domingo, 26 de agosto de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Este inesperado acontecimiento con la salud de don Tadeo fue un terrible golpe para la familia. Doña Elvira estaba desesperada, su esposo en estado inconsciente en la sala del hospital, jamás lo hubiera pensado. 
Los cuidados al paciente fueron extremos y a los dos días de ocurridos los hechos, don Tadeo despertó, no podía hablar bien y la mitad de su cuerpo estaba paralizado, los médicos le aconsejaban no hablar para evitar estresarse porque ello le hacia más daño. Rafaela recordaba todo los acontecimientos como si hubieran sucedido ayer. 
El hombre accidentado despertó al tercer día, tenía las costillas rotas, las dos piernas y un brazo, su cabeza estaba intacta, nadie podía explicar esto, era un milagro que estuviera vivo. Cómo el hombre podía hablar le preguntaron cómo fueron los acontecimientos y lo primero que dijo: -Fue una camioneta azul la que venia a gran velocidad, no se detuvo y me atropello.
Eso fue lo mismo que aseguraba don Tadeo antes de perder el conocimiento y esto mismo decía el empleado que lo acompañaba. 
Don Tadeo quedó libre de culpa y sospechas pero estaba impedido de hablar y de moverse.
Los meses pasaron y su salud no mejoraba, un año y medio después del accidente y por el grave derrame que había sufrido y otras complicaciones en su salud, falleció. Esto fue un sufrimiento para doña Elvira y sus hijos, pasaron varios años para que ellos superen la ausencia del esposo y padre.  
El hombre accidentado logró recuperarse pero tenía problemas para caminar y problemas con sus funciones biológicas. De la camioneta azul no se volvió a saber, todos en Santa Emilia comentaban que era alguien que venía de lejos y simplemente había desaparecido.   
Desde ese momento la familia cambio, la tristeza y la amargura ocuparon mucho tiempo sus vidas pero era necesario seguir adelante y aceptar la realidad. Con el pasar de los años el fundo de don Tadeo ahora era manejado por su hijo mayor.  
Rafaela suspiró profundamente con estos tristes recuerdos, luego dejó la foto de su padre sobre el velador, era mejor recordarlo con alegría y amor.  
Escuchó la voz de su madre que la llamaba desde la cocina y se apuro para estar lista,  quería llevar los pedidos de las  mermeladas a  dos sitios especiales. El primero al hostal "Bienvenidos" que era propiedad de la familia de Celina, su amiga de toda la vida, juntas habían ido al mismo colegio y ahora quería pasar a saludarla, el segundo pedido era para el convento de las Hermanas del Sagrario, donde ella y Celina habían estudiado. Rafaela quería saludar a la madre Clementina que  era madre superiora del convento y amiga de su familia.   
Por eso no quería perder más tiempo, fue a la cocina donde su madre terminaba de preparar la canasta con los frascos de mermeladas de diferentes sabores. 
Cinco frascos para el convento y uno de regalo que siempre doña Elvira les ofrecía a las religiosas y los cinco frascos restantes eran para el hostal "Bienvenidos". 
-Rafaela, no demores demasiado en tu visita a Celina recuerda que tienes que ir a saludar a la madre Clementina, dale a cada una de ellas mis saludos. Yo me voy a la tienda para comenzar un nuevo día de trabajo-  decía doña Elvira, mientras se llevaba otros  frasco y salia de prisa a la calle.   
Con la canasta llena Rafaela caminaba por la calles céntricas de la ciudad, cada lugar le traía gratos recuerdos de las amigas,
de los juegos, de las primeras fiestas y luego la despedida para irse a estudiar a Lima, la capital como la gran mayoría de sus amigas. 
El pueblo estaba creciendo y esto era muy bueno, pensaba mientras tomaba el cruce en la esquina, ya estaba cerca del hostal para ver a su amiga.   
El clima en Santa Emilia era benigno todo el año, no había  calores extremos, ni fríos extremos,  se podía  caminar con tranquilidad.
Rafaela estaba feliz de volver a ver a Celina y cuando llegó al hostal, éste había sufrido una  remodelación, se veía bien, no era muy grande,  tenía veinte habitaciones, un comedor, una sala acogedora y  bien decorada además de la recepción y un jardín que le daba un aspecto antiguo pero bien cuidado. El hostal estaba impecable y ordenado como siempre.    
