Los preparativos de la boda habían sido extenuantes, comenzando por las cinco pruebas del vestido de novia que era un modelo especialmente diseñado para ella, los arreglos de la iglesia y los preparativos del buffet para los invitados. Cuidar cada detalle habían dejado a Betina agotada. Es verdad que su madre la ayudó en cada paso para que la realización de la boda sea un éxito pero Betina era detallista y tenía que supervisar todo: desde las flores en la iglesia, el salón para la fiesta, hasta el lugar que ocuparía cada invitado en las mesas. La felicidad que sentía era que todo al final quedó como los novios lo deseaban.
Ahora era el momento de la luna de miel, los novios querían que su viaje sea para recordar por siempre. Era el momento de vivir, celebrar su amor y disfrutar de las playas de Santo Domingo que muchas de sus amistades les habían contado que era un paraíso.
Ahora era el momento de la luna de miel, los novios querían que su viaje sea para recordar por siempre. Era el momento de vivir, celebrar su amor y disfrutar de las playas de Santo Domingo que muchas de sus amistades les habían contado que era un paraíso.
Al día siguiente de la boda los novios, Betina y Luis partieron de Lima en su viaje a Santo Domingo. Salieron muy temprano de su departamento nuevo y se embarcaron hacía la luna de miel. La ilusión de la vida juntos, los alegraba. Ellos habían hablado tantas veces de como deseaban vivir que ya era una realidad el estar juntos.
Cuando llegaron a la isla, el clima no era el mejor, el cielo estaba cerrado y lleno de nubes que amenazaban con desatar una lluvia torrencial. Al encontrar este panorama no se desanimaron, no querían que nada enturbie su luna de miel. La promesa que se habían hecho era no pensar en complicaciones, ni hacerse problemas. Los cinco días de su estadía en Santo Domingo eran para disfrutar.
Llegaron al hotel y se instalaron en su habitación, al asomarse a la ventana tenía una magnifica vista de la playa, realmente era un paraíso. El clima el resto del día no cambio, el cielo seguía cerrado pero en la noche mientras cenaban en el comedor del hotel se desató una tormenta, llovía como nunca antes habían visto, era como si alguien arrojara sendos baldes repletos de agua y para terminar de completar el panorama, hubo una noticia que los dejó aun más preocupados, en el hotel les comunicaron que se había formado un huracán, era de un grado menor y que no había que preocuparse porque no llegaría a Santo Domingo su rumbo era hacia Miami. Seguro al día siguiente abriría un sol pleno y ellos podrían pasear por la playa y bañarse en el mar. Después de pasar una noche romántica cenando y bailando en el comedor del hotel se fueron a su habitación.
Al amanecer del nuevo día recibieron la peor noticia. Como con la naturaleza nunca se sabe lo que va a suceder, les comunicaron que el huracán había cambiado de rumbo y ahora se dirigía a la isla de Santo domingo y más grave aún, había aumentado su fuerza a grado seis.
¿Qué hacer ahora? ¿A donde ir? pensaban Betina y Luis, se decidieron por ir a la embajada de Perú para buscar ayuda. Cuando llegaron al lugar la casa de la embajada estaba cerrada, no atendían. El embajador se había ido. ¡Qué horror! regresaron al hotel, en pocas horas llegaría el huracán a la isla. En la recepción, se enteraron por un empleado que el huracán seguía cobrando fuerza y se temía lo peor, la gente del lugar comentaba que se podía convertir en lo que llamaban "el dedo de Dios" esto significaba que tendría una fuerza tan poderosa y destructiva capas de arrasar con todo a su paso.
Betina y Luis subieron a su habitación y se encerraron, pensaban que allí estarían más seguros. Terrible error, los dos se miraban, Luis abrazó a Betina en un instinto de quererla proteger, ahora solo les quedaba esperar, tenían la esperanza que el huracán pase por la isla sin hacer el mayor daño.
Dos horas más tarde las lunas de las ventanas comenzaron ha vibrar con fuerza, parecía que iban a estallar. Betina y Luis corrieron hacia el baño, allí estarían más seguros. Los vidrios de las ventanas estallaron, los marcos arrancados de la pared salieron disparados al aire.
El huracán había llegado.
En el baño Betina y Luis se arrojaron al piso, la ventana ya no estaba en su lugar , ellos sentían como una gran fuerza succionaba sus cuerpos para sacarlos por la ventana y arrojarlos al vacío, estaban en el piso dieciocho, si esto sucedía, la muerte era segura. Nada los había preparado para vivir algo así, los dos se aferraban con fuerza al inodoro y gritaban pidiendo a Dios resistir a tremendo fenómeno. No saben cuanto duró el huracán estacionando frente a la playa y en la zona del hotel, solo a ellos les parecía una eternidad, sentían que la fuerza los abandonaba y que en ese lugar iban a morir.
