En el puerto Eugenia se despedía de sus amigos y de su vida en la capital. Ahora tenía que continuar el viaje.
Sentía una gran tristeza de haber dejado la pastelería, pero no quería exponer a su hija a situaciones complicadas y de peligro. Como tener que dejarla en la capital para viajar al fundo y supervisar la cosecha que ya estaba cerca. Ella no deseaba separarse de Azucena después de la terrible experiencia vivida.
Unos días antes había conversado con Jean Luca y éste le prometió que iría a visitarla al fundo.
Eugenia contestó: -mi estimado amigo, ese es un viaje complicado y tedioso, no se lo aconsejo-.
-Mi querida amiga- dijo sonriendo -usted olvida que yo he cruzado un océano para llegar América y esto me hace sentir que puedo viajar a cualquier parte del mundo-.
Jean Luca y Eugenia se despidieron con la promesa de volverse a encontrar. En el transcurso del viaje en el barco, Azucena se enfermó con mareos y naúseas y lo mismo sucedió con Eugenia, el vaivén del barco les causaba esos malestares. Filomena las cuidaba y asistía.
Si había algo que tranquilizaba a Eugenia, era que Fermín y Martín la esperaban en Puerto Azul. Unos días antes ella había mandado un telegrama a su administrador, avisando sobre el viaje y pidió que preparen la casa para instalarse. Cuando el viaje llegó a su fin, el barco entró al puerto, Eugenia junto a su hija y a Filomena se preparaban para desembarcar. Entre la gente que esperaba a sus familiares divisó a Fermín y Martin que la esperaban, sintió en su interior que habían transcurrido muchos años desde que se despidió de ellos en el mismo lugar. Que alegría volverlos a ver y saber que estaban bien.
Fermín se acercó primero para saludarla y luego hizo lo mismo Martín: -Señorita Eugenia, que alegría volverla a tener entre nosotros- dijo Fermín y tomó en sus manos el maletín que traía, mientras tanto Martín se encargaba de los baúles.
Eugenia saludo a los dos asistentes y comentó: -vamos al fundo, estoy cansada, el viaje me ha caído mal y todavía puedo sentir el vaivén del barco bajo mis pies-.
Fermín y Martin se apresuraron a cargar la carreta con los baúles y todos juntos partieron con dirección al fundo. Al pasar las vallas de entrada al terreno, Eugenia se emocionó de estar de nuevo en su amada casa. No pudo evitar recordar los gratos momentos vividos en su hogar.
Al entrar, la casa lucía impecable, Martín se había encargado de prepararla para el regreso de Eugenia. Cada rincón tenía recuerdos de su niñez, juventud y los primeros meses de matrimonio.
Fermín y Martín guardaron los baúles y se retiraron para que Eugenia y su hija puedan descansar. Al día siguiente Filomena se encargaría de abrir los baúles para poner todo en orden y en su lugar.
Con el correr de los días la vida y el trabajo tomaban su propio ritmo. Eugenia se ponía al tanto de los asuntos del fundo y la administración con los informes de Fermín.
Odilo comentaba como iban las cosas en el campo y la felicidad que sentía de volverla a tenerla de vuelta en el fundo. Azucena, conocía su nuevo hogar y hacía algunas travesuras propias de su edad, por ello se debía estar pendiente de la pequeña para que no vaya ha hacerse daño.
A los pocos días de haber llegado al fundo, fue a visitar a los padres de Eduardo, ellos la recibieron con mucha felicidad porque venía con Azucena, su nieta querida.
Eugenia tampoco se olvidó de visitar al Dr. Godofredo Murillo, su estimado amigo y asesor legal y así poco a poco se volvía acostumbrar a la vida en campo y al trabajo del fundo. Los recuerdos de los días vividos en la capital, se iban disipando y ahora el fundo era su vida. Aunque debía reconocer que extrañaba a los amigos y a la familia que dejó en la ciudad. Extrañaba la pastelería y al personal que trabajaba en ella.
Un mes había pasado de su regreso al fundo cuando una tarde mientras Eugenia jugaba con su hija en la biblioteca, Merina la nueva muchacha que había contratado para cuidar Azucena, entró al salón para decir a Eugenia que un caballero la buscaba, deseaba conversar con ella.
-Señorita Eugenia, no me dijo su nombre por eso no le hice pasar a la sala- comentó Merina.
Eugenia salió a ver de quien se trataba y grande fue su sorpresa cuando se encontró con Jean Luca que había venido a visitarla.
-Jean Luca no puede ser, porque no me avisó que venía, así hubiera mandado a un muchacho para recogerlo en el puerto- agregó Eugenia.
-Eugenia, si avisaba sobre mi visita, ya no hubiera sido una sorpresa y yo deseaba que así fuera, no se preocupe que el fundo es bien conocido y el cochero que me trajo sabía muy bien como llegar.
En el salón de la casa conversaban y disfrutaban de una limonada refrescante. Jean Luca conversaba sobre las novedades de la ciudad, de la familia y de lo bien que le iba a Teodoro con la pastelería, también comentó de su amigo Vittorino y su negocio de ferretería. Cuando los temas de la ciudad se agotaron, hubo un silencio incómodo que fue roto por Jean Luca:
-Eugenia no tome a mal mis palabras y disculpe que sea tan directo pero quisiera proponerle una sociedad, poseo un capital y estas manos para trabajar. Si usted y yo nos damos una oportunidad podemos ser felices-. terminó de decir y esperaba las palabras de Eugenia, se sentía nervioso y temía su rechazo.
Eugenia no esperaba que Jean Luca hable sobre tener una sociedad y menos de sus sentimientos, muy serena contestó: -estimado amigo me sorprenden sus palabras y debo confesar que no las esperaba. Lo que yo puedo pedir es tiempo para conocernos mejor y darle una respuesta, en pocas palabras necesito esperar para tomar una decisión-.
Jean Luca aceptó las palabras de Eugenia y pensó que de esa forma era mejor, no deseaba presionarla.
Eugenia hospedo a su amigo en un cómodo ambiente al lado de la oficina de contaduría. Esta habitación estaba cerca a la casa y sus comidas las tomaba junto a Eugenia y Azucena en el comedor de la casa principal. En ese ambiente tendría privacidad.
Semanas atrás y antes de la visita de Jean Luca, Eugenia había escrito una carta a su amiga Virginia sobre la salud de su padre y lo delicado que se encontraba y ahora ella le enviaba una respuesta a Eugenia.
Querida amiga, mi viaje a la hacienda fue muy corto, disculpa si no fui a visitarte pero tuve que recoger a mi padre, que como tú me explicabas en tu carta estaba muy enfermo. En este momento tengo a mis padres conmigo, cada uno está muy delicado de salud y no sé cuál será el desenlace, solo Dios dirá. Por otro lado deseo comunicarte que voy a vender la hacienda, mis padres me han otorgado un poder para ejecutar la venta. No tengo intenciones de regresar a ese lugar, no me trae buenos recuerdos. Cuando pienso en la hacienda recuerdo la tragedia de mi hermana Lucrecia y no puedo dejar de llorar, vivir ahí sería un suplicio para mí. A ti es la primera persona que le ofrezco la propiedad en venta, piénsalo por favor, me gustaría que la hacienda de mis padres quede en tus manos. Reglones mas abajo le comentaba sobre su vida familiar y el cuidado que debía tener con la salud de sus padres. Antes la despedirse escribía -que bueno que hayas regresado al fundo que amas tanto, espero que seas feliz en tu nueva vida, después de los terribles momentos que viviste con Azucena. Querida Eugenia, mereces descanso y tranquilidad-. Para cerrar su carta se despedía con saludos y muchos abrazos.
Eugenia todavía tenía la carta de Virginia en sus manos, suspiró y lamentaba mucho el delicado estado de salud de sus padres y también le causó sorpresa el ofrecimiento de su amiga, nunca hubiera imaginado, tener la oportunidad de comprar las tierras de sus vecinos. Sobre este ofrecimiento no estaba segura de poder aceptar, tenía algunas dudas y no era fácil dar una respuesta.
Jean Luca regresó del campo al medio día, todas las mañanas salía muy temprano con Odilo para trabajar y analizar como se desarrollaba el cultivo. Entró en la biblioteca buscando a Eugenia quería comentar con ella lo bien que crecían las plantas de algodón en el campo: -Eugenia, según Odilo, este año también vamos a tener una buena cosecha, las plantas están repletas de motas de algodón. Mañana tienes que venir con nosotros al campo para que compruebes lo que digo- terminó de decir Jean Luca lleno de satisfacción por el trabajo realizado.
Jean Luca se había acostumbrado muy pronto a la vida del campo y ha vivir en el fundo, le gustaba estar al lado de Eugenia y ayudarla en todo lo que necesitaba. Los dos lucían cada día más enamorados y se llevaban bien. Solían pasear por el pueblo y llevar Azucena a la playa disfrutaban mucho de su mutua compañía.
Eugenia le prometió que así lo haría, saldría al campo con ellos al día siguiente muy temprano. Luego conversó con él sobre el ofrecimiento de Virginia de la venta de su hacienda.
