domingo, 27 de diciembre de 2020

PRIMAVERA DE 1900

La celebración del Año Nuevo había terminado, la ciudad recobraba su habitual rutina. Los días se hacían más largos, el verano calentaba los termómetros y el entusiasmo de la gente por vivir el nuevo año se hacia más notable.
Octavia acompañó a Rubí para dejarla en el internado como la madre superiora lo había ordenado. 
Antes de despedirse comentó: -no te preocupes mi niña, los días pasan muy rápido y pronto será de nuevo domingo, yo vendré a recogerte para ir a la boda de Rosalina, recuerda que sin la niña de las flores no hay boda-. Abrazó a Rubí con la promesa de regresar por ella el próximo domingo. 
La niña contestó: -si madrina, yo desde temprano voy a estar lista esperando por usted-. Octavia la besó en la frente y se retiró del convento con tristeza en el corazón, hubiera sido tan bueno que la pequeña viva con la familia, pero eso no podía ser y había que aceptarlo. 
Cuando llegó a su casa como siempre fue directo a su pequeño salón, tenía que revisar algunos documentos y hacer las cuentas del mes, Felicitas pidió permiso para entrar y organizar con su señora el almuerzo y la cena del día, Octavia conversaba con ella, de pronto Ondina interrumpió la conversación, venía cargando en sus brazos dos cajas grandes: -señora llegaron los vestidos- decía con emoción.
-¡Que bueno!, Ondina pon las cajas sobre mi escritorio y ve a llamar a Emiliana. Felicitas ayúdame abrir las cajas-. contestó Octavia  y se puso de pie.
La modista había enviado con un mensajero los vestidos que Emiliana y Rubí iban a usar el día de la boda, eran un sueño como bien comentó Hortensia en la reunión de las Damas días antes.  
Emiliana entró al salón y exclamó -madre los vestidos son preciosos, el color, la tela y el modelo ni que decir-. exclamaba con entusiasmo la joven, mientras levantaba su vestido.
Los dos vestidos eran bellos y estaban bien confeccionados, los acabados impecables. Emiliana y Rubí estarían a la altura de la ocasión con sus vestidos de un suave color melón. 
Manuelito al escuchar todo el alboroto que se armaba en el salón fue a ver que pasaba y pensó, tanto ruido por unos vestidos ¡qué hacer!.
-Ondina, acompaña a Emiliana para guardar los vestidos es importante que no se arruguen-. Ondina y Emiliana se llevaron los vestidos en sus cajas, estaban felices y comentaban en el corredor.
Octavia se quedó con Felicitas para seguir organizando el menú del día. 
Hortensia en su casa daba los últimos toques a los detalles de la boda, la sala que era bastante grande y el comedor habian sido despejados y decorados para la fiesta, nada debía quedar sin su aprobación. 
Un asistente de Hipólito llegó hasta la casa para traer unos documentos que su jefe necesitaba, Hipólito lo hizo pasar a la biblioteca y en el escritorio examinaba los documentos y un informe escrito por el asistente, unos segundos se mantuvo paralizado, esa letra él la conocía y podía compararla, abrió un cajón de su escritorio y sacó uno de los anónimos que tenía guardado, entonces exclamó en voz alta.
-Tú, has sido tú el autor de los anónimos-  se acercó a él, lo tomó del saco y lo zarandeó con fuerza 
-todo el tiempo has estado cerca de mí, cuales eran tus intenciones al enviar estos anónimos-.
El asistente contestó nervioso:- señor Hipólito cálmese por favor, yo no he querido faltar a su familia lo único que yo pretendía era pedir la mano de su hija, no quería que se comprometiera con nadie-.
-Todo este tiempo hemos vivido en zozobra y preocupación, hemos pensado mal de Quinto y tú jugabas a los anónimos. ¡Fuera de mi casa! si no quieres que llame a la policía y te denuncie, es inconcebible tu actitud, yo te di toda mi confianza, jamás te hubiera dado permiso para cortejar a mi hija- gritaba con ira y lo empujaba a la puerta de la calle -ya veré que voy hacer contigo-  gritaba más fuerte. 
Hortensia escuchó a su esposo y se acercó a la biblioteca solo para ver salir al asistente a toda prisa, mientras Hipólito lo seguía atrás. 
-¿Qué sucede por favor, por qué gritas así?- preguntaba a su esposo.
A una de las empleadas le pidió que traiga un vaso con agua cuando vio a Hipólito que se sentaba en una de la sillas del zaguán y se aflojaba el cuello de la camisa. Entonces Hortensia pensó ahorita le da algo a este hombre.
-Calma Hipólito ya no puedes respirar-  decía preocupada por él y le alcanzó el vaso de agua.
Hipólito tomó el vaso y contestó -Ya, ya estoy bien, solo necesito calmarme, lo que me acabo de enterar es tan inverosímil - luego contó a su esposa sobre  su asistente y los anónimos, ella por una parte estaba indignada con el asunto  pero por otra parte sentía un  gran alivio que las cosas se aclaren y no sean más graves.
-Mi Dios Hipólito, que tranquilidad saber quién es el autor de esos anónimos, pero no debemos decir nada a Quinto, imagina lo que podría hacerle a ese joven, es mejor guardar silencio y contar los días que faltan para la boda-. comentó Hortensia y su esposo estuvo de acuerdo.
Las palabras de Hortensia fueron reales, los días pasaron tan rápido que ya era domingo día de la boda. Su casa esa mañana era un verdadero ir y venir, la madre ayudaba a Rosalina con sus arreglos y  a ponerse el vestido, la joven se veía deslumbrante el traje era hermoso y ella lucía más bella aun.
-Rosalina, mi niña estás perfecta con el vestido y le entregó en las manos un precioso bouquet de novia especialmente hecho para ella, Sí, era verdad Rosalina lucía perfecta y bella.
