Faltaban solo dos días para celebrar el Año Nuevo. Octavia en su pequeño salón volvía a leer la tarjeta con los saludos de navidad que su prima Blanca había enviado a la familia.
Que felicidad para ella, celebrar el nuevo año en París, al parecer su prima por fin se estaba adaptando a su nueva vida, pensaba Octavia.
Ondina fue a buscar a su señora para comunicarle que su amiga, la señora Hortensia había venido a visitarla y estaba en la sala.
-Gracias Ondina, puedes llevar a la sala unos refrescos, por favor-.
-Enseguida señora- contestó la joven y fue directo a la cocina-.
Octavia entró en la sala para saludar a su amiga -¡querida Hortensia que gusto!- exclamó
-Octavia, espero no haber interrumpido nada importante en esta mañana- Hortensia se acercó y abrazó a su amiga
-No te preocupes no estaba ocupada, tomemos asiento- Octavia se sentó cerca.
-Querida, el motivo de mi visita es pedirte si es posible que Emiliana sea una de las damas de honor en la boda de Rosalina-. Hortensia dijo esto a la espera de su respuesta.
-Claro que es posible, estoy segura que a Emiliana le va encantar acompañar a Rosalina en ese día tan importante, mi hija estará de acuerdo-.
-Que felicidad que aceptes mi pedido Octavia, porque también quisiera pedir, si Rubí puede ser la niña de las flores para entrar a la iglesia- Hortensia no estaba segura si Octavia iba aceptar este ultimo pedido.
-No puedes haber escogido mejor, ellas estarán felices de acompañar a Rosalina en su boda-. contestó Octavia feliz de imaginar a Emiliana y a Rubí acompañando a la novia.
-El modelo de los vestidos está en el taller de la modista Concepción, hemos escogido una tela de gasa muy bella y el color es melón en un suave tono pastel, no me vas a creer es un sueño. Tú conoces muy bien que el protocolo de una boda, la única que puede vestir de blanco es la novia. Octavia sería mucho pedir que esta misma tarde vayas al taller de la modista, los días pasan muy rápido y el tiempo nos queda justo-. apunto Hortensia.
-No te preocupes esta tarde iré con las dos niñas para las medidas y pruebas de los vestidos, todo va estar bien-.
-Estoy con el tiempo justo y Quinto quiere una boda por todo lo alto, así se lo hizo saber a Hipólito- agregó Hortensia con nerviosismo -aún no sabemos nada del mensajero y yo tengo que seguir con los preparativos de la boda. Espero que no halla sufrido algún accidente, eso sería terrible-
Ondina entró con los refrescos y esto fue un alivio para Octavia porque su amiga estaba al borde de las lágrimas, la incertidumbre de no saber nada la desesperaba.
-Querida Hortensia debes tener paciencia, sé que es fácil decirlo, pero no hay otro camino- Octavia se sentía preocupada por su amiga, ella no deseaba estar en su lugar.
Lo que Hipólito y Hortensia no sabían es que el mensajero estaba en la casa de la familia de Quinto y no podía salir de ahí, era vigilado a todas las horas del día, además si conseguía escapar solo lo haría a pie, así nunca llegaría a ningún lado, los hermanos lo encontrarían muy rápido.
Fausto el hermano mayor, había mandado con Segundo, el hermano que seguía después de él, un telegrama a la capital para avisar a Quinto que el mensajero estaba hospedado en la casa familiar, luego mandó llamar Atanasio Quispe uno de los guardianes que custodiaban a Víctor Sifuentes.
Quispe se presentó ante Fausto -buenos días señor, usted me mandó llamar-.
-Quiero que averigües si Toribio Ludeña ha viajado en estos días-. ordenó Fausto.
-Señor le puedo asegurar que no, su mujer acaba de tener un hijo y él ha estado todo el tiempo a su lado- agregó Quispe seguro de lo que decía.
-Entonces ve a buscarlo, necesito hablar con él- contestó Fausto.
Quispe salió de la casa, él sabía donde encontrar a Ludeña a esas horas de la mañana, seguro estaba en el campo en plena faena.
Fausto lo había mandado a llamar porque sabía que él entre todos los campesinos que trabajaban en la hacienda, era el único que sabia leer y escribir, esto era gracias al padre Isaías que le había enseñado. Ludeña conocía muy bien a Quinto y podía ser el autor de los anónimos.
Una hora más tarde cuando Toribio Ludeña estaba frente a Fausto, este lo interrogó sin descanso quería estar seguro de que no era el autor de los hechos.
Toribio Ludeña en todo momento negó haber escrito algún mensaje -como podría hacerlo señor, si yo vivo aquí y no he viajado a ningún otro lugar- contestó finalmente.
Al terminar el interrogatorio Fausto le señaló la puerta para que se retire, se dio cuenta que no mentía, sus palabras mostraban mucha seguridad. Si Ludeña no había sido el culpable, el autor debía estar en Lima y no en la hacienda como se podía pensar.
Después del almuerzo le tocaba a Quispe como todos lo llamaban custodiar al mensajero, reemplazó a Rodo, otro de los guardianes.
Quispe era más amigable y conversador, Sifuentes le había tomado confianza y fue a éste al que preguntó sobre la historia de la familia y sobre Quinto.
Quispe fue convencido de hablar y comenzó su relato:
La familia está formada por seis hermanos, ellos son Fausto, Segundo, Ángel, Teo, Quinto que al igual que Segundo debían sus nombres al orden de nacimiento y por último Hernán el más pequeño de los seis. Sus padres habían muerto unos años antes y Fausto tomó el mando de la hacienda, él dirigía con mano firme, era le única forma que el trabajo rindiera sus frutos. Todos los hermanos estaban solteros, fue Quinto el primero en tomar la decisión de casarse en Lima.
Quispe contaba a Sifuentes que siempre fue Quinto un problema para la familia, en varias oportunidades había enfrentado la autoridad de Fausto y éste tenia que ponerlo en su sitio con fuerza, en más de una ocasión casi llegan a los golpes, si no fuera por la intervención de sus otros hermanos que lo impedían.
Quinto se paseaba a caballo como amo y señor de sus tierras, era conocido por su mal carácter y no tenía reparos en castigar con dureza a los campesinos que trabajaban en la hacienda, en su camino nadie podía cruzarse, porque hacia uso y abuso del látigo y no le importaba si eran hombres o mujeres. La gente le tenían miedo y lo llamaban "Quintito malo". Pero un día cansados de tanta injusticia y atropello, un grupo de campesinos se unió para rodear a Quinto cuando éste iba a castigar con su látigo a uno de ellos, lo bajaron a golpes del caballo y ahí sin piedad lo seguían golpeando. Quinto rogaba por su vida pero no era escuchado, ahora era él el que sufría el castigo y las cosas se pondrían peor.
Todos juntos lo llevaron arrastras hasta la plaza del pueblo, lo ataron a un poste para lincharlo, sus hermanos, las autoridades y el padre Isaías llegaron justo a tiempo para salvarlo.
Los campesinos estaban enardecidos y llenos de ira, no querian detenerse, el padre Isaías mediaba en el conflicto y hablaba con Toribio Ludeña para que calme a su gente. Éste era considerado un líder dentro del grupo pero nadie quería escuchar, Ludeña y los demás deseaban linchar a Quinto y acabar con sus excesos después irían a la casa hacienda para prenderle fuego porque consideraban que era ahí donde comenzaban todos sus males.
Fausto habló en voz alta para ser escuchado, prometió a sus trabajadores que nunca más volverían a ver a Quinto, él sería desterrado de la región y muchas cosas en el trabajo cambiaría. Se dirigió a Toribio para decirle: -tú vas a ser el representante de tu gente, así unidos vamos a cambiar las cosas-.
Fue de esta manera que Fausto logró calmar a los campesinos y se comprometió con ellos para iniciar una nueva etapa. Los ánimos se calmaron, Ludeña aceptó el trato, pero dio un plazo, a partir de ese día cambiaron muchas cosas en la hacienda, Fausto cumplió su palabra.
Quinto fue desatado del poste por sus hermanos y llevado a la casa familiar, estaba casi muerto apenas podía hablar y era mejor así, porque Fausto estaba casi al borde de él mismo, propinarle una paliza.
-Has tirado el nombre de la familia al piso y comprometido nuestra casa a la que por poco le prenden fuego, mil veces te advertí que no actúes de esa forma. No son promesas al viento las que yo acabo de hacer, tú te vas para siempre de la hacienda y no volverás a poner un pie en ella-. dijo Fausto en voz alta y agregó -vayan a traer al doctor para que lo atienda-. En ese momento hablar con Fausto, era inútil, estaba demasiado molesto.
A Quinto le tomó varias semanas recuperarse y no le fue permitido hablar con su hermano mayor, después de sanar, Segundo Ángel y Teo lo acompañaron hasta el camino que lo llevaba a la capital. Fausto fue muy claro en su advertencia de no regresar, porque él no lo volvería a salvarlo. Así fue como Quinto llegó a la capital y se dedicó al negocio familiar.
Víctor Sifuentes se quedó pensando, esto debía saberlo el señor Hipólito para que tome la decisión de detener o no la boda pero como avisarle, era difícil hacerlo. Quinto no gozaba de buena reputación.
En Lima la vida continuaba, la ciudad se alistaba para celebrar el Nuevo Año, la gente se sentía feliz y hacían planes para la fiesta de fin de año.
Los únicos que estaban intranquilos y preocupados al no tener noticias de Víctor Sifuentes eran los padres de Rosalina. Quinto continuaba visitando la casa y contaba los días para su boda. Él y Rosalina salían a pasear y hacían planes para su nueva vida. El novio se sentía seguro, el mensajero se encontraba en la hacienda, bajo custodia.
Hortensia tenía casi terminados los últimos detalles para la boda, los vestidos de las damas y la niña de las flores estaban listos y la iglesia también. La fiesta sería en la casa y estaría adornada con flores y hermosos detalles.
Aníbal y Octavia no pensaban asistir a fiesta alguna, se quedarían en casa para celebrar fin de año con sus hijos, no habían hecho planes, querían pasar las fiestas en la tranquilidad de su hogar. El recuerdo de Aurora todavía estaba presente.
Emiliana y Rubí ya sabían que sus vestidos para la boda estaban confeccionados con tela fina y casi listos, la modista los enviaría a la casa pronto.
-Mamá siento un poco de pánico entrar a la iglesia como dama de honor, nunca antes lo he hecho-.
-No te preocupes no vas a estar sola, contigo van a estar otras damas de honor que son tus amigas-. contestó Octavia.
Rubí se encontraba jugando en el huerto, lugar donde ella dejaba volar su imaginación, caminaba entre las flores e imaginaba que era el Hada de las flores y con su toque mágico florecía todo el huerto. Era una niña con una imaginación muy vivaz.
El día de Año nuevo llegó, lo marcaba el calendario, en la mañana la casa de Octavia tenía una gran agitación para alistar la cena y los arreglos de la noche.
Todos lucían sus ropas nuevas había algarabía por la fiesta y la cena, La hora avanzaba en el reloj y la familia reunida estaba lista para decir todos juntos "Feliz Año Nuevo" y brindar.
Aníbal atento al reloj contaba los segundos que faltaban para las doce y recibir el nuevo año. Las campanadas en el reloj del comedor dieron las doce y la familia todos juntos se abrazaba y brindaba.
Ondina y Felicitas estaban presentes en la sala para brindar, la única que no pudo resistir el sueño fue Rubí que se había quedado dormida en uno de los sillones. Emiliana y Ondina la llevaron a la habitación.
Toda la familia completa se reunió al rededor de la mesa para cenar y festejar el nuevo año. Aníbal deseaba a su familia dicha y felicidad en este año que comenzaba, mientras disfrutaban juntos de una exquisita cena.
CONTINUARÁ
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