domingo, 6 de enero de 2019

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

El día había llegado, el momento especial que tanto esperaba Santa Emilia y el alcalde Cerillo era una realidad, todo estaba listo para la gran  inauguración de la nueva pista.   
La noche se encontraba iluminada por los cientos de antorchas que portaba la gente. La alegría, la emoción, eran latentes en la noche de antorchas, todos los pobladores se habían dado cita para estar presentes en el festejo.  
Teodoro Cerillo invitó a los pobladores y con un pequeño discurso cortó las cintas de la nueva carretera que los llevaría en poco tiempo hasta la ciudadela Pre Inca.  
La gente marchaba con las antorchas y con los cantos, todo era alegría y felicidad. San Pablo y Santa Emilia estaban unidos en los festejos, nada más era importante en esta noche. 
La caminata se prolongó varios kilómetros y al llegar al lugar, la gente en orden y respeto rodeo la ciudadela como señal de cuidado y protección. 
La ciudadela Pre Inca estaba ahora más iluminada y la gente cantaba y festejaba en ella.  
La ciudadela quedaría como un símbolo para el futuro y las generaciones venideras podrían conocerla y estudiarla más a fondo para descifrar todos los misterios que rodeaban la construcción de piedra  Pre- Inca.   Los cantos, los bailes, se prolongaron hasta muy tarde. La gente quería celebrar el pasado del lugar y la esperanza de un futuro.
Rafaela, Barzan, Celina celebraban la alegría de la inauguración, Adriano no se encontraba con ellos, él había viajado a la capital, esto entristeció a Celina pero muy pronto se repuso porque era una ocasión  especial.  
La fiesta de antorchas le daba a la noche algo de magia, algo especial, la alegría rodeaba el lugar, el pasado se hacia presente y la ciudadela construida en piedra, hasta ese momento desafiaba el tiempo y se mantenía en pie.     
Teodoro Cerillo rodeado de la gente no podía ser más feliz, la inauguración era un completo éxito, entre cantos y bailes prometió que la edificación Pre Inca siempre estaría protegida. 
Pasada la medianoche algunos pobladores comenzaron a regresar a Santa Emilia o San Pablo según era el caso, muchos se quedaron celebrando hasta el amanecer. 
Rafaela, Barzan y Celina regresaban al pueblo a las 2 a.m, reían y cantaban en el camino, era un momento único pero tenían que prepararse porque al día siguiente en el pueblo seguían los festejos con la feria gastronómica, se esperaba gran afluencia de público. 
Barzan se sentía cansado por la caminata y los festejos, por esta noche se quedaría en el hostal "Bienvenidos" de Celina para celebrar al día siguiente la feria. Él venía preparado para ello, con un pequeño equipaje.
Al llegar a la casa de Rafaela se quedó un rato más para conversar sobre los festejos y los momentos que pasaron junto, por primera vez hablaron sobre sus planes a futuro juntos. Tal vez la magia de la noche los había contagiado y sentían el calor de sus sentimientos.
Doña Elvira descansaba, no había estado en la inauguración pero seguro hubiera estado contenta con tanto festejo. Se fue temprano a dormir porque al día siguiente le esperaba un día  de trabajo agotador.
Barzan se despidió de Rafaela con la promesa de encontrarse al día siguiente, para seguir los festejos. 
En el hostal de Celina se sentina cómodo, era un lugar limpio y agradable, además le quedaban pocas horas para dormir ya que pronto amanecería. 
Unas horas más tarde el pueblo de Santa Emilia amanecía  lleno de adornos, la gente se preparaba para festejar a lo grande la feria; mesas y sillas habían tomado las calles principales del pueblo y se preparaban diversos platos exquisitos para los paladares más exigentes.
Doña Elvira ya estaba en su tienda atendiendo los pedidos que se habían multiplicado, Juanito apenas se daba abasto para hacer las entregas.                     
Tal vez Rafeada tenía razón, pensaba doña Elvira, tal vez era necesario hacer algunos ajustes para aumentar la producción, ya se quedaba corta              
y los pedidos cada vez eran más abundantes.
Doña Elvira se aferraba a la tradición y Rafaela traía consigo ideas nuevas que harían más productivo el negocio. Eran dos generaciones que pensaban distinto pero que podían convivir si llegaban a un acuerdo. 
Las calles de Santa Emilia estaban llenas de turistas, que paseaban admirando los deliciosos platos y productos de la región, por doquier había festejos.
