domingo, 24 de junio de 2018

EL ESPIRITU DE LA SELVA

PELAYO VISITA EL MANU:
En la selva del Manu el silencio era total, todos los animales estaba a la espera de ver que sucedía. 
Francisco tembloroso sobre la rama del árbol, retrocedía lentamente a pesar de que Pelayo insistía para que se lance al viento y pueda volar. Sus palabras eran en vano, Francisco no lo escuchaba, él no deseaba volar.  
La expectativa que se había formado dentro de la familia de papagayos y del resto de los animales que los rodeaban se disipó, todos llegaron a la misma conclusión, Francisco nunca iba a volar.  
Cerca de ellos, un mono los observaba y movía la cabeza, hablaba y se lamentaba de ver a Francisco y su terquedad de no hacer caso a su primo. 
Pelayo volvió a insistir, no quería darse por vencido, entonces dijo:
-Francisco tu eres un ave, yo soy un ave, nosotros tenemos alas, ¡mira!-  y Pelayo abrió sus alas para que su primo se de cuenta de lo que decía y luego agregó:  -nosotros con ellas  podemos volar, haz el intento y vas a darte cuenta que lo puedes hacer, observa y mira como vuelo.
Entonces Pelayo se lanzó al viento con las alas abierta y empezó a volar, dando algunas volteretas entre las ramas de los arboles cercanos, su  primo lo miraba emocionado y sentía el deseo de seguirlo pero no se atrevía, su temor era más grande.     
Francisco dudaba no estaba convencido, todo aquello era nuevo para él. Pelayo volvió a su lado y comentó:
-Viste lo fácil que es, solo tienes que animarte y lo puedes lograr, tus alas te guiaran y tu cuerpo  pronto se acostumbrará al vuelo.  
-Pelayo, porque no olvidamos esto de volar y conversamos  de otro tema- dijo Francisco para cambiar la conversación y que su primo olvide del vuelo y de tantas palabras.  
Los cientos de aves que pasaban por encima de ellos y eran testigos de los apuros de los primos, comentaban todas a las vez  -Francisco no puede volar, no pierdas el tiempo Pelayo. 
Pelayo trataba de ignorar todo aquello y no perder la calma con su primo, por eso guardó silencio un momento y saltó con cuidado a una rama cerca, desde ahí  pensaba que podía hacer para convencer a Francisco.  
Mientras en el resto de la selva del Manu, todos los animales volvían a sus actividades cotidianas, cansados de escuchar los pretextos de Francisco para no volar. 
En el río cercano donde vivían las temibles pirañas comentaban: 
 -Pelayo pierde el tiempo, quiere convencer a su primo de volar y Francisco nunca le va hacer caso.
Los manatíes, los delfines rosados y la nutrias de río, estaban de acuerdo con ellas y agregaban: 
-Pelayo debe pasear con sus amigos los otros papagayos y olvidarse de Francisco, es inútil estar a su lado, él no va a cambiar de idea.   
La mañana transcurría lentamente Pelayo no escuchaba los comentarios de sus vecinos  y después de recuperar la paciencia, regresó de nuevo al lado de su primo. 
 -Francisco no podemos cambiar de tema. 
Yo quiero explicarte lo hermoso que es volar con el viento, ir donde quieras y sentir la sensación de libertad. Todo esto lo estás perdiendo porque no te lanzas a  volar y no me escuchas. 
Francisco se cubría  con las alas, su cuerpo temblaba de miedo y un poco aturdido  contestó:
-Yo, soy feliz así cómo vivo, no trates de cambiarme Pelayo.
-Si, yo sé que eres feliz así pero serias más feliz aún, si puedes volar porque irías a donde te lleve el viento  y comerías las más deliciosas frutas que hay en los alrededores.
Francisco, cuando escuchó lo de las de las deliciosas frutas, se puso en guardia, era cierto lo que su primo decía; últimamente no estaba comiendo muy bien, muchas veces se quedaba con hambre y las frutas del árbol donde vivía se acababan muy rápido. 
