El grupo que iba con Ángel Ripay avanzaba por el camino estrecho de la montaña, el viento helado los castigaba y la nieve hacia más difícil que pueden seguir adelante.
Todos estaban decididos a llegar a la cumbre pero la falta de oxigeno podía ser su principal enemigo.
Más abajo el grupo de Roberto Ripay esperaba, ellos no se sentían bien, el mal de altura les había afectado y los dos accidentados se reponían levemente.
Para Roberto el panorama no era bueno, los heridos y los afectados por la altura necesitarían ayuda para bajar de regreso al pueblo de Santa Emilia. Él pensaba en los que habían seguido el camino adelante, si venía otra avalancha no tendrían lugar a donde correr o cubrirse para protegerse de la nieve.
Por la radio intentó llamar a su hermano, quería saber cómo se encontraba él y su grupo pero no obtuvo respuesta, la señal se había cortado, no tenía forma de saber como estaban.
Roberto mantuvo la serenidad no era la primera vez que vivían una situación parecida, él confiaba en Ángel, su experiencia y habilidad para llegar a la cumbre y luego regresar para bajar del Gran Nevado.
Paul el doctor, habló con Roberto con el poco español que sabía, le dijo:
-Uno de los heridos está con fiebre muy alta, pasar la noche en la montaña va hacer muy duro para él, creo que sería mejor pedir ayuda, estamos con poco equipo para protegernos del hielo y el frío en el Gran Nevado.
Roberto le dio la razón a Paul e intentó comunicarse con Ángel de nuevo, pero fue en vano, no tenía señal para hablar con él. Antes de perder completamente la señal decidió llamar a la estación y pedir ayuda.
La situación que tenía ante él no era buena, el malestar y la tristeza entre los montañistas holandeses se podía sentir.
No era culpa de nadie, la resistencia de sus cuerpos no fue capaz de soportar la altura, ahora cada uno sabía cuales eran sus condiciones para soportar los embates naturales.
No era culpa de nadie, la resistencia de sus cuerpos no fue capaz de soportar la altura, ahora cada uno sabía cuales eran sus condiciones para soportar los embates naturales.
Todos ellos hubieran querido llegar a la cumbre, pero en esas circunstancias era imposible. Poner en riesgo su vida y la del grupo no tenía sentido.
Roberto apretó el botón para hablar, pero el radio no respondía estaba con una señal débil, entonces apretó el botón de emergencia que significaba un S.O.S esperaba que la señal llegue a la estación para que sepan que estaban en problemas.
Volvió a insistir apretando el botón de emergencia varias veces antes que su radio se quede sin señal, después de varios intentos éste quedó en silencio.
Roberto no quizo alarmar al grupo, solo le dijo al doctor:
-Paul, nos hemos quedado sin señal, la radio no responde, solo espero que la emergencia haya sido escuchada. En la altura en la que estamos es comprensible quedarnos sin radio y además no puedo comunicarme con el grupo de Ángel.
La señal enviada fue débil pero había llegado a la estación de radio en Santa Emilia, el S.O.S recibido, pronto corrió por todo el pueblo ¿qué había pasado? ¿qué hacer y cómo ayudarlos? eran doce personas en peligro en lo alto del Gran Nevado.
La estación de radio trató varias veces de comunicarse con Ángel o con Roberto, ninguno de los dos contestaba, no había señal.
El alcalde Teodoro Cerillo pronto se enteró de la emergencia, la gente de la alcaldía entró en pánico, los pobladores no sabían a quien recurrir, solo un helicóptero podía llegar hasta la zona donde se encontraban los montañistas con los hermanos Ripay.
No existía cerca un destacamento del ejercito para pedir ayuda, la policía no tenia helicóptero, esta era una situación de peligro, Teodoro Cerrillo se comunicó con el alcalde de San Pablo, Lázaro Ventura para saber si él podía ayudar, pero éste no contaba con los recursos necesarios y comentó:
-Teodoro, la mina, ellos pueden ayudar, no creo que se opongan, voy a conversar con el gerente para ver cómo resolvemos.
Teodoro Cerillo agradeció la ayuda y esperaba que hubiera una respuesta positiva para rescatar a los montañistas.
Rafaela en su casa comentaba con Celina que la había ido a visitar sobre la emergencia que estaba ocurriendo.
-Rafaela que terrible situación, ahora que va a pasar no sabemos nada de como se encuentra el grupo. Los hermanos Ripay son expertos en este tipo de emergencias, no comprendo que ha sucedido- decía Celina con la esperanza de que todo termine bien. Lo que todos ignoraban en el pueblo eran los cambios de clima, éste había afectado la estabilidad de la nieve y el hielo, aunque el frío gélido en esas alturas era normal.
