domingo, 25 de septiembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia junto a Eduardo celebraban la felicidad de su compromiso. 
-No sabes la felicidad que siento que aceptes casarte conmigo- dijo Eduardo y agregó -el domingo vienen mis padres para hacer el pedido formal del compromiso y fijar la fecha para la boda ¿te perece bien?-
Eugenia flotaba en un mar de emociones, todo estaba ocurriendo tan rápido que solo le quedo decir -estoy de acuerdo, querido-.
Los enamorados acordaron que en representación de los padres de Eugenia el Dr. Godofredo Murillo sería quien la lleve al altar. Al día siguiente iría al pueblo para hablar con él.
-Eduardo espero que el Dr. Murillo acepte, si no voy a entrar sola a la iglesia- habló con tristeza.
-Eugenia eso jamás va a ocurrir, si el abogado Murillo no acepta, mi padre puede acompañarte al altar o mi hermano Sergio que es mi hermano segundo- habló con tanta seguridad que no había forma de negarse. 
Cuando Eduardo se despidio de Eugenia selló su amor con un beso, la ahora novia oficial se sentía feliz y no podía evitar comentar la alegría de su compromiso con Filomena y mostrar la sortija que le había regalado: -no imaginas lo feliz que me siento, Eduardo me ha pedido que me case con él y este anillo en el símbolo de nuestro compromiso, además de una tradición en su familia- estiró la mano para enseñarle la sortija de compromiso.
-Señorita Eugenia, es un bello anillo y el joven Eduardo es tan galante estoy segura que será un buen esposo y padre- comentó Filomena con la alegría de sentir que la joven ama se casaba. 
-El domingo vienen los padres de Eduardo para hacer oficial el compromiso, tenemos que organizar el almuerzo para recibir a los invitados. Ahora solo deseo que el Dr. Murillo acepte ser mi padrino y me acompañe al altar-  finalizó Eugenia llena de ilusión y felicidad.
Ni bien amanecido el nuevo día, Eugenia se alistó para ir a visitar al Dr. Murillo y pedirle que sea su padrino de boda. Partió con Martín en la carreta, al llegar al pueblo, la oficina del abogado quedaba  solo a una cuadra de la plaza principal. Parada en el umbral de la puerta, Eugenia un poco nerviosa se anunció, de inmediato el asistente del Dr. Murillo la condujo a la oficina del abogado. 
-Eugenia ¿Cómo estás?, que milagro vienes a visitarme-dijo sorprendido y preguntó ¿No hay ningún problema en el fundo?, ¿Verdad?
-No Dr. Murillo, en el fundo todo va de maravilla, mi presencia en su oficina obedece a otro motivo que espero usted acepte- dijo Eugenia con algo de duda y luego pasó a explicarle cual era su petición.
-¡Cómo puedes dudar de mi querida Eugenia!, claro que acepto llevarte al altar, primero por ti que eres como una hija y segundo por el recuerdo de tu padre, mi gran amigo- contestó el abogado feliz de saber que Eugenia se casaba con Eduardo, conocido por todos como un caballero y un buen partido. Su familia era muy reconocida en la región.
-Gracias por sus palabras Dr. Murillo, también deseo invitar a usted y a su esposa al almuerzo en el fundo el día domingo para celebrar la petición formal de mi compromiso con Eduardo. ¿Está usted de acuerdo- preguntó más confiada.  
El Dr. Murillo estuvo de acuerdo con la invitación y felicitó a Eugenia -me alegro por ti y por Eduardo que den este paso tan importante. No te preocupes, el domingo estaré presente con mi esposa y mi hija Anabel, ella va estar feliz de verte y conversar contigo-.
-Gracias Dr. Murillo usted no sabe cómo agradezco que acceda estar presente este domingo y acompañarme en la iglesia, sé que mis padres estarían felices con eso- después de decir estas palabras Eugenia se despidio de su abogado, tenía tantas cosas que hacer que el tiempo quedaba justo.
Al salir de la oficina de su asesor legal, estaba nerviosa y feliz al mismo tiempo, debía organizar el almuerzo del domingo para atender a sus invitados, en su fuero interno deseaba que todo sea perfecto. Daba las gracias a Dios por tener a Filomena, Celestina y Martín que la apoyaban con el trabajo en la casa. Solo se detuvo un momento para recordar y lamentar el no tener a sus padres junto a ella para celebrar tan importante día. Además extrañaba a sus queridas amigas, Lucrecia que desde el cielo estaría  feliz con su felicidad  y a Virginia que se encontraba tan lejos y no iba a poder asistir a su boda. Respiró profundamente y aceptó la realidad de la vida. 
El día sábado muy temprano, previo a la reunión del domingo, la casa en el fundo estaba de cabeza se limpiaba hasta el ultimo rincón, Martín subido en una escalera sacaba brillo a las ventanas, Celestina hacía otro tanto y Eugenia y Filomena planificaban el menú. Todos sabían la noticia, Fermín, Odilo, Filomena, Celestina y Martín la habían felicitado por su compromiso y próxima boda. 
En el comedor, Celestina sacaba la vajilla fina, las copas, el mantel de lino, servilletas, cubiertos y por supuesto las botellas de vino para brindar por la ocasión y también para acompañar la comida. 
La casa era todo un alboroto y desorden pero todos querían celebrar junto a Eugenia su felicidad y su pronta boda. 
En la noche el trabajo se había terminado, la casa brillaba y quedó lista para recibir a los invitados. El menú estaba planificado y solo faltaba que al día siguiente Martín corte las rosas del jardin para poner un delicado arreglo floral en el comedor y otro en el salón principal. Cada uno de los empleados sabía que hacer cuando lleguen los invitados, Filomena y Celestina  vestidas con mandiles impecables se apoyarían en la cocina para servir el almuerzo y Martín con camisa y pantalón blanco recibiría en la puerta a los invitados y los llevaría al salón principal, además de ser el encargado de pasar la fuente con bocaditos y vino. Eugenia estaba nerviosa, mañana sería un gran día.
En la noche antes de dormir escogió el vestido que se pondría, era uno de tela fresca y suave tono amarillo, le pareció el indicado, de la joyería escogió aretes y un broche de oro que eran de su madre y  perfectos para la ocasión. Se recostó en la cama, su corazón latía agitado, todo era nuevo para ella pero confiaba en Eduardo y en sus sentimientos. 
Al día siguiente Eugenia amaneció muy temprano, desayuno ligero, con las emociones a flor de piel no tenía demasiado hambre. Al terminar, recorrió la casa para asegurarse que todo estaba en orden y su personal se preparaba para un día especial, luego se dirigió a su habitación donde la esperaba un baño de tina con agua de pétalos de rosa que Filomena sabía preparar para su joven ama.
Antes del medio día llegaron los primeros invitados El Dr. Murillo, su esposa y su hija, Martín los recibió y los hizo pasar al salón, cinco minutos después Eugenia se presentaba para saludar a los invitados, sentía tanta felicidad de tenerlos en casa. Anabel la felicitó por su compromiso y su próxima boda -Eugenia te ves radiante y tu vestido es tan bonito, te felicito-. La esposa del Dr. Murillo también halago su vestido y lo hermosa que lucía y agregó -Eugenia, la casa está muy bonita, no venía desde que tu madre nos dejó- finalizó.
La conversación con sus invitados se tornó amena, comentaban algunas noticias y novedades del pueblo cuando Martín anuncio la llegada de Eduardo y sus padres, ahora sí, los invitados estaban completos y se saludaban mutuamente. Eduardo tomó de la mano a Eugenia y la llevó al corredor, alabó su vestido amarillo  y lo bien que lucía,  la beso unos segundos y luego volvieron a entrar al salón para acompañar a los invitados. 
Reunidos todos en el salón, segundos después el padre de Eduardo tomó la palabra para dirigirse a Eugenia y pedir formalmente su mano a nombre de su hijo. Comentó  lo feliz que se sentían de que ella se case con Eduardo -este es un día muy especial y a nombre de mi esposa y el mío, decimos bienvenida a nuestra familia-. Eugenia se puso de pie agradecio las palabras de su futuro suegro, los colores se la habían subido al rostro, su emoción y felicidad  eran evidentes se completaban al lado de Eduardo. 
El Dr. Godofredo también habló y felicitó a los novios -es un día  feliz para esta pareja y su familia,  les deseo todo los parabienes y bendiciones de esta vida-. Eduardo y Eugenia agradecieron a todos los presentes, se tomaron de la mano, el compromiso estaba sellado. Martin entró al salón con la fuente de las copas y el vino, era el momento de brindar por los novios y futuros esposos.
Con el vino servido en las copas cada invitado formuló sus mejores deseos para la pareja, luego se brindó por su felicidad y su futuro.
Eduardo después de hacer el brindis tomó la palabra: -ahora que todos estamos reunidos y el compromiso se ha formalizado, quisiera fijar la fecha de la boda, yo personalmente propongo que sea dentro de un mes, ¿Eugenia estas de acuerdo conmigo?- preguntó.
La joven sorprendida por la pregunta contestó: -estoy de acuerdo, pero me parece que es poco tiempo para preparar una boda- señaló.
La madre de Eduardo intervino: -no te preocupes querida, te voy ayudar en todo lo necesario tú encárgate del ajuar de novia, yo me encargo de la iglesia y de la fiesta en la hacienda-.
-Anella me gustaría que sea una celebración sencilla y solo con la familia- contestó Eugenia.
-Mi querida Eugenia, te pido por favor no esperes una celebración pequeña, es mi hijo mayor el que se casa y nosotros somos una familia muy reconocida en la región, además tú mereces lo mejor- finalizó Anella madre de Eduardo, se puso de pie y se acercó a Eugenia para abrazarla y le habló: -todos los detalles y arreglos los voy a consultar contigo, permite que sea nuestro regalo de bodas lo referente a la fiesta y la iglesia. 
Filomena entró al salón para anunciar que el almuerzo estaba servidos y que podían pasar, el vino había despertado el hambre en los comensales. En el comedor el tema de conversación además de los preparativos de la boda, verso en diferentes ideas pero se evitó hablar de política era un día para celebrar no para discutir sobre el gobierno. En un ambiente relajado, la comida exquisita, el brindis y varias rondas de vino animaron aun más a los invitados que disfrutaban la tarde en un calor de hogar. El almuerzo duró hasta bien avanzada la tarde cuando los invitados se despedían, Eduardo buscó a Eugenia para decirle que la amaba y que vendría al día siguiente: -todos se van contentos Eugenia, ha sido una tarde muy especial, te amo-
Cuando los invitados se fueron la casa quedó en silencio, Eugenia se dirigió a la cocina para felicitar a sus empleados por la ayuda y el apoyo, pidió a Filomena servir las copas con vino para brindar con ellos por su futura boda y felicitarlos por el buen trabajo realizado. 
Al día siguiente, el trabajo en el fundo no esperaba, con Odilo su caporal de campo, Eugenia recorrió el terreno para ver los avances del trabajo: -Señorita Eugenia- comentó Odilo -quiero felicitarla por su compromiso, mis más profundos deseos de felicidad para usted y el joven Eduardo- mientras decía estas palabras, Odilo se quitó el sombrero en señal de respeto. 
-Gracias Odilo por sus palabras, usted siempre tan atento- contestó Eugenia al hombre de toda su confianza en el trabajo.
En la noche después de la cena Eugenia fue a la habitación de sus padres, abrió el baúl que estaba a los pies de la cama y sacó el vestido de novia de su madre, ella quería llevarlo el día de la boda pero el tiempo y la humedad habian maltratado la tela. Llamó a Filomena para ver si se podía arreglar pero ésta al  verlo le dijo que era imposible, el encaje y las blondas lucían manchadas, la tela interior estaba maltratada, fue una pena para Eugenia, ella quería usar el vestido de su madre, pero eso era imposible. Por suerte el velo del vestido se había conservado en buen estado porque había sido envuelto en papel de seda y esto ayudó a que no se manche, con un lavado cuidadoso quedaría perfecto. El velo tenía un bello encaje y el tamaño ideal para una boda.
No existía nada más estresante que preparar una boda y controlar el trabajo en el fundo. Eugenia elaboraba una lista de todo lo que necesitaba para el ajuar de novia y fue con Martín al pueblo para comprar las telas necesarias para el vestido de novia, los camisones, las sábanas, las toallas. Todo aquello requería bordados, cintas y blondas, en fin era una larga lista. La tela que más tiempo le tomó escoger fue la del vestido. En la tienda El Regalo, vendían una  tela fina y bordada que ella no dudo en comprar. 
Con la tela del vestido en sus manos, fue al taller de la modista Teresa, ella se comprometió hacer el trabajo de confección para el vestido de boda.  La modista conocía bien a Eugenia y a su madre a la que en vida le confeccionó vestidos para muchas de sus reuniones. Al final quedó el compromiso y la joven novia tendría que visitar el taller en varias ocasiones para realizar las pruebas de confección  y que el vestido quede perfecto a su medida. 
Al regresar al fundo, Martín bajaba de la carreta los paquetes con las otras telas para el ajuar,  Filomena era la encargada de confeccionar lo que faltaba.  Ahora tenía que hablar con Martín para que arregle y pinte el cuarto que fue de sus padres, éste era más grande y cómodo, se cambiarían los muebles que pasarían a otra habitación, Eduardo se comprometió a traer muebles nuevos, con nueva pintura en las paredes la habitación estaría lista para recibir a los esposos. Eugenia y Eduardo vivirían en el fundo después de la boda, ese era su acuerdo. 
En el fundo el trabajo no se detenía, la tierra estaba preparada para recibir los nuevas semillas de algodón e iniciar el ciclo de la nueva siembra. Se iniciaba campaña de cultivo y se debía trabajar con cuidado para que se logre después una cosecha exitosa. 
Terminado su día de trabajo cuando Eugenia se acercaba a la casa vio que en la puerta la esperaba Fermín y Anselmo, el administrador del padre de Lucrecia. Al llegar a la casa Fermín dijo: 
-Señorita Eugenia aquí está Anselmo que desea hablar con usted a nombre del señor Rodrigo De las Casas. 
Ahora, ¿Qué podía querer el padre de Lucrecia? Eugenia se preocupó por esta visita que no tenía una explicación, para salir de dudas contestó: -Fermín hágalo pasar a la biblioteca, enseguida estoy con él-. Era una visita inesperada y debía conversar para saber de que asunto se trataba.  

CONTINUARÁ    

 
 
   
  
                
      
       


   
 


 

domingo, 18 de septiembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia todavía muy nerviosa y con muchas dudas llegó junto a Eduardo, Celestina y Martín a la hacienda que era propiedad de la familia. En la puerta de la casa los esperaban los padres y hermanos de Eduardo. Al ver a Eugenia la saludaron con amabilidad y la hicieron pasar al salón principal, Celestina y Martín fueron conducidos con el resto del personal que trabajaba en la casa. 
Eugenia entregó a la madre de Eduardo las flores y regalos que había traído. 
Anella fue  amable con ella y en ningún momento la hizo sentir incómoda, sino todo lo contrario, ella estaba deseosa de conocer a Eugenia. 
La casa de la familia era bastante grande y bien cuidada, en general la hacienda era una vasta propiedad que les permitía a los padres de Eduardo tener una buena posición económica. 
En el salón los padres conversaban con la nueva invitada mientras que en le comedor se disponía  todo para el almuerzo. Se sirvieron  vasos de limonada para que se refresquen a los recién llegados. Una empleada se acercó a la señora de la casa para decirle que podían pasar al comedor, el almuerzo estaba servido. Eduardo y Eugenia entraron de la mano, seguidos por los padres y hermanos, la familia en general tenía curiosidad por conocer a la novia de Eduardo. El comedor era amplio y bien decorado, la mesa estaba bien servida con  abundante comida. Los ventanales iluminaban el ambiente con luz natural, la conversación fluyó amena y cordial. La comida exquisita y el trato de la familia natural y sin demasiado protocolo, hicieron sentir a Eugenia cómoda y su nerviosismo poco a poco se fue disipando. También se hicieron los brindis de rigor y la presentación oficial de los novios, todos se veían alegres y a gusto en compañía de la recién llegada. 
Al terminar el almuerzo, Eduardo se disculpó con sus padres y se retiró del comedor con Eugenia para llevarla a conocer la propiedad, en el camino preguntó -¿qué te ha parecido mi familia?-.
-Eduardo, debo confesar que tus padres y hermanos han sido muy amables conmigo y no me he sentido incómoda o avergonzada, además la hacienda de tu familia es una gran propiedad, el trabajo seguro es muy fuerte para mantenerla productiva- contestó Eugenia segura de sus palabras. 
-Si mi querida Eugenia, el trabajo es arduo, pero ya estamos acostumbrados al ritmo fuerte en el  campo, sino imagina como hubiéramos llegado a todo esto-agregó feliz y orgulloso Eduardo de la propiedad de su familia.
Caminaron juntos hasta el corral donde se dedicaban a la crianza de caballos de raza fina, era una nueva  actividad  aparte del cultivo de algodón que les estaba proporcionando buenos ingresos. 
De regreso a la casa, los padres de Eduardo, Alonso y Anella, los esperaban para conversar y tomar un café en la sala más pequeña que tenía ventanas que daban a un jardín bien cuidado. Ellos estaban deseosos de conocer más a fondo a Eugenia que les había agradado desde el primer momento que la vieron. 
Entre la buena conversación y la compañía de la familia, las horas de la tarde pasaron volando, era la hora de despedirse. La visita a la familia fue una agradable experiencia, la madre de Eduardo pidió a Eugenia regresar pronto pero esta vez a quedarse todo un fin de semana, era un compromiso y no había forma de negarse. 
Eduardo acompañó a su novia hasta el fundo, Martín y Celestina iban con ellos, en el camino él prometió visitarla durante la semana. El compromiso entre los dos cada día se afianzaba, con la posibilidad de terminar en el altar.
En la noche en el fundo mientras Filomena servía la cena, Eugenia comentaba como había sido su visita a la hacienda de la familia de Santa María: -son personas agradables que me han recibido muy bien, su madre al principio reservada pero después su trato conmigo fue cálido y cordial. La hacienda es una propiedad hermosa, grande y bien cuidada. Pase un día estupendo en su compañía. La madre de Eduardo me pidió que regrese pronto, pero esta vez a quedarme todo un fin de semana, le prometí que así lo haría.
En esos días en el fundo no había mucho trabajo, la tierra de cultivo estaba en descanso y se había removido para que ventilara, la siembra todavía no comenzaba. En unas semanas más se debía abonar para prepararla a recibir las nuevas semillas de algodón. 
En la mañana muy temprano Eugenia se levantó, ese día quería ir de compras al pueblo y llevar un regalo para su amiga Lucero Encino que estaba esperando un bebé después de cinco meses de matrimonio. Ella y su esposo habían dispuesto esperar hasta el nacimiento de su hijo para irse a radicar definitivamente a la capital. 
En la carreta del fundo y en compañía de Martín llegaron al pueblo, Eugenia fue directo al almacén El Regalo donde compró varias telas de colores primaverales, planeaba hacerse algunos vestidos y dejar a tras la ropa de luto. En su visita al almacén, escuchó las nuevas noticias que venia de la capital que la gente comentaba. 
El nuevo presidente Andres Avelino Cáceres había tomado posesión del cargo y daba los primeros pasos en su mandato para la reconstruccion del país. Para entonces el guano dejó de ser el ingreso rico e importante que llenaba las arcas de la nación. Esos ingresos que en su momento representaron un caudal, no fueron utilizados en obras de infraestructura y lo que es peor se hablaba de malversación de fondos. En cambio el algodón todavía era un ingreso importante que sostenía parte de la economía pero no era suficiente. Gobernar el país bajo esas difíciles circunstancias era imposible. Se debía entonces buscar alternativas que garanticen ingresos. Primero había que revisar el presupuesto, dar nuevas leyes que garanticen el orden nacional y unifiquen el país. No, no era fácil hacer todo aquello en pocos días o en poco tiempo.
En medio de estos comentarios, Eugenia pensaba que en algo el algodón era un respiro para la alicaída economía que agobiaba el país. La gente a su alrededor daba fórmulas y alternativas para salvar la economía y dar un respiro al país. El pueblo era un barullo de entusiasmo y fe en el futuro. 
Eugenia también compartía la misma esperanza de que el país se levante y se una al lado de su nuevo  presidente. Con demasiada prisa terminó de hacer sus compras en el almacén de telas y después se fue a visitar a su amiga Lucero, el encuentro con ella la hizo recordar los tiempos en el colegio cuando compartían las clases sin ninguna otra preocupación, ni apremio, todo se reducía a estudiar y hacer las tareas, era una vida sencilla y feliz. Juntas recordaron a Lucrecia la querida amiga que se había ido tan temprano y conversaron sobre su nueva vida de casada, el acostumbrarse a la convivencia con el esposo -mi querida Eugenia, no es fácil la convivencia entre dos personas pero estamos poniendo de nuestra parte para que todo vaya bien y que nuestro matrimonio funcione-. 
El aspecto de Lucero era radiante ahora que esperaba su primer hijo. Eugenia le entregó el regalo que había comprado para ella, se despidieron con un gran abrazo después de compartir recuerdos y una agradable charla. Del paseo al pueblo regresó al fundo animada y tranquila con las nuevas noticias y con la visita a su amiga Lucero.
Sábado muy temprano Eugenia estaba lista esperando a Eduardo que venía por ella para llevarla a su hacienda como habían quedado. Filomena se quedaba en casa para encargarse de algunas tareas hasta su regreso el día lunes. Con un vestido celeste de tono pastel lucia primaveral viajaba en la carreta al lado de Eduardo, Celestina la acompañaba y llevaba una canasta llena de frutas frescas para regalar a la familia. Sin novedad ni percances en el camino llegaron a la hacienda al medio día. La familia al completo salió a recibirla, Eugenia saludo a los padres y a los hermanos de su novio y entregó a la madre la canasta de frutas. Anella le agradeció el presente y pidió a su hijo que  lleve la canasta a la cocina, mientras Eugenia con una pequeña maleta en las manos era conducida por la madre a su habitación que era amplia y con una gran ventana  al jardín. El decorado del cuarto era sencillo pero de buen gusto. Celestina fue dirigida al otro lado de la casa donde iba a dormir y le designaron algunas pequeñas tareas para que apoye en la cocina. 
Anella de inmediato congenio con Eugenia le agradaba su carácter y su buena disposición, la llevó a conocer toda la casa y a un pequeño patio donde ella criaba canarios que eran su pasión, las aves estaban bien cuidadas y protegidas en amplias jaulas. La madre de Eduardo casi acaparó a Eugenia y en los pocos momentos que tenía libres, salía a cabalgar con Eduardo por la inmensa propiedad de la familia. En la noche a la hora de la cena se reunían todos en el comedor, la comida era deliciosa y se disfrutaba de una amena conversación, luego las tertulias en la estancia con una copa de vino para terminar el día. El fin de semana con la familia de Eduardo fue agradable y le sirvió para conocer más de cerca a los padres y hermanos. Ella se sentía en confianza y disfrutó de su compañía.
Era inevitable que el fin de semana se termine, lunes muy temprano se despedía de Anella que fue su agradable compañía. Eugenia tenía que regresar al fundo. Agradeció a toda la familia su hospitalidad.
En el fundo conversaba con Filomena los detalles de su estadía en casa de la familia De Santa María, para ella  fue realmente agradable cambiar la rutina del trabajo por unos días de alegre estancia en la hacienda. 
Ahora era el momento de regresar al trabajo y revisar las cuentas y la lista de las compras para el fundo. Al día siguiente iba a salir con Odilo el capataz para recorrer el campo y saber como se iba comenzar el trabajo en las tierras de cultivo. 
En cuanto a su compromiso con Eduardo iba en serio y las visitas de su novio al fundo eran más seguidas. Los paseos al pueblo juntos eran parte de su día a día. Además varios fines de semana fue invitada a quedarse en la hacienda con la familia de Eduardo. Anella había congeniado con ella en sus gustos y carácter. 
Un día de semana Eduardo llegó de improviso a visitar a Eugenia, ella se sorprendió con su presencia. Él actuaba un poco misterioso, en medio de la conversación Eduardo se puso de pie y de uno de los bolsillo de su pantalón sacó una pequeña caja de forro azul. La abrió y tomó el anillo que guardaba, agarró con delicadeza la mano de su novia y le preguntó: 
-Eugenia quieres casarte conmigo-
La sorpresa de ella fue mayúscula, la pregunta la sorprendió porque no esperaba una propuesta tan seria. Ella quería casarse con Eduardo pero habían pasado solo siete meses de conocerse y eso no era mucho tiempo: -Eduardo nos conocemos hace poco tiempo, tu pregunta me ha tomado por sorpresa- contestó azorada.
-Siete meses es tiempo suficiente para mí, quiero estar contigo, casarme contigo y vivir a tu lado. ¿tú no deseas lo mismo?-preguntó.
-Por supuesto que deseo lo mismo, pero no es muy pronto para tomar esa decisión- contestó Eugenia.
-Mi amada, la vida para nosotros es ahora y si los dos queremos lo mismo, entonces acepta mi propuesta-. Eduardo decidido puso el hermoso anillo de compromiso en el dedo de Eugenia y la beso con amor y pasión. 
Ese anillo era una tradición dentro de la familia De Santa María, tres novias lo habian usado y ahora le pertenecía a Eugenia. Era una nueva vida que Eduardo le ofrecía y ella aceptaba su amor por siempre.

CONTINUARÁ       
  
                         
     


 

lunes, 12 de septiembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

El conteo de votos había terminado en todo el país, Andrés Avelino Cáceres, era el nuevo presidente. El alcalde de Cañete organizó una ceremonia en la plaza principal para celebrar dicho acontecimiento, la gente del pueblo estaba invitada para asistir a la plaza mayor. 
Eugenia se preparaba en su casa para estar presente en los festejos. Vestida con un atuendo de medio luto se disponía a salir junto con Martín, Celestina y Filomena. 
Todos subieron a la carreta y salieron de la casa vestidos con sus mejores atuendos de domingo. Cerraron la puerta con doble llave y se dirigieron al pueblo. 
El día no podía acompañar mejor la fiesta, el cielo despejado y la luz del sol brillaba. Cuando llegaron  a la plaza principal, las autoridades ya ocupaban sus respectivos sitios y estaban preparados para iniciar la ceremonia en honor del nuevo presidente.
La guerra había desgarrado en corazón de la nacían, todos pedían la paz y la estabilidad ¡No más guerra! decían en voz alta. La gente reunida esperaba impaciente las palabras del alcalde, había gran expectativa por el discurso. Ricos y pobres sin diferencias de clases esperaban y se unían para pedir por el nuevo renacimiento de la nación. Eugenia y sus acompañantes se encontraban entre el público, el alcalde se puso de pie y pidió a los presentes entonar juntos el himno nacional, nunca antes lo habían cantado con tanto fervor patriótico, de esperanza y de fe.
El alcalde tomó la palabra para anunciar el nombre del nuevo presidente -Andrés Avelino Cáceres es el nuevo mandatario de la nación por votos de la mayoría, aplausos cerrados se escuchaban en la plaza. En su discurso habló de los nuevos días que vendrían y del deseo de un tiempo mejor para cada uno de los peruanos. Pidió a todos los pobladores trabajar con más fuerza para levantar el espíritu y la economía de la nación.
Cuando terminó la ceremonia, la gente se quedó a celebrar en la plaza. Eugenia buscaba a Eduardo entre la multitud, ella sabía que él asistiría a dicho evento. Unos instantes de confusión y él la encontró primero. Los enamorados se paseaban por la calles, por doquier se podía ver la alegría y la felicidad de un nuevo amanecer y de la buena noticia, con tanta música y baile era inevitable contagiarse de la fiesta y de la felicidad de la gente. 
Después de vivir tanto festejo y celebración en el pueblo, los días continuaban pasando, en el fundo había poco trabajo, la tierra estaba en descanso, más adelante sería preparada para iniciar el nuevo ciclo de siembra, pero por el momento el campo se encontraba limpio y despejado. 
Eugenia en la biblioteca conversaba con Fermín sobre los gastos que se debían hacer para los preparativos de la nueva campaña. Los números estaban en orden y en azul, la campaña pasada había sido un éxito. 
-Señorita Eugenia- decía Fermín -en la mañana estuve en el pueblo y pase por el correo, aquí le traigo su correspondencia y aquí también traigo el libro contable para que usted lo revise, además de la lista de cosas que se deben comprar y algunos arreglos que son necesarios realizar en la caballeriza aparte de las vallas que se estropearon. Pongo todo a su disposición para que usted de el visto bueno-.
-Muy bien Fermín, voy a revisar todo esto con mucho cuidado para dar la orden de lo que sea necesario, ahora que no hay mucho trabajo en el campo es mejor ocuparnos de arreglar lo que se necesita-. Juntos revisaron la lista de compras, cuidar el dinero era una prioridad. Cuando el trabajo se terminó, Fermín se retiró para organizar las compras.
Eugenia se quedó a solas y examinó las cartas que había traído Fermín, una era de su madrina, la otra de su tía Rosalía y de Virginia, con premura abrió está ultima quería enterarse de como se encontraba en la capital su amiga y la madre de ésta. Según lo que escribía en la carta, le comentaba que vivían en el pueblo de Magdalena, la casa no era muy grande pero era cómoda y a pocas cuadras se podía ver el mar, además habían logrado hacer amistad con las familias vecinas: -mi querida amiga, tú no te imaginas lo tranquilo que es vivir acá. Lo único que lamento es que mi madre esté delicada de salud y que sus nervios no anden bien, hay momentos que no deja de llorar, se acuerda siempre de Lucrecia y habla de ella. De mi padre no sé nada, nosotras no le escribimos, tal vez tú puedas contarme algo sobre él y de cómo está la hacienda. La carta continuaba con más detalles sobre su nueva vida en la ciudad y algunas anécdotas curiosas. Al final de la página se despedía y le deseaba toda clase de parabienes. 
Lo que Virginia escribió en su carta llenó de tristeza a Eugenia, de inmediato se puso a escribir para contestar a su amiga, era imperativo que ella le cuente sobre su padre y sobre la hacienda: 
-Mi querida Virginia- escribía Eugenia en una de las líneas de su carta -tu padre vive encerrado, él no sale para nada de la casa y tampoco recibe visitas, al parecer su estado de salud se está deteriorando. En un párrafo más abajo, rogaba por la salud de su madre y que pueda pronto superar el dolor de perder a su hija. Aunque la partida de un hijo es un sufrimiento eterno y peor aún en las circunstancias en las que se había ido Lucrecia. Al terminar de escribir su carta, Eugenia mandó a Martín al correo para que deposite cuanto antes su misiva y Virginia pueda tener noticias de su padre.
Muy temprano en la mañana del día siguiente, Fermín muy serio buscaba a Eugenia: -señorita, buenos días, aquí está el administrador del señor Rodrigo de Las Casas que desea hablar con usted-. 
Eugenia se sorprendió porque solo el día anterior escribía a Virginia sobre su padre: -hágalo pasar Fermín- contestó la joven. 
-Señorita buenos días, soy Anselmo el administrador del señor De las Casas, él  pide a usted si le es posible visitarlo a las 10 de la mañana del día de hoy. Mi patrón desea hablar con la señorita, él se disculpa de no poder venir personalmente porque se encuentra un poco delicado de salud- dijo Anselmo de parte de su jefe.
El pedido de Rodrigo De las Casas lleno de sorpresa a Eugenia porque él no hablaba con nadie y mucho menos recibia visitas, era un poco extraño todo aquello.
-Muy bien Anselmo dígale al señor De las Casas que iré a su casa a la hora indicada- contestó Eugenia.
-Señorita- interrumpió Fermín -permita que yo la acompañe, usted no puede ir sola a la hacienda vecina-.
-No se preocupes Fermín, no va a suceder nada- agregó Eugenia.
-Señorita por favor, yo insisto en acompañarla y la espero en la puerta de la casa- señaló con preocupación el administrador. 
-Está bien Fermín, usted me va acompañar a visitar al señor Rodrigo- agregó Eugenia.
Anselmo se despidio de la señorita de la casa para ir a toda prisa donde el jefe y comunicarle la respuesta. Fermín lo acompañó hasta la puerta.
Media hora antes de la diez de la mañana, Eugenia y Fermín partían en la carreta a la casa del hacendado. Cuando llegaron vieron que la puerta principal estaba abierta y Anselmo salió a recibirlos: -Pase usted señorita Eugenia, el señor la espera-  la puerta quedó abierta para tranquilidad de Fermín. Él esperaba afuera por si se presentaba algún percance, no confiaba en el señor De las Casas.  
Anselmo llevó a Eugenia hasta el estudio donde la esperaba el padre de Virginia. Rodrigo de las Casa con aspecto fatigado y enfermo se disculpó por no ponerse de pie y la invitó a sentarse frente a él.
-Eugenia, seguro te causa extrañeza que te haya invitado a venir a mi casa, ¡si! en las actuales circunstancias yo no recibo a nadie. Mi intención en este momento es ofrecerte la venta de cien hectáreas de tierra de cultivo que colinda con el fundo de tu propiedad. En el pasado se las ofrecí a tu padre y ahora te las ofrezco a ti, es un buen lote de tierra. Deseo hacerte esta propuesta porque sé de buena fuente que has tenido una campaña exitosa con la cosecha de algodón. Tengo que admitir que tuve mis reservas cuando tu padre murió de que puedas sacar adelante el fundo pero veo que me equivoqué. Las tierras han florecido como si tu padre estuviera al mando. Sé que vas a decir que Fermín y Odilo te ayudan con el trabajo, ellos son hombres experimentados y conocen bien el campo pero si tú no estuvieras al frente eso andaría de cabeza. Ahora bien Eugenia que opinas de mi propuesta-.
Lo que Rodrigo de las Casas le ofrecía era una buena oportunidad, conocía muy bien el lote que vendía. Eugenia lamentó no poder aceptar la propuesta que le hacia. El trabajo en el fundo era bastante fuerte, como para querer complicarse aun más. 
-Señor Rodrigo, yo agradezco su propuesta, es muy tentadora debo admitir pero por el momento no puedo comprar más tierras de las que puedo manejar- Eugenia fue cortés para rechazar la oferta.
-Bueno Eugenia, yo también lamento que no aceptes comprar mis tierras y comprendo tus razones. Dejando de lado el tema de las tierras, te preguntó si Virginia te escribe, porque no sé nada de ella y de su madre, desde que se fueron a la ciudad. Cada mes les envió el dinero puntual para que vivan sin que les falte nada. Desde la trágica muerte de mi hija, no tengo paz- concluyó el hacendado lleno de pesar. 
Eugenia escuchaba en silencio las palabras de el padre de su amiga, se daba cuenta que sentía un gran dolor. 
Rodrigo de las Casas ya no era el hombre altivo del pasado, ahora se veía muy triste y comentaba con Eugenia: -jamás deseé poner a mi hija en estado de desesperación, al punto de tomar una decisión trágica que ha castigado a toda la familia. Si tu sabes algo de Virginia y su madre dime ¿cómo están?- preguntó afligido el hacendado.
Eugenia le contó al padre que había recibido carta de Virginia donde le decía que estaban bien dentro de lo que se puede imaginar. La madre sufre por la ausencia de su hija mayor pero en medio de todo van pasando los días. Le dijo además que el lugar era muy tranquilo y que ya conocían algunos vecinos. La joven no entró en detalles para no entristecer más al padre.
Parte de la mañana, Rodrigo de la Casas se quedó conversando con Eugenia, él le contó que veía a Lucrecia en cada habitación de la casa y que la extrañaba demasiado, 
-este sentimiento me esta quitando la vida-. Era las doce del día, cuando Eugenia se despedía del padre de Lucrecia. Al salir de la casa rogó por él y deseo que  pronto pueda conseguir consuelo para su dolor. Ya no la animaba el sentimiento de ira hacia él, ahora solo trataba de comprenderlo.
Días después de la conversación con el padre de Lucrecia y Virginia, en la carreta del fundo iban Eugenia, Martin y Celestina al pueblo, en la plaza de armas se iba a encontrar con Eduardo, así lo habían acordado. Era el momento de conocer a la familia de su novio. Eduardo se lo pidió varias veces y ella dilataba el tiempo, ahora ya no podía poner más excusas. Conocer a la familia, la ponía nerviosa, se preguntaba ¿cómo la recibirían? el padre y los hermanos, pero sobretodo, cómo la recibiría la madre de Eduardo al conocerla. Ella estaba segura que ese día sería un día de emociones y nervios. 
Para suavizar en algo su ingreso a la familia, llevaba algunos regalos y flores para la madre que sabía por su novio que era un poco exigente y reservada. Eugenia quería llevarse bien con la señora que podría ser su futura suegra.


CONTINUARÁ 
                 

   
  

  
 

   


  
   


 

lunes, 5 de septiembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

En el comedor la mesa estaba servida, impecable y bien decorada. Esperaba a los enamorados, en pocos minutos se serviría el almuerzo. Eduardo y Eugenia entraron tomados de la mano, él se acercó a la mesa y tomó la vinera de cristal, sirvió el vino en las copas, deseaba hacer un brindis por Eugenia y su nuevo amor que recién comenzaba.
-Querida Eugenia brindo por nosotros, nuestro futuro y nuestro amor-. señaló.
-Gracias Eduardo, yo también deseo brindar por nosotros-. contestó.
Alzaron sus copas y tomaron el exquisito vino para comenzar el almuerzo. Eduardo felicitó a su novia por el decorado y lo elegante de la mesa: -debo admitir que todo se ve tan bien que estoy asombrado- confesó.
Sentados uno frente al otro disfrutaron de un gran almuerzo, Filomena se había lucido en la cocina con la preparación de una comida exquisita. Comieron y brindaron por un nuevo comienzo de amor y felicidad. El almuerzo transcurrió tranquilo con una amena conversación y al terminar pasaron al jardín con sus copas de vino para conversar sobre anécdotas que habían vivido cada uno por separado. 
La tarde se terminaba cuando Eduardo debía despedirse, ellos no olvidarían las horas que habían pasado juntos. Eduardo se acercó a Eugenia y con un beso le prometió que regresaría en dos días. Se separó de ella y se retiró.
Filomena notó la felicidad de la joven, era fácil darse cuenta que estaba enamorada, ella no ocultaba sus sentimientos. 
Al iniciarse la semana Eugenia salió con Odilo a recorrer el fundo, éste comentó: -señorita Eugenia ya esta todo listo para que mañana se inicie la cosecha, los trabajadores del campo queremos que usted sea la primera que desmote una de las plantas de algodón, recuerde que esa era la tradición iniciada por su padre-.
-Si Odilo, recuerdo la tradición que inició mi padre. Mañana temprano me vestiré de blanco para ir al campo-. contestó Eugenia.
Con los primeros rayos de luz del nuevo día, Eugenia estaba lista como lo había prometido, con su vestido blanco de tele fresca y en el cabello llevaba un pañuelo atado del mismo color. En el lugar designado para comenzar la cosecha, notó que a su alrededor había gente que la estaba esperando, se acercó a una de las plantas y comenzó a desmotar los primeros copos de algodón con el aplauso de los peones y cuando ya no quedaba una sola mota en la planta se inició oficialmente la cosecha. 
Parte de la mañana se dedicó a recorrer a pie algunas zonas del cultivo, Odilo la seguía de cerca, los peones contratados trabajaba con cuidado para no malograr las motas. Recordó a su padre y la felicidad que sentía por el trabajo bien realizado. 
En la tarde cuando Eduardo llegó de visita, Eugenia le contó su experiencia en el campo para iniciar la cosecha y la tradición que había iniciado su padre: -es una bonita tradición Eugenia, me parece que es muy original- comentó Eduardo.
Los días de la semana pasaron sin grandes novedades y sí, con mucho trabajo, Eduardo visitaba la casa de su novia todos los días, estaban en el inicio de su amor y en la etapa más bonita de su relación. 
A las 9 de la mañana del siguiente domingo después de las elecciones, en el local de los productores de algodón. La nueva junta directiva tomaba posesión de su cargo, Eugenia se encontraba en el local y ya ocupaba su asiento. Al iniciarse la sesión, la junta tomó la palabra, se dijeron los discursos, las promesas, se habló sobre las obras a ejecutar durante su cargo.  Terminada la presentación llegó el turno de las mociones para hablar sobre algunos pedidos que querían hacer los asociados, Eugenia levantó la mano para pedir la palabra y hacer una propuesta, se puso de pie y habló sobre la importancia de crear una escuela para los peones y sus hijos donde puedan aprender a leer y escribir. Silencio en la sala por unos segundos, el ambiente se puso tenso, de pronto se escuchó una ola de protestas que decían -¡no! ¡no!... ¡ahora no estamos para pensar en eso! ¡el trabajo de la cosecha es primero! todo aquello es una pérdida de tiempo- decían muchos.
La sala en pleno se había negado, solo algunas voces solitarias apoyaron la propuesta de Eugenia. La mayoría se opuso. Eugenia lamentó la decisión y se dirigió a la sala para que la escuchen:
-No puede ser que todavía se tenga la idea que estamos viviendo en tiempos de la esclavitud. Lamento tanto esta actitud- después de decir estas palabras, se retiró.
Eduardo que se encontraba también en la sala fue tras ella para acompañarla, caminaron con dirección a la plaza principal del pueblo, seguidos unos pasos atrás por Celestina que hacia las veces de chaperona, como era la costumbre de la época. 
Eugenia estaba triste por no ser escuchada: -Eduardo, no quiero pensar, ¡me niego a pensar! que los productores se negaron aceptar mi moción porque quieren que la gente del campo se mantenga en estado de ignorancia, a ellos les conviene esa situación - dijo Eugenia muy abatida.
-Querida, tú y yo sabemos que la educación es importante pero el trabajo en el campo es muy fuerte, en que tiempo y con que ánimo podrían asistir a la escuela-.
-Lo sé y lo que dices es razonable, no se trata de ir a una escuela de ocho horas, si no de asistir un par de horas para aprender lo básico- contestó Eugenia.
Eduardo comprendía el estado de frustración de su novia y le propuso volver a intentarlo en la próxima reunión pero Eugenia se negó: -no Eduardo, no nos engañemos esto no va a cambiar, hay ideas equivocadas que persisten con respecto a la gente que trabaja en el campo- señaló con pesar.
Los días continuaron su curso, Eduardo y Eugenia paseaban su amor, ellos no escondían la felicidad que los unía. En los paseos por el pueblo, las amistades los felicitaban, todos estaban de acuerdo con su compromiso.
En cuanto al clima político en el país,  solo faltaban dos días para el domingo día de la votación, donde la población iba a elegir al nuevo presidente. Los candidatos eran los mismos que unas semanas antes estaban enfrentados en una guerra civil. 
En aquella época los hombres tenían derecho al voto, no existía el voto femenino, a pesar que las mujeres representaban la mitad de la población en el  país.  
Domingo, día de la votación, en el pueblo había gran expectativa, por dar su preferencia de voto al candidato de su elección.  Eduardo se presentó en la sala designada para tal evento, marcó su voto y lo depositó en las urnas, luego partió con premura al encuentro con Eugenia, ambos habían acordado ese día ir de paseo a la playa para pasar el día. Después de un corto viaje, del pueblo al fundo, llegó puntual para recoger a Eugenia. Martín estaba listo con la carreta y Celestina con  una canasta llena de fiambres y refrescos para el almuerzo, sería la dama de compañía.  
Entre los dos enamorados ya existía el protocolo serio de los primeros días, Eduardo saludó con un besó a Eugenia y ella con sus manos acaricio sus mejillas, luego comentó. -Eduardo no pregunto por quien has votado porque se que lo hiciste  por el candidato de la mayoría que según el Dr. Murillo es el que va a ganar las elecciones-. 
-Si, así parece que puede ser mi querida Eugenia, yo sugiero no perder más  tiempo  y vayamos de paseo como lo hemos planificado, en el camino podemos conversar sobre el tema- contestó Eduardo.
Filomena en la puerta de la casa despedía a los excursionistas, para ella esos viajes la agotaban y prefería quedarse a descansar y ocuparse de alguna labor.
Poco más de una hora tomó el tiempo de viaje para llegar a la playa, el día soleado era perfecto para pasear por la orilla del mar. Eugenia no venía a visitar el mar desde la tragedia de Lucrecia, de esto habían pasado algunos meses. De la mano de Eduardo se acercó al mar, mientras Celestina y Martín buscaban un lugar propicio en la arena donde armar un toldo para protegerse del sol y más tarde almorzar. 
Eugenia no deseaba esperar más, junto a la orilla se quitó los zapatos y las medias e invitó a Eduardo a hacer lo mismo para mojar sus pies en las pequeñas olas refrescantes del mar. Un momento de silencio entre los dos al recordar a la querida amiga. Un recuerdo, una plegaria para que ella descanse en paz. Luego tomó del brazo a Eduardo para pasear junto al mar. Las palabras de amor entre los dos, los abrazos y los besos permitían acercar sus corazones, todo aquello era especial. Caminaron por la orilla y se alejaron a una gran distancia. Cerca al medio día regresaron al lugar elegido para almorzar. Todo estaba dispuesto para compartir los fiambres y las bebidas con Martín y Celestina. 
Terminaron el almuerzo y los enamorados se sentaron cerca de la orilla, en silencio escuchaban las olas romper y acercarse a ellos. Las palabras estaban de más, ambos querían que ese momento no termine. 
Tres de la tarde, el paseo llegó a su fin, debían regresar. Se colocaron las medias y los zapatos de nuevo y todos en la carreta partieron al fundo. En la casa, Eduardo se despidió de Eugenia: -mi amada, he pasado junto a ti un día especial, ha pasado todo para siempre recordar. Mañana tengo un día cargado de trabajo en la hacienda y no creo que pueda venir pero no te preocupes por mí, yo estoy de regreso en cualquier momento-.
-No te preocupes, aquí estaré para esperarte, el trabajo en el fundo también es fuerte, hemos comenzado la cosecha-. contestó Eugenia.
Al comenzar el nuevo día, los trabajos de cosecha continuaba, los peones sacaban las motas de algodón y luego todas se juntaban en fardos para ser transportados al almacén. También en esos días llegaban los pequeños agricultores con su cargamento de algodón para venderlo al fundo. Fermín el administrador se encargaba de recibirlos y pagarles en el momento su valiosa carga.
Después de varios días de intenso trabajo, la cosecha, había terminado, Eugenia y su caporal Odilo recorrían el campo donde hasta ayer habían plantas cargadas de copos de algodón y ahora todo se encontraba limpio:-Señorita Eugenia- decía Odilo -hemos tenido una gran cosecha, vamos a tener una cantidad de fardos más grande que la del año pasado- 
-Gracias al cielo todo fue bastante bien, con las ventas podemos hacer frente al nuevo año para sembrar de nuevo- contestó Eugenia con la alegría de saber que el trabajo se hizo bien.
Los pequeños agricultores seguían llegando con su carga, el almacén estaba lleno y casi no había capacidad para más. En adelante se debía esperar que los grandes acopiadores de algodón lleguen de la capital para comprar la preciosa carga. Eugenia y Fermín se ocupaban de ello, el buen precio en el mercado los favorecía.
Al final de la semana llegaron los agentes para comprar toda la carga del almacén en el fundo y llenar con ella la bodega del barco, era el momento culminante y lleno de alegría por el trabajo terminado.
En el campo las tierras de cultivo debían ser removidas para descansar y ventilarse por varias semanas, luego se procedería a iniciar un nuevo ciclo de siembra. 
El compromiso de Eugenia y Eduardo cada día se afianzaba más, era el momento de conocer a la familia. Hasta esos días, Eugenia tenia ciertas reservas para conocer a los padres de Eduardo, ella deseaba esperar un tiempo para que su noviazgo madure, conocer mejor a su novio y después presentarse ante su familia. No deseaba precipitar las cosas. 

CONTINUARÁ