domingo, 9 de octubre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Al llegar los novios a la estancia donde se celebraría la fiesta de la boda, los músicos contratados comenzaron a tocar la marcha nupcial. Los novios fueron los primeros en bailar y después el padre de Eduardo, habló con palabras dedicadas a su hijo y a su esposa le daba la bienvenida a la familia. Luego se brindó por los recién casados. La comida y la bebida eran abundantes, Anella había mandado traer toneles de vino para la fiesta. El festejo fue general, los esposos bailaban felices, cada uno de los hermanos de Eduardo sacó a bailar a Eugenia era su forma de felicitarla y recibirla en la familia. Cuando el cielo comenzaba a oscurecer se prendieron antorchas para alumbrar la estancia y que siga el festejo por los novios. La alegría y felicidad eran evidentes en Eduardo y Eugenia. La fiesta duró hasta pasada la media noche.
En un ambiente lo bastante alejado de la casa grande, estaba la habitación donde los novios pasarían su primera noche de bodas, era muy tarde para regresar al fundo. Mientras los padres de Eduardo despedían a los invitados, los recién casados se instalaban en la habitación que Anella había decorado con buen gusto y dedicación. En ese ambiente alejado y privado, eran solo ellos, no existía distancia ni impedimento para amarse y conocerse mejor. Eduardo se acercó a Eugenia la tomó en sus brazos como la primera vez que la besó, ahora eran esposos. Eugenia se entregó sin temor era solo el lenguaje del amor  el que hablaba. Envueltos en la pasión piel con piel se amaban. Eduardo sabía encontrar los puntos donde Eugenia se abandonaba y se entregaba en sus brazos. El mundo comenzaba con ellos y terminaba en ellos. Eran uno solo, en cuerpo y alma. 
Con la luz del nuevo día, los esposos amanecieron con sus cuerpos entrelazados, no habían palabras solo gestos de amor. Con el amanecer, recién tomaban conciencia de su entorno y de la habitación donde se encontraban  no tenían apuro en salir solo serenidad, la confianza entre los dos era evidente, la intimidad y el amor también.
Una hora más tarde tocaban la puerta de la habitación, era una empleada que traía el desayuno. Disfrutaban su momento a solas, conversaban y tomaban el desayuno, era tarde pero se alistaban con calma y sin prisa. Por unas horas el mundo se había detenido para ellos. Eugenia al vestirse se puso un bonito vestido azul prusia con cuello y puños blancos. Luego salieron de la habitación para reunirse en la casa grande con la familia  para la hora de almuerzo. 
En la casa familiar, Eugenia buscó a Filomena para preguntar si ella, Celestina y Martín estaban bien. Ella contestó que todos estaban bien y esperaban sus ordenes. Entonces Eugenia le dijo que guarde todo su equipaje porque después de almuerzo regresarían  al fundo. 
En la sala con la familia reunida comentaba los pormenores de la fiesta y de los invitados. Eugenia conversaba con Anella: -gracias por la organización y todos los detalles de la boda. No tengo palabras para darte las gracias por la fiesta en la hacienda y la ceremonia religiosa en la iglesia-.
-Te prometí que me encargaría de la boda y que eso sería nuestro regalo para ustedes  y he cumplido-. contestó La madre de Eduardo sonriente. 
Almorzaron los esposos con la familia en el comedor, Eugenia ahora tenía una gran familia y se sentía feliz y confiada. Después de disfrutar un delicioso almuerzo y brindar con vino por los recién casados, se tomó el café en la salita pequeña. Eugenia y Eduardo antes que oscurezca se despedían,  llegaba la hora de regresar al fundo. Eduardo comunicó a sus padres que se irían de luna de miel por unos días a un pueblo cercano a la cordillera. Con el equipaje guardado en la carreta, la despedida y los abrazos a la familia. Los esposos partían con la promesa de regresar pronto.
En el camino Eduardo prometía a Eugenia hacer un gran viaje de luna de miel, la ciudad escogida era New York: -mi querida esposa vamos hacernos un tiempo para viajar a New York, es mi promesa- tomó sus manos y las besos.