Octavia y su familia también se preparaban para la boda, Emiliana se puso su vestido con ayuda de Ondina mientras a Rubí la ayudaba su madrina, las dos niñas lucían lindas con sus trajes Octavia las miraba y se sentía feliz: -madrina ahora si soy el Hada de las flores- y se dio una vuelta completa para lucir su vestido. Octavia colocó en el cabello de las dos jovencitas flores, según lo convenido con Hortensia.
La familia se reunió en la sala, Aníbal y Manuelito lucían impecables y guapos con sus ternos, Octavia con un vestido fino de encaje también se veía bella, Emiliana y Rubí estaban perfectas con sus vestidos para acompañar a la novia en la iglesia. 
Ondina y Felicitas partieron a su día de descanso y la familia salía de la casa para la iglesia de San Pedro donde se iba a realizar la ceremonia religiosa a las doce del día. Un coche alquilado para llevarlos a la iglesia los esperaba. 
En la iglesia los invitados esperaban a la novia y su séquito. Quinto de pie junto al altar estaba nervioso, se escuchaba un murmullo general  entre los asistentes, ¿Quiénes eran esos caballeros que acompañaban al novio?, por fin todos se enteraron que eran los hermanos de Quinto que vinieron para acompañar a su hermano. Lucían impecables en sus ternos y el novio se había esmerado especialmente en su arreglo. Segundo, Ángel y Teo llegaron un día antes de la boda, el mismo Quinto estaba sorprendido y agradecido por su visita. Segundo traía una carta de Fausto el hermano mayor que se había quedado en la hacienda al frente del trabajo. En una de las líneas de la carta, Fausto le recomendaba a su hermano que se maneje con cuidado, él no lo iba ayudar siempre -Quinto de aquí en adelante es tu responsabilidad, no quiero oír problemas de tu parte- luego lo felicitaba por su boda y  le deseaba lo mejor. 
La novia entró a la iglesia espléndida con su vestido bello y romántico, adelante del séquito iba Rubí que traía en sus manos una pequeña canasta con pétalos de rosas y los arrojaba al aire, la seguían las damas de honor con Emiliana entre ellas, cada una lucia muy linda con sus vestidos. Rosalina del brazo de su padre sonreía, mientras avanzaban por el pasadizo central hacia el altar. Quinto recibió a la novia de los brazos de su padre, éste le advirtió -te entregó a mi hija, debes cuidarla con amor-. Él prometió que así lo haría. 
El sacerdote que oficio la ceremonia habló y aconsejó a los novios, sus palabras fueron escuchadas con atención por todos los feligreses que no dejaban de sorprenderse por la visita inesperada de los hermanos del novio. Al terminar la ceremonia religiosa, el padre felicitó a los ahora esposos, les deseo dicha y parabienes.
Después de salir de la iglesia los recién casados, los padres e invitados se dirigían a la casa de la familia donde se iba a festejar la boda con un almuerzo, baile y brindis. 
La casa estaba llena de invitados, familiares, amigas de Hortensia, algunos invitados de Quinto y sobretodo  sus hermanos a los que Quinto agradeció en voz alta cuando habló y agradecio también a los padres de la novia.  
Cuando los nuevos esposos abrieron el baile todos los invitados los siguieron, Teo no dejó de bailar con Emiliana, él tenía muchas atenciones con la joven, Aníbal estaba atento a cada paso de su hija. Octavia sonreía al ver a su esposo cuidar a su niña. Manuelito comía dulces y bocaditos al lado de Rubí y Hortensia se acercó a Octavia en un momento para decirle -querida amiga por fin puedo descansar tranquila ya sabemos quien era el autor de los anónimos y cuál era su intención-. Petra y Ana Luisa también escucharon el comentario y se alegraron por su amiga.
Octavia recomendó a Rubí y a Manuelito no comer tantos dulces porque se iban a empachar y enfermar.
La fiesta duró hasta la media noche, se bailó, se brindó por la felicidad de los novios, Quinto se sentía feliz, Rosalina ya era su esposa. Los recién casados antes de la media noche se despedían de los invitados y familiares y se marcharon a su luna de miel con rumbo desconocido. Los invitados hicieron lo propio y agradecían a los dueños de casa por la invitación.
Aníbal Octavia y sus hijos también se despedían de Hipólito y Hortensia, los felicitaban porque la fiesta había sido perfecta y Rosalina había estado muy bella.          
En su casa Aníbal y Octavia comentaban los detalles de la fiesta y lo felices que se veían los padres de Rosalina después de vivir varios días de preocupación. 
Hipólito y Hortensia antes de irse a dormir conversaban sobre el destino del mensajero ¿Qué había sucedido con él se preguntaban?. El padre de Rosalina se sentiría culpable si le ocurriese algo malo a Víctor Sifuentes... el mensajero.
Pero Hipólito no tenía conocimiento que él estaba en la hacienda bien vigilado y sin las posibilidades de poder salir a sitio alguno. 
Fausto al día siguiente de la boda de su hermano, habló con Sifuentes: -mañana temprano puedes irte de la hacienda, Hernán mi hermano menor y dos empleados te acompañaran hasta el camino que lleva a la capital, fuiste nuestro huésped pero es tiempo de regresar con los tuyos- y antes que el mensajero pueda hablar le ordenó retirarse de su presencia. 
Al día siguiente al despuntar el alba, Víctor Sifuentes, acompañado por Hernán, Quispe y Rodo sus vigilantes salían de la hacienda, lo acompañaron hasta el camino general y ahí lo despidieron, no se movieron del sitio hasta ver que el mensajero y su caballo desaparecían a lo lejos en el camino. 


CONTINUARÁ

    
    
                           


 

domingo, 20 de diciembre de 2020

PRIMAVERA DE 1900

Faltaban solo dos días para celebrar el Año Nuevo. Octavia en su pequeño salón volvía a leer la tarjeta con los saludos de navidad que su prima Blanca había enviado a la familia. 
Que felicidad para ella, celebrar el nuevo año en París, al parecer  su prima por fin se estaba adaptando a su nueva vida, pensaba Octavia.
Ondina fue a buscar a su señora para comunicarle que su amiga, la señora Hortensia había venido a visitarla y estaba en la sala.
-Gracias Ondina, puedes llevar a la sala unos refrescos, por favor-.
-Enseguida señora- contestó la joven y fue directo a la cocina-.
Octavia entró en la sala para saludar a su amiga -¡querida Hortensia que gusto!- exclamó
-Octavia, espero no haber interrumpido nada importante en esta mañana- Hortensia se acercó y abrazó a su amiga
-No te preocupes no estaba ocupada, tomemos asiento- Octavia se sentó cerca.  
-Querida, el motivo de mi visita es pedirte si es posible que Emiliana sea una de las damas de honor en la boda de Rosalina-. Hortensia dijo esto a la espera de su respuesta.
-Claro que es posible, estoy segura que a Emiliana le va encantar acompañar a Rosalina en ese día tan importante, mi hija estará de acuerdo-.
-Que felicidad que aceptes mi pedido Octavia, porque también quisiera pedir, si Rubí puede ser la niña de las flores para entrar a la iglesia- Hortensia no estaba segura si Octavia iba aceptar este ultimo pedido.
-No puedes haber escogido mejor, ellas estarán felices de acompañar a Rosalina en su boda-. contestó Octavia feliz de imaginar a Emiliana y a Rubí acompañando a la novia. 
-El modelo de los vestidos está en el taller de la modista Concepción, hemos escogido una tela de gasa  muy bella y el color es melón en un suave tono pastel, no me vas a creer es un sueño. Tú conoces muy bien que el protocolo de una boda, la única que puede vestir de blanco es la novia. Octavia sería mucho pedir que esta misma tarde vayas al taller de la modista, los días pasan muy rápido y el tiempo nos queda justo-. apunto Hortensia.
-No te preocupes esta tarde iré con las dos niñas para las medidas y pruebas de los vestidos, todo va estar bien-. 
-Estoy con el tiempo justo y Quinto quiere una boda por todo lo alto, así se lo hizo saber a Hipólito- agregó Hortensia con nerviosismo -aún no sabemos nada del mensajero y yo tengo que seguir con los preparativos de la boda. Espero que no  halla sufrido algún accidente, eso sería terrible-
Ondina entró con los refrescos y esto fue un alivio para Octavia porque su amiga estaba al borde de las lágrimas, la incertidumbre de no saber nada la desesperaba.
-Querida Hortensia debes tener paciencia, sé que es fácil decirlo, pero no hay otro camino- Octavia se sentía  preocupada por su amiga, ella no deseaba estar en su lugar.
Lo que Hipólito y Hortensia no sabían es que el mensajero estaba en la casa de la familia de Quinto y no podía salir de ahí, era vigilado a todas las horas del día, además si conseguía escapar solo lo haría  a pie, así nunca llegaría a ningún lado, los hermanos lo encontrarían muy rápido. 
Fausto el hermano mayor, había mandado con Segundo, el hermano que seguía después de él, un telegrama a la capital para avisar a Quinto que el mensajero estaba hospedado en la casa familiar, luego mandó llamar Atanasio Quispe uno de los guardianes que custodiaban a Víctor Sifuentes.
Quispe se presentó ante Fausto -buenos días señor, usted me mandó llamar-.
-Quiero que averigües si Toribio Ludeña ha viajado en estos días-. ordenó Fausto.
-Señor le puedo asegurar que no, su mujer  acaba de tener  un hijo y él ha estado todo el tiempo a su lado- agregó Quispe seguro de lo que decía.
-Entonces ve a buscarlo, necesito hablar con él- contestó Fausto. 
Quispe salió de la casa, él sabía donde encontrar a Ludeña a esas horas de la mañana, seguro estaba  en el campo en plena faena. 
Fausto lo había mandado a llamar porque sabía que él entre todos los campesinos que trabajaban en la hacienda, era el único que sabia leer y escribir, esto era gracias al padre Isaías que le había enseñado. Ludeña conocía muy bien a Quinto y podía ser el autor de los anónimos.
Una hora más tarde cuando Toribio Ludeña estaba frente a Fausto, este lo interrogó sin descanso quería  estar seguro de que no era el autor de los hechos.
Toribio Ludeña en todo momento negó haber escrito algún mensaje -como podría hacerlo señor, si yo vivo aquí y no he viajado a ningún otro lugar- contestó  finalmente. 
Al terminar el interrogatorio Fausto le señaló la puerta para que se retire, se dio cuenta que no mentía, sus palabras mostraban mucha seguridad. Si Ludeña no había sido el culpable, el autor debía estar en Lima y no en la hacienda como se podía pensar. 
Después del almuerzo le tocaba a Quispe como todos lo llamaban custodiar al mensajero, reemplazó a Rodo, otro de los guardianes. 
Quispe era más amigable y conversador, Sifuentes le había tomado confianza y fue a éste al que preguntó sobre la historia de la familia y sobre Quinto.
Quispe fue convencido de hablar y comenzó su relato: 
La familia está formada por seis hermanos, ellos son Fausto, Segundo, Ángel, Teo, Quinto que al igual que Segundo debían sus nombres al orden de nacimiento y por último Hernán el más pequeño de los seis. Sus padres habían muerto unos años antes y Fausto tomó el mando de la hacienda, él dirigía con mano firme, era le única forma que el trabajo rindiera sus frutos. Todos los hermanos estaban solteros,  fue Quinto el primero en tomar la decisión de casarse en Lima. 
Quispe contaba a Sifuentes que siempre fue Quinto un problema para la familia, en varias oportunidades había enfrentado la autoridad de Fausto y éste tenia que ponerlo en su sitio con fuerza, en más de una ocasión casi llegan a los golpes, si no fuera  por la intervención de sus otros hermanos que lo impedían. 
Quinto se paseaba a caballo como amo y señor de sus tierras, era conocido por su mal carácter y no tenía reparos en castigar con dureza a los campesinos que trabajaban en la hacienda, en su camino nadie podía cruzarse, porque hacia uso y abuso del látigo y no le importaba si eran hombres o mujeres. La gente le tenían miedo y lo llamaban  "Quintito malo". Pero un día cansados de tanta injusticia y atropello, un grupo de campesinos se unió para rodear a Quinto cuando éste iba a castigar con su látigo a uno de ellos, lo bajaron a golpes del caballo y ahí sin piedad lo seguían golpeando. Quinto rogaba por su vida pero no era escuchado, ahora era él el que sufría el castigo y las cosas se pondrían peor. 
Todos juntos lo llevaron arrastras hasta la plaza del pueblo, lo ataron a un poste para lincharlo, sus hermanos, las autoridades y el padre Isaías llegaron justo a tiempo para salvarlo.
Los campesinos estaban enardecidos y llenos de ira, no querian detenerse, el padre Isaías mediaba en el conflicto y hablaba con Toribio Ludeña para que calme a su gente. Éste era considerado un líder dentro del grupo pero nadie quería escuchar, Ludeña y los demás deseaban linchar a Quinto y  acabar con sus excesos después irían a la casa hacienda para prenderle fuego porque consideraban que era ahí donde comenzaban todos sus males. 
Fausto habló en voz alta para ser escuchado, prometió a sus trabajadores que nunca más volverían a ver a Quinto, él sería desterrado de la región y muchas cosas en el trabajo cambiaría. Se dirigió a Toribio para decirle: -tú vas a ser el representante de tu gente, así unidos vamos a cambiar las cosas-. 
Fue de esta manera que Fausto logró calmar a los campesinos y se comprometió con ellos para iniciar una nueva etapa. Los ánimos se calmaron, Ludeña aceptó el trato, pero dio un plazo, a partir de ese día  cambiaron muchas cosas en la hacienda, Fausto cumplió su palabra.  
Quinto fue desatado del poste por sus hermanos y llevado a la casa familiar, estaba casi muerto apenas podía hablar y era mejor así, porque Fausto estaba casi al borde de él mismo, propinarle una paliza.
-Has tirado el nombre de la familia al piso y  comprometido nuestra casa a la que por poco le prenden fuego, mil veces te advertí  que no actúes de esa forma. No son promesas al viento las que yo acabo de hacer, tú te vas para siempre de la hacienda y no volverás a poner un pie en ella-. dijo Fausto en voz alta y agregó -vayan a traer al doctor para que lo atienda-. En ese momento hablar con Fausto, era inútil, estaba demasiado molesto. 
A Quinto le tomó varias semanas recuperarse  y no le fue permitido hablar con su hermano mayor, después de sanar, Segundo Ángel y Teo lo acompañaron hasta el camino que lo llevaba a la capital. Fausto fue muy claro en su advertencia de no regresar, porque él no lo volvería a salvarlo. Así fue como Quinto llegó a la capital y se dedicó al negocio familiar.  
Víctor Sifuentes se quedó pensando, esto debía saberlo el señor Hipólito para que tome la decisión de detener o no la boda pero como avisarle, era difícil hacerlo. Quinto no gozaba de buena reputación. 
En Lima la vida continuaba, la ciudad se alistaba para celebrar el Nuevo Año, la gente se sentía feliz y hacían planes para la fiesta de fin de año.
Los únicos que estaban intranquilos y preocupados al no tener noticias de Víctor Sifuentes eran los padres de Rosalina. Quinto continuaba visitando la casa y contaba los días para su boda. Él y Rosalina salían a pasear y hacían planes para su nueva vida. El novio se sentía seguro, el mensajero se encontraba en la hacienda, bajo custodia.
Hortensia tenía casi terminados los últimos detalles para la boda, los vestidos de las damas y la niña de las flores estaban listos y la iglesia también. La fiesta sería en la casa y estaría adornada con flores y hermosos detalles.  

 Aníbal y Octavia no pensaban asistir a fiesta alguna, se quedarían en casa para celebrar fin de año con sus hijos, no habían hecho planes, querían pasar las fiestas  en la tranquilidad de su hogar. El recuerdo de Aurora todavía estaba presente.
Emiliana y Rubí ya sabían que sus vestidos para la boda estaban confeccionados con tela fina y casi listos, la modista los enviaría a la casa pronto.
-Mamá siento un poco de pánico entrar a la iglesia como dama de honor, nunca antes lo he hecho-.
-No te preocupes no vas a estar sola, contigo van a estar otras damas de honor que son tus amigas-. contestó Octavia.
Rubí se encontraba jugando en el huerto, lugar donde ella dejaba volar su imaginación, caminaba entre las flores e imaginaba que era el Hada de las flores y con su toque mágico florecía todo el huerto. Era una niña con una imaginación muy vivaz.
El día de Año nuevo llegó, lo marcaba el calendario, en la mañana la casa de Octavia tenía una gran agitación para alistar la cena y los arreglos de la noche. 
Todos lucían sus ropas nuevas había algarabía por la fiesta y la cena, La hora avanzaba en el reloj y la familia reunida estaba lista para decir todos juntos "Feliz Año Nuevo" y brindar.
Aníbal atento al reloj contaba los segundos que faltaban para las doce y recibir el nuevo año. Las campanadas en el reloj del comedor dieron las doce y la familia todos juntos se abrazaba y brindaba. 
Ondina y Felicitas estaban presentes en la sala para brindar, la única que no pudo resistir el sueño fue Rubí que se había quedado dormida en uno de los sillones. Emiliana y Ondina la llevaron a la habitación.
Toda la familia completa se reunió al rededor de la mesa para cenar y festejar el nuevo año. Aníbal deseaba a su familia dicha y felicidad en este año que comenzaba, mientras disfrutaban juntos de una exquisita cena.


CONTINUARÁ                           
 
        
  
  


 

domingo, 13 de diciembre de 2020

PRIMAVERA DE 1900

Fausto llegó al pueblo temprano, fue directo a la tienda para comprar algunas cosas que se necesitaban en la casa, luego mandaría a recogerlas con uno de sus empleados. Después se acercó a la oficina de correo para ver  si había alguna correspondencia.  El empleado cuando lo vio  dijo que tenía algunos sobres y un telegrama de Quinto. Esto último llamó su atención, ¿un telegrama? se preguntó, lo abrió de inmediato y leyó el contenido "detener al mensajero"... que significaba eso y en que nuevo lio se había metido Quinto, movió la cabeza como señal de su disgusto.
Salió del correo y caminó unos pasos, la única posada que había en el pueblo estaba cerca, entró al lugar y preguntó al conserje si alguien se había hospedado en los dos últimos días. Fausto era bien conocido y no se le negó la información, el conserje contestó que sí y le proporcionó el nombre, Víctor Sifuentes. 
El hermano mayor de Quinto hizo hincapié de no mencionar al huésped sobre sus preguntas, él pasaría a buscarlo al día siguiente, quería darle una sorpresa. 
El conserje estuvo de acuerdo pensó que eran amigos y no había problema alguno, por eso amable contestó:
-No se preocupe señor, no diré nada-. 
Fausto agradeció el gesto y se retiró del lugar, por un día dejaría al mensajero en la posada pero mañana mandaría por él, estaba preocupado, ¿de que se trataba todo esto?
Víctor Sifuentes había salido de la posada temprano para hacer sus primeras pesquisas, el primer lugar que iba a visitar sería la iglesia, hablar con el párroco del lugar le parecía un buen comienzo, ellos siempre están bien informados con respecto a los habitantes de cada pueblo.
Encontró la iglesia abierta y entró, se acercó al altar donde estaba el padre Isaías: -buenos días padre- saludo con cortesía.
El padre Isaías volteo y contestó -que deseas hijo, es muy temprano para entrar a rezar, eres nuevo en el pueblo-.  
-Si padre soy nuevo en el pueblo y venia a conversar con usted, quería preguntar si conoce a la familia López del Águila, ¿ellos viven cerca del pueblo?-.
-¿Quién pregunta?- contestó el padre
-Mi nombre es Víctor Sifuentes y preguntó por la familia porque vengo para trabajar con ellos-. dijo el mensajero atentó a las palabras del sacerdote.
-La familia López del Águila es una familia muy importante en la zona, todos los habitantes de Santa Rita los conocen, ellos son dueños de la hacienda más grande de la región y su padre y abuelo han sido altas autoridades de la provincia-.
-Padre y que me puede informar sobre Quinto-.
-Estas haciendo muchas preguntas y lo único que voy a decir sobre Quinto es que en su momento fue un gran problema para la familia, ahora no vive con ellos y por último te voy a dar un consejo. No te conviene meterte con la familia López del Águila, ellos tiene muchas influencias con las autoridades y siempre será tu palabra contra la de ellos, ahora retírate porque tengo que guardar estas biblias y cerrar la iglesia-. terminó de decir el padre Isaías y le señalo la puerta. 
Sifuentes agradeció al padre y se retiró, se dio cuenta que él no diría una palabra más, parece que conocía bien a la familia, para comenzar con algo no estaba mal, ahora debía continuar al parecer Quinto no mentía cuando decía que su familia era muy importante. 
Caminó por las calles del pueblo para buscar alguien más que quisiera hablar sobre la familia. Mientras desde la calle principal se podía contemplar a lo lejos la hermosa Cordillera Blanca que adornaba el paisaje, el clima a esas horas de la mañana era perfecto 
Fausto llegó a la casa y se reunió con sus hermanos Ángel y Teo, los demás habían salido a sus faenas en el campo, a ellos les comentó sobre el telegrama de Quinto y pidió que mañana vayan por el mensajero: -por hoy día vamos a dejarlo que pasee por el pueblo y mañana lo traen a la hacienda quiero saber de que se trata este asunto-.
Sus hermanos estuvieron de acuerdo y se prepararon para salir al amanecer, el mensajero estaba en la posada, sería fácil de ubicar. El resto del día no se habló del tema, habían asuntos más importantes que tratar. 
Temprano, muy temprano Ángel y Teo salieron, querían llegar a la posada antes de que el mensajero salga de ella y darle una sorpresa, todo debía ser bien ejecutado para no levantar sospechas. 
Cuando llegaron a la posada después de un largo recorrido preguntaron al conserje por Víctor Sifuentes, éste no se alarmó eran los hermanos de Fausto y les señalo la habitación. Los hermanos entraron sin tocar la puerta, levantaron a Sifuentes que aún dormía y le dijeron que se vista para ir a la hacienda: -querías conocernos, bien, ahora vas a estar con la familia en nuestra casa- exclamó Ángel y más rápido de lo que Sifuentes imaginó estaba sobre un caballo camino a la hacienda de los López del Águila. 
Fausto vio llegar a sus hermanos y al mensajero y los recibió en la puerta. 
-Señor Sifuentes, buenos días, permitame que me presente soy Fausto el hermano mayor de Quinto-. 
-Ustedes me han traído contra de mi voluntad, me han privado de mi libertad-. contestó airado Víctor Sifuentes a Fausto.
-Se equivoca señor Sifuentes, usted no ha sido privado de su libertad, usted es nuestro huésped, nuestro invitado por unos días,  puede caminar por la hacienda y tener libertad dentro de la casa-.
Fausto tenía razón, el mensajero podía ir a cualquier lugar dentro de la hacienda y estar en la casa con toda libertad pero siempre estaría acompañado por un guardián las 24 horas del día, él no debía estar solo, esa era la orden.
En el comedor, la mesa estaba servida para el desayuno, lo invitaron a pasar y los demás lo acompañaron, Sifuentes se sentó a la mesa y antes de probar bocado Fausto preguntó ¿porqué estaba en el pueblo? él quería saber sobre el asunto de su hermano, por supuesto no comentó nada al mensajero sobre el telegrama de Quinto.
Sifuentes antes de contestar pensaba ¿cómo sabía la familia su nombre y su presencia en el pueblo? acaso Quinto les había comunicado algo, imposible él no sabía nada de su viaje al menos eso creía él: -soy un enviado del señor Hipolito, futuro suegro de Quinto, él quería que yo averigüe todo sobre su vida y su familia. Unos anónimos habian comenzado a llegar a su casa para impedir la boda de su hija con Quinto. Ustedes no saben que su hermano se va a casar-. concluyó
Unos anónimos quien podía escribirlos, alguien que conocía a su hermano y tenía otras intenciones: 
-Claro que sabes que Quinto se va a casar, no podemos asistir a la boda porque hay demasiado trabajo en la hacienda en estos días y él lo sabe, pero ahora tal vez sea necesario hacer un viaje para apoyar a nuestro hermano- contestó Fausto pensativo, el autor de los anónimos podía ser Toribio Ludeña, ese nombre de nuevo salía a la luz.
-Ahora desayunemos señor Sifuentes, más tarde vamos a recorrer la hacienda para que vea el trabajo que realizamos- contestó sonriente Fausto y le señaló la mesa servida con el abundante desayuno.
A esa misma hora en la capital Hipólito en su casa recién se levantaba, estaba nervioso, no sabía nada del mensajero y los días pasaban, Sifuentes tenía la advertencia de mandar un telegrama ni bien sepa algo que no era bueno en la vida de Quinto. Solo esperaba que no hubiera sufrido un accidente eso sería terrible para él y para la boda de Rosalina. 
Una empleada interrumpió sus pensamientos, señor, el señor Quinto lo busca está en la sala. -¡qué quería a esas horas de la mañana!-  exclamó.
Hipólito fastidiado se presentó en la sala vio a Quinto y saludo -buenos días- dijo.
Quinto se puso de pie y muy solícito contestó -señor Hipólito perdón por presentarme a estas horas tan inusuales para una visita pero deseo hablar con usted sobre la boda-.
Tal vez iba a desistir casarse con su Hija pensó Hipólito y le pidió que tome asiento. Quinto del bolsillo de su pantalón sacó un sobre y lo puso sobre la mesita de café: - por favor acepte este sobre, es para colaborar con la boda, se que los gastos son onerosos y deseo apoyar en algo-.
Hipólito sorprendido contestó -no es necesario que usted nos de algún dinero-.
-Insisto, por favor, es mi boda y deseo que se celebre por todo lo alto, señor Hipólito- contestó muy serio.
A Hipólito no le quedó otro camino más que aceptar la ayuda por la insistencia de Quinto, luego éste le pidió que salude a Rosalina y que le comunique que no iba a visitarla en la tarde como siempre porque debía ir al puerto a recoger una mercadería que le había llegado del extranjero para sus negocios. 
Se puso de pie y se retiró muy amable. Hipólito en todo momento lo observó correcto, amable, educado, ¿cómo un hombre así podía ser una mala persona?. Los anónimos  ya no llegaban a la casa y esto lo ponía más nervioso ¿Qué había hecho Quinto para evitar los anónimos?. No, no quería adelantarse a pensar mal sobre su futuro yerno.
Hortensia entró nerviosa a la sala -Hipólito ¿Qué sucede? porqué vino Quinto tan temprano-.
-No te preocupes mujer,  Quinto quiere ayudar con la boda, insistió tanto que no tuve opción. Ya no sé que pensar, es mejor esperar al mensajero y sus investigaciones-.
Hortensia seguía con los arreglos de la boda, era un trabajo grande pero quería que todo sea perfecto y el día de la reunion  en casa de Octavia con las Damas, conversaba sobre el tema y las amigas felices le hacían todo tipo de preguntas. Ella contestaba cada una y se concentró en el vestido: -no se imaginan lo hermoso que ha quedado, mi Rosalina va lucir esplendida con él-. 
Ondina, ha pedido de Octavia servía refrescos y galletitas y la amena conversación continuaba. 
Al otro lado en el pequeño salón, Emiliana leía un libro y Rubí hacia su tarea de caligrafía, en unos instantes preguntó a Emiliana -¿una boda es tan complicada?-.
-Si, parece que así es, hay que estar atentos a mil detalles y la señora Hortensia es perfeccionista- contestó. 
Al final de la reunión Hortensia se quedó a solas con Octavia, quería comentar con ella sobre el mensajero y los últimos acontecimientos: -no sabemos nada de Víctor Sifuentes y yo sigo con los preparativos de la boda, no sé que hacer, estoy nerviosa-. comentaba tocándose la frente.
-Calma Hortensia recuerda que estamos en un campo de especulaciones y ya estás condenando a Quinto-. dijo Octavia para tranquilizar a su amiga-.
-Si, tienes razón Octavia, debo calmarme y esperar, es mejor no adelantarse a nada-. luego se despidió de su amiga y salió para su casa.
Octavia entró en su pequeño salón y exclamó feliz -¡que bueno ver a mis mujercitas ocupadas con sus tareas!-. 
-Madrina ya casi termino mi caligrafía-. 
-Muy bien Rubí, te felicito-. contestó sonriente
Manuelito irrumpió en el salón traía en las manos una tarjeta, era de la prima Blanca había llegado un poco tarde pero no importaba.
-Manuelito abre el sobre y lee para todas la tarjeta por favor-. 
-Si madre- el joven abrió el sobre y leyó los saludos de Navidad de la prima y en letras pequeñas en la parte de abajo de la tarjeta, se leía. -Nos vamos con la familia a Paris para celebrar el año nuevo, en mi siguiente carta te cuento los pormenores-.
Todos se asombraron, Paris, Paris repetían, debe ser emocionante viajar a esa ciudad y en general por toda Europa. Para ellos eran ciudades tan lejanas y seguro muy bellas.  
Cerca del medio día llegó Aníbal, era la hora de almorzar y la familia se preparaba para disfrutar de una deliciosa comida preparada por Felicitas.
Manuelito comentaba con su padre sobre la tarjeta de la prima Blanca y su viaje a Paris, entonces  Aníbal dijo: -Octavia nos debemos un viaje como ese, en algún momento debemos hacerlo, ¿te parece?
Octavia estuvo de acuerdo, sería emocionante viajar por el mundo pero eso seria más adelante, ahora la familia tenía que crecer un poco. 


CONTINUARÁ  
   

   
    
  
 
         


 

domingo, 6 de diciembre de 2020

PRIMAVERA DE 1900

Octavia y su familia habían regresado de celebrar el servicio religioso de la misa de gallo en la iglesia de la Reconciliación, muy cerca de su casa. Ella y Aníbal saludaron a las familias vecinas con las que se encontraron al llegar a su casa, los niños estaban cansados y se fueron a dormir. 
La familia, todos juntos cenaron más temprano por los niños que no podían resistir su hambre hasta la media noche. 
Aníbal abrazó a sus hijos y a Rubí que ya era parte de la familia. Octavia hizo lo mismo con el abrazo de Navidad para ellos. Al día siguiente se les daría sus regalos.
En la sala más tranquilos brindaban los esposos, Aníbal le dio a su esposa una pequeña caja: 
-Querida este es mi regalo-  y en sus manos puso la pequeña caja. 
Octavia abrió el estuche y sorprendida comentó: -Aníbal estos aretes son preciosos, gracias por el regalo, es un lindo detalle-. comentó
-Quiero que te los pongas en este momento-. contestó feliz Aníbal al saber que a Octavia le había gustado su regalo-. 
Octavia dio unos pasos y frente al espejo que había en la sala, se colocó los bellos aretes de oro, la verdad eran una pieza fina y delicada.
-Gracias Aníbal son demasiado hermosos, no debiste hacerlo- contestó Octavia feliz.
-Para mi esposa lo mejor, y este regalo quería dártelo en esta noche de Navidad-. comentó Aníbal mientras abrazaba a su esposa que lucía especialmente bella para la ocasión. Los esposos se abrazaron después de brindar con sus copas de vino, se sentían tranquilos, una hora más tarde se fueron a dormir. 
En la habitación mientras se cambiaban Octavia comentaba con Aníbal que se sentía tranquila porque la familia de Aurora  estaba en paz. La prima Renata no daba señales de vida y los hermanos en silencio se habían quedado.
-Es un alivio saber que no  están merodeando, el Doctor Panduro debió  haberles dado una dura advertencia para que se queden en paz-.
-Si, así debió de ser querida, esa familia es de temer, Aurora los conocía bien por eso quiso que su hija vaya al internado y esté lejos de ellos-. contestó Aníbal antes de quedar profundamente dormido bajo los efectos de varias copas de vino. 
Las celebración de Navidad para la familia habian terminado, fue una noche buena llena de  regocijo y felicidad.  
En la casa de Hortensia e Hipólito también se celebró la Navidad con una gran cena y brindis después de asistir a misa, Quinto estaba especialmente amable con la familia, brindaba y deseaba felicidad para todos. "Por mis futuros suegros" repetía a cada instante y alzaba su copa, Hipólito le agradecía los buenos deseos. 
Alrededor de las 2 de la mañana  se despedía de Rosalina y de sus padres, al mismo tiempo que comentaba: -espero que todavía esté en pie la invitación para almorzar mañana-.
-Por supuesto mi estimado, mañana lo esperamos al medio día-. contestó Hipólito muy cortés.
Quinto salió de la casa y tomó el aire fresco de la noche, era una noche especial y él se sentía feliz pero también  pensaba que hacer con la nueva situación que se presentaba. Rosalina sin querer lo había puesto en alerta y él tenía que moverse rápidamente. Lamentó que el día que comenzaba  fuera feriado, pero ni bien pasen los festejo, mandaría a sus hermanos un telegrama, todo aquello lo maquinaba con precisión mientras caminaba hacía su casa. Era un asunto delicado y debía resolverlo con premura.
Al día siguiente Octavia y Aníbal entregaban sus regalos a los niños, todos ellos felices comentaban la agradable sorpresa, aun en pijamas abrían sus regalos. Octavia beso a sus hijos y dijo: -Aníbal debo ir al desayuno de los niños en el orfelinato, no se preocupen desayunen ustedes y más tarde nos vemos. 
Antes de salir en el pequeño salón reunió a Felicitas y a Ondina para darles sus regalos de Navidad, las dos agradecían la sorpresa. 
Envuelta en su chal de seda, Octavia salía de su casa, la mañana estaba fresca y soleada, caminaba con prisa, debía llegar temprano para el desayuno con los niños, ellos no podían esperar demasiado, tenían que desayunar temprano.
Al llegar a la casa hogar estaban presentes Petra, Ana Luisa y otras Damas que habían comenzado a organizar todo para el evento, a los pocos minutos se hizo presente el alcalde, con él se comenzaría a entregar los regalos. Los pequeños no podían esperar, en sus caritas se dibujaba la alegría y la emoción de recibir su regalo.
La ceremonia comenzó sin grandes preámbulos, los niños en fila recibían sus presentes de las manos del alcalde que les daba un abrazo de Navidad.
Luego en el comedor los esperaba el desayuno especial con chocolate y pan dulce. Las Damas del Patronato con esta actividad habían cumplido con cerrar su año de actividades. Ellas se sentían satisfechas de llevar alegría a la casa hogar y las encargadas del lugar se lo agradecían, los niños no podían estar más alegres con la celebración y sus juguetes.
El alcalde se despedía de los niños y del personal de la casa, agradeció a las Damas por la invitación al desayuno.
Hortensia llegó un poco tarde al lugar cuando las Damas se retiraban, ella pidió disculpas pero la celebración de noche buena había durado más de lo conveniente. Petra a su lado comentó en voz baja: -¿Todo está bien en casa querida amiga?- 
-Si, todo está bien- contestó algo nerviosa -Hipólito decidió enviar a un mensajero a las tierras de Quinto, él debe estar llegando mañana al pueblo con ello vamos a conocer a la familia y la comarca-. 
Petra comentó: -creo que es lo mejor, así pueden salir de dudas y conocer mejor a Quinto, ¿él sabe algo de esto?
-No, ni pensarlo, aunque eso me preocupa, si después se entera. Hipólito me dijo que él mismo le diría después del regreso del mensajero, Quinto tendrá que comprender la preocupación por nuestra hija-. 
La conversación entre Petra y Hortensia quedó ahí, las Damas se retiraban de la casa hogar, todas acordaron reunirse antes de la celebración  del Año Nuevo.  En el verano ellas se tomaban un descanso para salir de viaje o paseo y luego retornar a sus actividades al comenzar el invierno. 
Octavia llegó a su casa y la familia comentaba en la sala sobre sus regalos, Rubí leía sus cuentos Emiliana se había puesto su vestido nuevo y Manuelito revisaba una a una las herramientas de su caja, Aníbal al igual que Emiliana tenían puesta su camisa nueva, era un cuadro tan alegre y familiar que Octavia no pudo evitar emocionarse con la felicidad de cada uno.
Se sentó junto a ellos que le agradecían sus regalos y a su padre también.
Manuelito se puso de pie, quería probar algunas herramientas en su taller que quedaba al fondo de la casa, Aníbal le advirtió: -ten mucho cuidado al usar las herramientas hijo, son de principiante pero igual puedes hacerte daño-.
-Si papá no te preocupes tendré cuidado-. salió de la sala para ir al taller.
Emiliana feliz con su vestido nuevo le decía a su madre que había acertado con su talla.
Rubí leía entretenida sus cuentos sentada en el sillón y Octavia conversaba con Aníbal con respecto al desayuno de los niños  en la casa hogar -todo salió muy bien y felizmente el alcalde llegó temprano, no hubo inconvenientes, los niños felices con sus presentes tomaban el desayuno-.
La familia en general se preparaba para un día tranquilo de celebración, con un almuerzo. Mas tarde Ondina y Felicitas saldrían de descanso para visitar a Eriberto y saludarlo. 
Como se esperaba Quinto llegó puntual al almuerzo en la casa de Rosalina, se encontraba alegre, vivaz y muy conversador, llevó vino y un pastel relleno de manjarblanco como postre. 
En la casa nadie imaginaba lo que Quinto planeaba,  Hipólito y Hortensia ignoraban que su hija le había hablado sobre el mensajero. 
Almorzaron en un ambiente alegre y relajado, Hipólito conversaba sobre los acontecimiento en la ciudad y la tranquilidad que se respiraba. Quinto le daba la razón y le decía que todo debía mantenerse así, las protestas solo traían desorden. Esa era su opinión y nada lo haría cambiar, por un momento sus palabras fueron ásperas pero de inmediato cambio y volvió a sonreír. 
Hipólito por un instante quedó en silencio, él sabía que en la ciudad toda la gente apoyaba a los obreros y sus reclamos con respecto al horario de ocho horas. Él no quiso entrar en polémica con su futuro yerno, a veces hablar de política solo llevaba a discusiones alteradas y sin sentido. 
Después del almuerzo Quinto en la sala de la casa conversaba con Rosalina:-¿querida, no les dijiste nada a tus padres verdad?-.
-No, Quinto, aunque me siento un poco mal por ello, mis padres solo quieren conocerte un poco más- contestó Rosalina.
-No te preocupes de eso, yo estoy tranquilo y me alegra que quieran saber más sobre mi familia-. 
Quinto no dejaba de sonreír, y se retiró de la casa cuando comenzaba a oscurecer. Al día siguiente no tardaría en enviar un telegrama a sus hermanos. 
En la mañana, ni bien abrieron las oficinas del correo, Quinto ya estaba esperando para enviar su telegrama, en la misiva pedía a sus hermanos "Detener al mensajero hasta después de mi boda"... Quinto.
Víctor Sifuentes, el mensajero, llegó al pueblo después de tres días de viaje, primero a caballo y luego a lomo de bestia como se viajaba por esos lugares en los caminos de herradura. Se sentía agotado, se hospedó en la única posada que existía.
Santa Rita era un pueblo pequeño pero agradable, al frente tenía la bella Cordillera Blanca, el paisaje en general era hermoso. Por lo que sabía muy cerca se encontraban las tierras y la casa hacienda de la familia de Quinto, Los López del Águila. 
Sifuentes decidió descansar ese día, el viaje había sido duro y agotador, mientras descansaba en su habitación pensaba: -mañana saldré para hacer mis primeras pesquisas sobre Quinto y su familia, ahora sería imposible, casi no puedo estar de pie-.
En la comarca la gente solía levantarse al amanecer y Fausto hermano mayor de Quinto no era la excepción, de la casa hacienda salió muy temprano, a caballo para el pueblo, eran dos horas de viaje por eso viajar al alba era mejor. Tenia planeado pasar por el correo como lo hacía en sus visitas quería saber si había alguna carta o telegrama para la familia, Quinto escribía a sus hermanos con regularidad para informar como iban los negocios.

CONTINUARÁ