martes, 15 de noviembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

En esos días de desconcierto que vivía el país, con demasiadas protestas y desilusión sobre la política económica  a la casa de Eugenia y Eduardo llegaban puntuales los informes de Fermín Cerro  sobre trabajo realizado en el fundo y como se iba desarrollando el cultivo en el campo. Éste  mandaba al detalle los gastos realizados y el envió de dinero que necesitaba, el balance de los números no excedían  lo normal para el pago de los jornales y las necesidades del fundo. Eugenia tenía que estar al tanto de los informes para enviar a Fermín el dinero necesario. 
La vida en la ciudad para la familia de Santa María tomaba su propio rumbo, ya faltaba pocas semanas para que se cumplan los nueves meses y Eugenia se preparaba para enfrentar esta nueva etapa de ser madre. Se sentía nerviosa y tenía algo de miedo, pero sabía que su cuerpo estaba preparado para este milagro de traer un nuevo ser al mundo. En sus momentos de reflexión conversaba con Filomena sobre sus temores pero ésta la animaba y trataba de calmarla -señora no se preocupe todo va salir bien y tendrá el bebé que siempre ha deseado- .
-Tengo miedo Filomena y estoy nerviosa porque sé que siempre existen los riesgos a la hora del parto, debo confiar en Dios y pedir que me proteja  a mí y al bebé. 
Las palabras de Filomena no le daban alivio a Eugenia, ella tenía todo preparado para el parto que sería en su casa como era la costumbre de la época. La partera estaba contratada, era una mujer de mucha experiencia y conocimiento para ayudar a una parturienta. 
Eduardo muchas veces bromeaba con Eugenia y le decía -querida, este será el primer bebé de los seis hijos que pienso tener-.
Eugenia contestaba preocupada -¡no Eduardo!, eso es tener demasiados niños y no estoy segura que mi cuerpo pueda responder-.
Eduardo contestaba lleno de entusiasmo -Eugenia imagina por un instante la casa llena de niños, sería una gran alegría-. 
Podía ser muy bonito y sonaba muy romántico, pero Eugenia seguía diciendo -son demasiados nuños, no podría alimentar a tantos, recuerda que no voy a contratar a una ama de leche de las que se anunciaban en los diarios. Yo misma le voy a dar el pecho para alimentar a nuestro bebé, para ello me estoy preparando tomando mucha agua de manzanilla con avena y quinua que Filomena me asegura  que va a llenar mis pechos con la leche materna. 
Los días pasaban, era inevitable y una noche cuando el reloj marcaba las 11 p.m Eugenia comenzaba a sentir los malestares, la hora del parto se acercaba. El dolor que sentía en su cuerpo le anunciaba que pronto alumbraría, ya se habían cumplido los nueve meses y solo faltaban pocas horas para el nacimiento.
En la habitación de la casa que se había preparado para el parto, Eugenia se paseaba de un lado a otro para mitigar el dolor. Eduardo había salido a toda prisa para buscar a la partera, no podía perder tiempo. Cuando pasó cerca de una hora, regresó con la partera. Ésta era una mujer experimentada  que sabía como ayudar a una parturienta. Examinó a Eugenia y comentó que todavía no era la hora del parto, se debía esperar. Dos horas más tarde la mujer volvió a examinarla, movió la cabeza y agregó -no es el momento,  falta  más grados de dilate.   
Eduardo nervioso esperaba en el comedor cualquier noticia, las horas pasaban lentamente y no sabía nada, sentía mucho temor que algo pueda salir mal. El tiempo era cada vez más largo, los dolores más intensos Eugenia pensó en un segundo que iba a morir, las fuerzas la abandonaban, su cuerpo no respondía  y la criatura en su vientre aun no quería nacer. Filomena y Celestina asistían a la partera y tenían todo preparado para el momento crucial. El parto seguía demorando y se temía por la vida de la criatura, Filomena salió de la habitación y le dijo: 
-Señor Eduardo vaya por el doctor, la criatura todavía no nace y no sabemos la razón, la señora está sufriendo-. 
Eduardo corrió en busca del doctor y no tardó en regresar, éste después de examinar a la madre y escuchar en su vientre los latidos del corazón del bebé habló con seriedad: -todo va bien no hay sufrimiento fetal. Muchas madres primerizas se demoran en el parto, es algo normal, debemos esperar-.  A las 6 a.m de la mañana, del día siguiente después de una noche tensa y de fuertes dolores, por fin llegó al mundo una hermosa niña que lloraba a todo pulmón. Eugenia no podía hablar por el cansancio, solo lloraba de felicidad cuando vio a su hija y daba gracias al cielo que todo había terminado.
