El comisario se puso de pie, observaba a la mujer con el velo negro sobre la cabeza ¿Qué hacer ahora con ella?. Detenerla en la jefatura y luego ir a buscar al juez que se ocupa del caso del niño. No podía dejarla ir, ella tenia que presentarse ante el juez en el juzgado. Que el magistrado decida que se debe hacer.
Llamó a uno de sus guardias: -Fuentes, usted quédese con la señora que yo voy a ir hablar con el juez para saber que hacer en este caso-.
-Si señor- contestó el guardia.
El comisario sabia muy bien que a este caso le correspondía prisión preventiva hasta que se realice el juicio donde se juzgue a la mujer por abandono de un menor pero existía un atenuante, ella había venido por voluntad propia a entregarse y confesar su delito, con esto tal vez el juez se compadezca y comprenda que la mujer es humilde y como ella misma dice: -Comisario no puedo mantener al niño, mi situación es precaria-.
Para suerte del comisario, el juez estaba en el juzgado y pudo hablar con él sobre la mujer del velo negro, su nombre Clemencia Villa.
El juez escuchó atentó la historia que le contaba el comisario, podía ser posible que esta mujer que abandonó al niño sabia y conocía a los padres del pequeño que ahora tenía un nombre, Juan Sánchez, ellos ya no estaban en este mundo. Era increíble la historia que contaba el jefe de la policía. El juez debía decidir que hacer con esta pobre mujer que vino a entregarse y suplicar perdón.
-Comisario Cedillo, por el momento debemos detener a la señora que dice llamarse Clemencia Villa, mañana que se presente en mi oficina acompañada por usted y un efectivo, entonces decidiré.
-Señor Juez- dijo el Comisario -pero donde la voy a detener, en la carceleta de la jefatura hay dos detenidos y esta pobre mujer no puede pasar la noche en ese lugar-.
-Pregunte usted si tienen lugar en la prisión de mujeres y mañana se presentan aquí en mi oficina. He dicho, puede retirarse- el magistrado de pie le señaló la puerta.
El Comisario sabia que era en vano insistir, cuando el juez daba una orden se terminaba toda discucion. En el camino de regreso a la jefatura pensaba en el problema de la mujer y a donde enviarla para ser detenida.
En su oficina de la jefatura, el Comisario Cedillo preparó un documento con el que sería enviada a prisión, llamó a uno de sus guardias y habló con la mujer que esperaba asustada su sentencia.
-Señora Villa tengo que detenerla por orden del juez, mañana nos debemos presentar en el juzgado. Ahí él decidirá su suerte, yo no puedo hacer nada más-.
-Señor Comisario tenga piedad de mí, yo he venido a entregarme y le explique a usted mi caso, no puedo ir prisión le ruego por favor-. suplicó la mujer entre lagrimas.
-Comprenda, no puedo hacer nada señora, es una orden del juez. Mañana debemos presentarnos en el juzgado y quizás se apiade de usted y perdone su delito pero le sugiero decir la verdad en todo momento cuando esté frente a él. El juez es una persona justa pero se molesta si se da cuenta que le están mintiendo-. aconsejó el comisario a la señora y ordenó a uno de los efectivos llevarla a prisión preventiva con el documento que explicaba su caso.
Clemencia Villa se fue llorando por todo el camino hasta llegar a la prisión de mujeres, donde pasaría la noche. Ella rogaba al cielo -qué va ser de mí, Señor... ten piedad-.
La ciudad era un revuelo otra vez por el caso del niño de la iglesia. El pequeño ya no era un desconocido y todo el mundo sabia sobre la mujer que lo había abandonado, la noticia corrió como reguero de pólvora.
-Octavia- decía Soledad su vecina cuando fue a buscarla -el niño abandonado en la iglesia, ha sido identificado con su verdadero nombre que felicidad por el pequeño. Se llama Juanito Sánchez-. decía con palabras entre cortadas por la emoción de ser ella la que le daba la noticia, apenas se podía entender lo que hablaba-.
-Que bueno Soledad es una gran noticia por fin el pobre angelito tiene un nombre y su caso será más fácil de resolver- contestó Octavia desconcertada pues no había entendido muy bien a Soledad y sus palabras atropelladas.
-Querida amiga, pasando a otro tema, he podido notar que tu hijita Emiliana, su esposo con la bebe, están viviendo en tu casa que felicidad para ti y Aníbal ¿no es cierto?. ¿Ha pasado algo grave querida?- Soledad preguntaba con voz suave para que Octavia no se moleste.
-Soledad, la amistad que tenemos de muchos años, me da la autoridad para decirte que no debes preguntar lo que no te corresponde, solo te diré que no ha sucedido nada grave. Buenos días-. Octavia con estas palabras terminó la conversación y pidió Antonia que la acompañe hasta la puerta.
-Octavia disculpa no fue mi intensión molestarte, nosotras somos amigas y por eso creí que no te ibas a disgustar con mis preguntas- hablaba Soledad mientras Antonia la acompañaba hasta la puerta principal.
¡Que mujer tan impertinente! exclamó Octavia, acalorada por el disgusto. Cómo puede ser tan chismosa y meterse en la vida ajena. Hay que atreverse en verdad.
-Que sucede madre me pareció escuchar la voz de la señora Soledad, ¿has tenido un disgusto con ella? preguntó Emiliana porque veía a su madre molesta.
La madre decidió no decir nada a su hija para no disgustarla, era mejor que Emiliana ignore ese comentario y a la molesta vecina.
-No, no ha pasado nada, Emiliana lo que si puedo decir es que el niño de la iglesia ya fue identificado con su nombre, se llama Juanito y su historia es sorprendente, creo que su caso puede tener solución más rápido de lo que pensamos, aunque todo va a depender de lo que diga el juez- comentó Octavia a su hija.
-Es una gran noticia madre, el pequeño debe tener un hogar y ojalá el juez sea comprensivo-.
-Si, espero que así sea, aunque a veces se pegan tanto a la ley que se olvidan del lado humano del caso- contestó Octavia con duda sobre el final de este drama.
-Señora Octavia la buscan las señoras Ana Luisa y Reyna con otras señoras de las que no conozco sus nombres- anunciaba Antonia en el salón.
-Que pasen a la sala, no las hagas esperar- contestó.
-Querida hija disculpa voy atender a mis amigas- comentó la madre.
Octavia cuando se reunió en la sala con sus amigas, Ana Luisa le comentaba que todas las Damas del Patronato estaban preparando una carta, un petitorio donde le rogaban al juez contemplar el caso del niño que ya había sido identificado y se conocía su historia.
-Queremos ir mañana al juzgado y hablar con el juez para que le conceda la custodia definitiva a Catalina y su esposo y luego permita ser adoptado por ellos. Estamos reuniendo las firmas de todas nosotras para llevar la carta al juez- terminó de hablar Ana Luisa para que Octavia también firme el petitorio.
-Por supuesto que estoy de acuerdo y voy a firmar todas las cartas que tenga que firmar- contestó Octavia y agregó -es una excelente iniciativa queridas amigas, el juez tiene que contemplar la situación del niño y comprender el lado humano del caso, espero que nos quiera recibir- señaló Octavia.
Todas estaban de acuerdo y en esta ocacion Octavia las iba acompañar al juzgado. Hablar con el juez, era un tema importante.
Al día siguiente el comisario se presentó con la detenida y un efectivo en el juzgado como lo ordenó el juez.
Pasar la noche en prisión fue un tormento para Clemencia Villa, jamás había tenido problemas con la ley y ahora no sabia que iba a pasar con ella. Pensaba que no debió ir a la jefatura y confesar su delito pero como iba a dejar solo al niño para que nunca sepa lo que pasó con sus padres. La culpa la torturaba y no tenia paz. Abandonar al niño fue su grave delito.
Media hora más tarde el juez se presentaba en el juzgado, su secretario tomaba nota de todo lo que se decía en la sala. El magistrado interrogó a la mujer hasta el más mínimo detalle, nada escapaba de su interrogatorio.
-A usted no se le ocurrió nada mejor que abandonar al niño y dejarlo en peligro-. exclamó el Juez.
-No señor, yo estaba entre la gente que rodeo al pequeño hasta que me asegure que esa buena señora que lo tiene en su casa lo tomó de la mano para hacerse cargo de él. Yo no tengo como darle una buena vida. Su señoría ese en mi delito entonces decláreme culpable- contestó la mujer llorando.
El juez se quedó en silencio iba a dar la sentencia definitiva a Clemencia Villa después de interrogarla cerca de una hora. Existía un atenuante que se debía contemplar, ella vino por decisión propia a confesar su delito y ese día no había dejado solo al niño hasta asegurarse que estaba en buenas manos.
La sala del juzgado se encontraba en silencio, las pocas personas presentes, esperaban escuchar la sentencia. La mujer lloraba y suplicaba al cielo su perdón. Por fin el juez habló en voz alta para dar su veredicto.
-Voy a contemplar esta situación como un caso especial por tratarse de un niño, a usted no la declaro culpable porque ha confesado su delito y porque no dejó solo al pequeño hasta asegurarse con quien iba a estar pero deseo aclarar algo y grávese bien mis palabras. No quiero saber que usted a regresado a la capital para buscar al pequeño, no debe volver a esta ciudad. Si me entero que usted no ha obedecido mis ordenes, entonces le caerá todo el peso de la ley. Puede regresar a su pueblo y quedarse allá-.
