domingo, 10 de junio de 2018

EL ESPÍRITU DE LA SELVA

PELAYO  VISITA EL MANU:
Era un día espléndido y lleno de sol en la selva Amazónica. La estación de las lluvias había terminado y nuestro amigo papagayo Pelayo conversaba animadamente en la copa de un frondoso árbol con su gran amigo el monito Tomás. No muy lejos de ellos, Pepito el sobrino de Tomás comía unas deliciosas frutas y escuchaba con atención la conversación de los dos amigos.   
Pelayo muy alegre comentaba con Tomás:
-Tomás como tú bien sabes yo tengo un primo que se llama Francisco y vive en el Manu. Desde hace varias semanas estoy pensando en ir a visitarlo. No sé nada de él y deseo verlo de nuevo.
-Pelayo me parece muy buena idea, siempre es bueno visitar a la familia y saber cómo está. Ahora que en nuestro hogar la vida transcurre tranquila puedes tomarte unas semanas de vacaciones  para visitar a tu primo. 
-Si, ¡Tomás!... nuestro hogar es tan hermoso y el Manu es igual de hermoso, es como una gigantesca alfombra verde donde todos los animales están protegidos y la naturaleza sigue su ritmo de vida vigorosamente. 
-Pelayo pero el Manu queda muy lejos de aquí. ¿Cuando piensas partir?-  decía Tomás algo preocupado por su amigo.
-No amigo, el Manu no queda muy lejos de aquí, está a dos días de vuelo y pienso partir mañana muy temprano antes que salga el sol.
-Pelayo, esto, si que es una sorpresa- decía Tomás a su amigo -Entonces debes de ir a descansar temprano para que puedas soportar el viaje. 
-Si Tomás, no te preocupes todo está calculado,  de pensar que voy a ver a mi primo de nuevo siento una gran felicidad. 
Y así fue como los dos amigos conversaban animadamente parte del día, Pelayo contaba a Tomás todos los detalles de su viaje y la alegría  de ver de nuevo a su primo Francisco. 
Pelayo  y Tomás amaban su hogar y no podían dejar de admirar el hermoso paisaje que se abría ante ellos. Los árboles eran más verdes y los animales más felices porque no había humanos que los  persigan y los quieran cazar.  
Después de un largo día  cuando llegó la hora de irse a descansar Pelayo se despidió de sus amigos, -nos vemos dentro de unas semanas- Tomás el monito le deseo un feliz viaje y Pepito que solo pensaba en comer le pidió que le traiga alguna deliciosa fruta del Manu.            
Al día siguiente con los primeros rayos de sol, Pelayo  partía a su nuevo viaje para visitar a su primo.       
Las primeras horas de vuelo transcurrieron sin novedad Pelayo quería volar lo más rápido para llegar pronto al Manu. 
El calor casi lo agobiaba y unas horas más tarde se detuvo para descansar y tomar un poco de agua, busco un arroyo cerca donde tomó abundante agua hasta saciar su sed. En el momento que terminaba de beber el último sorbo, se detuvo junto a él su amiga el águila que muy sorprendida de encontrarlo en el lugar lo saludo y preguntó:
-¿Pelayo cómo estás ¿ qué haces por estos lares? 
-Águila ¿qué tal?... estoy aquí descansando un poco porque tengo que seguir mi viaje al Manu, voy a visitar a mi primo Francisco.
-¡Tu primo Francisco!... no sabía que tenías un primo- dijo el águila sorprendida.
-Si tengo un primo que no veo hace mucho tiempo, no sé nada de él y quiero ir a visitarlo.
-Bien Pelayo que  novedad saber que tienes un primo en el Manu, yo estuve el mes pasado por ese lugar y te puedo decir que es un paraíso, donde los días transcurren tranquilos y los animales viven felices. Todo está igual que siempre y el gran río que recorre la zona es inmenso y majestuoso se diría que en el Manu la vida es perfecta.
Pelayo le daba la razón a su amiga el águila en todo lo que ella decía, él sabía que era verdad. 
-Águila cuéntame ¿cómo esta Cóndor?  nuestro amigo que nos ayudó tanto cuando le pedimos que nos lleve un mensaje a Dario, el niño que vive en la ciudad y que podía hablar con los animales ¿recuerdas? 
-Claro que recuerdo todo eso,  fue una gran aventura que al final salió bien. Cóndor está muy bien, él siempre vive en las alturas y es el verdadero amo del cielo,  de vez en cuando nos vemos y conversamos de nuestras actividades. Cóndor es un maestro del vuelo, él es el único que puede ver todo el valle a grandes alturas.
El águila y  Pelayo conversaban sobre los detalles del viaje, luego cuando terminó el tiempo de descanso, éste  le dijo al Águila:
-Dale mis saludos a Cóndor, dile que siempre lo recuerdo a él y a Pelícano que al final fue el que llevó el mensaje a la ciudad, no lo olvides dales mis saludos. Es hora de partir águila... ¡adiós!. 
Entonces Pelayo volvió a remontar el vuelo y partió en dirección al Manu para ver a su primo Francisco y darle la gran sorpresa con su visita.
Pelayo viajaba con gran precaución a través de la selva Amazónica, él no quería encontrarse con alguna sorpresa en su vuelo, descansaba lo necesario y en cada tramo del viaje tomaba agua y después de ello continuaba con su travesía.  
  
Agotado por los dos días de vuelo, Pelayo por fin llegó al Manu. Era de noche y no quería importunar a su primo a esas horas, buscó la rama de un árbol frondoso y se puso a descansar, muy pronto se quedó profundamente dormido.
Al amanecer de el nuevo día Pelayo despertaba, estiró sus alas para despejarse y decidió que ahora, si era el momento de preguntar por Francisco dentro de la comunidad de papagayos que veía cerca. 
Se acercó a algunos de los vecinos para preguntar por su primo -¿por favor alguien conoce a mi primo Francisco?. 
Entonces todos los papagayos sorprendidos contestaban casi en coro...¡quien no conoce a Francisco! hasta el más pequeño insecto de está selva lo conoce.  
La voz se corrió de inmediato por toda la selva, alguien buscaba a Francisco... ¡ooooh!  ¡no puede ser!   ¿buscan a Francisco? ¡Francisco si a Francisco!
Pelayo se sentía confundido porqué tanto alboroto al preguntar por su primo, uno de los papagayos por fin contestó:
-Todos conocemos a Francisco el es muy famoso en el Manu pero tú solo, tienes que darte cuenta de el porqué de su fama. Francisco vive en las ramas de ese árbol que está algo oculto, ahí lo puedes encontrar.
Era verdad el árbol estaba oculto, Pelayo pensaba ¿por qué vive ahí su primo? estiró  sus alas y se lanzó al vuelo para llegar hasta donde vivía su primo.  Se posó en una de las ramas del árbol y llamó en voz alta a Francisco, éste al escuchar que lo llamaban despertó e incrédulo vio que alguien lo buscaba.
-¡Francisco soy yo tu primo Pelayo!- decía lleno de felicidad al ver a Francisco.
- ¡Pelayo!- gritó  Francisco al ver a su primo y corrió abrazarlo, los dos papagayos estaban felices de encontrarse después de tanto tiempo
 -No puede ser, tú en el Manu... primo que alegría volverte a ver.
El alboroto que armaban los dos papagayos llamó la atención del resto de las aves, todos estaban sorprendidos, Francisco tenía un primo... nadie lo sabía. 
Los primos, ajenos a los comentarios se abrazaban felices y repetían sus nombres una y otra vez ¡Francisco! ¡Pelayo!...

CONTINUARÁ            
                  

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