Con el clima nunca se podían saber, la naturaleza era imposible de controlar.
El alcalde Lázaro Ventura habló de inmediato con los directivos de la mina, ellos se ofrecieron ayudar, tenían la facilidad de conseguir un helicóptero, pero este no llegaría hasta el día siguiente.
-No importa- contestó el alcalde Ventura -debemos pedir ayuda para que venga a Santa Emilia a rescatar a los montañistas.
La ayuda se puso en acción, pero se tenía que esperar que llegue al día siguiente.
Ángel Ripay y su grupo ignoraban los últimos acontecimientos, ellos avanzaban por la ladera de la montaña, Stuard comenzó a sentir más molestias, la nariz le sangraba y sentía que los oídos le iban a estallar, pidió usar el oxígeno, con ello él sabía que quedaba fuera de la competencia, pero su resistencia llegó al límite, Ángel le alcanzó el pequeño balón de oxígeno y comenzó a sentirse mejor, los demás también empezaban a sentir los estragos de la altura pero deseaban seguir, su resistencia todavía soportaba los embates y la cumbre ya no estaba muy lejos, casi la podían ver, la montaña los había puesto a prueba y aún no estaban a salvo.
El deseo unánime era seguir y llegar a pisar la cumbre, solo así podían sentirse tranquilos. Los montañistas holandeses habían venido desde lejos y querían coronar sus esfuerzos.
James, Lana, Mary y Jim estaban casi en sus límites cuando se acercaban a la cumbre, uno a uno llegaban al final de su extraordinaria aventura, las mujeres se abrazaron y lloraban de emoción, los hombres estaban felices y el grupo se tomó de las manos, lo habían logrado, estaban agotados y apenas podían andar y respiraban con dificultad, pero lo habían logrado.
Desde la cumbre todos podían ver el paisaje de la hermosa cordillera, las montañas vestidas de hielo mostraban su poder y fuerza natural.
Los montañistas estaban sin palabras, rendidos ante tanta belleza. Era la mano de Dios la que podían sentir en ese instante.
Después de la alegría y emoción del triunfo, Ángel pidió a todos dar media vuelta para iniciar el descenso, era conveniente no hacer movimientos bruscos ni violentos para evitar desequilibrar los cuerpos que se encontraban al límite.
Esta experiencia nunca la iban a olvidar, con sus cámaras los holandeses se tomaban fotos para que quede la prueba de su triunfo y tomaban fotos de las montañas alrededor.
Con cuidado todos giraban despacio para iniciar el camino de regreso, Ángel intentó comunicarse con su hermano pero no tenía señal. Él se encontraba bien, su naturaleza estaba acostumbrada a esas alturas, sus pulmones estaban preparados para la falta de oxígeno, no era bueno exagerar y ponerse al límite de sus fuerzas, todavía tenía que guiar al grupo en el descenso.
La caminata de regreso agotaba a los montañistas, ya oscurecía cuando Ángel dispuso pasar la noche en el lugar. Mary se alejó del grupo tenía mareos y comenzó a devolver lo que no tenía en el estomago, eran los males de la altura por esto Ángel recomendaba descansar y moverse lentamente para evitar los mareos y náuseas.
Lana acompañaba a Mary para apoyarla, ella tampoco se estaba sintiendo bien, después de la euforia de llegar a la cumbre sentía cansancio y calambres en las extremidades.
Ahora el desafío era pasar la noche con el poco equipo que tenían, las temperaturas heladas eran extremas. El grupo se junto para darse calor y soportar el frío de la noche.
El alcalde Lázaro Ventura habló de inmediato con los directivos de la mina, ellos se ofrecieron ayudar, tenían la facilidad de conseguir un helicóptero, pero este no llegaría hasta el día siguiente.
-No importa- contestó el alcalde Ventura -debemos pedir ayuda para que venga a Santa Emilia a rescatar a los montañistas.
La ayuda se puso en acción, pero se tenía que esperar que llegue al día siguiente.
Ángel Ripay y su grupo ignoraban los últimos acontecimientos, ellos avanzaban por la ladera de la montaña, Stuard comenzó a sentir más molestias, la nariz le sangraba y sentía que los oídos le iban a estallar, pidió usar el oxígeno, con ello él sabía que quedaba fuera de la competencia, pero su resistencia llegó al límite, Ángel le alcanzó el pequeño balón de oxígeno y comenzó a sentirse mejor, los demás también empezaban a sentir los estragos de la altura pero deseaban seguir, su resistencia todavía soportaba los embates y la cumbre ya no estaba muy lejos, casi la podían ver, la montaña los había puesto a prueba y aún no estaban a salvo.
El deseo unánime era seguir y llegar a pisar la cumbre, solo así podían sentirse tranquilos. Los montañistas holandeses habían venido desde lejos y querían coronar sus esfuerzos.
James, Lana, Mary y Jim estaban casi en sus límites cuando se acercaban a la cumbre, uno a uno llegaban al final de su extraordinaria aventura, las mujeres se abrazaron y lloraban de emoción, los hombres estaban felices y el grupo se tomó de las manos, lo habían logrado, estaban agotados y apenas podían andar y respiraban con dificultad, pero lo habían logrado.
Desde la cumbre todos podían ver el paisaje de la hermosa cordillera, las montañas vestidas de hielo mostraban su poder y fuerza natural.
Los montañistas estaban sin palabras, rendidos ante tanta belleza. Era la mano de Dios la que podían sentir en ese instante.
Después de la alegría y emoción del triunfo, Ángel pidió a todos dar media vuelta para iniciar el descenso, era conveniente no hacer movimientos bruscos ni violentos para evitar desequilibrar los cuerpos que se encontraban al límite.
Esta experiencia nunca la iban a olvidar, con sus cámaras los holandeses se tomaban fotos para que quede la prueba de su triunfo y tomaban fotos de las montañas alrededor.
Con cuidado todos giraban despacio para iniciar el camino de regreso, Ángel intentó comunicarse con su hermano pero no tenía señal. Él se encontraba bien, su naturaleza estaba acostumbrada a esas alturas, sus pulmones estaban preparados para la falta de oxígeno, no era bueno exagerar y ponerse al límite de sus fuerzas, todavía tenía que guiar al grupo en el descenso.
La caminata de regreso agotaba a los montañistas, ya oscurecía cuando Ángel dispuso pasar la noche en el lugar. Mary se alejó del grupo tenía mareos y comenzó a devolver lo que no tenía en el estomago, eran los males de la altura por esto Ángel recomendaba descansar y moverse lentamente para evitar los mareos y náuseas.
Lana acompañaba a Mary para apoyarla, ella tampoco se estaba sintiendo bien, después de la euforia de llegar a la cumbre sentía cansancio y calambres en las extremidades.
Ahora el desafío era pasar la noche con el poco equipo que tenían, las temperaturas heladas eran extremas. El grupo se junto para darse calor y soportar el frío de la noche.
Roberto y su grupo también se disponían a pasar la noche, la temperatura había bajado aún más, a los heridos se les cubrió con mantas y los demás también se juntaron para calentarse con el calor de sus cuerpos.
La noticia de la emergencia de los montañistas llegó a los noticieros, algunos medios habían llegado a Santa Emilia para cubrir la emergencia.
El helicóptero arribó muy temprano al pueblo para disponer la ayuda.
Era un nuevo día y todos esperaban rescatar con vida al grupo.
La embajada de Holanda ya estaba enterada lo que le sucedía a sus compatriotas y envió a un encargado para apoyar en lo que fuera necesario.
El nuevo día encontraba al grupo de Ángel, que estaba semi congelado pero con vida, todos se pusieron de pie con cuidado, nunca antes habían estado en esas condiciones. La noche les había parecido eterna.
Ahora tenían que seguir para descender por la montaña, como siempre Ángel les recomendaba lo mismo, caminar con cuidado sin hacer movimientos violentos porque la altura seguía siendo un peligro.
La noticia de la emergencia de los montañistas llegó a los noticieros, algunos medios habían llegado a Santa Emilia para cubrir la emergencia.
El helicóptero arribó muy temprano al pueblo para disponer la ayuda.
Era un nuevo día y todos esperaban rescatar con vida al grupo.
La embajada de Holanda ya estaba enterada lo que le sucedía a sus compatriotas y envió a un encargado para apoyar en lo que fuera necesario.
El nuevo día encontraba al grupo de Ángel, que estaba semi congelado pero con vida, todos se pusieron de pie con cuidado, nunca antes habían estado en esas condiciones. La noche les había parecido eterna.
Ahora tenían que seguir para descender por la montaña, como siempre Ángel les recomendaba lo mismo, caminar con cuidado sin hacer movimientos violentos porque la altura seguía siendo un peligro.