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domingo, 17 de diciembre de 2023
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domingo, 26 de noviembre de 2023
domingo, 19 de noviembre de 2023
lunes, 13 de noviembre de 2023
domingo, 5 de noviembre de 2023
domingo, 22 de octubre de 2023
domingo, 15 de octubre de 2023
lunes, 13 de febrero de 2023
AL CALOR DE LOS RECUERDOS
En el puerto Eugenia se despedía de sus amigos y de su vida en la capital. Ahora tenía que continuar el viaje.
Sentía una gran tristeza de haber dejado la pastelería, pero no quería exponer a su hija a situaciones complicadas y de peligro. Como tener que dejarla en la capital para viajar al fundo y supervisar la cosecha que ya estaba cerca. Ella no deseaba separarse de Azucena después de la terrible experiencia vivida.
Unos días antes había conversado con Jean Luca y éste le prometió que iría a visitarla al fundo.
Eugenia contestó: -mi estimado amigo, ese es un viaje complicado y tedioso, no se lo aconsejo-.
-Mi querida amiga- dijo sonriendo -usted olvida que yo he cruzado un océano para llegar América y esto me hace sentir que puedo viajar a cualquier parte del mundo-.
Jean Luca y Eugenia se despidieron con la promesa de volverse a encontrar. En el transcurso del viaje en el barco, Azucena se enfermó con mareos y naúseas y lo mismo sucedió con Eugenia, el vaivén del barco les causaba esos malestares. Filomena las cuidaba y asistía.
Si había algo que tranquilizaba a Eugenia, era que Fermín y Martín la esperaban en Puerto Azul. Unos días antes ella había mandado un telegrama a su administrador, avisando sobre el viaje y pidió que preparen la casa para instalarse. Cuando el viaje llegó a su fin, el barco entró al puerto, Eugenia junto a su hija y a Filomena se preparaban para desembarcar. Entre la gente que esperaba a sus familiares divisó a Fermín y Martin que la esperaban, sintió en su interior que habían transcurrido muchos años desde que se despidió de ellos en el mismo lugar. Que alegría volverlos a ver y saber que estaban bien.
Fermín se acercó primero para saludarla y luego hizo lo mismo Martín: -Señorita Eugenia, que alegría volverla a tener entre nosotros- dijo Fermín y tomó en sus manos el maletín que traía, mientras tanto Martín se encargaba de los baúles.
Eugenia saludo a los dos asistentes y comentó: -vamos al fundo, estoy cansada, el viaje me ha caído mal y todavía puedo sentir el vaivén del barco bajo mis pies-.
Fermín y Martin se apresuraron a cargar la carreta con los baúles y todos juntos partieron con dirección al fundo. Al pasar las vallas de entrada al terreno, Eugenia se emocionó de estar de nuevo en su amada casa. No pudo evitar recordar los gratos momentos vividos en su hogar.
Al entrar, la casa lucía impecable, Martín se había encargado de prepararla para el regreso de Eugenia. Cada rincón tenía recuerdos de su niñez, juventud y los primeros meses de matrimonio.
Fermín y Martín guardaron los baúles y se retiraron para que Eugenia y su hija puedan descansar. Al día siguiente Filomena se encargaría de abrir los baúles para poner todo en orden y en su lugar.
Con el correr de los días la vida y el trabajo tomaban su propio ritmo. Eugenia se ponía al tanto de los asuntos del fundo y la administración con los informes de Fermín.
Odilo comentaba como iban las cosas en el campo y la felicidad que sentía de volverla a tenerla de vuelta en el fundo. Azucena, conocía su nuevo hogar y hacía algunas travesuras propias de su edad, por ello se debía estar pendiente de la pequeña para que no vaya ha hacerse daño.
A los pocos días de haber llegado al fundo, fue a visitar a los padres de Eduardo, ellos la recibieron con mucha felicidad porque venía con Azucena, su nieta querida.
Eugenia tampoco se olvidó de visitar al Dr. Godofredo Murillo, su estimado amigo y asesor legal y así poco a poco se volvía acostumbrar a la vida en campo y al trabajo del fundo. Los recuerdos de los días vividos en la capital, se iban disipando y ahora el fundo era su vida. Aunque debía reconocer que extrañaba a los amigos y a la familia que dejó en la ciudad. Extrañaba la pastelería y al personal que trabajaba en ella.
Un mes había pasado de su regreso al fundo cuando una tarde mientras Eugenia jugaba con su hija en la biblioteca, Merina la nueva muchacha que había contratado para cuidar Azucena, entró al salón para decir a Eugenia que un caballero la buscaba, deseaba conversar con ella.
-Señorita Eugenia, no me dijo su nombre por eso no le hice pasar a la sala- comentó Merina.
Eugenia salió a ver de quien se trataba y grande fue su sorpresa cuando se encontró con Jean Luca que había venido a visitarla.
-Jean Luca no puede ser, porque no me avisó que venía, así hubiera mandado a un muchacho para recogerlo en el puerto- agregó Eugenia.
-Eugenia, si avisaba sobre mi visita, ya no hubiera sido una sorpresa y yo deseaba que así fuera, no se preocupe que el fundo es bien conocido y el cochero que me trajo sabía muy bien como llegar.
En el salón de la casa conversaban y disfrutaban de una limonada refrescante. Jean Luca conversaba sobre las novedades de la ciudad, de la familia y de lo bien que le iba a Teodoro con la pastelería, también comentó de su amigo Vittorino y su negocio de ferretería. Cuando los temas de la ciudad se agotaron, hubo un silencio incómodo que fue roto por Jean Luca:
-Eugenia no tome a mal mis palabras y disculpe que sea tan directo pero quisiera proponerle una sociedad, poseo un capital y estas manos para trabajar. Si usted y yo nos damos una oportunidad podemos ser felices-. terminó de decir y esperaba las palabras de Eugenia, se sentía nervioso y temía su rechazo.
Eugenia no esperaba que Jean Luca hable sobre tener una sociedad y menos de sus sentimientos, muy serena contestó: -estimado amigo me sorprenden sus palabras y debo confesar que no las esperaba. Lo que yo puedo pedir es tiempo para conocernos mejor y darle una respuesta, en pocas palabras necesito esperar para tomar una decisión-.
Jean Luca aceptó las palabras de Eugenia y pensó que de esa forma era mejor, no deseaba presionarla.
Eugenia hospedo a su amigo en un cómodo ambiente al lado de la oficina de contaduría. Esta habitación estaba cerca a la casa y sus comidas las tomaba junto a Eugenia y Azucena en el comedor de la casa principal. En ese ambiente tendría privacidad.
Semanas atrás y antes de la visita de Jean Luca, Eugenia había escrito una carta a su amiga Virginia sobre la salud de su padre y lo delicado que se encontraba y ahora ella le enviaba una respuesta a Eugenia.
Querida amiga, mi viaje a la hacienda fue muy corto, disculpa si no fui a visitarte pero tuve que recoger a mi padre, que como tú me explicabas en tu carta estaba muy enfermo. En este momento tengo a mis padres conmigo, cada uno está muy delicado de salud y no sé cuál será el desenlace, solo Dios dirá. Por otro lado deseo comunicarte que voy a vender la hacienda, mis padres me han otorgado un poder para ejecutar la venta. No tengo intenciones de regresar a ese lugar, no me trae buenos recuerdos. Cuando pienso en la hacienda recuerdo la tragedia de mi hermana Lucrecia y no puedo dejar de llorar, vivir ahí sería un suplicio para mí. A ti es la primera persona que le ofrezco la propiedad en venta, piénsalo por favor, me gustaría que la hacienda de mis padres quede en tus manos. Reglones mas abajo le comentaba sobre su vida familiar y el cuidado que debía tener con la salud de sus padres. Antes la despedirse escribía -que bueno que hayas regresado al fundo que amas tanto, espero que seas feliz en tu nueva vida, después de los terribles momentos que viviste con Azucena. Querida Eugenia, mereces descanso y tranquilidad-. Para cerrar su carta se despedía con saludos y muchos abrazos.
Eugenia todavía tenía la carta de Virginia en sus manos, suspiró y lamentaba mucho el delicado estado de salud de sus padres y también le causó sorpresa el ofrecimiento de su amiga, nunca hubiera imaginado, tener la oportunidad de comprar las tierras de sus vecinos. Sobre este ofrecimiento no estaba segura de poder aceptar, tenía algunas dudas y no era fácil dar una respuesta.
Jean Luca regresó del campo al medio día, todas las mañanas salía muy temprano con Odilo para trabajar y analizar como se desarrollaba el cultivo. Entró en la biblioteca buscando a Eugenia quería comentar con ella lo bien que crecían las plantas de algodón en el campo: -Eugenia, según Odilo, este año también vamos a tener una buena cosecha, las plantas están repletas de motas de algodón. Mañana tienes que venir con nosotros al campo para que compruebes lo que digo- terminó de decir Jean Luca lleno de satisfacción por el trabajo realizado.
Jean Luca se había acostumbrado muy pronto a la vida del campo y ha vivir en el fundo, le gustaba estar al lado de Eugenia y ayudarla en todo lo que necesitaba. Los dos lucían cada día más enamorados y se llevaban bien. Solían pasear por el pueblo y llevar Azucena a la playa disfrutaban mucho de su mutua compañía.
Eugenia le prometió que así lo haría, saldría al campo con ellos al día siguiente muy temprano. Luego conversó con él sobre el ofrecimiento de Virginia de la venta de su hacienda.
Jean Luca la animó: -Eugenia no dudes en comprar, es una buena tierra y una excelente propiedad, estoy seguro que tu amiga te hará una buena oferta-.
Eugenia contestó:-Jean Luca no sé si debo aceptar, la hacienda no tiene una, ni dos hectáreas, son ochocientas hectáreas de terreno, es un tremendo trabajo y mantener esas tierras cuesta un dineral. No sabes lo que estás diciendo- señaló.
-Si, tienes razón al decir eso pero no significa que tienes que cultivar de un solo tirón las ochocientas hectáreas, podemos hacerlo poco a poco cada año para que alcance el dinero y en cuanto al trabajo nos vamos a organizar para hacerlo bien- comentó Jean Luca para comprometerse con la tarea en el campo.
Eugenia se puso de pie, dio unos pasos en la biblioteca, ella no estaba segura si debía aceptar a pesar que reconocía que era una buena oportunidad, comprar tierras de primera para el cultivo.
-Jean Luca necesito pensar, no puedo decidir así ha primeras. Es una tarea gigante y además no conozco aún el precio del terreno-. completó Eugenia para cambiar el tema de conversación.
-Solo, déjame decirte unas palabras para terminar la conversación. Yo estoy a tu lado para apoyarte y hacer el trabajo. Eugenia no lo pienses demasiado, esta oportunidad no se va a volver a presentar- dijo Jean Luca seguro de sus palabras.
Pasaron algunas semanas para que Eugenia tome la decisión y escriba a Virginia aceptando comprar la hacienda con todo lo que había en la propiedad incluyendo la casa. Era un tremendo compromiso y trabajo a futuro pero estaba segura que iba a salir adelante con la ayuda de Jean Luca, Fermín y Odilo, también se sumó al equipo Anselmo el caporal de Rodrigo de las Casas padre de Virginia. El fundo ahora se había convertido en una gran propiedad y se necesitaba gente para trabajar.
Al tomar esta decisión Eugenia nunca imaginó que iba ha asegurar para el futuro a cinco generaciones de su descendencia que por siempre la recordarían como el pilar y columna vertebral de la familia.
En una de sus visitas a los padres de Eduardo, Eugenia comentó con ellos la decisión de comprar la hacienda de sus vecinos. A los suegros no les causó sorpresa que Virginia quisiera vender su propiedad, sabían que no tenía muy buenos recuerdos del lugar. Anella felicitó a Eugenia y le daba gusto que hubiera formalizado un compromiso con Jean Luca. La familia había llegado a tomar aprecio de su persona.
Al año de haberse conocido Jean Luca y Eugenia se casaron en una boda íntima y familiar, invitaron a los amigos más cercanos. Azucena fue la damita de honor.
Eugenia siempre conservó una buena relación con los padres de Eduardo, los visitaba muy seguido con Jean Luca con el que tuvo cinco hijos, además de Azucena que era la mayor.
Anella estaba feliz porque consideraba a todos los hijos de Eugenia como sus nietos y Azucena era el vivo retrato del padre que ya no estaba.
Con la adquisición de la hacienda, el trabajo se volvió más duro y exigente a la hora de la siembra, pero como habían planificado avanzar despacio, era más llevadero.
La casa de la hacienda donde vivió la familia de Virginia, se conservó intacta, Eugenia así lo decidió hasta saber que hacer con ella. La tristeza invadía su corazón al recordar a su amiga Lucrecia y por eso dejó la casa en pie. La construcción era de material noble y en esa casa se habían celebrado grandes fiestas y aniversarios, por aquellos días todo era alegría y no se presagiaban tragedias.
Con la tía Rosalía y sus primas siempre se escribía, con su madrina a la que le tenía un especial afecto también le enviaba cartas y con Marcela su amiga que tanto la ayudó, sostenía una fluida correspondencia.
Eugenia, Jean Luca y todos sus hijos viajaban una vez al año a la capital para visitar a la familia y los amigos con los que siempre era grato volverse a encontrar. A ninguno de ellos les sorprendió que Jean Luca y Eugenia se hubieran casado, porque todos sabían que él fue a buscarla hasta el fundo.
El recuerdo de Eduardo, Eugenia siempre lo guardó en su corazón como el hombre que le enseñó la vida y el amor. Además del regalo más hermoso, su hija Azucena.
En cuanto a lo político y social, el país todavía viviría momentos difíciles, pero sus hijos seguirían luchando para mantenerse en pie y lograr una nacían fuerte y estable para el futuro.
En el fundo una tarde de verano sentados bajo la sombra del limonero, Eugenia y Jean Luca renovaban su amor tomados de las manos, mientras contemplaban los grandes campos repletos de algodón.
FIN
lunes, 6 de febrero de 2023
AL CALOR DE LOS RECUERDOS
Eugenia no podía conciliar el sueño, la noche le parecía muy larga y las emociones encontradas atormentaban su mente y su corazón. Tan solo pensar que pudo perder a su hija para siempre la llenaba de angustia y dolor.
Abrazó Azucena y dio gracias al cielo por tenerla de nuevo junto a ella.
Se levantó muy temprano al día siguiente, tenía varias cosas que hacer. La decisión que había tomado debía llevarla ha cabo, no tenía dudas y para ella, era lo mejor.
