Gracia doblaba con cuidado la ropa de su bebé y la ponía sobre la cama, no sabía aún que decisión iba a tomar, tenía tantas dudas... Su madre irrumpió en la habitación y preguntó.
-¿Gracia a qué hora tienes la cita con la obstetra? ¿quieres qué te acompañe?- la madre se quedó esperando la respuesta de su hija.
Gracia contestó al instante -Madre, debo ir a mi consulta a las diez de la mañana y sí, deseo que me acompañes, es mejor que me ayudes a decidir porque todavía tengo algunas dudas-.
Prudencia, la madre de Gracia se acercó a su hija, se sentó en la cama y con voz pausada dijo: -hija no debes tener dudas o miedo, la señora obstetra tiene razón cuando dice, que es mejor ir al hospital y en tu caso no hay que dudar ni esperar más tiempo, estamos yendo contra el tiempo. ¿Qué doctor te va atender con ocho meses de embarazo?. Piensa con cuidado, primero está el bebé que has deseado tanto-.
Gracia no contestó a su madre pero reconocía que sus palabras decían la verdad ¿porqué dudaba tanto? no tenía respuesta para aquello.
-Entonces hija, prepárate de una vez que yo voy hacer lo propio- contestó Prudencia al ver que Gracia no habló, su madre salió de la habitación.
La hija guardó en la cómoda la ropa doblada del bebé y comenzó a cambiarse. Nadie podía decir que ella no disfrutó de su embarazo, se sentía feliz y se compró varios vestidos de maternidad y varios pantalones y blusones amplios para lucir su estado. Gracia no había perdido las ganas de arreglarse a pesar del malestar que sufrió los primeros meses, ni de lucir su barriga que guardaba el tesoro más preciado, su bebé. Desde un comienzo no quizo saber el sexo de la criatura, deseaba que fuera una sorpresa para todos. Al principio su esposo no estuvo de acuerdo pero luego aceptó la situación. Él siempre decía -nunca se debe contrariar a una mujer embarazada, eso no le hace bien al bebé ni a la madre-. Toda la familia estaba de acuerdo y estaban felices de que Gracia espere a su primer hijo. Algunos tíos y tías, comenzando por su propia madre pensaban que no iba a salir embarazada pero nadie hacía comentarios para no herir sus sentimientos. No es fácil para una mujer que desea ser madre, el no poder concebir.
Prudencia y Gracia, llegaron puntuales al consultorio a la hora de su cita. Amanda como un favor especial a su hermana Nora estaba con ella para revisar a la paciente. Esto se debía a que Amanda había cerrado su consulta para dedicarse de lleno a la atención de su esposo enfermo, el sargento Gerardo Sánchez.
Amanda revisó a Gracia y tenía razón Nora, su embarazo iba por buen camino, ella era una mujer saludable que se alimentó bien durante los meses de espera. Además los exámenes médicos decían que estaba en perfecto estado de salud ella y el bebé.
Ahora se debía tomar la decisión definitiva de ir al hospital. Amanda conversó con la futura madre, le comentó sobre los riesgos que podían presentarse y la seguridad de ser atendida en el hospital.
-En este caso no se debe dudar- comentó Amanda -no debemos perder más tiempo, ya conoces los riesgos que se pueden presentar, toma la decisión para ir de inmediato al hospital-.
Gracia pensó unos segundos y luego aceptó con todo su pesar ir al hospital, ella desde un comienzo quería tener al bebé en su hogar pero reconocía que en ese recinto hospitalario estaría bien atendida y si había una emergencia sabrían que hacer. Era la mejor decisión y la felicidad para todos.
-Has tomado el camino correcto, Nora te va a llevar al hospital con el doctor Samuel Arena, él es especialista en casos como el tuyo. No debemos perder más tiempo, ahora mismo Nora lleva a la paciente y preséntala con doctor. Él va a decidir si se hace una cesárea o no pero en tu caso es más seguro lo primero- con estas palabras Amanda puso fin a la consulta se despidio y se retiró para ir a su casa y de ahí partir a visitar a su esposo en el hospital.
