Fausto llegó al pueblo temprano, fue directo a la tienda para comprar algunas cosas que se necesitaban en la casa, luego mandaría a recogerlas con uno de sus empleados. Después se acercó a la oficina de correo para ver si había alguna correspondencia. El empleado cuando lo vio dijo que tenía algunos sobres y un telegrama de Quinto. Esto último llamó su atención, ¿un telegrama? se preguntó, lo abrió de inmediato y leyó el contenido "detener al mensajero"... que significaba eso y en que nuevo lio se había metido Quinto, movió la cabeza como señal de su disgusto.
Salió del correo y caminó unos pasos, la única posada que había en el pueblo estaba cerca, entró al lugar y preguntó al conserje si alguien se había hospedado en los dos últimos días. Fausto era bien conocido y no se le negó la información, el conserje contestó que sí y le proporcionó el nombre, Víctor Sifuentes.
El hermano mayor de Quinto hizo hincapié de no mencionar al huésped sobre sus preguntas, él pasaría a buscarlo al día siguiente, quería darle una sorpresa.
El conserje estuvo de acuerdo pensó que eran amigos y no había problema alguno, por eso amable contestó:
-No se preocupe señor, no diré nada-.
Fausto agradeció el gesto y se retiró del lugar, por un día dejaría al mensajero en la posada pero mañana mandaría por él, estaba preocupado, ¿de que se trataba todo esto?
Víctor Sifuentes había salido de la posada temprano para hacer sus primeras pesquisas, el primer lugar que iba a visitar sería la iglesia, hablar con el párroco del lugar le parecía un buen comienzo, ellos siempre están bien informados con respecto a los habitantes de cada pueblo.
Encontró la iglesia abierta y entró, se acercó al altar donde estaba el padre Isaías: -buenos días padre- saludo con cortesía.
El padre Isaías volteo y contestó -que deseas hijo, es muy temprano para entrar a rezar, eres nuevo en el pueblo-.
-Si padre soy nuevo en el pueblo y venia a conversar con usted, quería preguntar si conoce a la familia López del Águila, ¿ellos viven cerca del pueblo?-.
-¿Quién pregunta?- contestó el padre
-Mi nombre es Víctor Sifuentes y preguntó por la familia porque vengo para trabajar con ellos-. dijo el mensajero atentó a las palabras del sacerdote.
-La familia López del Águila es una familia muy importante en la zona, todos los habitantes de Santa Rita los conocen, ellos son dueños de la hacienda más grande de la región y su padre y abuelo han sido altas autoridades de la provincia-.
-Padre y que me puede informar sobre Quinto-.
-Estas haciendo muchas preguntas y lo único que voy a decir sobre Quinto es que en su momento fue un gran problema para la familia, ahora no vive con ellos y por último te voy a dar un consejo. No te conviene meterte con la familia López del Águila, ellos tiene muchas influencias con las autoridades y siempre será tu palabra contra la de ellos, ahora retírate porque tengo que guardar estas biblias y cerrar la iglesia-. terminó de decir el padre Isaías y le señalo la puerta.
Sifuentes agradeció al padre y se retiró, se dio cuenta que él no diría una palabra más, parece que conocía bien a la familia, para comenzar con algo no estaba mal, ahora debía continuar al parecer Quinto no mentía cuando decía que su familia era muy importante.
Caminó por las calles del pueblo para buscar alguien más que quisiera hablar sobre la familia. Mientras desde la calle principal se podía contemplar a lo lejos la hermosa Cordillera Blanca que adornaba el paisaje, el clima a esas horas de la mañana era perfecto
Fausto llegó a la casa y se reunió con sus hermanos Ángel y Teo, los demás habían salido a sus faenas en el campo, a ellos les comentó sobre el telegrama de Quinto y pidió que mañana vayan por el mensajero: -por hoy día vamos a dejarlo que pasee por el pueblo y mañana lo traen a la hacienda quiero saber de que se trata este asunto-.
Sus hermanos estuvieron de acuerdo y se prepararon para salir al amanecer, el mensajero estaba en la posada, sería fácil de ubicar. El resto del día no se habló del tema, habían asuntos más importantes que tratar.
Temprano, muy temprano Ángel y Teo salieron, querían llegar a la posada antes de que el mensajero salga de ella y darle una sorpresa, todo debía ser bien ejecutado para no levantar sospechas.
Cuando llegaron a la posada después de un largo recorrido preguntaron al conserje por Víctor Sifuentes, éste no se alarmó eran los hermanos de Fausto y les señalo la habitación. Los hermanos entraron sin tocar la puerta, levantaron a Sifuentes que aún dormía y le dijeron que se vista para ir a la hacienda: -querías conocernos, bien, ahora vas a estar con la familia en nuestra casa- exclamó Ángel y más rápido de lo que Sifuentes imaginó estaba sobre un caballo camino a la hacienda de los López del Águila.
Fausto vio llegar a sus hermanos y al mensajero y los recibió en la puerta.
-Señor Sifuentes, buenos días, permitame que me presente soy Fausto el hermano mayor de Quinto-.
-Ustedes me han traído contra de mi voluntad, me han privado de mi libertad-. contestó airado Víctor Sifuentes a Fausto.
-Se equivoca señor Sifuentes, usted no ha sido privado de su libertad, usted es nuestro huésped, nuestro invitado por unos días, puede caminar por la hacienda y tener libertad dentro de la casa-.
Fausto tenía razón, el mensajero podía ir a cualquier lugar dentro de la hacienda y estar en la casa con toda libertad pero siempre estaría acompañado por un guardián las 24 horas del día, él no debía estar solo, esa era la orden.
En el comedor, la mesa estaba servida para el desayuno, lo invitaron a pasar y los demás lo acompañaron, Sifuentes se sentó a la mesa y antes de probar bocado Fausto preguntó ¿porqué estaba en el pueblo? él quería saber sobre el asunto de su hermano, por supuesto no comentó nada al mensajero sobre el telegrama de Quinto.
Sifuentes antes de contestar pensaba ¿cómo sabía la familia su nombre y su presencia en el pueblo? acaso Quinto les había comunicado algo, imposible él no sabía nada de su viaje al menos eso creía él: -soy un enviado del señor Hipolito, futuro suegro de Quinto, él quería que yo averigüe todo sobre su vida y su familia. Unos anónimos habian comenzado a llegar a su casa para impedir la boda de su hija con Quinto. Ustedes no saben que su hermano se va a casar-. concluyó
Unos anónimos quien podía escribirlos, alguien que conocía a su hermano y tenía otras intenciones:
-Claro que sabes que Quinto se va a casar, no podemos asistir a la boda porque hay demasiado trabajo en la hacienda en estos días y él lo sabe, pero ahora tal vez sea necesario hacer un viaje para apoyar a nuestro hermano- contestó Fausto pensativo, el autor de los anónimos podía ser Toribio Ludeña, ese nombre de nuevo salía a la luz.
-Ahora desayunemos señor Sifuentes, más tarde vamos a recorrer la hacienda para que vea el trabajo que realizamos- contestó sonriente Fausto y le señaló la mesa servida con el abundante desayuno.
A esa misma hora en la capital Hipólito en su casa recién se levantaba, estaba nervioso, no sabía nada del mensajero y los días pasaban, Sifuentes tenía la advertencia de mandar un telegrama ni bien sepa algo que no era bueno en la vida de Quinto. Solo esperaba que no hubiera sufrido un accidente eso sería terrible para él y para la boda de Rosalina.
Una empleada interrumpió sus pensamientos, señor, el señor Quinto lo busca está en la sala. -¡qué quería a esas horas de la mañana!- exclamó.
Hipólito fastidiado se presentó en la sala vio a Quinto y saludo -buenos días- dijo.
Quinto se puso de pie y muy solícito contestó -señor Hipólito perdón por presentarme a estas horas tan inusuales para una visita pero deseo hablar con usted sobre la boda-.
Tal vez iba a desistir casarse con su Hija pensó Hipólito y le pidió que tome asiento. Quinto del bolsillo de su pantalón sacó un sobre y lo puso sobre la mesita de café: - por favor acepte este sobre, es para colaborar con la boda, se que los gastos son onerosos y deseo apoyar en algo-.
Hipólito sorprendido contestó -no es necesario que usted nos de algún dinero-.
-Insisto, por favor, es mi boda y deseo que se celebre por todo lo alto, señor Hipólito- contestó muy serio.
A Hipólito no le quedó otro camino más que aceptar la ayuda por la insistencia de Quinto, luego éste le pidió que salude a Rosalina y que le comunique que no iba a visitarla en la tarde como siempre porque debía ir al puerto a recoger una mercadería que le había llegado del extranjero para sus negocios.
Se puso de pie y se retiró muy amable. Hipólito en todo momento lo observó correcto, amable, educado, ¿cómo un hombre así podía ser una mala persona?. Los anónimos ya no llegaban a la casa y esto lo ponía más nervioso ¿Qué había hecho Quinto para evitar los anónimos?. No, no quería adelantarse a pensar mal sobre su futuro yerno.
Hortensia entró nerviosa a la sala -Hipólito ¿Qué sucede? porqué vino Quinto tan temprano-.
-No te preocupes mujer, Quinto quiere ayudar con la boda, insistió tanto que no tuve opción. Ya no sé que pensar, es mejor esperar al mensajero y sus investigaciones-.
Hortensia seguía con los arreglos de la boda, era un trabajo grande pero quería que todo sea perfecto y el día de la reunion en casa de Octavia con las Damas, conversaba sobre el tema y las amigas felices le hacían todo tipo de preguntas. Ella contestaba cada una y se concentró en el vestido: -no se imaginan lo hermoso que ha quedado, mi Rosalina va lucir esplendida con él-.
Ondina, ha pedido de Octavia servía refrescos y galletitas y la amena conversación continuaba.
Al otro lado en el pequeño salón, Emiliana leía un libro y Rubí hacia su tarea de caligrafía, en unos instantes preguntó a Emiliana -¿una boda es tan complicada?-.
-Si, parece que así es, hay que estar atentos a mil detalles y la señora Hortensia es perfeccionista- contestó.
Al final de la reunión Hortensia se quedó a solas con Octavia, quería comentar con ella sobre el mensajero y los últimos acontecimientos: -no sabemos nada de Víctor Sifuentes y yo sigo con los preparativos de la boda, no sé que hacer, estoy nerviosa-. comentaba tocándose la frente.
-Calma Hortensia recuerda que estamos en un campo de especulaciones y ya estás condenando a Quinto-. dijo Octavia para tranquilizar a su amiga-.
-Si, tienes razón Octavia, debo calmarme y esperar, es mejor no adelantarse a nada-. luego se despidió de su amiga y salió para su casa.
Octavia entró en su pequeño salón y exclamó feliz -¡que bueno ver a mis mujercitas ocupadas con sus tareas!-.
-Madrina ya casi termino mi caligrafía-.
-Muy bien Rubí, te felicito-. contestó sonriente
Manuelito irrumpió en el salón traía en las manos una tarjeta, era de la prima Blanca había llegado un poco tarde pero no importaba.
-Manuelito abre el sobre y lee para todas la tarjeta por favor-.
-Si madre- el joven abrió el sobre y leyó los saludos de Navidad de la prima y en letras pequeñas en la parte de abajo de la tarjeta, se leía. -Nos vamos con la familia a Paris para celebrar el año nuevo, en mi siguiente carta te cuento los pormenores-.
Todos se asombraron, Paris, Paris repetían, debe ser emocionante viajar a esa ciudad y en general por toda Europa. Para ellos eran ciudades tan lejanas y seguro muy bellas.
Cerca del medio día llegó Aníbal, era la hora de almorzar y la familia se preparaba para disfrutar de una deliciosa comida preparada por Felicitas.
Manuelito comentaba con su padre sobre la tarjeta de la prima Blanca y su viaje a Paris, entonces Aníbal dijo: -Octavia nos debemos un viaje como ese, en algún momento debemos hacerlo, ¿te parece?
Octavia estuvo de acuerdo, sería emocionante viajar por el mundo pero eso seria más adelante, ahora la familia tenía que crecer un poco.
CONTINUARÁ
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