Sentencio el juez y la mujer rompió en llanto, agradecia al magistrado que había tenido piedad de ella y la dejaba libre. Lamentó nunca más volver a ver a Juanito pero estaba segura que él iba a tener una mejor vida en la casa de la señora que lo cuidaba.
La sala del juzgado quedó libre y Clemencia Villa se despidió del Comisario, le agradeció su ayuda, éste contestó: -a mí no me de las gracias, es el juez el que la ha perdonado-.
La mujer partió lo más rápido posible para regresar a su pueblo. Quería olvidar esta terrible experiencia y desear lo mejor para Juanito.
Las Damas del Patronato llegaron al juzgado diez minutos después que se había dado la sentencia a Clemencia Villa, todas la vieron pasar pero no sabían quien era exactamente. El juez estaba en su oficina, Las Damas pidieron al secretario hablar con él.
El secretario le comunicó al juez que las Damas del Patronato deseaban hablar con él. El magistrado Mendiola tenia fama de ser un hombre de poca paciencia y contestó: -y ahora que desean las señoras, acabo de terminar un juicio y tengo mucho trabajo, dígales que no puedo recibirlas-
-Señor- volvió a repetir el secretario -no es buena idea, no recibir a las señoras, ellas son muy conocidas en la ciudad y no se vería bien negarles una audiencia, sugiero las reciba diez minutos-
Con impaciencia contestó el Juez Mendiola : -Muy bien, que pasen de una vez-.
El secretario hizo pasar a la Damas a la oficina del juez y antes que alguna de ellas diga una palabra, éste señaló -Señoras tienen cinco minutos para decir lo que tienen que decir porque después tengo mucho trabajo que atender-.
Octavia tomó la palabra: -Su señoría, nuestra intención no es venir hacerle perder el tiempo, sabemos que es una persona muy ocupada pero nosotras traemos una carta, un petitorio donde rogamos a su excelencia conceda la custodia definitiva y adopción en el caso del pequeño Juan Sánchez. Estamos enteradas que usted lleva el caso- Octavia le entregó la carta al juez con las treinta firmas de las Damas del Patronato y continuó -en la carta le explicamos las razones del porqué debe conceder su permiso al matrimonio de Catalina y Rene para adoptar al niño- concluyó Octavia
El Juez más tranquilo abrió la carta y contestó: -señoras, prometo a ustedes leer esta carta con detenimiento y sacar mis conclusiones. El caso del niño a cambiado y ahora sabemos quien es. Al parecer ustedes conocen bien al matrimonio que lo quiere adoptar.
-Si señor, los conocemos y damos fe que son buenas personas que quieren al niño y él esta acostumbrado a ellos. Cambiar todo esto sería trágico para la criatura. En la carta están todas las razones para que usted permita la adopción- terminó de decir Octavia y todas las Damas estaban de acuerdo con ella-.
-Señoras en dos semanas, los esposos que desean adoptar al niño tienen cita en el juzgado, ese día voy ha decidir que es lo que se debe hacer. Ahora me disculpan pero tengo mucho trabajo que hacer- finalizó la reunion el magistrado y la Damas le agradecieron haber sido recibidas.
A la salida del juzgado todas se encontraban felices y a la vez en suspenso de no saber cual seria la decisión del Juez Mendiola, solo les quedaba esperar el día de la cita para sentirse tranquilas.
Su esposo no podía ser más feliz con la presencia de Emiliana, Guillermo y la bebe Lizel. Ellos estaban viviendo en la casa familiar. Sentía que su familia se encontraba junta de nuevo y que no había un lugar mejor para los jóvenes esposos que la casa de sus padres.
Guillermo había tenido tiempo de conversar con su suegro mientras Octavia no estaba. Él le contó la situación en la empresa y el problema con su jefe.
-No te preocupes Guillermo, esas cosas suelen pasar, pronto vas a encontrar otro trabajo y el señor Otto Fischer, se dará cuenta que ha perdido al mejor empleado que tenía y que no va a volver ha encontrar uno igual- las palabras de Aníbal podían sonar exageradas pero eran verdad, Guillermo era un buen empleado y sabia trabajar de manera eficiente. El suegro le había tomado mucha estima y sabia valorarlo.
La ciudad de Lima aplaudió la decisión del juez Mendiola dos semanas después, cuando llegó el día de la audiencia con los esposos Catalina y Rene para tratar el caso sobre la adopción del pequeño Juanito Sánchez. Dio su consentimiento para que el matrimonio adopte al pequeño y tengan la custodia legal para siempre. El niño tendría una nueva partida de nacimiento, una nueva identidad y nuevos padres que lo amaban de verdad y cuando el sea un joven adulto, le contarían la historia de lo que sucedió con sus verdaderos padres y si él, así lo deseaba, podía ir a buscar a Clemencia Villa para que le hable sobre ellos y le cuente su historia.
CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario