PELAYO VISITA EL MANU:
La emoción de volverse a encontrar embargaba a los primos, Pelayo y Francisco estaban felices de verse de nuevo. Alrededor de ellos los demás papagayos que vivían cerca miraban absortos la escena y el saludos de los primos.
Mas tranquilos y más serenos Pelayo comentaba a Francisco:
-El viaje me ha dado mucho hambre y aun no he desayunado, vamos primo es hora de comer.
Pelayo abrió sus alas y se lanzó al viento pero Francisco no lo siguió, en cambio comentó:
-Ve tu Pelayo yo ya desayuné.
Pelayo realmente tenía hambre y comenzó a buscar entre las ramas de los árboles, ricos frutos para comer, era el momento de disfrutar de un delicioso desayuno.
Francisco se acomodaba en la rama del árbol donde vivía y espero pacientemente a que su primo termine de comer, para luego comentar juntos las ultimas novedades.
Mientras que Pelayo devoraba su alimento para saciar el hambre que sentía en los arboles vecinos la comunidad de papagayos guardaban silencio y seguían con sus respectivas actividades.
Pelayo comió y comió hasta saciar su hambre, luego feliz voló al lado de Francisco para comentar con él cómo era su vida en la selva amazónica del Manu.
- Francisco, ahora que ya estoy con el estomago lleno y he saciado mi hambre quiero que me cuentes ¿cómo estás? y qué ha sido de ti en todo este tiempo que no nos hemos visto, seguro tienes muchas novedades que contarme.
-Bueno Pelayo novedades, ¡humm, novedades! no tengo muchas, solo que vivo aquí en este árbol que es mi casa y como puedes ver tengo muchos amigos que me conocen.
-Si es verdad- dijo Pelayo un tanto sorprendido -veo que al rededor tienes muchos amigos y no solo miembros de la familia si no todos los animales que viven en el Manu. Aunque te tengo que decir que eso no me sorprende porque yo también soy muy conocido en mi hogar, creo que eso nos viene de familia.
-Si, si- decía Francisco -eso nos viene de familia.
-Pero...¡bueno Francisco!- dijo Pelayo con énfasis -ahora que estoy aquí, quiero que tú me enseñes todos los bellos lugares que existen en el Manu, tú debes conocerlo muy bien, es tu hogar. Dime por donde empezamos.
Y Pelayo se disponía a volar cuando notó que su primo no quería volar con él.
-No, no Pelayo yo no quiero volar, ve tú solo, el Manu es muy parecido a tu hogar.
-Francisco yo he venido a visitarte para recorrer juntos el lugar y tú quieres que vaya solo ¿cómo es eso posible?...tenemos que ir juntos a pasear.
-Yo estoy cansado, por ahora no deseo pasear, mejor conversemos aquí en el árbol quiero contarte como es vivir en el Manu.
Pelayo aceptó la propuesta de su primo, no quería contrariarlo y mucho menos discutir con él, seguro más tarde se animaba a pasear y juntos podían visitar diferentes y bellos lugares.
Francisco comentaba con su primo de
cada uno de los animales que lo rodeaba y de la familia de papagayos que vivía cerca, le contaba además como era su día a día en el Manu.
Pelayo, a su vez también comentaba cómo era vivir en su hogar y de todos los amigos que conocía entre ellos, su gran amigo Tomás.
La conversación era amena y sin darse cuenta, las horas fueron pasando.
Pelayo escuchaba a su primo y estaba intrigado ¿porqué Francisco no lo acompañaba a volar? ¿qué sucedía con él?
Así pasaron las horas y cuando era más del medio día, el hambre asalto de nuevo a Pelayo, entonces señalando los arboles dijo:
-Francisco vamos a comer algo, es hora de almorzar, volemos para buscar algunos frutos, tú también debes tener mucho hambre.
Esto era verdad, Francisco no había desayunado y ahora se quedaba inmóvil en su rama y solo atino a decir:
-Pelayo, ahora que tú vas a buscar frutas, tráeme algo de comer, por favor.
No, esto no podía ser ¿qué pasaba con Francisco? ¿porqué se negaba acompañarlo?... Pelayo algo fastidiado levantó el vuelo y fue a buscar sus frutos, pero esta vez se detuvo a conversar con los demás Papagayos. Algunos de ellos preguntaban por su primo pero no decían a Pelayo nada sobre Francisco.
