martes, 26 de julio de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Un día después de la muerte de su padre, Eugenia se encontraba desolada y triste, tomó un día descanso para   ocuparse de escribir cartas a su madrina y a su tía Rosalía. Era necesario informales sobre la sucedido a su padre, ellas eran parte de la familia y debían estar informadas.
La desaparición de Leopoldo Castillo y Vidal, fue algo doloroso de comprender y difícil de aceptar.  Él ya no estaba al lado de su hija para conversar no solo de temas sobre el fundo sino de la vida misma. Siempre hubo entre padre e hija una gran  confianza y mucha comprensión. 
Eugenia todavía no había olvidado el dolor que significó  perder a su madre cuando sucedió el terrible accidente de su padre. 
En la biblioteca sentada frente al escritorio de su padre escribía una carta a su madrina para contarle lo sucedido. Ella era una persona muy allegada a la familia y en varias oportunidades había pasado semanas enteras de vacaciones en el fundo, compartiendo con la familia momentos felices. Más tarde también escribiría a la tía Rosalía.
Con perfecta caligrafía aprendida en el colegio de las religiosas contaba a su madrina la tragedia vivida en esos días. De pronto sin previo aviso escuchó voces, e irrumpieron en la biblioteca sus amigas Lucrecia y su hermana menor Virginia, ellas habían entrado sin tocar la puerta principal que siempre estaba abierta como era la costumbre en el campo para dar la bienvenida a los visitantes. 
Lucrecia se acercó para abrazar y saludar a su amiga: -¿Eugenia cómo estás? ¡oh! ¡qué pregunta la mía! disculpa la impertinencia nosotras solo queremos hacerte un poco de compañía en este momento difícil que estas pasando-
-No te preocupes mi estimada- contestó Eugenia - sé que ustedes están conmigo y yo debo agradecer su compañía- 
Virginia que era la hermana menor y escuchaba en silencio, luego se acercó a Eugenia para abrazarla y darle fuerzas, ella era la más pequeña y la más sensible.
Eugenia y Lucrecia eran amigas desde la infancia estudiaron juntas en el colegio de las religiosas donde además de aprender los cursos básicos de la enseñanza escolar también aprendieron un oficio que les podía servir para ganarse la vida si era necesario. Eugenia escogió el curso de pastelería, además del curso básico de contabilidad con el que podía abrir un negocio y manejar los libros contables. 
Las tres amigas se reunieron en la terraza del jardín, lugar que a esas horas era el más fresco de la casa. Filomena trajo una jarra de limonada y galletas de avena para las invitadas. Con un vaso de limonada en la mano Lucrecia hablaba con su amiga, Eugenia la escuchaba sin interrumpirla no quería ser mal educada pero en el fondo no tenia muchos ánimos para conversar con sus amigas, como en otras ocasiones. 
En el pasado ellas siempre habían compartido juntas, paseos, salidas para alguna fiesta en casa de las familias vecinas y mantenían conversaciones propias de mujeres jóvenes que comienzan a vivir una nueva etapa. Sus confidencias eran  sueños que esperaban cumplir y tal vez algún día conocer a un joven y formar una familia. Virginia escuchaba a su hermana y prefería no intervenir para no interrumpirla. 
Pasaron una tarde agradable y antes que comience a oscurecer la hermanas se despedían de Eugenia y partían de regreso a su hogar, ellas vivían muy cerca al fundo de su amiga. La hacienda de su familia colindaba con los límites del fundo La Alborada. Eugenia acompaño a Lucrecia y Virginia hasta la puerta principal y mientras las veía alejarse en compañía de uno de los mozos que trabajaba en su hacienda pensaba que se había acabado la etapa de la niñez y adolescencia, ahora tenía serias responsabilidades que pensaba cumplir para mantener el fundo productivo como su padre hubiera deseado.  
De regreso al jardin, se sentó sola para disfrutar de la belleza de las rosas que su madre había sembrado unos años antes, el rosal amarillo era su preferido por su color llamativo y lleno de vida. El resto de rosales de diferentes colores, estaban sembrados en todos los rincones del jardín, junto a las violetas y geranios, en ese lugar pasó largas horas conversando con su madre sobre la familia y las tradiciones, cuando ella estaba viva.  
Al amanecer del siguiente día, el desayuno estaba servido en el comedor como lo había ordenado. Eugenia se levantó temprano dispuesta a comenzar una jornada de trabajo, se puso su vestido negro de luto, el cabello amarrado en un pequeño moño. Tomó un desayuno ligero como siempre, después se dirigió a la biblioteca para recibir al contador que ayudaba a su padre en temas de la administración del fundo.  
