domingo, 17 de febrero de 2019

DOS PUEBLOS... DOS VILLAS

Los vecinos socorrieron a Doña Trinidad, ella había sufrido algunas contusiones pero nada de gravedad porque supo protegerse a tiempo  cuando escuchó ruidos extraños en el techo antes de caer.  Solo una parte de éste  fue la que se vino abajo
Su casa era una de las más antiguas del pueblo, casi con la fundación de Santa Emilia, ella no se percató  que las lluvias debilitaron el techo que no recibía mantenimiento desde hace buen tiempo. 
Todo lo sucedido fue un gran susto y ninguna vida que lamentar, ahora si tendría que reconstruir todo el techo para evitar nuevos percances. Sus vecinos más cercanos se ofrecieron para ayudarla, ella era muy apreciada por la comunidad.  
Este incidente ponía sobre aviso a todos aquellos vecinos que tenían sus casa antiguas, era de vital importancia hacer una inspección en sus propiedades para no sufrir lo mismo que la casa de Doña Trinidad. 
Los vecinos del pueblo sintieron  gran alivio de que la señora estuviera bien y no de gravedad, cómo exageraban algunos. 
Celina al enterarse de lo ocurrido fue a visitar a Doña Trinidad, ellas eran amigas al margen de lo  ocurrido con Adriano. Doña Trinidad y Celina conversaron casi toda la mañana el tema era inevitable, Adriano estuvo presente en la conversación, hablar de él y de lo que había sucedido entre ellos para tomar la decisión de separarse.  La madre de Adriano lamentaba sinceramente lo ocurrido, ella sentía por Celina un cariño especial.  
Rafaela también se enteró de lo ocurrido, quién en el pueblo no lo sabía, ella no podía salir de su casa pues estaban los obreros trabajando en la ampliación de la cocina pero llamó a Celina por su móvil y grande fue su sorpresa al enterarse que se encontraba en compañía de Doña Trinidad. Celina pasó el teléfono a la señora para que Rafaela pueda hablar unas palabras con ella  y decirle lo aliviada que se encontraba de saber que estaba bien. 
Hipólito Mancilla estaba en su casa a esas horas del día, cuando se enteró por su esposa que recién llegaba de hacer algunas compras, lo sucedido a Doña Trinidad. Él apenas escuchaba  lo que ella  decía, porque seguía lamentando su fallido proyecto sobre el aeropuerto.  
-Hipólito me estás escuchando- levantó la voz - parece que estás en otro mundo- dijo molesta su esposa. 
-Si, si te estoy escuchando y me alegra que no sufriera daño alguno la señora- luego guardó silencio.
Su esposa lo conocía muy bien, tenía que dejar que él mismo decida olvidar su proyecto para seguir adelante, en ese momento lo  mejor era no insistir. 
Celina de regreso a su hostal, se detuvo en la casa de Rafaela quería ver cómo iban los arreglos de su nueva cocina. 
-Rafaela, que bien va a quedar todo esto, con la ampliación van a tener más espacio y comodidad- luego le comentó la conversación que tuvo con la madre de Adriano -tú sabes que ella era para mí una persona especial y conversamos de su hijo...en fin, querida amiga tú conoces el tema.
Rafaela le dio la razón a Celina, fue bueno que hablar con Doña Trinidad, más aún si había esa amistad entre las dos mujeres.  
Las horas de la tarde pasaban con cierta lentitud, la gente en Santa Emilia iba y venía, cada uno dedicado a sus actividades, un viento helado recorría el pueblo y en la plaza principal algunas personas paseaban y conversaban sobre lo ocurrido a Doña Trinidad. Pudo pasar algo peor, decían algunos, la señora pudo desaparecer bajo los escombros del techo.
En lo alto del gran nevado los montañistas holandeses y los hermanos Ripay también sentían el viento helado que le azotaba el rostro, ellos seguían adelante en su camino. Había que aprovechar toda la luz del día. Los estragos del mal de altura comenzaban a sentirse, la pesades, el dolor de cabeza y alguna molestia para respirar eran los primeros síntomas.  
Cuando oscureció Ángel Ripay dio la orden de detenerse para pasar la noche. El grupo había llegado a una zona donde podían armar          
sus pequeñas carpas y protegerse del frío, todos estaban cansados y algunos no se sentían bien pero nadie decía nada al respecto, todavía querían seguir. 
Paul el médico del grupo dijo algunas palabras para asegurarse que todos podían seguir:
-Es importante que el grupo esté en buen estado físico porque lo que viene adelante es la prueba mayor de resistencia. En el camino, dar un mal paso por un mareo o por falta de oxígeno, puede significar la muerte o poner en peligro al grupo. Los que sientan que no pueden seguir, es el momento de hablar. 
Los montañistas seguían en silencio porque tenían la fuerza para seguir adelante. 
Bueno... Paul, el médico no dijo más, era el momento de descansar, al día siguiente sería la prueba más peligrosa de resistencia.
Las horas de la noche pasaban y el frío en las alturas del Gran Nevado lo congelaba todo. El silencio y el viento gélido en la inmensidad de la cordillera ponía a prueba a los montañistas. 
Con los primeros rayos de luz Ángel Ripay despertó para planificar cómo sería el día y por donde era mejor avanzar.  
Roberto su hermano comenzó a aplaudir para despertar a todos y aprovechar al máximo el día. El tiempo de descanso había sido suficiente, el grupo después de alistarse se preparó para partir, antes de ello Ángel se dirigió al grupo: 
-Como dijera ayer Paul el médico,  es importante decir si alguien se siente mal, yo sé que todos queremos llegar a la cumbre pero no podemos hacerlo a cualquier precio. El camino que viene es difícil y se estrecha más a cada paso, la altura puede complicar nuestro accionar y ponernos en peligro. 
Roberto dio unos pasos y vio lleno de estupor lo que se venía, alcanzó a dar la voz de alarma 
-¡Avalancha! ¡avalancha!- grito tan fuerte como podía. 
Era verdad una gran masa de nieve se venía sobre el grupo, a dónde correr no había, al frente tenían un gran abismo y al costado una roca saliente, algunos corrieron hacia ella y se cubrieron otros fueron hacia el camino estrecho. 
Los segundos de peligro fueron eternos, la gran masa de nieve paso cuesta abajo cubriéndolo todo. Cuando se despejo el peligro, todos vieron que el alcance de los daños era de terror. 
Dos montañistas  habían quedado enterrados, solo se podían ver sus brazos, todos los que estaban bien corrieron  a socorrerlos y juntos escarbaban en la nieve con las manos a toda velocidad para rescatarlos y no mueran asfixiados. 
Cuando fueron liberados los montañistas, todavía respiraban pero su pulso era débil, había que accionar con rapidez. Paul le daba a uno de ellos respiración boca a boca para hacerlo racionar, mientras otro se encargaba del otro compañero, era importante que reaccionen para poder darles a cada uno un balón de oxígeno pero cuando vieron a su alrededor la avalancha de nieve se había llevado parte de los equipos y con ello los balones de oxigeno solo habían quedado dos de ellos. 
Por unos segundos el pánico se adueño del grupo, Ángel con su hermano Roberto se encargaban de calmar a todos, pronto la tranquilidad volvió, era necesario pensar con serenidad para saber que hacer. 
                   
Los dos compañeros que habían estado enterrados reaccionaban lentamente, les dieron los balones de oxígeno para que puedan respirar con  calma.
La avalancha los había tomado a todos por sorpresa y ponía el panorama en  verdadera dificultad.
La cumbre del gran nevado todavía estaba un poco lejos y el camino de regreso casi había desaparecido porque la nieve lo cubrió todo, por suerte ninguno de los montañistas había sido arrastrado cuesta abajo o al abismo.
¿Qué hacer ahora? declararse en emergencia y pedir ayuda, ¿cuál era la opinión de la mayoría del grupo?.
En ese momento todavía nadie podía pensar con claridad. 
Quedaba una noche más ¿cómo podían pasarla sin el equipo necesario para protegerse de frío extremo?  La idea de los hermanos Ripay era pedir ayuda por radio para que los rescaten. 
Paul ayudaba a los heridos mientras se ponían de acuerdo si seguir adelante o pedir ayuda.  
Después de algunas discusiones se llegó a la decisión final de seguir, pero solo los que se sentían bien, los heridos y contusos se quedarían a esperar la ayuda. 
La avalancha les había cambiado el panorama, nadie imaginó que eso podía suceder. El mal de altura también cobraba sus primeras víctimas, la decisión final,  se quedarían los dos heridos y dos mujeres Mary Ann y Liz que no sé sentían bien por los mareos y las molestias al respirar. 
Paul se ofreció a quedarse para atender a los heridos, él era el doctor y sentía  que debía cumplir con su deber.
Los demás iban a partir para seguir adelante, el grupo que se quedaba iba a esperar. No había tiempo que perder, antes de partir Ángel Ripay hizo las últimas recomendaciones. 
-Recuerden que los que van a seguir hacia la cumbre no deben usar el balón de oxígeno para que sea válida su conquista de la cumbre... ¿están de acuerdo?. En caso de emergencia llevaremos uno de los balones que han quedado. La altura es de 6,000 metros, ninguno de ustedes ha llegado a ese nivel, ahora es la prueba final y la más difícil. 
Ángel, James, Stuard, Lana, Mary y Jim partieron a la prueba final mientras los compañeros esperaban. Roberto también se quedó con el grupo uno de los hermanos debía hacerlo, ellos conocían la montaña y lo que podía suceder. 
El grupo avanzó por la pendiente estrecha, atrás quedaban los compañeros, el Gran Nevado les daría la batalla final y ellos tenían que estar preparados. 
Todos llevaban la fuerza del espíritu humano que no quiere doblegarse ante el poder y la fuerza de los elementos naturales.

CONTINUARÁ.      
     
  
                    


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