Después de un buen rato Pelayo regresó junto a Francisco; se había demorado a propósito, estaba fastidiado con su primo y por la situación tan extraña.
Pelayo entregó a Francisco el fruto que había traído, éste lo tomó con desesperación por el hambre que tenía y lo devoró en segundos. Su primo lo observaba y preguntó:
-¿Qué sucede contigo Francisco, por qué no quieres volar? yo he venido a visitarte para pasar unas buenas vacaciones y tú me recibes de está manera.
Francisco al ver lo molesto que estaba su primo, no le quedó más remedio que contarle a éste, su gran dilema:
Con temor Francisco dijo -Pelayo, ¡Pelayooo!... yo tengo miedo de volar.
En ese instante de confesión, el Manu se paralizó, los papagayos y el resto de animales que estaban cerca escuchaban a Francisco asombrados.
-¡Qué! ¡qué tienes miedo de volar!... ¿cómo eso posible? tú un papagayo, tiene miedo de volar- levantó la voz Pelayo impaciente.
Ahora comprendía porque era famoso su primo, tal vez él era el único papagayo en el Manu y tal vez en toda la selva amazónica que tiene miedo a volar, ahora recién caía en la verdad y en lo que otros papagayos decían de él.
-Pelayo- dijo Francisco un poco asustado -tú tienes que saber el porqué de mi miedo...espera un momento, te voy a contar la historia... Cuando yo estaba en el cascaron sufrí un lamentable accidente. El huevo que ocupaba rodó del nido y cayó al vació, mi madre a pocos centímetros de estrellarme en el suelo, me salvó y me devolvió al nido, a los tres días rompí el cascaron y muerto de miedo, no quería volar. En las semanas siguientes mi madre me enseñó lo que debía hacer para volar y me decía que no tuviera miedo pero yo no podía evitarlo, mi pánico era mayor.
El comentario de Francisco hizo recordar a Pelayo su historia, era verdad lo que él decía pero también era verdad que eso sucedió hace tiempo y ya era hora de perder el miedo y volar como lo hacían todos los papagayos.
En el río que estaba muy cerca, los delfines rosados comentaban con los manatíes la historia de Francisco y hasta las temibles pirañas escuchaban perplejas sus palabras.
Pelayo se tocaba la cabeza y a su vez decía -¡no puede ser! ¡no puede ser! mi primo ¡haaaa!
El otorongo que descansaba a los pies del árbol, escuchaba asombrado la historia de Francisco, por fin todo el Manu se enteraba el porqué de su miedo a volar y a la vez todos se preguntaban que iba hacer Pelayo con su primo. ¿Regresaría de nuevo a su hogar y dejaría solo a Francisco? Esa era la gran incógnita.
Pelayo estaba incrédulo, Francisco lo observaba y sabía que su primo estaba molesto.
Las diferentes familias de monos que habitaban los árboles vecinos movían la cabeza en símbolo de duda -ahora que iba a suceder- se decían unos a otros.
La gran boa constrictor se enroscaba perezosa a orillas del río, tomaba el sol y estaba atenta a los acontecimientos. Los pequeños escarabajos que tanto conocían a Francisco, casi estaban seguros que Pelayo se iría para siempre del Manu y dejaría solo a su primo.
Pelayo ajeno a todo ese barullo, miró a su primo impaciente, suspiró profundamente y dijo: Francisco... ¡porqué Francisco!... nosotros los papagayos estamos hechos para volar, no debes tener miedo, mira tenemos alas- entonces Pelayo abrió sus alas para enseñarle a su primo que con ella se podía volar muy bien.
Francisco temeroso movía la cabeza y no aceptaba el comentario de su primo.
-Yo no puedo volar tengo miedo a caer, nunca he utilizado mis alas- dijo Francisco aferrándose fuertemente a la rama.
Pelayo empujo suavemente a su primo hasta el borde de la rama donde se encontraban y añadió:
-Francisco, ahora, vas a volar y no tendrás miedo porque vas a sentir lo hermoso que es dejarse llevar por el viento.
Francisco parado en el extremo de la la rama decía con voz temblorosa -Pepepe lalala yoyoyo... aquí está muy alto, si me lanzo al viento voy a caer, estoy seguro que así va hacer.
Pelayo se tocaba la cabeza molesto y todos los demás animales estaban atentos. El Manu por unos segundos quedo en silencio a la expectativa de los movimientos de Francisco.