Celina vio entrar a su amiga y grande fue su sorpresa:
-Rafaela ¿cómo estás?- se acercó a ella para recibirla con un gran abrazo, no se veían desde hace un buen tiempo. 
Las dos se sentían felices de encontrarse de nuevo. Para ese momento Celina se había hecho cargo de la dirección del hostal de su familia, en esto ayudaba a sus padres. 
La administración del hostal era un trabajo completo  porque siempre estaba lleno de turistas que venían desde el extranjero o la capital. Su hermana mayor Dorila que vivía en Europa se encargaba de hacer la promoción al hostal y a el pueblo de Santa Emilia con todos los atractivos que ofrecía el valle, comenzando por el gran nevado y ciudadela pre-inca. 
Ambas amigas conversaban de los últimos acontecimientos en sus vidas. 
-Rafaela- decía Celina -todo el tiempo el hostal está lleno, no me estoy quejando, pero hace mi trabajo más complicado, tengo que ver que mis empleados cumplan con el orden, la limpieza para que todo este óptimo y  atender a los visitantes como debe ser.  
Estamos pensando construir más habitaciones porque ya quedó  el lugar pequeño-  comentaba Celina feliz con sus proyectos, ella se había convertido en toda una empresaria. 
-Yo estoy hablando demasiado de mis planes futuros, Rafaela dime  ¿estás de visita en Santa Emilia  solo por unos días?. 
-No, mi querida amiga, vengo a quedarme un tiempo, quiero pensar sobre mi futuro, estoy pasando por una pequeña crisis existencial, nada grave por supuesto, además mi trabajo todavía me espera unos seis meses, después de eso decidiré que hacer, por el momento quiero ayudar a mi mamá en su negocio y ahora que lo menciono, aquí está tu pedido de mermeladas.
-Las mermeladas de tu madre tiene un gran éxito aquí en el hostal, los visitantes preguntan por ellas y  luego van a la tienda de doña Elvira para comprar. Se venden bien en todo el pueblo, su sabor es de casa  y son deliciosas, es buena idea que la ayudes para que pueda crecer su negocio.   
Rafaela escuchaba a Celina su amiga, hacía  buena propaganda a las mermeladas de su madre. 
La hora avanzaba y Rafaela tenía que despedirse, ella le prometía a su amiga regresar en otro momento para conversar tranquilamente. 
-Celina, me despido, tengo que hacer otra entrega al convento de la religiosas y saludar a la madre Clementina.
-Saludos para ella de mi parte tu sabes que  siempre fue una excelente directora. 
Rafaela salio del hostal "Bienvenidos" y se dirigía al convento de las religiosas que quedaba al otro lado de la calle. Los recuerdos que tenía del colegio, eran buenos recuerdos de las compañeras y profesoras.  
Cuando llegó frente al gran portal del antiguo convento, tocó la campanilla y preguntó por la madre Clementina; una novicia  la hizo pasar. 
Ella estaba de nuevo caminando por los claustros del recinto que fue fundado unos días después de la fundación de Santa Emilia. Esto hace ya más de ciento ochenta años.
La hicieron pasar a un salón de espera,  luego de unos minutos la madre Clementina se acercó al salón, le dio mucha alegría encontrarse con Rafaela que había sido una de sus alumnas.
La madre Clementina la invitó a pasear por el claustro que daba al jardín, era una mañana soleada.  El convento era una reliquia y su jardín bien cuidado, invitaba a caminar. 
Rafaela entregó las mermeladas a la madre Clementina,  una empleada se acercó para recibir el encargo y llevarlo a la cocina. 
El silencio dentro de las paredes del convento era total, se respiraba una atmósfera de serenidad. 
La madre Clementina le señalaba a Rafaela algunos rincones históricos del lugar y comentaba sus historias. 
CONTINUARÁ 

                
          
     
   


domingo, 19 de agosto de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Era bien entrada la noche cuando Rafaela llegó al pueblo de Santa Emilia. Sentía frío, la noche estaba serena y el pueblo tranquilo.
Bajó del bus tomó sus maletas y en un taxi fue directo a su casa. 
En el camino era inevitable evocar los recuerdos de su vida, de sus padres, las amigas del colegio, los juegos y las primeras fiestas. Cada calle cada esquina había cambiado, Santa Emilia prosperaba y crecía. 
