domingo, 6 de agosto de 2017

UNA NOTICIA

Salvatore dejaba su ciudad y su vida en Italia. Para volar al otro lado del mundo, su destino San José de Costa Rica. 
Las horas de vuelo en el avión lo hacían reflexionar sobre su decisión, no se arrepentía quería vivir el tiempo que podía vivir a su manera.
Después de varias horas de vuelo llegó a su destino, cansado y con hambre, aunque había comido un refrigerio en el avión.
Se registró en inmigraciones del nuevo país donde iba a vivir un tiempo, no quería pensar en su enfermedad, en todo momento quería mantenerse optimista y no estresarse. La vida era para él desde ese momento un regalo.
Buscó un hotel en el centro de la ciudad,  su idea era conocer bien el lugar y aprender el idioma sin prisa y a su ritmo, la ventaja es que el italiano y el español se parecían un poco o al menos no era tan extraño el uno del otro.  
En los días siguientes recorrió la ciudad, hacer turismo era lo que más le agradaba. El lugar era bonito y  la gente amable, podía darse cuenta de ello porque cuando él hablaba a la hora de comprar o preguntar por algo, lo escuchaban con paciencia para entender que es lo que quería.  Él mismo se sorprendió de lo rápido que se estaba adaptando a la nueva ciudad. 
En los momentos que hablaba con sus padres, les contaba sus experiencias y las costumbres de la gente del lugar. 
Salvatore no quería hacer planes a futuro, en su caso solo vivía el día a día, el dinero  que había ahorrado le servía  para vivir un tiempo mientras pensaba que podía hacer o a que dedicarse.
El clima soleado de San José lo llenaba de optimismo, los planes de turismo ecológico llenaban gran parte de sus días, pero ahora que conocía mejor la ciudad,  quería mudarse hacia Punta Arenas donde estaban las playas, estar cerca al mar era su gran deseo, desde un principio esa fue su idea dedicarse a lo que más le gustaba...¡surfear! 
Para cuidar su salud él se había hecho un plan, primero: comer saludable, nada de productos envasados  con preservantes, ni siquiera consumía azúcar, sus alimentos eran frutas, verduras, muy poca carne, pollo y sí, mucho pescado. Extrañaba las deliciosas pizzas que hacia con su madre, ella le había enseñado a prepararlas desde la masa, muchas veces se divertían, preparando diferentes tipos de pizzas. 
Un año atrás había terminado con su novia, Lorena, ambos se habían dado cuenta que su relación no daba más, querían quedar como amigos tranquilos y en paz, lo último que supo de ella es que vivía en Florencia y que estaba feliz con su trabajo, cuando la recordaba sonreía y le deseaba lo mejor. 
Un mes completo en San José, ya era el momento de partir a Punta Arenas, quería vivir y disfrutar de la tranquilidad de una ciudad pequeña frente al mar y lo que  había notado desde que llegó a Costa Rica que sus dolores de cabeza habían disminuido, esto era un aliento para él que lo llenaba de optimismo, sabía que no estaba curado pero mantener la esperanza lo ayudaba a seguir adelante. 
A sus padres les comentó que se iba a Punta Arenas que no se preocupen que todo estaba bien. 
Quería hacer el deporte que tanto le gustaba y estar frente al mar era excelente. 
Con una maleta y una mochila tomó el bus que lo llevaría hacia Punta Arenas donde se encontraban las mejores playas para surfear.
El día avanzaba y después de algunas horas de viaje llegó a Punta Arenas, Salvatore escogió la playa Santa Teresa un lugar tranquilo y pacífico, con un mar y un cielo maravillosos que lo dejaron asombrado, nunca antes había visto algo así. 
Buscó un pequeño hostal que fuera barato y cómodo pues el turismo estaba transformando el lugar, pero aun era tranquilo para vivir. 
Encontró el lugar perfecto donde hospedarse, era limpio con grandes ventanales que daban al mar y un ambiente familiar, se sentía en el paraíso. 
Se apresuró a instalarse en la habitación designada para él, quería salir cuanto antes  para averiguar donde conseguir el equipo necesario y correr al día siguiente las olas que se tanto deseaba.  
Salió del hospedaje Don Tomás así se llamaba el lugar y caminó hasta la playa que estaba a unos pasos, miró el mar, las olas eran perfectas, el lugar era pacífico, sabía que practicar este deporte todos los días lo ayudaría a sentirse mejor. 
Se sentía libre, feliz con la briza del mar en la cara, nada podía ser más perfecto que el paisaje que tenia al frente.  La vida y la esperanza latía dentro de él.           
CONTINUARÁ    
         

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