domingo, 24 de febrero de 2019

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

El grupo que iba con Ángel Ripay avanzaba por el camino estrecho de la montaña, el viento helado los castigaba y la nieve hacia más difícil que pueden seguir adelante. 
Todos estaban decididos a llegar a la cumbre pero la falta de oxigeno podía ser su principal enemigo. 
Más abajo el grupo de Roberto Ripay esperaba, ellos no se sentían bien, el mal de altura les había afectado y los dos accidentados se reponían levemente.  
Para Roberto el panorama no era bueno, los heridos y los afectados por la altura necesitarían  ayuda para bajar de regreso al pueblo de Santa Emilia. Él pensaba en los que  habían seguido el camino adelante, si venía otra avalancha no tendrían lugar a donde correr o cubrirse para protegerse de la nieve. 
Por la radio intentó llamar a su hermano, quería saber cómo se encontraba él y su grupo pero no obtuvo respuesta, la señal se había cortado, no tenía forma de saber como estaban. 
Roberto mantuvo la serenidad no era la primera vez que vivían una situación parecida, él confiaba en Ángel, su experiencia y habilidad para llegar a la cumbre y luego regresar para bajar del Gran Nevado. 
Paul el doctor, habló con Roberto con el poco español que sabía, le dijo: 
-Uno de los heridos está con fiebre muy alta, pasar la noche en la montaña va hacer muy duro para él, creo que sería mejor pedir ayuda, estamos con poco equipo para protegernos del hielo y el frío en el Gran Nevado.   
Roberto le dio la razón a Paul e intentó comunicarse con Ángel de nuevo, pero fue en vano, no tenía señal para hablar con él. Antes de perder completamente la señal decidió llamar a la estación y pedir ayuda. 
La situación que tenía ante él no era buena, el malestar y la tristeza entre los montañistas holandeses se podía sentir. 
No era culpa de nadie, la resistencia de sus cuerpos  no fue capaz de soportar la altura, ahora cada uno sabía cuales eran sus condiciones para soportar los embates naturales.    
Todos ellos hubieran querido llegar a la cumbre, pero en esas circunstancias era imposible. Poner en riesgo su vida y la del grupo no tenía sentido.  
Roberto apretó el botón para hablar, pero el radio no respondía estaba con una señal débil, entonces apretó el botón de emergencia que significaba un S.O.S esperaba que la señal llegue a la estación para que sepan que estaban en problemas. 
Volvió a insistir apretando el botón de emergencia varias veces antes que su radio se quede sin señal, después de varios intentos éste quedó en silencio.   
Roberto no quizo alarmar al grupo, solo le dijo al doctor:
-Paul, nos hemos quedado sin señal, la radio no responde, solo espero que la emergencia haya sido escuchada. En la altura en la que estamos es comprensible quedarnos sin radio y además  no puedo comunicarme con el grupo de Ángel.    
La señal enviada fue débil pero había llegado a la estación de radio en Santa Emilia, el S.O.S  recibido, pronto  corrió por todo el pueblo ¿qué había pasado? ¿qué hacer y cómo ayudarlos? eran doce personas en peligro en lo alto del Gran Nevado.
La estación de radio trató varias veces de comunicarse con Ángel o con Roberto, ninguno de los dos contestaba, no había señal.   
El alcalde Teodoro Cerillo pronto se enteró de la emergencia, la gente de la alcaldía entró en pánico, los pobladores no sabían a quien recurrir, solo un helicóptero podía llegar hasta la zona donde se encontraban los montañistas con los hermanos Ripay. 
No existía cerca un destacamento del ejercito para pedir ayuda, la policía no tenia helicóptero, esta era una situación de peligro, Teodoro Cerrillo se comunicó con el alcalde de San Pablo, Lázaro Ventura para saber si él podía ayudar, pero éste no contaba con los recursos necesarios y comentó:
-Teodoro, la mina, ellos pueden ayudar, no creo que se opongan, voy a conversar con el gerente para ver cómo resolvemos.  
 Teodoro Cerillo agradeció la ayuda y esperaba que hubiera una respuesta positiva para rescatar a los montañistas. 
Rafaela en su casa comentaba con Celina que la había ido a visitar sobre la emergencia que estaba ocurriendo. 
-Rafaela que terrible situación, ahora que va a pasar no sabemos nada de como se encuentra el grupo.  Los hermanos Ripay son expertos en este tipo de emergencias, no comprendo que ha sucedido-  decía Celina con la esperanza de que todo termine bien.   Lo que todos ignoraban en el pueblo eran los  cambios de clima, éste había afectado la estabilidad de la nieve y el hielo, aunque el frío gélido en esas alturas era normal.
Con el clima nunca se podían saber, la naturaleza era imposible de controlar. 
El alcalde Lázaro Ventura habló de inmediato con los directivos de la mina, ellos se ofrecieron ayudar, tenían la facilidad de conseguir un helicóptero, pero este no llegaría hasta el día siguiente.
-No importa- contestó el alcalde Ventura -debemos pedir ayuda para que venga a Santa Emilia a rescatar a los montañistas. 
La ayuda se puso en acción, pero se tenía que esperar que llegue al día siguiente.  
Ángel Ripay y su grupo ignoraban los últimos acontecimientos, ellos avanzaban por la ladera de la montaña, Stuard comenzó a sentir más molestias, la nariz le sangraba y  sentía que los oídos le iban a estallar, pidió usar el oxígeno, con ello él sabía que quedaba fuera de la competencia, pero su resistencia llegó al límite, Ángel le alcanzó el pequeño balón de oxígeno y comenzó a sentirse mejor, los demás también empezaban a sentir los estragos de la altura pero deseaban seguir, su resistencia todavía soportaba los embates y la cumbre ya no estaba muy lejos, casi la podían ver, la montaña los había puesto a prueba y aún no estaban a salvo. 
El deseo unánime era seguir y llegar a pisar la cumbre, solo así podían sentirse tranquilos. Los montañistas holandeses habían venido desde lejos y querían coronar sus esfuerzos.
James, Lana, Mary y Jim estaban casi en sus límites cuando se acercaban a la cumbre, uno a uno llegaban al final de su extraordinaria aventura, las mujeres se abrazaron y lloraban de emoción, los hombres estaban felices y el grupo se tomó de las manos, lo habían logrado, estaban agotados y apenas podían andar y respiraban con dificultad, pero lo habían logrado.
Desde la cumbre todos podían ver el paisaje de la hermosa cordillera, las montañas vestidas de hielo mostraban su poder y fuerza natural. 
Los montañistas estaban sin palabras, rendidos ante tanta belleza. Era la mano de Dios la que podían sentir en ese instante.
Después de la alegría y emoción del triunfo, Ángel pidió a todos dar media vuelta para iniciar el descenso, era conveniente no hacer movimientos bruscos ni violentos para evitar desequilibrar  los cuerpos que se encontraban al límite.  
Esta experiencia nunca la iban a olvidar, con sus cámaras los holandeses se tomaban fotos para que quede la prueba de su triunfo y tomaban fotos de las montañas alrededor. 
Con cuidado todos giraban despacio para iniciar el camino de regreso, Ángel intentó comunicarse con su hermano pero no tenía señal. Él se encontraba bien, su naturaleza estaba acostumbrada a esas alturas, sus pulmones estaban preparados para la falta de oxígeno,  no era bueno exagerar y ponerse al límite de sus fuerzas, todavía tenía que guiar al grupo en el descenso.  
La caminata de regreso agotaba a los montañistas, ya oscurecía cuando Ángel dispuso pasar la noche en el lugar. Mary se alejó del grupo tenía mareos y comenzó a devolver lo que no tenía en el estomago, eran los males de la altura por esto Ángel recomendaba descansar y moverse lentamente para evitar los mareos y náuseas. 
Lana acompañaba a Mary para apoyarla, ella tampoco se estaba sintiendo bien, después de la euforia de llegar a la cumbre sentía cansancio y calambres en las extremidades. 
Ahora el desafío era pasar la noche con el poco equipo que tenían, las temperaturas heladas eran extremas. El grupo se junto para darse calor y soportar el frío de la noche.          
             
