Eugenia junto a Eduardo celebraban la felicidad de su compromiso.
-No sabes la felicidad que siento que aceptes casarte conmigo- dijo Eduardo y agregó -el domingo vienen mis padres para hacer el pedido formal del compromiso y fijar la fecha para la boda ¿te perece bien?-
Eugenia flotaba en un mar de emociones, todo estaba ocurriendo tan rápido que solo le quedo decir -estoy de acuerdo, querido-.
Los enamorados acordaron que en representación de los padres de Eugenia el Dr. Godofredo Murillo sería quien la lleve al altar. Al día siguiente iría al pueblo para hablar con él.
-Eduardo espero que el Dr. Murillo acepte, si no voy a entrar sola a la iglesia- habló con tristeza.
-Eugenia eso jamás va a ocurrir, si el abogado Murillo no acepta, mi padre puede acompañarte al altar o mi hermano Sergio que es mi hermano segundo- habló con tanta seguridad que no había forma de negarse.
Cuando Eduardo se despidio de Eugenia selló su amor con un beso, la ahora novia oficial se sentía feliz y no podía evitar comentar la alegría de su compromiso con Filomena y mostrar la sortija que le había regalado: -no imaginas lo feliz que me siento, Eduardo me ha pedido que me case con él y este anillo en el símbolo de nuestro compromiso, además de una tradición en su familia- estiró la mano para enseñarle la sortija de compromiso.
-Señorita Eugenia, es un bello anillo y el joven Eduardo es tan galante estoy segura que será un buen esposo y padre- comentó Filomena con la alegría de sentir que la joven ama se casaba.
-El domingo vienen los padres de Eduardo para hacer oficial el compromiso, tenemos que organizar el almuerzo para recibir a los invitados. Ahora solo deseo que el Dr. Murillo acepte ser mi padrino y me acompañe al altar- finalizó Eugenia llena de ilusión y felicidad.
Ni bien amanecido el nuevo día, Eugenia se alistó para ir a visitar al Dr. Murillo y pedirle que sea su padrino de boda. Partió con Martín en la carreta, al llegar al pueblo, la oficina del abogado quedaba solo a una cuadra de la plaza principal. Parada en el umbral de la puerta, Eugenia un poco nerviosa se anunció, de inmediato el asistente del Dr. Murillo la condujo a la oficina del abogado.
-Eugenia ¿Cómo estás?, que milagro vienes a visitarme-dijo sorprendido y preguntó ¿No hay ningún problema en el fundo?, ¿Verdad?
-No Dr. Murillo, en el fundo todo va de maravilla, mi presencia en su oficina obedece a otro motivo que espero usted acepte- dijo Eugenia con algo de duda y luego pasó a explicarle cual era su petición.
-¡Cómo puedes dudar de mi querida Eugenia!, claro que acepto llevarte al altar, primero por ti que eres como una hija y segundo por el recuerdo de tu padre, mi gran amigo- contestó el abogado feliz de saber que Eugenia se casaba con Eduardo, conocido por todos como un caballero y un buen partido. Su familia era muy reconocida en la región.
-Gracias por sus palabras Dr. Murillo, también deseo invitar a usted y a su esposa al almuerzo en el fundo el día domingo para celebrar la petición formal de mi compromiso con Eduardo. ¿Está usted de acuerdo- preguntó más confiada.
El Dr. Murillo estuvo de acuerdo con la invitación y felicitó a Eugenia -me alegro por ti y por Eduardo que den este paso tan importante. No te preocupes, el domingo estaré presente con mi esposa y mi hija Anabel, ella va estar feliz de verte y conversar contigo-.
-Gracias Dr. Murillo usted no sabe cómo agradezco que acceda estar presente este domingo y acompañarme en la iglesia, sé que mis padres estarían felices con eso- después de decir estas palabras Eugenia se despidio de su abogado, tenía tantas cosas que hacer que el tiempo quedaba justo.
Al salir de la oficina de su asesor legal, estaba nerviosa y feliz al mismo tiempo, debía organizar el almuerzo del domingo para atender a sus invitados, en su fuero interno deseaba que todo sea perfecto. Daba las gracias a Dios por tener a Filomena, Celestina y Martín que la apoyaban con el trabajo en la casa. Solo se detuvo un momento para recordar y lamentar el no tener a sus padres junto a ella para celebrar tan importante día. Además extrañaba a sus queridas amigas, Lucrecia que desde el cielo estaría feliz con su felicidad y a Virginia que se encontraba tan lejos y no iba a poder asistir a su boda. Respiró profundamente y aceptó la realidad de la vida.
El día sábado muy temprano, previo a la reunión del domingo, la casa en el fundo estaba de cabeza se limpiaba hasta el ultimo rincón, Martín subido en una escalera sacaba brillo a las ventanas, Celestina hacía otro tanto y Eugenia y Filomena planificaban el menú. Todos sabían la noticia, Fermín, Odilo, Filomena, Celestina y Martín la habían felicitado por su compromiso y próxima boda.
En el comedor, Celestina sacaba la vajilla fina, las copas, el mantel de lino, servilletas, cubiertos y por supuesto las botellas de vino para brindar por la ocasión y también para acompañar la comida.
La casa era todo un alboroto y desorden pero todos querían celebrar junto a Eugenia su felicidad y su pronta boda.
En la noche el trabajo se había terminado, la casa brillaba y quedó lista para recibir a los invitados. El menú estaba planificado y solo faltaba que al día siguiente Martín corte las rosas del jardin para poner un delicado arreglo floral en el comedor y otro en el salón principal. Cada uno de los empleados sabía que hacer cuando lleguen los invitados, Filomena y Celestina vestidas con mandiles impecables se apoyarían en la cocina para servir el almuerzo y Martín con camisa y pantalón blanco recibiría en la puerta a los invitados y los llevaría al salón principal, además de ser el encargado de pasar la fuente con bocaditos y vino. Eugenia estaba nerviosa, mañana sería un gran día.
En la noche antes de dormir escogió el vestido que se pondría, era uno de tela fresca y suave tono amarillo, le pareció el indicado, de la joyería escogió aretes y un broche de oro que eran de su madre y perfectos para la ocasión. Se recostó en la cama, su corazón latía agitado, todo era nuevo para ella pero confiaba en Eduardo y en sus sentimientos.
Al día siguiente Eugenia amaneció muy temprano, desayuno ligero, con las emociones a flor de piel no tenía demasiado hambre. Al terminar, recorrió la casa para asegurarse que todo estaba en orden y su personal se preparaba para un día especial, luego se dirigió a su habitación donde la esperaba un baño de tina con agua de pétalos de rosa que Filomena sabía preparar para su joven ama.
Antes del medio día llegaron los primeros invitados El Dr. Murillo, su esposa y su hija, Martín los recibió y los hizo pasar al salón, cinco minutos después Eugenia se presentaba para saludar a los invitados, sentía tanta felicidad de tenerlos en casa. Anabel la felicitó por su compromiso y su próxima boda -Eugenia te ves radiante y tu vestido es tan bonito, te felicito-. La esposa del Dr. Murillo también halago su vestido y lo hermosa que lucía y agregó -Eugenia, la casa está muy bonita, no venía desde que tu madre nos dejó- finalizó.
La conversación con sus invitados se tornó amena, comentaban algunas noticias y novedades del pueblo cuando Martín anuncio la llegada de Eduardo y sus padres, ahora sí, los invitados estaban completos y se saludaban mutuamente. Eduardo tomó de la mano a Eugenia y la llevó al corredor, alabó su vestido amarillo y lo bien que lucía, la beso unos segundos y luego volvieron a entrar al salón para acompañar a los invitados.
Reunidos todos en el salón, segundos después el padre de Eduardo tomó la palabra para dirigirse a Eugenia y pedir formalmente su mano a nombre de su hijo. Comentó lo feliz que se sentían de que ella se case con Eduardo -este es un día muy especial y a nombre de mi esposa y el mío, decimos bienvenida a nuestra familia-. Eugenia se puso de pie agradecio las palabras de su futuro suegro, los colores se la habían subido al rostro, su emoción y felicidad eran evidentes se completaban al lado de Eduardo.
El Dr. Godofredo también habló y felicitó a los novios -es un día feliz para esta pareja y su familia, les deseo todo los parabienes y bendiciones de esta vida-. Eduardo y Eugenia agradecieron a todos los presentes, se tomaron de la mano, el compromiso estaba sellado. Martin entró al salón con la fuente de las copas y el vino, era el momento de brindar por los novios y futuros esposos.
Con el vino servido en las copas cada invitado formuló sus mejores deseos para la pareja, luego se brindó por su felicidad y su futuro.
Eduardo después de hacer el brindis tomó la palabra: -ahora que todos estamos reunidos y el compromiso se ha formalizado, quisiera fijar la fecha de la boda, yo personalmente propongo que sea dentro de un mes, ¿Eugenia estas de acuerdo conmigo?- preguntó.
La joven sorprendida por la pregunta contestó: -estoy de acuerdo, pero me parece que es poco tiempo para preparar una boda- señaló.
La madre de Eduardo intervino: -no te preocupes querida, te voy ayudar en todo lo necesario tú encárgate del ajuar de novia, yo me encargo de la iglesia y de la fiesta en la hacienda-.
-Anella me gustaría que sea una celebración sencilla y solo con la familia- contestó Eugenia.
-Mi querida Eugenia, te pido por favor no esperes una celebración pequeña, es mi hijo mayor el que se casa y nosotros somos una familia muy reconocida en la región, además tú mereces lo mejor- finalizó Anella madre de Eduardo, se puso de pie y se acercó a Eugenia para abrazarla y le habló: -todos los detalles y arreglos los voy a consultar contigo, permite que sea nuestro regalo de bodas lo referente a la fiesta y la iglesia.
Filomena entró al salón para anunciar que el almuerzo estaba servidos y que podían pasar, el vino había despertado el hambre en los comensales. En el comedor el tema de conversación además de los preparativos de la boda, verso en diferentes ideas pero se evitó hablar de política era un día para celebrar no para discutir sobre el gobierno. En un ambiente relajado, la comida exquisita, el brindis y varias rondas de vino animaron aun más a los invitados que disfrutaban la tarde en un calor de hogar. El almuerzo duró hasta bien avanzada la tarde cuando los invitados se despedían, Eduardo buscó a Eugenia para decirle que la amaba y que vendría al día siguiente: -todos se van contentos Eugenia, ha sido una tarde muy especial, te amo-
Cuando los invitados se fueron la casa quedó en silencio, Eugenia se dirigió a la cocina para felicitar a sus empleados por la ayuda y el apoyo, pidió a Filomena servir las copas con vino para brindar con ellos por su futura boda y felicitarlos por el buen trabajo realizado.
Al día siguiente, el trabajo en el fundo no esperaba, con Odilo su caporal de campo, Eugenia recorrió el terreno para ver los avances del trabajo: -Señorita Eugenia- comentó Odilo -quiero felicitarla por su compromiso, mis más profundos deseos de felicidad para usted y el joven Eduardo- mientras decía estas palabras, Odilo se quitó el sombrero en señal de respeto.
-Gracias Odilo por sus palabras, usted siempre tan atento- contestó Eugenia al hombre de toda su confianza en el trabajo.
En la noche después de la cena Eugenia fue a la habitación de sus padres, abrió el baúl que estaba a los pies de la cama y sacó el vestido de novia de su madre, ella quería llevarlo el día de la boda pero el tiempo y la humedad habian maltratado la tela. Llamó a Filomena para ver si se podía arreglar pero ésta al verlo le dijo que era imposible, el encaje y las blondas lucían manchadas, la tela interior estaba maltratada, fue una pena para Eugenia, ella quería usar el vestido de su madre, pero eso era imposible. Por suerte el velo del vestido se había conservado en buen estado porque había sido envuelto en papel de seda y esto ayudó a que no se manche, con un lavado cuidadoso quedaría perfecto. El velo tenía un bello encaje y el tamaño ideal para una boda.
No existía nada más estresante que preparar una boda y controlar el trabajo en el fundo. Eugenia elaboraba una lista de todo lo que necesitaba para el ajuar de novia y fue con Martín al pueblo para comprar las telas necesarias para el vestido de novia, los camisones, las sábanas, las toallas. Todo aquello requería bordados, cintas y blondas, en fin era una larga lista. La tela que más tiempo le tomó escoger fue la del vestido. En la tienda El Regalo, vendían una tela fina y bordada que ella no dudo en comprar.
Con la tela del vestido en sus manos, fue al taller de la modista Teresa, ella se comprometió hacer el trabajo de confección para el vestido de boda. La modista conocía bien a Eugenia y a su madre a la que en vida le confeccionó vestidos para muchas de sus reuniones. Al final quedó el compromiso y la joven novia tendría que visitar el taller en varias ocasiones para realizar las pruebas de confección y que el vestido quede perfecto a su medida.
Al regresar al fundo, Martín bajaba de la carreta los paquetes con las otras telas para el ajuar, Filomena era la encargada de confeccionar lo que faltaba. Ahora tenía que hablar con Martín para que arregle y pinte el cuarto que fue de sus padres, éste era más grande y cómodo, se cambiarían los muebles que pasarían a otra habitación, Eduardo se comprometió a traer muebles nuevos, con nueva pintura en las paredes la habitación estaría lista para recibir a los esposos. Eugenia y Eduardo vivirían en el fundo después de la boda, ese era su acuerdo.
En el fundo el trabajo no se detenía, la tierra estaba preparada para recibir los nuevas semillas de algodón e iniciar el ciclo de la nueva siembra. Se iniciaba campaña de cultivo y se debía trabajar con cuidado para que se logre después una cosecha exitosa.
Terminado su día de trabajo cuando Eugenia se acercaba a la casa vio que en la puerta la esperaba Fermín y Anselmo, el administrador del padre de Lucrecia. Al llegar a la casa Fermín dijo:
-Señorita Eugenia aquí está Anselmo que desea hablar con usted a nombre del señor Rodrigo De las Casas.
Ahora, ¿Qué podía querer el padre de Lucrecia? Eugenia se preocupó por esta visita que no tenía una explicación, para salir de dudas contestó: -Fermín hágalo pasar a la biblioteca, enseguida estoy con él-. Era una visita inesperada y debía conversar para saber de que asunto se trataba.
CONTINUARÁ