domingo, 5 de septiembre de 2021

PRIMAVERA DE 1900

Guillermo caminaba pensativo por la calles céntricas de la ciudad. Habia tomado una decisión con respecto a su trabajo, fue muy claro cuando habló con su jefe el señor Otto Fischer. Ahora era necesario planificar con cuidado cuál sería el siguiente  paso.
Más tranquilo y sereno pensó en como hablaría con su esposa de la nueva situación.  Sentía paz interior y coordinaba mejor sus ideas.    
Emiliana en el hogar atendía con dedicación a su bebe, ella le hablaba de todas las cosas que harían juntas cuando crezca. Un día antes, con ayuda de Lida había cambiado el moisés por la cuna. Lizel crecía muy rápido y debía tener mas espacio para dormir con comodidad.
Lida terminaba en la cocina de preparar el almuerzo que su señora había ordenado,  vistió la mesa con el nuevo mantel y se ocupó que no falte nada a la hora de servir los alimentos. 
La puerta de calle se abrió, era el señor Guillermo pensó la joven un poco asustada: -señor buenos días- saludó, sólo atino a decir esas palabras pues no era costumbre que él llegue  a esa hora del día.
-Buenos días Lida, la señora está en la habitación- preguntó Guillermo después de poner sobre la consola, las cosas que traía de la oficina, luego fue a la habitación para encontrar a Emiliana.
La joven madre, tenia en los brazos a su hija, la había cambiado y vestido con un primoroso traje de media estación. Lizel sonreía y escuchaba a su madre. 
-Guillermo me has asustado, como estás en casa a esta hora- exclamó Emiliana sorprendida con la presencia de su esposo.
En sus brazos tomó Guillermo a su hija, la besó, le habló como siempre en alemán y luego besó a Emiliana. 
-Es necesario que hablemos, llama a Lida para que se encargue de la bebe y nosotros vamos a la sala, tenemos que conversar-.
Lida entró en la habitación y se encargó de inmediato de Lizel. Mientras en la sala Guillermo sentado frente a Emiliana le hablaba sobre el problema en la oficina y la decisión que había tomado.
-Emiliana ya no había otro camino, las cosas llegaron a un punto donde era imposible continuar. Si no te hable antes de este tema es porque pensé que se iba a solucionar con el tiempo y que el trabajo no se afectaría pero no fue así, todo este tiempo ha sido una pesadilla el ambiente y el trato con el jefe-. 
-Guillermo, debiste hablarme sobre este problema desde el principio, entre nosotros existe la confianza o tal vez hubiera sido mejor no casarte conmigo y así seguirías en  el trabajo y todo estaría arreglado-.
-No hablemos de ese tema Emiliana, uno escoge con quien casarse y yo te escogí a ti. Ahora lo más importante es saber que vamos hacer. Tenemos algunos ahorros que nos pueden sostener un tiempo mientras encuentro otro lugar donde trabajar. Podemos seguir pagando el alquiler del departamento y no debemos hacer gastos innecesarios-.
-Querido, no debes preocuparte y no gastemos nuestros ahorros en el pago de un alquiler, te pido, ir a la casa de mis padres, ellos van estar felices de recibirnos. Tú conoces la casa, es bastante grande, hay espacio para los dos y Lizel. Estoy segura que mi madre será la más feliz con nuestra mudanza a su casa- comentó Emiliana a su esposo para no gastar los ahorros y usarlos  en Lizel si acaso lo necesitaba. 
Silencio de parte de Guillermo, no se sentía tan convencido con la propuesta de su esposa, la idea era no molestar a la familia política con sus problemas. 
-No sé, si eso debiera ser, tus padres pueden incomodarse con nuestra presencia en su casa- contestó Guillermo con desanimo.
-No, jamás se van a incomodar, ellos son mis padres y nunca van a dejar a su hija, a su nieta y a su yerno en la calle, además vamos a estar en su compañía y nuestra hija tendrá a sus abuelos cerca. No tengas reparo, hoy día voy hablar con ellos- comentó Emiliana y se acercó a su esposo, para darle un beso. La expresión de su rostro era de preocupación y dudaba si debían molestar a Octavia y Aníbal.
Emiliana adivinaba sus pensamientos y agregó: -no vamos a molestar, son mis padres y ellos nos recibirán con los brazos abiertos. Después de almorzar, mientras tú cuidas a Lizel en casa, yo voy a visitar a mis padres para hablar con ellos- comentó con decisión Emiliana. 
-Creo que debemos ir los dos para hablar del tema con tus padres- decía  Guillermo.
