En el comedor la mesa estaba servida, impecable y bien decorada. Esperaba a los enamorados, en pocos minutos se serviría el almuerzo. Eduardo y Eugenia entraron tomados de la mano, él se acercó a la mesa y tomó la vinera de cristal, sirvió el vino en las copas, deseaba hacer un brindis por Eugenia y su nuevo amor que recién comenzaba.
-Querida Eugenia brindo por nosotros, nuestro futuro y nuestro amor-. señaló.
-Gracias Eduardo, yo también deseo brindar por nosotros-. contestó.
Alzaron sus copas y tomaron el exquisito vino para comenzar el almuerzo. Eduardo felicitó a su novia por el decorado y lo elegante de la mesa: -debo admitir que todo se ve tan bien que estoy asombrado- confesó.
Sentados uno frente al otro disfrutaron de un gran almuerzo, Filomena se había lucido en la cocina con la preparación de una comida exquisita. Comieron y brindaron por un nuevo comienzo de amor y felicidad. El almuerzo transcurrió tranquilo con una amena conversación y al terminar pasaron al jardín con sus copas de vino para conversar sobre anécdotas que habían vivido cada uno por separado.
La tarde se terminaba cuando Eduardo debía despedirse, ellos no olvidarían las horas que habían pasado juntos. Eduardo se acercó a Eugenia y con un beso le prometió que regresaría en dos días. Se separó de ella y se retiró.
Filomena notó la felicidad de la joven, era fácil darse cuenta que estaba enamorada, ella no ocultaba sus sentimientos.
Al iniciarse la semana Eugenia salió con Odilo a recorrer el fundo, éste comentó: -señorita Eugenia ya esta todo listo para que mañana se inicie la cosecha, los trabajadores del campo queremos que usted sea la primera que desmote una de las plantas de algodón, recuerde que esa era la tradición iniciada por su padre-.
-Si Odilo, recuerdo la tradición que inició mi padre. Mañana temprano me vestiré de blanco para ir al campo-. contestó Eugenia.
Con los primeros rayos de luz del nuevo día, Eugenia estaba lista como lo había prometido, con su vestido blanco de tele fresca y en el cabello llevaba un pañuelo atado del mismo color. En el lugar designado para comenzar la cosecha, notó que a su alrededor había gente que la estaba esperando, se acercó a una de las plantas y comenzó a desmotar los primeros copos de algodón con el aplauso de los peones y cuando ya no quedaba una sola mota en la planta se inició oficialmente la cosecha.
Parte de la mañana se dedicó a recorrer a pie algunas zonas del cultivo, Odilo la seguía de cerca, los peones contratados trabajaba con cuidado para no malograr las motas. Recordó a su padre y la felicidad que sentía por el trabajo bien realizado.
En la tarde cuando Eduardo llegó de visita, Eugenia le contó su experiencia en el campo para iniciar la cosecha y la tradición que había iniciado su padre: -es una bonita tradición Eugenia, me parece que es muy original- comentó Eduardo.
Los días de la semana pasaron sin grandes novedades y sí, con mucho trabajo, Eduardo visitaba la casa de su novia todos los días, estaban en el inicio de su amor y en la etapa más bonita de su relación.
A las 9 de la mañana del siguiente domingo después de las elecciones, en el local de los productores de algodón. La nueva junta directiva tomaba posesión de su cargo, Eugenia se encontraba en el local y ya ocupaba su asiento. Al iniciarse la sesión, la junta tomó la palabra, se dijeron los discursos, las promesas, se habló sobre las obras a ejecutar durante su cargo. Terminada la presentación llegó el turno de las mociones para hablar sobre algunos pedidos que querían hacer los asociados, Eugenia levantó la mano para pedir la palabra y hacer una propuesta, se puso de pie y habló sobre la importancia de crear una escuela para los peones y sus hijos donde puedan aprender a leer y escribir. Silencio en la sala por unos segundos, el ambiente se puso tenso, de pronto se escuchó una ola de protestas que decían -¡no! ¡no!... ¡ahora no estamos para pensar en eso! ¡el trabajo de la cosecha es primero! todo aquello es una pérdida de tiempo- decían muchos.
La sala en pleno se había negado, solo algunas voces solitarias apoyaron la propuesta de Eugenia. La mayoría se opuso. Eugenia lamentó la decisión y se dirigió a la sala para que la escuchen:
-No puede ser que todavía se tenga la idea que estamos viviendo en tiempos de la esclavitud. Lamento tanto esta actitud- después de decir estas palabras, se retiró.
Eduardo que se encontraba también en la sala fue tras ella para acompañarla, caminaron con dirección a la plaza principal del pueblo, seguidos unos pasos atrás por Celestina que hacia las veces de chaperona, como era la costumbre de la época.
Eugenia estaba triste por no ser escuchada: -Eduardo, no quiero pensar, ¡me niego a pensar! que los productores se negaron aceptar mi moción porque quieren que la gente del campo se mantenga en estado de ignorancia, a ellos les conviene esa situación - dijo Eugenia muy abatida.
-Querida, tú y yo sabemos que la educación es importante pero el trabajo en el campo es muy fuerte, en que tiempo y con que ánimo podrían asistir a la escuela-.
-Lo sé y lo que dices es razonable, no se trata de ir a una escuela de ocho horas, si no de asistir un par de horas para aprender lo básico- contestó Eugenia.
Eduardo comprendía el estado de frustración de su novia y le propuso volver a intentarlo en la próxima reunión pero Eugenia se negó: -no Eduardo, no nos engañemos esto no va a cambiar, hay ideas equivocadas que persisten con respecto a la gente que trabaja en el campo- señaló con pesar.
Los días continuaron su curso, Eduardo y Eugenia paseaban su amor, ellos no escondían la felicidad que los unía. En los paseos por el pueblo, las amistades los felicitaban, todos estaban de acuerdo con su compromiso.
En cuanto al clima político en el país, solo faltaban dos días para el domingo día de la votación, donde la población iba a elegir al nuevo presidente. Los candidatos eran los mismos que unas semanas antes estaban enfrentados en una guerra civil.
En aquella época los hombres tenían derecho al voto, no existía el voto femenino, a pesar que las mujeres representaban la mitad de la población en el país.
Domingo, día de la votación, en el pueblo había gran expectativa, por dar su preferencia de voto al candidato de su elección. Eduardo se presentó en la sala designada para tal evento, marcó su voto y lo depositó en las urnas, luego partió con premura al encuentro con Eugenia, ambos habían acordado ese día ir de paseo a la playa para pasar el día. Después de un corto viaje, del pueblo al fundo, llegó puntual para recoger a Eugenia. Martín estaba listo con la carreta y Celestina con una canasta llena de fiambres y refrescos para el almuerzo, sería la dama de compañía.
Entre los dos enamorados ya existía el protocolo serio de los primeros días, Eduardo saludó con un besó a Eugenia y ella con sus manos acaricio sus mejillas, luego comentó. -Eduardo no pregunto por quien has votado porque se que lo hiciste por el candidato de la mayoría que según el Dr. Murillo es el que va a ganar las elecciones-.
-Si, así parece que puede ser mi querida Eugenia, yo sugiero no perder más tiempo y vayamos de paseo como lo hemos planificado, en el camino podemos conversar sobre el tema- contestó Eduardo.
Filomena en la puerta de la casa despedía a los excursionistas, para ella esos viajes la agotaban y prefería quedarse a descansar y ocuparse de alguna labor.
Poco más de una hora tomó el tiempo de viaje para llegar a la playa, el día soleado era perfecto para pasear por la orilla del mar. Eugenia no venía a visitar el mar desde la tragedia de Lucrecia, de esto habían pasado algunos meses. De la mano de Eduardo se acercó al mar, mientras Celestina y Martín buscaban un lugar propicio en la arena donde armar un toldo para protegerse del sol y más tarde almorzar.
Eugenia no deseaba esperar más, junto a la orilla se quitó los zapatos y las medias e invitó a Eduardo a hacer lo mismo para mojar sus pies en las pequeñas olas refrescantes del mar. Un momento de silencio entre los dos al recordar a la querida amiga. Un recuerdo, una plegaria para que ella descanse en paz. Luego tomó del brazo a Eduardo para pasear junto al mar. Las palabras de amor entre los dos, los abrazos y los besos permitían acercar sus corazones, todo aquello era especial. Caminaron por la orilla y se alejaron a una gran distancia. Cerca al medio día regresaron al lugar elegido para almorzar. Todo estaba dispuesto para compartir los fiambres y las bebidas con Martín y Celestina.
Terminaron el almuerzo y los enamorados se sentaron cerca de la orilla, en silencio escuchaban las olas romper y acercarse a ellos. Las palabras estaban de más, ambos querían que ese momento no termine.
Tres de la tarde, el paseo llegó a su fin, debían regresar. Se colocaron las medias y los zapatos de nuevo y todos en la carreta partieron al fundo. En la casa, Eduardo se despidió de Eugenia: -mi amada, he pasado junto a ti un día especial, ha pasado todo para siempre recordar. Mañana tengo un día cargado de trabajo en la hacienda y no creo que pueda venir pero no te preocupes por mí, yo estoy de regreso en cualquier momento-.
-No te preocupes, aquí estaré para esperarte, el trabajo en el fundo también es fuerte, hemos comenzado la cosecha-. contestó Eugenia.
Al comenzar el nuevo día, los trabajos de cosecha continuaba, los peones sacaban las motas de algodón y luego todas se juntaban en fardos para ser transportados al almacén. También en esos días llegaban los pequeños agricultores con su cargamento de algodón para venderlo al fundo. Fermín el administrador se encargaba de recibirlos y pagarles en el momento su valiosa carga.
Después de varios días de intenso trabajo, la cosecha, había terminado, Eugenia y su caporal Odilo recorrían el campo donde hasta ayer habían plantas cargadas de copos de algodón y ahora todo se encontraba limpio:-Señorita Eugenia- decía Odilo -hemos tenido una gran cosecha, vamos a tener una cantidad de fardos más grande que la del año pasado-
-Gracias al cielo todo fue bastante bien, con las ventas podemos hacer frente al nuevo año para sembrar de nuevo- contestó Eugenia con la alegría de saber que el trabajo se hizo bien.
Los pequeños agricultores seguían llegando con su carga, el almacén estaba lleno y casi no había capacidad para más. En adelante se debía esperar que los grandes acopiadores de algodón lleguen de la capital para comprar la preciosa carga. Eugenia y Fermín se ocupaban de ello, el buen precio en el mercado los favorecía.
Al final de la semana llegaron los agentes para comprar toda la carga del almacén en el fundo y llenar con ella la bodega del barco, era el momento culminante y lleno de alegría por el trabajo terminado.
En el campo las tierras de cultivo debían ser removidas para descansar y ventilarse por varias semanas, luego se procedería a iniciar un nuevo ciclo de siembra.
El compromiso de Eugenia y Eduardo cada día se afianzaba más, era el momento de conocer a la familia. Hasta esos días, Eugenia tenia ciertas reservas para conocer a los padres de Eduardo, ella deseaba esperar un tiempo para que su noviazgo madure, conocer mejor a su novio y después presentarse ante su familia. No deseaba precipitar las cosas.
CONTINUARÁ
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