domingo, 25 de febrero de 2024

TRES HISTORIAS...¡5,500 MSNM!

Como había prometido la asistenta social Elia Ruiz al día siguiente se presentó ante el Sargento Sánchez para terminar de tomar sus datos personales para su historia clínicas y además seguir escuchando los relatos sobre su vida que la habían sorprendido, en un pueblo en lo alto de los Andes. 
-Buenos Días Sargento Sánchez- saludó la asistente -¿cómo amaneció y ¿cómo se siente?-.
-Amanecí más o menos señorita y ¿cómo me siento?, no muy bien en esta cama que no quiere dejarme. Estoy esperando que llegue mi esposa a la hora de visita-contestó el sargento con pocas palabras.
Elia Ruiz sonrió y preparó sus hojas para terminar de tomar los datos, era el reglamento del hospital al que debía  ceñirse. Luego de terminar los apuntes, ella le recordó al Sargento que había dejado en suspenso su historia el día anterior y éste rápidamente comenzó a contar a la asistente que lo escuchaba con atención y curiosidad. Estaba en su hora de descanso y nadie la iba a necesitar por el momento.  
Gerardo Sánchez observó el interés de la señorita y comenzó su relato -como le comentaba ayer los pumas solían merodear la zona donde vivía y aunque usted no me crea dos días después que el vecino nos avisara que había un puma merodeando, yo tuve un encuentro con este felino. Nos miramos frente a frente me quedé paralizado y las piernas me temblaban, no podía moverme, el animal atento podía sentir mi respiración nerviosa, casi jadeaba. Sabía que si me movía o corría, él se lanzaría sobre mi con tanta rapidez que yo no estaría aquí conversando con usted. Estático no atiné a nada, por suerte el puma decidió irse sin hacerme daño. Creo que ese día fue mi día de suerte, él estaba a solo un metro de distancia las consecuencias pudieron ser fatales. Los pumas son sumamente fuertes, mi encuentro duro solo unos segundos pero fueron suficientes para que yo caiga desmayado de la impresión y del miedo. Me da vergüenza decirlo pero llegué a mojar los pantalones. Uno de mis hermanos me encontró tendido en la nieve que ya casi se derretía porque el invierno terminaba.
-Pero señor Sánchez- insistió la señorita -usted debía gritar o tratar de asustar al fiero animal-
-No, jamás se debe hacer algo así, estos animales son ágiles y fuertes y por salvar su vida pudo matarme en segundos, en ese entonces yo era muy joven recién había terminado el colegio- contestó el sargento con la seguridad de quien conoce a estos felinos salvajes. 
Sánchez continuó su historia -después de ese encuentro tenía mucho temor de alejarme de la casa, mi padre estaba preocupado y una mañana me habló. No debes alejarte demasiado del hogar y si vas hacerlo que uno de tus hermanos te acompañe. Yo acepté porque era lógico que me cuidara pero para ese entonces dentro de mí guardaba una inquietud que no me dejaba y en cada instante venía a mi mente. Tal vez mi encuentro con el puma solo me ayudó a tomar la decisión que venía pensando desde hace varias semanas y que no me atrevía a decírsela a mis padres. Todas las mañana me levantaba al amanecer salía de la casa, caminaba unos pasos hasta un acantilado y miraba el paisaje, era tan bello que me sentía pequeño e insignificante ante la fuerza y belleza de esas montañas. Pero también quería conocer y ver que había más allá de las montañas, mi vida se hallaba en un terrible dilema por un lado estaba mi familia y por otro lado estaba la idea de partir para buscar nuevos horizontes y elegir mi camino. Me angustiaba dejar a mis padres y hermanos con todo el trabajo, en ese entonces tenía muchas dudas. Nosotros somos cinco hombres de los doce hermanos todavía habían dos bebés que no podían ayudar, todo eso pesaba para mí. 
-Cuando fue que tomó la decisión de hablar con su padre- preguntó Elia.
-No, todavía demore algunas semanas en hablar con él, pronto comenzaría la primavera y debíamos empezar a trasquilar a los animales para vender su lana. No me atrevía a decir palabra con todo el trabajo que se venía. Pensaba que al terminar de trasquilar a los camélidos, era el mejor momento para hablar-.
En medio de la conversación llegó la esposa del Sargento Sánchez.
-Gerardo ¿cómo estás? veo que te sientes un poco mejor porque la conversación esta muy amena-.
-Me siento bien Amanda y si, estoy contando a la señorita un poco la historia de mi vida, tú la conoces muy bien y sabes todas la situaciones que tuve que pasar para llegar donde estoy- comentó el Sargento a su esposa mientras besaba su mano.
-Señorita- habló Amanda -voy a interrumpir un momento la conversación porque deseo preguntar si ya están los resultados de los análisis  y exámenes médicos de mi esposo han pasado tres días y nadie dice nada-.
-Señora la parte clínica, la parte médica las ve el doctor Montes, yo no estoy autorizada a decir nada sobre ese tema, yo solo veo el lado administrativo- contestó Elia Ruiz.
-Sargento Sánchez, ya faltan diez minutos para que termine mi hora de descanso debo retirarme, sigo con mucho interés sus relatos, puedo regresar mañana a la misma hora para seguir con  la historia.
-Señorita...venga usted a la hora que desee, yo estoy aquí y prometo no irme a ningún lado para continuar nuestra conversación- dijo riendo el Sargento.
La asistenta se despidio de los esposos y se fue a seguir con sus tareas. Amanda estaba un poco celosa por la atención que recibía Elia Ruiz.
Gerardo se dio cuenta de la actitud de su esposa, volvió a tomar su mano la beso y le dijo: -Amanda... tú sabes que eres la única mujer en mi vida, no hay nadie a quien yo pueda amar más-.
La esposa sonrió, conocía a su esposo, sabía que era muy galante.
El doctor Montes entró de súbito en la habitación con los resultados de los exámenes y análisis realizados al Sargento, la expresión de su rostro no hablaba de nada bueno. Amanda y su esposo no lo esperaban, pensaban que demorarían un día más los resultados. ¿Qué les diría el doctor Montes? ¿qué había encontrado y por qué estaba tan serio?. 
     