-No, es mejor que yo vaya sola, sé como tratar con mis padres, no te preocupes- con estás palabras  Emiliana cerró el tema, era hora de almorzar.    
No muy convencido Guillermo aceptó la propuesta de Emiliana, reconocía que ella  tenia razón, gastar los ahorros en el pago de un  alquiler no era buena opción por el momento, si no habian ingresos.
Octavia ajena a los problemas de su hija escribía las ultimas cartas para sus amigas, a Petra le contaba la novedades recientes en la ciudad y el trabajo de las Damas del Patronato a Hortensia también le comentaba sobre estos temas y además contestaba las preguntas sobre su hija Rosalina. Antes la madre no mencionaba a su hija en sus cartas y ahora Octavia contestaba las preguntas que le hacia.  -Rosalina está muy bien, no te preocupes. Su pequeño hijo ya camina y es un niño muy vivas-.
La campanilla de la puerta principal sonó, Antonia fue abrir, Emiliana la detuvo: -no me anuncies yo voy a buscar a mi madre-.
-Si, niña Emiliana- contestó la muchacha.
Octavia cuando vio entrar a su hija en el pequeño salón, se alarmó, soltó la pluma y dejo de escribir: -¿qué ha sucedido qué ha pasado? ¿por qué estas sola? ¿dónde está Lizel?-. preguntaba la madre con ansiedad.
-Por favor madre tranquila, no pasa nada grave, he venido porque deseo hablar con ustedes ¿está mi padre en casa?- preguntó.
-No, tu padre ha viajado al fundo hace dos días pero dime de que deseas hablar, ha ocurrido algo con Guillermo-.
-Si, pero no es lo que  imaginas, necesito que te calmes, nos sentemos tranquilas para explicarte lo que ha sucedido- comentó Emiliana y le pidió Antonia que traiga dos tazas de te.
Octavia observaba a su hija, estaba intranquila por ella -dime, por favor que ha sucedido, no me tengas en este suspenso- señaló su madre. 
Emiliana al notarla intranquila comenzó a cotarle todo lo que había pasado con respecto a Guillermo, sus problemas en el trabajo y el trato con su jefe. Todo aquello venia sucediendo desde hace tiempo, incluso antes del matrimonio, era algo no podía continuar.
-Ahora, necesito pedirles a ustedes, si Guillermo, Lizel y yo podemos venir a vivir a la casa familiar un tiempo, al menos, hasta que volvamos a tener ingresos-. suplicó Emiliana a su madre.
-Querida hija, sabes que aquí hay lugar para ustedes cuando quieran y el tiempo que deseen. Estoy sorprendida con todos los comentarios respecto al trabajo de Guillermo, tu padre presentía algo de eso y me lo comentó porque lo notaba preocupado y distraído. No pierdan el tiempo y de una vez realicen la mudanza. Tu habitación es grande, solo hay que mover algunos muebles, poner la cama matrimonial y la cuna de Lizel hasta que esté un poco más grande y pueda ir a su propia habitación, todo quedará listo y perfecto-.
-Madre, también quiero decirte ahora que tienes el problema que no hay quien ayude en la cocina puedo traer a Lida, ella es  buena cocinera y sabe prepara diferentes platos-.
-Bien Emiliana, estoy de acuerdo, si tú la recomiendas que venga. Dile a Guillermo que haga de una vez los arreglos para la mudanza. Cuando tu padre regrese del fundo se va sorprender y alegrar estoy segura de ello-. contestó Octavia a su hija, se sentía feliz con la presencia de Emiliana, Guillermo y la pequeña Lizel que iba alegrar su corazón. 
Emiliana se despidió de su madre y regresó a su hogar para darle la buena noticia a Guillermo. Octavia se quedo sola en el salón, se acordó de Felicitas y de Ondina ¿cómo estarán? ¿se habrán encontrado madre e hija?, eran preguntas que nunca supo cómo contestar. Ahora que Lida iba ocuparse de la cocina, será  extraño no encontrar a Felicitas y preparar para la familia el menú de la semana. 
-Guillermo- llamó Emiliana a su esposo cuando entró a su hogar -está todo arreglado, hablé con mi madre, mi padre está en el fundo pero no te preocupes más. Cuanto antes  debemos hacer  los arreglos para la mudanza a la casa de mis padres-. decía Emiliana a su esposo con alegría, porque el problema de la vivienda tenia solución. 
-No se molestó tu madre cuando hablaste de nuestra mudanza-. contestó Guillermo.
-No, no se molesto, si por ella fuera hoy día mismo deberíamos estar en su casa. Querido por favor ocúpate de la mudanza, yo me encargo de Lizel- dijo Emiliana y fue a tender a la bebe que dormía en su cuna.