CONTINUARÁ.
La emoción de volverse a encontrar embargaba a los primos, Pelayo y Francisco estaban felices de verse de nuevo. Alrededor de ellos los demás papagayos que vivían cerca miraban absortos la escena y el saludos de los primos.
Mas tranquilos y más serenos Pelayo comentaba a Francisco:
-El viaje me ha dado mucho hambre y aun no he desayunado, vamos primo es hora de comer.
Pelayo abrió sus alas y se lanzó al viento pero Francisco no lo siguió, en cambio comentó:
-Ve tu Pelayo yo ya desayuné.
Pelayo realmente tenía hambre y comenzó a buscar entre las ramas de los árboles, ricos frutos para comer, era el momento de disfrutar de un delicioso desayuno.
Francisco se acomodaba en la rama del árbol donde vivía y espero pacientemente a que su primo termine de comer, para luego comentar juntos las ultimas novedades.
Mientras que Pelayo devoraba su alimento para saciar el hambre que sentía en los arboles vecinos la comunidad de papagayos guardaban silencio y seguían con sus respectivas actividades.
Pelayo comió y comió hasta saciar su hambre, luego feliz voló al lado de Francisco para comentar con él cómo era su vida en la selva amazónica del Manu.
- Francisco, ahora que ya estoy con el estomago lleno y he saciado mi hambre quiero que me cuentes ¿cómo estás? y qué ha sido de ti en todo este tiempo que no nos hemos visto, seguro tienes muchas novedades que contarme.
-Bueno Pelayo novedades, ¡humm, novedades! no tengo muchas, solo que vivo aquí en este árbol que es mi casa y como puedes ver tengo muchos amigos que me conocen.
-Si es verdad- dijo Pelayo un tanto sorprendido -veo que al rededor tienes muchos amigos y no solo miembros de la familia si no todos los animales que viven en el Manu. Aunque te tengo que decir que eso no me sorprende porque yo también soy muy conocido en mi hogar, creo que eso nos viene de familia.
-Si, si- decía Francisco -eso nos viene de familia.
-Pero...¡bueno Francisco!- dijo Pelayo con énfasis -ahora que estoy aquí, quiero que tú me enseñes todos los bellos lugares que existen en el Manu, tú debes conocerlo muy bien, es tu hogar. Dime por donde empezamos.
Y Pelayo se disponía a volar cuando notó que su primo no quería volar con él.
-No, no Pelayo yo no quiero volar, ve tú solo, el Manu es muy parecido a tu hogar.
-Francisco yo he venido a visitarte para recorrer juntos el lugar y tú quieres que vaya solo ¿cómo es eso posible?...tenemos que ir juntos a pasear.
-Yo estoy cansado, por ahora no deseo pasear, mejor conversemos aquí en el árbol quiero contarte como es vivir en el Manu.
Pelayo aceptó la propuesta de su primo, no quería contrariarlo y mucho menos discutir con él, seguro más tarde se animaba a pasear y juntos podían visitar diferentes y bellos lugares.
Francisco comentaba con su primo de
cada uno de los animales que lo rodeaba y de la familia de papagayos que vivía cerca, le contaba además como era su día a día en el Manu.
Pelayo, a su vez también comentaba cómo era vivir en su hogar y de todos los amigos que conocía entre ellos, su gran amigo Tomás.
La conversación era amena y sin darse cuenta, las horas fueron pasando.
Pelayo escuchaba a su primo y estaba intrigado ¿porqué Francisco no lo acompañaba a volar? ¿qué sucedía con él?
Así pasaron las horas y cuando era más del medio día, el hambre asalto de nuevo a Pelayo, entonces señalando los arboles dijo:
-Francisco vamos a comer algo, es hora de almorzar, volemos para buscar algunos frutos, tú también debes tener mucho hambre.
Esto era verdad, Francisco no había desayunado y ahora se quedaba inmóvil en su rama y solo atino a decir:
-Pelayo, ahora que tú vas a buscar frutas, tráeme algo de comer, por favor.
No, esto no podía ser ¿qué pasaba con Francisco? ¿porqué se negaba acompañarlo?... Pelayo algo fastidiado levantó el vuelo y fue a buscar sus frutos, pero esta vez se detuvo a conversar con los demás Papagayos. Algunos de ellos preguntaban por su primo pero no decían a Pelayo nada sobre Francisco.
