre siempre está al pendiente de sus hijos aunque estos tengan la edad que tengan.
A los pocos minutos vino un empleado de recepción y encendió el televisor de la sala, puso el noticiero que en ese momento pasaba una noticia que desde temprano había causado conmoción en la ciudad. Deje el diario sobre la mesa y me puse a escuchar de que se trataba.
Había un joven arrodillado en la arena de la playa y repetía una y otra vez ¡Dios estaba conmigo! ¡Dios estaba conmigo! los periodistas le hacían preguntas y él repetía lo mismo con desesperación y con una voz que apenas podía respirar.
Había un joven arrodillado en la arena de la playa y repetía una y otra vez ¡Dios estaba conmigo! ¡Dios estaba conmigo! los periodistas le hacían preguntas y él repetía lo mismo con desesperación y con una voz que apenas podía respirar.
Para esa época ya no era común ver llegar cubanos a las playas de Miami, la razón era la guardia costera americana que cuidaba con mucho celo las costas de la Florida para evitar que logren llegar a tierra firme. Al parecer era una noticia que remecía la ciudad y sobre todo a la comunidad cubana. Por la noticia de ese incidente me entere de la existencia de la "Ley de los pies mojados" que más o menos dice que: Todo ciudadano cubano que llegue por el mar y pise suelo americano tiene automáticamente la residencia sin mayores trabas o papeleos" El muchacho que había logrado llegar a la playa, cuando recupero el aliento y estaba más tranquilo contó a los periodista que lo entrevistaban, como había ocurrido su odisea.
Según lo que decía, él y cinco personas más habían planeado el viaje en Cuba desde hacia dos semanas. Cuando llegó el día señalado para hacer el viaje, juntaron lo necesario y solo con la ropa que llevaban puesta se aventuraron en una embarcación precaria y se arrojaron al mar que separa Cuba de las costas de la Florida. Lo hicieron de noche, era mejor para tratar de esquivar la vigilancia de los guarda costas americanos. Después de algunas horas de enfrentarse a las olas encrespadas de ese mar que tiene fama de devorarse a las embarcaciones pequeñas y capear la presencia de tiburones llegaron muy cerca de la costa pero no sabían exactamente en que parte. Estaban en silencio y la oscuridad de la noche los protegía, cuando ya empezaba amanecer se encontraron con la peor de las pesadillas, un barco de la guardia costera estaba el frente y los había visto, ellos en su embarcación siguieron remando con lo que tenían sin hacer caso a la guardia que les pedía por un parlante que se detengan. Acto seguido soltaron una lancha con un motor potente y de buen tamaño para alcanzarlos y detenerlos, casi habían perdido la esperanza cuando la lancha los alcanzó para capturarlos, en ese momento de confusión, altercados y gritos el muchacho por un costado de la endeble embarcación sigilosamente se arrojó al mar y comenzó a nadar como en su vida lo había hecho, la costa ya se podía ver, la playa no estaban lejos. A su espalda sintió dos disparos pero al parecer eran de advertencia para que se detenga. Él no hizo caso y siguió nadando, cuando creía que las fuerzas lo abandonaban logró llegar exhausto y casi muerto a la playa, se puso de pie en un ultimo esfuerzo para pisar tierra firme, desde ese momento era intocable. La guardia abandonó su persecución y capturó al resto de ocupantes de la embarcación para devolverlos a Cuba. El joven lamentó que sus compañeros de embarcación no tuvieran la misma suerte, por eso repetía ¡Dios estaba conmigo!
La noticia de este joven y la odisea vivida estuvo todo el día en los noticieros, era una hazaña que había logrado concretar.
Con mi mamá y mis hijos, seguimos nuestro paseo por Miami, pero este incidente había quedado gravado en mí. Al día siguiente de todo lo sucedido quisimos conocer un restaurante cubano que quedaba muy cerca del hotel. Mientras esperábamos nuestra mesa, llegó un señor ya entrado en años que también esperaba una mesa, al oírnos hablar nos preguntó de donde eramos, nosotros contestamos que eramos de Perú y entonces se dibujo una sonrisa en su rostro y comenzó a contarnos una anécdota de su vida.
Él era cubano y había llegado a Miami cuando tenía veinte años; la ciudad en ese tiempo, no era la que es ahora nos decía, por ese motivo siguió su viaje a New York para encontrar a un amigo y ponerse a trabajar. Llegó a la ciudad de los rascacielos y el amigo lo hospedo en el sillón del cuarto que alquilaba, eso era lo único que le podía ofrecer, el trabajo lo tendría que buscar él. Camino tres días por las calles y nada, no conseguía un trabajo, hasta que vio un letrero en un restaurante de categoría que pedía un ayudante de cocina, él se presentó para el trabajo y lo entrevistó el chef que era peruano, le preguntó si sabía cocinar y él aseguro que si, que sabía hacer todo tipo de platos, entonces el peruano le dijo que se ponga un mandil y comience a cocinar.
Al cabo de una hora el chef se dio cuenta que no sabía absolutamente nada de cocina, ni siquiera cortar una cebolla, pudo haberlo despedido y sin embargo no lo hizo al contrario lo ayudó y le enseñó a cocinar. En esos años que trabajo con él se hicieron muy amigos y aprendió hacer muchos platillos. Pero después de cinco años y los terribles inviernos de New York hicieron que regrese a Miami y me quede a vivir. Yo he nacido en una tierra tropical de sol pleno, el frío no va conmigo.
Nos dijo que nunca ha olvidado el gesto del chef peruano que lo ayudó en el momento que más lo necesitaba.
Es por eso que se alegró al saber que eramos peruanos porque recordó esa etapa de su vida. Nos despedimos del señor cuando nos hicieron pasar a nuestras respectivas mesas.
Al parecer, la noticia de la llegada de este joven, hizo recordar a muchos cubanos afincados en Miami sus propias historias.
Ahora se abren nuevos tiempos para Cuba esperemos que sean para bien y la libertad soberana de cada uno de sus habitantes.
Cuando terminó nuestro viaje y regresamos a Lima, me quedé con el recuerdo de las palabras del cubano del restaurante y pensé que gracias a Dios gozamos de la libertad de ir y venir de entrar y salir de nuestro país, de poder decidir nuestro camino y el destino de nuestra nación.
Gracias a Dios existe la libertad de expresión y no tenemos que arrojarnos al mar para buscar nuestro futuro.
"La libertad, es un bien con el que nacemos y debemos conservarla, el resto de nuestra vida" Socrates
Según lo que decía, él y cinco personas más habían planeado el viaje en Cuba desde hacia dos semanas. Cuando llegó el día señalado para hacer el viaje, juntaron lo necesario y solo con la ropa que llevaban puesta se aventuraron en una embarcación precaria y se arrojaron al mar que separa Cuba de las costas de la Florida. Lo hicieron de noche, era mejor para tratar de esquivar la vigilancia de los guarda costas americanos. Después de algunas horas de enfrentarse a las olas encrespadas de ese mar que tiene fama de devorarse a las embarcaciones pequeñas y capear la presencia de tiburones llegaron muy cerca de la costa pero no sabían exactamente en que parte. Estaban en silencio y la oscuridad de la noche los protegía, cuando ya empezaba amanecer se encontraron con la peor de las pesadillas, un barco de la guardia costera estaba el frente y los había visto, ellos en su embarcación siguieron remando con lo que tenían sin hacer caso a la guardia que les pedía por un parlante que se detengan. Acto seguido soltaron una lancha con un motor potente y de buen tamaño para alcanzarlos y detenerlos, casi habían perdido la esperanza cuando la lancha los alcanzó para capturarlos, en ese momento de confusión, altercados y gritos el muchacho por un costado de la endeble embarcación sigilosamente se arrojó al mar y comenzó a nadar como en su vida lo había hecho, la costa ya se podía ver, la playa no estaban lejos. A su espalda sintió dos disparos pero al parecer eran de advertencia para que se detenga. Él no hizo caso y siguió nadando, cuando creía que las fuerzas lo abandonaban logró llegar exhausto y casi muerto a la playa, se puso de pie en un ultimo esfuerzo para pisar tierra firme, desde ese momento era intocable. La guardia abandonó su persecución y capturó al resto de ocupantes de la embarcación para devolverlos a Cuba. El joven lamentó que sus compañeros de embarcación no tuvieran la misma suerte, por eso repetía ¡Dios estaba conmigo!
La noticia de este joven y la odisea vivida estuvo todo el día en los noticieros, era una hazaña que había logrado concretar.
Con mi mamá y mis hijos, seguimos nuestro paseo por Miami, pero este incidente había quedado gravado en mí. Al día siguiente de todo lo sucedido quisimos conocer un restaurante cubano que quedaba muy cerca del hotel. Mientras esperábamos nuestra mesa, llegó un señor ya entrado en años que también esperaba una mesa, al oírnos hablar nos preguntó de donde eramos, nosotros contestamos que eramos de Perú y entonces se dibujo una sonrisa en su rostro y comenzó a contarnos una anécdota de su vida.
Él era cubano y había llegado a Miami cuando tenía veinte años; la ciudad en ese tiempo, no era la que es ahora nos decía, por ese motivo siguió su viaje a New York para encontrar a un amigo y ponerse a trabajar. Llegó a la ciudad de los rascacielos y el amigo lo hospedo en el sillón del cuarto que alquilaba, eso era lo único que le podía ofrecer, el trabajo lo tendría que buscar él. Camino tres días por las calles y nada, no conseguía un trabajo, hasta que vio un letrero en un restaurante de categoría que pedía un ayudante de cocina, él se presentó para el trabajo y lo entrevistó el chef que era peruano, le preguntó si sabía cocinar y él aseguro que si, que sabía hacer todo tipo de platos, entonces el peruano le dijo que se ponga un mandil y comience a cocinar.
Al cabo de una hora el chef se dio cuenta que no sabía absolutamente nada de cocina, ni siquiera cortar una cebolla, pudo haberlo despedido y sin embargo no lo hizo al contrario lo ayudó y le enseñó a cocinar. En esos años que trabajo con él se hicieron muy amigos y aprendió hacer muchos platillos. Pero después de cinco años y los terribles inviernos de New York hicieron que regrese a Miami y me quede a vivir. Yo he nacido en una tierra tropical de sol pleno, el frío no va conmigo.
Nos dijo que nunca ha olvidado el gesto del chef peruano que lo ayudó en el momento que más lo necesitaba.
Es por eso que se alegró al saber que eramos peruanos porque recordó esa etapa de su vida. Nos despedimos del señor cuando nos hicieron pasar a nuestras respectivas mesas.
Al parecer, la noticia de la llegada de este joven, hizo recordar a muchos cubanos afincados en Miami sus propias historias.
Ahora se abren nuevos tiempos para Cuba esperemos que sean para bien y la libertad soberana de cada uno de sus habitantes.
Cuando terminó nuestro viaje y regresamos a Lima, me quedé con el recuerdo de las palabras del cubano del restaurante y pensé que gracias a Dios gozamos de la libertad de ir y venir de entrar y salir de nuestro país, de poder decidir nuestro camino y el destino de nuestra nación.
Gracias a Dios existe la libertad de expresión y no tenemos que arrojarnos al mar para buscar nuestro futuro.
"La libertad, es un bien con el que nacemos y debemos conservarla, el resto de nuestra vida" Socrates
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