Para hacer los arreglos de la mudanza, Guillermo habló con el dueño del departamento y preparó los pocos muebles que tenían,  el departamento vino amblado cuando él lo tomó. La cama de matrimonio, ropero cómodas, cuna de la bebe y algunos mesitas auxiliares, adornos y accesorios del decorado que Emiliana compró fueron embalados para la mudanza. 
Una semana después de la conversación de Emiliana con su madre, se trasladaban a la casa familiar. Una mudanza siempre es un dolor de cabeza y acomodarse a la nueva rutina no es fácil. Guillermo se ocupó de todo aquello. La habitación de Emiliana era grande y podían acomodar los muebles con bastante espacio. Los demás muebles que no se usarían iban al cuarto del deposito que quedaba al fondo en el huerto.
Una vez que todo estuvo arreglado y en su lugar, recién pudo descansar Guillermo. Había sido un  trabajo arduo aunque contaba con Eriberto como su ayudante, lo habian contratado para que lo apoye con la mudanza.
La casa familiar se llenó de alegría con la bebe Lizel, Manuel estaba encantado con su sobrina y Rubí le decía a su madrina -ahora puedo estar más tiempo con la bebe y jugar con ella-.
-Siempre con mucho cuidado- señalaba Octavia a la niña. 
La ciudad se preparaba para recibir la primavera aunque todavía se sentía un viento frio cuando amanecía. 
Una mañana muy temprano, una mujer misteriosa y vestida toda de negro con un velo que cubría su cabeza. Se presentó en la jefatura y pidió hablar con el Comisario. Uno de los guardias la hizo pasar a la oficina y cuando estuvo frente a él, la mujer comenzó a llorar desesperada.
-Señora, usted se ha equivocado de lugar, vaya a la iglesia si desea confesar algún pecado- habló el comisario sorprendido e incomodo con la actitud de la mujer.
-Disculpe Comisario pero no es un sacerdote ante el que deseo confesar mi delito-.
-Hable usted señora de que delito se trata- contestó el comisario intrigado por las palabras de la mujer misteriosa.
-Señor comisario, he sido yo la que abandonó al niño que encontraron en la puerta de la iglesia hace ya varias semanas- habló la mujer entre sollozos.
-Como es eso, usted no tuvo corazón para dejar a un niño expuesto a tantos peligros-. 
-Señor, yo estaba en el publico esa mañana para cuidar que un alma noble se lo quiera llevar, cuando vi que esa señora lo tomó de la mano y se ofreció a cuidarlo me quede tranquila y me fui. No quería que nadie me viera, yo no vivo en la capital, si no en la provincia y no puedo tener al pequeño, no tengo el dinero para mantenerlo. 
-Cuénteme toda la historia y como es que el pequeño fue parar a sus manos- señaló el comisario y le pidió que tomara asiento. Llamó a uno de sus guardias para que sea testigo y tome nota de la que decía la mujer.
-Mi nombre es Clemencia y no soy pariente del niño, yo era vecina de sus padres que me lo dejaban encargado cuando ellos tenían que ir a vender su mercadería a un pueblo cercano, solían demorar dos o tres días, luego regresaban me pagaban por cuidar a su hijo y se lo llevaban. Así fue muchas veces hasta que sufrieron un accidente. La carreta en la que viajaban se le rompió el eje de una de la ruedas y cayeron a un precipicio profundo de los tantos que hay en ese camino del pueblo. No puedo sostener al niño, soy una mujer sencilla y pobre, pido a usted señor comisario comprenda mi situación-.
-Quiere que comprenda su situación- gritó el comisario -usted abandonó a un pequeño que perdió a sus padres. ¿cómo se llama el niño- preguntó.
-El niño se llama Juanito Sánchez, tiene dos años y está solo en el mundo. Si he venido a presentarme ante su autoridad, es porque ya no podía más con mi conciencia, por lo menos tenia que decir quien era el niño y si algún alma buena lo podía criar-  finalizó la mujer llorando y pidiendo perdón.
-Usted tiene que comparecer ante el juez que se ocupa de este caso, él va a decidir que hacer-. contestó el comisario y guardó silencio. La mujer lloraba asustada que iba a pasar con ella ahora.
De otro lado la situación del pequeño cambiaba, en ese momento se sabia quien era y que había pasado con sus padres, Juanito ya no era un desconocido y su caso podía tener un final feliz. 


CONTINUARÁ       

    
  
          
  
             
    
 


 

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