          
CONTINUARÁ    


 

domingo, 18 de febrero de 2024

TRES HISTORIAS... ¡5,500 MSNM!

Gracia doblaba con cuidado la ropa de su bebé y la ponía sobre la cama, no sabía aún que decisión iba a tomar, tenía tantas dudas... Su madre irrumpió en la habitación y preguntó. 
-¿Gracia a qué hora tienes la cita con la obstetra? ¿quieres qué te acompañe?- la madre se quedó esperando la respuesta de su hija.
Gracia contestó al instante -Madre, debo ir a mi consulta a las diez de la mañana y sí, deseo que me acompañes, es mejor que me ayudes a decidir porque todavía tengo algunas dudas-.
Prudencia, la madre de Gracia se acercó a su hija, se sentó en la cama y con voz pausada dijo: -hija no debes tener dudas o miedo, la señora obstetra tiene razón cuando dice, que es mejor ir al hospital y en tu caso no hay que dudar ni esperar más tiempo, estamos yendo contra el tiempo. ¿Qué doctor te va atender con  ocho meses de embarazo?. Piensa con cuidado, primero está el bebé que has deseado tanto-. 
Gracia no contestó a su madre pero reconocía que sus palabras decían la verdad ¿porqué dudaba tanto? no tenía respuesta para aquello.
-Entonces hija, prepárate de una vez que yo voy hacer lo propio- contestó Prudencia al ver que Gracia no habló, su madre salió de la habitación.
La hija guardó en la cómoda la ropa doblada del bebé y comenzó a cambiarse. Nadie podía decir que ella no disfrutó de su embarazo, se sentía feliz y se compró varios vestidos de maternidad y varios pantalones y blusones amplios para lucir su estado. Gracia no había perdido las ganas de arreglarse a pesar del malestar que sufrió los primeros meses, ni de lucir su barriga que guardaba el tesoro más preciado, su bebé. Desde un comienzo no quizo saber el sexo de la criatura, deseaba que fuera una sorpresa para todos. Al principio su esposo no estuvo de acuerdo pero luego aceptó la situación. Él siempre decía -nunca se debe contrariar a una mujer embarazada, eso no le hace bien al bebé ni a la madre-. Toda la familia estaba de acuerdo y estaban felices de que Gracia espere a su primer hijo. Algunos tíos y tías, comenzando por su propia madre pensaban que no iba a salir embarazada pero nadie hacía comentarios para no herir sus sentimientos. No es fácil para una mujer que desea ser madre, el no poder concebir.
Prudencia y Gracia, llegaron puntuales al consultorio  a la hora de su cita. Amanda como un favor especial a su hermana Nora estaba con ella para revisar a la paciente. Esto se debía a que Amanda había cerrado su consulta para dedicarse de lleno a la atención de su esposo enfermo, el sargento Gerardo Sánchez.
Amanda revisó a Gracia y tenía razón Nora, su embarazo iba por buen camino, ella era una mujer saludable que se alimentó bien durante los meses de espera.  Además los exámenes médicos decían que estaba en perfecto estado de salud ella y el bebé.
Ahora se debía tomar la decisión definitiva de ir al hospital. Amanda conversó con la futura madre, le comentó sobre los riesgos que podían presentarse y la seguridad de ser atendida en el hospital.
-En este caso no se debe dudar- comentó Amanda -no debemos perder más tiempo, ya conoces los riesgos que se pueden presentar, toma la decisión para ir de inmediato al hospital-.
Gracia pensó unos segundos y luego aceptó con todo su pesar ir al hospital, ella desde un comienzo quería tener al bebé en su hogar pero reconocía que en ese recinto hospitalario estaría bien atendida y si había una emergencia sabrían que hacer.  Era la mejor decisión y la felicidad para todos. 
-Has tomado el camino correcto, Nora te va a llevar al hospital  con el doctor Samuel Arena, él es especialista en casos como el tuyo. No debemos perder más tiempo, ahora mismo Nora lleva a la paciente y preséntala con doctor. Él va a decidir si se hace una cesárea o no pero en tu caso es más seguro lo primero- con estas palabras Amanda puso fin a la consulta se despidio y se retiró para ir a su casa y de ahí partir a visitar a su esposo en el hospital.