Cuando ya perdían la esperanza de pronto un silencio total, al parecer el huracán se había ido sembrando en su camino destrucción. Unos instantes de desconcierto y Luis y Betina arrodillados en el piso se abrazaron llorando, estaban vivos y resistieron a la tremenda fuerza del huracán. ¿Fue suerte? ¡no! ellos decían era la protección de Dios.
Si pensaron en vivir una luna de miel inolvidable, esta jamás la olvidarían. Ahora empezaba otra odisea tendrían que ir a un refugio, el hotel se iba a cerrar un tiempo, cuando Betina y Luis salieron a la calle, la ciudad estaba devastada por uno de los huracanes más destructivos que pasaron por la isla. No había agua, ni luz y los servicios mas indispensables estaban arruinados. En el refugio recibieron agua y galletas.
Los días que pasaron en ese lugar, fueron difíciles pero no se quejaban, toda la isla estaba en emergencia.
Más de una semana transcurrió para que abrieran de nuevo el aeropuerto y lleguen aviones con ayuda y al mismo tiempo puedan salir de emergencia los turistas con destino a sus países.
En el vuelo de regreso a Perú Betina y Luis se tomaban de las manos y casi lloraban recordando los instantes de terror que habían vivido, en ese momento pensaban que su instinto de conservación y la mano de Dios los había protegido.
Al amanecer del nuevo día recibieron la peor noticia. Como con la naturaleza nunca se sabe lo que va a suceder, les comunicaron que el huracán había cambiado de rumbo y ahora se dirigía a la isla de Santo domingo y más grave aún, había aumentado su fuerza a grado seis.
¿Qué hacer ahora? ¿A donde ir? pensaban Betina y Luis, se decidieron por ir a la embajada de Perú para buscar ayuda. Cuando llegaron al lugar la casa de la embajada estaba cerrada, no atendían. El embajador se había ido. ¡Qué horror! regresaron al hotel, en pocas horas llegaría el huracán a la isla. En la recepción, se enteraron por un empleado que el huracán seguía cobrando fuerza y se temía lo peor, la gente del lugar comentaba que se podía convertir en lo que llamaban "el dedo de Dios" esto significaba que tendría una fuerza tan poderosa y destructiva capas de arrasar con todo a su paso.
Betina y Luis subieron a su habitación y se encerraron, pensaban que allí estarían más seguros. Terrible error, los dos se miraban, Luis abrazó a Betina en un instinto de quererla proteger, ahora solo les quedaba esperar, tenían la esperanza que el huracán pase por la isla sin hacer el mayor daño.
Dos horas más tarde las lunas de las ventanas comenzaron ha vibrar con fuerza, parecía que iban a estallar. Betina y Luis corrieron hacia el baño, allí estarían más seguros. Los vidrios de las ventanas estallaron, los marcos arrancados de la pared salieron disparados al aire.
El huracán había llegado.
En el baño Betina y Luis se arrojaron al piso, la ventana ya no estaba en su lugar , ellos sentían como una gran fuerza succionaba sus cuerpos para sacarlos por la ventana y arrojarlos al vacío, estaban en el piso dieciocho, si esto sucedía, la muerte era segura. Nada los había preparado para vivir algo así, los dos se aferraban con fuerza al inodoro y gritaban pidiendo a Dios resistir a tremendo fenómeno. No saben cuanto duró el huracán estacionando frente a la playa y en la zona del hotel, solo a ellos les parecía una eternidad, sentían que la fuerza los abandonaba y que en ese lugar iban a morir.
Cuando ya perdían la esperanza de pronto un silencio total, al parecer el huracán se había ido sembrando en su camino destrucción. Unos instantes de desconcierto y Luis y Betina arrodillados en el piso se abrazaron llorando, estaban vivos y resistieron a la tremenda fuerza del huracán. ¿Fue suerte? ¡no! ellos decían era la protección de Dios.
Si pensaron en vivir una luna de miel inolvidable, esta jamás la olvidarían. Ahora empezaba otra odisea tendrían que ir a un refugio, el hotel se iba a cerrar un tiempo, cuando Betina y Luis salieron a la calle, la ciudad estaba devastada por uno de los huracanes más destructivos que pasaron por la isla. No había agua, ni luz y los servicios mas indispensables estaban arruinados. En el refugio recibieron agua y galletas.
Los días que pasaron en ese lugar, fueron difíciles pero no se quejaban, toda la isla estaba en emergencia.
Más de una semana transcurrió para que abrieran de nuevo el aeropuerto y lleguen aviones con ayuda y al mismo tiempo puedan salir de emergencia los turistas con destino a sus países.
En el vuelo de regreso a Perú Betina y Luis se tomaban de las manos y casi lloraban recordando los instantes de terror que habían vivido, en ese momento pensaban que su instinto de conservación y la mano de Dios los había protegido.
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