A los pies del árbol donde conversaban los primos, estaba el otorongo queriendo hacer una siesta y éste comentaba en voz alta para que lo escuchen Pelayo y Francisco.  
-Ya están de nuevo esos papagayos parlanchines hablando y hablando, con tanto parloteo no me dejan dormir, necesito descansar después de haber comido. Desde que ha venido Pelayo, en está selva se acabó la tranquilidad. Todos están pendientes  de los movimientos de ese par de papagayos.
El otorongo estaba muy molesto, para él. el descanso era importante porque tenía que digerir su comida y con tanto ruido no podía conciliar el sueño.
El día avanzaba sin novedades, Pelayo fue varias veces a buscar frutas para comer y traer a su primo para que se alimente. Él no perdía la esperanza de que Francisco lo siga. 
Cuando llegó la noche y la selva del Manu dormía, Pelayo en una de las ramas del árbol  y a la luz de la luna pensaba... ¿cómo podía ayudar a su primo Francisco a perder el miedo a volar? 
Si, el plan A había fracasado, Pelayo tenía un plan B y era necesario ponerlo en práctica al día siguiente, de tanto pensar y preocuparse el sueño terminó por vencerlo.  
Ajeno a todas las preocupaciones de su primo, Francisco acurrucado en otra rama del árbol dormía profundamente. Él soñaba con las deliciosas frutas que había mencionado Pelayo y se veía comiendo grandes cantidades de ellas, hasta reventar.  
Dentro de la familia de los papagayos a esa hora todos dormían pero había uno que estaba despierto,  él no le tenía mucha simpatía por Francisco y desconfiaba de Pelayo, en el fondo quería que se marche del Manu y deje a su primo.         
 Con los primeros rayos de sol del nuevo día, el Manu despertaba, las aves en el cielo, los animales en el bosque y los animales en el río,  todos iniciaban sus actividades.                   
Pelayo estiraba sus alas y despertaba al nuevo día, buscó a su primo alrededor y  de pronto escuchó a Francisco:
-¡Aquí estoy Pelayo! ¡buenos días!- y salío de entre las hojas de una de las ramas del árbol. 
Estaba de buen humor pensó Pelayo entonces después de desayunar comenzaría a poner en practica su plan B.
Los dos primos comían las ricas y jugosas frutas que Pelayo en varios vuelos, había traído. Todo transcurría en una alegre conversación, hasta que Pelayo comentó:
-Ahora que hemos terminado de desayunar Francisco vamos a practicar algunos ejercicios para mantenernos en forma. 
Pelayo no mencionó la palabra vuelo porque se había dado cuenta que Francisco con solo escucharla se ponía en guardia y comenzaba a temblar y se atropellaba con las palabras. 
Pelayo con los ejercicios, enseñaba a su primo a batir las alas que por instinto toda ave sabía pero en el caso de Francisco se había quedado anulado por el miedo. Junto a él batía las alas, estiraba cada patita y esperaba con paciencia que su primo haga lo mismo.
A Francisco esto le parecía divertido, por fin estaban haciendo algo entretenido, cuando Pelayo se cansaba de los ejercicios, volaba por los alrededores para dominar con su vuelo el Manu. 
Él veía a la región como  un paraíso, donde todo funcionaba como un reloj y donde la naturaleza cumplía con vigor sus funciones de desarrollo y reproducción, sólo su hogar, podía superar al Manu. Pelayo comenzaba a extrañar a sus amigos y a su vida de hogar.
Así los días pasaban y pasaban, Pelayo seguía al lado de Francisco haciendo los ejercicios, éste comenzaba a fortalecer sus  alas, sentía un nuevo brío y unas ganas de volar...pero cuando lo intentaba su cuerpo temblaba y su voz también: -Pepepelalalayoyoyo...¡no quiero volarrr!.  Decía en voz alta para que todos en el Manu lo escuchen. 

CONTINUARÁ.   
     

domingo, 17 de junio de 2018

EL ESPÍRITU DE LA SELVA

PELAYO VISITA EL MANU:
La emoción de volverse a encontrar embargaba a los primos, Pelayo y Francisco estaban felices de verse de nuevo.  Alrededor de ellos los demás papagayos que vivían  cerca miraban absortos la escena y el saludos de los primos. 
Mas tranquilos y más serenos Pelayo comentaba a Francisco: 
-El viaje me ha dado mucho hambre y aun no he desayunado, vamos primo es hora de comer.
Pelayo abrió sus alas y se lanzó al viento pero Francisco no lo siguió, en cambio comentó:
-Ve tu Pelayo yo ya desayuné.
Pelayo realmente tenía hambre y comenzó a buscar entre las ramas de los árboles, ricos frutos para comer, era el momento de disfrutar de un delicioso desayuno.
Francisco se acomodaba en la rama del árbol donde vivía y espero pacientemente a que su primo  termine de comer, para luego comentar juntos las ultimas novedades. 
Mientras que Pelayo devoraba su alimento para saciar el hambre que sentía en los arboles vecinos la comunidad de papagayos guardaban silencio y seguían con sus respectivas actividades. 
Pelayo comió y comió hasta saciar su hambre, luego feliz voló al lado de Francisco para comentar con él cómo era su vida en la selva amazónica del Manu. 
- Francisco, ahora que ya estoy con el estomago lleno y he saciado mi hambre quiero que me cuentes ¿cómo estás? y qué ha sido de ti en todo este tiempo que no nos hemos visto, seguro tienes muchas novedades que contarme. 
-Bueno Pelayo novedades, ¡humm, novedades! no tengo muchas, solo que vivo aquí en este árbol que es mi casa y como puedes ver tengo muchos amigos que me conocen. 
-Si es verdad- dijo Pelayo un tanto sorprendido -veo que al rededor tienes muchos amigos y no solo miembros de la familia si no todos los animales que viven en el Manu. Aunque te tengo que decir que eso no me sorprende porque yo también soy muy conocido en mi hogar, creo que eso nos viene de familia. 
-Si, si- decía Francisco -eso nos viene de familia.
-Pero...¡bueno Francisco!- dijo Pelayo con énfasis -ahora que estoy aquí, quiero que tú me enseñes todos los bellos lugares que existen en el Manu, tú debes conocerlo muy bien, es tu hogar. Dime por donde empezamos.
Y Pelayo se disponía a volar cuando notó que su primo no quería volar con él. 
-No, no Pelayo yo no quiero volar, ve tú solo, el Manu es muy parecido a tu hogar.
-Francisco yo he venido a visitarte para recorrer juntos el lugar y tú quieres que vaya solo ¿cómo es eso posible?...tenemos que ir juntos a pasear.
-Yo estoy cansado, por ahora no deseo pasear, mejor conversemos aquí en el árbol quiero contarte  como es vivir en el Manu. 
Pelayo aceptó la propuesta de su primo, no quería contrariarlo y mucho menos discutir con él, seguro más tarde se animaba a pasear y juntos podían visitar diferentes y bellos lugares.      
Francisco comentaba con su primo de      
cada uno de los animales que lo rodeaba y de la familia de papagayos que vivía cerca, le contaba además como era su día a día en el Manu.   
Pelayo, a su vez también comentaba cómo era vivir en su hogar y de todos los amigos que conocía  entre  ellos, su gran amigo Tomás.   
La conversación era amena y sin darse cuenta, las horas fueron pasando.   
Pelayo escuchaba a su primo y estaba intrigado ¿porqué Francisco no lo acompañaba a volar? ¿qué sucedía con él? 
 Así pasaron las horas y cuando era más del medio día, el hambre asalto de nuevo a Pelayo,  entonces señalando los arboles dijo:    
-Francisco vamos a comer algo, es hora de almorzar, volemos para buscar algunos frutos, tú también debes tener mucho hambre.
Esto era verdad, Francisco no había desayunado y ahora se quedaba inmóvil en su rama y solo atino a decir:
-Pelayo, ahora que tú vas a buscar frutas, tráeme algo de comer, por favor.  
No, esto no podía ser ¿qué pasaba con Francisco? ¿porqué se negaba acompañarlo?... Pelayo algo fastidiado levantó el vuelo y fue a buscar sus frutos, pero esta vez se detuvo a conversar con los demás Papagayos.  Algunos de ellos preguntaban por su primo pero no decían a Pelayo nada sobre Francisco.
Después de un buen rato Pelayo regresó junto a Francisco; se había  demorado a propósito, estaba  fastidiado con su primo y por la situación tan extraña. 
Pelayo entregó a Francisco el fruto que había traído, éste lo tomó con desesperación por el hambre que tenía y lo devoró en segundos. Su primo lo observaba y preguntó:
-¿Qué sucede contigo Francisco, por qué no quieres volar? yo he venido a visitarte para pasar unas buenas vacaciones y tú me recibes de está manera.
Francisco al ver lo molesto que estaba su primo, no le quedó más remedio que contarle a éste, su gran dilema:
Con temor Francisco dijo  -Pelayo, ¡Pelayooo!... yo tengo miedo de volar.
En ese instante de confesión, el Manu se paralizó, los papagayos y el resto de animales que estaban cerca escuchaban a Francisco asombrados.    
-¡Qué! ¡qué tienes miedo de volar!... ¿cómo eso posible? tú un papagayo, tiene miedo de volar- levantó la voz Pelayo impaciente. 
Ahora comprendía porque era famoso su primo, tal vez él era el único papagayo en el Manu y tal vez en toda la selva amazónica que tiene miedo a volar, ahora recién caía en la verdad y en lo que otros papagayos decían de él. 
-Pelayo- dijo Francisco un poco asustado -tú tienes que saber el porqué de mi miedo...espera un momento, te voy a contar la historia... Cuando yo estaba en el cascaron sufrí un lamentable accidente. El huevo que ocupaba rodó del nido y cayó al vació, mi madre a pocos centímetros de estrellarme en el suelo, me salvó y me devolvió  al nido, a los tres días rompí el cascaron y muerto de miedo, no quería volar. En las semanas siguientes mi madre me enseñó lo que debía hacer para volar y me decía que no tuviera miedo pero yo no podía evitarlo, mi pánico era mayor. 
El comentario de Francisco hizo recordar a Pelayo su historia, era verdad lo que él decía pero también era verdad que eso sucedió hace tiempo y ya era hora de perder el miedo y volar como lo hacían todos los papagayos. 
En el río que estaba muy cerca, los delfines rosados comentaban con los manatíes la historia de Francisco y hasta las temibles pirañas escuchaban  perplejas sus palabras.
Pelayo se tocaba la cabeza y a su vez decía -¡no puede ser! ¡no puede ser! mi primo ¡haaaa!    

