domingo, 19 de julio de 2020

ALIDA Y GERVACIO

El caos que se había formado en el aeropuerto de Tumbes era total. 
La mayoría de personas que querían  viajar  habían venido a la ciudad para hacer negocios en la frontera y vender todo tipo de mercadería, ellos eran personas de paso.   
El caso de Alida y Gervacio era diferente, necesitaban salir de la ciudad porque ya no tenían un lugar a donde regresar, con un bebé en brazos su situación se complicaba. 
Ellos no se habían dado cuenta pero en ese momento en todo el aeropuerto eran los únicos que tenían un bebé, por este motivo nadie protestó y permitieron que se les de prioridad para comprar sus pasajes.  
Los vuelos comerciales ya no llegaban al aeropuerto de Tumbes, ahora era un avión del ejército, un Antonov el que estaba prestando ayuda a los civiles. Los vuelos de apoyo civil llegarían solo hasta Piura, lugar donde la gente podía tomar un vuelo comercial a Lima. Como era de esperar la situación se tornaba difícil, todo el mundo quería comprar un pasaje y se abalanzaban sobre el mostrador donde dos empleadas del ejército trataban de mantener el orden sin lograrlo. 
Gervacio en su desesperación logró llegar hasta el mostrador y como una súplica, le explicaba a una de las señoritas que tenía un bebé de meses y  a su esposa. La empleada lo escuchó y se dio cuenta que su caso era delicado, después de forcejear y empujar no había otra manera, logró  comprar dos pasajes, Sebastian no pagaba pasaje, el viajaba en los brazos de Alida. 
Con los boletos en la mano se alejó del mostrador, despeinado y con la camisa jalonada por la lucha que había sostenido para adquirir los pasajes. Se acercó Alida y le dijo: 
-Dentro de una hora salimos, en el primer vuelo de un avión del ejército. Los vuelos son solo hasta Piura,  ahí podemos que tomar un vuelo comercial-.
Alida estuvo de acuerdo no había otra forma de salir de Tumbes, ahora lo más preocupante era el bebé y llegar pronto a Piura.
El avión del ejército era de carga, servia para transportar tropa o armamento según el caso, pero en esta situación  sería un vuelo de civiles para ayudarlos a salir de la zona de desastre, hasta ese momento todavía se podía usar la pista de aterrizaje del aeropuerto.
Cuando anunciaron por el parlante que el vuelo estaba listo para partir, las personas que tenían sus pasajes en la mano debían formar una sola fila para subir en orden al avión, de otra manera no se les permitiría abordar. Alida y Gervacio se prepararon con sus mochilas en la espalda y Sebastian en los brazos, se formaron con el primer grupo de personas para subir a la nave.
El avión era enorme, Alida nunca antes había visto uno así, al subir se encontró con que no tenía los asientos como los aviones comerciales, si no estos eran largas bancas pegadas a las paredes, todos debían tomar asiento en ellas y poner sus cosas en el espacio que quedaba en el medio. Era una extraña sensación, no  muy cómoda pero para un vuelo corto,  suficiente. 
El avión se preparó a partir, al prender los motores hacia un fuerte ruido, lo cual asustó algunos pasajeros que trataron de mantener la calma y no ponerse nerviosos. La nave levantó vuelo y por ser de gran tamaño, el viaje se hizo más lento, pero lo bueno es que estaban volando y eso era lo único importante para llegar a Piura. 
Gervacio respiraba más tranquilo al saber que habían salido del caos y Alida se sentía un poco triste porque no se había podido despedir de sus amistades por las circunstancias, Doña Constanza, Thelma, Santo, Albertina, Nidia, la familia Noble Arredondo y algunos más quedaban en la ciudad y ella rogaba para que pudieran pasar lo mejor posible la terrible situación que se presentaba en la zona.   
En el trayecto, el vuelo presentó algunas turbulencias que hacía que la enorme nave se sacuda pero fue solo un momento y nada más.  
Al llegar a Piura el aterrizaje fue suave a pesar del gran tamaño de la nave. En ese instante había terminado la primera fase de su viaje, Lima les parecía tan lejana como en el polo norte.
Gervacio no dudó y fue directo al mostrador para comprar los otros pasajes de avión a la capital, en esas circunstancias asegurar el viaje era necesario. 
La señorita que atendía les dijo que había sitio en el último vuelo de la noche que salia a las 9 p.m. Gervacio aceptó y compró los pasajes, aquí no se podía dudar porque no se sabía que podía pasar después.           
Alida vio el reloj, era el medio día, como faltaban varias horas para partir de nuevo, ambos salieron del aeropuerto para tomar una habitación de hotel, tenían que atender a Sebastian que empezaba a fastidiarse con tanto ajetreo. 
En un hotel del centro de la ciudad pidieron una habitación. Alida atendió al bebé para que se tranquilice, luego tomó un baño y se cambio de ropa la que traía estaba llena de barro seco por la caminata que habían realizado para salir a la carretera en Zarumilla.  
Gervacio hizo lo mismo, su ropa no estaba en mejores condiciones. 
Almorzaron algo ligero en el comedor del hotel, ahí se enteraron por las noticias  que Piura también estaba sufriendo los embates del Fenómeno del Niño y que las lluvias destruían todo a su paso. Los dos rogaban que el clima se mantenga estable y no llueva para que no suspendan el vuelo. 
Regresaron a su habitación para descansar unas horas y más tarde partir al aeropuerto. Al menos tendrían unas horas de tranquilidad y descanso.
En su habitación conversaban sobre los últimos acontecimientos vividos hasta ese momento, Alida le contaba a Gervacio el miedo que sintió viajar en el Antonov, tuvo que hacer un gran esfuerzo para controlarse y no perder la calma. 
-Ya todo paso Alida, hemos salido de lo peor, ahora solo faltan unas horas para estar en Lima-. contestó Gervacio para tranquilizar a su esposa. 
El reloj marcaba las 7 de la noche cuando Alida y Gervacio partían al aeropuerto para tomar su vuelo, como era de esperarse el avión salió tarde, pasadas las diez de la noche por condiciones climáticas. En sus asientos ambos respiraban tranquilos pero no estarían seguros hasta llegar a Lima. 
Era un alivio pensar que en algo más de una hora estarían junto a sus familias. Alida ya imaginaba a su madre como estaría, sin saber nada de ella desde hace varios días. Alma se preocupaba demasiado por su hija y en este caso tenía que darle razón, las noticias que venían del norte no eran nada buenas.
Gervacio también pensaba en sus padres, Celeste su madre seguro no dormía pensando en cómo se encontraba  su hijo, Alida y el bebé 
Por fin el vuelo aterrizó en el aeropuerto Jorge Chavez, Alida estaba agotada, Sebastian dormía en sus brazos y Gervacio también sentía cansancio, un esfuerzo más y estarían en casa de Alma, lugar donde se quedarían.
Las doce de la noche Alida tocaba la puerta de la casa de su madre, la odisea para ellos había terminado, tenían hambre y sueño, felizmente el bebé dormía.
Alma abrió la puerta y dio un grito de felicidad al ver a su hija, su amada hija estaba frente a ella sana y salva junto a su nieto y a Gervacio. Los hizo pasar, no dejaba de abrazar a Alida mientras Gervacio cargaba al bebé y lo llevaba a su habitación, luego regresó  para saludar Alma que lo abrazó con alegría al ver que los tres estaban bien.
-Mamá por favor, hay en tu cocina algo que podamos comer, que no sea nada complicado puede ser un vaso de leche, con Gervacio no hemos comido nada desde el almuerzo- decía Alida a su madre.
-Si hija, tengo leche, pan jamón y si quieres puedo freír algunos huevos, Gervacio se animó para freír los huevos, pero Alma lo mandó a sentarse con el pretexto de que estaba cansado, ella fue quien los preparó.
Al día siguiente después de una noche de sueño completo y reparador Gervacio comentó con Alida:
-Tengo que ir a ver a mis padres, voy a tomar el desayuno con ellos, mi mamá también debe estar muy preocupada-.
-Si Gervacio, ve con tus padre, dale de mi parte saludos- se interrumpió un momento y preguntó a su madre -¿podemos invitar a los padres de Gervacio almorzar?, sería bueno para poder saludarlos-.
-Está bien hija me parece perfecto, también voy a invitar a tu tía Vera y a su esposo, ellos han estado muy preocupados por ustedes-.
Gervacio llegó a su casa que estaba a solo unas cuadras de la casa de Alida, tocó la puerta y su padre abrió, la sorpresa y  felicidad de ver a su hijo iluminaron su rostro, Celeste su madre salió a su encuentro y dijo -hijo que bueno verte no sabes como hemos estado de preocupados por ustedes-.   
Con sus padres Gervacio se sentía feliz, era el momento de ser solo hijo, a ellos les contó todas las situaciones que habían vivido para llegar a Lima, su madre le preparó el desayuno con todo lo que le gustaba, él ya lo sabía. Se quedó parte de la mañana con ellos y antes de despedirse les dijo que Alma los invitaba almorzar y lo esperaba en su casa.                    
Al almuerzo llegaron los padres de Gervacio, la tía Vera y su esposo, cuando vio a Alida  su tía la abrazó:
-No puedes imaginar lo preocupados que estábamos, no sabíamos nada de ustedes pero ahora es una felicidad verlos y estar  todos juntos-. 
Alma sirvió el almuerzo, todos sentados a la mesa reían con las ocurrencias de Sebastian que comía su papilla. y sonreía. 
La conversación fue al rededor de la experiencia vivida en el norte, Alida contaba los pormenores de cada situación y además comentó:
-Cuando viajábamos en el avión del ejército, estaba aterrada  y entonces recordé una anécdota de estudiante. Recién había terminado el colegio y con unas amigas decidimos tomar el curso de paracaidismo. Fuimos al cuartel del ejército donde daban las clases para inscribirnos, hasta ahí todo era normal. En la fecha que nos dieron para empezar el curso, mis amigas y yo nos presentamos en el cuartel, que emoción sentíamos, íbamos aprender algo nuevo. Con la indumentaria y el paracaídas puesto, era nuestra primera lección. Nos llevaron  a la zona donde se daban las primeras clases, teníamos que subir a una torre de mas o menos cinco metros de altura, en lo alto amarradas a una soga por un arnés debíamos  lanzarnos hasta llegar al piso. Ese día eramos quince chicas, subimos en orden a la torre, yo veía con que facilidad las otra chicas se lanzaban, cuando llegó mi turno, subí a la torre y me quedé parada en la plataforma estaba petrificada por el terror, no podía lanzarme. El sargento que nos entrenaba me repitió tres veces en voz alta: -tienes que lanzarte- pero yo temblaba de pánico y no lo escuchaba. Ahí me di cuenta que  jamás podría ser paracaidista y si viajaba en un Antonov nunca podría lanzarme al vacío. El sargento me hizo bajar de inmediato y de esta forma se acabó mi carrera en el ejército-. todos reían con la anécdota y Alida agregó -mis amigas si lograron completar el curso y se recibieron como paracaidistas, ellas algunas veces recuerda la experiencia y ríen de ello-. así terminó su relato Alida.

CONTINUARÁ               

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