domingo, 4 de julio de 2021

PRIMAVERA DE 1900

En casa de Octavia estaba de visita Ana Luisa, las dos amigas conversaban en la sala y disfrutaban de unos refrescos con galletitas.  Ana Luisa hablaba sobre la boda de Emiliana y lo bien que todo había salido: 
-La novia estaba tan bella Octavia, las damas de honor y sus preciosos vestidos parecían flotar y ni hablar de la pequeña Rubí, ella tan graciosa arrojando a su paso pétalos de rosas para Emiliana y su séquito. La iglesia llena de invitados, el altar mayor adornado con flores, el padre Benito y sus palabras acertadas en la ceremonia. Después, la recepción en el salón más elegante de la ciudad. Que más puedo decir querida amiga, todo fue perfecto y de buen gusto-.
-Gracias Ana Luisa por tus palabras pero lo hice con amor para mi hija, era un regalo de sus padres-. señaló Octavia feliz y satisfecha con el resultado -aunque debo aclarar que quedé rendida por el trajín, organizar una boda tiene sus complicaciones-.
Cuando Ana Luisa se despidió, Octavia fue a su escritorio para contestar las cartas que debía, una era para Petra y otra para Hortensia. A sus dos amigas les comentaba los últimos acontecimientos en la ciudad, desde la inauguración del tranvía hasta la boda de Emiliana. 
-Querida Hortensia no te imaginas todo lo que he trabajado en la boda de Emiliana y al final los resultados fueron excelentes, ella se veía feliz al lado de Guillermo después de la bendición del padre Benito- le escribía a su amiga, sin mencionar a Rosalina. Si Hortensia en su carta no mencionó a su hija, ella tampoco lo haría, no quería remover recuerdos tristes. En otros reglones le mandaba saludos para su esposo y lo bueno  que Hipólito esté recuperado de su enfermedad. A Petra en cambio le describía la boda y la fiesta:  
-Querida Petra todo quedó tan bien en la boda, Aníbal y yo felices de ver a Emiliana y Guillermo disfrutando del almuerzo y la recepción. Como hubiera deseado que estés presente junto a tu esposo Pier-. Luego pasó a contarle sobre la novedad del tranvía y la fiesta en la ciudad por dicho evento, estoy segura que en la revista familiar hubieran informado a los lectores con  detalle sobre la inauguración.  
Terminó de escribir las cartas las cerró en los sobres, esta vez se encargaría de llevarlas al correo ella misma, deseaba  pasar por el gran almacén para comprar algunas cosas que le hacían falta.
En una esquina de la sala principal estaban las cajas con los regalos de la boda para Emiliana y Guillermo, las amistades habían enviado desde finos centros de mesa, juegos de vasos, adornos de porcelana y todo lo que un hogar podía necesitar. Octavia no se atrevió abrirlos eso le correspondía a los esposos. Ellos todavía no regresaban de la luna de miel y ella no deseaba interrumpir el romance. Los recién casados estaban lejos, disfrutando su amor y su pasión.
En el almuerzo de domingo la familia conversaba de como extrañaban a Emiliana y a Guillermo que ahora era legalmente parte de la familia. Rubí comentaba: -madrina cuando entraba a la iglesia tuve miedo de caer con la canasta llena de pétalos, me sentía nerviosa pero al llegar cerca del altar ya no sentí temor-. 
-Es normal- dijo Aníbal  -creo que todos nos sentíamos nerviosos con el acontecimiento.  Al entrar a la iglesia con Emiliana de mi brazo también estaba emocionado y nervioso-.  
Manuel estuvo de acuerdo con su padre: -es verdad, yo también sentí algo de nervios por la boda de mi hermana, en el fondo no aceptaba aún que se casaba con Guillermo y que ya no iba a vivir con nosotros, es extraño todo aquello- hubo silencio en el comedor al recordar que era cierto, Emiliana tenía ahora su propio hogar. 
Rubí interrumpió el silencio y preguntó -¿madrina mi vestido de la boda lo guardamos en el ropero de Emiliana?-.
-Si mi niña es mejor así. No queremos que la madre superiora se moleste y nos llame la atención- contestó Octavia reflexiva.  
Al terminar el almuerzo Aníbal se retiró a la habitación para hacer la siesta de la tarde. Manuel se dedicó a leer un libro en su dormitorio, Octavia y Rubí conversaban en el pequeño salón. La niña le mostraba a su madrina el tercer cuaderno de caligrafía: -ya casi termino este cuaderno y la madre superiora dice que tengo que seguir practicando, ya estoy aburrida de tanta caligrafía, no se que voy hacer-. 
-Querida debes hacer caso a la madre superiora, ella tiene razón,  continua practicando hasta hacer las letras redondas y bien formadas, te sugiero que avances tres páginas y luego descanses, así el trabajo será más fácil-. 
-No puede ser, yo pensé que mi letra ya era perfecta-. decía Rubí con tristeza y abría su cuaderno para empezar hacer su tarea.
Si bien es cierto Rubí estaba cansada de la caligrafía, en otros curso del colegio sus notas eran excelentes y eso le agradaba a la madre superiora y a su madrina, por supuesto.  
Octavia revisaba la lista para organizar en el hogar las compras de la semana. Rubí en silencio avanzaba su tarea, luego de unos minutos pidió permiso para ir a lavarse las manos. Salió del salón y se dirigió al lavadero que estaba cerca del patio, al pasar vio entreabierta la puerta que iba al huerto, se acercó  y sintió la tentación de entrar, con la mano empujó la puerta y avanzó unos paso. Sintió miedo y el corazón le latía con fuerza, en su interior repetía las palabras de su madrina -no debes tener miedo pequeña-. Caminó hasta llegar al árbol de chirimoyas. Se detuvo, contuvo el aliento, al fondo se podía ver el pino donde ese extraño señor se apareció, no deseaba recordar ni acercarse más, casi estaba a punto de llorar, cuando sintió una voz que le decía: 
-Que haces aquí en el huerto Rubí-. La niña se sobresalto al escuchar la voz, era Manuel que había sentido sus pasos y la siguió. 
-No dices que tienes miedo de estar aquí, ven vamos hasta el pino donde viste a ese señor, yo te acompaño-. 
-No, no Manuel no me obligues acercarme al pino, es verdad tengo miedo, no quiero volver a ver a ese señor- replicó Rubí y giró para salir del huerto. 
Manuel la tomó de la mano con seguridad, le dijo para acercarse al pino, ella se opuso,  entonces soltó su mano para que se vaya, se podía ver que estaba demasiado asustada.
Rubí entró al salón agitada y nerviosa: -¿que pasa?- preguntó Octavia- ¿por qué traes esa cara de susto?-.
-No madrina no pasa nada, no debes preocuparte-. contestó Rubí y continuo haciendo su tarea hasta la hora de regresar al internado. No se atrevió a contar lo que había pasado.
La semana siguiente la alegría volvió a la casa de la familia con el regreso de Emiliana y Guillermo, traían sus maletas de viaje, mas tarde las llevarían a su departamento, Emiliana quería ver a sus padres, los extrañaba. Aníbal y Octavia abrazaron a su hija y a su yerno, se les veía cansados por el viaje pero felices. 
-¿Todo está bien querida?, ¿ha sido un viaje feliz?-. preguntó Octavia a su hija.
-Si madre todo está muy bien, Guillermo ha sido tan atento y gentil conmigo, además hemos paseado y conocido la pequeña ciudad de Huacho. El hotel estaba cerca al mar, no te imaginas el paisaje al amanecer. Te puedo asegurar que todo fue perfecto y nos sentíamos bien el uno con el otro.
-Que bueno que te sientas así, siempre los primeros días de matrimonio son instantes de miel como decían las abuelas. Visité tu departamento unos días antes y sobre la cómoda dejé la colonia y los jabones que tanto te gustan, los compré en el gran almacén. Además en los cajones guardé el ajuar de novia que las religiosas bordaron para ustedes con sus iniciales y algunas flores, han quedado preciosos.
-Gracias madre, tú siempre atenta a los detalles- contestó Emiliana -ahora que voy a vivir en mi  nuevo hogar va ser raro no estar cerca a ustedes, los he extrañado demasiado-.
-Querida puedes venir a tu casa cuando quieras este siempre será tu hogar-.
-Si madre lo sé, pero debo hacerme cargo de mi nuevo hogar al lado de Guillermo- replicó Emiliana. 
-Bien, ahora no hablemos más ustedes se quedan a cenar, luego pensarán en irse al departamento-. agregó Octavia y fue a la cocina para disponer la cena con Felicitas.
En el comedor a la hora de cenar, los esposos contaban las novedades de su viaje y lo bien que los trató el personal del hotel: -el clima nos ayudó, casi salía el sol todos los días-. comentó Emiliana. 
Terminada la comida Guillermo y Emiliana pasaron a la sala, donde Aníbal y Octavia les mostraban sus regalos de boda: -¡madre cuantos regalos!, ahora no los vamos abrir, estamos muy cansados por el viaje, será mejor el domingo para hacerlo junto con Guillermo y poco a poco los llevaremos a nuestro hogar- señaló Emiliana de acuerdo con su esposo. 
Antes que se haga más tarde los esposos se despedían de la familia. Con las maletas y su felicidad partían a su nuevo hogar ubicado en la calle Espaderos, era un edificio moderno y el departamento cómodo con todo lo necesario para una pareja de recién casados.
Aníbal en el dormitorio antes de dormir conversaba con Octavia sobre sus impresiones de la nueva pareja: -se les veía tan comprometidos el uno con el otro, podemos estar tranquilos Octavia, nuestra hija estará bien cuidada. Te comentó algo sobre su luna de miel-. preguntó al final.
- Si querido todo está bien no te preocupes, como dices, nuestra hija estará bien cuidada-. 
Pasaron dos días del regreso de su viaje y Guillermo se incorporó al trabajo. En todo el día no vio a su jefe el señor Fischer, su asistente le comunicó que no había venido a la oficina. Guillermo necesitaba su firma donde autorizaba un embarque de productos para el norte del país. Era una contrariedad retrasar ese embarque pero no podía hacer más por el momento. 
De regreso a su hogar encontró a Emiliana con la cena lista, él no sabía que ella había sufrido lo indecible para prepararla. Emiliana sabía algo de cocina pero no era una experta, en su casa siempre fue servida y ahora tenía que hacerse cargo de todo ella misma.  
Guillermo dijo: -Emiliana, contrata una empleada  para que te ayude con la casa, no necesitas saber hacer todo, comprendo que tu siempre fuiste consentida en tu casa pero debes organizarte. 
-Consentida no Guillermo, pero si atendida en todo y ahora debo saber manejar mi hogar. Voy a contratar a una persona para que me asista, no te preocupes- contestó Emiliana mientras esperaba que su esposo le diga que le parecía la cena. 
Guillermo se dio cuenta de la espera de su esposa y comentó -está deliciosa esta comida seguro que no  fue difícil prepararla. 
Emiliana sonrió por el halago, su nueva vida como decía su madre tendría cambios y desafíos que tenía que saber manejar.
Pasaron algunos días desde el regreso de Emiliana y Guillermo la familia trataba de acostumbrarse a los nuevos cambios. Aníbal salió temprano y  regresó a su casa cerca del medio día, venía del centro. Buscaba  a su esposa que estaba en el huerto hablando con Cesáreo el jardinero sobre algunas  plantas que debía podar y otras que debía sembrar: -Cesáreo debemos decorar este lado del huerto con rosas me gustaría ver más rosas sembradas aquí-.
-Si señora como usted mande-. contestó Cesáreo.  
-Octavia- la llamó -tienes que venir debo darte una noticia-.
-Una noticia ¿de qué se trata Aníbal?-. preguntó.
-Ven querida vamos al salón- ya en el lugar, Aníbal de pie frente a su esposa dijo -Octavia tengo que decir que Quinto López del Águila, su esposa Rosalina tuvieron anoche su bebé, es un varón como él deseaba, está que no cabe en sí de felicidad-.
-Que felicidad por ellos, les deseo lo mejor, un bebé siempre es un símbolo de esperanza-. Octavia no pudo evitar acordarse de Hortensia, ella estaría tan feliz con el nacimiento de su nieto. Era una crueldad de parte de ellos privar a los abuelos de la felicidad con ese niño. 
-Adivino lo que estas pensando Octavia, yo también siento tristeza por nuestros amigos no sé que haría si Emiliana nos tratará de esa forma- contestó
-No debes pensarlo, Emiliana no es Rosalina, gracias al cielo- señaló Octavia.
Pasados los acontecimientos de la boda de Emiliana y Guillermo la vida tomaba su propio cauce, los esposos abrieron sus regalos en presencia del resto de la familia. Rubí era la más feliz con los presentes, se emocionaba al ver cada caja de regalo. 
Lunes muy temprano, Manuel partía para el colegio, Octavia se extrañó que solo Felicitas este atendiendo a la familia en el desayuno, seguro Ondina había ido hacer algún recado que su madre le encargó. 
Aníbal salió de la casa para terminar de hacer sus encargos y partir al fundo en dos días, la sensación de paz en su familia lo tranquilizaba. Emiliana y Guillermo estaban bien y eso era una gran alegría para el padre. 
Octavia se puso a trabajar en su escritorio, ordenaba algunos recibos de los alquileres de sus propiedades. Felicitas se presentó en el salón y pidió hablar con su señora, tenía el rostro lleno de tristeza y apenas podía contener las lágrimas. En sus manos llevaba un rosario.
-Felicitas no me digas que tu hermano Eriberto se ha vuelto accidentar- puntualizó Octavia.
-No señora, mi hermano está bien. Se trata de Ondina, no quiere venir a trabajar-. Felicitas comenzó a llorar.
Octavia le pidió que tome asiento: 
-dime que sucede con Ondina-.
-Señora mi hija no me escucha, ha tomado la decisión de irse con Umberto a trabajar en las plantaciones de caucho, ese muchacho le ha metido  ideas en la cabeza, dice que en ese lugar se gana mucho dinero. Yo he hablado  toda la noche con ella para que entienda el paso que va a dar. Le hablé además de todo lo que sufrí para criarla cuando su padre se fue un día y no regresó más. Ondina conoce todo aquello y no me escucha, sigue con la idea de irse. He rezado a la virgen el rosario para que cambie de idea-.
Octavia prestaba toda la atención  a Felicitas sin interrumpirla, ella sufría por la decisión de su hija. 
-Señora usted tiene mucha influencia sobre ella, le pido por favor, hable con Ondina, a usted la va a escuchar-.
-Felicitas, ¡lo que me pides!, no sé si logre convencerla, en pocos meses cumplirá la mayoría de edad. Si ha tomado esa decisión no creo que nada la haga cambiar-.
-Hable con ella señora, se lo pido, viene más tarde a recoger su ropa-. rogó Felicitas. 
En ese tiempo, todavía llegaba a la ciudad el eco de la riqueza que producía la explotación de caucho en la selva. Umberto y Ondina querian viajar a ese lugar que muchos decían era el nuevo Dorado. 
Una hora más tarde Ondina se presentó ante su señora, en las manos llevaba su atado de ropa y la decisión de renunciar.
-Señora mi madre dice que quiere hablar conmigo, yo también quería decirle que  tengo que retirarme del servicio a su casa-.
-Toma asiento Ondina- señaló Octavia -por tu madre sé que quieres viajar con Umberto a las plantaciones de caucho en la selva. Sé además que vas a irte sin tener nada formal con él, lo conoces lo suficiente para confiar de esa manera, son novios... ¿verdad?- comentó Octavia.
-Si señora estamos saliendo los domingos desde hace unos meses, él es un joven bueno y quiere un mejor futuro para nosotros. Tengo mis ahorros y él va vender su triciclo, no nos vamos con las manos vacías-.
-Ondina, yo no digo que Umberto sea una mala persona pero la decisión que tomas ahora cambiará el resto de tu vida. Piensa, vas a dejar a tu madre, dejaras los  estudios del colegio y gastar tus ahorros. Ustedes irán a trabajar a una plantación, y vivirán dentro de un campamento, donde la vida no es fácil-.
Octavia aun tenía la esperanza de hacer cambiar a Ondina de idea. La joven la escuchaba con atención y silencio. No se atrevía por el momento a contrariar a su señora. 


CONTINUARÁ                      
          

          
 
   

 

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