El otorongo que descansaba a los pies del árbol, escuchaba asombrado la historia de Francisco, por fin todo el Manu se enteraba el porqué de su miedo a volar y a la vez todos se preguntaban que iba hacer Pelayo con su primo. ¿Regresaría de nuevo a su hogar y dejaría solo a Francisco?  Esa era la gran incógnita.
Pelayo estaba incrédulo, Francisco lo observaba y sabía que su primo estaba molesto.
Las diferentes familias de monos que habitaban los árboles vecinos movían la cabeza en símbolo de duda   -ahora que iba a suceder- se decían unos a otros. 
La gran boa constrictor se enroscaba perezosa a orillas del río, tomaba el sol y estaba atenta a los acontecimientos. Los pequeños escarabajos que tanto conocían a Francisco, casi estaban seguros que Pelayo se iría para siempre del Manu y dejaría solo a su primo.
Pelayo ajeno a todo ese barullo, miró a su primo impaciente, suspiró profundamente y dijo:   Francisco... ¡porqué Francisco!... nosotros los papagayos estamos hechos para volar, no debes tener miedo, mira tenemos alas-  entonces  Pelayo abrió sus alas para enseñarle a su primo que con ella se podía volar muy bien.
Francisco temeroso movía la cabeza y no aceptaba el comentario de su primo.
-Yo no puedo volar tengo miedo a caer,  nunca he utilizado mis alas- dijo Francisco aferrándose fuertemente  a la rama.  
Pelayo empujo suavemente a su primo hasta el borde de la rama donde se encontraban y añadió:
-Francisco, ahora, vas a volar y no tendrás miedo porque vas a sentir lo hermoso que es dejarse llevar por el viento.
Francisco parado en el extremo de la la rama decía con voz temblorosa  -Pepepe lalala yoyoyo... aquí está muy alto, si me lanzo al viento voy a caer, estoy seguro que así va hacer. 
Pelayo se tocaba la cabeza molesto y todos los demás animales estaban atentos.  El Manu por unos segundos quedo en silencio a la expectativa de los movimientos de Francisco.   
CONTINUARÁ.   
           
