domingo, 14 de marzo de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Emiliana terminó de vendar la mano del paciente Guillermo Frederick Genscher, entonces comentó: 
-Señor Genscher, ahora usted debe cuidar esta mano, evite que se moje la venda. El día viernes tiene que regresar para revisar la herida y cambiar a  una venda nueva, eso es todo, puede retirarse-.
-Gracias señorita, yo voy a regresar el viernes como usted me indica-.
Guillermo no sabía como continuar la conversación. Emiliana tomó la  bandeja de vendas y se retiró de la sala en el instante en que una enfermera la llamaba para que la ayude.
Guillermo salió del hospital con muchas buenas impresiones sobre la joven que vendó su mano, le agradó su trato amable y paciente, además de ser  muy linda.
Regresó al trabajo dispuesto a concentrarse en las tareas del almacén, sonreía cuando recordaba a Emiliana, era un primer paso, sabía su nombre y le parecía  que sonaba a una hermosa canción. 
-Hey, Guillermo que pasa contigo- habló en voz alta -seguro tiene novio- luego pensó que podía ser posible volver a encontrarla el viernes en el hospital.
Emiliana terminó de hacer sus labores y como siempre salió del hospital a las tres de la tarde. Había sido un día lleno de trabajo pero se sentía feliz. 
-Madre ya llegue- entró al pequeño salón donde Octavia revisaba las cuentas del mes de los gastos de la casa además de los pagos del alquiler de sus propiedades, todo iba bien y conforme: -Emiliana, ve a la cocina y dile a Felicitas que te sirva el almuerzo, debes estar con mucho hambre-. 
-Si madre voy en seguida-. contestó después de besar a su madre en la frente.
En el trabajo Guillermo, trató de concentrarse y en la noche en su habitación después de cenar y conversar con Ralph se fue a dormir. Miraba su mano vendada y recordaba a la joven, era tan agradable estar cerca de ella. Como no tenía sueño, se levantó de la cama fue al escritorio que estaba cerca de la ventana y comenzó a escribir a su madre la segunda carta, de la primera que le envió no había recibido aun respuesta, pero no importaba él quería contarle como le iba en el nuevo país y lo bueno del  trabajo que tenía.
De nuevo era el día que le tocaba ir al hospital, Emiliana terminaba de doblar unas sábanas para guardarlas en el estante de la ropa de cama, dobló la última funda cuando su amiga Lorena, una de las voluntarias entró corriendo y llamaba: -Emiliana, Emiliana-.
-Y ahora de que te has olvidado querida amiga-. contestó porque sabía que ella era un poco distraída y olvidadiza.
-No, Emiliana, afuera del hospital está el paciente al que le vendaste la mano el otro día, parece que está esperando a alguien, creo que es a ti a quien espera- señaló Lorena.
-No puede ser, él no debe venir hasta el viernes y hoy es miércoles, seguro no me ha entendido, me di cuenta que no hablaba bien el español-. 
-No Emiliana, te espera, estoy segura de ello, recuerda que te estoy advirtiendo- Lorena se volvió a despedir de su amiga y salió corriendo de la sala donde se guardaba la ropa.
-Por favor, estas equivocada- contestó Emiliana antes que Lorena desaparezca por el corredor.  
Su amiga, era así de ocurrente y tenía demasiada imaginación. Cómo podía pensar de esa forma, ella no conocía al paciente de la mano herida y él no tenía motivo para estar ese día en el hospital.
Terminó con cuidado de hacer sus labores y salió por la puerta principal cuando atrás de ella  escuchó que alguien la llamaba por su nombre, giró y se dio con la sorpresa que era Guillermo Genscher quien la llamaba.
-Hoy día no es la revisión de su mano, es el viernes-. contestó.
-Si, lo sé, pero yo pensé que tal vez podía acompañarla y conversar hasta llegar a su casa-. agregó Guillermo esperando que ella acepte su compañía.
Emiliana nunca había permitido que un desconocido se le acerque y exclamó muy seria: -no es necesario señor Genscher, yo no lo conozco y no se quien es-.
-Permitame presentarme soy Guillermo Genscher para servirla- estiró la mano para presentarse.
Emiliana dudó un instante, no sabía que hacer, parecía una persona correcta, le dio la mano con cuidado y se apresuró a caminar.
-Ahora ya no somos desconocidos, yo soy una persona seria, jamás podría faltarle-.
Caminaban por la avenida que los llevaba a la plazuela de la Reconciliación, muy cerca de la casa de Emiliana, se sentaron en uno de los bancos y conversaban animadamente.
-¿Cómo está su mano? parece que se encuentra bien-. preguntó Emiliana.
-Si, está muy bien, no tengo dolor y he cuidado de no mojar la venda, como me recomendó-.
Conversaron por algo más de media hora, luego Emiliana se puso de pie dijo que tenía que irse porque  era demasiado tarde -por favor, no es necesario que me acompañe hasta mi casa, vivo bastante cerca, hasta luego señor Genscher- caminó rápido y no le dio tiempo a Guillermo de contestar. Él no insistió, pensó que era mejor así, el viernes seguro la volvería a encontrar.
Guillermo en la noche conversaba con Ralph sobre temas de trabajo, no comentó con él de su nueva amiga. Ralph era una excelente persona y buen amigo pero no sabía guardar secretos, eso lo sabía muy bien Guillermo y prefirió no hacer comentarios sobre aquello, pero si insistió en pagar una renta por la habitación que ocupaba. Su amigo al comienzo no quería  aceptar la renta que le ofrecía  Guillermo, pero éste insistió: -eres un gran amigo Ralph pero no deseo abusar de nuestra amistad, estoy ganando un salario y deseo colaborar contigo, te pido por favor aceptes mi propuesta-.
A Ralph no le quedó más remedio que aceptar la propuesta de su amigo por tanta insistencia. La conversación entre ellos terminó cerca de la media noche y ambos se fueron a dormir. 
En su casa Emiliana prefirió no comentar con su madre sobre el paciente Genscher, ella pensó que no lo volvería a ver y era mejor no hacer comentarios. 
Viernes, en el hospital como siempre había demasiado que hacer, Emiliana se encontraba ordenando el nuevo envío de medicinas para el hospital. Cerca del medio día Lorena entró muy seria y comentó a Emiliana: -en la sala hay un paciente que necesita una venda nueva, debes de ir a atenderlo, yo termino de guardar las medicinas-.
Emiliana no puso reparo y fue llevando las vendas donde se necesitaban, al entrar a la sala se encontró con Guillermo que venía para su atención. Qué se proponía Lorena con esta acción, ella no le comentó de su encuentro con el paciente a la salida del hospital, el otro día.
-Buenos días señor Genscher, primero su mano tiene que ser revisada por una enfermera para luego ser vendada voy a llamar a alguien, vengo enseguida-. La mano de Guillermo fue examinada,  la herida estaba muy bien pero necesitaba algunos días más para retirar los puntos, después de limpiar y poner un antiséptico, la enfermera mandó:
-Emiliana venda la mano del paciente- y salió de la sala.
La joven vendó la mano y agregó  -ahora si, está usted bastante bien, su herida no tiene ningún problema-.
-Gracias por todo, la verdad es que uno nunca se puede confiar de una herida que va a sanar sola, siempre es bueno atenderse a tiempo para evitar problemas mayores-. 
-Es verdad una infección a algo más grave puede traernos gravísimos problemas-. 
Emiliana se despidió del paciente y éste dijo: -puedo esperarla hoy a la salida, me gustaría volver a conversar. Esta nueva situación la había puesto en un compromiso, no sabía como actuar.
Al final contestó: -Esta bien yo salgo a las tres- con las mejillas rojas de vergüenza se retiró. 
Buscó a Lorena y le dijo que su actuación era equivocada:   -Me has puesto en un compromiso, no puedes hacer eso otra vez-. 
Emiliana yo estaba segura que él quería hablar contigo-. contestó Lorena.
-No lo vuelvas hacer, no es bueno actuar de ese modo-. contestó Emiliana muy molesta con su amiga.
Guillermo y Emiliana de nuevo se volvieron a encontrar cuando ella salió del hospital. Mientras caminaban conversaban sobre lo que hacía cada uno en su día. Se sentaron en el mismo banco de la plaza y ella al cumplirse la media hora  se despidió de Guillermo y antes de irse éste le dijo: -me gustaría  el lunes volvernos a encontrar, puedo esperarte en la puerta del hospital-.
Con algo de timidez Emiliana aceptó la propuesta de Guillermo y se despidió.
Llegó a su casa azorada e incómoda, no por que le desagrade la compañía de Guillermo, si no porque era una situación nueva que no sabía como manejar, era la primera vez que le sucedía algo así, de ahí su desconcierto.
Octavia estaba en la sala conversando con su amiga Petra, Emiliana entró a saludarla a ella y a su amiga y se disculpó para retirarse. La madre  conocía a su hija y presintió que algo le pasaba, pensó más tarde hablar con ella.
-Querida Octavia- comentaba Petra -mañana con Pier nos vamos al puerto para embarcarnos, es el día de nuestro viaje. Yo quería despedirme de ti y agradecer todo el apoyo, sé que todas nuestras amigas han colaborado en ayudarme y les he agradecido en la última reunión que tuvimos, no saben como nos ayudó ese dinero. El otro día fuimos con Pier al lugar donde quedaba la imprenta, no pude evitar llorar, todo nuestro trabajo había quedado destruido, que tristeza, que dolor. Ahora vamos empezar desde cero en Paris, te imaginas-.
Octavia consolaba a su amiga y lamentaba la decisión de irse tan lejos, sin darse cuenta recordó a su prima Blanca, con la diferencia que Petra se iba con su esposo y el conocía muy bien Paris y su gente, él era francés.
Petra abrazó a Octavia al despedirse, le prometió que escribiría para contarle como iba su vida  en Paris, se sentía un poco preocupada pues recién iba a conocer a la familia de Pier que vivian en las afueras de la ciudad: -Octavia me siento nerviosa de conocer a la familia de Pier, ellos no pudieron estar presentes en nuestra boda y ahora vamos nosotros para allá, espero que les agrade mi presencia-.
-Por su puesto que si, quién no puede quererte con lo amable que eres, no te preocupes todo va estar bien-. contestaba Octavia a su amiga para tranquilizarla y además, era cierto lo que ella decía.
Cuando Petra se había ido, Octavia fue a la habitación de Emiliana, quería conversar con ella: 
-¿Cómo ha sido tu día en el hospital? ¿no has tenido algún problema? Emiliana, te vi entrar un poco agitada-.
-No madre todo está bien, ha sido un día laborioso y lleno de pacientes, eso es todo-.
Hija, recuerda que puedes conversar conmigo de cualquier problema o situación-.
-Si madre lo sé, no te preocupes estoy bien-. contestó Emiliana para que su madre se quede tranquila.
Emiliana prefirió por el momento no comentar nada, ella recién conocía a Guillermo y era solo un amigo, no había  que hacer problema con ello. Sabía que podía confiar en Octavia, entre ellas hubo siempre una buena comunicación. 
Sábado en la mañana, el día lucía esplendoroso, el calor había bajado y esto seguro anunciaba pronto la llegada del otoño. Octavia sentío tristeza, a ella le gustaba tanto el verano que el cambio de estación era para ella triste. 
Salió de su casa para ir a comprar a la farmacia que quedaba a unas cuadras de distancia, necesitaba sales y agua de azahares, además de otros medicamentos de primeros auxilios que siempre es bueno tener en el botiquín de casa. Había avanzado solo unos pasos cuando vio que se acercaba la inefable vecina Soledad, ella siempre estaba enterada de la vida de todo el vecindario y nada escapaba a su atención.
-Querida Octavia ¿cómo estás? siempre te veo salir tan apurada- decía a manera de saludo.
-Soledad buenos días, gracias por preguntar, estoy bien y mi familia también-.
-Que bueno que todos estén bien. Me enteré, lo que sucedió a  la imprenta de su amiguita Petra, fue tan triste...lo sé-.
Octavia no quería seguir escuchando a Soledad y trató de despedirse, pero ella la detuvo con otro comentario más: -Querida, el otro día vi a tu hijita Emiliana conversando muy feliz con un joven en uno de los bancos de la plazuela, era muy simpático, seguro son buenos amigos-. hizo este comentario no con muy buena intención.
Octavia no quiso  escuchar sus comentarios desagradables y mal intencionados, con la poca paciencia que le quedaba dijo: -Tengo que ir a comprar Soledad, no puedo escuchar más una palabra de usted-. cortó la conversación en un segundo y siguió su camino. 
Se dio prisa, estaba molesta, que había creído esta vecina, era verdad que tenía fama de ser una persona entrometida con la vida ajena, pero Emiliana porque no había comentado nada sobre este nuevo amigo,¿ que pasaba con su hija?. Se angustio.
Cuando regresó a la casa llamó a Emiliana para conversar con ella, la joven recién había terminado de desayunar y fue al salón donde su madre la esperaba.
-Madre, quieres conversar conmigo-.
-Siéntate querida, deseo preguntar si hay algo nuevo que tengas que decirme-.
Emiliana no comprendía las palabras de su madre y contestó que no había nada que deseaba contar.
-Estas segura hija, no quiero ser indiscreta, pero me he enterado que te han visto en la plazuela conversando con un joven- señaló Octavia con cuidado, no deseaba perder la confianza de su hija.
-¡Ha! se trata de eso, madre seguro que alguien te vino con los chismes desagradables. No te conté porque no lo creí importante, es un amigo que recién conozco y solo conversamos, eso es todo-.
-Emiliana, si es un amigo tráelo a la casa, no necesitas estar conversando en un banco de la plaza-.
-Invitarlo a la casa me pareció algo muy serio, recién conversamos y no creo que tenga necesidad de traerlo, es solo un amigo- agregó Emiliana para que su madre no se preocupe.  
-Querida, si lo invitas a la casa no se trata de nada serio o que se van a casar mañana. No quiero chismes mal intencionados de los vecinos y tú tienes una casa y una familia, el traerlo  no va afectar su amistad- concluyó Octavia.
-Esta bien madre la próxima vez que lo vea voy a invitarlo a la casa, él me acompaña cuando salgo del hospital, conversamos, nada más-.
-Bien espero que me escuches querida, es lo más normal traer las amistades a casa-.
La conversación terminó entre las dos, Octavia sabía que Emiliana era una joven que escuchaba y comprendía ciertos protocolos que eran buenos seguir para evitar comentarios mal intencionados.
Como todos los domingos la familia almorzaba reunida en el comedor. Rubí estaba feliz de compartir con sus padrinos, después del almuerzo la niña comentaba: -madrina ya estoy en el segundo cuaderno de caligrafía, la madre superiora dice que tengo que continuar practicando. ¿usted también hacia caligrafía cuando era niña?-. pregunto Rubí.
-Mi niña, te voy a contar un secreto que no debes decir a nadie, a mí no me gustaba hacer caligrafía, era un curso que me aburría completamente pero con el tiempo comprendí que es importante tener una letra redonda y bien formada. Debes seguir practicando, la madre superiora tiene razón-.
Aníbal y Manuel habían salido, Emiliana le pidió a su madre que la ayude a peinarse y Rubí pidió permiso para ir a jugar al huerto.
En la casa solo estaban las tres, Felicitas y Ondina habían salido a su tarde libre, era cerca de las cuatro de la tarde. Había pasado media hora cuando Rubí regresaba corriendo y llorando del huerto: -Madrina, madrina- gritaba desesperada -¡hay un hombre en el huerto! ¡hay un hombre en el huerto!-.
Octavia y Emiliana salieron de la habitación -¿que sucede Rubí ?,tranquila por favor- exclamó Octavia para que la niña se calme.
-Madrina es verdad, es verdad- decía llorando.
-Vamos Emiliana acompáñame para ver que sucede-.
Rubí en el huerto señaló el lugar donde el hombre estaba parado: -Aquí al lado de este pino madrina, yo lo vi, yo lo vi-. repetía  
-¿Como era ese hombre mi niña? preguntó Octavia.
-Vestía de negro, tenía sobre sus hombros puesta una capa y un sombrero alto en la cabeza-. contestó Rubí y abrazó a su madrina asustada.
Octavia pensó, Rubí  podía ver al hombre que ella conocía, la niña lo había descrito con tanta exactitud, no era invento de su imaginación. Octavia jamás comentó con ella sobre este hombre y nadie más en la casa lo conocía o sabía de él, excepto Aníbal pero él nunca lo vio.
Octavia abrazó a Rubí: -no te preocupes querida, no hay porque asustarse-. Eran palabras para tranquilizarla, no quería que tengan miedo de vivir en la casa Rubí y Emiliana, ésta ultima no sabia nada sobre el aparecido.

CONTINTINUARÁ 
      



 
   
      
     
  


   
        
  


 

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