La mañana amaneció en la ciudad con el cielo despejado, pronto se iría el invierno. Eugenia después de su última conversación con Eduardo, visitó la notaria, quería tramitar una carta poder para que su esposo pueda representarla en cualquier trámite comercial con respecto a la venta de algodón en su fundo.
Ya en su casa, tenía en los brazos a Azucena, la madre jugaba con su hija, tomaba sus pequeñas manitas y las besaba. En un instante se abrió la puerta de la calle, era Eduardo que entraba, sus pasos se dirigieron al patio donde estaban su esposa y su hija. En su rostro se podía ver una expresión de tristeza y pesar.
Eugenia al verlo así, se alarmó, llamó a Celestina para que lleve a la bebé a cambiar.
Se acercó a su esposo y preguntó: -Eduardo, ¿Qué sucede? ¿Porqué estás así? te noto apesadumbrado-.
Eduardo se acercó a ella, la abrazó y con voz grave dijo: -Querida Eugenia le ha sucedido algo grave a nuestro amigo Rubén, hoy al mediodía, su cuerpo fue encontrado en una calle vacía, a las afueras de la ciudad. Al parecer había desaparecido varias horas antes-.
Eugenia se estremeció en los brazos de su esposo que le comentaba como había sucedido. Al comienzo ella se negaba a creer lo ocurrido, varios pensamientos se juntaban en su mente, era un horror y algo difícil de creer.
-Estamos viviendo día turbulentos Eugenia- decía Eduardo -el país no se termina de estabilizarse, cada día no sabemos lo que pueda suceder. Hay gente que tiene mucho poder y trabaja a la sombra para que sus intereses no se vean afectados, a ellos les conviene el caos para seguir adelante. Rubén era una amenaza, entonces había que silenciarlo. Tú lo conocías, él no se iba ha detener hasta llegar a la verdad. Estoy seguro que nuestro amigo jamás espero algo así.
Eduardo y Eugenia se quedaron un momento en silencio abrazados y afligidos en medio del patio, ellos apreciaban a Rubén y a su esposa.
-¿Ahora qué va a pasar con Marcela y sus hijos? debemos ir apoyarlos- decía Eugenia con tristeza y preocupación.
-Si, vamos a ir para apoyar a nuestra amiga pero debemos esperar a que se resuelvan todos los papeles y la autopsia para que podamos asistir al sepelio- contestó Eduardo.
Bien entrada la tarde, casi de noche, la familia de Rubén había resuelto que se velaría su cuerpo, en el taller donde se publicaba la revista, para que puedan asistir todos los que deseen dar su último adiós al amigo y compañero.
Cuando Eduardo y Eugenia llegaron al recinto, había mucha gente del medio periodístico, amigos y familiares, en pocas horas la noticia corría por la ciudad. Los esposos se acercaron a Marcela para darle su apoyo, ella tenía el rostro desencajado por el dolor y casi no podía hablar. Eugenia le dio palabras de apoyo pero en esas circunstancias, ninguna palabra es suficiente.
Las hora parecían pasar lentamente y de pronto entró al lugar el tío de Rubén, el senador Isaías Monasterio con el rostro serio. Los presentes que lo conocían se pusieron de pie en señal de saludo y respeto. El senador levantó la mano como saludo y se acercó al féretro, se quedó de pie junto a él cerca de quince minutos, Después se acercó a Marcela para presentar sus respetos y pidió hablar con ella en privado. Marcela lo condujo a la oficina de su esposo y a puerta cerrada conversaron por más de una hora. Cuando abrieron la puerta el senador en silencio se acercó a un grupo de gente que lo conocía y Marcela se acercó a sus amigos Eduardo y Eugenia y les comentó la conversación que había tenido con el tío de su esposo. Primero le comentó lo sucedido la noche que desapareció Rubén, según el portero del taller, dos caballeros lo vinieron a buscar y hablaron amistosamente con él. Luego salieron los tres a la calle y se perdieron en la oscuridad de la noche, para ese momento eran más de la doce. El portero no hizo nada porque pensó que eran amigos y se iban ha algún lugar conocido.
Marcela decía a sus amigos que el senador la escuchó en silencio, sin interrumpirla, cuando terminó de hablar sobre todo lo sucedido, el senador Isaías la preguntó: - ¿donde están los documentos y pruebas escritas de las que hablaba Rubén?-.
Marcela contestó: -el los tenía guardados en un maletín que nunca sacaba a la calle pero esa noche se llevó el maletín acompañado de los dos hombres, es por eso que me parece más sospechoso todo lo sucedido pero aquí tengo algo- y del cajón de su escritorio, sacó un cuaderno donde Rubén apuntaba todo lo concerniente al caso, era como un seguro, en caso le sucediera algo. Le contó además al senador que él tenia un informante al que apodaba Ivega -no sé su verdadero nombre- señaló Marcela.