-Buenos días señorita Eugenia- saludo el administrador al presentarse ante ella -aquí traigo los libros contables del fundo que siempre revisábamos con su padre, además de ello traigo la lista de todo la que necesitamos comprar para el mes- sugirió el contador.
-Buenos días Fermín Cerro, tome asiento, por favor para empezar nuestro trabajo, deseo que me ponga al corriente de todos los detalles, nosotros nos vamos a reunir con la misma frecuencia como si estuviera mi padre presente- contestó Eugenia y comenzaron a trabajar en los detalles importantes. 
Fermín explicaba a Eugenia como se trabajaba en el fundo sobre los gastos y los ingresos, como se contrataba a la gente para el trabajo en el campo. También hablaron de la necesidades de compra  para el presente mes. Se necesitaban picos y palas que se debían cambiar los anteriores no servían, 100 costalillos de abono, alambre para la cerca y así la lista continuaba. La joven jamás imaginó todo el dinero que se gastaba para realizar el trabajo en el campo. La lista que tenía en sus manos fue confeccionada por su padre antes del accidente, podía reconocer su letra. Los pedidos para el campo los hacia el caporal Odilo Ventura encargado de esos menesteres.
En la casa existía una caja chica, donde se saca el dinero para realizar las compras del fundo y  las necesidades de la casa. El padre de Eugenia era un hombre cuidadoso a la hora de administrar el dinero pero ello no significaba que privara a su familia de las comodidades y gustos extras, con las que complacía a su esposa y a su hija. No era descuidado con el dinero por eso había acumulado una respetable  fortuna. Si Eugenia seguía el ejemplo de su padre nunca le iba a faltar dinero y el fundo iba a seguir prosperando como hasta ese momento. 
La reunión de trabajo con el administrador la puso al tanto de los detalles y del manejo administrativo del fundo, cuando terminaron Eugenia se quedó con los libros contables para revisarlos con calma y saber si los números estaban en azul. Le pidió además que llame al caporal Ventura para conversar con él, era importante saber como iban los cultivos en el campo. 
Una hora más tarde se presentó el caporal Odilo Ventura ante Eugenia: -señorita buenos días usted, ¿me mandó llamar?- preguntó.
-Si Odilo, pase usted y tome asiento desde hoy vamos a organizar el trabajo en el campo deseo que me informe todos los detalles con respecto al campo y mañana temprano iremos a recorrer los cultivos, quiero hacerlo igual como lo hacía con mi padre. Vamos a dividir el campo en zonas para visitar una cada día- terminó de decir Eugenia. 
-Señorita, podrá usted salir temprano, el trabajo es muy fuerte y no se si tendrá la fuerza para resistir y andar a caballo toda la mañana y parte de la tarde.- finalizó el caporal sorprendido de las palabras de la joven. 
-No se preocupe Odilo, estoy segura que voy a poder con el trabajo, venga usted mañana a las cinco de la mañana que yo lo estaré esperando lista para nuestra visita al campo. Vamos a trabajar como si estuviera mi padre vivo, ¿de acuerdo?- señaló Eugenia.
Odilo Ventura, se sorprendió de la decisión de Eugenia de salir a trabajar de inmediato, él no imaginó  que ella se iba hacer cargo directo del manejo del fundo, siempre la vio como una niña delicada y protegida por su padre y ahora no sabía que decir. La reunion había terminado y el caporal se puso de pie muy ceremonioso se despidio hasta el día siguiente a la hora acordada. 
Las reuniones de trabajo por ese día habian terminado, al menos así lo pensó Eugenia pero en medio de la tarde pidieron permiso para hablar con ella tres agricultores que trabajaban con su padre.
-Buenas tardes señorita Eugenia, gracias por recibirnos- saludó Cosme el mayor de los tres -como usted sabe, nosotros venimos en representación del comité de pequeños agricultores, queremos saber si siempre nos va a comprar el algodón de nuestra cosecha como lo hacia su padre. 
El padre de Eugenia, solía comprar la cosecha de algodón a los pequeños agricultores, ellos no podían darse el lujo de esperar mucho tiempo por el pago de su cosecha, tenían que mantener a sus familias. El padre comprendía la situación y les pagaba el mismo día que traían sus pacas de algodón, era una forma de ayudarlos y además, él aumentaba su cuota de algodón en calidad y peso. 
