La ciudad era una fiesta, la gente no dejaba de celebrar y comentar sobre el tranvía, para muchos era algo increíble y sofisticado. Una máquina de metal rodando por la ciudad impulsada por la fuerza de la luz eléctrica. Sorprendente decían muchos.
Aníbal comentaba con entusiasmo mientras viajaban en el tranvía: -Octavia estamos a la par de las grandes ciudades en el mundo, te imaginas. Ahora podemos viajar en el tranvía hasta el otro lado de la ciudad-. luego reía por la emoción de ver que estaban viajando en la máquina de hierro.
Cuando se terminó el viaje y regresaron a la estación inicial. Las autoridades y el público no tenían palabras, había sido un viaje lleno de emoción y buenos augurios al respecto.
Aníbal, su esposa e hijos caminaban por las calles céntricas, cada uno hacía un comentario diferente sobre el tranvía.
-Por fin se inauguró la línea del tranvía, ha sido un viaje al futuro ¿no les parece?- preguntó Manuel a su familia, también contagiado por la emoción de su padre.
Todos le dieron la razón era un viaje al futuro ¿qué más se podía esperar de ahora en adelante? fue la gran pregunta. Cada día habían nuevos inventos en diversos campos de la ciencia e ingeniería, todo parecía ser posible.
En su casa de regreso la familia comentaba reunidos en el comedor sobre la gran inauguración, por fin era una realidad con una ciudad que crecía, no podía faltar un transporte masivo para la gente. Todo ese día no dejaron de hablar del tranvía y de las mil posibilidades con los inventos que cada día se anunciaban.
En la noche en su habitación Octavia comentaba: -ha sido una gran fiesta para la ciudad y presiento que va a durar muchos días más, hasta que la gente se acostumbre a ver el tranvía pasar lleno de pasajeros-.
-Es verdad querida- agregó Aníbal -de aquí en adelante la gran máquina será parte del paisaje de la ciudad- contestó antes de decir buenas noches y dormir.
Con la alegría de la gente y la gran fiesta en la capital por el tranvía, Octavia se encontraba en esos días concentrada en los últimos detalles de la boda de Emiliana. Las pruebas de los vestidos iban muy bien, los zapatos pronto serían enviados a su domicilio y el salón para la fiesta estaba contratado, ella solo debía visitar el lugar un día antes para supervisar el decorado y que todo sea de su agrado. En este caso Octavia le daría una sorpresa a su hija cuando entre al salón de recepciones después de la ceremonia religiosa.
Cada día que pasaba Emiliana sentía los nervios de la boda, le decía a su madre que no podía más con tanta tensión. Octavia contestó: -hija no te preocupes, todo va estar bien y ese día será perfecto, solo espero que el tiempo nos acompañe, el invierno casi se termina y la primavera pronto llegará-.
Guillermo estaba más tranquilo, en la oficina tenía en sus manos la invitación a su boda para su jefe, el señor Otto Fischer, solo esperaba el momento adecuado para dársela, antes ya había entregado invitaciones para algunos amigos de la empresa.
En un momento de descanso, Guillermo pidió permiso para entrar a la oficina de su jefe: -señor Fischer aquí esta la invitación a mi boda para usted y su familia- agregó.
Otto Fischer tomó el sobre y lo puso sobre su escritorio sin abrirlo, le dio las gracias muy serio y comentó algunos detalles del trabajo y pidió el avance del libro contable. Guillermo dio media vuelta y mandó con su asistente el libro que pedía el jefe. Su actitud no había cambiado, era distante y fría pero Otto Fischer no podía tener queja alguna del trabajo de Guillermo, esto a él le daba tranquilidad y deseaba con el tiempo las cosas cambien.
La idea de Otto Fischer había sido casar a su hija con Guillermo, para él era la boda ideal ya que Guillermo era un compatriota y un joven de confiar. Según Otto Fischer así cerraba el circulo, al menos era lo que pensaba.
Para Guillermo hubiera sido una boda ventajosa, su posición en la empresa sería excelente, pero él no quería aprovechar ninguna ventaja o beneficio a costa de Martha Fischer, la joven merecía un buen matrimonio. Guillermo estaba enamorado de Emiliana y eso era lo importante.
Los días pasaban sin detenerse en el calendario, faltaba muy poco para la boda. En el pequeño salón Octavia repasaba su lista para verificar si algún detalle quedaba por resolver. Ondina entró y feliz anunció que habían llegado los calzados: -señora un mensajero trajo estás cajas de zapatos-. Octavia se puso de pie, una maravilla eran los zapatos para la boda. Abrió las cajas, el calzado se veía bonito y bien diseñado, ella se probó los suyos, calzaban bien en sus pequeños pies.
-Ondina lleva las cajas al dormitorio de Emiliana y los míos a mi habitación- ordenó Octavia y en su lista escribió -zapatos listos-.
Emiliana y Lorena terminaron su turno salían del hospital y comentaban: -no sabes el trabajo que cuesta organizar una boda, mi madre esta atenta a cada detalle, cuando yo puedo la acompaño y elijo lo que me gusta. ella jamás me impone algo. Estoy tan nerviosa con la boda que no sé como voy a llegar a ese día-.
-Emiliana ese día vas a estar bella y radiante, solo sentirás felicidad y yo estaré presente para desearte lo mejor, querida amiga. Debo agradecer la molestia de hacer mi vestido para ser tu dama-.
-No hablemos más sobre ese tema, yo quería que tú estés presente y eso es todo-.
Emiliana se despidió de Lorena y avanzó por la avenida directo a su casa, se tocó la frente, que pesar se dijo -No puede ser es la señora Soledad nuestra vecina tan entrometida y viene hacia mí-.
-Querida Emiliana, no sabes la alegría que tengo de saber la noticia que vas a casarte con ese joven tan atractivo. Tu madre ya me envió la invitación. Querida te deseo lo mejor- terminó de decir y sonreía.
Emiliana agradecio sus palabras parecían sinceras y ella quería creer que así eran. Al llegar a su casa se dio con la gran sorpresa que los zapatos para la boda habian llegado: -madre son hermosos y me quedan perfectos, debo usarlos para acostumbrarme a ellos y no caer el día de la boda-.
-Úsalos aquí en tu habitación para que no se maltraten- contestó Octavia feliz, todo comenzaba a tener un orden. Faltaban los vestidos y solo una semana para el matrimonio.
Guillermo no se había quedado de brazos cruzados, él se había mandado a confeccionar un terno y comprado zapatos para el gran día en que uniría su vida a Emiliana, ya los tenía en su departamento y se veía muy bien con ellos. Con respecto a la situación con su jefe, no quiso comentar nada a Emiliana, en vez de ello le habló que el jefe ya tenía su invitación al matrimonio, no deseaba ponerla triste o nerviosa con el asunto.
Tres días antes de la boda llegaron los vestidos, fue una alegría en casa de Octavia, todas las mujeres hablaban al mismo tiempo. El vestido de novia era un sueño, lucía perfecto en el cuerpo de Emiliana, el vestido de Octavia también lucia bien y ni hablar del pequeño vestido de Rubí, ese día iban a estar hermosas las tres, cada una con sus vestidos.
Aníbal y Manuel tenían ya sus ternos y zapatos nuevos, con los que iban a ir a la boda. El padre luciría orgulloso al entrar a la iglesia con su hija. No cabe duda que a los caballeros se les ve tan bien cuando visten sus ternos.
Los hermanos de Aníbal, Leonora y Sixto llegaron para la boda, fueron recibidos en la casa y se hospedaron en las habitaciones de huéspedes. La tía Esperanza envió una carta pidiendo disculpas por no poder asistir pero le era un poco difícil debido a su salud, en cambio mando su regalo de bodas y muchos deseos de felicidad para Emiliana y Guillermo.
Octavia un día antes visitó el salón donde sería la recepción, tenía que dar el visto bueno al decorado, sugirió algunos cambios, nada grave y quedó conforme.
Domingo muy temprano el día de la boda, todos corrían en casa de la familia. La florista cumplió su palabra y envió el bello bouquet de flores frescas para la novia, Ondina se lo entregó a su señora.
Octavia lo recibió y dijo -Ondina, tú y tu madre vayan a cambiarse, todos debemos estar listo en unas horas- señaló y no debía contradecir a su señora.
Emiliana tomaba un baño de tina con suave fragancia de flores, Octavia hacia lo propio y Rubí también. Aníbal ayudaba a Manuel y los dos hombres de la casa se arreglaban para estar a la altura de la ceremonia.
Los hermanos de Aníbal estaban casi listos, Leonora vestía un elegante traje y Sixto un terno recién cortado. Eran un orgullo para su hermano mayor.
Los hermanos de Aníbal estaban casi listos, Leonora vestía un elegante traje y Sixto un terno recién cortado. Eran un orgullo para su hermano mayor.
Una hora antes de salir para la iglesia Octavia salió de su habitación, cuando su esposo la vio comentó:
-Querida luces tan hermosa con ese vestido-
-Gracias Aníbal por tus palabras pero ahora espera que veas a tu hija, no tendrás que decir- contestó Octavia.
Era verdad, Emiliana lucia bella y dulce en su vestido de novia, Aníbal le faltaban palabras para halagar a su hija. Rubí salió después, lucía graciosa y parecía una pequeña hada con una canasta de pétalos de rosas para arrojar en la iglesia. Manuel lucía un terno nuevo y estaba serio, en el fondo no sabía como halagar a su hermana que estaba hermosa, a su madre y a Rubí.
-Bueno ya estamos listos es hora de partir para la iglesia, el novio nos espera y debe estar nervioso, si no lo sabré yo. Mis hermanos ya han partido, ellos están en la iglesia.-. exclamó Aníbal emocionado y feliz por su hija.
En la puerta de la casa esperaban dos coches de alquiler, en uno irían la novia y su padre en el otro Octavia Rubí y Manuel. Felicitas y Ondina fueron encargadas de cerrar la casa y se reunirían con la familia en la iglesia, ellas lucían impecables con sus trajes de domingo.
En la puerta de la iglesia esperaban la damas de honor, cada una hermosa en sus vestidos. Lorena estaba feliz de saber que su amiga contraía matrimonio con Guillermo. La sorpresa fue que estaba presente entre los invitados Ralph amigo de Guillermo que había dejado por unos días la plantación de café en la selva para venir a la capital y estar en la boda de su amigo que lo invitó unas semanas antes.
Emiliana y su padre llegaron a la iglesia, entraron después de Rubí y las damas de honor. El sequito avanzo por la nave de la iglesia. La novia lucía bella y feliz. Un Guillermo emocionado la esperaba en el altar, al tomarla de la mano le habló feliz. El padre Benito oficio la ceremonia, sus palabras se referían a la unión y el amor de la pareja. él les deseaba lo mejor en su nueva vida. Al terminar la ceremonia les dio su bendición.
Todos los invitados después de la ceremonia se dirigieron al salón de recepciones que se encontraba cerca. La felicidad de los recién casados era evidente, antes del almuerzo habló Aníbal a los novios le deseaba a la pareja mucha prosperidad y unión. Guillermo se refirió a su esposa con palabras de amor. Al terminar los discurso los invitados degustaban los diferentes platos del almuerzo, todo salió perfecto. Una nota de disgusto para Guillermo fue ver que su jefe no asistió a la boda pero el resto de sus invitados sí.
Se bailó y se disfrutó de la recepción, los invitados saludaban a los padres y a los novios. Guillermo y Emiliana abrieron el baile, formaban una bonita pareja. Cuando Aníbal bailó con su hija, se llenó de emoción, en su rostro se podía ver. La fiesta duró hasta bien entrada la noche. Los novios se despidieron para disfrutar de su luna de miel.
Aníbal, Octavia y su familia regresaban a la casa, la recepción de la boda resultó perfecta, los invitados disfrutaron de la alegría con los novios.
La familia estaba exhausta, todos se retiraron a dormir para comentar sobre la ceremonia y la fiesta al día siguiente.
A la hora del desayuno Los hermanos de Aníbal comentaban lo bonita que se veía la novia y el almuerzo fue exquisito: -Octavia te luciste al organizar la boda- decía Leonora. Sixto también halagó a Octavia y su organización del matrimonio: -Emiliana era una linda novia. Aníbal no puedes estar más orgulloso-señaló.
Al día siguiente los hermanos de Aníbal partían de regreso al fundo, se disculparon por no poder quedarse más tiempo: -Octavia tu comprendes el trabajo nos tiene tan ocupados en el fundo- decía Leonora y Sixto le daba la razón. Aníbal comentó con ellos que en unos días más estaría en Ica.
La tranquilidad retornaba lentamente a la familia, Octavia ponía orden en la habitación de Emiliana que estaba un poco desordenada.
-Ondina ayúdame a ordenar estas muñecas- tomó de la cama, la muñeca favorita de su hija. Ahora la iba a extrañar, la casa sin su presencia se iba a sentir más grande de lo que era.
No quería estar triste, debía sentir felicidad, Emiliana comenzaba una nueva etapa en su vida y ella estaría cerca para acompañarla. Colocó la muñeca en el estante junto a las demás, Ondina terminó de arreglar la cama. Octavia se quedó sola en la habitación un instante, cuantos recuerdos y cuantos juegos con Emiliana, ella había sido una compañía. El tiempo pasó muy rápido, pensó. Salió de la habitación cerró la puerta con cuidado y caminó muy despacio por el corredor.
CONTINUARÁ