-No te preocupes yo sé quien es ese hombre- contestó el tío de Rubén.
Al final de la conversación, el senador le prometió que llegaría al fondo de la investigación, le dijo además que era el momento de sacar a la luz a estos hombres que se mueven en las sombras -es hora de que todos se enteren de sus nombres y neutralizarlos para que no sigan haciendo sus fechorías y al que cometió el atentado contra mi sobrino le caerá todo el peso de la ley- Era una promesa y una deuda que tenía con Rubén.
Marcela no quizo culpar al senador, pero si él hubiera escuchado a Rubén, éste estaría vivo y los culpables serían detenidos. Ahora nada lo podía traer de nuevo a la vida.
Por varios días la noticia de lo sucedido salía en los diarios, toda la ciudad comentaba el caso, nunca antes se había vivido algo así. El tío de Rubén cumplió su palabra y se abrió una investigación. Se comenzó por llamar al informante para ser interrogado, él sería el hilo conductor que los llevaría a descubrir a los involucrados en el complot.
Isaías Monasterio, el senador, era un hombre amable pero de carácter fuerte, no dudaría en castigar a los culpables. La policía encargada del caso, ubicó al informante y éste delato al que había cometido el atentado contra Rubén, su nombre era Rigoberto Cela, fue detenido dé inmediato, en el interrogatorio declaraba que estuvo ebrio y que no se acordaba de nada, suplicaba por su inocencia y no dio nombres de quienes lo habían contratado. Lo que más sorprendió en la investigación del caso que al grupo del complot pertenecían dos miembros del partido del presidente que fueron expulsados de inmediato. Esto causó un gran escándalo, los culpables no tendrían inmunidad y serían detenidos para ser interrogados y que se aclare cuan involucrados estaban en el atentado. El fin de este grupo del complot era apoderarse de las arcas del estado y de los contratos para obras que los beneficiaban y seguir lucrando a su favor, todo aquel que se interpusiera en su camino sería aniquilado. No importaba crear el caos o lo que fuera, en tales circunstancias hasta el presidente corría peligro.
Marcela, Eduardo y Eugenia se enteraron que el culpable del caso había sido detenido y que los demás estaban siendo interrogados, al menos la lucha de Rubén por descubrir el complot no había sido en vano.
En esos días de cambios económicos y de incertidumbre política y social. La vida en la capital se hacía más dinámica. Atrás quedaron los días de la riqueza de la explotación del guano y el salitre que permitió al país que fuera uno de los pocos en el mundo capaces de vivir sin que sus ciudadanos paguen impuestos. La sociedad y sus costumbres también cambiaban rápidamente. En el fondo los ciudadanos esperaban que los próximos años traigan consigo paz y prosperidad para todos.
Eduardo, como había conversado con su esposa, partió al sur para tratar el tema de la venta de algodón y supervisar el trabajo en el fundo. Eugenia esperaba que todo vaya bien en su viaje. Mientras tanto, ella no dejaba de pensar en el proyecto que tenía en mente, solo necesitaba darle algo más de forma para hacerlo realidad.
La tía Rosalía la había visitado un día antes, para mostrarle a su sobrina el hermoso velo de novia de su hija e invitar a ella y a Eduardo a la boda de Elina, prima de Eugenia. La joven desde hace un tiempo estaba de compromiso con Vittorio Verme, un emigrante Italiano nativo de la región de la Liguria de un pueblo llamado Rapallo.
La tía Rosalía decía: -Eugenia, por fin se casa Elina, mi segunda hija ya era tiempo, el noviazgo estaba demasiado largo. Ahora la única que falta casarse es Felicia y ahí si puedo morir en paz al ver a mis hijas casadas y cada una con su familia. Debo decir que la última de mis hijas tiene cada idea, esa muchacha es un dolor de cabeza, no sé que hacer me preocupa tanto- comentaba angustiada.
Eugenia escuchaba con paciencia, su tía solía exagerar un poco, a Felicia solo había que dejarla vivir a su viento y ella sola encontraría su camino. Tampoco era una joven díscola como para no confiar en ella.
Asistir a una boda después de lo ocurrido a Rubén, era lo último en que pensaba Eugenia y estaba segura que Eduardo pensaba lo mismo, pero no podía hacerle un desaire a su prima en una fecha tan importante. Recibió la invitación de las manos de su tía y la guardó.