                   


domingo, 10 de junio de 2018

EL ESPÍRITU DE LA SELVA

PELAYO  VISITA EL MANU:
Era un día espléndido y lleno de sol en la selva Amazónica. La estación de las lluvias había terminado y nuestro amigo papagayo Pelayo conversaba animadamente en la copa de un frondoso árbol con su gran amigo el monito Tomás. No muy lejos de ellos, Pepito el sobrino de Tomás comía unas deliciosas frutas y escuchaba con atención la conversación de los dos amigos.   
Pelayo muy alegre comentaba con Tomás:
-Tomás como tú bien sabes yo tengo un primo que se llama Francisco y vive en el Manu. Desde hace varias semanas estoy pensando en ir a visitarlo. No sé nada de él y deseo verlo de nuevo.
-Pelayo me parece muy buena idea, siempre es bueno visitar a la familia y saber cómo está. Ahora que en nuestro hogar la vida transcurre tranquila puedes tomarte unas semanas de vacaciones  para visitar a tu primo. 
-Si, ¡Tomás!... nuestro hogar es tan hermoso y el Manu es igual de hermoso, es como una gigantesca alfombra verde donde todos los animales están protegidos y la naturaleza sigue su ritmo de vida vigorosamente. 
-Pelayo pero el Manu queda muy lejos de aquí. ¿Cuando piensas partir?-  decía Tomás algo preocupado por su amigo.
-No amigo, el Manu no queda muy lejos de aquí, está a dos días de vuelo y pienso partir mañana muy temprano antes que salga el sol.
-Pelayo, esto, si que es una sorpresa- decía Tomás a su amigo -Entonces debes de ir a descansar temprano para que puedas soportar el viaje. 
-Si Tomás, no te preocupes todo está calculado,  de pensar que voy a ver a mi primo de nuevo siento una gran felicidad. 
Y así fue como los dos amigos conversaban animadamente parte del día, Pelayo contaba a Tomás todos los detalles de su viaje y la alegría  de ver de nuevo a su primo Francisco. 
Pelayo  y Tomás amaban su hogar y no podían dejar de admirar el hermoso paisaje que se abría ante ellos. Los árboles eran más verdes y los animales más felices porque no había humanos que los  persigan y los quieran cazar.  
Después de un largo día  cuando llegó la hora de irse a descansar Pelayo se despidió de sus amigos, -nos vemos dentro de unas semanas- Tomás el monito le deseo un feliz viaje y Pepito que solo pensaba en comer le pidió que le traiga alguna deliciosa fruta del Manu.            
Al día siguiente con los primeros rayos de sol, Pelayo  partía a su nuevo viaje para visitar a su primo.       
Las primeras horas de vuelo transcurrieron sin novedad Pelayo quería volar lo más rápido para llegar pronto al Manu. 
El calor casi lo agobiaba y unas horas más tarde se detuvo para descansar y tomar un poco de agua, busco un arroyo cerca donde tomó abundante agua hasta saciar su sed. En el momento que terminaba de beber el último sorbo, se detuvo junto a él su amiga el águila que muy sorprendida de encontrarlo en el lugar lo saludo y preguntó:
-¿Pelayo cómo estás ¿ qué haces por estos lares? 
-Águila ¿qué tal?... estoy aquí descansando un poco porque tengo que seguir mi viaje al Manu, voy a visitar a mi primo Francisco.
-¡Tu primo Francisco!... no sabía que tenías un primo- dijo el águila sorprendida.
-Si tengo un primo que no veo hace mucho tiempo, no sé nada de él y quiero ir a visitarlo.
-Bien Pelayo que  novedad saber que tienes un primo en el Manu, yo estuve el mes pasado por ese lugar y te puedo decir que es un paraíso, donde los días transcurren tranquilos y los animales viven felices. Todo está igual que siempre y el gran río que recorre la zona es inmenso y majestuoso se diría que en el Manu la vida es perfecta.
Pelayo le daba la razón a su amiga el águila en todo lo que ella decía, él sabía que era verdad. 
-Águila cuéntame ¿cómo esta Cóndor?  nuestro amigo que nos ayudó tanto cuando le pedimos que nos lleve un mensaje a Dario, el niño que vive en la ciudad y que podía hablar con los animales ¿recuerdas? 
-Claro que recuerdo todo eso,  fue una gran aventura que al final salió bien. Cóndor está muy bien, él siempre vive en las alturas y es el verdadero amo del cielo,  de vez en cuando nos vemos y conversamos de nuestras actividades. Cóndor es un maestro del vuelo, él es el único que puede ver todo el valle a grandes alturas.
El águila y  Pelayo conversaban sobre los detalles del viaje, luego cuando terminó el tiempo de descanso, éste  le dijo al Águila:
-Dale mis saludos a Cóndor, dile que siempre lo recuerdo a él y a Pelícano que al final fue el que llevó el mensaje a la ciudad, no lo olvides dales mis saludos. Es hora de partir águila... ¡adiós!. 
Entonces Pelayo volvió a remontar el vuelo y partió en dirección al Manu para ver a su primo Francisco y darle la gran sorpresa con su visita.
Pelayo viajaba con gran precaución a través de la selva Amazónica, él no quería encontrarse con alguna sorpresa en su vuelo, descansaba lo necesario y en cada tramo del viaje tomaba agua y después de ello continuaba con su travesía.  
  
