domingo, 26 de septiembre de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Después de despedir a Guillermo en el puerto Emiliana se acercó a sus padres que estaban unos metros de distancia. Ella se sentía tan triste que apenas podía hablar. Tomó a Lizel en sus brazos y caminó junto a ellos para subir al coche que habían alquilado para traerlos al puerto del Callao. Guillermo ya había partido en el barco que lo llevaría hasta Valparaíso.
En el carro de regreso la familia estaba en silencio nadie hablaba, la tristeza se dibujaba en el rostro de Emiliana.
Octavia quiso decir algunas palabras de consuelo pero sabía que nada aliviaría la tristeza de su hija, entonces guardó silencio.
Cuando llegaron a casa, Emiliana  fue directo a su habitación con su hija Lizel. Octavia deseaba acompañarla para conversar con ella, Aníbal la detuvo: -querida es mejor que la dejes sola por unos instantes, ella ahora necesita pensar y desahogar su tristeza- Octavia sabía que su esposo tenía razón y dejó que su hija se  vaya con Lizel a descansar.
En la habitación Emiliana recostó a Lizel a su lado en la cama, lloraba con desesperación. Si bien ella había acompañado a Guillermo hasta el puerto en el fondo no deseaba que se fuera. Se levantó de la cama y de su cómoda sacó un pañuelo para envolver con cuidado el reloj que Guillermo le había dado, luego lo guardó en el cajón de su mesita de noche para que no se estropee, se aseguró que esté en un lugar donde no se pueda malograr. Le daría cuerda todos los días como lo hacia Guillermo, así estaría a la hora cuando se vuelvan a encontrar. 
Volvió a su cama y le hablaba a su hija sobre su padre y la promesa que había hecho de volverse a encontrar. 
-Mi pequeña Lizel pronto estaremos junto a tu padre y seremos una familia unida de nuevo- decía Emiliana, mientras abrazaba y besaba a su hija sin poder dejar de llorar. 
En el pequeño salón Octavia y Aníbal estaban desolados con la partida de Guillermo, ver sufrir a su hija era demasiado para los padres que no esperaban que las cosas tomen ese cauce.
-Aníbal, hasta ahora no puedo comprender el empecinamiento de Guillermo por realizar ese viaje, nuestra hija se ira con él y nosotros no estaremos cerca de ella. Es una gran tristeza-. dijo Octavia con pesar.
-Todo lo que dices es cierto pero no podemos hacer nada, ellos son esposos y tienen que decidir sobre su vida. Estoy seguro que Emiliana ira a reunirse con Guillermo cuando llegue el momento, nos va extrañar pero debemos comprender que tiene que mantener a su familia unida. Es la vida y ella debe estar al lado de su esposo. En cuanto al viaje de Guillermo y su terquedad por irse, me parece que en parte es porque quería poner distancia con su ex jefe Otto Fischer, es lo que pienso- terminó de decir Aníbal consternado por los sucesos que llevaron a su yerno a tomar la decisión. 
-Las cosas que sucedieron en los últimos meses han creado esta situación tan difícil. Me duele mucho pensar que no tendremos cerca a Emiliana y a nuestra querida Lizel, es algo que me entristece en demasía- contestó Octavia imaginando el futuro. 
En la noche a la hora de la cena antes que Emiliana entre al comedor, Manuel preguntaba a sus padres sobre Guillermo y su viaje, ellos le explicaron la que había pasado y le pidieron que no haga ningún comentario en la cena para no entristecer a su hermana.
La familia cenó en silencio, Aníbal al terminar de cenar, le dijo a su hija: -sé que las palabras no bastan para aliviar tu tristeza pero lo único que puedo decir es que el tiempo pasa muy rápido y sin darte cuenta estarás viajando para reunirte con Guillermo, estoy seguro de ello-.
-Gracias padre por tus palabras, yo pienso lo mismo, solo que tengo que asimilar las cosas para serenarme- contestó Emiliana.
-Querida, si deseas hablar estoy contigo para lo que desees, tú sabes que siempre tienes  mi apoyo- habló Octavia para que ayudar a su hija en esta difícil circunstancia.
-Gracias madre, lo sé, tú siempre estas a mi lado.  Ahora deseo ir a mi habitación para cambiar y bañar a Lizel- fueron las palabras de Emiliana de buenas noches y se levantó de la mesa.  
Manuel estaba triste como todos en la familia y no sabía como consolar a su hermana: -madre, ella  se va ir al lado de Guillermo, no la vamos a tener cerca y Lizel se olvidará de su familia-. 
-Manuel nosotros iremos a visitarla todo el tiempo que sea posible, ellos no van a vivir en el fin del mundo- comentó Aníbal para levantar el ánimo de la familia. 
Las palabras de Aníbal, eran verdad, no era el fin del mundo pero estarían lejos y no a la vuelta de la esquina.
Con los últimos sucesos ocurridos en la familia, Octavia daba las gracias al cielo que su vecina Soledad se mantuviera a distancia y no interfiera en su vida familiar. Ella muchas veces era  poco atinada y muy amiga de dar su opinión donde no la llamaban.
Emiliana con el paso del tiempo se sentía mejor y más aliviada, todos los días esperaba carta de Guillermo pero el correo se tomaba su tiempo y no había más que esperar. Sin embargo una mañana  llegó la primera carta de su esposo, en ella escribía cómo había sido su viaje en barco y su llegada a la ciudad de Valparaíso: -Querida Emiliana, ha sido un viaje corto en comparación al que realice desde Alemania hasta la América y luego a Perú, en esta ciudad me voy a quedar un par de días y luego voy a seguir mi viaje por tierra hacia Antofagasta donde me espera mi amigo Frank-. Le dedicaba muchas palabras de amor para ella y Lizel y la esperanza que tenía de estar juntos pronto. Le contaba también sus impresiones sobre la ciudad y sus alrededores. Líneas después se despedía de ella y mandaban besos para las dos mujeres de su vida.
Guillermo cumplió con sus palabras de escribirle seguido porque sus cartas llegaban a la casa familiar continuamente. En cada una comentaba cómo fue recibido por su amigo Frank a pesar del tiempo que  había pasado: -Emiliana me ha recibido como su fuera ayer que nos vimos, mi amigo me ofreció todo su apoyo y me va ayudar a conseguir una casa para nosotros. En cuanto al trabajo voy a manejar la contabilidad y la logística de la empresa minera. Después le hablaba sobre la ciudad y sus calles -es una ciudad pequeña pero importante, está dedicada a la minería y actividades de comercio, en ella vamos a vivir.  
Emiliana sentía mucha alegría al leer las cartas escritas por Guillermo, trataba de imaginar de que manera sería su vida en esa ciudad. Por momentos se entristecía al pensar que viviría lejos de sus padres y de su casa pero ella los invitaría  a visitarla todo el tiempo que ellos deseen, además pensaba viajar con Guillermo en cada una de sus vacaciones. Valparaíso no estaba al fin del mundo como mencionaba su padre. Ella se tomaba el tiempo para escribir a su esposo y contarle como se sentía y como se encontraba Lizel, cada día más vivaz y hermosa. Como toda madre se sentía orgullosa de su bebé. Emiliana guardaba las cartas en el cajón de la mesita de noche, así las tenía cerca para volverlas a leer una y otra vez.
Lorena visitaba a Emiliana tan seguido como era posible, las dos jóvenes conversaban sobre sus temas y planes futuros -querida amiga te voy a extrañar cuando te vayas, con nadie tengo tanta confianza como contigo-
-No te preocupes, voy a venir a Lima siempre que pueda y además será motivo para que tú me visites en Antofagasta- contestaba Emiliana contenta de como se dibujaba su futuro.  
Aníbal y Octavia se sentían aliviados al ver que su hija estaba más tranquila y de mejor animo, era un alivio para ellos.
-Octavia- decía  Aníbal -me siento más tranquilo con respecto a nuestra hija, está  más alegre y feliz con cada carta que recibe de Guillermo-.
-Si... yo también la he notado más serena y comunicativa, me cuenta todo lo que Guillermo le escribe, o mejor dicho, casi todo- contestó Octavia feliz por su hija.
Aníbal salió de la casa porque tenía que comprar algunas cosas urgentes que necesitaba el fundo para luego mandarlas como encomienda. En su camino se encontró con Quinto, Rosalina y su pequeño hijo que ya tenía más de un año. Se acercaron y saludaron Aníbal. 
-Mi estimado amigo- dijo Aníbal -estas de paseo con la familia que bueno por ti- saludo a Rosalina con una sonrisa.
-Aníbal ¡cómo está!- exclamó Quinto -nosotros vamos a comprar algunas cosas que necesita nuestro hijo. Ahora que nos hemos encontrado también quería aprovechar para contarle que he decidido no entrar al negocio del algodón siguiendo su consejo, creo que no es mi rubro-.
-¡Qué bien qué así sea!-  contestó Aníbal -es un negocio que hay que conocer muy bien y lo más importante tener un gran capital-.
Lo que Quinto no mencionó fue que su hermano mayor Fausto, le había escrito una carta con fuertes advertencias para no entrar al negocio, era la segunda carta que escribía al respecto: -Quinto no deseo tener que viajar a Lima para liquidar la empresa, es mejor que desistas de ese negocio. Recuerda que nosotros no tenemos el suficiente capital para entrar a comprar algodón con los grandes compradores. El dinero ganado no podemos arriesgarlo en un negocio que necesita fuertes sumas de dinero. Es una empresa familiar donde no puedes decidir tú solo-  estas eran las palabras más suaves de Fausto porque líneas más abaja le escribía palabras muy fuertes.
Quinto y Rosalina se despidieron de Aníbal con saludos para  su familia, continuaron su camino hacia las tiendas en el Jirón de la Unión.  
En la tarde del día siguiente cuando Aníbal había terminado de hacer la siesta después del almuerzo. Octavia entró en la habitación: -querido es mejor que termines de levantarte y arreglarte porque tienes una visita, se trata de nuestro siempre recordado amigo, Tarciso Vera.
Aníbal de inmediato se puso de pie y se arregló para salir a recibir al inefable Tarciso. Como era de esperar se demoró un poco en acicalarse, mientras tanto Octavia conversaba con el visitante en la sala. Le preguntaba cómo estaba su esposa y sus niños que ya no eran tan pequeños, cuatro hijos eran bastante pero el caballero se sentía completo y feliz con ellos.
-Mi estimado Tarciso- entró en la sala Aníbal saludando -¿cuanto tiempo qué no nos vemos? ¿qué ha sido de tu vida?- preguntó. 
Octavia pidió permiso para retirarse y fue a la cocina para ordenar a Lida que prepare una fuente con dos copas y una botella de vino y algunos bocaditos.
-Aníbal que bueno que te encuentres en tu casa y no en el fundo, disculpa vine sin avisar pero es verdad no nos hemos encontrado para conversar o tomar unos café en el centro de la ciudad. Mi visita primero es para saludarte y saber que estás bien, lo mismo que tu familia y luego para ofrecerte el negocio de tu vida-.
Aníbal conocía los negocios de Tarciso y sabía que casi nunca llegaban algún lugar. Sonrió y contestó:
-De que se trata ese fantástico negocio, mi estimado-. 
-Tú bien sabes, que en la ciudad se va a seguir contrayendo nuevas avenidas y que además se van a construir otras vías de ferrocarril en el norte y el sur del país, ¡ese es el futuro!, entonces importar materiales de construcción es una buena inversión. Podríamos hacer negocio con el gobierno si van a seguir construyendo. Quería proponerte que seamos socios, tú pones el capital y yo me encargo de vender-.
-El negocio que propones es bueno, tienes razón cuando dices que es el futuro, pero ser socios es imposible. Todo mi dinero esta invertido en el fundo y por el momento no puedo distraer un capital en otro negocio. Mis tierras necesitan mucha atención, trabajo y dinero para mantenerse-. contestó Aníbal para poner en claro cual era la situación.
Tarciso quería convencer a su amigo para que entre en el negocio, le habló de las bondades que traería ser importador, trató por todos los medios de convencer Aníbal pero éste se mantuvo firme. Era cierto lo que decía, no podía por el momento distraer dinero  en un negocio con Tarciso. 
-Mi amigo ¿Qué ha pasado con la política además de tu trabajo?- preguntó Aníbal.
-No, no, ahí están siempre mis deseos de ser diputado y mi trabajo en las oficinas del estado continúa como siempre pero es bueno pensar en algo más a que dedicarse- contestó satisfecho Tarciso.
Aníbal sonreía, conocía a Tarciso, era una buena persona pero un negocio con él significaba demasiado riesgo.
Ambos caballeros brindaban con vino y pasaron parte de la tarde dedicados a la conversación de importación. En la imaginación de Tarciso ganaban mucho, pero mucho dinero. 
Con gran pesar antes que comience a oscurecer, Tarciso Verá se despedía de Aníbal con algo de frustración por no poder convencer a su amigo del negocio soñado para los dos.
En la noche a la hora del descanso Aníbal, comentaba con Octavia sobre la conversación con Tarciso y su gran negocio: -nuestro amigo no deja de buscar en su bola de cristal el negocio de su vida. Tengo que decir que sonaba interesante pero mi capital ahora esta en el fundo y hacer un trato con él no me da mucha confianza-.
-Tarciso siempre está a la expectativa de lograr sus deseos de ser diputado o comerciante- contestó Octavia. 
Como todas las mañanas Antonia traía los diarios y los ponía sobre el escritorio en el pequeño salón. Aníbal después del desayuno se sentaba a leer las últimas noticias publicadas en ellos.
Octavia disponía con Lida el menú del día para el almuerzo y la cena,  Antonia terminaba de hacer la limpieza en el comedor.
En el pequeño salón Aníbal sentado en el escritorio abrió el diario y leyó una noticia que lo dejó estupefacto con el puño golpeó el escritorio. Se puso de pie levantó los brazos -¡No puede ser! exclamó. Volvió a leer la noticia tal vez había entendido mal pero no era así. Golpeó de nuevo el escritorio y unas lágrimas cayeron sobre el diario -¿por qué?  ¿por qué? repetía-.
Octavia entró en el salón al escuchar que su esposo se lamentaba, vio la expresión de su rostro y preguntó: -¿qué ha sucedido Aníbal? estas temblando-.
Aníbal siempre seguro de si mismo, ahora no encontraba palabras, no sabía como decir a su esposa la noticia que publicaba el diario.
-¿Qué sucede querido estás pálido?- preguntó Octavia y vio la tristeza en el rostro de Aníbal. 


CONTINUARÁ  

 

  
     

 
           


 

domingo, 19 de septiembre de 2021

PRIMAVERA DE 1900

En la casa familiar de Octavia, la vida tomaba su propio rumbo, Emiliana dedicada completamente a su bebé, estaba feliz con los progresos de Lizel, Guillermo buscaba un nuevo trabajo para mantener a su familia. Octavia se ocupaba de organizar las cosas importantes del hogar, Manuel en sus clases del colegio se preparaba para los exámenes de fin del año y Rubí en el internado también se preparaba para finalizar sus estudios.
A la hora del desayuno, Aníbal leía el diario en el comedor  y comentaba con su esposa: -Octavia las noticias que ha publicado hoy día el diario sobre el niño de la iglesia, dice que sus nuevos papeles están en trámite para una nueva identidad y que sus padres realizan las gestiones para que tenga un nuevo nombre y apellido. Te das cuenta querida lo bueno que es esta noticia.
-Así es Aníbal, la historia tuvo un final feliz, ahora  Catalina y su esposo son los padres del niño que tanto anhelaban. Ayer fuimos de visita a su casa, tenías que ver la felicidad de nuestra amiga cuando nos hablaba del niño,  el pequeño tiene una sonrisa feliz y alegre en el rostro, no se separaba ni un segundo de su madre, era un cuadro feliz. Catalina todavía no define que nombre le van a poner pero los esposos no van hacerlo público para proteger la identidad de Juanito. Sus nuevos padres quieren que crezca sin ser señalado. Tú sabes es un menor de edad- finalizó Octavia.
-Si es importante proteger al menor de todos los curiosos- contestó Aníbal y siguió leyendo - querida aquí en el diario también se anuncia que van a continuar construyendo nuevas avenidas y caminos en algunas ciudades del interior, según está trazado en los planes del gobierno, esta noticia es buena para todos. Crecer desarrollar el país y dar un paso adelante para se creen nuevos puestos de trabajo es la mejor noticia-. Aníbal hablaba con mucho entusiasmo de todo aquello, nadie  amaba más a su país que él y quería verlo progresar  hacía el futuro, siempre se apasionaba cuando hablaba de esos temas. 
Después de hacer estos comentarios, Aníbal continuo leyendo en silencio, estaba preocupado cuando  encontró  la noticia sobre el precio del algodón en el mercado internacional, todavía era bajo y la cosecha ya estaba en puertas. Guardaba la esperanza que la cantidad de algodón a cosechar sea tan buena que compense en algo el precio. Se acordó del terrible problema de la plaga que hubo en todos los campos unos años antes. Ésta casi extermina para siempre el  precioso cultivo del fino  algodón. 
El fundo desde aquella época arrastraba algunos problemas financieros que se debían solucionar. No le gustaba las noticias que hablaban de los precios bajos en el mercado internacional. 
-Sucede algo grave Aníbal, veo la preocupación en tu rostro, hay alguna mala noticia- comentó Octavia a su esposo-
-No, nada grave solo las noticias de siempre y eso me distrajo-. contestó Aníbal, no quería hablar del tema y solo rogaba tener una buena cosecha para compensar el desbalance de su fundo.
Antonia interrumpió la conversación de los esposos al anunciar que había una visita en la casa.
Octavia se preguntaba quien podía ser a esas horas tan tempranas del día.
Cuando se presentó en la sala, se dio con la agradable sorpresa que se trataba de Lorena. La joven se puso de pie para saludar y dijo:
-Señora Octavia buenos días, perdone que venga a estas horas sin su permiso pero fui a buscar a Emiliana al departamento y no estaba, pensé tal vez que usted podía decirme donde encontrarla- 
-Mi estimada Lorena, mi hija se a mudado con nosotros aquí en la casa, en este momento la llamo, seguro está atendiendo a Lizel. Emiliana se ha convertido en una excelente madre, tengo que decirlo- contestó Octavia y fue a llamar a su hija para que atienda a su amiga.
Emiliana entró en la sala con Lizel en brazos: -Lorena ¿cómo estás?- preguntó. 
-Mi querida amiga perdona que venga tan temprano pero estaba preocupada, no sabía donde ubicarte. Sé que no son horas de visita-.
-No te preocupes, con todas las cosas que había que mudar de un momento a otro, me olvide de enviar un mensaje a tu casa con mi nueva dirección - contestó Emiliana  mientras presentaba a Lizel.
-Que bebé tan linda, está cada día más grande y sonrosada, Emiliana cuidas tan bien de ella-.
-Si... me toma todo el día sus cuidados pero es así, un bebé siempre es un dulce trabajo-.
Las dos jóvenes conversaban y se ponían al día sobre  las cosas que ocurrieron  en el tiempo que no se  vieron. Lorena estaba un poco misteriosa hasta que al fin dijo: -Emiliana voy a entrar a estudiar a la escuela de enfermeras, la señora Eda me va ayudar con algunos pagos. Ella ha sido mi ángel dice que solo me exige una condición, que estudie y lo haga muy en serio porque de lo contrario, ella no seguirá apoyándome-. comentó llena de felicidad.
-Lorena esa es una gran noticia y lo más importante es que puedes recurrir a la enfermera cuando tengas algunas dudas sobre los estudios- contestó Emiliana mientras felicitaba a su amiga por el paso que iba dar para su futuro.
Las amigas hablaban con entusiasmo sobre las oportunidades que se abrían para ellas: -Tú no te puedes quejar, tienes una familia y un lindo hogar. Ahora estas viviendo una circunstancia difícil pero va a pasar y tu esposo es una buena persona-.
-Si, es verdad, no puedo quejarme, con mi bebé y con Guillermo estoy feliz- contestó a su amiga.
Lorena después de una larga visita a Emiliana, se despidió de ella prometiendo regresar pronto porque ya sabía que vivía en casa de sus padres.  
Emiliana buscó a su madre para contarle  la buena noticia de su amiga y lo feliz que se sentía por ella.
-La señora Eda va ayudarla pero le apuesto una condición,  tiene que estudiar muy en serio,  si no, se despide de su ayuda. Madre la señora Eda es muy buena-. decía Emiliana.
-Si, Eda es una gran persona pero también es exigente y como no tiene hijos, se siente feliz de ayudar a Lorena- contestó Octavia mientras colgaba algunas de sus faldas en el ropero y arreglaba la ropa de Aníbal para que no se estropee. 
En la tarde del mismo día, Emiliana se encontraba  en el huerto. Lizel dormía en su cuna y ella provechó la tarde cálida para descansar un momento.
Guillermo había regresado de hacer algunas gestiones, encontró a su esposa junto a los rosales que estaban a punto de florecer.
-Que sorpresa, querido has llegado temprano, aquí estoy descansando un momento. Lizel demanda mucho tiempo y termino agotada-. comentó Emiliana.
-Lo sé, no te preocupes supongo que los bebés son así cuando están pequeños, necesitan mucho de la atención de sus madres-. 
Guillermo se acercó a los rosales y comentó: - están llenos de botones pronto se abrirán las rosas y este rincón se verá hermoso. Tu madre acertó en poner flores de diversos colores en esta parte del huerto-. 
-Mi querida Emiliana- se volvió hacia su esposa -debemos hablar sobre nuestro futuro, todavía no encuentro un trabajo donde pueda desarrollarme, los que me ofrecen son por algunos días o por algunas semanas. Voy a seguir insistiendo mientras tanto nuestros ahorros nos  sostienen-.
