Un día después de la muerte de su padre, Eugenia se encontraba desolada y triste, tomó un día descanso para ocuparse de escribir cartas a su madrina y a su tía Rosalía. Era necesario informales sobre la sucedido a su padre, ellas eran parte de la familia y debían estar informadas.
La desaparición de Leopoldo Castillo y Vidal, fue algo doloroso de comprender y difícil de aceptar. Él ya no estaba al lado de su hija para conversar no solo de temas sobre el fundo sino de la vida misma. Siempre hubo entre padre e hija una gran confianza y mucha comprensión.
Eugenia todavía no había olvidado el dolor que significó perder a su madre cuando sucedió el terrible accidente de su padre.
En la biblioteca sentada frente al escritorio de su padre escribía una carta a su madrina para contarle lo sucedido. Ella era una persona muy allegada a la familia y en varias oportunidades había pasado semanas enteras de vacaciones en el fundo, compartiendo con la familia momentos felices. Más tarde también escribiría a la tía Rosalía.
Con perfecta caligrafía aprendida en el colegio de las religiosas contaba a su madrina la tragedia vivida en esos días. De pronto sin previo aviso escuchó voces, e irrumpieron en la biblioteca sus amigas Lucrecia y su hermana menor Virginia, ellas habían entrado sin tocar la puerta principal que siempre estaba abierta como era la costumbre en el campo para dar la bienvenida a los visitantes.
Lucrecia se acercó para abrazar y saludar a su amiga: -¿Eugenia cómo estás? ¡oh! ¡qué pregunta la mía! disculpa la impertinencia nosotras solo queremos hacerte un poco de compañía en este momento difícil que estas pasando-
-No te preocupes mi estimada- contestó Eugenia - sé que ustedes están conmigo y yo debo agradecer su compañía-
Virginia que era la hermana menor y escuchaba en silencio, luego se acercó a Eugenia para abrazarla y darle fuerzas, ella era la más pequeña y la más sensible.
Eugenia y Lucrecia eran amigas desde la infancia estudiaron juntas en el colegio de las religiosas donde además de aprender los cursos básicos de la enseñanza escolar también aprendieron un oficio que les podía servir para ganarse la vida si era necesario. Eugenia escogió el curso de pastelería, además del curso básico de contabilidad con el que podía abrir un negocio y manejar los libros contables.
Las tres amigas se reunieron en la terraza del jardín, lugar que a esas horas era el más fresco de la casa. Filomena trajo una jarra de limonada y galletas de avena para las invitadas. Con un vaso de limonada en la mano Lucrecia hablaba con su amiga, Eugenia la escuchaba sin interrumpirla no quería ser mal educada pero en el fondo no tenia muchos ánimos para conversar con sus amigas, como en otras ocasiones.
En el pasado ellas siempre habían compartido juntas, paseos, salidas para alguna fiesta en casa de las familias vecinas y mantenían conversaciones propias de mujeres jóvenes que comienzan a vivir una nueva etapa. Sus confidencias eran sueños que esperaban cumplir y tal vez algún día conocer a un joven y formar una familia. Virginia escuchaba a su hermana y prefería no intervenir para no interrumpirla.
Pasaron una tarde agradable y antes que comience a oscurecer la hermanas se despedían de Eugenia y partían de regreso a su hogar, ellas vivían muy cerca al fundo de su amiga. La hacienda de su familia colindaba con los límites del fundo La Alborada. Eugenia acompaño a Lucrecia y Virginia hasta la puerta principal y mientras las veía alejarse en compañía de uno de los mozos que trabajaba en su hacienda pensaba que se había acabado la etapa de la niñez y adolescencia, ahora tenía serias responsabilidades que pensaba cumplir para mantener el fundo productivo como su padre hubiera deseado.
De regreso al jardin, se sentó sola para disfrutar de la belleza de las rosas que su madre había sembrado unos años antes, el rosal amarillo era su preferido por su color llamativo y lleno de vida. El resto de rosales de diferentes colores, estaban sembrados en todos los rincones del jardín, junto a las violetas y geranios, en ese lugar pasó largas horas conversando con su madre sobre la familia y las tradiciones, cuando ella estaba viva.
Al amanecer del siguiente día, el desayuno estaba servido en el comedor como lo había ordenado. Eugenia se levantó temprano dispuesta a comenzar una jornada de trabajo, se puso su vestido negro de luto, el cabello amarrado en un pequeño moño. Tomó un desayuno ligero como siempre, después se dirigió a la biblioteca para recibir al contador que ayudaba a su padre en temas de la administración del fundo.
-Buenos días señorita Eugenia- saludo el administrador al presentarse ante ella -aquí traigo los libros contables del fundo que siempre revisábamos con su padre, además de ello traigo la lista de todo la que necesitamos comprar para el mes- sugirió el contador.
-Buenos días Fermín Cerro, tome asiento, por favor para empezar nuestro trabajo, deseo que me ponga al corriente de todos los detalles, nosotros nos vamos a reunir con la misma frecuencia como si estuviera mi padre presente- contestó Eugenia y comenzaron a trabajar en los detalles importantes.
Fermín explicaba a Eugenia como se trabajaba en el fundo sobre los gastos y los ingresos, como se contrataba a la gente para el trabajo en el campo. También hablaron de la necesidades de compra para el presente mes. Se necesitaban picos y palas que se debían cambiar los anteriores no servían, 100 costalillos de abono, alambre para la cerca y así la lista continuaba. La joven jamás imaginó todo el dinero que se gastaba para realizar el trabajo en el campo. La lista que tenía en sus manos fue confeccionada por su padre antes del accidente, podía reconocer su letra. Los pedidos para el campo los hacia el caporal Odilo Ventura encargado de esos menesteres.
En la casa existía una caja chica, donde se saca el dinero para realizar las compras del fundo y las necesidades de la casa. El padre de Eugenia era un hombre cuidadoso a la hora de administrar el dinero pero ello no significaba que privara a su familia de las comodidades y gustos extras, con las que complacía a su esposa y a su hija. No era descuidado con el dinero por eso había acumulado una respetable fortuna. Si Eugenia seguía el ejemplo de su padre nunca le iba a faltar dinero y el fundo iba a seguir prosperando como hasta ese momento.
La reunión de trabajo con el administrador la puso al tanto de los detalles y del manejo administrativo del fundo, cuando terminaron Eugenia se quedó con los libros contables para revisarlos con calma y saber si los números estaban en azul. Le pidió además que llame al caporal Ventura para conversar con él, era importante saber como iban los cultivos en el campo.
Una hora más tarde se presentó el caporal Odilo Ventura ante Eugenia: -señorita buenos días usted, ¿me mandó llamar?- preguntó.
-Si Odilo, pase usted y tome asiento desde hoy vamos a organizar el trabajo en el campo deseo que me informe todos los detalles con respecto al campo y mañana temprano iremos a recorrer los cultivos, quiero hacerlo igual como lo hacía con mi padre. Vamos a dividir el campo en zonas para visitar una cada día- terminó de decir Eugenia.
-Señorita, podrá usted salir temprano, el trabajo es muy fuerte y no se si tendrá la fuerza para resistir y andar a caballo toda la mañana y parte de la tarde.- finalizó el caporal sorprendido de las palabras de la joven.
-No se preocupe Odilo, estoy segura que voy a poder con el trabajo, venga usted mañana a las cinco de la mañana que yo lo estaré esperando lista para nuestra visita al campo. Vamos a trabajar como si estuviera mi padre vivo, ¿de acuerdo?- señaló Eugenia.
Odilo Ventura, se sorprendió de la decisión de Eugenia de salir a trabajar de inmediato, él no imaginó que ella se iba hacer cargo directo del manejo del fundo, siempre la vio como una niña delicada y protegida por su padre y ahora no sabía que decir. La reunion había terminado y el caporal se puso de pie muy ceremonioso se despidio hasta el día siguiente a la hora acordada.
Las reuniones de trabajo por ese día habian terminado, al menos así lo pensó Eugenia pero en medio de la tarde pidieron permiso para hablar con ella tres agricultores que trabajaban con su padre.
-Buenas tardes señorita Eugenia, gracias por recibirnos- saludó Cosme el mayor de los tres -como usted sabe, nosotros venimos en representación del comité de pequeños agricultores, queremos saber si siempre nos va a comprar el algodón de nuestra cosecha como lo hacia su padre.
El padre de Eugenia, solía comprar la cosecha de algodón a los pequeños agricultores, ellos no podían darse el lujo de esperar mucho tiempo por el pago de su cosecha, tenían que mantener a sus familias. El padre comprendía la situación y les pagaba el mismo día que traían sus pacas de algodón, era una forma de ayudarlos y además, él aumentaba su cuota de algodón en calidad y peso.
La joven advirtió la preocupación y el temor de los hombres de campo y contestó: -Ustedes no deben preocuparse nosotros seguiremos comprando sus cosecha como siempre, como si mi padre estuviera presente, nada va a cambiar.
Los agricultores respiraron tranquilos y le agradecieron su buena voluntad de seguir trabajando con ellos. Luego recordaron al padre de Eugenia como un hombre justo que siempre los trató bien y siempre cumplía su palabra. Lamentaron su partida eso nunca debió ocurrir decían.
-Gracias señorita por recibirnos ahora podemos retirarnos tranquilos y seguir trabajando- se disculparon y salieron con los sombreros en la mano.
El día terminaba, Eugenia se sentía satisfecha, había sido una jornada de trabajo productiva, ahora comprendia mejor el trabajo que hacía su padre. Hizo sonar la campanilla que tenía sobre el escritorio y la que su padre usaba en varias ocasiones para llamar a Celestina.
La joven se presentó en la biblioteca y preguntó -¿qué desea señorita?-
Dile a Filomena que prepare la cena por hoy día el trabajo ha terminado-
-En seguida voy con Filomena- contestó la muchacha-
En la noche en su habitación antes de quedarse dormida pensaba que su vida había cambiado y que su trabajo ahora era el fundo, nada debía distraerla.
Al día siguiente a las cinco de la mañana, Eugenia estaba lista esperando al caporal Odilo Ventura para salir al campo como un día de trabajo. Con Martin mandó ensillar uno de los caballos, no era la primera vez que montaba, varias horas, junto a su padre lo había hecho muchas veces.
Vestida con su traje de montar, botas, guantes de cuero y sombrero de ala ancha para protegerse del sol esperaba al caporal de campo. Odilo Ventura llegó puntual a la hora acordada, se acercó a ella y la saludo: -buenos días señorita, le parece bien si comenzamos el trabajo por la zona norte del fundo para este primer recorrido.
Eugenia estuvo de acuerdo no era bueno demorar más la partida, el sol del medio día era muy fuerte y lastimaba la piel.
En su primer día de trabajo quería encargarse de cumplir con todo lo que deseaba ver en el campo, la cosecha de algodón no estaba lejos y el trabajo no esperaba para ser atendido. Eugenia y su caporal de campo, partieron por el pequeño camino que los llevaba a los campos de cultivo.
CONTINUARÁ