Roberto y su grupo también se disponían a pasar la noche, la temperatura había bajado aún más, a los heridos se les cubrió con mantas y los demás también se juntaron para calentarse con el calor de sus cuerpos.
La noticia de la emergencia de los montañistas llegó a los noticieros, algunos medios habían llegado a Santa Emilia para cubrir la emergencia. 
El helicóptero arribó muy temprano al pueblo para disponer la ayuda. 
Era un nuevo día y todos esperaban rescatar con vida al grupo. 
La embajada de Holanda ya estaba  enterada lo que le sucedía a sus compatriotas y envió a un encargado para apoyar en lo que fuera necesario. 
El nuevo día encontraba al grupo de Ángel, que estaba semi congelado pero con vida, todos se pusieron de pie con cuidado, nunca antes habían estado en esas condiciones. La noche les  había parecido eterna.  
Ahora tenían que seguir para descender por la montaña,  como siempre Ángel les recomendaba lo mismo, caminar con cuidado sin hacer movimientos violentos porque la altura seguía siendo un peligro.               


domingo, 17 de febrero de 2019

DOS PUEBLOS... DOS VILLAS

Los vecinos socorrieron a Doña Trinidad, ella había sufrido algunas contusiones pero nada de gravedad porque supo protegerse a tiempo  cuando escuchó ruidos extraños en el techo antes de caer.  Solo una parte de éste  fue la que se vino abajo
Su casa era una de las más antiguas del pueblo, casi con la fundación de Santa Emilia, ella no se percató  que las lluvias debilitaron el techo que no recibía mantenimiento desde hace buen tiempo. 
Todo lo sucedido fue un gran susto y ninguna vida que lamentar, ahora si tendría que reconstruir todo el techo para evitar nuevos percances. Sus vecinos más cercanos se ofrecieron para ayudarla, ella era muy apreciada por la comunidad.  
Este incidente ponía sobre aviso a todos aquellos vecinos que tenían sus casa antiguas, era de vital importancia hacer una inspección en sus propiedades para no sufrir lo mismo que la casa de Doña Trinidad. 
Los vecinos del pueblo sintieron  gran alivio de que la señora estuviera bien y no de gravedad, cómo exageraban algunos. 
Celina al enterarse de lo ocurrido fue a visitar a Doña Trinidad, ellas eran amigas al margen de lo  ocurrido con Adriano. Doña Trinidad y Celina conversaron casi toda la mañana el tema era inevitable, Adriano estuvo presente en la conversación, hablar de él y de lo que había sucedido entre ellos para tomar la decisión de separarse.  La madre de Adriano lamentaba sinceramente lo ocurrido, ella sentía por Celina un cariño especial.  
Rafaela también se enteró de lo ocurrido, quién en el pueblo no lo sabía, ella no podía salir de su casa pues estaban los obreros trabajando en la ampliación de la cocina pero llamó a Celina por su móvil y grande fue su sorpresa al enterarse que se encontraba en compañía de Doña Trinidad. Celina pasó el teléfono a la señora para que Rafaela pueda hablar unas palabras con ella  y decirle lo aliviada que se encontraba de saber que estaba bien. 
Hipólito Mancilla estaba en su casa a esas horas del día, cuando se enteró por su esposa que recién llegaba de hacer algunas compras, lo sucedido a Doña Trinidad. Él apenas escuchaba  lo que ella  decía, porque seguía lamentando su fallido proyecto sobre el aeropuerto.  
-Hipólito me estás escuchando- levantó la voz - parece que estás en otro mundo- dijo molesta su esposa. 
-Si, si te estoy escuchando y me alegra que no sufriera daño alguno la señora- luego guardó silencio.
Su esposa lo conocía muy bien, tenía que dejar que él mismo decida olvidar su proyecto para seguir adelante, en ese momento lo  mejor era no insistir. 
Celina de regreso a su hostal, se detuvo en la casa de Rafaela quería ver cómo iban los arreglos de su nueva cocina. 
-Rafaela, que bien va a quedar todo esto, con la ampliación van a tener más espacio y comodidad- luego le comentó la conversación que tuvo con la madre de Adriano -tú sabes que ella era para mí una persona especial y conversamos de su hijo...en fin, querida amiga tú conoces el tema.