La casa de Rafaela quedaba a dos cuadras de la plaza principal en una de las calles céntricas. El carro se detuvo en la puerta y el chófer la ayudó a bajar sus maletas. 
Frente a su casa Rafaela respiró profundamente, tocó  la puerta, pensó tamaña sorpresa que se llevaría su madre al verla, ella ignoraba que su hija llegaba  a Santa Emilia.
Cuando la puerta se abrió y doña Elvira la vio la sorpresa iluminó su rostro y dijo:
-¡Rafaela! que ha pasado, porque no me has avisado que venías. ¿Ha sucedido algo en el trabajo? y abrazó a su hija,  ella  no podía hablar porque su madre la interrumpía.
Se separó un instante y contestó -Calma, madre...calma, no ha pasado nada, vengo a casa para pasar una temporada, ahora estoy cansada, el viaje ha sido largo, deseo comer si es que tienes algo en tu cocina y luego quiero ir a descansar, te prometo que mañana te cuento al detalle todo lo que quieras saber. 
Doña Elvira le sirvió a su hija algo de cenar y luego de terminar, Rafaela abrazó a su madre de nuevo y se fue a su habitación, al abrir la puerta todo estaba igual que siempre, como ella en su momento la había dejado. 
Se sentía realmente cansada las horas de viaje la habían agotado y solo deseaba dormir en su cama. 
Su madre se quedó en la cocina, estaba preocupada, pensaba que había sucedido con su hija porque esta visita tan repentina.  
Al día siguiente muy temprano, Rafaela en su habitación despertó al escuchar el ir y venir de su madre en la cocina. Doña Elvira no había cambiado, era la misma mujer activa de siempre. Ella  pertenecía a la generación de mujeres que pensaban que habían cosas que no se debían conversar con los hijos, pero con el paso de los años había cambiado esta idea y conversaba con Rafaela que ya era una joven adulta, sobre su vida, su primer trabajo, el miedo que tenía de equivocarse al atender al público con alguna receta, ella era dependiente en una farmacia. 
Un día entró un joven a comprar pastillas para el dolor de estomago, ella le recomendó unas píldoras y al día siguiente el joven regresó para agradecerle y luego volvió a regresar al otro día con el pretexto de comprar unas venditas y así sucesivamente día tras  día hasta que se hicieron amigos, luego novios y más tarde se casaron se mudaron de la capital para vivir en Santa Emilia donde iniciaron su familia. 
Con el correr de los años doña Elvira inicio un pequeño negocio de venta de mermeladas elaborada en forma cacera, es decir sin preservantes y de exquisito sabor, eran hechas de pura de fruta, sus mermeladas habían ganado fama entre la gente del pueblo y los turistas que visitaban Santa Emilia, no solo porque eran de pura fruta, si no por su exquisito sabor. 
Vendía las mermeladas de los sabores clásicos como fresa, naranja, piña y además las originales de ají y rocoto pero la que tenía mayor demanda y se agotaba muy rápido era la mermelada de ciruela y tomate con el punto justo entre lo dulce y lo ácido. Cada mermelada tenía su formula secreta que las hacían exquisitas  y de gran éxito . 
En su tienda ubicada en una calle céntrica de la ciudad vendía las mermeladas, además  de aútentica miel de abeja de la región, polen  y los más deliciosos quesos y mantequillas del valle, comprados en el fundo lechero Torre Alba.
Rafaela se levantó, era hora de conversar con su madre y explicar el porqué de su regreso a Santa Emilia. 
Su casa era cómoda y amplia, solo vivía en ella su madre; el hermano mayor de Rafaela, Tadeo, él tenía el mismo nombre que su padre, vivía con su esposa y dos pequeños hijos en la casa del fundo que pertenecía a la familia, estaba ubicada a pocos kilómetros del pueblo, él se encargaba del trabajo que su padre había dejado. 
En la cocina doña Elvira terminaba de llenar los frascos con las deliciosas mermeladas cuando Rafaela entró  la saludo con un beso de buenos días, ella ahora estaba tranquila y podía conversar. 
Sin que su madre le pidiera explicaciones, Rafaela comenzó a contarle porque llegaba de improviso a casa sin avisar. 