Agotado por los dos días de vuelo, Pelayo por fin llegó al Manu. Era de noche y no quería importunar a su primo a esas horas, buscó la rama de un árbol frondoso y se puso a descansar, muy pronto se quedó profundamente dormido.
Al amanecer de el nuevo día Pelayo despertaba, estiró sus alas para despejarse y decidió que ahora, si era el momento de preguntar por Francisco dentro de la comunidad de papagayos que veía cerca. 
Se acercó a algunos de los vecinos para preguntar por su primo -¿por favor alguien conoce a mi primo Francisco?. 
Entonces todos los papagayos sorprendidos contestaban casi en coro...¡quien no conoce a Francisco! hasta el más pequeño insecto de está selva lo conoce.  
La voz se corrió de inmediato por toda la selva, alguien buscaba a Francisco... ¡ooooh!  ¡no puede ser!   ¿buscan a Francisco? ¡Francisco si a Francisco!
Pelayo se sentía confundido porqué tanto alboroto al preguntar por su primo, uno de los papagayos por fin contestó:
-Todos conocemos a Francisco el es muy famoso en el Manu pero tú solo, tienes que darte cuenta de el porqué de su fama. Francisco vive en las ramas de ese árbol que está algo oculto, ahí lo puedes encontrar.
Era verdad el árbol estaba oculto, Pelayo pensaba ¿por qué vive ahí su primo? estiró  sus alas y se lanzó al vuelo para llegar hasta donde vivía su primo.  Se posó en una de las ramas del árbol y llamó en voz alta a Francisco, éste al escuchar que lo llamaban despertó e incrédulo vio que alguien lo buscaba.
-¡Francisco soy yo tu primo Pelayo!- decía lleno de felicidad al ver a Francisco.
- ¡Pelayo!- gritó  Francisco al ver a su primo y corrió abrazarlo, los dos papagayos estaban felices de encontrarse después de tanto tiempo
 -No puede ser, tú en el Manu... primo que alegría volverte a ver.
El alboroto que armaban los dos papagayos llamó la atención del resto de las aves, todos estaban sorprendidos, Francisco tenía un primo... nadie lo sabía. 
Los primos, ajenos a los comentarios se abrazaban felices y repetían sus nombres una y otra vez ¡Francisco! ¡Pelayo!...

CONTINUARÁ