Amanda llegó diez minutos tarde del horario en que comenzaba la hora de visita. Encontró a Gerardo tranquilo, sentado en la cama, leyendo el libro que ella le había traído para que se distraiga y no piense demasiado en su enfermedad.
-¿Porqué te has demorado tanto?- preguntó su esposo.
-Solo son diez minutos de retraso, creo que exageras un poco- contestó Amanda
-Solo diez minutos que parecen una eternidad, estar en esta cama me hace pensar que nunca voy a salir de ella- agregó el esposo con tristeza.
-No hables así, no es bueno para tu recuperación, pronto estarás bien y todo esto será un mal recuerdo-.
El sargento iba a contestar pero fue interrumpido por la asistenta social que se acercó a su cama.
-Buenas tardes Sargento Sánchez, mi nombre es Elia Ruiz, soy la asistenta social y estoy aquí para recopilar sus datos y hacerle algunas preguntas que el protocolo del hospital exige.
-Muy bien señorita Ruiz haga usted las preguntas pertinentes- respondió el sargento.
Elia Ruiz comenzó por preguntar su nombre, su edad, su estado civil, donde había nacido y es en ese momento fue que el Sargento de la policía, se detuvo un instante como recordando algunos episodios de su vida.
-Usted me pregunta donde nací, yo le contestó que no se puede imaginar donde vine al mundo- Gerardo Sánchez sonriendo agregó -yo nací a 5,500 msnm en lo alto de la cordillera de los Andes, mi pueblo está perdido en las alturas de la cordillera porque no aparece en los mapas. Es un lugar hermoso pero frío, sumamente frío y en las temporadas de invierno sopla un viento debajo de cero grados que hiela hasta los huesos. El paisaje es abrumador puede dejar sin palabras al más experimentado explorador. La fuerza y la belleza de la cordillera se luce en todo su esplendor. Pero existe un problema grave, a esas alturas no crece nada productivo solo una hierba llamada ichu que es consumida por los camélidos de altura como llamas, vicuñas y alpacas. Mi familia, era una familia de campesinos dedicados a la crianza y venta de la lana de camélidos. Disculpe si la estoy aburriendo ocupando su tiempo- se detuvo el sargento.
-No, no es nada de eso señor Sánchez, al contrario llamó mi atención el lugar donde usted nació, esa parte de la cordillera en que provincia queda- preguntó con sorpresa la asistente.
- En la provincia del Cuzco, en lo más alto- contestó con serenidad el sargento -mi familia consta de mi padre, mi madre y doce hijos. Yo soy el segundo hermano de los doce, tengo una hermana mayor que todavía vive en mi pueblo. También debo añadir que éramos una familia pobre y humilde pero trabajadora, nuestro día comenzaba a las cinco de la mañana y terminaba cuando el sol se ocultaba. Era un tiempo de trabajo y serenidad en la que vivíamos todos juntos. Mi madre trabajaba sin descanso para criar doce hijos, la comida no sobraba pero nunca faltó en la mesa las papas o la carne seca que se come en la altura. El olluco era una delicia cuando mi madre lo preparaba con carne seca. Los mayores ayudábamos a mi padre a cortar y juntar la lana para luego venderla al mercader que la compraba. Yo tenía recién cumplidos los dieciocho años cuando una mañana cuidando los alrededores de nuestra casa un vecino se acercó para avisarnos que habían visto a un puma merodeando por el lugar. Teníamos que estar atentos porque es una zona donde habitan pumas, considerados los reyes de las alturas en la cordillera. Ellos se acercaban a las casas sigilosamente para encontrar algo de comer o cazar algún animal. Demás esta decir que son animales sumamente hermosos, agiles, fieros y veloces
Elia Ruiz se disculpó con el sargento por interrumpirlo pero le prometió que regresaría al día siguiente en su hora de descanso para terminar de tomar apunte sobre sus datos pero además quería que él continúe contando sobre su vida en las alturas de la cordillera, donde ella jamás podía imaginar que existía un pueblo.
CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario