domingo, 18 de septiembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia todavía muy nerviosa y con muchas dudas llegó junto a Eduardo, Celestina y Martín a la hacienda que era propiedad de la familia. En la puerta de la casa los esperaban los padres y hermanos de Eduardo. Al ver a Eugenia la saludaron con amabilidad y la hicieron pasar al salón principal, Celestina y Martín fueron conducidos con el resto del personal que trabajaba en la casa. 
Eugenia entregó a la madre de Eduardo las flores y regalos que había traído. 
Anella fue  amable con ella y en ningún momento la hizo sentir incómoda, sino todo lo contrario, ella estaba deseosa de conocer a Eugenia. 
La casa de la familia era bastante grande y bien cuidada, en general la hacienda era una vasta propiedad que les permitía a los padres de Eduardo tener una buena posición económica. 
En el salón los padres conversaban con la nueva invitada mientras que en le comedor se disponía  todo para el almuerzo. Se sirvieron  vasos de limonada para que se refresquen a los recién llegados. Una empleada se acercó a la señora de la casa para decirle que podían pasar al comedor, el almuerzo estaba servido. Eduardo y Eugenia entraron de la mano, seguidos por los padres y hermanos, la familia en general tenía curiosidad por conocer a la novia de Eduardo. El comedor era amplio y bien decorado, la mesa estaba bien servida con  abundante comida. Los ventanales iluminaban el ambiente con luz natural, la conversación fluyó amena y cordial. La comida exquisita y el trato de la familia natural y sin demasiado protocolo, hicieron sentir a Eugenia cómoda y su nerviosismo poco a poco se fue disipando. También se hicieron los brindis de rigor y la presentación oficial de los novios, todos se veían alegres y a gusto en compañía de la recién llegada. 
Al terminar el almuerzo, Eduardo se disculpó con sus padres y se retiró del comedor con Eugenia para llevarla a conocer la propiedad, en el camino preguntó -¿qué te ha parecido mi familia?-.
-Eduardo, debo confesar que tus padres y hermanos han sido muy amables conmigo y no me he sentido incómoda o avergonzada, además la hacienda de tu familia es una gran propiedad, el trabajo seguro es muy fuerte para mantenerla productiva- contestó Eugenia segura de sus palabras. 
-Si mi querida Eugenia, el trabajo es arduo, pero ya estamos acostumbrados al ritmo fuerte en el  campo, sino imagina como hubiéramos llegado a todo esto-agregó feliz y orgulloso Eduardo de la propiedad de su familia.
Caminaron juntos hasta el corral donde se dedicaban a la crianza de caballos de raza fina, era una nueva  actividad  aparte del cultivo de algodón que les estaba proporcionando buenos ingresos. 
De regreso a la casa, los padres de Eduardo, Alonso y Anella, los esperaban para conversar y tomar un café en la sala más pequeña que tenía ventanas que daban a un jardín bien cuidado. Ellos estaban deseosos de conocer más a fondo a Eugenia que les había agradado desde el primer momento que la vieron. 
Entre la buena conversación y la compañía de la familia, las horas de la tarde pasaron volando, era la hora de despedirse. La visita a la familia fue una agradable experiencia, la madre de Eduardo pidió a Eugenia regresar pronto pero esta vez a quedarse todo un fin de semana, era un compromiso y no había forma de negarse. 
Eduardo acompañó a su novia hasta el fundo, Martín y Celestina iban con ellos, en el camino él prometió visitarla durante la semana. El compromiso entre los dos cada día se afianzaba, con la posibilidad de terminar en el altar.
En la noche en el fundo mientras Filomena servía la cena, Eugenia comentaba como había sido su visita a la hacienda de la familia de Santa María: -son personas agradables que me han recibido muy bien, su madre al principio reservada pero después su trato conmigo fue cálido y cordial. La hacienda es una propiedad hermosa, grande y bien cuidada. Pase un día estupendo en su compañía. La madre de Eduardo me pidió que regrese pronto, pero esta vez a quedarme todo un fin de semana, le prometí que así lo haría.
En esos días en el fundo no había mucho trabajo, la tierra de cultivo estaba en descanso y se había removido para que ventilara, la siembra todavía no comenzaba. En unas semanas más se debía abonar para prepararla a recibir las nuevas semillas de algodón. 
En la mañana muy temprano Eugenia se levantó, ese día quería ir de compras al pueblo y llevar un regalo para su amiga Lucero Encino que estaba esperando un bebé después de cinco meses de matrimonio. Ella y su esposo habían dispuesto esperar hasta el nacimiento de su hijo para irse a radicar definitivamente a la capital. 
En la carreta del fundo y en compañía de Martín llegaron al pueblo, Eugenia fue directo al almacén El Regalo donde compró varias telas de colores primaverales, planeaba hacerse algunos vestidos y dejar a tras la ropa de luto. En su visita al almacén, escuchó las nuevas noticias que venia de la capital que la gente comentaba. 
El nuevo presidente Andres Avelino Cáceres había tomado posesión del cargo y daba los primeros pasos en su mandato para la reconstruccion del país. Para entonces el guano dejó de ser el ingreso rico e importante que llenaba las arcas de la nación. Esos ingresos que en su momento representaron un caudal, no fueron utilizados en obras de infraestructura y lo que es peor se hablaba de malversación de fondos. En cambio el algodón todavía era un ingreso importante que sostenía parte de la economía pero no era suficiente. Gobernar el país bajo esas difíciles circunstancias era imposible. Se debía entonces buscar alternativas que garanticen ingresos. Primero había que revisar el presupuesto, dar nuevas leyes que garanticen el orden nacional y unifiquen el país. No, no era fácil hacer todo aquello en pocos días o en poco tiempo.