El alcalde de San Pablo Lázaro Ventura quería también pasear por el pueblo vecino, quería disfrutar de la feria. Nada escapaba de su atención. Pensaba que su colega Cerillo se había anotado un gran punto con este festejo y estaría listo para la siguientes elecciones municipales, cómo siempre el alcalde Ventura todo lo llevaba a la competencia entre los dos pueblos. 
Desde la ventana en lo alto de las oficinas de su empresa de transporte Hipolito Mancilla observaba los festejos de la feria, para él no era un buen día, para él era un día de profunda tristeza, su hija Ángela cumpliría treinta años y la familia estaría celebrando. 
Con todo su trabajo, con todos sus proyectos, él no se había olvidado de su hija, como padre la seguía buscando con desesperación. Su esposa muy temprano ese día se había ido a la iglesia para pedir por su hija, para pedir que se encuentre bien donde sea que pueda estar. Hipolito Mancilla la veía salir en silencio, en ese día ella no le dirigía la palabra porque tal vez en el fondo le echaba la culpa de lo ocurrido a su hija. Si no la hubiera presionado hasta ponerla al punto de la desesperación. Como padre nunca comprendió que era joven y que la unía a Mariano Arias Jr. un amor juvenil del que no quería separarse. Mancilla no se atrevía a decir nada, ni romper el silencio que su esposa sentía. Él no quería desatar una tormenta de dolor por la ausencia de su hija. 
Hipolito Mancilla podía ser un hombre fuerte en los negocios, pero con respecto a su hija era un padre desesperado por el dolor de su ausencia y el no saber donde y cómo estaba viviendo. Se negaba a pensar que su hija no estaba en este mundo, no quería perder la esperanza de volverla a ver y abrazar sin hacer ningún reproche. 
Los festejos continuaban en Santa Emilia, las calles llenas de turistas y parroquianos  que paseaban y probaban los deliciosos platillos de la comida de la región.  
En el hostal "Bienvenidos" Celina también estaba ocupada preparando el comedor para la gente que desee probar su comida, cuando uno de sus jóvenes empleados se acerca y le entrega una carta, era de Adriano...una carta pensó, en estos tiempos de emails ¿una carta? que extraño.
En el salón de su hostal Celina abrió la carta y comenzó a leer, era una carta de pocas líneas  que decía:
Querida Celina: en estos días de mi estadía en la capital he tomado la decisión de quedarme en la ciudad un tiempo muy largo, necesito pensar y planificar mi futuro. Creo que será mejor para los dos seguir nuestro camino, perdón por despedirme así, pero pensé que sería lo mejor. Luego dos líneas más de despedida y eso fue todo.  
Las lágrimas rodaban por sus mejillas, ella jamás imaginó una despedida así, siempre tuvo fe en Adriano y en su relación, pero parece que él no  tomaba con la misma seriedad lo que pasaba entre los dos.                    
Celina secó sus lágrimas, si era el fin mejor ahora que nunca, se sentía en paz, amaba a Adriano y si esa era su decisión, bien aceptaría sus términos y ya. 
Otra carta era recibida por el alcalde Cerillo, el tema era diferente se trataba de su renuncia a la alcaldía, Adriano le pedía disculpas por su accionar de las últimas semanas y le comentaba que se quedaría en la capital un largo tiempo. 
El alcalde Cerillo fue muy directo y solo comentó -granuja así me pagas, después que te apoye tanto, bien pasemos la hoja y no vuelvas a aparecer ante mí porque puedes desatar mi violencia-  ni siquiera tienes el valor de decírmelo en mi cara, pensaba el alcalde mientras arrojaba por pedazos  de la carta  al tacho. 
Mientras tanto, entre los festejos de música y alegría en el pueblo Rafaela se tomaba un descanso, no había un lugar que ella  le agrade más que sentarse un momento en el parque principal, ahí en su banca favorita y a la sombra de un árbol podía disfrutar de un momento de paz y sosiego. Sus pensamientos eran serenos, tranquilos y admirar el volar de las aves la llenaba de calma. 
Algo muy diferente pasaba con Celina, ella estaba triste desconcertada, la actitud de Adriano le había estremecido el alma. 
En ese momento entró en su oficina uno de los empleados que le decía -señorita Celina, acaban de llegar los turistas holandeses que esperábamos mañana ¿qué hacemos?- decía el joven con desesperación y nerviosismo. 
Celina sacudió su tristeza y contestó - ¡qué vamos hacer! pues, recibirlos seguro han adelantado su viaje- comentó algo nerviosa, ella ante todo era una profesional y tenía que cumplir con su trabajo.  

CONTINUARÁ
   

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