Mateo despertó sudoroso en medio de la habitación, la cabeza le daba vueltas y él trataba de reaccionar. No sabía que había sucedido pero el miedo a morir fue muy real. Caminó unos pasos descalzo y se sentó al borde de la cama, su respiración era pausada, aun no lograba coordinar sus movimientos.
Las pesadillas o alucinaciones fueron reales, él pensaba que iba a morir.
El reloj de la mesa de noche marcaba las dos de la mañana, tenía que volver a dormir pero sentía temor de entregarse a la muerte.
Fue ingenuo al pensar que esos sueños habían desaparecido, todo lo contrario cada vez eran más reales. Se acordó del baúl no deseaba relacionarlo con lo que le estaba sucedía, pero desde que lo abrió su vida entró en un túnel oscuro.
El hombre que entregó a su padre el baúl, tal vez sabía de todo eso y se escondía en las sombras o simplemente desapareció.
Mateo tomó una decisión definitiva, ahora, él era dueño del baúl y no iba a entrar en juego alguno de esconderse en la multitud. Él solo iba a decidir que hacer con el objeto de valor histórico. Estaba cansado y no buscaría más a Rodrigo o Felipe, cual sea su nombre. Nadie podía acusarlo de nada, el baúl llegó a sus manos y él lo llevaría a un lugar seguro.
Una vez tomada su decisión se sintió más tranquilo, su cuerpo ya coordinaba los movimientos con seguridad y su mente estaba alerta, fue a la cocina a prepararse una manzanilla para despejarse del todo.
En una taza se sirvió la manzanilla caliente y comenzó a beber lentamente, no quería dar más vueltas a lo sucedido pero era inevitable, sus temores se relacionaban con las pesadillas y su cuerpo entraba en otra dimensión.
Aun estaba oscuro cuando Mateo terminó de tomar el té de manzanilla, fue a la sala, se sentó en un sillón, cerró su mente a todo pensamiento negativo y se quedó dormido.
Seis de la mañana, sonó el despertador de su habitación, se levantó de un brinco, odiaba ese sonido pero ahora agradecía que lo despierte. Había dormido mal, su noche fue una pesadilla pero tenía que ir a trabajar, era su obligación.
La responsabilidad lo mantenía alerta en la oficina, debía dedicarse a su trabajo como siempre lo hacía, jamás evadía sus tareas. En la oficina como todos los días Roberto lo mantenía al tanto de los últimos resultados.
-Mateo- comentaba éste -nos hemos detenido de sopetón, los números no nos acompañan esto es preocupante- entregó a su jefe los papeles con el último sondeo.
Mateo leyó con cuidado los resultados que Roberto le alcanzó, después de unos segundos dijo: -debes calmarte, los resultados no pueden ser inmediatos todo esto hay que saberlo leer, recuerda los tiempos son difíciles y demora un poco más en ver las soluciones, debemos adaptarnos a la circunstancias que vivimos-finalizó Mateo.
-Si, es verdad pero ¿la gerencia general va a comprender eso?, ellos pueden decir que no estamos trabajando- contestó Roberto.
-No creo que piensen así, ellos saben muy bien lo que se esta viviendo en el país y milagros no podemos hacer. Sigamos adelante con el trabajo, peor es quedarnos de brazos cruzados- señaló Mateo para tranquilizar a Roberto.
Parte de la mañana en su oficina Mateo se mantuvo alerta ayudado por dos tazas de café, su falta de sueño y sus pesadillas lo habían agotado. Antes de la hora de refrigerio llamó a Isoline para invitarla almorzar. Ella se disculpó pero no podía aceptar su invitación, tenía una reunión de trabajo que incluía almuerzo y no debía estar presente. Entonces Mateo la invitó a cenar a su departamento.
-Mi estimado amigo, ahí estaré puntual, a las siete ¿te parece?. Yo llevo el postre- comentó Isoline.
-Muy bien, a la siete en mi casa nos encontramos- ambos se despidieron y terminó la conversación.
Mateo pensó rápido en la cena y en lo que iba a preparar o sería mejor pedir un delivery para sorprender a Isoline con algún plato gourmet, de inmediato desechó esa idea. Él iba a cocinar algo especial para ella, tenía que conversar un tema serio. Para solucionar el dilema se acordó de una receta que su madre le había enseñado con eso estaba seguro que la iba a sorprender. Salió del trabajo media hora antes y en el supermercado compró todo lo necesario para cocinar, por el momento no deseaba pensar en nada más que en su invitación a Isoline.