Primero quería darle una sorpresa y después  decirle que había renunciado al trabajo, que necesitaba ordenar sus ideas y pensar lo que iba hacer en el futuro. Por el momento quería quedarse en casa con ella y luego se ofreció ayudarla en su negocio: 
-Madre el tiempo que me quede en Santa Emilia puedo hacer las entregas de las mermeladas y demás productos a los hoteles de turistas y a las casas particulares que te las compran- decía Rafaela con entusiasmo.
En el pueblo había muchos hoteles por  el aumento del turismo y la demanda y los pedidos de mermeladas había crecido en cantidad. 
-Rafaela, tú sabes que tengo un joven que se encarga de esos mandados pero no me pongo a que me ayudes. Es tu decisión y es tu futuro, me alegro que te quedes un tiempo conmigo, solo te pido que pienses bien los pasos que vas a dar, aquí siempre eres bienvenida y sabes que tu ayuda me viene muy bien. No quiero ser egoísta y pensar solo en el negocio, espero que tomes las decisiones correctas y pienses en tu carrera.    
-Gracias madre, sabía que podía contar contigo que me escucharías sin criticarme y sobretodo que confies en mí. 
Madre e hija se abrazaron, ahora Rafaela podía estar tranquila y tomarse el tiempo necesario para pensar con serenidad mientras ayudaba  a su madre por un tiempo.  
Después de desayunar y conversar con ella  sobre las últimas novedades en Santa Emilia, de sus amigas y de la familia, Rafaela volvió a su habitación para cambiarse y ordenarla.  Sobre el velador vio la foto de su padre y los recuerdos que tenía de él vinieron a su mente, él ya no estaba con la familia, había muerto cuando ella tenía catorce años, desde entonces siempre lo extrañó, siempre le hizo falta. Su padre era su confidente y protector.
El padre de Rafaela había sido muy cercano a sus hijos, siempre conversaba con ellos.  Él se dedicaba con sus empleados a trabajar el fundo que servía de sustento a la familia y algunos fines de semana le gustaba llevarlos a la ciudadela arqueológica a unos pocos kilómetros de a ciudad. 
Su padre era un arqueólogo aficionado, era un gran lector y se documentaba bien  sobre la antigua cultura que había habitado el valle más o menos 3000 años antes. 
Les hablaba sobre el pasado y las construcciones que  quedaban en el lugar,  él estaba seguro que pertenecían a la cultura Huari por el tipo de mantos de exquisitos dibujos y colores, además de las vasijas y cerámicas aunque las dudas crecían al ver algunas cabezas clavas en las paredes que indicaban que podían ser de la cultura Recuay con influencia de la cultura Chavin.
Su padre se enfurecía cuando encontraba que el lugar había sido saqueado por gente sin respeto al pasado y a la historia. Él siempre se hacía estas preguntas ¿qué había pasado con los habitantes? ¿por qué habían abandonado la ciudad? ¿tal vez había acontecido un fenómeno climático, alguna catástrofe o la muerte de su líder y se sintieron en abandono, sin tener a quien seguir?. 
Todo esto era una gran incógnita para él y sintió un gran alivio cuando el municipio de Santa Emilia tomó bajo su protección la ciudadela. 
Rafaela también recordó la tragedia que había vivido  la familia, fue un duro golpe que sufrieron con la pérdida del padre.         
Un día que  su padre regresaba del fundo en su camioneta con uno de los empleados, vio a un agricultor que trataba de cruzar la carretera,  de pronto una camioneta de color azul que venia a gran velocidad en el carril contrario, no pudo detenerse y atropelló al hombre arrojándolo varios metros en el pavimento. 
La camioneta azul se dio a la fuga y el hombre quedó tendido en la pista. Don Tadeo padre de Rafaela,  detuvo la camioneta, bajó del vehículo para correr auxiliar al agricultor, era increíble, el accidentado estaba vivo pero sin conocimiento, Don Tadeo con su empleado levantaron el cuerpo lo llevaron a la camioneta y rápidamente fueron al hospital de Santa Emilia que era pequeño pero eficiente. En emergencia don Tadeo dejó al hombre y explicó a las enfermeras cómo había sucedido el accidente. Luego se retiró para ir a su casa. 
Tres horas más tarde llegaba la policía a buscarlo y un agente con voz muy fría le dijo:
-Está usted detenido por atropellar a un hombre en la carretera. 
El padre de Rafaela quedó sorprendido, levantó la voz indignado -¡esto es una injusticia! ¿cómo es posible que me culpen de algo que no he cometido?. Tengo un testigo que puede corroborar lo que sucedió.  
No fue escuchado e insistieron en llevárselo, a la jefatura, la ira invadió a don Tadeo que cayó al piso sin conocimiento. De inmediato fue llevado al hospital donde los doctores le diagnosticaron un derrame cerebral. Como una ironía del destino el hombre accidentado y don Tadeo compartian la misma sala, ambos sin conocimiento.
CONTINUARÁ                  

              
          


domingo, 12 de agosto de 2018

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Domingo en la mañana, el sol entraba por la ventana de la habitación, Rafaela terminaba de preparar su equipaje, al día siguiente saldría de viaje muy temprano. Era un viaje de regreso al hogar, al pueblo que la había visto crecer. 
Ella quería retomar un nuevo rumbo en su vida y unos meses o tal vez un año sabático le serviría para pensar y tomar un nuevo camino.
Contra todo pronostico, Rafaela renunció a su trabajo en una gran empresa. El gerente cuando se enteró de su renuncia la  llamó a su oficina para saber el porqué de su decisión. Rafaela le explicó que su madre estaba enferma y tenía que ir a cuidarla, ella mintió porque no deseaba entrar en explicaciones o detalles sobre su renuncia, el jefe jamás comprendería,  los motivos.
-Es lamentable que renuncies al trabajo Rafaela- dijo el gerente con voz grave -eres una buena profesional, sabes trabajar en equipo y además eres eficiente y creativa. Por seis meses tu puesto va estar esperando pero pasado ese tiempo si no te presentas tendré que cancelar tu permiso.
Rafaela agradeció las palabras de su jefe y se retiró de la oficina, luego fue a despedirse de sus compañeros de la empresa donde había laborado por tres años. 
En ese tiempo había hecho buenas amistades con su equipo de trabajo y no podía evitar sentir algo de tristeza al despedirse.   
Cuando sus amigos le preguntaron porque se iba, ella dijo lo mismo que a su jefe. Rafaela no deseaba dar detalles sobre su decisión porque a todos les parecería una locura con los tiempos que corrían.  Ella dejaba su oficina y a sus amistades para seguir su camino.    
Por eso el domingo en la mañana, en su habitación, Rafaela alistaba los últimos detalles de su equipaje cuando tocaron  la puerta del dormitorio y entró Marguitt, su amiga con la que compartía el departamento desde hacía tres años.
-Rafaela ya has terminado de preparar tus maletas- dijo esto mientras se sentaba en la cama. 
-Si, Marguitt recuerda que mañana salgo a la estación del bus muy temprano y prefiero que todo quede  bien dispuesto y en orden para no olvidar nada y en todo caso si algo se me olvida,  tú me lo envías, ya conoces mi dirección.
Marguitt era la única que sabía la verdad sobre su viaje y sentía pesar por la partida de su amiga, las dos habían logrado hacer una gran amistad y se llevaban muy bien. 
Rafaela, dijo de pronto Marguitt -no te olvides que dentro de cuatro meses es mi boda y tienes que venir, tú eres una de las damas de honor y mi mejor amiga,  no puedes faltar. 
-No te preocupes aquí estaré para celebrar el gran día, por nada del mundo faltaré a tu boda. 
Marguitt desde hace algunos meses estaba completamente dedicada a los preparativos de su boda con Samuel, su novio desde hace tres años, los dos habían fijado la fecha y no tenían cabeza para pensar en nada más.                     
Por eso Marguitt antes de salir de la habitación comentó -Rafaela me olvidaba decir que ha llegado esta carta para ti- y sacó la carta del bolsillo de su bata y se la entregó. 
Rafaela sonrió, ella sabía de quién se trataba y al ver el remitente comprobó que era de su madre, sólo ella le envía cartas de vez en cuando por el correo postal, una costumbre que casi se había perdido por la existencia del celular, del email o del WhatsApp entre otras fuentes. 
Rafaela hablaba por teléfono con su madre todas las semanas pero a ella le gustaba escribirle cartas para darle recomendaciones o consejos de una madre preocupada por no tener  a su hija cerca. Rafaela las leía y luego las guardaba, ella y su madre habían logrado una buena relación que no siempre es fácil entre madre e hija. Pero en el caso de Rafaela no había problema con ella y su madre, entre las dos existía una comunicación fluida y de mucho amor. 
Sólo por esta vez, Rafaela no le había comentado a su madre doña Elvira, que estaba viajando de regreso a casa, ella quería darle una sorpresa y guardó en secreto su partida. 
El pueblo de Rafaela se llamaba Santa Emilia quedaba muy cerca a la cordillera y en los últimos tiempos había crecido dejando atrás la imagen de pueblo pequeño. 
Santa Emilia tenía las mejores tierras de cultivo y las mejores pastos para criar ganado, eran grandes extensiones de terreno dentro de un valle rico y próspero, también tenía a unos pocos kilómetros una gran ciudadela arqueológica que se creía podía ser un reducto de la expansión de la cultura Huari, por los ceramios y mantos ahí encontrados y además por el tipo de construcciones  en la ciudadela. Sin embargo, era necesario hacer más investigaciones y estudios para llegar a la verdad sobre el origen de éste lugar.  
El municipio de Santa Emilia había tomado bajo su protección este monumento arqueológico porque era un lugar muy visitado por los turistas nacionales y extranjeros y esto se traducía en ingresos para el pueblo.
Además de todo esto Santa Emilia tenía al frente su pueblo gemelo llamado San Pablo, era también un pueblo próspero, tenía buenas tierras de cultivo y pasturas para el ganado pero no eran en la cantidad y extensión de las tierras de Santa Emilia, esto había sido en el pasado motivo de enfrentamientos entre ambos pueblos. 
Los habitantes de San Pablo habían invadido en varias ocasiones los terrenos de cultivo del pueblo vecino y estos por defender sus tierras se enfrentaban para desalojarlos, la policía tenía que intervenir para evitar muertos o heridos de gravedad. 
El agua había sido otro gran conflicto entre los dos pueblos, esta provenía de una laguna que se encontraba situada en la alturas y proporcionaba el líquido elemento.  
Después de tantos enfrentamientos se llegó a un acuerdo con las instalaciones independientes de agua para cada pueblo,  esa fue la única manera de conseguir la paz en el valle. 
Santa Emilia y San Pablo estaban separados por una carretera que los cruzaba. y seguía de frente hasta llegar a la cordillera. 
Sumado a todo esto existía en el valle la presencia imponente del gran nevado, una montaña que se alzaba al cielo hasta los 6,000 msnm. Este nevado era un importante lugar para el turismo porque llegaban personas de todas partes del mundo para querer escalar y conquistar la cumbre. 
El nevado era el vigía y protector de todo el valle, esto lo decían desde tiempos antiguos los pobladores que habían habitado la región hace unos 3,000 años, era su dios, era el Apu sagrado que los protegía y proporcionaba el agua para sus tierras de cultivo.
Los visitantes que llegaban a la zona podían hacer  turismo ecológico si así lo deseaban, ir a caballo o hacer  largas caminatas  por el valle que tenía hermosos paisajes y los más bellos parajes, era un descanso del estrés de la ciudad.     

Todo este panorama encerraba muchos secretos, historias y conflictos entre los habitantes de ambos pueblos que trabajaban  para el desarrollo y crecimiento de su valle. 
Cuando unos años atrás se descubrió la existencia de una mina en los terrenos de San Pablo hubo algo de paz. 
La mina era para la explotación del cobre y en sus entrañas tenía una rica veta de ese metal que muchos llaman el oro rojo, pues en el mercado internacional se cotizaba  muy bien el precio.   
La mina  proporcionaba trabajo a los habitantes de San Pablo que la cuidaban celosamente para evitar la invasión de sus vecinos.  Estaba situada a las faldas de la montaña más pequeña y hermana menor del gran nevado.
Rafaela al día siguiente muy temprano se despedía de su amiga Marguitt, era el momento de partir, un abrazo muy fuerte entre las dos y la promesa de estar presente en la boda. 
En la estación de transporte, Rafaela tomó el bus, se ubicó en su asiento, la esperaban varias horas de viaje por la carretera que la llevaba de regreso a su hogar. En el camino le decía adiós  a la ciudad y a todo lo que hasta ese momento había vivido.  
CONTINUARÁ