Habían llegado a la capital, era casi la media noche y corría un viento helado. Eduardo junto a Filomena y Celestina descargaron el equipaje y lo llevaron al interior de la casa, mientras Eugenia descansaba y se reponía del largo y pesado viaje.
Después de terminar de descargar los baúles y maletas, los viajeros comieron algunos fiambres que Filomena había preparado, todos se encontraban muy agotados terminaron de comer y se fueron a dormir.
Al día siguiente cuando se levantaron más descansados Eduardo y Eugenia recién tomaban conciencia de que estaban en su nuevo hogar, recorrieron con calma la casa, habitación por habitación. Esta tenía un patio central y alrededor de éste se encontraban los diferentes ambientes. La casa era cómoda y amplia, tenía muebles en cada habitación, una gran sala y un comedor con grandes ventanas desde donde se podía admirar el patio. Filomena y Celestina se dedicaron a limpiar y sacudir cada rincón del nuevo hogar que había estado cerrado por mucho tiempo. Organizar y acomodar las maletas era su tarea.
Eduardo y Eugenia tomaron un desayuno ligero, conversaban sobre la casa que a los dos les agradaba y se sentían a gusto, con algunos toques personales quedaría más confortable. Cómo Eduardo no tenía que presentarse a trabajar hasta al día siguiente le propuso a su esposa salir a pasear más tardes por las calles del centro.
-Me parece una buena idea salir y conocer un poco la ciudad pero quisiera dejar algunas cosas en orden en nuestra habitación, mientras Filomena y Celestina se ocupan de lo demás- contestó Eugenia.
-No querida, yo me ocupo de eso, tú en tu estado no puedes hacer mucho esfuerzo, dime que debo hacer y lo haré- contestó Eduardo mientras ayudaba a su esposa a sentarse en un sillón de la habitación.
Alrededor de las tres de la tarde Eduardo y Eugenia salieron a caminar juntos, fueron hasta la plaza principal que estaba a tres cuadras de su casa, para ella todo era nuevo y Eduardo le mostraba El Palacio de Gobierno, La Catedral, El Palacio Municipal que rodeaban la gran plaza.
Lima había sido escenario principal de la guerra del Pacífico y aun se estaba recuperando, en el imaginario de la gente quedaban recuerdos dolorosos de aquella época. La guerra trajo tristeza y dolor pero también puso de pie a toda la nación. Ahora se vivían tiempos de paz y era necesario la reconstruccion del país. Pasearon por las calles principales y Eduardo comentaba el caso de la Biblioteca Nacional que había sido recuperada por Ricardo Palma, un ilustre peruano encargado de devolverle su prestigio.
Comenzaba a oscurecer cuando los esposos regresaron a la casa, Filomena los recibió con unas tazas de té caliente para el frío y pancitos dulces. El lugar se veía limpio y ordenado, todo lucía en su lugar y las cortinas habían sido cambiadas por otras nuevas. Por fin se podía sentir el calor del hogar.
En la noche después de la cena, Eduardo comentaba con Eugenia sobre su trabajo en la naviera y las expectativas que tenía al respecto. Se dieron el beso de las buenas noches y se acostaron para dormir.
Al día siguiente Eduardo muy temprano se presentó en la naviera donde era su nuevo trabajo, quería estar al tanto de todo lo que debía hacer para desarrollar una buena estrategia.
Con el paso de los días la casa lucía impecable y cada mueble ocupaba su lugar. Eugenia poco a poco se iba acostumbrando a su nueva rutina y Eduardo a su trabajo, los dos conversaban en la noche de las cosas que habian realizado en el día.
Mas tranquila y relajada Eugenia escribía una tarde a la madre de Eduardo, le contaba todo lo que habían pasado desde su arribo a la cuidad:
-Querida Anella, junto a Eduardo nos estamos acostumbrando a nuestra nueva vida. Hasta el momento todo va bien, he conocido algunos lugares de la ciudad y estoy bien de salud con relación a mi embarazo, sé que en unas semanas cuando mi vientre se comience a notar no podré salir con la misma libertad a la calle, esta es una realidad. Ojalá puedan venir a visitarnos cuando sea el nacimiento del bebé, nosotros estaremos felices de recibirlos-. La carta continuaba con más detalles sobre sus actividades del día a día y líneas más abajo se despedía de ella enviando saludos y buenos deseos para toda la familia. Al terminar la carta para Anella, escribió otra carta para Virginia ahí le anunciaba que se encontraba viviendo en la capital desde hace unas semanas y le enviaba la dirección para saber si podía visitarla. Luego escribió otras cartas para el Dr. Murillo y para Fermín ambos les envía su dirección para estar comunicados y saber como iba el trabajo en el fundo y las cosas en la ciudad de Cañete.
Domingo en la mañana era un día de descanso Eduardo quería invitar a Eugenia de nuevo a pasear por el centro, en el camino conversaba sobre su vida de estudiante, la llevó hasta la casona de la centenaria Universidad de San Marcos.
Eduardo comentaba: -Eugenia esta es mi casa de estudios, aquí viví los mejores años de mi vida- luego le señalaba -ves ese cafetín de la calle del costado, ahí los estudiantes nos reuníamos para discutir sobre el momento político que se vivía en el pais y las nuevas ideas que recorrían Europa. Muchas de las discusiones terminaban a trompadas cuando se calentaban los ánimos, cada uno creía tener la solución a los problemas del país y no aceptaban una idea contraria. Eran los mejores tiempos y sé que ahora los estudiantes se siguen reuniendo en el mismo cafetin- finalizó Eduardo y contemplaba con felicidad su casa de estudios.
-Vaya forma de de resolver los problemas y defender sus ideas, no puedo imaginar como era ese ambiente, supongo que más de uno terminaba con un hueso roto- comentó Eugenia sorprendida.
Eduardo reía y contestó: -No mi querida esposa, la sangre nunca llegó al río, eran situaciones que después se olvidaban y la vida de estudio continuaba igual que siempre-.
En la tarde de ese mismo día, Eugenia fue a visitar a su madrina en compañía de Eduardo, ella quería saludarla y presentarle a su esposo. La madrina de Eugenia los recibió feliz cuando abrió la puerta de su hogar. La joven esposa comentaba con su madrina todas sus impresiones sobre la ciudad y su nueva vida de casada. Tomaron chocolate caliente para el frío que ese invierno era especialmente duro. Pasaron una tarde agradable conversando y recordando a los padres de Eugenia, al despedirse en un aparte su madrina la felicitaba por su boda y por su esposo que era todo un caballero.
En el camino de regreso a la casa y como todavía no oscurecía, Eugenia le pidió hacer una visita muy corta a la tía Rosalía para que se entere que ella había llegado a Lima, su casa no estaba lejos no les tomaría mucho tiempo llegar. A pesar que Eduardo estaba cansado, aceptó visitar a la tía.
La tía Rosalía era una persona muy expresiva con sus afectos por eso cuando Eugenia llegó a su casa no dejaba de abrazarla y decirle cuanto la quería y cuanto sentía la muerte de sus padres: -hijita tenías seis años cuando te vi por última vez y ahora verte casada y toda una joven feliz, siento una gran alegría por ti- decía con mucho entusiasmo que no permitía responder a Eugenia.
Las hijas de la tía Rosalía eran tres Adelia, Elina y Felicia, en ese momento no se encontraban en casa pero la tía hablaba por todas ellas y se atropellaba con sus palabras. El esposo de la tía Rosalía era más bien un hombre callado y reservado. Trabajaba en hacienda, era recaudador de impuestos. Eugenia lo recordaba a lo lejos cuando una vez visitaron el fundo hace muchos años atrás.
En el momento de despedirse Eugenia y Eduardo, la tía Rosalía les prometió que iría a visitarlos a su casa situada en la calle de Las Angustias #1316.
En el camino Eduardo comentaba: -Eugenia, tu tía es una persona muy intensa, cuando comienza hablar no hay nadie que la pueda callar-.
-Si, ella siempre ha sido así pero es una persona muy amable y cortés- contestó Eugenia y lamentaba no haber podido saludar a sus primas que eran más o menos de su misma edad.
En la noche en el silencio de su habitación y a la luz de las velas, Eduardo comentaba sus impresiones sobre la familia de Eugenia, fue muy correcto al referirse a ellas, en general eran buenas personas y luego agregó: -Eugenia, mañana tengo un día de trabajo muy ocupado- Eduardo cambio el tema.
-Tengo que ir hasta el puerto del Callao para inspeccionar el embarque de azúcar y algodón en las bodegas del barco. Cada día tengo más responsabilidades en la naviera. Voy a tener que salir antes del amanecer y es muy seguro que regrese en la noche- terminó de decir estas palabras y se quedó profundamente dormido. Eduardo, pensaba Eugenia, tenía un sueño profundo y reparador, eso era muy bueno porque al día siguiente despertaba descansado y con ganas de comenzar el nuevo día lleno de actividades.
Como había prometido la tía Rosalía, fue a visitar a Eugenia una semana después de su visita, está vez estaba acompañada por sus tres hijas, Adelia y su esposo, Elina que estaba comprometida en matrimonio y Felicia, la menor de todas y la más parecida a su madre, no paraba de hablar. Según ella se describía como la rebelde de la familia y decía: -nunca me voy a enamorar, nunca me voy a casar, yo quiero vivir libre como el viento-. Su madre se molestaba demasiado cuando la escuchaba hablar de esa forma. Junto a su tía y sus primas Eugenia pasó la tarde conversando y recordando los momentos familiares y las actividades a la que se dedicaban cada una de sus primas. Adelia trabajaba en el correo, Elina trabajaba en la recepción de un estudio de abogados y Felicia la más pequeña, recién había terminado el colegio. Fue una tarde intensa llena de recuerdos y de planes a futuro, las primas comentaban con Eugenia sus planes de bodas.
Al despedirse la tía Rosalía y sus hijas, Eugenia las acompaño hasta la puerta y las despidío con mucho cariño. Fue para ella una tarde familiar.
Las semanas pasaban y el vientre de Eugenia crecía, ya no era fácil para ella salir a pasear con su esposo, ahora se dedicaba a preparar el ajuar para su bebé.
Tejer primorosos roponcitos, chaquetitas de nansú de tela suave para la piel delicada del bebé, coser gran cantidad de pañales para el recién nacido y no debía olvidarse de vestir y adornar el moisés para que duerma el bebé los primeros meses de nacido. Era una tarea que parecía simple pero llevaba su tiempo y un gran trabajo.
Eduardo algunos día llegaba a la casa con una hermosa canasta de flores para su esposa, era su forma de halagarla y de estar a su lado en esas semanas de la gran espera.
En la casa se leían a diario las noticias de los diarios para estar enterados de lo que sucedía en el país y su economía. Por esos días una noticia se convirtió en un gran escándalo. El presidente Cáceres se había visto obligado a tomar medidas drásticas para reactivar la economía del país que vivía una gran crisis. Las medidas generaron polémica y discusiones en el congreso, la oposición protestó y optó por retirarse. El Presidente tuvo que reemplazar a los opositores más recalcitrantes, mediante elecciones complementarias para que se aprueben sus medidas. Todo esto causó malestar entre la gente que no comprendía bien ese proceder y mas adelante le traería grandes problemas al gobierno. También Avelino Cáceres se vio obligado a retirar la circulación del billete fiscal por su poco valor de compra y gravó con impuestos el comercio del tabaco y del alcohol.
Eran días difíciles y conflictivos, la gente se sentía engañada y descontenta, muchas de la medidas los afectaban en forma directa. El clima político no era bueno, ni se veía una pronta mejoría a futuro. El dinero ya no compraba lo mismo de antes y el público se lamentaba de esa situación.
Eugenia comentaba con Eduardo sobre estos temas y la preocupación de ambos era la misma, no era fácil salir adelante con la economía venida a menos.
Los esposos, trataban en medio de tanta polémica vivir su vida de hogar y tener la esperanza de que pronto iba a mejorar. La ilusión de esperar a su primer hijo, era la fuerza que los impulsaba a seguir adelante. El amor de ambos los complementaba.
CONTINUARÁ