Cuando llegó a su casa se puso un delantal y manos a la obra, comenzó a preparar la receta que le dio su madre, un delicioso asado con puré de papa amarilla y una ensalada para acompañar, por supuesto no podía faltar un vino de calidad para cenar.
Arregló Mateo el ambiente de la casa con velas y flores, todo había quedado a la perfección, la luz de las velas le daban el toque romántico que Mateo necesitaba para conversar con Isoline y hablar sobre su verdad.
Se cambió de ropa, algo más acorde con la ocasión, todo estaba listo para cuando llegue su invitada.
Un instante después sonó el teléfono, era Isoline que le pedía disculpas: -Mateo voy a demorar un poco las cosas se complicaron en la oficina espérame ya llego-.
Respiró profundamente parece que su cena se iba a enfriar y todo se arruinaría, habló en voz alta: -es lamentable esta situación creo que debí invitarla el fin de semana a si el trabajo no interrumpiría la cena-.
Casi había perdido la esperanza de cenar con Isoline e iba ha guardar el asado y el puré en el refrigerador, con gran tristeza tenía que desechar la ensalada cuando sonó el timbre de la puerta, al abrir era Isoline que le pedía un millón de disculpas por la media hora de tardanza.
-Mateo disculpa, fue casi al final de la reunión que un documento no aparecía pero al buscarlo con cuidado en el escritorio lo encontré dentro de una carpeta equivocada, mi asistente debió guardarla por error ¿Todavía podemos cenar? ¿estás de acuerdo?-. dijo Isoline con voz afligida.
-No te preocupes ya estás aquí y eso es lo único que importa- contestó Mateo un poco nervioso. Era la primera vez que Isoline estaba en su departamento.
-Mateo que hermosas velas y las flores son tan bellas, gracias por tanta molestia, aquí está el postre que prometí, espero te guste, es un estrudel de manzana. Delicioso postre que me encanta-. señaló Isoline y le entregó el pastel.
Pasaron a la sala, se sentaron un momento, ambos prometieron no hablar del trabajo y relajarse para estar más tranquilos y disfrutar de la cena.
Hablaron sobre temas generales, Isoline alabó el departamento amoblado con buen gusto, Mateo agradeció sus palabras y nervioso comentó. Isoline, estamos saliendo hace algunas semanas, ahora quisiera preguntar si tú y yo podemos ser algo más que amigos. La joven no esperaba una declaración de amor, fue algo inesperado:
-Mateo yo estoy sorprendida por tus palabras es algo que no esperaba escuchar, no sé que decir, eres una persona muy linda y un buen amigo entonces me he quedado sin saber que decir-.
-No tengas cuidado, es mejor que me hables con la verdad, ahora comencemos con la cena, creo que me equivoqué al pensar que nosotros podíamos ser algo más- finalizó Mateo y se puso de pie para preparar la mesa y calentar el asado.
Isoline también se puso de pie y lo detuvo poniendo una mano en su pecho: -Mateo no debes apresurarte, no he terminado de hablar. Nosotros podemos ser más que amigos, si deseas saber que pienso, me agrada tu compañía pero ¿estás dispuesto a esperarme algunos días cuando tenga que hacer un viaje, recuerda es mi trabajo?-.
Mateo no dijo una palabra, se acercó a Isoline y la besó con amor, la pasión los envolvía y para los dos desapareció el mundo a su alrededor.
-Mateo debemos serenarnos- dijo Isoline unos segundos después -la cena va estar muy fría y las velas se van a consumir- agregó Isoline.
-No importa, tenemos este amor para encender una habitación- contestó Mateo y sonreía aun abrazado a Isoline: -estoy feliz de estar junto a ti, eso es lo único que importa. Voy a responder a tu pregunta, ¡si! voy a esperar los días cuando estés de viaje, supongo que no va ser para siempre-.
-No sé que pueda pasar en adelante pero vivamos este amor y este momento que el destinos decida nuestro futuro- contestó Isoline y siguió a Mateo hasta la cocina.
Isoline y Mateo disfrutaron la cena, el asado estaba en su punto y el sabor era exquisito, del puré ni hablar la papa amarilla lo hacía especial: -Todo está delicioso, la carne suave... el puré excelente ¿Quién te enseñó a cocinar?- preguntó Isoline.
-Es una historia larga, lo que si puedo decir que fue mi madre la que me dio está receta- contestó Mateo.
Disfrutaron juntos la cena, tomaron vino y saborearon el postre, fue en realidad un momento especial para los dos, las luces de las velas acompañaban el romance. Cuando fueron consientes de la hora Isoline ya tenía que despedirse.
-Mateo son casi las doce de la noche, tengo que irme, debo confesar que pase un momento feliz a tu lado. No te preocupes he traído mi carro no es necesario que me lleves-
-No Isoline, te acompaño hasta tu casa yo te sigo atrás con el mío. No podría dormir sin saber cómo estas manejando a estas horas-.
Los dos enamorados llegaron a casa de Isoline, se despidieron en la puerta, se abrazaron, parecía que flotaban, el piso no existía, todo ello era debido a la emoción de estar juntos.
Mateo llegó a su departamento había sido una noche de profundas emociones, se sentía feliz, nada más existía a su alrededor, Isoline lo había aceptado era el mejor día -el mundo allá afuera, podía esperar-.
El fin de semana Mateo se dedicó a la mudanza en la casa de sus padres, eso estaba tomando más tiempo del necesario.
Sábado en la mañana Isoline lo llamó para encontrarse más tarde, ella pasaría por la casa de los padres de Mateo.
Una hora más tarde la prima Aidé vino a recoger, la consola, el espejo y el mueble verde que había pedido a Mateo, fue un alivio que se llevé esos objetos porque así no tenía más cosas de las que ocuparse.
-Gracias mi querido primo, todo esto lo voy a cuidar como la tía Esther le hubiera gustado-
Justa también se llevó algunos muebles y agradeció a Mateo, le dijo también que su primo estaría al día siguiente para recoger los muebles que serían donados: -Justa puedes escoger más cosas, mi madre estaría de acuerdo.
Mateo trabajó toda la mañana e Isoline vino ayudarlo en la tarde, no era los planes que tenían para estar juntos pero había tiempo de disfrutar la compañía entre los dos.
A media tarde Domingo llamó a Mateo para preguntar si tenia alguna nueva noticia con respecto al baúl.
Mateo contestó: -Domingo no tengo nada nuevo que comentar pero he decidido no buscar más. No sé con que intención ese hombre dejó el baúl en manos de mi padre, se acabo ahora es mío y está en mi poder-.
Domingo estuvo de acuerdo, Mateo no podía pasar los días buscando alguien que se escondía y daba nombres falsos.
En la noche los enamorados se despidieron, habían trabajado juntos parte del día, era hora de descansar.
Salieron de la casa y cruzaron la calle, en la puerta de Isoline se abrazaron para despedirse, el amor los llenaba y prometieron verse al día siguiente. Mateo se quedaría a dormir en casa de sus padres quería estar cerca de su novia.
Antes de irse a descansar, sintió curiosidad por volver a examinar el uniforme de Bernardo Torre. Abrió con cuidado el baúl y ahí estaba la casaquilla y el pantalón con las botas junto a las cartas. Mateo levantó la casaquilla, tenía manchas de sangre al lado del corte que el tiempo había desteñido, podía imaginar el dolor que sintió el soldado con la herida en su cuerpo, seguro fue mortal y le quitó la vida. Todo esto eran conjeturas que no lo llevaban a ningún lado. Volvió a cerrar el baúl y prometió no pensar más en él.
Antes de dormir se bañó, se puso la pijama, apagó el televisor en el que estaba viendo una serie. Un viento frio recorrió la habitación, a los pocos minutos Mateo dormido escuchó una voz que decía:
-¡No puedes imaginar mi experiencia vivida en la guerra! no eres soldado-. Mateo estaba paralizado y sin aliento. Podía oír la voz del soldado y estaba inmóvil, no escuchaba los latidos de su corazón. El pánico lo congeló y habló en voz alta -¡ESTOY MUERTO, NO SIENTO LOS LATIDOS DE MI CORAZON!- mientras decía esto, escuchó una voz que le hablaba -no estas muerto Mateo, solo estas, en otra dimensión.
CONTINUARÁ
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