Cinco de la mañana, los turistas holandeses se preparaban para partir a su gran expedición, escalar el Gran Nevado.
Todos estaban descansados y aclimatados a la zona, ahora sí, no había tiempo que perder, el desafío los esperaba.
Con el equipo de escalar preparado y la ropa especial para montañismos uno a uno iban subiendo al mini-bus que los llevaría al lugar cercano en la montaña para iniciar la expedición.
Todos estaban descansados y aclimatados a la zona, ahora sí, no había tiempo que perder, el desafío los esperaba.
Con el equipo de escalar preparado y la ropa especial para montañismos uno a uno iban subiendo al mini-bus que los llevaría al lugar cercano en la montaña para iniciar la expedición.
Roberto y Ángel Ripay los hermanos y guías iban con ellos en el bus, todos en silencio y en sus asientos partieron a la montaña, minutos antes James hablaba con Celina para comentar que se iban unos días y que sus habitaciones quedaban reservadas, ella no debía preocuparse porque las cuentas se pagarían en orden.
Celina agradeció las aclaraciones de James les deseo a todo el grupo buena suerte en su travesía y se despidió de sus amigos, los hermanos Ripay.
Para ella era una aventura de cuidado la que iban a realizar todos ellos, pero confiaban en los guías y en que todo salga bien.
El bus partió a hacia la montaña mientras Celina desde la puerta del hostal "Bienvenidos" los observaba, les hacia adiós con la mano a todos ellos especialmente a James con el que más había conversado, se habían hecho amigos.
El bus tomó la carretera entre San Pablo y Santa Emilia rumbo al Gran Nevado, relajados y tranquilos viajaban los montañistas, algunos conversaban y otros simplemente miraban el paisaje de los alrededores del camino, después de un poco menos de una hora de viaje llegaron al punto de partida. La gran montaña estaba frente a ellos, se alzaba orgullosa al cielo, su belleza era asombrosa nadie podía negarlo, ella sola imponía respeto.
Mientras todos bajaban del bus la montaña parecía observarlos. Los holandeses miraban al gigante que tenían al frente, era imponente y un peligroso desafío.
Mientras todos bajaban del bus la montaña parecía observarlos. Los holandeses miraban al gigante que tenían al frente, era imponente y un peligroso desafío.
Una vez todos reunidos al pie del Gran Nevado, Ángel Ripay hizo las últimas recomendaciones:
-Por favor todos deben llevar lo necesario para escalar, ustedes como profesionales montañistas saben que el equipo debe ser liviano para no estorbar los movimiento a la hora de escalar. También es importante conservar la calma en caso de algún peligro, no deben dejarse llevar por la desesperación, por último, todos somos un equipo y nos vamos apoyar mutuamente- entonces a manera de unión, todos se tomaron de las manos y dieron un grito para animarse.
Ángel Ripay comandaría el grupo, él iría adelante después de cinco de los montañistas iría su hermano Roberto seguido por los otros cinco montañistas. Cada uno dejaba un espacio al otro. El grupo iría unido por una cuerda amarrados en cintura.
Preparados los equipos, listos con lo necesario, se acercó el grupo al Gran Nevado e iniciaron el ascenso. Con los nervios templados, la fuerza y la concentración daban sus primeros pasos sobre esta gran mole de gigantesca belleza.
Los hermanos Ripay siempre tenían un ritual a la hora de ascender por la montaña, ellos comían un poco de nieve para asegurarse de estar unidos al gigante.
Los hermanos Ripay siempre tenían un ritual a la hora de ascender por la montaña, ellos comían un poco de nieve para asegurarse de estar unidos al gigante.
El bus partió dejando a los montañistas iniciar su nueva aventura.
En el pueblo de Santa Emilia y San Pablo la gente estaba a la expectativa, los pobladores confiaban en que el grupo iba a lograr su hazaña, los hermanos Ripay conocían el camino, era expertos y llevarían a los holandeses a la cumbre.
La gente del pueblo comentaba sobre la expedición, les deseaba el éxito y pronto regreso.
En los primeros cien metros de altura la situación estaba controlada, el grupo se sentía seguro y confiado, todavía el terreno era fácil.
Ángel Ripay daba las indicaciones y
señales al grupo.
Los montañistas se aseguraban de pisar bien el terreno para no dar un traspiés. Eran deportistas profesionales y sabían como actuar en caso de algún peligro.
Los montañistas se aseguraban de pisar bien el terreno para no dar un traspiés. Eran deportistas profesionales y sabían como actuar en caso de algún peligro.
La ropa que llevaban era liviana especial para escalar, con ella se protegían del frío. Los guantes protegían las manos pero no estorbaban a la hora de escalar.
Nadie tenía idea cuanto duraría la travesía pero si no había algún inconveniente y se aprovechaban bien los días podía ser entre cuatro o cinco días o tal vez más. Todo iba a depender del grupo, su resistencia y el clima.
Ángel y Roberto estaban comunicados entre ellos por radio y también se podían comunicar con la estación central de radio en Santa Emilia.
Los dos hermanos confiaban que no hubieran percances que lamentar, todos seguían el camino del ascenso a hacía la sima.
En Santa Emilia la vida continuaba, doña Elvira comentaba con su hija Rafaela sobre la expedición:
-En todos estos años que he vivido en el pueblo nunca tuve la intención de escalar la montaña, soy muy temerosa de las alturas y siento muchos mareos y nervios. Los 6000 metros del Gran Nevado son de respeto y eso sin contar lo difícil del terreno.
Rafaela era de la misma opinión de su madre, ella con Barzan solo habían subido unos pocos metros y eso era todo, para ella lo mejor era estar con la pies en la tierra.