Firmar algunos documentos para poner en orden los papeles de su negocio y después hablar con los empleados para explicarles la nueva situación
Desde lo sucedido a Eduardo tenía la idea de regresar al fundo, necesitaba la tranquilidad y la libertad que le ofrecía el campo. Ahora era el momento de actuar, no debía dudar. Eugenia había llegado a la capital a insistencias de Eduardo, él ya no estaba, entonces era tiempo de partir. Deseaba tener cerca a su hija y el fundo le ofrecía la paz necesaria.
La pastelería había sido una gran experiencia y alegría, sentía que había logrado sus objetivos. Ahora debía dejarla, lo mejor era traspasarla alguna persona que tuviera interés en hacerse cargo del negocio y que realmente quisiera tener la pastelería. De no encontrar a esa persona, tendría que cerrarla, esa acción sería dolorosa porque ella puso todo su trabajo y empeño, además el trabajo de los empleados dependían del negocio. Hasta el último trataría de encontrar a la persona adecuada para hacerse cargo.
Felicia, Jean Luca y los muchachos de la pastelería se presentaron temprano en casa de Eugenia para seguir con la búsqueda de la niña, ellos ignoraban que Azucena estaba en casa. Cuando Eugenia les dio la noticia que su hija había sido encontrada, todos se sintieron felices y aliviados, la niña estaba junto a su madre y esa era la mejor noticia.
Eugenia en la sala conversaba con ellos y les contaba como fue el encuentro, luego comentó: -Hoy no se abrirá la pastelería, es necesario limpiar y dejar todo en orden para empezar de nuevo al día siguiente. Felicia tú y los muchachos se van a encargar de todo, yo iré en la tarde, esta mañana quiero estar junto Azucena, la experiencia vivida ha sido demasiado fuerte y dolorosa para mí.
-No te preocupes Eugenia, con Polonio y los muchachos vamos a dejar todo limpio y en orden para empezar el trabajo de nuevo- contestó Felicia con entusiasmo. Su alegría era real porque Azucena había aparecido.
Cuando se retiraron Felicia y los muchachos para hacer su trabajo, Jean Luca se quedó acompañando a Eugenia. Ella le contó que nunca más le gustaría volver a vivir una experiencia tan dolorosa. Jean Luca la escuchaba y se sentía feliz por Eugenia que había encontrado a su hija. Él sentía por la niña un verdadero afecto.
La tía Rosalía llegó a las 9 a.m después de saludar a Eugenia y a Jean Luca, ella repetía una y otra vez que era un milagro que Azucena esté de nuevo en su hogar: -querida Eugenia, debemos agradecer a Dios por este milagro- comentó.
Jean Luca se despidió de Eugenia y de la tía Rosalía, ellas tenían mucho de que hablar y era mejor dejarlas a solas.
Hasta ese momento Eugenia no había comentado con nadie sobre su decisión de regresar al fundo, era algo que debía planificar con calma y cada paso tenía que ser bien pensado. Después de la visita de la tía Rosalía se ocupó de sacar un aviso en los diarios "Se traspasa negocio bien montado y con clientela".
Su amiga Marcela al enterarse del aviso, lamentó su decisión y dijo: -estás segura Eugenia de lo que vas hacer, la pastelería fue un buen trabajo y una ilusión para ti-.
-Marcela, debo hacerlo, es importante para mi y para mí hija, ella está primero que todo lo demás- contestó Eugenia.
Marcela le dio la razón a su amiga, sabía que nada la iba ha hacer cambiar de opinión. Mas tarde cuando su amiga se había despedido, Eugenia se reunió con Felicia y los muchachos para comunicarles la noticia.
-No puede ser- dijo Felicia -la pastelería lo era todo para ti-.
-Si, es verdad pero es mi decisión y lo hago por mi hija, no puedo volver a vivir una situación igual, todo aquello fue demasiado para mí. Lo que ahora puedo prometer es tratar de que todos ustedes conserven su trabajo con un nuevo dueño- agregó Eugenia.
Jean Luca se enteró por su amigo Vittorino esposo de Elina, que Eugenia se iba de la ciudad, no demoró en ir a visitarla para convencerla de que cambie de idea.
Junto a Eugenia y con la voz serena preguntó: -¿Eugenia es necesario qué se vaya de la ciudad? no existe otra manera de arreglar las cosas o tal vez alguna forma de convencerla de lo contrario. Sé que lo ocurrido con Azucena ha precipitado su decisión-.
Eugenia contestó casi al instante: -Jean Luca es importante para mí regresar, mi estadía en la capital ha terminado, debo ocuparme de los asuntos del fundo que son tareas más grandes y delicadas. Deseo estar al lado de mi hija en todo momento, es lo único en que pienso, la tranquilidad del campo es lo que necesito.
Jean Luca no insistió, vio que Eugenia estaba decidida y cambio la conversación a temas menos importantes, después de una hora se retiró.
A los pocos días de haber sacado el anuncio en los diarios sobre el traspaso de la pastelería, se presentó un interesado, era nada menos que Teodoro amigo de Jean Luca y de Vittorino, todos quedaron sorprendidos, comenzando por sus propios amigos.
Teodoro explicó a Eugenia que tenia interés y que conocía de panadería y pastelería, él quería saber cuáles eran las condiciones económicas del traspaso. Eugenia conversó con Teodoro y respondió todas sus preguntas e inquietudes con respecto a la pastelería. Luego ella pidió que conserve al personal que trabajaba en el local.
-Teodoro, los empleados están entrenados y conocen bien como su trabaja, no tendrías ningún problema con ellos.
Las conversaciones llegaron a un buen acuerdo de ambas partes. Eugenia y Teodoro querían que la pastelería continúe atendiendo y ofreciendo al público sus deliciosos pasteles. Unos días después se dieron cita en la oficina del abogado para preparar los documentos necesarios del traspaso. Ambos interesados estamparon sus firmas y así quedó sellado el acuerdo.
A la salida de la oficina del abogado, Eugenia comentó: -Teodoro estoy segura que usted llevará la pastelería a otros niveles, es más sus conocimientos de panadería así lo permiten-.
-Gracias por sus palabras, voy hacer un esfuerzo por superarla- dijo Teodoro con galantería y agregó
-Siento mucho que se vaya Eugenia pero respeto su decisión y le prometo que voy a conservar el personal que trabaja en el local-.
-Teodoro, yo le aseguro que no va a tener problemas, es gente que conoce su trabajo y sabe hacerlo bien- contestó Eugenia con una sonrisa de satisfacción porque había cumplido su promesa.
Ahora que había entregado la pastelería a su nuevo dueño, quedaba libre para iniciar los preparativos de la mudanza.
Guardar todas sus pertenencias en los baúles y entregar la casa, le tomaría algunos días. La ropa de Eduardo que hasta el momento no había tocado, la donó al hospital de Caridad, ahí siempre necesitaban donaciones.
Cuando recordaba con que ilusión comenzó su negocio en la pastelería sentía tristeza, había sido como un segundo hijo pero se dio ánimos para continuar adelante, su hija estaba primero.
Su madrina llegó a visitarla a la casa, conversó con Eugenia ya que antes no había tenido la oportunidad.
-Mi querida Eugenia te vas en unos días, siento mucha tristeza, porque no voy a ver crecer Azucena, pero comprendo tus motivos y sé que son poderosos. Necesitas paz para criar a tu hija y el campo te ofrece todo eso. Lo único que puedo desearte es la felicidad completa y comprender tus razones-.
-Madrina, yo también siento tristeza de dejar a la familia y a los amigos que hice en la ciudad pero es necesario. Para mí no ha sido fácil decirle adiós a todos y dejar la pastelería que era como un segundo hijo. Me consuela saber que está en buenas manos-. contestó Eugenia resignada a la nueva situación.
Antes de despedirse su madrina le aconsejó: -Eugenia no te escondas de la vida, Eduardo ya no está entre nosotros, sé que es duro decirlo pero tienes un camino por delante y debes vivir- Abrazó a Eugenia y se despidió de ella, muy a su pesar tenía que aceptar que no la vería en mucho tiempo.
Acomodarse a la nueva situación no era fácil y guardar los objetos y pertenencias en los baúles tomaba su tiempo, Eugenia y Filomena juntaban las pertenencias mientras Celestina cuidaba a Azucena.
Muy tarde en la noche en su estudio Eugenia revisaba las cuentas, los números le indicaban que los gastos estaban controlados. En ese instante entró Celestina: -señorita Eugenia ya se durmió Azucena, ¿Puedo hablar con usted?-
-Adelante Celestina, ¿Qué deseas hablar conmigo?- contestó Eugenia intrigada.
-Señorita, deseo quedarme en Lima, Polonio y yo nos hemos comprometido- comentó.
La noticia fue una sorpresa, Eugenia nunca se había dado cuenta de que existía un romance entre Celestina y Polonio. Entonces dijo: -Has pensado bien la decisión que has tomado, ¿Dónde vas a vivir? tú no tienes familia en la ciudad ¿Qué va a decir tu madre?
Celestina Contestó rápidamente: -Por el momento voy a vivir con la familia de mi novio, hasta que nos casemos, a mi madre le estoy enviando un mensaje con Filomena para explicarle mi decisión-.
Eugenia insistió: -Celestina de nuevo te preguntó ¿Has pensado bien el paso que vas a dar? apenas conoces a Polonio, yo me siento responsable de tu persona porque fui yo quien te trajo a la capital-.
-Si señorita Eugenia lo he pensado bien, Polonio ha sido sincero conmigo y me ha prometido que nos vamos a casar. Por estos días quisiera quedarme con usted para ayudarla con la mudanza-. contestó Celestina con una seguridad que no dejaba espacio para una réplica.
-Bueno... ya que estas segura del paso que vas a dar, solo me queda desearte lo mejor en tu nueva vida y si acaso se presenta un problema busca a mi madrina, ella sabe cómo actuar para ayudarte-.
Celestina agradecio las palabras de Eugenia y se retiró del estudio. La sorpresa había sido demasiado. Mañana pasaría por la pastelería para despedirse de Felicia, los muchachos y además hablar con Polonio sobre su repentino compromiso.
A las diez de la mañana del día siguiente Eugenia salía de su hogar para dirigirse a la pastelería, caminó por las calles que tantas veces había pasado, era su forma de despedirse de la ciudad donde había vivido momentos felices. Al llegar a la pastelería entró al local y sintió los deliciosos aromas de los panes dulces y pasteles recién horneados, eran un deleite, una una delicia para el paladar.
Felicia cuando vio a Eugenia se alegró: -¡Querida prima! ¡qué alegría tu visita!- exclamó -jamás hubiera pensado verte al otro lado del mostrador-
-Así es la vida Felicia, yo tampoco lo imaginé. He venido a despedirme de todos y ha conversar con Teodoro-. contestó Eugenia.
Éste vino de la trastienda para conversar: -Eugenia que alegría su visita, siempre usted es bien recibida-
-Estimado amigo, pase para despedirme pero debo confesar que extraño al personal y al trajín del trabajo, lo que me alivia es saber que la pastelería está en buenas manos y que seguirá funcionado muy bien- señaló Eugenia para decirle que sentía mucha confianza en sus habilidades.
Luego de conversar con Teodoro como buenos amigos y antes de retirarse pidió hablar con Polonio, éste se sorprendió al ver a Eugenia, pero más o menos presentía el motivo de su visita.
Eugenia fue directa para hablar sobre Celestina y el cuidado que debía tener: -Ella es una buena chica y no tiene experiencia de vida, siempre ha vivido bajo mi protección, te pido que veles por ella y la cuides-.
Polonio le prometió que así lo haría y le dijo además que sus intensiones eran serías, Celestina viviría en casa de su madre, hasta el matrimonio.
Eugenia se sintió más tranquila y se despidió de Polonio con las advertencias del caso y luego pasó a despedirse de Teodoro y de Felicia. Salió de la tienda, se paró un momento en la vereda del frente, desde allí contemplaba la pastelería con su letrero blanco en la parte superior de la puerta. Los recuerdos venían a su mente, como la primera vez que visitó el local, todo aquello era un poco triste pero sabía que debía seguir adelante. Su pastelería estaba en buenas manos, sintió los latidos de su corazón acelerarse, dio media vuelta y caminó por la calle del Colegio Real por ultima vez con dirección a su hogar.
Por aquellos días antes de la partida de Eugenia, el ambiente político y social era más o menos el mismo. El presidente Cáceres se mantenía en el poder, a pesar de algunos rumores de insurrección. La forma de hacer política había cambiado, se considero indispensable la existencia de partidos políticos que podían manifestar opiniones con un mayor respaldo popular. El partido del presidente para ese entonces ya existía. La economía de nuestro país todavía era inestable y pasaría algún tiempo para que se sienta la mejoría.
En medio de ese ambiente político y social Eugenia preparaba su partida. Se había despedido de la Tía Rosalía que como siempre le daba mil recomendaciones, se despidio también de sus primas y sus esposos que le deseaban lo mejor en su regreso al fundo, le pedían que venga alguna vez a la capital de visita.
Felicia le prometió escribirle seguido para contarle como iba la pastelería, además le agradecía toda la confianza que depósito en ella para el manejo de la tienda.
Al despedirse de Marcela su entrañable amiga, le agradeció toda su ayuda y le dijo que le escribiría para saber de ella.
Teodoro y Jean Luca también se despidieron y le deseaban lo mejor.
Las despedidas para Eugenia no eran fáciles porque había encontrado un bonito grupo de personas a las que siempre iba a recordar con cariño.
Todo estaba listo y embalado para su partida, muy temprano en la mañana Eugenia se despedía de la casa donde había vivido y entregó las llaves al mozo que los dueños habían enviado. La acompañaban Filomena, Celestina y Polonio que irían con ella al puerto para ayudarla con el equipaje. Jean Luca también se ofreció acompañarla para despedirse. Todos juntos partieron para llegar temprano, antes que zarpe el barco donde viajaba Eugenia a su nuevo destino.
El viaje al puerto del Callao fue largo pero llegaron a tiempo para subir al barco. Eugenia sentía la tristeza de la despedida, en su mente tenía los agradables recuerdos de la ciudad, su familia y amigos pero también abrigaba los bonitos recuerdos de su amado fundo que la esperaba para iniciar una nueva vida junto a Azucena que era toda su esperanza e ilusión.
En el momento de la despedida Jean Luca le prometió que la iría a visitar, Eugenia le agradecio la gentileza. En el momento de abordar junto a su hija y a Filomena dijo adiós a Celestina y Polonio que se quedaban en el puerto. No podía evitar la emoción de la despedida y disimulo algunas lagrimas, ni ella misma sabia cuando volvería a ver a su familia y amigos.