Eugenia sonreía feliz: -si querido, ese sería un gran viaje de bodas en barco para conocer la ciudad de New York-.
Los esposos llegaron al fundo, al caer la noche, Eugenia del brazo de Eduardo entró a la casa, ella tenía preparada una sorpresa cuando lo llevó a la habitación de recién casados para que vea lo bien que había quedado -Está será nuestra habitación Eduardo ¿te gusta?- preguntó.
-Si, es una hermosa habitación, está bien decorada y tiene grandes ventanales, los muebles quedaron muy bien. Gracias querida por estos arreglos-. contestó Eduardo.
Eduardo y Eugenia comenzaban una nueva vida, la ilusión de vivir juntos era ahora una realidad y esas eran las primeras mieles del matrimonio.
Los días avanzaban lentamente, la vida política en el  país por el momento estaba estable. El gobierno de Cáceres se fortalecía, atrás quedaba las luchas fratricidas y el desorden. La economía lentamente se reactivaba, aunque este proceso fue doloroso porque se vivía una total austeridad para que las medidas económicas surtieran efecto. El país se debatía en la peor crisis de su historia. El azúcar, el algodón y en menor cantidad la lana, seguían siendo el sostén de la economía. Las noticias sobre el país llegaban con retraso al pueblo de Cañete como al resto del país por lo difícil de las comunicaciones de la época. Los pobladores siempre esperaban con gran expectativa las noticias de la capital.
En el fundo La Alborada la vida continuaba, Eugenia y Eduardo habían regresado de su corta luna de miel se mostraban felices y estaban con ganas de empezar a trabajar. 
La tierra mostraba su bondad y fortaleza en el fundo, al permitir que los plantones de algodón crezcan fuertes y sanos. En esta etapa el riego era vital para continuar con éxito la campaña. El exceso de agua mataría las plantas y la poca cantidad de ella las secaría. Odilo que era el experto en el riego dirigía esta etapa para evitar que se corra algún riesgo y el trabajo de varias semanas se pierda. 
Era muy temprano en la mañana, Eugenia ese día no había salido al campo a supervisar el trabajo, no se sentía bien, su cuerpo estaba cambiando, las náuseas y mareos matutinos le indicaban que algo pasaba. Era el segundo mes que el sangrado natural se había suspendido, ya no tenía duda estaba embarazada. Eduardo se había ido temprano al pueblo, a su regreso le daría la feliz noticia, ella misma se sentía emocionada era una realidad que esperaban que ocurra. La preocupación por un instante fue que ya no podía salir a recorrer el campo, un golpe o un accidente sería fatal en su estado, ahora debía cuidarse.
Al media día llegó Eduardo a la casa y llamaba a su esposa -¡Eugenia! ¿Dónde estas? ¡Tengo que darte una gran noticia!- hablaba a viva voz.
Eugenia descansaba en su habitación, se sentía mal pero se puso de pie y fue al encuentro de Eduardo para contarle su feliz noticia.
Eduardo abrazó a su esposa, la besó en la frente y con alegría comentó: -Querida en diez días nos vamos a Lima. 
Unos segundos en silencio, Eugenia imaginaba que serían por unos días pero Eduardo sin dejarla hablar le explicaba que había llegado una carta de su amigo donde le decía que el trabajo que esperaba estaba a su disposición. Tenía tanto entusiasmo por la noticia que no vio la expresión de incredulidad en el rostro de su esposa. Volvió a besarla y luego se fue a la habitación para cambiarse de ropa.
La noticia dejo sin palabras a Eugenia, salió a la puerta y miró el campo de cultivo, pensó en lo que acababa de decir Eduardo, ¿Cómo iba a viajar a la capital si él sabía muy bien que ella tenía una gran  responsabilidad con el fundo?. Resuelta dio media vuelta para hablar con él y tratar de convencerlo que desista de ese viaje. 
-Eugenia caminó directo a la habitación, su esposo terminaba de vestirse para almorzar y habló con él con serenidad: -Eduardo, ¿Cómo vamos a viajar a Lima si tenemos que cuidar el fundo?, ¿has pensado en ello?-.
-Eugenia, no soy hombre de campo para quedarme en el fundo, comprende no puedo rechazar esta oportunidad-. contestó seguro de lo que decia. 
Su esposa no daba crédito a lo que escuchaba: -¿Por qué no hablaste de esto antes de casarnos? ¿por qué esperaste tanto tiempo para decir tu verdad?- preguntó molesta Eugenia.
