Guillermo Frederick Genscher, saludó a su amigo cuando le abrió la puerta, estaba sorprendido de lo bien que se veía y de la casa donde vivia. Ésta era pequeña pero contaba con todas las comodidades, en realidad era un departamento de los nuevos que se construían en la ciudad.
-Guillermo porque no me avisaste que venías hubiera ido a recogerte al puerto- decía Ralph con gran entusiasmo al ver a su amigo.
-La verdad es que quería darte una sorpresa pero soy yo el que está sorprendido. Vives muy cómodo, espero no interrumpir nada importante en tu vida, ¿cierto?-- contestó Guillermo al recorrer la sala.
-No hay nada que puedas interrumpir querido amigo, en este momento vivo solo y tengo una habitación extra donde puedes quedarte el tiempo que gustes, no tengo problema en recibirte-.
Guillermo agradeció a su amigo, estaba muy cansado por el largo viaje para salir a buscar donde hospedarse.
Ralph le mostró a Guillermo su habitación y comentó: -aquí puedes descansar luego de cenar, debes estar sintiendo mucho hambre luego conversamos sobre tu viaje-.
Su amigo había adivinado como se sentía y le agradeció tanta atención y amabilidad.
-Puedes guardar tu ropa en este mueble y después vienes al comedor, yo voy a preparar algo en la cocina para la cena-. contestó Ralph y dejó solo a su amigo en la habitación.
Guillermo siempre pensó que él era una excelente persona y que además le permitía quedarse en su casa, era un gesto delicado de su parte. La habitación era amplia y tenía al lado de la ventana un escritorio donde pensaba escribir a su madre la carta que le había prometido. Dio unos pasos hacía la cama y se sentó en ella, del bolsillo de su chaleco sacó un pequeño reloj que su padre le había regalado cuando cumplió la mayoría de edad. Era una pieza fina de joyería, un reloj de bolsillo, se abría la tapa y tenía una inscripción que decía -Para Guillermo de su padre Joseph Genscher- así era él, directo y de pocas palabras.
Guillermo lamentaba no haberse despedido de su padre, pero como estaban las cosas en su casa no hubiera sido posible. Puso el reloj sobre la mesita de noche y de su maletín sacó la ropa que había traído, la guardó en el ropero, después salió de la habitación y fue a buscar a Ralph que estaba en la cocina preparando algo sencillo para la cena.
Guillermo y Ralph cenaban mientras conversaban de todo lo que les había ocurrido en los dos últimos años que no se habian visto.
Su vida en el nuevo pais y en la nueva ciudad le agradaba a Ralph y le hablaba a Guillermo de todas las cosas que podía conocer -le gente es amable y estoy trabajando en una gran empresa, te voy a llevar al lugar para que conozcas al dueño es un compatriota nuestro y puede darte trabajo, si es que lo necesitas ¿Qué te parece?-. preguntó Ralph.
-Por supuesto que estoy de acuerdo, yo no he venido a pasar vacaciones, me gustaría aprender pronto el idioma y trabajar- contestó Guillermo a su amigo que le ofrecía una oportunidad.
-Si deseas puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que necesites, yo no tengo prisa que vayas a otro lugar, hay una habitación extra y es un alivio para mí tener a un buen amigo de Alemania cerca- se levantó de la mesa y fue a un pequeño aparador de donde sacó una botella de vino:
-Guillermo, yo estaba guardando esta botella para brindar en una ocasión especial y ahora es el momento de abrirla y celebrar nuestra amistad desde que éramos unos párvulos e íbamos al la escuela ¿te acuerdas?, que tiempos y que vida tan feliz.
De esta manera comenzaba para Guillermo una nueva vida en el nuevo país. Todo para él era novedad, las calles de la ciudad le parecían tranquilas, le gustaba todo lo que veía a su alrededor.
Al día siguiente junto a Ralph conoció al dueño de la empresa para la que trabajaba. Otto Fischer era el propietario de una de las importadoras más grandes de la capital, tenía muchos clientes, entre ellos a los dueños del Gran Almacén.
Con mucho esfuerzo y trabajo había logrado construir su empresa; después de conocer a Guillermo y conversar con él sobre su vida en Alemania y a lo que se dedicaba, le ofreció un empleo en el almacén, él seria el encargado de hacer el inventario de toda la mercadería que entraba, cada cosa debía estar registrada y bien clasificada.
Ralph en la empresa llevaba los libros de contabilidad, tenia su oficina en el segundo piso, al lado de la oficina de su jefe, más tarde éste comentaba: -que te pareció Guillermo, yo estaba seguro que te iba a dar un trabajo, el señor Otto es una persona muy seria, pero le gusta apoyar a un compatriota que recién llega. De ti va a depender hacer bien el trabajo, porque el jefe es exigente-.
Esa misma noche en la tranquilidad de su habitación, Guillermo se sentó al escritorio para escribirle a su madre como le había prometido. En la carta le contaba sobre su viaje, el encuentro con su amigo y el trabajo que tenía, líneas más abajo antes de despedirse le decía: -Madre no te preocupes, estoy bien y espero que en algún momento nos volvamos a encontrar. Tu hijo Guillermo-.
El verano en la ciudad era de sol pleno, el calor había aumentado, las calles del centro lucían brillantes, limpias y ordenadas. Las obras de construcción de nuevas avenidas seguían adelante.
Octavia en su casa había recibido los zapatos nuevos que mandó hacer para ella y Emiliana, se los había puesto para probar como le quedaban, en su habitación dio unos pasos para estar segura que no apretaban sus pies. Los pequeños botines eran cómodos, los pasadores lucían finos, en pocas palabras los sentía bien pero ella extrañaba el toque artístico de buen diseño de Teófilo Ponce. Con tristeza dijo en voz alta: -Octavia tienes que acostumbrarte, el artista del calzado no está en la ciudad-.
Aníbal y Manuel llegaron de su viaje, Octavia los recibió con alegría por fin veía a su hijo pero no sabía como darles la noticia de lo que había ocurrido con la prima Blanca. Dio algunos rodeos, le preguntó a Manuel como había sido su estadía en el fundo. El joven le comentaba que estuvo entretenido ayudando a su padre y conociendo mejor el trabajo de éste.
Manuel pidió permiso para retirarse quería ir a su cuarto, Octavia le pidió que espere y le dijo que tome asiento junto a su padre:
-Lamento darles esta triste noticia pero la prima Blanca ha partido a un viaje sin retorno- luego pasó a contarles lo sucedido. Su hijo como era de esperar se puso mal, el quería mucho a su tía y siempre la extrañó desde el primer día que se fue.
-Madre no puede ser, ella siempre fue una persona tan buena y ahora no está más-.
-Hijo debemos aceptar lo que sucedió y pedir al cielo por ella siempre- contestó Octavia al ver a la profunda pena que sentía su hijo.
Manuel quería estar solo y sus padres le permitieron ir a su habitación. Aníbal estaba consternado y pidió a su esposa le cuente todo lo ocurrido con detalle, al igual que Octavia él nunca estuvo de acuerdo que se fuera a un viaje tan distante y lejos de la familia.
-Octavia, siento un gran dolor por la prima, ella quería mucho a nuestros hijos y Manuel era su engreído, hasta hora no puedo comprender lo ocurrido-. comentaba el esposo con tristeza.
Manuel en la habitación se puso a llorar por su tía, ella siempre lo apoyó en sus proyectos y le traía pequeños regalos, era su forma de consentirlo.
Emiliana regresó del hospital y con mucha felicidad saludo a su padre, ya se había dado cuenta que él sabía todo sobre la tía Blanca y el pesar que sentía, era real.
Octavia los primeros días después de enterarse de la triste noticia, se torturaba pensando que su prima estaba sola en un pais lejano y que ella no podía visitarla, ni dejarle flores. En las noches tuvo pesadillas donde buscaba el lugar en el que ella descansaba y no lo encontraba, lloraba con desesperación y se despertaba asustada.
Poco a poco con el paso de los días, fue aceptando la realidad de que Blanca nunca más volvería y rezaba con devoción al cielo por su alma.
En sus reunión con las Damas del Patronato algunas recordaban a Blanca y pedían a Octavia tenga serenidad para aceptar la realidad.
En la última reunión de las Damas, la novedad había sido el regreso de Hortensia después de pasar varias semanas con sus hijos en el norte en casa de su hermana. Se veía de mejor semblante y renovada. Todas conversaban con ella pero ninguna le preguntó por su hija Rosalina, si ella no quería hablar del tema era mejor así. Al principio las amigas temieron por la salud de Hortensia pero ahora que la veían recuperada no querían molestarla con temas del pasado.
Otra felicidad para Octavia era la novedad de que Rubí había regresado de sus vacaciones en el campo con la religiosas. La niña comentaba con su madrina cuando ésta la fue a recoger, de todo lo que había hecho en esos días y lo feliz que había sido jugando con los conejos que parecían pompones de peluche que corrían de un lado a otro.
La madre superiora llamó a Octavia para conversar con ella sobre un familiar que venía a visitar a la niña una vez por semana, era la infaltable tía de Rubí, la prima Renata -¿Octavia tú conoces a esta señora?- preguntó la religiosa.
-Si madre la conozco y en el pasado he tenido algunos problemas con ella, es una persona complicada-. exclamó.
-El tutor legal de Rubí, el abogado Panduro me advirtió sobre ella, por eso siempre hay una hermana cerca cuando esta señora viene a visitar a la niña- comentó la madre para que Octavia esté enterada de lo que ocurre, ella era su apoderada y tenía que estar al tanto.
La vida continuaba su rumbo y la familia de Octavia se dedicaba a sus tareas del día a día. Emiliana se iba al hospital cuando era su día de ser voluntaria, sus zapatos nuevos también le quedaban bien y se sentía feliz de tenerlos pero lo mismo que Octavia extrañaba el arte de Teófilo Ponce.
Aníbal había salido temprano y regresó a la casa al medio día con una novedad: -Octavia, no puedes imaginar con quién me encontré el las calles del centro, con Quinto López del Águila esposo de Rosalina. Me saludó con mucha ceremonia y me dijo que quería entrar al negocio de la compra de algodón. Yo le comenté que no es fácil competir con los grandes acopiadores que compran algodón hay que tener buen capital, pero él me aseguró que podía comenzar en la próxima cosecha-.
-Bueno esperemos que le vaya bien, no sabe donde se esta metiendo- contestó Octavia sin mucho interés, ella no quería hablar de Quinto y su familia.
Ondina traía en sus manos una carta que venía de Arequipa: -señora acaba de llegar esta carta- comentó y se acercó a entregarla a Octavia en le pequeño salón. El remitente era su amiga Norma Valer.
Aníbal se sentó en uno de los sillones y comenzó a leer el diario, mientras Octavia abría la carta.
En ella Norma le contaba sobre su viaje y su estadía en la ciudad, para su amiga todo era nuevo y le gustaban los bellos paisajes y la hermosa catedral. Líneas después le comentaba sobre el compromiso de su hijo Héctitor con Emiliana:
-Octavia podemos planear el compromiso y la boda después, estoy esperando tu respuesta, nuestros hijos van a estar de acuerdo-.
Octavia terminó de leer la carta y sintió fastidio con la insistencia de su amiga sobre un compromiso en el que no estaba de acuerdo y menos lo iba estar Aníbal cuando lea la carta.
-Querido quieres leer esta carta es de Norma Valer nuestra amiga, la recuerdas- señaló.
Aníbal leyó la carta y luego comentó: -que sucede con esta mujer, en que momento hubo un compromiso de nuestra hija con su hijo, ha perdido la cordura- contestó el padre muy molesto.
Octavia tomó del cajón de su escritorio un papel de carta y comenzó a escribir a su amiga con la respuesta definitiva de que no aceptaba ningún compromiso de Emiliana con su hijo:
-Estimada Norma- escribía -Ni Aníbal ni yo estamos de acuerdo con matrimonios arreglados para nuestra hija, estoy segura que Héctor es un joven de mucha valía y no tendrá problema en escoger una esposa. Debemos dejar que cada uno elija su camino, te pido por nuestra amistad y el bien de ellos no insistir en el tema. No estamos de acuerdo con elegir esposo para Emiliana- luego se despedía de su amiga esperando que comprenda su petición.
Norma Valer nunca contestó la carta de Octavia y cortó su amistad con ella. Octavia sintió tristeza por la decisión de su amiga y dio por terminado el asunto.
CONTINUARÁ