Los montañistas en ascenso, subían por el Gran Nevado que era una montaña difícil de escalar.
De pronto unos metros más arriba encontrarían una gigantesca grieta que hacia más peligroso y difícil el camino.
Todo el grupo estaba atento a lo que sus guías indicaban.
De pronto unos metros más arriba encontrarían una gigantesca grieta que hacia más peligroso y difícil el camino.
Todo el grupo estaba atento a lo que sus guías indicaban.
Desde esa altura se podía ver la fuerza y belleza de las grandes montañas de la cordillera. Nadie debía distraerse, un mal paso podía convertirse en una tragedia.
Con una señal Ángel Ripay avisó al grupo que iban a detenerse, era necesario descansar un momento para orientarse y seguir el camino. Cada montañista desde su lugar observaba la nieve y las montañas a su alrededor, el paisaje los dejaba sin aliento nunca antes habían venido a la cordillera de la Andes.
Ángel Ripay también observaba el paisaje que él tanto conocía. Un viento helado soplaba con fuerza, ésto complicaba el camino, pero había que seguir.
Los holandeses estaban cada vez más seguros que llegarían a la cumbre, su entusiasmo no había decaído, y sus fuerzas tampoco.
Los holandeses estaban cada vez más seguros que llegarían a la cumbre, su entusiasmo no había decaído, y sus fuerzas tampoco.
El descanso terminó, Ángel Ripay daba la orden de continuar. El grupo tenía más de medio día escalando la montaña, era importante aprovechar la luz del día, para avanzar y llegar a una pequeña meseta donde podían pasar la noche. Escalar de noche sería un suicidio. Ángel conocía muy bien lo que podía suceder.
Roberto, el hermano de Ángel también indicaba a su grupo que tenían que seguir.
La montaña, el frío helado y la peligrosa grieta los rodeaban, ahora la naturaleza ponía aprueba a los montañistas holandeses.
La montaña, el frío helado y la peligrosa grieta los rodeaban, ahora la naturaleza ponía aprueba a los montañistas holandeses.
En Santa Emilia las expectativas por la hazaña de los montañistas, seguían en pie, algunos hasta hacían apuestas de si lo lograrían. Muchos comentarios eran positivos, otros no tanto, pero todos en general estaban de acuerdo en que ellos eran deportistas profesionales y tendrían éxito, pero algunos escépticos sabían que la naturaleza y el Gran Nevado les darían una batalla que no olvidarían jamás.
Hipólito Mancilla en medio de todas estas especulaciones seguía con sus planes de un aeropuerto para Santa Emilia, ya había recibido al ingeniero especialista que se encargaría de estudiar la posibilidad de su proyecto.
El ingeniero Andrés Seminario se hospedó en casa de Hipólito Mancilla, éste quería tenerlo cerca para conversar con él y explicarle lo que deseaba hacer. El ingeniero Seminario lo escuchaba atentamente, ambos hombres reunidos en la sala principal de la casa conversaban.
Después de las explicaciones Hipólito Mancilla preguntó si era factible tal proyecto.
Después de las explicaciones Hipólito Mancilla preguntó si era factible tal proyecto.
-Señor Mancilla, antes de contestar esa pregunta tengo que estudiar el pueblo, los terrenos de los alrededores, en resumen, tengo que estudiar la región para sacar mis conclusiones, lo que si le puedo asegurar que yo no he venido hacer milagros, si existe la posibilidad de hacer un aeropuerto se lo diré y si no se puede construir, usted también lo sabrá. Permitame recorrer la zona estudiar bien la región y después de unos días hablaré con seguridad cuál es la verdad del proyecto. Pero le aseguro que por el momento no puedo decir nada.
Hipólito Mancilla se quedó desconcertado, él quería los resultados ¡ya! se supone que había contratado al mejor especialista y entendido en el tema, por el momento sólo le quedaba tener paciencia y esperar.
Mientras, como era común en Santa Emilia, corrían por el pueblo los comentarios de que ya había llegado el ingeniero que iba a estudiar la construcción de un aeropuerto.
La mayoría de los pobladores aceptaban la idea del aeropuerto y el alcalde Cerillo prestaba oídos a todos los comentarios, él ya pensaba que no sería mala idea apoyar el proyecto, con ello ganaba más votos para las próximas elecciones
En su oficina, Teodoro Cerillo hacia planes de cómo sería su campaña y se sobaba las manos con entusiasmo.
Que maravilla pensaba, ahora si podía tener la campaña asegurada.
-Señor alcalde, el señor Mancilla
ha venido a buscarlo- interrumpiendo su alegría, Teresa la secretaria.
Sin esperar el permiso Mancilla entró en la oficina del alcalde.
-Mi estimado alcalde Teodoro Cerillo- decía con demasiado entusiasmo -estoy aquí primero para saludarlo y luego para decirle que ya está en Santa Emilia el ingeniero que va hacer el estudio de nuestro proyecto.
-Un momento- dijo el alcalde levantando la voz.