Jean Luca la animó: -Eugenia no dudes en comprar, es una buena tierra y una excelente propiedad, estoy seguro que tu amiga te hará una buena oferta-.
Eugenia contestó:-Jean Luca no sé si debo aceptar, la hacienda no tiene una, ni dos hectáreas, son ochocientas hectáreas de terreno, es un tremendo trabajo y mantener esas tierras cuesta un dineral. No sabes lo que estás diciendo- señaló.
-Si, tienes razón al decir eso pero no significa que tienes que cultivar de un solo tirón las ochocientas hectáreas, podemos hacerlo poco a poco cada año para que alcance el dinero y en cuanto al trabajo nos vamos a organizar para hacerlo bien- comentó Jean Luca para comprometerse con la tarea en el campo.
Eugenia se puso de pie, dio unos pasos en la biblioteca, ella no estaba segura si debía aceptar a pesar que reconocía que era una buena oportunidad, comprar tierras de primera para el cultivo.
-Jean Luca necesito pensar, no puedo decidir así ha primeras. Es una tarea gigante y además no conozco aún el precio del terreno-. completó Eugenia para cambiar el tema de conversación.
-Solo, déjame decirte unas palabras para terminar la conversación. Yo estoy a tu lado para apoyarte y hacer el trabajo. Eugenia no lo pienses demasiado, esta oportunidad no se va a volver a presentar- dijo Jean Luca seguro de sus palabras.
Pasaron algunas semanas para que Eugenia tome la decisión y escriba a Virginia aceptando comprar la hacienda con todo lo que había en la propiedad incluyendo la casa. Era un tremendo compromiso y trabajo a futuro pero estaba segura que iba a salir adelante con la ayuda de Jean Luca, Fermín y Odilo, también se sumó al equipo Anselmo el caporal de Rodrigo de las Casas padre de Virginia. El fundo ahora se había convertido en una gran propiedad y se necesitaba gente para trabajar.
Al tomar esta decisión Eugenia nunca imaginó que iba ha asegurar para el futuro a cinco generaciones de su descendencia que por siempre la recordarían como el pilar y columna vertebral de la familia.
En una de sus visitas a los padres de Eduardo, Eugenia comentó con ellos la decisión de comprar la hacienda de sus vecinos. A los suegros no les causó sorpresa que Virginia quisiera vender su propiedad, sabían que no tenía muy buenos recuerdos del lugar. Anella felicitó a Eugenia y le daba gusto que hubiera formalizado un compromiso con Jean Luca. La familia había llegado a tomar aprecio de su persona.
Al año de haberse conocido Jean Luca y Eugenia se casaron en una boda íntima y familiar, invitaron a los amigos más cercanos. Azucena fue la damita de honor.
Eugenia siempre conservó una buena relación con los padres de Eduardo, los visitaba muy seguido con Jean Luca con el que tuvo cinco hijos, además de Azucena que era la mayor.
Anella estaba feliz porque consideraba a todos los hijos de Eugenia como sus nietos y Azucena era el vivo retrato del padre que ya no estaba.
Con la adquisición de la hacienda, el trabajo se volvió más duro y exigente a la hora de la siembra, pero como habían planificado avanzar despacio, era más llevadero.
La casa de la hacienda donde vivió la familia de Virginia, se conservó intacta, Eugenia así lo decidió hasta saber que hacer con ella. La tristeza invadía su corazón al recordar a su amiga Lucrecia y por eso dejó la casa en pie. La construcción era de material noble y en esa casa se habían celebrado grandes fiestas y aniversarios, por aquellos días todo era alegría y no se presagiaban tragedias.
Con la tía Rosalía y sus primas siempre se escribía, con su madrina a la que le tenía un especial afecto también le enviaba cartas y con Marcela su amiga que tanto la ayudó, sostenía una fluida correspondencia.
Eugenia, Jean Luca y todos sus hijos viajaban una vez al año a la capital para visitar a la familia y los amigos con los que siempre era grato volverse a encontrar. A ninguno de ellos les sorprendió que Jean Luca y Eugenia se hubieran casado, porque todos sabían que él fue a buscarla hasta el fundo.
El recuerdo de Eduardo, Eugenia siempre lo guardó en su corazón como el hombre que le enseñó la vida y el amor. Además del regalo más hermoso, su hija Azucena.
En cuanto a lo político y social, el país todavía viviría momentos difíciles, pero sus hijos seguirían luchando para mantenerse en pie y lograr una nacían fuerte y estable para el futuro.
En el fundo una tarde de verano sentados bajo la sombra del limonero, Eugenia y Jean Luca renovaban su amor tomados de las manos, mientras contemplaban los grandes campos repletos de algodón.
FIN