Filomena salió de la habitación para darle la noticia al padre que había nacido su hija. Eduardo entró en la   estancia para saber como estaban su esposa y su bebé. El padre se encontraba feliz de saber que todo estaba bien y que había arribado a este mundo su hermosa bebé, era el milagro de la vida. La tomó en brazos y casi lloraba de felicidad. Eugenia cuando vio a su pequeña hija pensó que su  nombre debía ser Azucena, Eduardo estuvo de acuerdo con el nombre y dispuesto a complacer a su esposa que había vivido un momento difícil con el parto. 
Después que el doctor y la partera se fueron, Eugenia y la pequeña Azucena fueron trasladadas a la habitación principal donde iban a descansar y esperar la recuperación. Al día siguiente del nacimiento vinieron de visita la tía Rosalía y sus hijas, su madrina.  Eduardo mandó un telegrama a sus padres para contarle sobre el nacimiento de Azucena.
La recién nacida vestía los roponcitos que su madre le había tejido, la bebe estaba abrigada y protegida.
La visita de la familia fue corta porque Eugenia debía descansar, la tía Rosalía la besó en la frente y comentó: -descansa querida ya tendremos tiempo para más visitas-.
Los días pasaban en el calendario los primeros rayos de sol comenzaba a calentar la ciudad, se anunciaba la primavera y atrás quedaba el invierno frío y gris.
La turbulencia política era lo único que no se calmaba, el presidente Cáceres se encontraba en medio de la controversia, por esos días fundó el Partido Constitucional que se convirtió en uno de los partidos más importantes de fines de siglo. 
Para los ciudadanos era una incógnita que iba a suceder después. En la casa de Eugenia y Eduardo solo había felicidad por el nacimiento de su hija. La pequeña Azucena crecida rápidamente gracias a los cuidados de sus padres. Eduardo era el que más la cargaba y mimaba. 
El fin de semana después de haber transcurrido cuatro meses del nacimiento de Azucena, Eugenia estaba recuperada del parto, Eduardo había invitado a su casa a Rubén Monasterio y a su esposa Marcela, ellos eran amigos de muchos años. La pareja tenía tres hijos y eran dueños de una revista de variedades que publicaban una vez a la semana y circulaba por toda la ciudad. En ella se tocaban temas sobre la actualidad política, el hogar y la familia.
En un momento de la conversación Eduardo y Rubén que estaban en la sala mientras sus esposas conversaban en el pequeño recibidor sobre los hijos y temas relacionados con la familia, los caballeros tomaban café y conversaban sobre los últimos acontecimientos en la ciudad.
Rubén comentaba con Eduardo sobre las medidas económicas dictadas por el gobierno que había ocasionado malestar en la población: -Eduardo los resultados no van hacer inmediatos ya pasó la época de oro del guano y el salitre, ninguna obra se realizó con ese dinero. Ahora pagamos las consecuencias de tanto descuido y despilfarro. 
-Mi estimado amigo, recuerda que hemos sufrido una guerra- comentaba Eduardo -el pais quedó en bancarrota, no es fácil salir de ello. Las medidas toman su tiempo para que se vean los resultados-. 
Rubén no quedó tan convencido con las palabras de Eduardo y agregó -todavía vivimos como en tiempos de la colonia, nada ha cambiado. En estos días, nuevas ideas recorren el mundo y nosotros seguimos en lo mismo. Sé que muchos me dicen que soy anarquista, reaccionario y que estoy contra el gobierno porque digo las cosas como son. Es más debo decir algo que es muy secreto porque aun no tengo pruebas, pero estoy investigando un complot contra el gobierno- y en tono confidencial Rubén le contó a Eduardo que estaba cerca de descubrir un atentado contra el presidente. 
Eduardo se sorprendió con las palabras de su amigo y dijo: -cuidado con lo que dices no puedes acusar a nadie sin pruebas, son palabras mayores y peligrosas-.
Rubén era periodista y los editoriales que escribía en su revista eran cada ves más encendidos y hablaba de casos concretos, todo esto estaba molestando a gente que no quería ser descubierta si acaso existía un complot. 
Un tío de Rubén era Senador de la República y le permitía ingresar a las reuniones del congreso, de esta forma conoció a un informante que le daba importantes datos para su investigación. Lo que Rubén no contaba es que se había hecho de enemigos e incluso recibía anónimos donde le advertían que no debía publicar sus editoriales. 
Eduardo prometió a su amigo no comentar con nadie, ni siquiera con su esposa sobre lo que acababa de escuchar, era mejor guardar silencio. 
