domingo, 13 de octubre de 2019

ALIDA Y GERVACIO

Con la noticia del arribo de nuevos científicos, Alida y Gervacio fueron a la cabaña donde se encontraba el equipo para investigación.
Gervacio quería adelantar su trabajo y examinar las muestras que había logrado traer del viaje que casi se convierte en una tragedia. 
Trevor por su parte escribía los apuntes de su propia investigación para la tesis de doctorado, todos estaban ocupados, en silencio y atentos a sus tareas. 
Alida leía con atención los apuntes que había hecho durante el viaje. 
Así la mañana transcurría lenta y tranquila. Solo se escuchaba el ruido propio que hacen los animales a esa hora del día en la selva. 
Gervacio en sus en sus notas escribía las propiedades medicinales de las plantas que llevaría hasta la capital donde serían estudiadas profundamente, en un cuaderno aparte llevaba un diario de todos los incidentes vividos hasta ese momento, quería tener documentados y bien apuntados para no olvidar los detalles. 
Por su parte Alida también llevaba un diario y escribía en él lo que  vivían día a día, ella apuntaba sus impresiones, sorpresas y el accidente sufrido en el río, que al menos por un tiempo no debía contar a su madre. 
Para ser fiel a su historia, escuchaba con atención las leyendas y comentarios de los nativos cuando visitaban algunas aldeas. Las historias de ellos estaban llenas de leyendas y datos interesantes, en muchos casos se trataba de los orígenes de sus pueblos. 
Los nativos solían contar sus historias para que sean trasmitidas de generación en generación, así se conservaba la memoria ancestral y algunas leyendas podía retroceder hasta el tiempo antes de la conquista, en ese tiempo todo era paz en la selva amazónica. 
Ellos contaban el origen de sus pueblos desde la noche de los tiempos, cuando solo el gran río era testigo de su existencia y los nativos eran dueños y señores de grandes extensiones de tierra.
Con la llegada de la conquista y la transmisión de enfermedades con las que  casi desaparecen varios pueblos nativos y luego en años más recientes la explotación del caucho que los había  diezmado, años más tarde, la extracción de la madera y del petróleo, los pueblos nativos se había reducido en gran número y territorio, en la actualidad se sienten más tranquilos a pesar de los muchos problemas porque hoy en día soplaban vientos a su favor y muchas organizaciones nacionales y a nivel mundial los estaban apoyando para que se conserven como pueblos originarios de la amazonia. 
Ellos son conocedores de una sabiduría natural  conocen muy bien el ecosistema que los rodea. Los científicos que llegaban al campamento siempre consultaban con ellos diversos comportamientos de animales y plantas porque ellos saben mejor como se comporta el ambiente que los rodeaba y así ayudar a los científicos en sus investigaciones.                   
Alida también escribía en sus notas  sobre los animales conocidos de cerca y la experiencia de verlos, esto parecía de fábula por momentos era fascinante y otros de mucho cuidado. 
Saber que los animales salvajes eran vecinos del campamento científico parecía increíble.  
Los primates que eran una población muy numerosa se dividían en varias familias,  eran juguetones y arrojaban cuanta comida no les servía sin importar lo que hubiera debajo de ellos.  
Luego las mariposas que parecían salidas de un cuento, habían grandes  e inmensas poblaciones de ellas y podían llenar el espacio con sus colores y gráciles movimientos, en el futuro no muy lejano eran un recurso potencial para las aldeas nativas si se sabía trabajar con cuidado para no desaparecerlas.  
Pero para Alida  hasta ese momento el que más llamaba su atención era el jaguar que los nativos respetaban y lo llamaban el rey de la selva, muchas veces exageraban su fuerza, pero era un animal a todas luces hermoso y valiente. 
Escribía sobre las leyendas que rodeaban a los delfines rosados y la magia que poseían, para los nativos eran sagrados y nunca los cazaban. Según ellos los delfines de agua  dulce poseían poderes sobrenaturales que los hacían únicos por sobre los otros animales del río.
El miedo que más sentía Alida por algún mamífero de la amazonia era los murciélagos, no los pequeños que también la atemorizaban, si no los más grandes que median hasta un metro de altura, era impresionante verlos volar y tranquilamente podían aparecer en una película de terror.
Con los trabajos de investigación y los recorridos que hacían al interior de la selva, los días transcurrían y si el tiempo lo permitía Alida y Gervacio acompañaban a Trevor en su trabajo con los caimanes. Era una aventura real estar en un ambiente natural y lejos de la civilización. 
En cambio por esos días en la capital y lejos del mundo natural Alma, madre de Alida, extrañaba a su hija y conversaba con Vera su hermana,  a ella le decía: 
-La casa se siente sola sin Alida que siempre estaba entrando y saliendo o sembrando algo en el jardín, afición que tomó desde que comenzó a salir con Gervacio que es botánico. Por suerte estamos en contacto, ella está muy bien y feliz me cuenta que todo es nuevo y asombroso en ese lugar, lo cual no dudo debe ser maravilloso, es el mundo natural de la selva.
-Alma, tienes que acostumbrarte a que Alida viaje, la carrera que ella a escogido también tiene que ver con el mundo natural, recuerda que ella va ser bióloga marina- decía Vera para tranquilizar a su hermana.           
 -Si es verdad, ella en un futuro, seguro que tendrá que viajar también, debo de quitarme la idea de la cabeza de mantener a mi hija dentro de una burbuja- contestó Alma un poco pensativa. 
Mientras en la selva y a cientos de kilómetros, en las cabañas del campamento científico los trabajos continuaban, pero también habían instantes de conversación y anécdotas vividas que contaban cada uno, ya sea del trabajo o de la universidad. 
Una tarde después de almorzar Alida, Gervacio y Trevor, mientras terminaban de limpiar los platos y cubiertos usados, vieron que se acercaba un grupo de personas, eran los nuevos miembros del campamento, científicos que llegaban desde lejos. Habían demorado algo más de tiempo en llegar y estaban cansados, el viaje siempre era agotador.           
El grupo se presentó todos se saludaron. Los recién llegados eran  cinco personas, tres científicos franceses y una pareja de esposos  de científicos ingleses.  
Las primeras impresiones fueron protocolares los recién llegados querían descansar un poco. Trevor fue el encargado de ubicarlos en la cabaña de los hombres y de las mujeres. Alida llevó a Claire a la cabaña que compartirían, ella le hacia todo tipo de preguntas y Alida le indicaba donde estaban los servicios, el comedor y la cocina al aire libre todo era muy rústico pero ordenado.
Alida dejó a solas a Claire para que se acomode y descanse, antes de salir le advirtió:
-Claire aquí debes olvidarte de la civilización y la vida cómoda,  tienes que adaptarte al medio, no te olvides estamos muy lejos de la comodidades de la vida moderna- puntualizó esto último. 
Luego  salió de la cabaña para que descanse, Alida sabía cómo era el viaje de pesado para llegar al campamento científico, pero con el correr de los días, la vida en el lugar se hacia más fácil y sencilla.
Los nuevos científicos habían llegado en sus propios botes que eran grandes fuertes y la novedad con motores potentes y veloces que hacían los viajes en el río más rápidos pero aun así necesitaban buenos navegantes, con el gran río nunca se podía estar seguro si no se tomaban los cuidados necesarios. 

CONTINUARÁ    
  

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