-Guillermo no debes preocuparte, pronto vas ha encontrar algo que sea bueno para ti, ten paciencia- suplicó a su esposo para que no se sienta intranquilo.
-Es una difícil situación la que estamos pasando pero tienen que venir tiempos buenos-. contestó pensativo. 
Tomados de la mano Emiliana y Guillermo paseaban por el huerto, la tarde cálida invitaba a caminar, los fríos vientos del invierno se despedían. 
-Es una gran propiedad  la que tiene tu familia, este huerto es muy grande- decía Guillermo y señalaba el terreno.
-Si, la casa de mi madre es herencia de sus padres, aquí en el pasado se celebraban muchas fiestas y aniversarios, eran tiempos muy felices, ahora es más tranquilo. 
El joven, estaba pensativo, lo que aún no había comentado con su esposa fue que  envió una carta a su amigo Frank Wenders que trabajaba en la ciudad de Antofagasta al norte de Chile. Primero lo saludaba y recordaba con él sus tiempos de estudiantes en el Liceo cuando vivian en Alemania, luego le preguntaba si existía la posibilidad de un trabajo para él. Antes de escribir a Frank pensó en hacerlo a Ralph pero cambio de idea y escribió a su amigo de Antofagasta esperaba pronto una respuesta de su parte. 
En las noches mientras no llegaba el sueño, Emiliana y Lizel dormían, Guillermo se dedicaba escribir cartas para su madre, ahí le contaba que vivía con la familia de su esposa por el momento y no le daba demasiadas explicaciones sobre su situación para no alarmarla o preocuparla. Siempre le aseguraba que estaba bien y que su familia política eran buenas personas, como en realidad ocurría. La familia de su esposa lo apreciaba de verdad. 
El domingo en la casa familiar era un día especial, todos se vestían con elegancia para el almuerzo, se ponía en la mesa el mejor mantel de lino, se servía la comida en platos de loza fina y se usaban las copas de cristal. Los cubiertos eran de plata y siempre había buena comida y buenos vinos que los adultos disfrutaban y los más pequeños tomaban refrescos. 
Rubí preguntaba a su madrina: -¿cuando podre brindar con vino? todos están felices y Manuel y yo solo tomamos refrescos-.
-Cuando seas una joven adulta tomaras una copa de vino y nada más. No es fino que una jovencita se exceda en tomar... ¡me comprendes!-. 
-Si madrina, si comprendo sé que tengo que esperar a crecer- contestó.
Terminaba el almuerzo y la familia solía tomar café y dulces en la sala, Rubí jugaba con Lizel y traía la caja de música de la habitación de Octavia para que escuche la melodía. Manuel conversaba con los mayores. El domingo era dedicado a la familia y a descansar.
Su madrina le permitía que toque la música solo una vez: -mi niña no debes jugar con esa caja que es un recuerdo de mi madre y no me gustaría que se malogre-. 
Rubí contestaba: -si madrina solo una vez tocará la melodía,  a la bebé  le gusta escuchar la música-.
-No olvides terminar tu tarea de caligrafía, he revisado tu cuaderno y veo que  cada vez escribes mejor las letras, te felicito-. señaló Octavia.
Unas semanas después que Guillermo envió su carta éste recibió respuesta: -Señora ha llegado está carta- decía Antonia y le entregaba en las manos a Octavia, era para Guillermo, el remitente su amigo Frank Wenders.
Cuando Guillermo regresó al medio día, Octavia le entregó la carta -una carta ha llegado para ti es de Antofagasta-.
-Gracias, es de un amigo de Alemania, Frank Wenders-. contestó Guillermo y tomó el sobre. 
La respuesta no podía ser más oportuna. Frank en su carta le decía que se alegraba de tener noticias de un amigo del Liceo. Recordaba con él varias anécdotas de estudiante -Guillermo me alegra mucho saber de ti después de tantos años y si, puedo decir que hay aquí trabajo para ti cuando desees puedes  venir. Líneas más abajo se despedía y deseaba su pronta respuesta. 
Era la carta que estaba esperando, con la respuesta que necesitaba. Tenía que conversar con Emiliana para preparar su viaje, no deseaba demorar más.
Esperó después del almuerzo para hablar con su esposa, el tema era demasiado serio para tomarlo a la ligera. 
En su habitación mientras descansaban, Guillermo cerró la puerta para hablar con Emiliana:
-Querida, ven, quiero que te sientes a mi lado- Lizel estaba en su cuna -He recibido hoy día la carta de mi amigo Frank Wenders que vive en Antofagasta, él me ha ofrecido un trabajo y pienso viajar lo más pronto posible para esa ciudad. No podemos seguir viviendo de la buena voluntad de tus padres que han sido demasiado considerados- decía Guillermo a su esposa mientras besaba sus manos. 
-Guillermo porque no me dijiste que le habías escrito a tu amigo y porque tomas una decisión sin consultar conmigo- se angustio Emiliana.
-No te dije antes porque no sabía que me iba a responder mi amigo Frank. Querida, aquí no encuentro un trabajo que pueda desarrollar. Mi amigo trabaja en una mina y yo iría a trabajar en las oficinas en la parte administrativa. No te preocupes cuando esté instalado en una casa, voy a mandar por ti para reunirnos de nuevo los dos con nuestra hija Lizel. 
Emiliana se puso a llorar no comprendía la decisión de Guillermo pero lo iba apoyar: -si eso es lo que deseas, está bien- contestó con tristeza.
Dos días después cuando Aníbal se enteró, habló con Guillermo le pidió que no se apresure en tomar esa decisión, -te vas a llevar a mi hija- le dijo y le expuso varias alternativas. Guillermo  agradeció sus palabras pero el viaje ya era un hecho.
Octavia consolaba a Emiliana y también habló con Guillermo para que tomé las cosas con calma, no es necesario un viaje precipitado. 
-Octavia ya tengo el pasaje comprado me embarco pasado mañana- su respuesta no dejaba otra alternativa.
El día señalado para el viaje en el puerto Guillermo se despedía de Aníbal y Octavia, ellos acompañaban a Emiliana para despedirlo. En sus brazos tomó a Lizel, la besó varias veces, le habló dulces palabras en alemán luego se la entregó a Octavia.
-Emiliana ven conmigo- se apartaron unos metros para despedirse - cuando llegue a Valparaíso te voy a escribir, después tengo que seguir el viaje por tierra y cuando esté en Antofagasta voy a escribir todos los días para contarte como me va, prometo mandar por ti lo más pronto- de su bolsillo sacó el reloj que su padre le había regalado y agregó -cuando nos volvamos a reunir tu me vas a devolver, este reloj que se queda contigo, sabes lo importante que eres para mí, cuida bien este reloj- se lo puso en las manos para que lo guarde. 
Los dos se abrazaron y besaron, Emiliana lloraba mientras Guillermo subía al barco. Aníbal y Octavia sufrían al ver sufrir a su hija, esto no era lo que ellos querian para ella. 
Aníbal no estaba de acuerdo con el viaje y lucia serio, Octavia trataba de comprender lo que pasaba, todo  sucedido tan rápido en los últimos días que no podía creerlo.
Emiliana parada cerca del barco, le hacia adiós con la mano al esposo que amaba y esperaba reunirse pronto con él. Su rostro estaba bañado en lagrimas,  este no era el destino que ella había soñado para los dos.

