El doctor Montes saludó a los esposos y primero examinó al paciente antes de hablar sobre los resultados del laboratorio. Su seriedad ponía nervioso al Sargento Sánchez. Amanda su esposa guardaba la calma, ella estaba acostumbrada a trabajar con los doctores y sabía que ellos debían estar concentrados en su trabajo para poder diagnosticar con acierto.
Al terminar el examen físico del paciente el doctor por fin habló.
-Según los resultados del laboratorio y los exámenes, debemos operar para hacer una exploración interna, hemos detectado un cáncer incipiente.
-Doctor- interrumpió el paciente -dígame toda la verdad, yo prefiero estar preparado para lo que venga-.
-Calma déjeme terminar de hablar para poder explicar bien cual es su cuadro clínico y no sé preocupe, usted exige la verdad y yo voy hablar con la verdad sobre su estado. Como decía vamos a operar y ver la realidad de su salud. No se preocupe usted, va estar informado en todo momento, ahora es necesario prepararlo para la operación y empezar un tratamiento para combatir esta enfermedad, todo va estar bien- El doctor se despidio del paciente y su esposa y salió de la habitación.
Gerardo Sánchez estaba inmóvil y mudo con la noticia, había sido demasiado para él, jamás pensó en un cáncer siempre pensó en algo menos fatal. Su esposa lo consolaba, le decía que iba a estar bien,
-En nuestro días la medicina está muy avanzada y hay cura para este mal, por favor no pierdas la fe, porque esa actitud es parte de la sanación- finalizó.
-Sí, tienes razón, debo mantener la serenidad- contestó el esposo y a los pocos minutos se quedó dormido.
Amanda aprovechó la oportunidad para salir de la habitación y buscar al doctor, ella necesitaba la verdad sobre el estado de su esposo. Lo encontró en el pasillo y fue directa al preguntar -¿doctor necesito saber la verdad sobre la salud de mi esposo, dígame usted cómo realmente se encuentra-.
-Señora Amanda, tranquila su esposo no esta en una fase terminal ni grave, pero debemos actuar, con la operación vamos a tener un diagnóstico más seguro. No se preocupe, usted debe transmitir a su esposo calma para que él este en todo momento con buen ánimo, eso lo ayuda a prepararse para la operación- el doctor no tenía más que decir y se despidio.
Amanda regresó junto a su esposo, él dormía y ella se quedó a su lado un tiempo, dentro de poco terminaría la hora de visita y tendría que despedirse, pero no lo quería despertarlo, se marcharía en silencio.
A los minutos que su esposa se fue, Gerardo Sánchez despertó, sobre el velador encontró una nota que decía -querido no te desperté porque es necesario que descanses y trates de no pensar en lo que dijo el doctor, todo va salir bien y pronto vas a dejar el hospital y regresar a la casa de nuevo. Regreso mañana como siempre. Un beso-
No, no iba a pensar en las palabras del doctor, era demasiado para él y no quería angustiarse. Las horas pasaban y en medio de la noche sintió miedo y terror, ¿cómo era posible que sus exámenes dieran con esa enfermedad'. Era humano sentir miedo, él lo sabía, la oscuridad de la habitación no era buena consejera, toda su vida pasaba ante él y no podía remediarlo. Luchó para que vuelva el sueño y recién logró dormir a las tres de la mañana.
Al día siguiente cerca del medio día llegó la asistente Elia Ruiz, estaba de nuevo en su hora de descanso, no sabía si el Sargento quería seguir con su historia, después de todo lo que había dicho el doctor.
-Pase señorita, no se preocupe por mí, el seguir con mi historia despeja mi mente de preocupaciones y miedos.
-Disculpe señor Sánchez, tal vez venga otro día, no deseo que se esfuerce- contestó Elia.
-No, ahora es mejor seguir con mi historia, después de operado no voy a poder hablar. Como seguía diciendo era mejor esperar que mi padre y mis hermanos comencemos a trasquilar a los animales, mi sueño podía esperar unas semanas más. Trabajé con dedicación para ayudar a terminar rápido el trabajo.
El mercader como siempre llegaba puntual para comprar la fina lana de los camélidos. Cuando se terminó el trabajo todos podíamos descansar y respirar más tranquilos. Era el momento de hablar, mi padre estaba de buen ánimo por la venta de la lana y el precio que le dieron. Solo yo tenía que buscar un instante a solas para tocar el tema, no sabía cual iba a ser su reacción-.
-Sargento, ¿le tenía miedo usted a su padre?- preguntó Elia.
-No, miedo no, respeto. Mi padre necesitaba a todos sus hijos para las tareas del trabajo. Un hijo que se iba eran menos brazos para las tareas del campo. Una semana después de la venta de la lana se presentó la oportunidad. Me acerqué a mi padre, estábamos solos y ahí fue que hablé con él de frente -Padre deseo irme de la casa-. ¿A donde quieres irte y porque deseas hacerlo?, no me digas que piensas casarte con la vecina con la que conversas en las tardes-. No padre, ella es solo una amistad yo necesito hacer algo diferente con mi vida, quiero encontrar mi camino. Al comienzo se opuso, me negó varias veces el permiso pero yo insistí, estaba decidido y nada me iba a detener. Mi padre notó mi terquedad y agregó -¿sabes donde vas a ir? ¿cómo vas hacer para sobrevivir en la ciudad? no es fácil sino tienes un techo. Voy a estar bien padre, soy joven y puedo trabajar de lo que sea, pero siempre por el buen camino, no te preocupes. Mi padre dijo serio -por el momento no vamos a decir nada, cuando estés listo para partir vamos hablar con toda la familia, tu madre es la que más me preocupa, ella se va entristecer y preocupar, ninguno de sus hijos ha dejado el hogar- Si, era verdad, a mi madre le gustaba estar rodeada de todos sus hijos y yo era el primero que se iba. Sentí dolor al imaginarla, pero no pensé más en ello, ya había hablado y no iba a retroceder. Pasaron las fiestas de fin de año yo estaba listo para partir una semana más tarde, mi padre muy serio llamó a todos sus hijos. Reunidos alrededor de la mesa mi padre me llamó a su lado y dijo con voz entrecortada -su hermano se va de viaje y no sabemos cuando va a regresar, él ha decidido marcharse mañana muy temprano- no puede ser decían mis hermanos y mi madre sollozaba ¿por qué... por qué? me preguntaba. Me acerqué a ella y la abracé, -así debe ser madre, cuando pueda yo voy a venir a visitarlos- solo pude decir esto, las palabras se ahogaban en mi garganta y no podía hablar más. Mis hermanos no me interrogaron, todos ellos lloraban en silencio. Al día siguiente justo al amanecer y antes de salir, mi padre me dio algo de dinero de lo poco que tenia -esto te alcanzará tres días para que comas algo, no tengo más- Yo comprendia mi padre tenia que alimentar a varios hijos-. Mi madre lloraba, me abrazó y me dio un pequeño atado de papas sancochadas y carne seca para el camino. Mis hermanos todavía dormían cuando salí de casa, no sabía que me esperaba más adelante, pero tenia la esperanza de que todo iría bien, de allí en adelante estaba por mi cuenta y debía resolver yo solo. El frio de la madrugada pelaba mis huesos, me abrigue con el poncho de alpaca que mi padre me regalo un año antes. Me envolví en el poncho de alpaca y partí por el camino que me llevaba montaña abajo.
CONTINUARÁ
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