La joven advirtió la preocupación y el temor de los hombres de campo y contestó: -Ustedes no deben preocuparse nosotros seguiremos comprando sus cosecha como siempre, como si mi padre estuviera presente, nada va a cambiar.
Los agricultores respiraron tranquilos y le agradecieron su buena voluntad de seguir trabajando con ellos. Luego recordaron al padre de Eugenia como un hombre justo que siempre los trató bien y siempre cumplía su palabra. Lamentaron su partida eso nunca debió ocurrir decían.
-Gracias señorita por recibirnos ahora podemos retirarnos tranquilos y seguir trabajando- se disculparon y salieron con los sombreros en la mano.  
El día terminaba, Eugenia se sentía satisfecha, había sido una jornada de trabajo productiva, ahora comprendia mejor el trabajo que hacía su padre.  Hizo sonar la campanilla que tenía sobre el escritorio y la que su padre usaba en varias ocasiones para llamar a Celestina.
La joven se presentó en la biblioteca y preguntó -¿qué desea señorita?-
Dile a Filomena que prepare la cena por hoy día el trabajo ha terminado-
-En seguida voy con Filomena- contestó la muchacha-
En la noche en su habitación antes de quedarse dormida pensaba que su vida había cambiado y que su trabajo ahora era el fundo, nada debía distraerla. 
Al día siguiente a las cinco de la mañana, Eugenia estaba lista esperando al caporal Odilo Ventura para salir al campo como un día de trabajo. Con Martin mandó ensillar uno de los caballos, no era la primera vez que montaba, varias horas, junto a su padre lo había hecho muchas veces. 
Vestida con su traje de montar, botas, guantes de cuero y sombrero de ala ancha para protegerse del sol esperaba al caporal de campo. Odilo Ventura llegó puntual a la hora acordada, se acercó a ella y la saludo: -buenos días señorita, le parece bien si comenzamos el trabajo por la zona norte del fundo para este primer recorrido. 
Eugenia estuvo de acuerdo no era bueno demorar más la partida, el sol del medio día era muy fuerte y lastimaba la piel. 
En su primer día de trabajo quería encargarse de cumplir con todo lo que deseaba ver en el campo, la cosecha de algodón no estaba lejos y el trabajo no esperaba para ser atendido. Eugenia y su caporal de campo, partieron por el pequeño camino que los llevaba a los campos de cultivo.

CONTINUARÁ  

 
    
  
           
        
   


 

martes, 19 de julio de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

La guerra con Chile había terminado, el país se encontraba en paz, la noticia se extendía por todo el territorio nacional. Ahora no era tiempo de detenerse a preguntar ¿por qué sucedió? o ¿quiénes eran los responsables? solo se necesitaba trabajar para seguir adelante y fortalecer el país para que pueda recobrar su economía.
Era la época de los primeros días del gobierno del presidente Miguel Iglesias, habían revueltas e inestabilidad, volver a recomponer la economía y el orden social se convertía en prioridad. El país tenía que levantarse para llegar al nuevo siglo recuperado. La Guerra trajo dolor, tristeza, fue la peor tragedia vivida, puso a prueba el temple de toda su gente. 
Pero había una parte del territorio nacional, al sur de la ciudad de Lima un pueblo que se llamaba Cañete, donde sus pobladores estaban al tanto de las últimas noticias y rogaban al cielo que pronto se inicie la reconstrucción del país. El clamor popular era que la agricultura se recupere porque la mayoría de estas personas, vivía de los frutos de la tierra y de las cosechas de algodón que representaban ingresos al estado y sostenían parte de la economía nacional.
Todos los pobladores sabían que no seria fácil volver a empezar, pero el positivismo acompañaba a esta gente cargada de fe y esperanza. Lo mismo ocurría en el resto del país. 
En ese período turbulento se vivía otra tragedia en el fundo La Alborada, situado a poca distancia del pueblo de Cañete. El dueño de este fundo Leopoldo Castillo y Vidal padre de Eugenia, había fallecido víctima de un trágico accidente dentro de su propiedad. El dolor de la hija era profundo y no podía contener las lágrimas, se encontraba en la biblioteca frente al escritorio que era de su padre, desde donde atendía y administraba el fundo.
El velorio y entierro habían concluido hace unas horas, Eugenia no había dormido un segundo, ella estaba sorprendida de la cantidad de gente que asistió al funeral para darle el último adiós a su padre, entre ellos se encontraban los grandes hacendados, varias personas notables del pueblo, muchos amigos y hasta personas que no conocía. Los peones que trabajaban en el fundo también habían llegado para presentar sus condolencias. Leopoldo Castillo y Vidal había sido un hombre justo y honorable fue enterrado junto a su esposa que dos años antes había fallecido víctima de fiebres perniciosas. Las dos tumbas se hallaban ubicadas en los terrenos del fundo cerca a la pequeña capilla que el padre de Eugenia había mandado construir unos años antes.
El accidente fue tan inesperado que nada se pudo hacer. La mañana del fatídico día, Eugenia no acompañó a su padre hacer el recorrido de trabajo por el fundo como la hacía muchas veces. 
Martin uno de los muchachos del servicio, vino a traer la mala noticia, entró en la casa gritando a viva voz: 
-¡Señorita Eugenia! ¡señorita Eugenia!- gritaba el mozo, ella se encontraba en el jardín atendiendo los rosales, al escuchar que la llamaban fue al encuentro del muchacho y dijo con autoridad: 
-¿Qué sucede'?,¿Porqué tanto alboroto y escándalo?- contestó Eugenia. 
Martín habló desesperado -su padre ha sufrido un terrible accidente cerca a los cañaverales, venga pronto por favor-.  
Eugenia dejó todo lo que estaba haciendo y con la carreta a caballo llegó hasta el lugar del accidente,  vio a su padre tendido en el suelo a un costado del camino. El caporal  de campo y algunos peones que fueron testigos del accidente lo rodeaban. Su padre tenía el rostro lleno de polvo por la violenta caída del caballo, se acercó a él se puso de rodillas a su lado y con un pañuelo limpió su rostro que tenía una expresión serena, como si estuviera dormido, de inmediato ordenó a los peones subirlo con cuidado a la carreta para llevarlo a la casa, a Martín lo mandó al pueblo para traer al doctor. 
La caída que había sufrido su padre fue mortal y la muerte fue instantánea. Al parecer el caballo se asustó con una culebrilla que asomó en el camino, el animal lo arrojó con violencia sobre unas piedras, las consecuencias del accidente fueron fatales. 
Leopoldo Castillo y Vidal era padre de Eugenia, él era dueño del fundo "La Alborada" éste poseía doscientas hectáreas de cultivos de algodón de primera calidad. Leopoldo amaba su fundo que era el trabajo de toda una vida. 
La casa donde vivía con su familia quedaba dentro de los límites del fundo, era un lugar cómodo y amplio para vivir. La casa se encontraba construida sobre una loma desde donde se podía divisar todos los campos de cultivos de algodón. El padre de Eugenia se sentía orgulloso de su propiedad y de su trabajo. 
Cuando el doctor llegó a la casa, encontró el cuerpo de Leopoldo tendido en la cama de su habitación, se acercó a la hija para hablar sobre el accidente. Luego se acercó al padre, lo examinó con cuidado y certificó su muerte. 
Golpeada por el dolor Eugenia lloró en silencio la muerte del padre que se había ido de forma repentina e inexplicable, nunca más volvería a escuchar su voz, ni a tener las largas conversaciones. Leopoldo era un hombre culto y le gustaba conversar con su hija sobre diversos temas.
Nada en el mundo la había preparado para algo así. En el pueblo de Cañete Eugenia no tenía parientes, solo habían vivido ella y sus padres. La poca familia con la que contaba vivía en Lima y eran su tía Rosalía y sus tres hijas, además de su madrina que era viuda desde hace varios años. 
En esas horas nada más tenía importancia que ocuparse del entierro de su padre. Aturdida por el dolor no escuchó los pasos que se acercaban a la biblioteca, solo se dio cuenta de ello cuando una voz la llamó por su nombre y la sacó de sus pensamientos: -Eugenia puedo pasar- dijo el doctor Godofredo Murillo abogado y encargado de los asuntos legales del fundo y un gran amigo de su padre. 
-Dr. Murillo pase usted por favor- contestó Eugenia mostrándose más serena ante el abogado.
-Gracias por recibirme Eugenia, ahora que todas las personas se han retirado después de presentar sus condolencias, vengo hablar contigo, sé que no es el momento de tocar estos temas por los tristes acontecimientos ocurridos pero es necesario hablar por muy doloroso que sea. Como sabes pronto será el tiempo de  cosecha y tú tendrás que firmar facturas, contratos y recibos por todo aquello deben estar los papeles de fundo en orden y legalmente registrados a tu nombre, eres la única heredera de los bienes de tu padre por lo tanto es necesario empezar los trámites legales para que puedas tomar posesión de tu herencia. 
Eugenia con tristeza en el corazón contestó -usted tiene razón Dr. Murillo estoy de acuerdo con sus palabras, proceda a iniciar los trámites legales. 
El Dr. Murillo trató de consolar a Eugenia con palabras de aliento: -quiero que sepas que no estas sola, si en algo puedo ayudarte no dudes en recurrir a mí. Tú sabes cuanto estimaba a tú padre, nosotros éramos muy buenos amigos-.
De esta manera el Dr. Murillo se declaraba protector legal y amigo, él veía a Eugenia como a una hija, ella había estudiado junto a su hija mayor Anabela las dos eran de las misma edad y asistieron al  mismo colegio de las Hermanas de la Virgen del Socorro.
-Gracias Dr. Murillo- contestó Eugenia -yo sé que puedo confiar en usted como lo hacía mi padre-. 
Por el momento no había más que decir, el abogado se dio cuenta que debía retirarse, Eugenia tenía que estar a solas para mitigar su dolor. Se despidio en silencio y salió de la biblioteca para regresar al pueblo y empezar los trámites de documentos que necesitaba su nueva protegida para tomar posesión de su legado.  
Nunca la noche fue más oscura, la casa estaba en silencio parecía más grande y vacía. Ahora era ella la que tenía que hacerse cargo del fundo y del trabajo de su padre, debía prepararse para estar a la altura de las circunstancias y de lo que el futuro le depare.  
Caminó despacio por el pasillo que llevaba a las  habitaciones, al pasar por la habitación de sus padres no tuvo valor para entrar, no porque sintiera miedo si no por que lo extrañaba demasiado y esto hacía que el dolor por su pérdida fuera más grande.
En casa de Eugenia vivía también su personal de servicio, como Filomena que fue su niñera cuando ella era pequeña y ahora se encargaba de la cocina , también estaba Celestina la joven que realizaba las tareas de limpieza y por ultimo Martín el muchacho del mandado y de los trabajos de arreglos y carpintería en la casa. Todos ellos sentían un gran afecto por señor Leopoldo el padre de Eugenia y su tristeza por el patrón era sincera. Ellos sentían que en la ausencia del padre debían proteger a la hija y nueva dueña del fundo La Alborada. 
Al día siguiente como todos los días Filomena entró en la habitación de Eugenia con la bandeja del desayuno para despertarla, la joven ya estaba despierta, se sentó en la cama recibió la bandeja y comentó: -desde mañana tomaré el desayuno en el comedor, no más desayunos en la habitación-. Filomena asintió con la cabeza la orden que le daban. Desde ese día se harían algunos cambios en el manejo de la casa.  
Filomena era la empleada de máxima confianza en la casa, conocía a Eugenia desde pequeña y sentía por ella un afecto maternal. Sin embargo no se atrevía a contrariar las ordenes de su joven ama.
Mientras Eugenia tomaba el desayuno pensaba en hacer algunos cambios en la casa y en el fundo, no serían demasiados pero habrían otros cambios que sí debía hacer para tomar sus nuevas responsabilidades con la seriedad que demandaban. Estos cambios tenían que ver con su persona, decidió que ya no iría tan seguido a las ferias del pueblos acompañada por sus amigas, ya no serían tan seguidos sus paseos a la playa o las reuniones en casa de Lucrecia y Virginia sus amigas y vecinas del fundo. Ellas eran hermanas y pertenecían a unas de las familias más ricas e importantes de la zona, sus padres eran dueños de la hacienda más grande de la región. Eugenia deseaba utilizar el tiempo en administrar el fundo como lo hacía su padre, haría el trabajo con responsabilidad.
Ese día tomaría un descanso  y al día siguiente comenzaría a trabajar en la administración del fundo que su padre trabajó y amó tanto. 
Después de terminar el desayuno, Filomena entró de nuevo en la habitación con un ramo de rosas y una esquela que le enviaban sus amigas Lucrecia y Virginia. La esquela decía que estaban a su lado y la apoyaban en todo lo que fuera necesario -Cuenta con nosotras querida amiga-.
La nueva vida de Eugenia se presentaba con nuevas responsabilidades, ella quería guardar el legado de su padre y trabajar para mantener el fundo activo, esa era  la forma de mantener vivo el recuerdo de sus padres.  

CONTINUARÁ