Siempre con buena intención la tía aconsejaba a Eugenia como criar a la bebé Azucena: -Hijita no olvides nunca echarle harina de chuño a la bebé después de lavarla y cambiar su pañal, eso es muy bueno para evitar el roce en su delicada piel- Eugenia le daba las gracias por sus consejos y siempre estaba atenta a sus palabras, era una consideración hacia su tía.
La tía Rosalía hizo una pausa y volvió al tema de la boda.-Querida Eugenia, la boda será una celebración sencilla, solo con algunos amigos y familiares. Los novios no quieren gastar mucho dinero pues su presupuesto es un poco ajustado, claro está que nosotros sus padres vamos a colaborar con ellos pero siempre quieren tener cuidado de que no se les vaya el presupuesto de las manos.
-Tía Rosalía- dijo Eugenia -dígame por favor en que puedo colaborar, somos familia y me gustaría ayudar en algo-.
-¡No! no hijita yo no te he contado esto para que tú te sientas obligada a colaborar en algo- contestó la tía.
Poniendo énfasis en la voz Eugenia insistió: -Tía Rosalía si usted no me permita ayudar, entonces no asistiré a la boda- Eugenia fue directa y no admitió más discusión.
La tía Rosalía era un poco orgullosa y su intención no fue molestar a Eugenia o que piense que había algún interés, por eso agregó: -No pretendo pedir nada Eugenia pero tampoco deseo que faltes a la boda-.
Eugenia cambio la conversación, no deseaba discutir con su tía, en su fuero interno sabía lo que iba hacer, ella le entregaría personalmente a su prima Elina un sobre cerrado con algo dinero como regalo de boda. La tía Rosalía se despidio de Eugenia después de darle un beso en cada mejilla, quería conservar las buenas relaciones con su sobrina.
Una semana después de su viaje al sur, Eduardo estaba de regreso en Lima, el reencuentro con Eugenia y Azucena su pequeña hija fue emotivo y lleno de amor. Se sentía feliz de estar en su casa junto a su familia, además traía buenas noticias, la venta de algodón del fundo había sido un éxito porque el precio por quintal se mantuvo elevado y el trabajo de Fermín y Odilo no podía ser mejor. El primero le entregó el informe completo sobre la contabilidad y los precios del algodón. Eduardo también aprovechó la oportunidad de visitar a sus padres y se quedó todos esos días hospedado en la casa de la hacienda.
Eugenia estaba feliz con el regreso de Eduardo, comentaba con su esposo los últimos acontecimientos ocurridos en su ausencia, entre ellos la boda de la prima Elina y el pequeño impasse con la tía Rosalía, nada grave en verdad, ni de que preocuparse. Ella todavía no había querido comentar a Eduardo el proyecto que tenía en mente, todavía debía esperar.
En diario del día, leyó el anuncio que se hacía sobre un local que se alquilaba, estaba decidida ir a visitarlo y de ser posible conversar con los dueños. Deseaba que sus planes lleguen a realizarse.
En el transcurso de la semana, había visitado a Marcela en el taller donde se imprimía la revista, ella se hizo cargo de la dirección apoyada por los trabajadores. Gracias a su esposo había aprendido mucho del oficio. Rubén le enseñó cómo debía escribir y cómo debía publicar un artículo, Se sentía en paz porque el nombre de su esposo no iba hacer olvidado. Ahora su trabajo y sus hijos ocupaban sus días.
Eugenia estrechó su amistad con Marcela y la visitaba seguido en el taller, por eso tenía pensado visitarla después de ir al local que se anunciaba en el diario.
El día había amanecido con un sol radiante, el verano estaba cerca y siempre para Eugenia esa estación era una época de buenos augurios. Desayunó junto a Eduardo pero no comentó con él sobre lo que iba hacer esa mañana, quería que fuera una sorpresa, si las cosas salían bien se lo diría más tarde. Por el momento prefería guardar silencio.
Diez de la mañana se despidió de su bebé con un beso en la frente y la dejó en brazos de Celestina para que la cuide. Vestía una blusa blanca de tela fresca y manga larga, una falda azul marino y un cinto que ajustaba su delicada cintura. Eugenia caminaba por la avenida cerca al edificio del Congreso de la República, la dirección no estaba lejos, era la Calle del Colegio Real # 700. El local que se anunciaba estaba cerrado pero era perfecto para lo que ella deseaba, la puerta de dos hojas era amplia y la ubicación no podía ser mejor. Había decidido que buscaría a los dueños para hablar con ellos y llegar a un trato, junto las manos y pidió al cielo que todavía se encuentre vacía.
CONTINUARÁ