CONTINUARÁ
domingo, 29 de enero de 2023
AL CALOR DE LOS RECUERDOS
El día domingo era un día de descanso, un día familiar. Después del medio día se cerraba la pastelería. Eugenia aprovechaba ese tiempo para estar junto a su hija y jugar con ella. En los días de semana el trabajo era intenso y la mantenía ocupada. Por eso, esa tarde de domingo, Eugenia con su hija Azucena fueron a visitar a su madrina, pasaron una tarde amena conversando, tomaron el té y antes que caiga la noche Eugenia se despidió, era el momento de regresar a su hogar.
En el camino fue una casualidad encontrar a Jean Luca, para ella fue una sorpresa pues éste ya no visitaba tan seguido la pastelería como antes. Para Jean Luca también fue una sorpresa encontrarse con Eugenia y era la primera vez que conocía Azucena, antes de esa tarde nunca había visto a la niña, muy galante se ofreció acompañarla. Caminaron juntos por las avenidas del centro hasta llegar a su casa. Eugenia lo invitó a pasar para tomar un café.
Mientras conversaban en la sala y saboreaban el aromático café, Jean Luca le contaba a Eugenia como fue su viaje desde Italia al Perú y porque se animó a venir. Le comentó además sobre su vida en Italia y sobre su familia.
-Mi estimada amiga fue Vittorino el que me animó a viajar, cuando mi barco llegó a Panamá casi me quedo en ese lugar, estaba cansado, el viaje había sido largo y todavía me quedaba una larga ruta. Tengo que decir que me sentía desanimado y temeroso, no sabía como sería mi vida en la nueva ciudad, de nuevo fue Vittorino, él que me me convenció a segur el viaje. Ahora vivo en el Perú desde hace tres años, tengo que confesar que me acostumbre rápido a la vida y al trabajo en esta ciudad. Todo aquí es diferente a Italia pero no he tenido problemas para adaptarme-.
Eugenia lo escuchaba con atención, entre los dos surgió una confianza natural, era una forma de conocerse y poder hablar de sus vidas y de como el destino los había logrado encontrar. Eugenia también comentó sobre su vida en el campo, habló de su esposo y de como había llegado a la capital.
Era de noche cuando Jean Luca se despedía de Eugenia y ella lo acompañó hasta la puerta principal. Luego cenó algo frugal y le dio de comer a su hija, antes de acostarse mientras se cambiaba pensaba que era la primera vez que realmente conocía a Jean Luca, le agradó su conversación y la manera de tratarla.
En los días de semana, la actividad en la pastelería se normalizaba, el trabajo era intenso los nuevos empleados se acostumbraban al horario y los resultados eran positivos, esto se reflejaba en la aceptación del público que cada vez era más asiduo para comprar los deliciosos pasteles y tortas.
Desde algunos días, Eugenia llevaba en las mañanas Azucena a la pastelería, quería tenerla cerca, Celestina era la encargada de cuidarla mientras ellas se dedicaban a atender al publico. En las tarde la pequeña se quedaba en casa al cuidado de Filomena y Celestina.
En la mañana de lunes, Eugenia, su hija y Celestina llegaron a la pastelería. Felicia acomodaba en una de la vitrinas los deliciosos budines de trigo recién salidos del horno. Polonio llamó a Eugenia al taller para que supervise el trabajo de los muchachos y de su aprobación. Celestina mientras tanto cuidaba con dedicación Azucena. Alrededor de las diez de la mañana, era la hora de la fruta para la niña, Celestina la dejó sentada en una pequeña silla de paja en la puerta de entrada, ella fue a la trastienda para traer la fruta. De pronto se escucharon gritos, bulla y escándalo en la calle era un verdadero tumulto, un grupo de revoltosos venía corriendo desde el otro extremo de la calle para enfrentarse unas cuadras más abajo con un grupo contrario. La gente sabía que era una revuelta y había que correr. Felicia escuchó el escandalo de la calle y cerró la puerta principal para evitar algún destrozo dentro del local, Celestina venía con la fruta en las manos y pegó un grito llamando a Azucena, la niña no estaba, todo fue muy rápido. Felicia pensó que Celestina y Azucena estaban en la trastienda cuando vio la silla de paja vacía. Eugenia en el patio supervisaba el horno al escuchar los gritos corrió a ver que pasaba. La sangre se le helo en las venas, su hija no se encontraba.
-¿Donde está Azucena?- gritó y corrió abrir la puerta, la pequeña había desaparecido y en la calle los revoltosos se alejaban muy rápido, no había rastros de Azucena.
Eugenia ordenó cerrar la pastelería, y apagar el horno, Celestina lloraba y suplicaba perdón. Todos salieron a buscar a la pequeña. Polonio y los muchachos corrían tras el tumulto para ver si alguno de ellos se había llevado a la niña. Mientras Eugenia, Felicia y Celestina tocaban las puertas de las casas vecinas para saber si alguien la había visto -¡no puede ser!- gritó Eugenia desesperada -¿dónde está mi hija?- repetía una y otra vez.
En la cuadra ninguno de los vecinos sabía nada de la niña, Celestina seguía pidiendo perdón a Eugenia y ella le reclamaba el por qué había dejado sola a Azucena -tú jamás debiste separarte de mi hija- gritó.
Ahora tenía que ir lo más pronto a la jefatura de policía para presentar la denuncia por la desaparición de su hija, dejó a Felicia y a Celestina en la puerta de la pastelería para que esperen las noticias de Polonio. Mientras ella se dirigía a la jefatura pensaba que estaba viviendo la peor pesadilla, no era justo y quería gritar, las lágrimas caían por sus mejillas y el dolor desgarraba su alma, rogaba al cielo que su hija donde esté, se encuentre bien.
En la comisaria presentó la denuncia para que la ayuden a encontrar a su bebé. Los trámites burocráticos, demoraban una eternidad, las preguntas para que explique al detalle cómo había desaparecido su hija. Eugenia con la voz entrecortada contestaba cada pregunta que le hacía el comisario. Al terminar la entrevista el oficial superior le habló para tranquilizarla: -señora no se preocupe en este momento vamos a salir a buscar a su hija, solo le pido que comprenda que el grueso de mi personal está controlando a los revoltosos en la riña callejera, pero uno de mis guardias la va acompañar para comenzar la investigación- terminó de decir.
Eugenia se puso de pie y salió acompañada por un policía para ir al lugar exacto donde había desaparecido Azucena.
En la puerta de la pastelería la esperaban Polonio, los muchachos nuevos, Felicia y Celestina. La expresión de sus rostros lo decían todo, no habían buenas noticias, nadie había visto nada y menos a la niña. El policía interrogó a cada uno de los presentes, era importante saber como había sucedido y si podía ser un caso de negligencia o lo que es peor un secuestro.
-Nosotros vamos a seguir buscando, es mejor separarnos para tocar puertas y preguntar a la gente, alguien tiene que haber visto algo, mi hija no puede desaparecer sin dejar rastro-. La madre no iba a esperar sentada que la policía la encuentre.
El grupo se separó y buscaron por las calles cercanas, junto al río, caminaron por la orilla y nada no se encontraban rastros de Azucena. Las horas avanzaban y la desesperación, el dolor crecían a cada instante en el corazón de Eugenia.
Había ya oscurecido cuando llegó a su casa cansada y con el corazón adolorido. En la sala la esperaba la tía Rosalía y sus primas que se habían enterado del terrible suceso, junto a ellas también estaba Jean Luca dispuesto ayudar en lo que sea para encontrar a la hija de Eugenia. Todos los presentes le daban palabras de aliento, le decían que la policía la iba a encontrar. Ella agradecía sus palabras pero de solo escuchar, su desesperación crecía aun más.
Una hora más tarde llegó a casa de Eugenia, Marcela:
-Querida amiga, me enterado de la terrible tragedia, vamos a encontrar a tu hija ya veras, la ciudad no es tan grande como para no saber donde está. Mañana a primera hora en la redacción voy hacer imprimir avisos para repartir por toda la ciudad, todos deben estar enterados. La gente en estos casos es muy solidaria y nos van ayudar en la tarea de encontrar a Azucena- finalizó y abrazó a Eugenia que no dejaba de llorar y agradecer su ayuda.
Era muy tarde en la noche cuando la familia y amigos se despidieron. Eugenia se quedó sola en su habitación, se acercó a la cuna de su hija, rogaba al cielo que se encuentre bien. No podía dormir solo quería que amanezca pronto para salir de nuevo a buscar a su hija. Se sentía culpable y el dolor le apretaba el pecho. Por un segundo imaginó a Eduardo e imaginó cómo reaccionaria él con la desaparición de su amada hija.
Amaneció, muy temprano, Eugenia no durmió, se alistó como pudo, se peinó y cuando salía a la calle Filomena le alcanzó un vaso con leche pero ella lo rechazó, no había comido nada desde el día anterior, pero a ella no le importaba, su hija estaba primero.
Celestina le avisó que Felicia y Jean Luca habían venido. Eugenia los recibió pero se disculpó les dijo que tenía que salir a buscar a su hija.
Felicia comentó: -hemos venido para ayudarte- Jean Luca agregó -vamos a organizarnos para seguir buscando, solo debemos saber por donde comenzar-.
En el momento que salían se encontraron con Marcela que traía los avisos impresos para repartir por la ciudad. También llegó Polonio y los nuevos empleados, ellos querían ayudar. Entonces era mejor separarse para cubrir una zona más grande de la ciudad. Los hombres irían por las calles de la periferia que eran un poco peligrosos y las mujeres recorrerían las calles del centro y la orilla del río, todos llevaban avisos para repartir donde se hablaba de Azucena.
Eugenia no deseaba quedarse de brazos cruzados y esperar que la policía encuentre a su hija, tenía que salir a buscarla. Felicia y Celestina hacían lo mismo por otras calles del centro. Filomena se quedó en casa a la espera de la tía Rosalía y de alguna noticia de la policía.
El grupo caminó todo el día en diferentes direcciones, repartían los avisos, peinaron una zona más grande de la ciudad y otra vez lo mismo, nadie sabía nada. Era frustrante no saber donde estaba su niña, Eugenia se desesperó, no podía contener las lágrimas. No quería rendirse, no podía rendirse en la búsqueda de Azucena.
El reloj del comedor marcaba las once de la noche del segundo día desde que su niña había desaparecido y no tenia noticias de Azucena. Eugenia había caminado todo el día buscando y preguntando por su hija para ver si alguna persona sabía algo de ella. La policía hasta ese momento tampoco tenía buenas noticias. En su habitación lloraba, sentía que Dios le había dado la espalda y que el cielo se había cerrado sobre su cabeza. Si su hija no aparecía era mejor morir, sin Azucena la vida no tenía sentido para ella. Se reprochaba y decía en voz alta, como le había fallado, se supone que ella, su madre debía protegerla.
Filomena consolaba a su señora y Celestina lloraba desolada en la cocina, que podía pasar ahora donde estaba su querida bebé y que iba ha hacer con ella su señora.
Pasada la media noche se escucharon unos golpes fuertes en la puerta de calle, Filomena fue abrir, era su amiga Marcela que venía acompañada de su hermano, ella quería conversar con Eugenia.
Filomena la hizo pasar a la sala y fue en busca de su señora, no fue necesario Eugenia había escuchado la voz de su amiga y venía por el corredor a la sala. Marcela al verla entrar a la sala se puso de pie caminó hacia ella y dijo: -¡Eugenia! ¡Eugenia! sé donde está tu hija, no podía esperar hasta mañana para darte la noticia. Azucena se encuentra en la casa de la señora Encarnación, es una dama ecuatoriana y está casada con el Dr. Torres, ellos viven a seis cuadras de la pastelería, no puedo decir cómo llegó a esa casa. Una vecina del matrimonio fue la que vino a la redacción para informar que la bebé perdida estaba en la casa del Dr. Torres. Ahora vamos a buscarla para traerla a su hogar de nuevo- terminó de decir.
Eugenia se puso a llorar, no podía creerlo y no dejaba de dar gracias al cielo, su hija había aparecido. Se envolvió en un chal de lana y en las manos llevaba la frazadita de Azucena para abrigarla, junto a Marcela y el hermano de ésta salieron de la casa para ir a buscarla.
Llegaron a la casa del Dr. Torres y un mayordomo les abrió la puerta, él anuncio a los esposos que habían venido a buscarlo. El Dr. Torres al ver a los visitantes sabía el porque estaban en su casa a esas horas de la noche.
Eugenia junto a Marcela entraron a la habitación donde dormía Azucena, la niña estaba bien abrigada y cuidada. La esposa del doctor le juro que nunca fue su intención quedarse con la bebé, pero no sabía donde se encontraban sus padres, ella estaba segura que en algún momento ellos vendrían a buscarla. Luego comenzó a contar como fue que Azucena llegó a su casa.
La mañana de los sucesos, La señora venía caminando por la calle del colegio Real cuando vio a Azucena que caminaba por la vereda opuesta, al otro extremo de la calle venían corriendo un tumulto de hombres que gritaban. Él grupo se acercaba peligrosamente a la bebé, ella por temor a que la atropellen o lo que es peor alguien se la lleve, cruzó la pista y corrió a su lado, tomó Azucena en sus brazos y no paró de correr hasta llegar a su casa por temor a que la turba le de alcance. Es así como la bebé llegó a mi hogar.
-Yo le juro señora que si pasaba un día más iríamos a la policía junto con mi esposo a denunciar el caso de la bebé perdida, no lo hicimos antes porque no queríamos que la lleven a un orfelinato- señaló la esposa del doctor.
Eugenia no culpaba a los esposos, al contrario les agradecía haber protegido a su hija. Ahora era el momento de llevar Azucena al hogar. Antes de partir volvió agradecer al matrimonio por salvar a su niña. Abrigó bien Azucena, la cargó en sus brazos y partió junto con Marcela y su hermano. Al llegar al hogar de Eugenia, Marcela abrazó a su ahijada y le dio un beso en la frente luego agregó: -Eugenia esta noche ha sido una noche de emociones y felicidad porque tu hija esta de nuevo junto a ti y eso es lo más importante-.
-Marcela... nunca voy a terminar de pagarte lo que has hecho por mi hija y por mí, querida amiga me haz devuelto la vida- contestó agradecida.
A la hora de dormir en su habitación Eugenia estaba al lado de su hija, no quería separarse un instante de ella, la sola idea de perderla para siempre la llenó de temor, tristeza y sacudió hasta la fibra más intima de su ser. En la oscuridad de la noche pensaba que ya era tiempo de ejecutar la idea que daba vueltas en su cabeza, desde lo ocurrido con su esposo no dejaba de pensar en ello. No iba hacer fácil pero debía hacerlo, esto conlleva firmar algunos documentos y tratar de poner orden en su casa y en su vida.
CONTINUARÁ
lunes, 9 de enero de 2023
AL CALOR DE LOS RECUERDOS
Habían pasado algunas semanas desde los trágicos sucesos ocurridos con la muerte de Eduardo. En su casa, Eugenia había recibido una carta extensa de Anella, madre de Eduardo. En ella escribía y se podía sentir todo el dolor y tristeza de perder a un hijo. En uno de los párrafos Anella escribía:
-Querida Eugenia, no es natural que un padre entierre a un hijo, lo natural es que los hijos entierren a su padre, es la ley de la naturaleza. Perder a un hijo es un dolor terrible que no se puede explicar.
La carta seguía y en varias líneas escribía los recuerdos vividos junto al hijo que ya no estaba.
Al terminar de leer la misiva, Eugenia comprendía el dolor y la tristeza de Anella, ella también era madre.
Junto con la carta de Anella también llegaron cartas del Dr. Murillo, Fermín Benites, de su amiga Virginia, en cada una de ellas se podía leer las palabras de pesar y aliento para Eugenia por la terrible tragedia que vivía.
La boda de Virginia estaba cerca y Eugenia le envió un telegrama pidiendo disculpas por no poder asistir a su matrimonio pero debía comprender que estaba de luto.
Eugenia daba gracias al cielo porque el trabajo de la pastelería la mantenía ocupada y la ayudaba a llevar el duelo. Ella no podía abandonarse a la tristeza y renunciar a la vida, tenía a su hija Azucena que la necesitaba. La pequeña había perdido a su padre, no podía perder también a su madre.
En la casa, todavía se podía sentir la presencia de Eduardo en todas las habitaciones, Eugenia tenía la impresión que en cualquier momento se iba abrir la puerta principal y su esposo iba entrar, trayendo consigo algún regalo o flores.
En la pastelería Eugenia recibía la visita de su tía Rosalía y sus primas que querían acompañarla y reconfortarla, ella agradecía su presencia pero en general lo que la mantenía en pie era su hija Azucena y el trabajo.
El tiempo pasaba muy rápido, la pequeña Azucena ya daba sus primeros pasos y usaba las botitas que su padre le había mandado hacer. En dos semanas más la niña cumpliría un año, Eugenia le iba a celebrar el santo pero sería una reunión sencilla solo con la familia. Nada de alboroto y menos música.
El domingo día de la celebración del cumpleaños, los invitados llegarían a las cuatro de la tarde. Había que vestir a la niña con su vestidito rosa con blondas y encaje, zapatitos blancos y un lazo en la cabeza. La mesa tenía un bello mantel, en ella habían pasteles, budines, bombones, caramelos, empanadas y en el centro, una gran torta adornada cubierta con una fina capa de mazapán y pequeñas flores blancas de azúcar completaban la decoración. Todos los bocaditos y la torta fueron preparados en la pastelería.
A las cuatro de la tarde comenzaron a llegar los invitados, Eugenia tenía en los brazos a su hija Azucena, la bebé recibia a todos con una sonrisa. La tarde de la celebración fue sencilla pero amena, todas las mujeres de la familia habían traído regalos, en todo momento se evitó hablar de temas tristes, era el cumpleaños de Azucena y había que celebrarlo.
Al final de la tarde la reunión terminó. La familia se despedía, Marcela madrina de Azucena abrazó y beso a su ahijada, ella comprendía el dolor de Eugenia porque también había perdido a su esposo. El día domingo había terminado y la celebración también, Eugenia agradecía a toda la familia por acompañarla a celebrar el primer año de la pequeña Azucena.
Al día siguiente era Lunes, el trabajo en la pastelería como siempre se desenvolvía en forma normal. Los resultados económicos poco a poco se reflejaban en el libro contable, los números estaban en azul. Sin embargo Eugenia siempre recordaba las palabras de su esposo que decía: -querida, no todo el dinero que entra en la pastelería es ganancia, ¡nunca debes olvidar! de esta manera los ingresos y egresos se mantendrán en orden y tendrás el valor real de la inversión
Con el incidente de la nota anónima y la experiencia vivida por Eugenia, Felicia había desarrollado una teoría que no estaba del todo equivocada. En la mañana mientras atendían al público Felicia explicaba:
-Eugenia, casi tengo la seguridad que los que enviaron la nota anónima eran enemigos de Eduardo o de la naviera, nadie más podía saber que él había desaparecido. Tú no comentaste nada de lo sucedido a tu esposo-.
Felicia podía tener razón, pensó Eugenia, su esposo había desarrollado un buen trabajo y gracias a ello la naviera ganó muchos contratos de carga para llenar las bodegas del barco. Esto pudo despertar molestias en la competencia. Eugenia prohibió a Felicia hablar sobre el tema, era peligroso asegurar algo sin tener pruebas. Además para ella lo ocurrido en ese lugar donde se criaban los toros de lidia, fue una experiencia desagradable y aterradora.
Dos a tres días de la semana solía llegar de visita a la pastelería Jean Luca, amigo de Vittorino esposo de Elina prima de Eugenia y hermana de Felicia. Éste solía comprar empanadas para la merienda de la tarde. Felicia lo atendía y mientras ella envolvía su pedido, él se acercaba para saludar a Eugenia y conversar unos minutos, cada vez eran más seguidas sus visitas a la tienda.
Cuando él se retiró, Felicia que no se le escapaba nada comentó: -Jean luca viene cada vez más seguido a la pastelería, creo que le gustan los pasteles que se venden aquí-.
Eugenia no comentó ni dijo palabra alguna, entonces Felicia insistió: -¿tú que opinas? ¿crees que estoy equivocada?-.
-Felicia, tienes demasiada imaginación, las personas son libres de ir donde lo deseen y comprar a su gusto- contestó un tanto molesta.
El comentario de Felicia a Eugenia le parecía exagerado, Jean Luca era una persona amiga, pasaba a saludarla compraba lo que le gustaba y se retiraba. Su conversación siempre fue amable y cordial.
Sin embargo, la gran felicidad para Eugenia era su pastelería "Las Delicias", se hacía cada vez más conocida en la ciudad, esto significaba que al público le agradaba la calidad y el sabor de los pasteles, los panes dulces y las deliciosas empanadas, ni hablar del budín de trigo que se acaba ni bien salía del horno. El secreto de su éxito, conservar siempre el sabor y la calidad, además de tener bien decorado e impecable el local.
En las noches antes de hacer dormir a su pequeña hija, jugaba con ella y le contaba cuentos, cuando Azucena se dormía, Eugenia se ocupaba de revisar las cuentas y los pedidos de la pastelería. A la hora de irse a dormir guardó su prendedor en el joyero y sacó la sortija de compromiso que un día le diera Eduardo, esa joya debía volver a la familia de su esposo, a ellos les pertenecía. En la primera oportunidad Eugenia se la entregaría Anella, madre de Eduardo.
Temprano en la mañana, antes de salir de su casa para ir a trabajar, le dio las recomendaciones del caso a Celestina para que cuide bien Azucena. Como la niña ya caminaba Eugenia pensó que sería bueno llevarla a la pastelería algunos días, para tenerla cerca.
La mañana de trabajo se desarrollo en forma normal, unos minutos antes de cerrar la pastelería al medio día, Polonio entró agitado a la tienda, estaba pálido: -señorita Eugenia, debe venir pronto a la trastienda- insistió.
Eugenia alarmada dejó lo que estaba haciendo, pensó que el horno se incendiaba o los pasteles que debían salir en la mañana se habían quemado ¡qué tragedia! repetía.
En el patio se escuchaba bulla y palabras altisonantes, al acercarse para ver lo que sucedía, eran Atencio y Justo los que armaban el alboroto lo peor fue que estaban encaramados en una lucha cada uno de ellos con medio cuerpo descubierto y en las manos tenían filosas cuchillas con las que se habían cortado los brazos. Eugenia al ver el deplorable espectáculo levantó la voz -¡deténganse! repetía una y otra vez- pero los muchachos no hacían caso y seguían luchando, se golpeaban con ferocidad.
-¡Polonio dame tu cinto!- gritó Eugenia y éste obedeció.
Por temor a que se corten con heridas profundas que podían causarles la muerte, con el cinto en la mano Eugenia les dio un latigazo en la espalda a cada uno. El dolor los hizo reaccionar y se soltaron rápidamente. Fue la única manera de conseguir que se detengan, recién en ese instante, ellos se percataron de la presencia de Eugenia.
-Cómo es posible que se comporten como delincuentes- les increpó molesta -esto es algo inconcebible que no puedo tolerar, pónganse las camisas en este momento y desde ya les anuncio que están despedidos. Ahora mismo voy a pagarles el salario que se les debe- señaló con autoridad.
Los dos muchachos se arrodillaron ante Eugenia para suplicar su perdón y rogar por su trabajo. Ella detestaban dejar a sus empleados sin empleo pero en este caso no tenía salida, como podía en el futuro confiar en ellos y en que momento, ella misma se podía ver amenazada por la mala conducta de estos empleados.
Antes de aceptar el empleo los dos jóvenes sabían las reglas que debían acatar dentro del trabajo.
Eugenia muy seria dio la media vuelta fue hasta la caja para pagarles el salario que se les debía, ordenó a Felicia cerrar la puerta de entrada. Los dos muchachos se acercaron a ella para recibir su paga, ambos trataron de justificar su comportamiento pero Eugenia les ordenó retirarse. Se sentó cansada en una de las sillas detrás de la vitrina, estaba molesta y contrariada. Le dolía la garganta por haber levantado la voz, luego comentó con Felicia lo sucedido y ésta contestó: -vas a denunciarlos con la policía-.
-No, no voy a denunciarlos ya es bastante castigo el quedarse sin empleo, esto es una lección que nunca olvidaran-. contestó todavía molesta por lo sucedido.
Polonio fue llamado por Eugenia para pedirle que busque a dos jóvenes, sus nombres habían quedado seleccionados cuando se solicitó personal para trabajar: -es necesario que busque a estos dos muchachos para que comiencen hoy mismo a trabajar. No podemos cerrar la pastelería por este incidente- aseguró Eugenia.
A las tres de la tarde, cuando se abría de nuevo la tienda, Polonio presentó a Eugenia los dos nuevos empleados sus nombres eran Aquilino y Percy. Ellos serían supervisados hasta comprobar que sabían su oficio.
Al final de tarde Polonio comentó con Eugenia y Felicia sobre el altercado de la mañana con Justo y Atencio, a ellas les contó porque se habían peleado: - desde hace varios días se llevaban mal y se trataban mal, ya no se podía trabajar junto a ellos, discutían todo el tiempo. Tarde o temprano tenían que terminar en pleito. No se bien el motivo de su pleito pero creo que tenía que ver con la hermana de uno de ellos.
Eugenia no quería saber más del asunto, era un tema acabado, hacer comentarios era una pérdida de tiempo.
Con el trabajo de cada día los nuevos empleados tomaban experiencia y aprendían las recetas y las cantidades exactas que debían respetar para no cambiar el sabor de cada pastel o dulce. Polonio supervisaba el trabajo de los nuevos empleados y si había alguna duda consultaba con Eugenia para que de su aprobación.
En las tardes como ya era una costumbre Jean Luca pasaba por la pastelería para visitar y conversar con Eugenia, una tarde la invitó a salir y ella declinó amablemente su invitación, se justificó diciendo que estaba de luto y que no podía salir. Jean Luca no insistió.
-Eugenia, supongo que puedo seguir visitándola en la pastelería-. habló un poco decepcionado.
-Nosotros seguimos siendo amigos y usted siempre es bienvenido- contestó Eugenia.
Cuando se retiró Jean Luca, Felicia iba hacer un comentario pero Eugenia se lo impidió: -no es necesario que des tu opinión-. Su prima estaba molesta y Felicia no deseaba tener un altercado con ella, le tenía un gran respeto y estima.
Después de la visita de Jean Luca, Marcela llegó a visitar a Eugenia a la pastelería comentó con ella:
-Mi querida amiga, mañana tengo una reunión en mi casa y estás invitada, el motivo un aniversario más de la revista, van asistir gente del medio y de la política. Te espero a las 7 p.m no lo olvides, la reunión es con vestido elegante- señaló Marcela a su amiga y se despidió.
Eugenia no sabía que ponerse, podía parecer algo frívolo que pensará de esa forma si estaba de luto pero era una reunión elegante y debía ir con un vestido apropiado para la ocasión.
En la tarde del día siguiente se alistaba en su habitación para asistir a la reunión de su amiga Marcela. Eligió para la ocasión un vestido de brocado con adornos dorados, de escote redondo y manga tres cuartos, ceñido en la cintura con un cinturón de fantasía, guantes pequeños de terciopelo, zapatos que hacían juego con el vestido y una pequeña cartera de satén. Llevaba en el cuello un fino collar de perlas y aretes de oro, sobre los hombros llevaba un chal con hilos dorados, para finalizar se perfumó con agua de lavanda. Con todo aquello estaba completo su arreglo, solo esperaba el coche de alquiler que venía a recogerla para llevarla a la casa de Marcela.
Antes de salir dio las recomendaciones del caso a Filomena y Celestina para que cuiden bien Azucena, ella estaría de regreso a la media noche.
Al llegar a la casa de Marcela ya habían algunos invitados, todos ellos vestían elegantes. Eugenia entró en el gran salón con su vestido fino, su porte y juventud la hacían lucir más distinguida. El ambiente de la reunion estaba muy animado, Marcela al percatarse de su presencia fue a saludarla. Los invitados eran lo mejor del ambiente político, periodístico, literario, además de empresarios y personas notables de la ciudad.
Entre los invitados se encontraba el senador Isaías Monasterio que no podía faltar.
En el transcurso de la velada no faltaron los discursos alusivos al aniversario. Se recordaron los nombres notables de las personas que pasaron por la redacción y por supuesto el nombre de Rubén se mencionó. Marcela presentó a Eugenia a varios de sus conocidos, entre políticos y escritores. La reunión era un éxito. En un momento aparte Eugenia comentó con su amiga que había escuchado algunos comentarios de los invitados que se hablaba de un levantamiento contra el gobierno.
-Siempre vamos a escuchar rumores, mi querida Eugenia. Lima es una ciudad de rumores, es algo que he aprendido en estos últimos años. Lo importantes es saber cuando son verdad y cuando son solo comentarios que crean desconcierto en la población, es ahí donde está la duda y se debe investigar antes de publicar una noticia.
Salvo estos comentarios la reunión fue amena, entretenida y una nueva experiencia para Eugenia. Tuvo oportunidad de conocer gente notable del ambiente y conversar con el senador Isaías Monasterio que era una persona divertida y un notable orador.
Alrededor de las doce de la noche, Eugenia se despedía de su amiga Marcela, del senador y otros invitados. Subió al coche que vino a recogerla, estaba cansada con sueño pero feliz porque había pasado una velada diferente y entretenida.
CONTINUARÁ
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