-Nuestro proyecto... no Mancilla, de las arcas del municipio no saldrá un centavo para pagar a ese ingeniero que usted ha contratado.
-Calma Teodoro, el ingeniero que va estudiar el terreno de Santa Emilia yo le voy a pagar, en eso habíamos quedado.
- De nuevo, Mancilla, usted está equivocado no he comprometido mi palabra en nada todavía, hay que ver la posibilidad y luego se verá. Construir un aeropuerto por muy pequeño que éste sea cuesta, como usted comprende no se trata de construir un jardín de niños que también cuesta- dijo algo molesto el alcalde.
Mancilla sonreía con las palabras del alcalde y agregó -no se preocupe Teodoro vamos a esperar al ingeniero que nos de su opinión y después hablaremos del proyecto. Imagine lo bueno que sería un aeropuerto en Santa Emilia tendríamos tantos visitantes y muchas facilidades pero sobretodo seria un paso al futuro para el pueblo.
-Si, todo lo que usted dice Mancilla esta bien, pero no es lo más urgente, el proyecto puede esperar, además ahora el entusiasmo de los pobladores está con los montañistas que han venido a Santa Emilia, toda la prensa internacional y nacional da cuenta del hecho, estamos en los noticieros- el alcalde dijo esto para distraer las palabras de Mancilla que daba por hecho el aeropuerto.
Mancilla no quería discutir con el alcalde, un conflicto entre los dos no era bueno para sus planes, entonces contestó:
-¡Si!... ¡es verdad! ¡los montañistas! ahora Santa Emilia es más conocida y la prensa no tardará en venir para estar cerca de la noticia- dijo esto sonriendo para calmar los ánimos del alcalde.
Era verdad, la prensa ya estaba enterada de los hechos y no tardarían en llegar al pueblo. Los montañistas eran un suceso en su país y se debía informar. La pregunta que todos se hacían ¿lo lograrían? ¿llegarían a la cumbre?.
Los hermanos Ripay seguían el camino que conocían, Ángel señalaba que ya estaban cerca de la grieta peligrosa, todos debían estar atentos. Lana una de las mujeres montañistas iba en el grupo de Roberto, ella estaba al último pero avanzaba a igual paso que los demás, en un sobresaliente de una roca puso un pie, quería estar segura que no era peligroso, después apoyó los dos pies, todo iba bien pero al colocar sus manos en otra roca está se aflojó y Lana cayó suspendida de la cuerda.
Stuard que iba adelante de ella, se aferró con fuerza a la roca para sostener el peso de Lana y no caer también. Ella suspendida en el aire se mecía como si fuera un péndulo y no podía evitarlo, no tenía de donde agarrarse, conservó la calma y la serenidad.
Roberto Ripay se dio cuenta del peligro que corría Lana, mientras Stuard hacía grandes esfuerzos para sostenerla.
Hay una ley no escrita que conoce todo montañista, si uno del grupo pone en peligro a los demás, él que está cerca tiene la potestad de cortar la soga y dejar caer al compañero. Por supuesto que Stuard no tenía la intención de hacer aquello y se sostenía para ayudarla.
Roberto Ripay giró lentamente y con la soga que llevaba al hombre arrojó uno de los extremos a Lana, el primer intento falló, el segundo intento también falló, el movimiento en péndulo hacia más difícil que ella pueda sostener la soga, todo el grupo contenía el aliento, no querían pensar que podía tomarse la terrible decisión con Lana.
Roberto conservaba la calma y lanzó por tercera vez la cuerda que Lana pudo sujetar por fin entre sus manos, con ella y suspendida en el aire, Roberto comenzó a tirar de la cuerda para acercarla a la roca, una vez segura, ella escaló algunos metros para ponerse al mismo nivel de sus compañeros y
dijo en voz alta -¡estoy bien, estoy bien! gracias Roberto, gracias Stuard- ambos hombre levantaron la mano en señal de aceptación.
Lana en silencio se aferró a la roca y unas lágrimas rodaron por sus mejillas, ella había estado en un terrible peligro de caer al vacío. Los montañistas holandeses y los hermanos Ripay podían respirar tranquilos y seguir el camino.
Pasaron sobre la grieta peligrosa y de lo profunda que era, el fondo no se podía ver. Era el primer obstáculo que pasaban, más adelante encontrarían otros. El Gran Nevado todavía tenía otras sorpresas.
En Santa Emilia la gente seguía su rutina, Rafaela y Doña Elvira planificaban cómo iba hacer la ampliación de la cocina para aumentar la producción del negocio.
Rafaela tenía algunos planes, Doña Elvira por fin había aceptado las ideas de su hija.
Celina en el hostal "Bienvenidos" revisaba algunas cuentas, cuando su teléfono sonó, era señal de un mensaje, este decía -Celina nos vemos en unos días ya casi se va la señal- era James el que había escrito el mensaje.
Celina pidió al cielo que todo el grupo esté bien, ella confiaba en los hermanos Ripay, todo el pueblo confiaba en que los hermanos lleven con bien a los montañistas pero todos ignoraban que el clima estaba cambiado, las heladas se habían adelantado y la gran montaña era cada vez más difícil de escalar.