Rafaela le dio la razón a Celina, fue bueno que hablar con Doña Trinidad, más aún si había esa amistad entre las dos mujeres.  
Las horas de la tarde pasaban con cierta lentitud, la gente en Santa Emilia iba y venía, cada uno dedicado a sus actividades, un viento helado recorría el pueblo y en la plaza principal algunas personas paseaban y conversaban sobre lo ocurrido a Doña Trinidad. Pudo pasar algo peor, decían algunos, la señora pudo desaparecer bajo los escombros del techo.
En lo alto del gran nevado los montañistas holandeses y los hermanos Ripay también sentían el viento helado que le azotaba el rostro, ellos seguían adelante en su camino. Había que aprovechar toda la luz del día. Los estragos del mal de altura comenzaban a sentirse, la pesades, el dolor de cabeza y alguna molestia para respirar eran los primeros síntomas.  
Cuando oscureció Ángel Ripay dio la orden de detenerse para pasar la noche. El grupo había llegado a una zona donde podían armar          
sus pequeñas carpas y protegerse del frío, todos estaban cansados y algunos no se sentían bien pero nadie decía nada al respecto, todavía querían seguir. 
Paul el médico del grupo dijo algunas palabras para asegurarse que todos podían seguir:
-Es importante que el grupo esté en buen estado físico porque lo que viene adelante es la prueba mayor de resistencia. En el camino, dar un mal paso por un mareo o por falta de oxígeno, puede significar la muerte o poner en peligro al grupo. Los que sientan que no pueden seguir, es el momento de hablar. 
Los montañistas seguían en silencio porque tenían la fuerza para seguir adelante. 
Bueno... Paul, el médico no dijo más, era el momento de descansar, al día siguiente sería la prueba más peligrosa de resistencia.
Las horas de la noche pasaban y el frío en las alturas del Gran Nevado lo congelaba todo. El silencio y el viento gélido en la inmensidad de la cordillera ponía a prueba a los montañistas. 
Con los primeros rayos de luz Ángel Ripay despertó para planificar cómo sería el día y por donde era mejor avanzar.  
Roberto su hermano comenzó a aplaudir para despertar a todos y aprovechar al máximo el día. El tiempo de descanso había sido suficiente, el grupo después de alistarse se preparó para partir, antes de ello Ángel se dirigió al grupo: 
-Como dijera ayer Paul el médico,  es importante decir si alguien se siente mal, yo sé que todos queremos llegar a la cumbre pero no podemos hacerlo a cualquier precio. El camino que viene es difícil y se estrecha más a cada paso, la altura puede complicar nuestro accionar y ponernos en peligro. 
Roberto dio unos pasos y vio lleno de estupor lo que se venía, alcanzó a dar la voz de alarma 
-¡Avalancha! ¡avalancha!- grito tan fuerte como podía. 
Era verdad una gran masa de nieve se venía sobre el grupo, a dónde correr no había, al frente tenían un gran abismo y al costado una roca saliente, algunos corrieron hacia ella y se cubrieron otros fueron hacia el camino estrecho. 
Los segundos de peligro fueron eternos, la gran masa de nieve paso cuesta abajo cubriéndolo todo. Cuando se despejo el peligro, todos vieron que el alcance de los daños era de terror. 
Dos montañistas  habían quedado enterrados, solo se podían ver sus brazos, todos los que estaban bien corrieron  a socorrerlos y juntos escarbaban en la nieve con las manos a toda velocidad para rescatarlos y no mueran asfixiados. 
Cuando fueron liberados los montañistas, todavía respiraban pero su pulso era débil, había que accionar con rapidez. Paul le daba a uno de ellos respiración boca a boca para hacerlo racionar, mientras otro se encargaba del otro compañero, era importante que reaccionen para poder darles a cada uno un balón de oxígeno pero cuando vieron a su alrededor la avalancha de nieve se había llevado parte de los equipos y con ello los balones de oxigeno solo habían quedado dos de ellos. 
Por unos segundos el pánico se adueño del grupo, Ángel con su hermano Roberto se encargaban de calmar a todos, pronto la tranquilidad volvió, era necesario pensar con serenidad para saber que hacer. 
                   
Los dos compañeros que habían estado enterrados reaccionaban lentamente, les dieron los balones de oxígeno para que puedan respirar con  calma.
La avalancha los había tomado a todos por sorpresa y ponía el panorama en  verdadera dificultad.
La cumbre del gran nevado todavía estaba un poco lejos y el camino de regreso casi había desaparecido porque la nieve lo cubrió todo, por suerte ninguno de los montañistas había sido arrastrado cuesta abajo o al abismo.
¿Qué hacer ahora? declararse en emergencia y pedir ayuda, ¿cuál era la opinión de la mayoría del grupo?.
En ese momento todavía nadie podía pensar con claridad. 
Quedaba una noche más ¿cómo podían pasarla sin el equipo necesario para protegerse de frío extremo?  La idea de los hermanos Ripay era pedir ayuda por radio para que los rescaten. 
Paul ayudaba a los heridos mientras se ponían de acuerdo si seguir adelante o pedir ayuda.  
Después de algunas discusiones se llegó a la decisión final de seguir, pero solo los que se sentían bien, los heridos y contusos se quedarían a esperar la ayuda. 
La avalancha les había cambiado el panorama, nadie imaginó que eso podía suceder. El mal de altura también cobraba sus primeras víctimas, la decisión final,  se quedarían los dos heridos y dos mujeres Mary Ann y Liz que no sé sentían bien por los mareos y las molestias al respirar. 
Paul se ofreció a quedarse para atender a los heridos, él era el doctor y sentía  que debía cumplir con su deber.
Los demás iban a partir para seguir adelante, el grupo que se quedaba iba a esperar. No había tiempo que perder, antes de partir Ángel Ripay hizo las últimas recomendaciones. 
-Recuerden que los que van a seguir hacia la cumbre no deben usar el balón de oxígeno para que sea válida su conquista de la cumbre... ¿están de acuerdo?. En caso de emergencia llevaremos uno de los balones que han quedado. La altura es de 6,000 metros, ninguno de ustedes ha llegado a ese nivel, ahora es la prueba final y la más difícil. 
Ángel, James, Stuard, Lana, Mary y Jim partieron a la prueba final mientras los compañeros esperaban. Roberto también se quedó con el grupo uno de los hermanos debía hacerlo, ellos conocían la montaña y lo que podía suceder. 
El grupo avanzó por la pendiente estrecha, atrás quedaban los compañeros, el Gran Nevado les daría la batalla final y ellos tenían que estar preparados. 
Todos llevaban la fuerza del espíritu humano que no quiere doblegarse ante el poder y la fuerza de los elementos naturales.

CONTINUARÁ.      
     
  
                    


domingo, 10 de febrero de 2019

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Hipólito Mancilla, con el informe del proyecto del aeropuerto entre sus manos que le había entregado el ingeniero Seminario, caminaba de un lado al otro en su oficina. No podía ser, pensaba y se agarraba la cabeza, luego con una mano golpeó con fuerza el informe y dijo en voz alta:
-Esto es imposible, es un revés en mis planes cómo es que no se puede construir el aeropuerto. Usted Seminario ha investigado a fondo todas las posibilidades, ha recorrido hasta el ultimo rincón de  la zona- entonces señalo el mapa tamaño gigante que tenía colgado en una de las paredes de su oficina. 
El ingeniero Andrés Seminario se puso de pie y casi al borde de perder la paciencia contestó  
-Vayamos al mapa señor Mancilla-  se acercó a la pared donde estaba el mapa, con una mano señalo: 
-Aquí está Santa Emilia, al norte está San Pablo, al sur tenemos la ciudadela Pre- Inca, al este la cadena de montañas de la cordillera y al oeste fundos ganaderos y terrenos de cultivo, no hay manera de construir una pista de aterrizaje de la longitud que se necesita. Con la camioneta he recorrido la región y he ido  lo más lejos que se puede, observe que estamos rodeados de terrenos que tienen propietarios. Ahora bien la cercanía con la cordillera es una verdadera complicación, pues esto haría que los aviones tengan dificultades para girar y ubicarse en una supuesta pista de aterrizaje.
-¡No!- estalló Mancilla y arrojó el informe sobre su escritorio -esto es imposible- repetía una y otra vez - Tiene que haber alguna forma de solucionar el problema,  yo he puesto todo mi empeño, mis sueños en este proyecto y usted me dice que es imposible. 
-Andrés Seminario contestó con toda la paciencia que podía reunir -yo le advertí desde un principio que no había venido hacer milagros, si el aeropuerto se podía construir, usted sería el primero en saberlo, además supongamos que se construye la pista de aterrizaje, usted sabe cuantos terrenos se tendrían que expropiar para construirla, la gente no estaría contenta y eso costaría una fortuna y para complicar la situación la cordillera que está cerca es como una inmensa pared que no se puede mover porque no son pequeños montículos que adornan el paisaje-  terminó diciendo Andrés Seminario con algo de ironía.
Hipolito Mancilla se sentó cerca de su escritorio miraba con pesar los cuadernillos del informe realizado por el ingeniero especialista. ¿qué hacer? solo podía aceptar la realidad. 
El ingeniero Seminario agregó -usted puede contratar mil ingenieros más y todos le dirán lo mismo y si acaso alguno le dice que es posible está mintiendo, con una mentira tan grande cómo el Gran Nevado. Acéptelo señor Mancilla es imposible, toda la provincia esta ocupada. La región es un rico valle y así debe quedar. 
Mancilla respiraba fuerte, su sueño, su amado proyecto, había quedado en un imposible, ahora ¡qué hacer!... tendría que ir a buscar al alcalde Cerillo y decir lo que pasaba, era para estallar de la ira pero se contuvo, no se puede ir contra la naturaleza. Otra vez el Gran Nevado y las montañas que lo acompañaban habían ganado... según él. 
Después de unos minutos de duda, giró en su silla y de uno de los cajones del escritorio sacó el cheque que tenía preparado y se lo entregó al ingeniero Andrés Seminario como parte de sus honorarios por el trabajo terminado. Un silencio incomodo entre los dos hombres sello el final del trato. 
Andrés Seminario se puso de pie se despidió de Hipólito Mancilla y salio de la oficina rumbo al terminal de buses para tomar el primero y regresar a la capital. 
Cuando Mancilla quedo a solas en su oficina se puso de pie frente al mapa, nunca antes lo había observado con tal detenimiento, era verdad la geografía de la región era complicada para construir un aeropuerto. 
No, en ese momento no iría a buscar al alcalde Cerillo. Todo ese día no quería hablar con nadie. Su sueño de ver a Santa Emilia dar un paso al futuro se había perdido.
En el pueblo ya todos comentaban que habían visto partir al ingeniero en el primer bus que salia a la capital y comentaban cuál era el resultado y cuando se comenzaría a construir el aeropuerto. Los más escépticos no comentaban, ellos querían esperar para saber la verdad de los hechos.
La cordillera esa gigantesca pared que recorría la región de norte a sur era un obstáculo y a la vez una bendición para la los pueblos cercanos. 
El frío en lo alto del Gran Nevado lo sentían los montañistas en cada espacio de sus cuerpo, el terreno difícil y la altura comenzaba a cobrar algunas víctimas. Varios de ellos sentían pesades en el cuerpo  y dolor de cabeza, Stuard comenzó a sangrar levemente  por la nariz pero guardó silencio, no era nada grave él, sentía que podía seguir adelante.
Ángel Ripay sabía que ya habían superado  los 4,000 metros y ahora se iba a saber      cuanta resistencia tendrían los holandeses                   

para seguir escalando. Ellos hasta ese momento en su entrenamiento no habían subido más altura. 
De allí en adelante se iba a poner a prueba la resistencia y pericia de los montañistas.
Ángel hizo una señal a su hermano Roberto para detener a descansar, se acercaban a otra zona  de peligro, debían estar todos alerta, el lugar era bien conocido porque en el pasado algunos montañistas habían perdido la vida en ese lugar. 
Todavía tenían varias horas de luz para seguir escalando pero el grupo tomó asiento sobre un gran risco, si alguno sentí molestias no decía nada, no querían entorpecer la travesía. 
Ángel Ripay levantó la mano, está era la señal para continuar ya habían descansado lo suficiente.  Los montañistas se pusieron de pie con cuidado, el grupo estaba motivado y lleno de energía.
Unos metros más adelante se encontraron con un gran abismo, esta era la zona altamente peligrosa, todos avanzaban con rigurosa disciplina nadie perdía la calma, ni se distraía. El terreno era escarpado, utilizar la habilidad y fortaleza eran importante para seguir avanzando.  
El grupo había adelantado gran parte del camino pero todavía estaba en la zona de peligro, Roberto Ripay que iba con el segundo grupo observó a Jim uno de los montañistas  que estaban cerca, dudar para continuar.  Roberto tocó el silbato para  avisar a su hermano y detenerse. Jim tenía algunas molestias pero aseguró que podía continuar que no le faltaban fuerzas.     
En Santa Emilia, los pobladores ignoraban los peligros que pasaban los montañistas y solo comentaban las últimas noticias con pesar...no se construiría el aeropuerto... Todos lamentaban lo sucedido, el sueño se había terminado. 
Yo sabía, decían algunos...¡era imposible!, cómo siempre no faltaban los aguafiestas. Otros en cambio lamentaban, un aeropuerto significaba fuentes de trabajo para muchos y nuevos aires de prosperidad.  
En la oficina de la alcaldía, Teodoro Cerillo ya sabía las malos noticias, aunque él se había opuesto, la idea de un aeropuerto le empezaba a gustar y hubiera sido una buena propaganda para su campaña. Se preguntaba cómo estaría Mancilla con este revés para sus planes, ni lo quería ver, ni escuchar. 
Barzan ya se había despedido de Rafaela y partió muy temprano a la capital, él quería regresar con buenas noticias, para ello tenía que convencer a su padre de no vender el fundo. 
En San Pablo la gente también lamentaba lo del aeropuerto de todas maneras su construcción traería beneficios para todos en la región. 
Lázaro Ventura alcalde de San Pablo no celebraba el fallido proyecto, pero digamos que no estaba tan triste. Él calculaba que eso hubiera sido un gran avance en la elecciones municipales para Cerillo. 
Manuelita la secretaria interrumpió al alcalde Ventura. -Señor lo buscan, son los directivos de la mina.
Manuelita hágalos pasar -buenos días caballeros- dijo el alcalde y les indicó que tomaran asiento.
-Buenos días Lázaro- dijo el gerente principal de la mina -queremos solicitar permiso para la construcción de una oficina aquí en San Pablo.
-Pero ustedes ya tienen oficinas en los terrenos de la mina, para que quieren más oficinas.
-El trabajo en la mina está aumentando, este año hemos tenido una gran producción de cobre y los precios internacionales nos han favorecido.  Necesitamos más espacio para atender a nuestros visitantes. 
Lázaro Ventura no se oponía, la mina en muchas ocasiones había ayudado a San Pablo.
-Caballeros ustedes traigan los planos del proyecto y aquí vamos a conversar para saber que es lo que exactamente quieren.
La conversación fue breve y sin problemas, los directivos se retiraron, ellos volverían a visitarlo con los planos de su proyecto en las manos. 
El alcalde Ventura se sentía feliz, este proyecto no era como construir el aeropuerto pero era una señal que también en San Pablo se progresaba.                         
   
Rafaela supervisaba en su casa, la ampliación de la cocina que era importante para el negocio, previa autorización del municipio. Ella comentaba con el arquitecto Merino sobre los detalles de la ampliación y de cómo debían ser. 
-No te preocupes Rafaela todo se hará conforme al diseño que te mostré y que tú aprobaste.
-Si por favor, es importante que se cuide el detalle para trabajar con comodidad, en este lugar se van a elaborar las mermeladas de doña Elvira.
-Si, conozco  la fama de ese delicioso producto- contestó  el arquitecto despidiéndose de Rafaela. 
Doña Elvira se encontraba en la tienda organizando los pedidos del día y atendiendo al público cuando vio entrar a la esposa del señor Mancilla, ella de cuando en cuando visitaba la tienda para comprar. 
Ahora la tienda lucia renovada, tenía nuevos productos como, galletas, palillos y fruta seca todos productos naturales y orgánicos que cada vez ganaban más adeptos entre la población de Santa Emilia. 
Todo esto era para darle un mayor impulso al o negocio y crecer. 
-Elvira, mi esposo esta con un ánimo insoportable, tú ya debes estar enterada de que no se construirá un aeropuerto, yo le digo que ya se olvide, que descanse que la preocupación no le hace bien- decía la esposa de Mancilla con pesar. 
-Bueno todos conocemos a Hipólito Mancilla, él se toma las cosas con demasiada seriedad y eso no es bueno, debe pasar la hoja-  comentaba doña Elvira dándole la razón. 
En ese instante entró Juanito en la tienda e interrumpió la conversación, casi se atropellaba con las palabras  -¡doña Elvira! ¡doña Elvira! hay una alarma en el pueblo, se ha caído el techo en la  casa de doña Trinidad madre de Adriano, creo que la señora esta grave, son los comentarios de los vecinos de alrededor...eso fue lo que escuché-  comentaba Juanito preocupado porque  él conocía Adriano.
Así corrían las noticias en Santa Emilia buenas o malas, ni el diario local era tan rápido. 

CONTINUARÁ  
            
   


domingo, 3 de febrero de 2019

DOS PUEBLOS... DOS VILLAS



Los hermanos Ripay y los montañistas holandeses llegaron a la pequeña meseta cuando ya había oscurecido, en ese lugar pasarían la noche. Todos los miembros del grupo estaban agotados, el esfuerzo físico había cansado los músculos.  
Las mujeres se acercaron a Lana para reconfortarla, ella estuvo cara a cara con la muerte, conservó la calma para estar atenta y porque además era una mujer entrenada, pero el miedo y el peligro la habían hecho llorar en silencio. 
Los hombres también se acercaron a ella y al final todos juntos se abrazaron para apoyarse, la travesía cada vez se hacía más dura y el camino difícil.  
Más adelante venía lo peligroso, no en vano el coloso de nieve y hielo se había ganado el nombre de una montaña rebelde y difícil de escalar. 
Cada montañista se acomodo en su lugar, no muy lejos uno del otro, era conveniente estar cerca, cada uno traía consigo unas carpas individuales donde entraba una persona, era el tipo de carpa pequeña, portátil que se pueden llevar en la cintura, estas se ponen en el piso y se abren permitiendo a la persona protegerse del frío. 
Ángel Ripay habló con el grupo para explicarles como sería la caminata del día siguiente, porque lo que venía era cada vez más complicado, no solo por el terreno sino porque se ganaba más  altura con cada paso que se daba, debía tener cuidado. Él pidió a todos mantenerse alertas y ante el peligro conservar la calma porque el grupo no los iba abandonar.
Luego se despidió y todos se fueron a dormir, el frío helado no permitía más conversación, lo mejor era protegerse para estar en buenas condiciones físicas al amanecer  y seguir el camino a la cumbre.
Cada montañista se cubrió dentro de su carpa, el cansancio los venció y pronto todos ellos entraron en un profundo sueño, que debía ser reparador para estar listos con la nueva luz del día.  El gran coloso los esperaba y los retos también.
A la primera hora del día, el grupo se despertó y se alistaba para seguir adelante. De desayuno comieron unas barrita energética, las mismas de la noche anterior, no debían comer demasiado, no era bueno para escalar y mantenerse ágiles. 
Cada uno se aseo con la nieve, no había otra manera de hacerlo, luego alistaron su equipo de escalar y volvieron amarrarse la cuerda a la cintura para iniciar la travesía.  
Con las últimas advertencias de Ángel Ripay todos avanzaron cuesta arriba. Esta vez en el grupo de Roberto, Lana iba detrás de él, quería asegurarse de que no tuviera ningún inconveniente. 
La mañana era propicia para seguir el camino, la luz del día los acompañaba y ahora todos confiaban en su destreza y habilidad pero también en la unión del grupo para estar a salvo.
El cielo parecía más azul que nunca, la nieve más blanca.  
El frío helado golpeaba sus cuerpos y los mantenía alerta, cada uno pisaba las rocas con cuidado y se agarraban  de ellas para no caer. 
La altura aún no los afectaba porque no habían superado los cuatro mil metros, cada montañista se sentía ágil y fuerte, todos con la misma consigna, seguir adelante y lograr dominar al Gran Nevado. 
En Santa Emilia nadie había olvidado a los montañistas, algunas comunicaciones por radio que Ángel Ripay tenía con su estación los ponía en alerta y aviso de como se encontraban. En el pueblo todos esperaban que no falte la comunicación.
Rafaela mientras tanto en su casa, trazaba como iba hacer la nueva ampliación de la cocina para preparar las mermeladas y demás. Ella le indicaba al maestro albañil como debían ser los arreglos. 
Doña Elvira estaba de acuerdo con su hija, ya no ponía objeción alguna, eran nuevas ideas y un tiempo nuevo para el negocio. 
Barzan llegó a visitar a Rafaela y no traía  muy buena cara, las noticias no eran buenas para él.        La noche anterior había hablado con su     
padre por teléfono y éste tenía la intención
de vender el fundo. 
Barzan no estaba de acuerdo y le comentó a Rafaela que quería viajar a Lima para hablar con su padre personalmente y convencerlo de no vender el fundo, que su producción iba muy bien y no había motivo para venderlo, además ahí estaba enterrado el abuelo.
Rafaela lamentó la decisión del padre y apoyó a Barzan.
-Si tienes que viajar para hablar con tu padre, es mejor tratar el tema cuanto antes- dijo Rafaela tratando de tranquilizar a Barzan.
-Viajo mañana temprano, necesito convencer a mi padre de no vender, el fundo significa mucho para mí, ahora que conozco bien su funcionamiento y la producción va en aumento. Pensar que en las primeras semanas no quería  estar aquí y ahora no deseo irme.
Ambos enamorados se abrazaron, ellos entendían el lenguaje del amor, nada los iba a separar. 
Al otro extremo del pueblo el ingeniero Andrés Seminario recorría la zona en la camioneta que Hipolito Mancilla le había prestado para que estudie el lugar y de su opinión sobre la construcción del aeropuerto. 
Él estudiaba todos los ángulos del territorio y ver sus posibilidades, no solo cerca de Santa Emilia sino además de San Pablo y alrededores. No quería adelantar juicios y en su libreta apuntaba cada lugar, cada medida del terreno y de la región, por momentos recurría al mapa para saber donde con exactitud se encontraba situado. 
Cuando en la tarde llegaba a la casa de Hipólito Mancilla, éste le preguntaba que pensaba, cuál era su opinión pero Andrés Seminario decía -todavía no tengo una opinión segura, espere unos días y le entregaré un informe completo de la situación.
Esto para Mancilla era exasperante él quería  ya su opinión, él soñaba y vivía en los últimos tiempos con la esperanza de hacer realidad el aeropuerto.
Lázaro Ventura alcalde de San Pablo seguía de cerca los incidentes en Santa Emilia con respecto al aeropuerto, ¿cuál sería la conclusión final? se preguntaba y que haría él para equiparar un proyecto así. 
Por otro lado había conversado con con el secretario del partido, Ernesto Monteagudo y se habían definido las cartas sobre la mesa, él fue el autor de los terribles panfletos, algo que por supuesto nunca  aceptó. La conversación entre los dos hombre no fue nada cordial y días más tarde se enteró que el secretario iría en campaña para las próximas elecciones por la alcaldía, esto en el fondo había sido el móvil de la campaña con los panfletos. ¡Monteagudo quería ser alcalde!.
Lejos de esos conflictos Mariano Arias estaba concentrado en la ampliación de su fábrica de ceramios y souvenirs, los que cada vez eran más apreciados por sus vistosos colores y sus diseños.
Su fundo ganadero producía muy bien y la vida para él era tranquila y amable, solo le faltaba la presencia de su hijo Mariano Jr.  No quería nada más en este mundo que tenerlo cerca y abrazarlo. 
Otro día más había terminado y otra noche encontraba a los montañista en lo alto del Gran Nevado, estaba vez no era una meseta donde pasar la noche, el terreno donde se encontraban era inhóspito y algo incomodo, pero debían detenerse a descansar.   
                   
No hubo incidentes graves que lamentar en este día, si bien es cierto el terreno por momentos era difícil y escarpado, en otras momentos podían caminar porque el terreno así lo permitía. 
Los montañistas holandeses como siempre estaban agotados, la montaña seguía siendo un desafío y un entrenamiento para ellos, era importante saber cuanta altura podrían resistir y como reaccionaban sus cuerpos al terreno donde se encontraban. 
Todo aquello era parte de lo que vendría después para  escalar el monte Everest. 
La noche los acompañaba en las alturas del gran coloso, donde todo era silencio y solo el viento silbaba y golpeaba las pequeñas carpas donde estaban refugiados los montañistas. De lejos se podían ver como si fueran hongos que crecían sobre la blanca nieve. 
El paisaje de la cordillera era abrumador, la cadena de montañas eran testigos de la presencia de los holandeses y desde ese lugar se observaba la fuerza y belleza del paisaje que los envolvía y hacía sentir a todos que eran muy pequeños comparados con esas grandes montañas.

CONTINUARÁ