-Porque todo este tiempo he tratado de luchar para acostumbrarme al trabajo del campo y no lo he conseguido, comprende por favor. Además no nos vamos para siempre, seguiremos pendientes del fundo. Fermín y Odilo pueden hacerse cargo y nosotros vendremos a supervisar cada tiempo, estaremos presentes en la cosecha. Todo este fundo es tuyo y yo quiero generar algo propio para compartirlo  contigo-. contestó Eduardo con el fin de convencer a su esposa.
Escuchar las palabras de Eduardo era demasiado para Eugenia -Tu sabes que nunca me he negado a compartir lo mío contigo, no puedo comprender tu actitud- contestó molesta. 
Era el primer desacuerdo entre los dos, ¿Qué iba a pasar ahora con ellos se preguntaba Eugenia? y salió de la habitación, Eduardo la siguió para encontrar la paz con ella: -Eugenia vamos almorzar tranquilos y después continuamos esta conversación, es mejor tener paz y calma para hablar sobre este tema-. finalizó Eduardo. 
Almorzaron en silencio, ninguno de los dos habló del tema. Más tarde Eugenia y Eduardo en la biblioteca conversaban con calma para resolver el conflicto: -querida este viaje no va ser ningún impedimento para que el fundo siga funcionando, recuerda que se viene un período donde la actividad en el campo es menor mientras crecen las plantas y esto toma su tiempo. Fermín te mandaría un informe mensual de como avanza el trabajo y el presupuesto de gasto que necesita el campo para que tú le envíes el dinero-. 
Era razonable lo que decía Eduardo, para él ya estaba todo resuelto pero Eugenia no terminaba de convencer la idea de un viaje para vivir en la capital. 
-Eduardo quiero que pensemos bien antes de tomar la decisión final, todo aquello es un cambio radical en nuestras vidas y debemos resolver en paz. Además con todo esto del viaje no he podido darte la noticia que es muy importante para los dos, estoy embarazada, no tengo duda sobre ello- comentó feliz Eugenia.
La cara de Eduardo se llenó de felicidad, por el momento nada más tenía importancia, un bebé era la mejor noticia de este mundo. Abrazó a Eugenia y la besó era un buen comienzo familiar. 
Dos días más tarde en la tranquilidad del hogar Eduardo comentaba con Eugenia sobre su trabajo en la capital. Se trataba de una empresa naviera muy importante que tenía su casa matriz en New York, él sería el director en Lima porque su amigo dejaba el puesto para viajar a Panamá y hacerse cargo de la oficina de la compañía en dicho país. Esta empresa compra productos en el Perú sobre todo algodón y minerales y luego los vende en el mercado internacional.  
-Eugenia, no podemos perder tiempo, tenemos que arreglar el viaje porque en unos días, yo tengo que estar en la capital lo más pronto- Eduardo estaba feliz con el rumbo que tomaba su vida.
-No me dejas elegir Eduardo, yo debo organizar las cosas en el fundo-. contestó molesta.
Eduardo se despedío de Eugenia, quería ir a la hacienda de sus padres para darles la buena noticia que iban a tener un nieto y además la noticia de su viaje a la capital.
La idea de un viaje no la llegaba a convencer a Eugenia, ella se quedó sola en la biblioteca y pensaba cómo irse de viaje en estas circunstancias. Quería tener calma para comenzar a tejer bellos roponcitos para el bebé, el primero sería  rosado y luego unos celestes y blancos también  porque no sabía si el bebé seria un varoncito o mujercita. 
Como era aun temprano y Eduardo no regresaría al fundo hasta la noche, Eugenia llamó a Celestina y le dijo que hable a Martín para que aliste la carreta, ella quería ir al pueblo para visitar al Dr. Murillo y hablar con él sobre el viaje a Lima que no terminaba de convencerla. Tenía la esperanza que su abogado hable con su esposo y logre hacerlo cambiar de idea. 
Eugenia comenzaba a sentir que la vida la llevaba por un camino que pensaba que no era para ella. Tal vez el Dr. Murillo la podía ayudar en el difícil momento que atravesaba su vida.


CONTINUARÁ       
       




 

  
 
  
        


 

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