Comentarios parecidos o diferentes recorrían todo el pueblo, algunos de los pobladores habían escalado la montaña pero nunca demasiado alto.
En Santa Emilia la gente estaba acostumbrada a ver exploradores de diferentes países que venían a vivir el reto de escalar el Gran Nevado, algunos habían logrado subir hasta la cumbre pero esos no eran pocos y todo estaba documentado en las páginas de la WEB.
En Santa Emilia la gente estaba acostumbrada a ver exploradores de diferentes países que venían a vivir el reto de escalar el Gran Nevado, algunos habían logrado subir hasta la cumbre pero esos no eran pocos y todo estaba documentado en las páginas de la WEB.
Celina en su hostal, organizaba a sus empleados con el trabajo del día, la vida continuaba mientras los montañistas subían por las faldas de la montaña.
El sonido de su celular la distrajo de sus pensamientos, cuando vio la pantalla era una llamada de Adriano, ella decidió no contestar, era mejor así, los dos debían quedar en paz.
En la noche en casa de Rafaela, conversaba la familia reunida, no era domingo pero Tadeo, sus esposa y sus pequeños estaban en la sala comentando los últimos acontecimientos con respecto a los montañistas. Barzan también se encontraba presente, él se había vuelto uno más de la familia y todos lo sentían así.
Aparte de los comentarios sobre la expedición, otro comentario del que hablaba la gente era que Hipólito Mancilla había contratado un profesional para que estudie la posibilidad de construir un aeropuerto en Santa Emilia. Esto ya no era un secreto todo el pueblo lo sabía y comentaban, algunos estaban de acuerdo, era una posibilidad de dar un paso al futuro y la facilidad de viajar para ahorrarse tantas horas de viaje por tierra. Otros no se sentían muy seguros de que Santa Emilia tuviera un aeropuerto, pero en general era una buena noticia.
Mancilla ya había hablado con el ingeniero que contrato, él llegaría al pueblo en dos días.
Barzan y Rafaela se veían viajando en avión, la posibilidad los hacia reír y comentar lo fácil que seria viajar a la capital.
Aparte de los comentarios sobre la expedición, otro comentario del que hablaba la gente era que Hipólito Mancilla había contratado un profesional para que estudie la posibilidad de construir un aeropuerto en Santa Emilia. Esto ya no era un secreto todo el pueblo lo sabía y comentaban, algunos estaban de acuerdo, era una posibilidad de dar un paso al futuro y la facilidad de viajar para ahorrarse tantas horas de viaje por tierra. Otros no se sentían muy seguros de que Santa Emilia tuviera un aeropuerto, pero en general era una buena noticia.
Mancilla ya había hablado con el ingeniero que contrato, él llegaría al pueblo en dos días.
Barzan y Rafaela se veían viajando en avión, la posibilidad los hacia reír y comentar lo fácil que seria viajar a la capital.
Nada en el pueblo podía quedar en secreto por mucho tiempo, de todas maneras la gente siempre terminaba enterándose.
A San Pablo también había llegado la noticia sobre el aeropuerto en Santa Emilia.
Por el momento todos estaban distraídos comentando sobre los montañistas pero a su alcalde ya se le ocurría algo para competir con el pueblo vecino.
Los montañistas holandeses y sus guías seguían en su ascenso por la montaña, Ángel Ripay que iba adelante notaba que el clima estaba cambiando,en el lugar corría un viento helado que complicaba el camino, no era el tiempo de estas heladas, pero con el clima nunca se podía estar seguro.
En el grupo nadie hablaba, todos estaban unidos por una cuerda resistente y concentrados para no dar un paso en falso, Roberto que iba en medio del grupo era responsable de que nadie quede rezagado.
A mediada que subían, el viento helado soplaba con más fuerza, por momentos empujaba a los montañistas. Ángel sabía que unos metros más arriba se acercaban a una de las grietas que él había comentado al grupo, en ese lugar se tenía que extremar el cuidado para no tener percances una distracción, un mal movimiento, podía ser fatal.
Ángel advirtió a su hermano para que avise al resto que se acercaban a un lugar peligroso, Roberto hizo una señal de advertencia al grupo que lo seguía. La fuerza de voluntad y el espíritu estaban en alto, los montañistas querían llegar a la cima.
CONTINUARÁ
A San Pablo también había llegado la noticia sobre el aeropuerto en Santa Emilia.
Por el momento todos estaban distraídos comentando sobre los montañistas pero a su alcalde ya se le ocurría algo para competir con el pueblo vecino.
Los montañistas holandeses y sus guías seguían en su ascenso por la montaña, Ángel Ripay que iba adelante notaba que el clima estaba cambiando,en el lugar corría un viento helado que complicaba el camino, no era el tiempo de estas heladas, pero con el clima nunca se podía estar seguro.
En el grupo nadie hablaba, todos estaban unidos por una cuerda resistente y concentrados para no dar un paso en falso, Roberto que iba en medio del grupo era responsable de que nadie quede rezagado.
A mediada que subían, el viento helado soplaba con más fuerza, por momentos empujaba a los montañistas. Ángel sabía que unos metros más arriba se acercaban a una de las grietas que él había comentado al grupo, en ese lugar se tenía que extremar el cuidado para no tener percances una distracción, un mal movimiento, podía ser fatal.
Ángel advirtió a su hermano para que avise al resto que se acercaban a un lugar peligroso, Roberto hizo una señal de advertencia al grupo que lo seguía. La fuerza de voluntad y el espíritu estaban en alto, los montañistas querían llegar a la cima.
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