El día ya casi había terminado y la noche estaba cerca, era necesario llegar pronto a la pequeña meseta para descansar.
CONTINUARÁ
Mancilla sonreía con las palabras del alcalde y agregó -no se preocupe Teodoro vamos a esperar al ingeniero que nos de su opinión y después hablaremos del proyecto. Imagine lo bueno que sería un aeropuerto en Santa Emilia tendríamos tantos visitantes y muchas facilidades pero sobretodo seria un paso al futuro para el pueblo.
-Si, todo lo que usted dice Mancilla esta bien, pero no es lo más urgente, el proyecto puede esperar, además ahora el entusiasmo de los pobladores está con los montañistas que han venido a Santa Emilia, toda la prensa internacional y nacional da cuenta del hecho, estamos en los noticieros- el alcalde dijo esto para distraer las palabras de Mancilla que daba por hecho el aeropuerto.
Mancilla no quería discutir con el alcalde, un conflicto entre los dos no era bueno para sus planes, entonces contestó:
-¡Si!... ¡es verdad! ¡los montañistas! ahora Santa Emilia es más conocida y la prensa no tardará en venir para estar cerca de la noticia- dijo esto sonriendo para calmar los ánimos del alcalde.
Era verdad, la prensa ya estaba enterada de los hechos y no tardarían en llegar al pueblo. Los montañistas eran un suceso en su país y se debía informar. La pregunta que todos se hacían ¿lo lograrían? ¿llegarían a la cumbre?.
Los hermanos Ripay seguían el camino que conocían, Ángel señalaba que ya estaban cerca de la grieta peligrosa, todos debían estar atentos. Lana una de las mujeres montañistas iba en el grupo de Roberto, ella estaba al último pero avanzaba a igual paso que los demás, en un sobresaliente de una roca puso un pie, quería estar segura que no era peligroso, después apoyó los dos pies, todo iba bien pero al colocar sus manos en otra roca está se aflojó y Lana cayó suspendida de la cuerda.
Stuard que iba adelante de ella, se aferró con fuerza a la roca para sostener el peso de Lana y no caer también. Ella suspendida en el aire se mecía como si fuera un péndulo y no podía evitarlo, no tenía de donde agarrarse, conservó la calma y la serenidad.
Roberto Ripay se dio cuenta del peligro que corría Lana, mientras Stuard hacía grandes esfuerzos para sostenerla.
Hay una ley no escrita que conoce todo montañista, si uno del grupo pone en peligro a los demás, él que está cerca tiene la potestad de cortar la soga y dejar caer al compañero. Por supuesto que Stuard no tenía la intención de hacer aquello y se sostenía para ayudarla.
Roberto Ripay giró lentamente y con la soga que llevaba al hombre arrojó uno de los extremos a Lana, el primer intento falló, el segundo intento también falló, el movimiento en péndulo hacia más difícil que ella pueda sostener la soga, todo el grupo contenía el aliento, no querían pensar que podía tomarse la terrible decisión con Lana.
Roberto conservaba la calma y lanzó por tercera vez la cuerda que Lana pudo sujetar por fin entre sus manos, con ella y suspendida en el aire, Roberto comenzó a tirar de la cuerda para acercarla a la roca, una vez segura, ella escaló algunos metros para ponerse al mismo nivel de sus compañeros y
dijo en voz alta -¡estoy bien, estoy bien! gracias Roberto, gracias Stuard- ambos hombre levantaron la mano en señal de aceptación.
Lana en silencio se aferró a la roca y unas lágrimas rodaron por sus mejillas, ella había estado en un terrible peligro de caer al vacío. Los montañistas holandeses y los hermanos Ripay podían respirar tranquilos y seguir el camino.
Pasaron sobre la grieta peligrosa y de lo profunda que era, el fondo no se podía ver. Era el primer obstáculo que pasaban, más adelante encontrarían otros. El Gran Nevado todavía tenía otras sorpresas.
En Santa Emilia la gente seguía su rutina, Rafaela y Doña Elvira planificaban cómo iba hacer la ampliación de la cocina para aumentar la producción del negocio.
Rafaela tenía algunos planes, Doña Elvira por fin había aceptado las ideas de su hija.
Celina en el hostal "Bienvenidos" revisaba algunas cuentas, cuando su teléfono sonó, era señal de un mensaje, este decía -Celina nos vemos en unos días ya casi se va la señal- era James el que había escrito el mensaje.
Celina pidió al cielo que todo el grupo esté bien, ella confiaba en los hermanos Ripay, todo el pueblo confiaba en que los hermanos lleven con bien a los montañistas pero todos ignoraban que el clima estaba cambiado, las heladas se habían adelantado y la gran montaña era cada vez más difícil de escalar.
El día ya casi había terminado y la noche estaba cerca, era necesario llegar pronto a la pequeña meseta para descansar.
CONTINUARÁ