Este inesperado acontecimiento con la salud de don Tadeo fue un terrible golpe para la familia. Doña Elvira estaba desesperada, su esposo en estado inconsciente en la sala del hospital, jamás lo hubiera pensado.
Los cuidados al paciente fueron extremos y a los dos días de ocurridos los hechos, don Tadeo despertó, no podía hablar bien y la mitad de su cuerpo estaba paralizado, los médicos le aconsejaban no hablar para evitar estresarse porque ello le hacia más daño. Rafaela recordaba todo los acontecimientos como si hubieran sucedido ayer.
El hombre accidentado despertó al tercer día, tenía las costillas rotas, las dos piernas y un brazo, su cabeza estaba intacta, nadie podía explicar esto, era un milagro que estuviera vivo. Cómo el hombre podía hablar le preguntaron cómo fueron los acontecimientos y lo primero que dijo: -Fue una camioneta azul la que venia a gran velocidad, no se detuvo y me atropello.
Eso fue lo mismo que aseguraba don Tadeo antes de perder el conocimiento y esto mismo decía el empleado que lo acompañaba.
Don Tadeo quedó libre de culpa y sospechas pero estaba impedido de hablar y de moverse.
Los meses pasaron y su salud no mejoraba, un año y medio después del accidente y por el grave derrame que había sufrido y otras complicaciones en su salud, falleció. Esto fue un sufrimiento para doña Elvira y sus hijos, pasaron varios años para que ellos superen la ausencia del esposo y padre.
Los meses pasaron y su salud no mejoraba, un año y medio después del accidente y por el grave derrame que había sufrido y otras complicaciones en su salud, falleció. Esto fue un sufrimiento para doña Elvira y sus hijos, pasaron varios años para que ellos superen la ausencia del esposo y padre.
El hombre accidentado logró recuperarse pero tenía problemas para caminar y problemas con sus funciones biológicas. De la camioneta azul no se volvió a saber, todos en Santa Emilia comentaban que era alguien que venía de lejos y simplemente había desaparecido.
Desde ese momento la familia cambio, la tristeza y la amargura ocuparon mucho tiempo sus vidas pero era necesario seguir adelante y aceptar la realidad. Con el pasar de los años el fundo de don Tadeo ahora era manejado por su hijo mayor.
Rafaela suspiró profundamente con estos tristes recuerdos, luego dejó la foto de su padre sobre el velador, era mejor recordarlo con alegría y amor.
Escuchó la voz de su madre que la llamaba desde la cocina y se apuro para estar lista, quería llevar los pedidos de las mermeladas a dos sitios especiales. El primero al hostal "Bienvenidos" que era propiedad de la familia de Celina, su amiga de toda la vida, juntas habían ido al mismo colegio y ahora quería pasar a saludarla, el segundo pedido era para el convento de las Hermanas del Sagrario, donde ella y Celina habían estudiado. Rafaela quería saludar a la madre Clementina que era madre superiora del convento y amiga de su familia.
Por eso no quería perder más tiempo, fue a la cocina donde su madre terminaba de preparar la canasta con los frascos de mermeladas de diferentes sabores.
Cinco frascos para el convento y uno de regalo que siempre doña Elvira les ofrecía a las religiosas y los cinco frascos restantes eran para el hostal "Bienvenidos".
-Rafaela, no demores demasiado en tu visita a Celina recuerda que tienes que ir a saludar a la madre Clementina, dale a cada una de ellas mis saludos. Yo me voy a la tienda para comenzar un nuevo día de trabajo- decía doña Elvira, mientras se llevaba otros frasco y salia de prisa a la calle.
Con la canasta llena Rafaela caminaba por la calles céntricas de la ciudad, cada lugar le traía gratos recuerdos de las amigas,
de los juegos, de las primeras fiestas y luego la despedida para irse a estudiar a Lima, la capital como la gran mayoría de sus amigas.
El pueblo estaba creciendo y esto era muy bueno, pensaba mientras tomaba el cruce en la esquina, ya estaba cerca del hostal para ver a su amiga.
El clima en Santa Emilia era benigno todo el año, no había calores extremos, ni fríos extremos, se podía caminar con tranquilidad.
Rafaela estaba feliz de volver a ver a Celina y cuando llegó al hostal, éste había sufrido una remodelación, se veía bien, no era muy grande, tenía veinte habitaciones, un comedor, una sala acogedora y bien decorada además de la recepción y un jardín que le daba un aspecto antiguo pero bien cuidado. El hostal estaba impecable y ordenado como siempre.
Celina vio entrar a su amiga y grande fue su sorpresa:
-Rafaela ¿cómo estás?- se acercó a ella para recibirla con un gran abrazo, no se veían desde hace un buen tiempo.
Las dos se sentían felices de encontrarse de nuevo. Para ese momento Celina se había hecho cargo de la dirección del hostal de su familia, en esto ayudaba a sus padres.
La administración del hostal era un trabajo completo porque siempre estaba lleno de turistas que venían desde el extranjero o la capital. Su hermana mayor Dorila que vivía en Europa se encargaba de hacer la promoción al hostal y a el pueblo de Santa Emilia con todos los atractivos que ofrecía el valle, comenzando por el gran nevado y ciudadela pre-inca.
Ambas amigas conversaban de los últimos acontecimientos en sus vidas.
-Rafaela- decía Celina -todo el tiempo el hostal está lleno, no me estoy quejando, pero hace mi trabajo más complicado, tengo que ver que mis empleados cumplan con el orden, la limpieza para que todo este óptimo y atender a los visitantes como debe ser.
Estamos pensando construir más habitaciones porque ya quedó el lugar pequeño- comentaba Celina feliz con sus proyectos, ella se había convertido en toda una empresaria.
Estamos pensando construir más habitaciones porque ya quedó el lugar pequeño- comentaba Celina feliz con sus proyectos, ella se había convertido en toda una empresaria.
-Yo estoy hablando demasiado de mis planes futuros, Rafaela dime ¿estás de visita en Santa Emilia solo por unos días?.
-No, mi querida amiga, vengo a quedarme un tiempo, quiero pensar sobre mi futuro, estoy pasando por una pequeña crisis existencial, nada grave por supuesto, además mi trabajo todavía me espera unos seis meses, después de eso decidiré que hacer, por el momento quiero ayudar a mi mamá en su negocio y ahora que lo menciono, aquí está tu pedido de mermeladas.
-Las mermeladas de tu madre tiene un gran éxito aquí en el hostal, los visitantes preguntan por ellas y luego van a la tienda de doña Elvira para comprar. Se venden bien en todo el pueblo, su sabor es de casa y son deliciosas, es buena idea que la ayudes para que pueda crecer su negocio.
Rafaela escuchaba a Celina su amiga, hacía buena propaganda a las mermeladas de su madre.
La hora avanzaba y Rafaela tenía que despedirse, ella le prometía a su amiga regresar en otro momento para conversar tranquilamente.
-Celina, me despido, tengo que hacer otra entrega al convento de la religiosas y saludar a la madre Clementina.
-Saludos para ella de mi parte tu sabes que siempre fue una excelente directora.
Rafaela salio del hostal "Bienvenidos" y se dirigía al convento de las religiosas que quedaba al otro lado de la calle. Los recuerdos que tenía del colegio, eran buenos recuerdos de las compañeras y profesoras.
Cuando llegó frente al gran portal del antiguo convento, tocó la campanilla y preguntó por la madre Clementina; una novicia la hizo pasar.
Ella estaba de nuevo caminando por los claustros del recinto que fue fundado unos días después de la fundación de Santa Emilia. Esto hace ya más de ciento ochenta años.
La hicieron pasar a un salón de espera, luego de unos minutos la madre Clementina se acercó al salón, le dio mucha alegría encontrarse con Rafaela que había sido una de sus alumnas.
La madre Clementina la invitó a pasear por el claustro que daba al jardín, era una mañana soleada. El convento era una reliquia y su jardín bien cuidado, invitaba a caminar.
Rafaela entregó las mermeladas a la madre Clementina, una empleada se acercó para recibir el encargo y llevarlo a la cocina.
El silencio dentro de las paredes del convento era total, se respiraba una atmósfera de serenidad.
La madre Clementina le señalaba a Rafaela algunos rincones históricos del lugar y comentaba sus historias.
CONTINUARÁ
La hora avanzaba y Rafaela tenía que despedirse, ella le prometía a su amiga regresar en otro momento para conversar tranquilamente.
-Celina, me despido, tengo que hacer otra entrega al convento de la religiosas y saludar a la madre Clementina.
-Saludos para ella de mi parte tu sabes que siempre fue una excelente directora.
Rafaela salio del hostal "Bienvenidos" y se dirigía al convento de las religiosas que quedaba al otro lado de la calle. Los recuerdos que tenía del colegio, eran buenos recuerdos de las compañeras y profesoras.
Cuando llegó frente al gran portal del antiguo convento, tocó la campanilla y preguntó por la madre Clementina; una novicia la hizo pasar.
Ella estaba de nuevo caminando por los claustros del recinto que fue fundado unos días después de la fundación de Santa Emilia. Esto hace ya más de ciento ochenta años.
La hicieron pasar a un salón de espera, luego de unos minutos la madre Clementina se acercó al salón, le dio mucha alegría encontrarse con Rafaela que había sido una de sus alumnas.
La madre Clementina la invitó a pasear por el claustro que daba al jardín, era una mañana soleada. El convento era una reliquia y su jardín bien cuidado, invitaba a caminar.
Rafaela entregó las mermeladas a la madre Clementina, una empleada se acercó para recibir el encargo y llevarlo a la cocina.
El silencio dentro de las paredes del convento era total, se respiraba una atmósfera de serenidad.
La madre Clementina le señalaba a Rafaela algunos rincones históricos del lugar y comentaba sus historias.
CONTINUARÁ