Después de un buen rato Pelayo regresó junto a Francisco; se había demorado a propósito, estaba fastidiado con su primo y por la situación tan extraña.
Pelayo entregó a Francisco el fruto que había traído, éste lo tomó con desesperación por el hambre que tenía y lo devoró en segundos. Su primo lo observaba y preguntó:
-¿Qué sucede contigo Francisco, por qué no quieres volar? yo he venido a visitarte para pasar unas buenas vacaciones y tú me recibes de está manera.
Francisco al ver lo molesto que estaba su primo, no le quedó más remedio que contarle a éste, su gran dilema:
Con temor Francisco dijo -Pelayo, ¡Pelayooo!... yo tengo miedo de volar.
En ese instante de confesión, el Manu se paralizó, los papagayos y el resto de animales que estaban cerca escuchaban a Francisco asombrados.
-¡Qué! ¡qué tienes miedo de volar!... ¿cómo eso posible? tú un papagayo, tiene miedo de volar- levantó la voz Pelayo impaciente.
Ahora comprendía porque era famoso su primo, tal vez él era el único papagayo en el Manu y tal vez en toda la selva amazónica que tiene miedo a volar, ahora recién caía en la verdad y en lo que otros papagayos decían de él.
-Pelayo- dijo Francisco un poco asustado -tú tienes que saber el porqué de mi miedo...espera un momento, te voy a contar la historia... Cuando yo estaba en el cascaron sufrí un lamentable accidente. El huevo que ocupaba rodó del nido y cayó al vació, mi madre a pocos centímetros de estrellarme en el suelo, me salvó y me devolvió al nido, a los tres días rompí el cascaron y muerto de miedo, no quería volar. En las semanas siguientes mi madre me enseñó lo que debía hacer para volar y me decía que no tuviera miedo pero yo no podía evitarlo, mi pánico era mayor.
El comentario de Francisco hizo recordar a Pelayo su historia, era verdad lo que él decía pero también era verdad que eso sucedió hace tiempo y ya era hora de perder el miedo y volar como lo hacían todos los papagayos.
En el río que estaba muy cerca, los delfines rosados comentaban con los manatíes la historia de Francisco y hasta las temibles pirañas escuchaban perplejas sus palabras.
Pelayo se tocaba la cabeza y a su vez decía -¡no puede ser! ¡no puede ser! mi primo ¡haaaa!
El otorongo que descansaba a los pies del árbol, escuchaba asombrado la historia de Francisco, por fin todo el Manu se enteraba el porqué de su miedo a volar y a la vez todos se preguntaban que iba hacer Pelayo con su primo. ¿Regresaría de nuevo a su hogar y dejaría solo a Francisco? Esa era la gran incógnita.
Pelayo estaba incrédulo, Francisco lo observaba y sabía que su primo estaba molesto.
Las diferentes familias de monos que habitaban los árboles vecinos movían la cabeza en símbolo de duda -ahora que iba a suceder- se decían unos a otros.
La gran boa constrictor se enroscaba perezosa a orillas del río, tomaba el sol y estaba atenta a los acontecimientos. Los pequeños escarabajos que tanto conocían a Francisco, casi estaban seguros que Pelayo se iría para siempre del Manu y dejaría solo a su primo.
Pelayo ajeno a todo ese barullo, miró a su primo impaciente, suspiró profundamente y dijo: Francisco... ¡porqué Francisco!... nosotros los papagayos estamos hechos para volar, no debes tener miedo, mira tenemos alas- entonces Pelayo abrió sus alas para enseñarle a su primo que con ella se podía volar muy bien.
Francisco temeroso movía la cabeza y no aceptaba el comentario de su primo.
-Yo no puedo volar tengo miedo a caer, nunca he utilizado mis alas- dijo Francisco aferrándose fuertemente a la rama.
Pelayo empujo suavemente a su primo hasta el borde de la rama donde se encontraban y añadió:
-Francisco, ahora, vas a volar y no tendrás miedo porque vas a sentir lo hermoso que es dejarse llevar por el viento.
Francisco parado en el extremo de la la rama decía con voz temblorosa -Pepepe lalala yoyoyo... aquí está muy alto, si me lanzo al viento voy a caer, estoy seguro que así va hacer.
Pelayo se tocaba la cabeza molesto y todos los demás animales estaban atentos. El Manu por unos segundos quedo en silencio a la expectativa de los movimientos de Francisco.
CONTINUARÁ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario