Como había prometido la asistenta social Elia Ruiz al día siguiente se presentó ante el Sargento Sánchez para terminar de tomar sus datos personales para su historia clínicas y además seguir escuchando los relatos sobre su vida que la habían sorprendido, en un pueblo en lo alto de los Andes.
-Buenos Días Sargento Sánchez- saludó la asistente -¿cómo amaneció y ¿cómo se siente?-.
-Amanecí más o menos señorita y ¿cómo me siento?, no muy bien en esta cama que no quiere dejarme. Estoy esperando que llegue mi esposa a la hora de visita-contestó el sargento con pocas palabras.
Elia Ruiz sonrió y preparó sus hojas para terminar de tomar los datos, era el reglamento del hospital al que debía ceñirse. Luego de terminar los apuntes, ella le recordó al Sargento que había dejado en suspenso su historia el día anterior y éste rápidamente comenzó a contar a la asistente que lo escuchaba con atención y curiosidad. Estaba en su hora de descanso y nadie la iba a necesitar por el momento.
Gerardo Sánchez observó el interés de la señorita y comenzó su relato -como le comentaba ayer los pumas solían merodear la zona donde vivía y aunque usted no me crea dos días después que el vecino nos avisara que había un puma merodeando, yo tuve un encuentro con este felino. Nos miramos frente a frente me quedé paralizado y las piernas me temblaban, no podía moverme, el animal atento podía sentir mi respiración nerviosa, casi jadeaba. Sabía que si me movía o corría, él se lanzaría sobre mi con tanta rapidez que yo no estaría aquí conversando con usted. Estático no atiné a nada, por suerte el puma decidió irse sin hacerme daño. Creo que ese día fue mi día de suerte, él estaba a solo un metro de distancia las consecuencias pudieron ser fatales. Los pumas son sumamente fuertes, mi encuentro duro solo unos segundos pero fueron suficientes para que yo caiga desmayado de la impresión y del miedo. Me da vergüenza decirlo pero llegué a mojar los pantalones. Uno de mis hermanos me encontró tendido en la nieve que ya casi se derretía porque el invierno terminaba.
-Pero señor Sánchez- insistió la señorita -usted debía gritar o tratar de asustar al fiero animal-
-No, jamás se debe hacer algo así, estos animales son ágiles y fuertes y por salvar su vida pudo matarme en segundos, en ese entonces yo era muy joven recién había terminado el colegio- contestó el sargento con la seguridad de quien conoce a estos felinos salvajes.
Sánchez continuó su historia -después de ese encuentro tenía mucho temor de alejarme de la casa, mi padre estaba preocupado y una mañana me habló. No debes alejarte demasiado del hogar y si vas hacerlo que uno de tus hermanos te acompañe. Yo acepté porque era lógico que me cuidara pero para ese entonces dentro de mí guardaba una inquietud que no me dejaba y en cada instante venía a mi mente. Tal vez mi encuentro con el puma solo me ayudó a tomar la decisión que venía pensando desde hace varias semanas y que no me atrevía a decírsela a mis padres. Todas las mañana me levantaba al amanecer salía de la casa, caminaba unos pasos hasta un acantilado y miraba el paisaje, era tan bello que me sentía pequeño e insignificante ante la fuerza y belleza de esas montañas. Pero también quería conocer y ver que había más allá de las montañas, mi vida se hallaba en un terrible dilema por un lado estaba mi familia y por otro lado estaba la idea de partir para buscar nuevos horizontes y elegir mi camino. Me angustiaba dejar a mis padres y hermanos con todo el trabajo, en ese entonces tenía muchas dudas. Nosotros somos cinco hombres de los doce hermanos todavía habían dos bebés que no podían ayudar, todo eso pesaba para mí.
-Cuando fue que tomó la decisión de hablar con su padre- preguntó Elia.
-No, todavía demore algunas semanas en hablar con él, pronto comenzaría la primavera y debíamos empezar a trasquilar a los animales para vender su lana. No me atrevía a decir palabra con todo el trabajo que se venía. Pensaba que al terminar de trasquilar a los camélidos, era el mejor momento para hablar-.
En medio de la conversación llegó la esposa del Sargento Sánchez.
-Gerardo ¿cómo estás? veo que te sientes un poco mejor porque la conversación esta muy amena-.
-Me siento bien Amanda y si, estoy contando a la señorita un poco la historia de mi vida, tú la conoces muy bien y sabes todas la situaciones que tuve que pasar para llegar donde estoy- comentó el Sargento a su esposa mientras besaba su mano.
-Señorita- habló Amanda -voy a interrumpir un momento la conversación porque deseo preguntar si ya están los resultados de los análisis y exámenes médicos de mi esposo han pasado tres días y nadie dice nada-.
-Señora la parte clínica, la parte médica las ve el doctor Montes, yo no estoy autorizada a decir nada sobre ese tema, yo solo veo el lado administrativo- contestó Elia Ruiz.
-Sargento Sánchez, ya faltan diez minutos para que termine mi hora de descanso debo retirarme, sigo con mucho interés sus relatos, puedo regresar mañana a la misma hora para seguir con la historia.
-Señorita...venga usted a la hora que desee, yo estoy aquí y prometo no irme a ningún lado para continuar nuestra conversación- dijo riendo el Sargento.
La asistenta se despidio de los esposos y se fue a seguir con sus tareas. Amanda estaba un poco celosa por la atención que recibía Elia Ruiz.
Gerardo se dio cuenta de la actitud de su esposa, volvió a tomar su mano la beso y le dijo: -Amanda... tú sabes que eres la única mujer en mi vida, no hay nadie a quien yo pueda amar más-.
La esposa sonrió, conocía a su esposo, sabía que era muy galante.
El doctor Montes entró de súbito en la habitación con los resultados de los exámenes y análisis realizados al Sargento, la expresión de su rostro no hablaba de nada bueno. Amanda y su esposo no lo esperaban, pensaban que demorarían un día más los resultados. ¿Qué les diría el doctor Montes? ¿qué había encontrado y por qué estaba tan serio?.
CONTINUARÁ