Berlín Alemania, Guillermo Frederick Genscher sostenía una acalorada discucion con su padre:
-Por favor padre, no me obligues hacerme cargo de la farmacia, yo puedo apoyarte algunos días pero hacerme cargo, no quisiera. Tengo otros planes para mi vida, tú puedes contratar a un ayudante- señaló Guillermo.
Su padre levantó la voz: -no quieres hacerte cargo de la farmacia, pero que bien vives en mi casa y te sientas a mi mesa, no te falta nada tienes una vida regalada-. habló el padre con dureza.
-Joseph, como puedes hablar así a nuestro hijo- exclamó la madre.
-Nuestro hijo tiene que tener consciencia, él es ahora el mayor, su hermano está en el ejercito y Guillermo debe asumir su puesto-.
Guillermo no deseaba seguir discutiendo con su padre, se puso de pie y salió del comedor, fue a su habitación, cerró la puerta y del cajón de su mesa de noche, sacó un boleto, era un pasaje de barco que había comprado una semana antes; como él dijo a su padre, tenía otros planes para su vida. Este viaje lo había planificado desde hace un tiempo.
Su hermano mayor estaba en el ejército y no quería saber nada de hacerse cargo de la farmacia.
Joseph Genscher padre de Guillermo, era farmacéutico y dueño de su farmacia, la cual le permitía a la familia vivir con mucha comodidad, tenían una buena casa y todo lo que podían desear. Guillermo conocía a su padre, no iba a cambiar de idea. Él era el segundo hijo de la familia, tenía una hermana menor que era muy pequeña para ayudar a su padre.
Una semana después de la discucion con su padre, Guillermo fue a buscar a su madre que estaba en su habitación: -madre tengo hablar contigo ahora que mi padre no está presente, es importante lo que voy a decir, toma asiento por favor- con la mano le señaló un sillón que estaba cerca.
La madre se alarmó, ¿Qué pasaba con su hijo?, tenía una voz muy grave -Guillermo ¿Qué sucede?,¿te encuentras mal de salud?-.
-No madre, estoy bien de salud, solo escucha lo que voy a decir. He comprado un pasaje en el barco que sale para América, estoy con el tiempo justo para partir, dentro de dos días estaré en altamar. Perdona si recién te hablo de este viaje, pero es necesario que me despida de ti si quiero tomar ese barco, de mi padre no puedo despedirme, tú sabes como es él-.
La madre se alarmó, no quería que su hijo parta a ese viaje, ella le habló y hasta le suplicó que lo piense bien, pero Guillermo estaba decidido, no tenía la intención de hacer sufrir a su madre.
-Madre, te pido me comprendas, es tiempo de partir, ya tengo 24 años, mi padre tiene razón cuando dice que tengo que tomar consciencia-.
Anja lloraba por su hijo, ella no deseaba que se vaya de la casa: -Guillermo tu padre ha dicho palabras que no siente, no puedes irte así-.
-Es necesario que me vaya, está decidido, tengo mi pasaje, comprende-. rogó Guillermo.
Anja se secó las lágrimas, su hijo era como su padre no iba a cambiar de idea: -con que dinero vas a viajar-. preguntó.
-Tengo unos ahorros que espero sean suficientes-. contestó.
La madre de Guillermo se puso de pie, fue a su cómoda y de uno de los cajones sacó un pañuelo que envolvía un fajo de billetes -toma este dinero lo vas a necesitar-.
-¡Madre no! ese es tu dinero, no puedo aceptarlo-.
-Yo no lo necesito, aquí tengo todo, pero tú vas hacer un viaje muy largo y tienes que llevar dinero, por lo menos recibe esto para que yo me sienta tranquila de que no vas a pasar hambre- suplicó Anja y le entregó el dinero.
Guillermo besó a su madre en la frente, la abrazó y le dio las gracias con todo el corazón, era un dinero que le daba tranquilidad para realizar su viaje. Antes de salir de su casa prometió que iba a escribir para que ella sepa como había llegado a su destino.
Con un pequeño maletín en la mano con lo suficiente para embarcarse Guillermo partió, no quería demorar más la despedida, era el tiempo que necesitaba para llegar hasta el puerto de Frankfurt. Lamentó no poder despedirse de su padre, pensó que si lo hacía iba a tener otra gran discusión con él. En el fondo le daba las gracias, después de todo era su padre.
Los sueños y el destino llevaban a Guillermo en un barco hacía altamar. Él tenía un amigo que le había escrito muchas veces sobre América, más preciso aún, Sudamérica. Ralph le decía en sus cartas -es una tierra nueva de oportunidades, aquí todo es distinto tienes que venir Guillermo-.
El viaje en barco, no le sentó bien sentía el vaivén de la nave y unas ganas terribles de devolver el estómago, todavía tenía varios días para llegar a su destino Panamá, luego seguir viaje en otro barco hasta Sudamérica, el destino final el puerto del Callao-Perú y de ahí Lima su capital.
Todo sonaba tan extraño y lejano, solo esperaba que su amigo lo pueda orientar en la nueva tierra que según él, estaba llena de oportunidades.
El viaje fue largo y cansado, llegó a Panamá, se quedó un día en la ciudad para despejarse y luego embarcarse a su próximo destino, no deseaba que pasen más días. No podía hablar demasiado solo conocía algunas palabras en español y comunicarse con otras personas era difícil.
Agotado por el viaje de Panamá al puerto del Callao, llegó al medio día. Se hospedó un pequeño hotel, le sorprendió el movimiento de la ciudad cuando caminaba por sus calles, pensó en quedarse una noche y partir al día siguiente, se sentía mal. Su viaje desde Alemania había durado muchos días, no quería escuchar que le hablen del mar.
Cuando llegó a la capital era de noche, no sabía como encontrar la dirección que tenía en las manos, estaba en el centro de la ciudad. Preguntó alguien por la calle Espaderos y éste lo llevó al lugar que decía la nota. Frente a la puerta de la casa donde se supone vivía su amigo, tocó la campanilla y por fin la agradable sorpresa, era Ralph quien abrió y exclamó:
-Guillermo, no puede ser, porque no me avisaste que venías- y lo hizo pasar.
El nuevo día estaba lleno de sorpresas para Octavia, solía algunas tardes llevar una fuente de frutas y descansar a la sombra de un árbol en el huerto. Ella y Emiliana conversaban mientras disfrutaban de unos higos dulces. La temperatura del verano estaba elevada y en el huerto se podía sentir el aire fresco de la tarde.
Madre e hija conversaban sobre el taller que habían encontrado para mandar a hacer sus zapatos, solo esperaban no tener problemas con el nuevo calzado , ambas lamentaban la ausencia de Teófilo Ponce.
Ondina buscó a Octavia en el huerto: -señora en la puerta hay una señora que pregunta por usted, me dio esta tarjeta-.
Octavia leyó la tarjeta: -Ondina hazla pasar de inmediato a la sala. Emiliana es mi querida amiga Norma Valer, ¿te acuerdas de ella?. Ve a la cocina y deja esta fuente, dile a Felicitas que prepare té y pastelillos, para llevarlos después a la sala-.
Emiliana obedeció las ordenes de su madre y Octavia, en su habitación se arregló y peinó el cabello, luego fue a saludar a su amiga que la esperaba en la sala.
-Querida Norma ¿cómo estas? es una sorpresa tu visita después de tantos años-.
-Octavia no sabes la alegría que tengo de venir a saludarte y conversar contigo, no nos vemos hace mucho tiempo- contestó la amiga y de su bolso sacó un bello abanico para refrescarse la cara -Octavia el calor esta muy fuerte en estos días, mi familia y yo venimos de Piura, es un horno no puedes imaginarlo-.
Norma Valer era amiga de Octavia desde sus tiempos de estudiantes, ella estaba casada y por el trabajo de su esposo tenía que viajar de una ciudad a otra.
-Tú sabes querida amiga que mi esposo por su trabajo en Hacienda tiene que ver todo con respecto a impuestos, es fiscalizador de tributos. Hemos estado primero en Cajamarca, después de cuatro años fue cambiado a Piura y cuando ya estábamos acostumbrados a la ciudad, lo cambian a Arequipa. Estoy solo de paso en Lima y espero no tener más cambios, mis hijos y yo estamos cansados de viajar-. comentaba Norma a su amiga.
Emiliana interrumpió la conversación y entró a la sala con la fuente de té y pastelillos: -disculpen por la interrupción-.
-Norma, ella es mi hija Emiliana, te acuerdas cuando estaba pequeñita-. comentó Octavia a su amiga.
-Si me acuerdo de ella y ahora es una linda joven, debes estar feliz Octavia. Porque no arreglamos un matrimonio para nuestros hijos, Héctitor mi hijo mayor tiene apenas dos años más que tu hija, serían la pareja perfecta ¡no te parece!- exclamó.
Octavia no podía creer la propuesta de su amiga, sonriendo dijo: -Norma debemos dejar que nuestros hijos escojan sus parejas, arreglos de matrimonio no es mi idea, nunca lo he pensado-.
-Por favor, no me vas a decir que mi hijo no está bien para tu hija-.
-No, no, jamás diría eso pero debes comprender que los tiempos han cambiado y ahora los jóvenes escogen con quien desean casarse-.
-No, querida amiga para mi es mejor arreglar el matrimonio de los hijos, ellos son jóvenes y no saben escoger-. concluyó Norma con un tono impaciente en la voz.
Octavia escuchaba con incredulidad las palabras de su amiga nunca hubiera imaginado que ella pensaba de esa manera. Cambió de tema para no iniciar una discucion que no iría a ninguna parte. Ella nunca escogería un esposo para Emiliana.
El resto de la conversación transcurrió con recuerdos y buenos momentos que vivieron juntas. Ya oscurecía cuando Norma se despedía de Octavia e hizo un comentario final: -Octavia he hablado en serio cuando te digo que debemos arreglar el matrimonio de nuestros hijos, estoy segura que cuando Héctitor conozca a Emiliana quedará prendado de ella-.
Octavia sonrió a su amiga, no contestó, solo le deseo buen viaje y una feliz estadía en la ciudad de Arequipa. No deseaba perder la amistad de tantos años, pero si seguía con lo mismo tema tendría que hablar claro, ella no estaba de acuerdo con matrimonios arreglados.
Norma se despidió de su amiga y de Emiliana:
-Mamá, por favor tu no estás de acuerdo con lo que dice tu amiga ¿verdad?-. dijo Emiliana a su madre.
-No te preocupes, ella se va para Arequipa y no creo que hable más sobre el tema-. contestó Octavia y esperaba que su amiga comprendiera cual era su posición con respecto al matrimonio.
El tiempo transcurría tranquilo en la ciudad, muchas obras comenzaban a hacer realidad, se planificaban nuevas avenidas para romper definitivamente el trazo colonial. Las marchas y protestas habían terminado y la ley del horario laboral era una realidad. Se podían iniciar las obras sin retrasos, ni cambios.
Ondina regresaba de la calle después de hacer unos mandados y entró a la cocina hablando en voz alta:
-Madre en la calle hay un gran tumulto, pero esta vez es para ver pasar al presidente y su comitiva, ellos vienen en carros elegantes. La gente dice que van entrar por un costado de la iglesia, luego van pasar por la plazuela y por último tomaran la calle principal con dirección a las calles del centro y a palacio de Gobierno-.
-Ondina que estas diciendo, baja la voz-. contestó Octavia que estaba con Felicitas.
-Señora es cierto ya viene el presidente-.
-Madre, vamos a la plazuela para estar presente cuando pase el presidente-. rogó Emiliana.
Octavia pensó un momento: -seguro que eso va a demorar, no hubo ningún anuncio sobre el paseo del Presidente-.
Emiliana rogó de nuevo y Octavia terminó por aceptar -esta bien, vamos a la plazuela de la Reconciliación, espero sea verdad que están cerca-.
Octavia, Emiliana, Felicitas y Ondina salieron de la casa, caminaron solo unas cuadras para llegar a la plazuela. Ondina no había exagerado, el Presidente y su comitiva entraba por la avenida, todos los vecinos estaban al rededor y lo saludaban, el Presidente sonreía, no era común que suceda este acto muy seguido pero él quería estar cerca de su pueblo después de tantas protestas y desorden. La gente lo vio pasar en el carro presidencial. Era una nueva etapa de nuevos cambios.
CONTINUARÁ
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