En medio de estos comentarios, Eugenia pensaba que en algo el algodón era un respiro para la alicaída economía que agobiaba el país. La gente a su alrededor daba fórmulas y alternativas para salvar la economía y dar un respiro al país. El pueblo era un barullo de entusiasmo y fe en el futuro. 
Eugenia también compartía la misma esperanza de que el país se levante y se una al lado de su nuevo  presidente. Con demasiada prisa terminó de hacer sus compras en el almacén de telas y después se fue a visitar a su amiga Lucero, el encuentro con ella la hizo recordar los tiempos en el colegio cuando compartían las clases sin ninguna otra preocupación, ni apremio, todo se reducía a estudiar y hacer las tareas, era una vida sencilla y feliz. Juntas recordaron a Lucrecia la querida amiga que se había ido tan temprano y conversaron sobre su nueva vida de casada, el acostumbrarse a la convivencia con el esposo -mi querida Eugenia, no es fácil la convivencia entre dos personas pero estamos poniendo de nuestra parte para que todo vaya bien y que nuestro matrimonio funcione-. 
El aspecto de Lucero era radiante ahora que esperaba su primer hijo. Eugenia le entregó el regalo que había comprado para ella, se despidieron con un gran abrazo después de compartir recuerdos y una agradable charla. Del paseo al pueblo regresó al fundo animada y tranquila con las nuevas noticias y con la visita a su amiga Lucero.
Sábado muy temprano Eugenia estaba lista esperando a Eduardo que venía por ella para llevarla a su hacienda como habían quedado. Filomena se quedaba en casa para encargarse de algunas tareas hasta su regreso el día lunes. Con un vestido celeste de tono pastel lucia primaveral viajaba en la carreta al lado de Eduardo, Celestina la acompañaba y llevaba una canasta llena de frutas frescas para regalar a la familia. Sin novedad ni percances en el camino llegaron a la hacienda al medio día. La familia al completo salió a recibirla, Eugenia saludo a los padres y a los hermanos de su novio y entregó a la madre la canasta de frutas. Anella le agradeció el presente y pidió a su hijo que  lleve la canasta a la cocina, mientras Eugenia con una pequeña maleta en las manos era conducida por la madre a su habitación que era amplia y con una gran ventana  al jardín. El decorado del cuarto era sencillo pero de buen gusto. Celestina fue dirigida al otro lado de la casa donde iba a dormir y le designaron algunas pequeñas tareas para que apoye en la cocina. 
Anella de inmediato congenio con Eugenia le agradaba su carácter y su buena disposición, la llevó a conocer toda la casa y a un pequeño patio donde ella criaba canarios que eran su pasión, las aves estaban bien cuidadas y protegidas en amplias jaulas. La madre de Eduardo casi acaparó a Eugenia y en los pocos momentos que tenía libres, salía a cabalgar con Eduardo por la inmensa propiedad de la familia. En la noche a la hora de la cena se reunían todos en el comedor, la comida era deliciosa y se disfrutaba de una amena conversación, luego las tertulias en la estancia con una copa de vino para terminar el día. El fin de semana con la familia de Eduardo fue agradable y le sirvió para conocer más de cerca a los padres y hermanos. Ella se sentía en confianza y disfrutó de su compañía.
Era inevitable que el fin de semana se termine, lunes muy temprano se despedía de Anella que fue su agradable compañía. Eugenia tenía que regresar al fundo. Agradeció a toda la familia su hospitalidad.
En el fundo conversaba con Filomena los detalles de su estadía en casa de la familia De Santa María, para ella  fue realmente agradable cambiar la rutina del trabajo por unos días de alegre estancia en la hacienda. 
Ahora era el momento de regresar al trabajo y revisar las cuentas y la lista de las compras para el fundo. Al día siguiente iba a salir con Odilo el capataz para recorrer el campo y saber como se iba comenzar el trabajo en las tierras de cultivo. 
En cuanto a su compromiso con Eduardo iba en serio y las visitas de su novio al fundo eran más seguidas. Los paseos al pueblo juntos eran parte de su día a día. Además varios fines de semana fue invitada a quedarse en la hacienda con la familia de Eduardo. Anella había congeniado con ella en sus gustos y carácter. 
Un día de semana Eduardo llegó de improviso a visitar a Eugenia, ella se sorprendió con su presencia. Él actuaba un poco misterioso, en medio de la conversación Eduardo se puso de pie y de uno de los bolsillo de su pantalón sacó una pequeña caja de forro azul. La abrió y tomó el anillo que guardaba, agarró con delicadeza la mano de su novia y le preguntó: 
-Eugenia quieres casarte conmigo-
La sorpresa de ella fue mayúscula, la pregunta la sorprendió porque no esperaba una propuesta tan seria. Ella quería casarse con Eduardo pero habían pasado solo siete meses de conocerse y eso no era mucho tiempo: -Eduardo nos conocemos hace poco tiempo, tu pregunta me ha tomado por sorpresa- contestó azorada.
-Siete meses es tiempo suficiente para mí, quiero estar contigo, casarme contigo y vivir a tu lado. ¿tú no deseas lo mismo?-preguntó.
-Por supuesto que deseo lo mismo, pero no es muy pronto para tomar esa decisión- contestó Eugenia.
-Mi amada, la vida para nosotros es ahora y si los dos queremos lo mismo, entonces acepta mi propuesta-. Eduardo decidido puso el hermoso anillo de compromiso en el dedo de Eugenia y la beso con amor y pasión. 
Ese anillo era una tradición dentro de la familia De Santa María, tres novias lo habian usado y ahora le pertenecía a Eugenia. Era una nueva vida que Eduardo le ofrecía y ella aceptaba su amor por siempre.

CONTINUARÁ       
  
                         
     


 

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