Amanda llegó diez minutos tarde del horario en que comenzaba la hora de visita. Encontró a Gerardo tranquilo, sentado en la cama, leyendo el libro que ella le había traído para que se distraiga y no piense demasiado en su enfermedad.
-¿Porqué te has demorado tanto?- preguntó su esposo.
-Solo son diez minutos de retraso, creo que exageras un poco- contestó Amanda 
-Solo diez minutos que parecen una eternidad, estar en esta cama me hace pensar que nunca voy a salir de ella- agregó el esposo con tristeza. 
-No hables así, no es bueno para tu recuperación, pronto estarás bien y todo esto será un mal recuerdo-.
El sargento iba a contestar pero fue interrumpido por la asistenta social que se acercó a su cama.
-Buenas tardes Sargento Sánchez, mi nombre es Elia Ruiz, soy la asistenta social y estoy aquí para recopilar sus datos y hacerle algunas preguntas que el protocolo del hospital exige.
-Muy bien señorita Ruiz haga usted las preguntas pertinentes- respondió el sargento. 
Elia Ruiz comenzó por preguntar su nombre, su edad, su estado civil, donde había nacido y es en ese momento fue que el Sargento de la policía, se detuvo un instante como recordando algunos episodios de su vida.
-Usted me pregunta donde nací, yo le contestó que no se puede imaginar donde vine al mundo- Gerardo Sánchez sonriendo agregó -yo nací a 5,500 msnm en lo alto de la cordillera de los Andes, mi pueblo está perdido en las alturas de la cordillera  porque no aparece en los mapas. Es un lugar hermoso pero frío, sumamente frío y en las temporadas de invierno sopla un viento debajo de cero grados que hiela hasta los huesos. El paisaje es abrumador puede dejar sin palabras al más experimentado explorador. La fuerza y la belleza de la cordillera se luce en todo su esplendor. Pero existe un problema grave, a esas alturas no crece nada productivo solo una hierba llamada ichu que es consumida por los camélidos de altura como llamas, vicuñas y alpacas. Mi familia, era una familia de campesinos dedicados a la crianza y venta de la lana de camélidos. Disculpe si la estoy aburriendo ocupando su tiempo- se detuvo el sargento.
-No, no es nada de eso señor Sánchez, al contrario llamó mi atención el lugar donde usted nació, esa parte de la cordillera en que provincia queda- preguntó con sorpresa la asistente.
- En la provincia del Cuzco, en lo más alto- contestó con serenidad el sargento -mi familia consta de mi padre, mi madre y doce hijos. Yo soy el segundo hermano de los doce, tengo una hermana mayor que todavía vive en mi pueblo. También debo añadir que éramos una familia pobre y humilde pero trabajadora, nuestro día comenzaba a las cinco de la mañana y terminaba cuando el sol se ocultaba. Era un tiempo de trabajo y serenidad en la que vivíamos todos juntos. Mi madre trabajaba sin descanso para criar doce hijos, la comida no sobraba pero nunca faltó en la mesa las papas o la carne seca que se come en la altura. El olluco era una delicia cuando mi madre lo preparaba con carne seca. Los mayores ayudábamos a mi padre a cortar y juntar la lana para luego venderla al mercader que la compraba. Yo tenía recién cumplidos los dieciocho años cuando una mañana cuidando los alrededores de nuestra casa un vecino se acercó para avisarnos que habían visto a un puma merodeando por el lugar. Teníamos que estar atentos porque es una zona donde habitan pumas, considerados los reyes de las alturas en la cordillera. Ellos se acercaban a las casas sigilosamente para encontrar algo de comer o cazar algún animal. Demás esta decir que son animales sumamente hermosos, agiles, fieros y veloces 
Elia Ruiz se disculpó con el sargento por interrumpirlo pero le prometió que regresaría al día siguiente en su hora de descanso para terminar de tomar apunte sobre sus datos pero además quería que él continúe contando sobre su vida en las alturas de la cordillera, donde ella jamás podía imaginar que existía un pueblo.

CONTINUARÁ          
                  
      
 


     
 

domingo, 11 de febrero de 2024

TRES HISTORIAS

5,500 MSNM: En la cama número 28 del hospital Central el sargento Gerardo Sánchez se debatía entre la vida y la muerte. Su esposa Amanda se encontraba junto a él a la espera del doctor Santiago Montes que como todas las mañanas pasaba revisión a todos sus pacientes. Al llegar a la cama 28 el sargento Sánchez lo saludo con voz quejumbrosa -Buenos días doctor-.
El doctor correspondió el saludo y después de leer su historia medica, comenzó a examinarlo en silencio.
Amanda la esposa del sargento miraba atenta cada movimiento del doctor, cuando éste terminó el examen preguntó -¿doctor, por favor dígame como se encuentra mi esposo, cual es su diagnóstico?-.
El doctor le pidió que espere un momento, tenía que escribir algunas notas en la historia clínica  del sargento, después muy serio se dirigió al paciente y a su esposa. 
-En este momento no puede dar un diagnóstico claro sobre el estado del paciente, debemos esperar el resultado de los examines médicos para tener mayor seguridad y un diagnostico claro. Con esa información podré dar mi opinión- después de decir estas palabras se despidio y fue atender a otros pacientes.
Por unos segundos hubo desconcierto y silencio entre los esposos. Amanda tomó la mano de su esposo y comentó: -Gerardo, el doctor tiene razón hay que esperar el resultado de los exámenes, es mejor tener paciencia en estos casos-
-Tienes razón Amanda, es mejor esperar, aunque tengo que decir que el doctor podía adelantar algo para estar más tranquilo- habló con impaciencia, el sargento.
-Los doctores no trabajan así, ellos quieren estar seguros para dar su opinión- contestó su esposa para tranquilizarlo.
El Sargento ya no quería hablar más, se sentía cansado, su esposa le alcanzó un vaso con agua para calmar su sed, luego de terminar de beber se quedó dormido. Amanda se sentó en la silla que estaba al lado de la cama, faltaba media hora para que termine el horario de visita. Al retirarse no despertó a su esposo, lo mejor era dejarlo dormir. 
En el camino de regreso a su casa Amanda no podía dejar de pensar en la salud de Gerardo, por unos segundos pensó en lo peor, pero luego se calmó, tenía la esperanza de que pronto iba a estar bien y todo aquello sería solo un recuerdo. Su esposo nunca fue un hombre enfermizo, si no todo lo contrario era saludable y fuerte.  
El matrimonio tenía tres hijos, todos ellos vivían y trabajaban en el extranjero. De acuerdo con su esposo no llamaría a sus hijos para no preocuparlos. Amanda no estaba de acuerdo con esto, los hijos tenían que estar enterados sobre la salud de su padre, pero el sargento insistió.
-Amanda no vas a llamar a los muchachos, ellos están ocupados, trabajan y cada uno tiene su vida- 
-No estoy de acuerdo contigo- contestó fastidiada su esposa - tú eres su padre y ellos deben saber la verdad-.
El esposo fue categórico -no vamos a decir nada a nuestros hijos por el momento-. Su esposa no insistió, era en vano. Gerardo podía ser muy obstinado cuando quería algo. 
Cuando llegó a su casa ya era de noche. Abrió la puerta, dejó sus llaves en la mesita auxiliar y a medida que caminaba prendía las luces de cada ambiente. La casa la sintió más grande y pesada pero en realidad no era así, era una casa pequeña con tres habitaciones que había albergado a su familia por muchos años. La compraron ella y su esposo con muchos sacrificios, la casa estaba ubicada dentro de una urbanización que pertenecía a los miembros suboficiales de la policía. ¡Qué recuerdo alegres de familia! no se podía quejar tuvo una buena vida dentro de su ambiente familiar. A cada hijo les dieron una carrera para que puedan tener una mejor vida.
Los años habían pasado rápidamente y de pronto la salud de su esposo se había complicado con una enfermedad que hasta ese momento no sabían con certeza que era.
Distraída en sus pensamientos, escuchó que sonaba el timbre, fue abrir la puerta y era su hermana Nora que vivía muy cerca de ellos. 
-¿Cómo estás Amanda y cómo está mi cuñado?- preguntaba esto mientras abrazaba a su hermana -¿Los doctores han dicho algo sobre su enfermedad?-. Nora no dejaba de preguntar, con sus palabras presionaban a su hermana para que le diga algo sobre la salud de su cuñado.
Amanda le señaló que tome asiento en uno de los sillones de la sala y comenzó a contarle lo que sabía sobre la salud de su esposo, el doctor Montes no llegaba todavía a una conclusión.
Nora atenta escuchó a su hermana y movió la cabeza en señal de desconcierto y preocupación, cuanto más se demoraban en llegar a un diagnóstico era más peligroso para su salud de su cuñado.
-Amanda- dijo Nora con cierto temor y duda -Yo quisiera hablarte de otro tema y necesito tu ayuda y opinión-.
Amanda miró a su hermana, qué se traía entre manos y que le iba a pedir ahora, por su tono de voz era algo serio.
-Necesito que me ayudes con un diagnóstico con respecto a una paciente que estoy atendiendo- comentó preocupada a la espera de lo que diría su hermana.
Amanda y Nora eran obstétrices de carrera, ellas atendían pacientes que deseaban dar a luz en sus casas. Amanda había trabajado por años en el hospital y ahora estaba retirada, pero seguía atendiendo pacientes en forma particular. Muchas mujeres querían tener sus hijos en la comodidad de su hogar, pero no en todos los casos era posible  tenerlos en la casa. Nora explicó a su hermana de que se trataba el caso. Era una paciente primeriza que tenía 38 años.
-Nora- contestó Amanda en el momento -es un caso delicado, la paciente es una mujer mayor y primeriza. Es muy posible que después de este embarazo no vuelva a tener otro debido a sus años, esto no es una ley absoluta pero el porcentaje de embarazos a esa es edad es mínimo y de cuidado. Ella no es una paciente para tener su hijo en el hogar, debes derivarla al hospital con el doctor Arena especialista en estos casos. Recuerda "Mujer mayor, feto valioso" , si sucediera alguna emergencia en el hospital la atenderían de inmediato. En su casa no hay lo necesario para un caso de emergencia. Tu sabes muy bien todo esto- luego preguntó -¿cuántos meses tiene?-
-Ocho meses y su embarazo ha ido bien hasta el momento, yo deseaba pedirte que la examines para que me des tu opinión. Tú tiene mucha experiencia y yo confió en ti-.
-Nora, tienes todos los exámenes sobre su estado de salud. Puedo examinarla pero insisto, ella debe ir al hospital, su caso es seguro para una cesárea. Debes ser clara con esto y decirle los problemas que se pueden presentar- contestó Amanda para no dejar dudas sobre su opinión.
-Tengo un problema con respecto a eso, mi paciente insiste en alumbrar en su casa junto a su madre y esposo- Nora habló con desanimo. 
-Voy a ser directa contigo mi querida hermana, en este caso la paciente no manda, tú eres la profesional y sabes los riesgos que existen. ¡Nora! por favor habla claro con tu paciente sobre los riesgos que corre si quiere tener su hijo en casa. Si no entiende dile que busque otra profesional-  
Nora sabía que su hermana Amanda tenía razón en todo lo que decía, la paciente se había cerrado con tener su hijo en casa. Ahora debía decidir si la iba atender en su hogar o derivarla para ser atendida en el hospital.


CONTINUARÁ