CONTINUARÁ               
          
           


 

domingo, 12 de septiembre de 2021

PRIMAVERA DE 1900

El comisario se puso de pie, observaba a la mujer con el velo negro sobre la cabeza ¿Qué hacer ahora con ella?. Detenerla en la jefatura y luego ir a buscar al juez que se ocupa del caso del niño. No podía dejarla ir, ella tenia que presentarse ante el juez en el juzgado. Que el magistrado decida que se debe hacer.
Llamó a uno de sus guardias: -Fuentes, usted quédese con la señora que yo voy a ir hablar con el juez para saber que hacer en este caso-. 
-Si señor- contestó el guardia.
El comisario sabia muy bien que a este caso le  correspondía prisión preventiva hasta que se realice el juicio donde se juzgue a la mujer por abandono de un menor pero existía un atenuante, ella había venido por voluntad propia a entregarse y confesar su delito, con esto tal vez el juez se compadezca y comprenda que la mujer es humilde y como ella misma dice: -Comisario no puedo mantener al niño, mi situación es precaria-. 
Para suerte del comisario, el juez estaba en el juzgado y pudo hablar con él sobre la mujer del velo negro, su nombre Clemencia Villa. 
El juez escuchó atentó la historia que le contaba el comisario, podía ser posible que esta mujer que abandonó al niño sabia y conocía a los padres del pequeño que ahora tenía un nombre,  Juan Sánchez, ellos ya no estaban en este mundo. Era increíble la historia que contaba el  jefe de la policía. El juez  debía decidir que hacer con esta pobre mujer que vino a entregarse y suplicar perdón.
-Comisario Cedillo, por el momento debemos detener a la señora que dice llamarse Clemencia Villa, mañana que se presente en mi oficina acompañada por usted y un efectivo, entonces decidiré.
-Señor Juez- dijo el Comisario -pero donde la voy a detener, en la carceleta de la jefatura hay dos detenidos y esta pobre mujer no puede pasar la noche en ese lugar-. 
-Pregunte usted si tienen lugar en la prisión de mujeres y mañana  se presentan aquí en mi oficina. He dicho, puede retirarse- el magistrado de pie le señaló la puerta.
El Comisario sabia que era en vano insistir, cuando el juez daba una orden se terminaba toda discucion. En el camino de regreso a la jefatura pensaba en el problema de la mujer y a donde enviarla para ser detenida. 
En su oficina de la jefatura, el Comisario Cedillo preparó un documento con el que sería enviada a prisión, llamó a uno de sus guardias y habló con la mujer que esperaba asustada su sentencia. 
-Señora Villa tengo que detenerla por orden del juez, mañana nos debemos presentar en el juzgado. Ahí él decidirá su suerte, yo no puedo hacer nada más-.
-Señor Comisario tenga piedad de mí, yo he venido a entregarme y le explique a usted mi caso, no puedo ir  prisión le ruego por favor-. suplicó la mujer entre lagrimas.
-Comprenda, no puedo hacer nada señora, es una orden del juez. Mañana debemos presentarnos en  el juzgado y quizás se apiade de usted y perdone su delito pero le sugiero decir la verdad en todo momento cuando esté frente a él. El juez es una persona justa pero se molesta si se da cuenta que le están mintiendo-. aconsejó el comisario a la señora y ordenó a uno de los efectivos llevarla a prisión preventiva con el documento que explicaba su caso. 
Clemencia Villa se fue llorando por todo el camino hasta llegar a la prisión de mujeres, donde pasaría la noche. Ella rogaba al cielo -qué va ser de mí, Señor... ten piedad-.
La ciudad era un revuelo otra vez por el caso del niño de la iglesia. El pequeño ya no era un desconocido y todo el mundo sabia sobre la mujer que lo había abandonado, la noticia corrió como reguero de pólvora.
-Octavia- decía Soledad su vecina cuando fue a buscarla -el niño abandonado en la iglesia, ha sido identificado con su verdadero nombre que felicidad por el pequeño. Se llama Juanito Sánchez-. decía con palabras entre cortadas por la emoción de ser ella la que le daba la noticia, apenas se podía entender lo que hablaba-. 
-Que bueno Soledad es una gran noticia por fin el pobre angelito tiene un nombre y su caso será más fácil de resolver- contestó Octavia desconcertada pues no había entendido muy bien a Soledad y sus palabras atropelladas. 
-Querida amiga, pasando a otro tema, he podido notar que tu hijita Emiliana, su esposo con la bebe, están viviendo en tu casa que felicidad para ti y Aníbal ¿no es cierto?. ¿Ha pasado algo grave querida?- Soledad preguntaba con voz suave para que Octavia no se moleste.
-Soledad, la amistad que tenemos de muchos años, me da la autoridad para decirte que no debes preguntar lo que no te corresponde, solo te diré que no ha sucedido nada grave. Buenos días-. Octavia con estas palabras terminó la conversación y pidió Antonia que la acompañe hasta la puerta.
-Octavia disculpa no fue mi intensión molestarte, nosotras somos amigas y por eso creí que no te ibas a disgustar con mis preguntas- hablaba Soledad mientras Antonia la acompañaba hasta la puerta principal.
¡Que mujer tan impertinente! exclamó Octavia, acalorada por el disgusto. Cómo puede ser tan chismosa y meterse en la vida ajena. Hay que atreverse en verdad.
-Que sucede madre me pareció escuchar la voz de la señora Soledad, ¿has tenido un disgusto con ella? preguntó Emiliana porque veía a su madre molesta.
La madre decidió no decir nada a su hija para no disgustarla, era mejor que Emiliana ignore ese comentario y a la molesta vecina.
-No, no ha pasado nada, Emiliana lo que si  puedo decir es que el niño de la iglesia ya fue identificado con su nombre, se llama Juanito y su historia es sorprendente, creo que su caso puede tener solución más rápido de lo que pensamos, aunque todo va a depender de lo que diga el juez- comentó Octavia a su hija.
-Es una gran noticia madre, el pequeño debe tener un hogar y ojalá el juez sea comprensivo-.
-Si, espero que así sea, aunque a veces se pegan tanto a la ley que se olvidan del lado humano del caso- contestó Octavia con duda sobre el final de este drama. 
-Señora Octavia la buscan las señoras Ana Luisa y Reyna con otras señoras de las que no conozco sus nombres- anunciaba Antonia en el salón.
-Que pasen a la sala, no las hagas esperar- contestó.
-Querida hija disculpa voy atender a mis amigas- comentó la madre.
Octavia cuando se reunió en la sala con sus amigas, Ana Luisa le comentaba que todas las Damas del Patronato estaban preparando una carta, un petitorio donde le rogaban al juez contemplar el caso del niño que ya había sido identificado y se conocía su historia. 
-Queremos ir mañana al juzgado y hablar con el juez para que le conceda la custodia definitiva a Catalina y su esposo y luego permita ser adoptado  por ellos. Estamos reuniendo las firmas de todas nosotras para llevar la carta al juez- terminó de hablar Ana Luisa para que Octavia también firme el petitorio. 
-Por supuesto que estoy de acuerdo y voy a firmar todas las cartas que tenga que firmar- contestó Octavia y agregó -es una excelente iniciativa queridas amigas, el juez tiene que contemplar la situación del niño y comprender el lado humano del caso, espero que nos quiera recibir- señaló Octavia.
Todas estaban de acuerdo y en esta ocacion Octavia las iba acompañar al juzgado. Hablar con el juez, era un tema importante. 
Al día siguiente el comisario se presentó con la detenida y un efectivo en el juzgado como lo ordenó el juez. 
Pasar la noche en prisión fue un tormento para Clemencia Villa, jamás había tenido problemas con la ley y ahora no sabia que iba a pasar con ella. Pensaba que no debió ir a la jefatura y confesar su delito pero como iba a dejar solo al niño para que nunca sepa lo que pasó con sus padres. La culpa la torturaba y no tenia paz. Abandonar al niño fue su grave delito.
Media hora más tarde el juez se presentaba en el juzgado, su secretario tomaba nota de todo lo que se decía en la sala. El magistrado interrogó a la mujer hasta el más mínimo detalle, nada escapaba de su interrogatorio.
-A usted no se le ocurrió nada mejor que abandonar al niño y dejarlo en peligro-. exclamó el Juez.
-No señor, yo estaba entre la gente que rodeo al pequeño hasta que me asegure que esa buena señora que lo tiene en su casa lo tomó de la mano para hacerse cargo de él. Yo no tengo como darle una buena vida. Su señoría ese en mi delito entonces decláreme culpable- contestó la mujer llorando. 
El juez se quedó en silencio iba a dar la sentencia definitiva a Clemencia Villa después de interrogarla cerca de una hora. Existía un  atenuante que se debía contemplar, ella vino por decisión propia a confesar su delito y ese día no había dejado solo al niño hasta asegurarse que estaba en buenas manos.
La sala del juzgado se encontraba en silencio, las pocas personas presentes, esperaban escuchar la sentencia. La mujer lloraba y suplicaba al cielo su perdón. Por fin el juez habló en voz alta para dar su veredicto.
-Voy a contemplar esta situación como un caso especial por tratarse de un niño, a usted no la declaro culpable porque ha confesado su delito y porque no dejó solo al pequeño hasta asegurarse con quien iba a estar pero deseo aclarar algo y grávese bien mis palabras. No quiero saber que usted a regresado a la capital para buscar al pequeño, no  debe volver a esta ciudad. Si me entero que usted no ha obedecido mis ordenes, entonces le caerá todo el peso de la ley. Puede regresar a su pueblo y quedarse  allá-. 
Sentencio el juez y la mujer rompió en llanto, agradecia al magistrado que había tenido piedad de ella y la dejaba libre. Lamentó nunca más volver a ver a Juanito pero estaba segura que él iba a tener una mejor vida en la casa de la señora que lo cuidaba.
La sala del juzgado quedó libre y Clemencia Villa se despidió del Comisario, le agradeció  su ayuda, éste contestó: -a mí no me de las  gracias, es el juez el que la ha perdonado-. 
La mujer partió lo más rápido posible para regresar a su pueblo. Quería olvidar esta terrible experiencia y desear lo mejor para Juanito. 
Las Damas del Patronato llegaron al juzgado diez minutos después que se había dado la sentencia a Clemencia Villa, todas la vieron pasar pero no sabían quien era exactamente.  El juez estaba en su oficina, Las Damas pidieron al secretario hablar con él.
El secretario le comunicó al juez que las Damas del Patronato deseaban hablar con él. El magistrado Mendiola tenia fama de ser un hombre de poca paciencia y contestó: -y ahora que desean las señoras, acabo de terminar un juicio y tengo mucho trabajo, dígales que no puedo recibirlas-
-Señor- volvió a repetir el secretario -no es buena idea, no recibir a las señoras, ellas son muy conocidas en la ciudad y no se vería bien negarles una audiencia, sugiero las reciba diez minutos- 
Con impaciencia contestó el Juez Mendiola : -Muy bien, que pasen de una vez-.
El secretario hizo pasar a la Damas a la oficina del juez y antes que alguna de ellas diga una palabra, éste señaló -Señoras tienen cinco minutos para decir lo que tienen que decir porque después tengo mucho trabajo que atender-.
Octavia tomó la palabra: -Su señoría, nuestra intención no es venir hacerle perder el tiempo, sabemos que es una persona muy ocupada pero nosotras traemos una carta, un petitorio donde rogamos a su excelencia conceda la custodia definitiva y adopción en el caso del pequeño Juan Sánchez. Estamos enteradas que usted lleva el caso- Octavia le entregó la carta al juez con las treinta firmas de las Damas del Patronato y continuó  -en la carta le explicamos las razones del porqué debe conceder su permiso al matrimonio de Catalina y Rene para adoptar al niño- concluyó Octavia  
El Juez más tranquilo abrió la carta y contestó: -señoras, prometo a ustedes leer esta carta con detenimiento y sacar mis conclusiones. El caso del niño a cambiado y ahora sabemos quien es. Al parecer ustedes conocen bien al matrimonio que lo quiere adoptar. 
-Si señor, los conocemos y damos fe que son buenas personas que quieren al niño y él esta acostumbrado a ellos. Cambiar todo esto sería trágico para la criatura. En la carta están todas las razones para que usted permita la adopción- terminó de decir Octavia y todas las Damas estaban de acuerdo con ella-.
-Señoras en dos semanas, los esposos que desean adoptar al niño tienen cita en el juzgado, ese día voy ha decidir que es lo que se debe hacer. Ahora me disculpan pero tengo mucho trabajo que hacer- finalizó la reunion el magistrado y la Damas le agradecieron haber sido recibidas.
A la salida del juzgado todas se encontraban felices y a la vez en suspenso de no saber cual seria la decisión del Juez Mendiola, solo les quedaba esperar el día de la cita para sentirse tranquilas.        
Cuando Octavia llegó a su casa se dio con la sorpresa que Aníbal había regresado. 
Su esposo no podía ser más feliz con la presencia de Emiliana, Guillermo y  la bebe Lizel. Ellos estaban viviendo en la casa familiar. Sentía que su familia se encontraba junta de nuevo y que no había un lugar mejor para los jóvenes esposos que la casa de sus padres.
Guillermo había tenido tiempo de conversar con su suegro mientras Octavia no estaba. Él le contó la situación en la empresa y el problema con su jefe.
-No te preocupes Guillermo, esas cosas suelen pasar, pronto vas a encontrar otro trabajo y el señor Otto Fischer, se dará cuenta que ha perdido al mejor empleado que tenía  y que no va a volver ha encontrar uno igual- las palabras de Aníbal podían sonar exageradas pero eran verdad, Guillermo era un buen empleado y sabia trabajar de manera eficiente. El suegro le había tomado mucha estima y sabia valorarlo.
La ciudad de Lima aplaudió la decisión del juez Mendiola dos semanas después, cuando llegó el día de la audiencia con los esposos Catalina y Rene para tratar el caso sobre la adopción del pequeño Juanito Sánchez. Dio su consentimiento para que el matrimonio adopte al pequeño y tengan la custodia legal para siempre. El niño tendría una nueva partida de nacimiento, una nueva identidad y nuevos padres que lo amaban de verdad y cuando el sea un joven adulto, le contarían la historia de lo que sucedió con sus verdaderos padres y si él, así lo deseaba, podía ir a buscar a Clemencia Villa para que le hable sobre ellos y le cuente su historia. 

CONTINUARÁ   
     
   

  
        

  
  


 

domingo, 5 de septiembre de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Guillermo caminaba pensativo por la calles céntricas de la ciudad. Habia tomado una decisión con respecto a su trabajo, fue muy claro cuando habló con su jefe el señor Otto Fischer. Ahora era necesario planificar con cuidado cuál sería el siguiente  paso.
Más tranquilo y sereno pensó en como hablaría con su esposa de la nueva situación.  Sentía paz interior y coordinaba mejor sus ideas.    
Emiliana en el hogar atendía con dedicación a su bebe, ella le hablaba de todas las cosas que harían juntas cuando crezca. Un día antes, con ayuda de Lida había cambiado el moisés por la cuna. Lizel crecía muy rápido y debía tener mas espacio para dormir con comodidad.
Lida terminaba en la cocina de preparar el almuerzo que su señora había ordenado,  vistió la mesa con el nuevo mantel y se ocupó que no falte nada a la hora de servir los alimentos. 
La puerta de calle se abrió, era el señor Guillermo pensó la joven un poco asustada: -señor buenos días- saludó, sólo atino a decir esas palabras pues no era costumbre que él llegue  a esa hora del día.
-Buenos días Lida, la señora está en la habitación- preguntó Guillermo después de poner sobre la consola, las cosas que traía de la oficina, luego fue a la habitación para encontrar a Emiliana.
La joven madre, tenia en los brazos a su hija, la había cambiado y vestido con un primoroso traje de media estación. Lizel sonreía y escuchaba a su madre. 
-Guillermo me has asustado, como estás en casa a esta hora- exclamó Emiliana sorprendida con la presencia de su esposo.
En sus brazos tomó Guillermo a su hija, la besó, le habló como siempre en alemán y luego besó a Emiliana. 
-Es necesario que hablemos, llama a Lida para que se encargue de la bebe y nosotros vamos a la sala, tenemos que conversar-.
Lida entró en la habitación y se encargó de inmediato de Lizel. Mientras en la sala Guillermo sentado frente a Emiliana le hablaba sobre el problema en la oficina y la decisión que había tomado.
-Emiliana ya no había otro camino, las cosas llegaron a un punto donde era imposible continuar. Si no te hable antes de este tema es porque pensé que se iba a solucionar con el tiempo y que el trabajo no se afectaría pero no fue así, todo este tiempo ha sido una pesadilla el ambiente y el trato con el jefe-. 
-Guillermo, debiste hablarme sobre este problema desde el principio, entre nosotros existe la confianza o tal vez hubiera sido mejor no casarte conmigo y así seguirías en  el trabajo y todo estaría arreglado-.
-No hablemos de ese tema Emiliana, uno escoge con quien casarse y yo te escogí a ti. Ahora lo más importante es saber que vamos hacer. Tenemos algunos ahorros que nos pueden sostener un tiempo mientras encuentro otro lugar donde trabajar. Podemos seguir pagando el alquiler del departamento y no debemos hacer gastos innecesarios-.
-Querido, no debes preocuparte y no gastemos nuestros ahorros en el pago de un alquiler, te pido, ir a la casa de mis padres, ellos van estar felices de recibirnos. Tú conoces la casa, es bastante grande, hay espacio para los dos y Lizel. Estoy segura que mi madre será la más feliz con nuestra mudanza a su casa- comentó Emiliana a su esposo para no gastar los ahorros y usarlos  en Lizel si acaso lo necesitaba. 
Silencio de parte de Guillermo, no se sentía tan convencido con la propuesta de su esposa, la idea era no molestar a la familia política con sus problemas. 
-No sé, si eso debiera ser, tus padres pueden incomodarse con nuestra presencia en su casa- contestó Guillermo con desanimo.
-No, jamás se van a incomodar, ellos son mis padres y nunca van a dejar a su hija, a su nieta y a su yerno en la calle, además vamos a estar en su compañía y nuestra hija tendrá a sus abuelos cerca. No tengas reparo, hoy día voy hablar con ellos- comentó Emiliana y se acercó a su esposo, para darle un beso. La expresión de su rostro era de preocupación y dudaba si debían molestar a Octavia y Aníbal.
Emiliana adivinaba sus pensamientos y agregó: -no vamos a molestar, son mis padres y ellos nos recibirán con los brazos abiertos. Después de almorzar, mientras tú cuidas a Lizel en casa, yo voy a visitar a mis padres para hablar con ellos- comentó con decisión Emiliana. 
-Creo que debemos ir los dos para hablar del tema con tus padres- decía  Guillermo.
-No, es mejor que yo vaya sola, sé como tratar con mis padres, no te preocupes- con estás palabras  Emiliana cerró el tema, era hora de almorzar.    
No muy convencido Guillermo aceptó la propuesta de Emiliana, reconocía que ella  tenia razón, gastar los ahorros en el pago de un  alquiler no era buena opción por el momento, si no habian ingresos.
Octavia ajena a los problemas de su hija escribía las ultimas cartas para sus amigas, a Petra le contaba la novedades recientes en la ciudad y el trabajo de las Damas del Patronato a Hortensia también le comentaba sobre estos temas y además contestaba las preguntas sobre su hija Rosalina. Antes la madre no mencionaba a su hija en sus cartas y ahora Octavia contestaba las preguntas que le hacia.  -Rosalina está muy bien, no te preocupes. Su pequeño hijo ya camina y es un niño muy vivas-.
La campanilla de la puerta principal sonó, Antonia fue abrir, Emiliana la detuvo: -no me anuncies yo voy a buscar a mi madre-.
-Si, niña Emiliana- contestó la muchacha.
Octavia cuando vio entrar a su hija en el pequeño salón, se alarmó, soltó la pluma y dejo de escribir: -¿qué ha sucedido qué ha pasado? ¿por qué estas sola? ¿dónde está Lizel?-. preguntaba la madre con ansiedad.
-Por favor madre tranquila, no pasa nada grave, he venido porque deseo hablar con ustedes ¿está mi padre en casa?- preguntó.
-No, tu padre ha viajado al fundo hace dos días pero dime de que deseas hablar, ha ocurrido algo con Guillermo-.
-Si, pero no es lo que  imaginas, necesito que te calmes, nos sentemos tranquilas para explicarte lo que ha sucedido- comentó Emiliana y le pidió Antonia que traiga dos tazas de te.
Octavia observaba a su hija, estaba intranquila por ella -dime, por favor que ha sucedido, no me tengas en este suspenso- señaló su madre. 
Emiliana al notarla intranquila comenzó a cotarle todo lo que había pasado con respecto a Guillermo, sus problemas en el trabajo y el trato con su jefe. Todo aquello venia sucediendo desde hace tiempo, incluso antes del matrimonio, era algo no podía continuar.
-Ahora, necesito pedirles a ustedes, si Guillermo, Lizel y yo podemos venir a vivir a la casa familiar un tiempo, al menos, hasta que volvamos a tener ingresos-. suplicó Emiliana a su madre.
-Querida hija, sabes que aquí hay lugar para ustedes cuando quieran y el tiempo que deseen. Estoy sorprendida con todos los comentarios respecto al trabajo de Guillermo, tu padre presentía algo de eso y me lo comentó porque lo notaba preocupado y distraído. No pierdan el tiempo y de una vez realicen la mudanza. Tu habitación es grande, solo hay que mover algunos muebles, poner la cama matrimonial y la cuna de Lizel hasta que esté un poco más grande y pueda ir a su propia habitación, todo quedará listo y perfecto-.
-Madre, también quiero decirte ahora que tienes el problema que no hay quien ayude en la cocina puedo traer a Lida, ella es  buena cocinera y sabe prepara diferentes platos-.
-Bien Emiliana, estoy de acuerdo, si tú la recomiendas que venga. Dile a Guillermo que haga de una vez los arreglos para la mudanza. Cuando tu padre regrese del fundo se va sorprender y alegrar estoy segura de ello-. contestó Octavia a su hija, se sentía feliz con la presencia de Emiliana, Guillermo y la pequeña Lizel que iba alegrar su corazón. 
Emiliana se despidió de su madre y regresó a su hogar para darle la buena noticia a Guillermo. Octavia se quedo sola en el salón, se acordó de Felicitas y de Ondina ¿cómo estarán? ¿se habrán encontrado madre e hija?, eran preguntas que nunca supo cómo contestar. Ahora que Lida iba ocuparse de la cocina, será  extraño no encontrar a Felicitas y preparar para la familia el menú de la semana. 
-Guillermo- llamó Emiliana a su esposo cuando entró a su hogar -está todo arreglado, hablé con mi madre, mi padre está en el fundo pero no te preocupes más. Cuanto antes  debemos hacer  los arreglos para la mudanza a la casa de mis padres-. decía Emiliana a su esposo con alegría, porque el problema de la vivienda tenia solución. 
-No se molestó tu madre cuando hablaste de nuestra mudanza-. contestó Guillermo.
-No, no se molesto, si por ella fuera hoy día mismo deberíamos estar en su casa. Querido por favor ocúpate de la mudanza, yo me encargo de Lizel- dijo Emiliana y fue a tender a la bebe que dormía en su cuna.
Para hacer los arreglos de la mudanza, Guillermo habló con el dueño del departamento y preparó los pocos muebles que tenían,  el departamento vino amblado cuando él lo tomó. La cama de matrimonio, ropero cómodas, cuna de la bebe y algunos mesitas auxiliares, adornos y accesorios del decorado que Emiliana compró fueron embalados para la mudanza. 
Una semana después de la conversación de Emiliana con su madre, se trasladaban a la casa familiar. Una mudanza siempre es un dolor de cabeza y acomodarse a la nueva rutina no es fácil. Guillermo se ocupó de todo aquello. La habitación de Emiliana era grande y podían acomodar los muebles con bastante espacio. Los demás muebles que no se usarían iban al cuarto del deposito que quedaba al fondo en el huerto.
Una vez que todo estuvo arreglado y en su lugar, recién pudo descansar Guillermo. Había sido un  trabajo arduo aunque contaba con Eriberto como su ayudante, lo habian contratado para que lo apoye con la mudanza.
La casa familiar se llenó de alegría con la bebe Lizel, Manuel estaba encantado con su sobrina y Rubí le decía a su madrina -ahora puedo estar más tiempo con la bebe y jugar con ella-.
-Siempre con mucho cuidado- señalaba Octavia a la niña. 
La ciudad se preparaba para recibir la primavera aunque todavía se sentía un viento frio cuando amanecía. 
Una mañana muy temprano, una mujer misteriosa y vestida toda de negro con un velo que cubría su cabeza. Se presentó en la jefatura y pidió hablar con el Comisario. Uno de los guardias la hizo pasar a la oficina y cuando estuvo frente a él, la mujer comenzó a llorar desesperada.
-Señora, usted se ha equivocado de lugar, vaya a la iglesia si desea confesar algún pecado- habló el comisario sorprendido e incomodo con la actitud de la mujer.
-Disculpe Comisario pero no es un sacerdote ante el que deseo confesar mi delito-.
-Hable usted señora de que delito se trata- contestó el comisario intrigado por las palabras de la mujer misteriosa.
-Señor comisario, he sido yo la que abandonó al niño que encontraron en la puerta de la iglesia hace ya varias semanas- habló la mujer entre sollozos.
-Como es eso, usted no tuvo corazón para dejar a un niño expuesto a tantos peligros-. 
-Señor, yo estaba en el publico esa mañana para cuidar que un alma noble se lo quiera llevar, cuando vi que esa señora lo tomó de la mano y se ofreció a cuidarlo me quede tranquila y me fui. No quería que nadie me viera, yo no vivo en la capital, si no en la provincia y no puedo tener al pequeño, no tengo el dinero para mantenerlo. 
-Cuénteme toda la historia y como es que el pequeño fue parar a sus manos- señaló el comisario y le pidió que tomara asiento. Llamó a uno de sus guardias para que sea testigo y tome nota de la que decía la mujer.
-Mi nombre es Clemencia y no soy pariente del niño, yo era vecina de sus padres que me lo dejaban encargado cuando ellos tenían que ir a vender su mercadería a un pueblo cercano, solían demorar dos o tres días, luego regresaban me pagaban por cuidar a su hijo y se lo llevaban. Así fue muchas veces hasta que sufrieron un accidente. La carreta en la que viajaban se le rompió el eje de una de la ruedas y cayeron a un precipicio profundo de los tantos que hay en ese camino del pueblo. No puedo sostener al niño, soy una mujer sencilla y pobre, pido a usted señor comisario comprenda mi situación-.
-Quiere que comprenda su situación- gritó el comisario -usted abandonó a un pequeño que perdió a sus padres. ¿cómo se llama el niño- preguntó.
-El niño se llama Juanito Sánchez, tiene dos años y está solo en el mundo. Si he venido a presentarme ante su autoridad, es porque ya no podía más con mi conciencia, por lo menos tenia que decir quien era el niño y si algún alma buena lo podía criar-  finalizó la mujer llorando y pidiendo perdón.
-Usted tiene que comparecer ante el juez que se ocupa de este caso, él va a decidir que hacer-. contestó el comisario y guardó silencio. La mujer lloraba asustada que iba a pasar con ella ahora.
De otro lado la situación del pequeño cambiaba, en ese momento se sabia quien era y que había pasado con sus padres, Juanito ya no era un desconocido y su caso podía tener un final feliz. 


CONTINUARÁ