La visita llegó a su fin y la pareja de esposos se despedía de Eduardo y Eugenia, había sido una reunión agradable y cálida. Marcela y Eugenia se habían convertido en buenas amigas.
En la noche en su habitación Eugenia y Eduardo comentaban sobre sus amigos y lo amables que se mostraban. Al final de la noche y antes de apagar las velas, Eugenia comentó : -es hora de pensar en bautizar a Azucena, es necesario que reciba el sacramento. Será algo familiar e íntimo, pienso invitar a pocos amigos, a la familia y a nuestra querida amiga Virginia.
El padre de la bebé estuvo de acuerdo con su esposa y le pidió que ella se ocupe de los detalles. 
Al día siguiente la hora del desayuno, Eduardo se despedía de su hija y esposa y salió para ir a su oficina. Celestina entró al comedor con el correo y lo puso sobre la mesa. Eugenia leyó primero la carta del Doctor Murillo, siempre era grato recibir sus noticias, además de los informes de Fermín con las novedades y el trabajo en el fundo. Distraída en su lectura no se percató cuando Virginia sin previo aviso ingresó al comedor, la sorpresa de Eugenia fue mayúscula al ver a su amiga.
-Querida Eugenia- saludó Virginia -pedí que no me anunciaran porque deseaba darte la sorpresa con mi visita, disculpa si vine sin avisar. Desde hace tiempo deseaba  verte pero no podía dejar a mi madre sola,  ella tiene su enfermera pero tú sabes como me preocupo. Su estado de salud es delicado. 
Eugenia muy feliz con la visita de Virginia llevó a su amiga para conocer a la pequeña Azucena, la bebé dormía plácidamente y se veía como un pequeño capullo en flor, era hermosa y sonrosada.
Luego las dos amigas fueron hasta al salón para conversar de lo que habían vivído en el tiempo que no se habían visto. Virginia contaba a Eugenia que cuidaba a su madre y que se encontraba delicada de salud -además debo contarte que estoy comprometida en matrimonio con un caballero que es muy bueno y comprensivo y en unos meses más será mi boda, ojalá puedas venir- terminó de decir.
-Virginia trataré de estar presente en tu boda. También tengo que decirte que tu padre las extraña mucho ¿porqué no le escribes una carta para contarle como están?- preguntó Eugenia.
-Sé que te debe sonar extraño, pero he tratado de escribirle más cuando recuerdo lo sucedido a  Lucrecia no puedo escribir una sola palabra, siento mucha tristeza y rabia a la vez-. 
Eugenia no insistió porque en las palabras de su amiga había un tono de resentimiento que no podía disimular. Virginia se quedó almorzar y conoció a Eduardo, se llevó una buena impresión de él, sus padres conocían a la familia de Eduardo, él no era extraño pera ella. La conversación en el comedor fue amena y estuvo llena de recuerdos y anécdotas.
Virginia alabó a la bebé y felicitó a los padres. Antes de despedirse le prometió a Eugenia que vendría para el bautizo de Azucena -no te olvides de enviarme la invitación. Con un abrazo se despedían y mientras el coche de Virginia se alejaba, Eugenia no podía evitar recordar los paseos y las tertulias con sus queridas amigas cuando vivían en el fundo y la vida era más sencilla y nada parecía presagiar la tragedia de Lucrecia.
Los diarios llegaban puntuales todas las mañanas a la casa de Eugenia, Eduardo leía y luego  comentaba los acontecimientos de cada día, parecía que nada podía tener solución y que el clima de inestabilidad nunca se iba acabar. El país se tambaleaba entre tanta inseguridad. 
Eduardo dijo Eugenia para cambiar la conversación: - coma sabes, invité a Virginia para el bautizo de nuestra hija. A tus padres les envié un telegrama para que estén presentes, espero que puedan venir- rogaba Eugenia para que conozcan a su nieta.
-Estoy de acuerdo contigo querida, tú sabes como organizar todos los detalles para el bautizo de nuestra hija y seguro que mis padres van a estar presentes. 
-Eduardo he pensado que los padrinos pueden ser nuestros amigos Rubén y Marcela, tú los conoces hace bastante tiempo ¿estás de acuerdo? ¿crees que pueden aceptar ser los padrinos?- preguntó al final Eugenia.
-Bueno Eugenia es un compromiso muy serio, yo creo que ellos estarán de acuerdo, es mejor preguntarles para saber si aceptan-. 
Era importante para Eugenia saber si sus amigos aceptaban el compromiso, un bautizo no podía realizarse sin padrinos, los días pasaban y el tiempo era oro. La familia ya tenia la fecha del bautizo. La ilusión de los padres con su hija era el amor que los unía. 


CONTUNIARÁ   

 
  
  
 
  
      
          
                 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario