domingo, 10 de febrero de 2019

DOS PUEBLOS...DOS VILLAS

Hipólito Mancilla, con el informe del proyecto del aeropuerto entre sus manos que le había entregado el ingeniero Seminario, caminaba de un lado al otro en su oficina. No podía ser, pensaba y se agarraba la cabeza, luego con una mano golpeó con fuerza el informe y dijo en voz alta:
-Esto es imposible, es un revés en mis planes cómo es que no se puede construir el aeropuerto. Usted Seminario ha investigado a fondo todas las posibilidades, ha recorrido hasta el ultimo rincón de  la zona- entonces señalo el mapa tamaño gigante que tenía colgado en una de las paredes de su oficina. 
El ingeniero Andrés Seminario se puso de pie y casi al borde de perder la paciencia contestó  
-Vayamos al mapa señor Mancilla-  se acercó a la pared donde estaba el mapa, con una mano señalo: 
-Aquí está Santa Emilia, al norte está San Pablo, al sur tenemos la ciudadela Pre- Inca, al este la cadena de montañas de la cordillera y al oeste fundos ganaderos y terrenos de cultivo, no hay manera de construir una pista de aterrizaje de la longitud que se necesita. Con la camioneta he recorrido la región y he ido  lo más lejos que se puede, observe que estamos rodeados de terrenos que tienen propietarios. Ahora bien la cercanía con la cordillera es una verdadera complicación, pues esto haría que los aviones tengan dificultades para girar y ubicarse en una supuesta pista de aterrizaje.
-¡No!- estalló Mancilla y arrojó el informe sobre su escritorio -esto es imposible- repetía una y otra vez - Tiene que haber alguna forma de solucionar el problema,  yo he puesto todo mi empeño, mis sueños en este proyecto y usted me dice que es imposible. 
-Andrés Seminario contestó con toda la paciencia que podía reunir -yo le advertí desde un principio que no había venido hacer milagros, si el aeropuerto se podía construir, usted sería el primero en saberlo, además supongamos que se construye la pista de aterrizaje, usted sabe cuantos terrenos se tendrían que expropiar para construirla, la gente no estaría contenta y eso costaría una fortuna y para complicar la situación la cordillera que está cerca es como una inmensa pared que no se puede mover porque no son pequeños montículos que adornan el paisaje-  terminó diciendo Andrés Seminario con algo de ironía.
Hipolito Mancilla se sentó cerca de su escritorio miraba con pesar los cuadernillos del informe realizado por el ingeniero especialista. ¿qué hacer? solo podía aceptar la realidad. 
El ingeniero Seminario agregó -usted puede contratar mil ingenieros más y todos le dirán lo mismo y si acaso alguno le dice que es posible está mintiendo, con una mentira tan grande cómo el Gran Nevado. Acéptelo señor Mancilla es imposible, toda la provincia esta ocupada. La región es un rico valle y así debe quedar. 
Mancilla respiraba fuerte, su sueño, su amado proyecto, había quedado en un imposible, ahora ¡qué hacer!... tendría que ir a buscar al alcalde Cerillo y decir lo que pasaba, era para estallar de la ira pero se contuvo, no se puede ir contra la naturaleza. Otra vez el Gran Nevado y las montañas que lo acompañaban habían ganado... según él. 
Después de unos minutos de duda, giró en su silla y de uno de los cajones del escritorio sacó el cheque que tenía preparado y se lo entregó al ingeniero Andrés Seminario como parte de sus honorarios por el trabajo terminado. Un silencio incomodo entre los dos hombres sello el final del trato. 
Andrés Seminario se puso de pie se despidió de Hipólito Mancilla y salio de la oficina rumbo al terminal de buses para tomar el primero y regresar a la capital. 
Cuando Mancilla quedo a solas en su oficina se puso de pie frente al mapa, nunca antes lo había observado con tal detenimiento, era verdad la geografía de la región era complicada para construir un aeropuerto. 
No, en ese momento no iría a buscar al alcalde Cerillo. Todo ese día no quería hablar con nadie. Su sueño de ver a Santa Emilia dar un paso al futuro se había perdido.
En el pueblo ya todos comentaban que habían visto partir al ingeniero en el primer bus que salia a la capital y comentaban cuál era el resultado y cuando se comenzaría a construir el aeropuerto. Los más escépticos no comentaban, ellos querían esperar para saber la verdad de los hechos.
La cordillera esa gigantesca pared que recorría la región de norte a sur era un obstáculo y a la vez una bendición para la los pueblos cercanos. 
El frío en lo alto del Gran Nevado lo sentían los montañistas en cada espacio de sus cuerpo, el terreno difícil y la altura comenzaba a cobrar algunas víctimas. Varios de ellos sentían pesades en el cuerpo  y dolor de cabeza, Stuard comenzó a sangrar levemente  por la nariz pero guardó silencio, no era nada grave él, sentía que podía seguir adelante.
Ángel Ripay sabía que ya habían superado  los 4,000 metros y ahora se iba a saber      cuanta resistencia tendrían los holandeses                   

para seguir escalando. Ellos hasta ese momento en su entrenamiento no habían subido más altura. 
De allí en adelante se iba a poner a prueba la resistencia y pericia de los montañistas.
Ángel hizo una señal a su hermano Roberto para detener a descansar, se acercaban a otra zona  de peligro, debían estar todos alerta, el lugar era bien conocido porque en el pasado algunos montañistas habían perdido la vida en ese lugar. 
Todavía tenían varias horas de luz para seguir escalando pero el grupo tomó asiento sobre un gran risco, si alguno sentí molestias no decía nada, no querían entorpecer la travesía. 
Ángel Ripay levantó la mano, está era la señal para continuar ya habían descansado lo suficiente.  Los montañistas se pusieron de pie con cuidado, el grupo estaba motivado y lleno de energía.
Unos metros más adelante se encontraron con un gran abismo, esta era la zona altamente peligrosa, todos avanzaban con rigurosa disciplina nadie perdía la calma, ni se distraía. El terreno era escarpado, utilizar la habilidad y fortaleza eran importante para seguir avanzando.  
El grupo había adelantado gran parte del camino pero todavía estaba en la zona de peligro, Roberto Ripay que iba con el segundo grupo observó a Jim uno de los montañistas  que estaban cerca, dudar para continuar.  Roberto tocó el silbato para  avisar a su hermano y detenerse. Jim tenía algunas molestias pero aseguró que podía continuar que no le faltaban fuerzas.     
En Santa Emilia, los pobladores ignoraban los peligros que pasaban los montañistas y solo comentaban las últimas noticias con pesar...no se construiría el aeropuerto... Todos lamentaban lo sucedido, el sueño se había terminado. 
Yo sabía, decían algunos...¡era imposible!, cómo siempre no faltaban los aguafiestas. Otros en cambio lamentaban, un aeropuerto significaba fuentes de trabajo para muchos y nuevos aires de prosperidad.  
En la oficina de la alcaldía, Teodoro Cerillo ya sabía las malos noticias, aunque él se había opuesto, la idea de un aeropuerto le empezaba a gustar y hubiera sido una buena propaganda para su campaña. Se preguntaba cómo estaría Mancilla con este revés para sus planes, ni lo quería ver, ni escuchar. 
Barzan ya se había despedido de Rafaela y partió muy temprano a la capital, él quería regresar con buenas noticias, para ello tenía que convencer a su padre de no vender el fundo. 
En San Pablo la gente también lamentaba lo del aeropuerto de todas maneras su construcción traería beneficios para todos en la región. 
Lázaro Ventura alcalde de San Pablo no celebraba el fallido proyecto, pero digamos que no estaba tan triste. Él calculaba que eso hubiera sido un gran avance en la elecciones municipales para Cerillo. 
Manuelita la secretaria interrumpió al alcalde Ventura. -Señor lo buscan, son los directivos de la mina.
Manuelita hágalos pasar -buenos días caballeros- dijo el alcalde y les indicó que tomaran asiento.
-Buenos días Lázaro- dijo el gerente principal de la mina -queremos solicitar permiso para la construcción de una oficina aquí en San Pablo.
-Pero ustedes ya tienen oficinas en los terrenos de la mina, para que quieren más oficinas.
-El trabajo en la mina está aumentando, este año hemos tenido una gran producción de cobre y los precios internacionales nos han favorecido.  Necesitamos más espacio para atender a nuestros visitantes. 
Lázaro Ventura no se oponía, la mina en muchas ocasiones había ayudado a San Pablo.
-Caballeros ustedes traigan los planos del proyecto y aquí vamos a conversar para saber que es lo que exactamente quieren.
La conversación fue breve y sin problemas, los directivos se retiraron, ellos volverían a visitarlo con los planos de su proyecto en las manos. 
El alcalde Ventura se sentía feliz, este proyecto no era como construir el aeropuerto pero era una señal que también en San Pablo se progresaba.                         
   
Rafaela supervisaba en su casa, la ampliación de la cocina que era importante para el negocio, previa autorización del municipio. Ella comentaba con el arquitecto Merino sobre los detalles de la ampliación y de cómo debían ser. 
-No te preocupes Rafaela todo se hará conforme al diseño que te mostré y que tú aprobaste.
-Si por favor, es importante que se cuide el detalle para trabajar con comodidad, en este lugar se van a elaborar las mermeladas de doña Elvira.
-Si, conozco  la fama de ese delicioso producto- contestó  el arquitecto despidiéndose de Rafaela. 
Doña Elvira se encontraba en la tienda organizando los pedidos del día y atendiendo al público cuando vio entrar a la esposa del señor Mancilla, ella de cuando en cuando visitaba la tienda para comprar. 
Ahora la tienda lucia renovada, tenía nuevos productos como, galletas, palillos y fruta seca todos productos naturales y orgánicos que cada vez ganaban más adeptos entre la población de Santa Emilia. 
Todo esto era para darle un mayor impulso al o negocio y crecer. 
-Elvira, mi esposo esta con un ánimo insoportable, tú ya debes estar enterada de que no se construirá un aeropuerto, yo le digo que ya se olvide, que descanse que la preocupación no le hace bien- decía la esposa de Mancilla con pesar. 
-Bueno todos conocemos a Hipólito Mancilla, él se toma las cosas con demasiada seriedad y eso no es bueno, debe pasar la hoja-  comentaba doña Elvira dándole la razón. 
En ese instante entró Juanito en la tienda e interrumpió la conversación, casi se atropellaba con las palabras  -¡doña Elvira! ¡doña Elvira! hay una alarma en el pueblo, se ha caído el techo en la  casa de doña Trinidad madre de Adriano, creo que la señora esta grave, son los comentarios de los vecinos de alrededor...eso fue lo que escuché-  comentaba Juanito preocupado porque  él conocía Adriano.
Así corrían las noticias en Santa Emilia buenas o malas, ni el diario local era tan rápido. 

CONTINUARÁ  
            
   


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