lunes, 5 de diciembre de 2022

AL CALOR DE LOS RECUERDOS

Eugenia estaba decidida hablar con los dueños del local que deseaba alquilar para realizar su proyecto. Cruzó la calzada y tocó la puerta, tal vez había alguien que podía atender y dar razón sobre el alquiler. La puerta se abrió y una señora de aspecto amable la atendió. Eugenia comentó que venía por el aviso del diario, la señora la hizo pasar, en su interior el local era amplio, tenía una trastienda y al fondo un patio de tamaño mediano, suficiente para sus planes. En su mente podía imaginar la disposición de las vitrinas y mostradores, en general era mejor de lo que esperaba.
Habló con los dueños que eran la señora que la atendió primero y su esposo que también se encontraba en el local. Hablaron sobre el alquiler y sus condiciones. Eugenia estuvo de acuerdo con el contrato y les comunicó que más tarde regresaría para darles una respuesta definitiva. 
Salió del local feliz y llegó a su casa un poco tarde, Eduardo ya había llegado y jugaba con la pequeña Azucena. 
Eugenia se acercó y abrazó a su esposo e hija y comentó guardando un poco el misterio:
-¿Eduardo, más tarde me puedes acompañar a una dirección no muy lejos de aquí?- preguntó.
-¿Donde vamos?- dijo Eduardo intrigado.
-No, si te lo cuento ahora ya no sería una sorpresa, es mejor que estés presente en el lugar para decirte de que se trata- contestó Eugenia dejando un misterio en el aire. 
Eduardo no insistió, sabía que Eugenia no le diría nada por el momento. El almuerzo los esperaba en el comedor, Azucena junto a sus padres comía sus primeras papillas de verduras que era lo que su recién formado estómago podía tolerar. La conversación giró en torno de la próxima boda de la prima Elina y la tía Rosalía, su madre, que seguro no tenía tiempo para otra cosa que no fueran los preparativos de la boda y el almuerzo que daría a los invitados. 
-Querida, al lugar donde vamos, podemos llevar Azucena o es mejor que se quede en casa- comentó Eduardo. 
-Es mejor que se quede en casa con Celestina, nosotros podemos demorar un poco y ella debe hacer la siesta de la tarde-. contestó Eugenia y no dijo más palabras, quería que fuera sorpresa para su esposo.
Media hora mas tarde los esposos salieron de la casa con dirección a la calle del Colegio Real # 700. Eduardo ignoraba donde lo llevaba Eugenia, él la seguía confiado y medida que avanzaban por las avenidas, más se sentía intrigado.
-¿Por qué tanto misterio Eugenia? ya comienzo a preocuparme.
-No te preocupes querido, no es nada fuera de la ley, ya vamos a llegar estamos cerca- decía su esposa en tono de broma. 
Pasaron el edificio del congreso y dos cuadras más adelante Eugenia le señalaba el local a Eduardo. Parados ambos en la acera del frente Eduardo preguntó: -¿Eugenia nos vamos a mudar de casa? porque solo veo una puerta y nada más-.
-Si, es una puerta pero no nos vamos a mudar de casa, este es el local de mi nuevo proyecto, pienso abrir una pastelería y el lugar perfecto para hacerlo ¿qué te parece la idea?- preguntó al final Eugenia. 
Eduardo guardó silencio unos segundos, de verdad su esposa había logrado sorprenderlo, nunca imaginó que ella quería desarrollar un proyecto así. Después de unos segundos de desconcierto Eduardo contestó: -el local es bueno, la ubicación también. ¿Desde cuándo habías planeado este proyecto?-.
-Lo tenía planeado desde hace varias semanas, pero recién leí el anuncio del alquiler del local en el diario. Tu sabes que el oficio de pastelería lo aprendí con la religiosas del colegio donde estudié y ahora ha llegado el momento de poner en práctica todo lo aprendido. 
-Eugenia- dijo Eduardo muy serio -voy hacer un poco de abogado del diablo y te preguntó ¿has pensado en los pro y los contras del proyecto? ¿has hecho los cálculos y los planes para su desarrollo? ¿vas a tener el tiempo para dedicarte a ello?-. 
-¡Si! he pensado en todo aquello y si lo pienso demasiado no lo voy hacer. Ahora quiero que me ayudes a poner en el papel todo lo que se va a necesitar para este proyecto Eduardo estoy muy entusiasmada y siento que si lo podemos lograr. 
Eugenia estaba segura de sus planes, Eduardo la vio tan feliz que aceptó el reto, imaginó que de ahora en adelante iban a convertirse en socios.
Juntos cruzaron la calle y tocaron la puerta del local, la misma señora de la mañana abrió la puerta y los atendió, reconoció a Eugenia y lo hizo pasar. Luego de las presentaciones y de recorrer el local se habló del contrato y de la intención definitiva de alquilar el local. Solo quedaba una pregunta pendiente y si los dueños aceptaban se firmaría el contrato. Se trataba de construir un horno en el patio para cocinar los pasteles, tortas y todo lo que una pastelería podía necesitar. Los dueños no dudaron y aceptaron lo que Eugenia proponía. 
Todo salió bien y acordaron que en tres días se firmaría el contrato de alquiler en la notaría. Eduardo y Eugenia se despidieron de los dueños y en el camino de regreso a su casa conversaban sobre el proyecto. Había por delante trabajo que hacer. El temor que las cosas no salgan bien estaba presente pero ellos se apoyarían mutuamente. Eugenia había logrado contagiar su entusiasmo a Eduardo y eso ya era bastante. 
En medio de la turbulencia política y la lucha por el poder entre los partidos. La vida en la ciudad continuaba, la economía lentamente se recuperaba y la gente trataba de seguir adelante, no había otro camino.
El matrimonio de Elina y Vittorino Verme se celebraba la mañana de domingo, en la iglesia de Santo Domingo a las 12p.m, Elina con un vestido de corte sencillo pero asentador y un hermoso bouquet de rosas en las manos salía de la iglesia después de celebrar la ceremonia religiosa que fue emotiva, el sacerdote tuvo palabras sinceras para los recién casados. El novio sonreía, la novia lucía feliz y radiante. Vittorino no tenía familia en la ciudad, todos sus parientes vivían en Italia, pero lo acompañaban dos amigos y compatriotas Italianos, Jean Luca y Teodoro, personas alegres y ambles. Uno de ellos sabía tocar el acordeón y a la hora del almuerzo en casa de la tía Rosalía, Teodoro tocó varias melodías para que los novios e invitados bailen. 
La casa estaba adornada con flores, la mesa con un mantel blanco de encaje, los detalles habían sido bien cuidados y cuando los novios entraron los aplausos y el brindis los esperaban. Las palabras del padre de la novia que estaba emocionado porque su segunda hija se casaba. La tía Rosalía no podía hablar, esto era raro en ella porque siempre se desbordaba en palabras pero todo los presentes comprendían que la emoción la embargaba por eso nadie insistió, tal vez más tarde con algunas copitas de vino, se anime a decir algunas palabras.
La celebración fue íntima y familiar pero no por ello dejó de ser alegre. Eugenia en un momento aparte se acercó a la novia y le dijo: -Querida prima este es nuestro regalo de bodas- y le dio un sobre cerrado con dinero. 
-Espero que la dicha siempre llene tu hogar- abrazó a su prima y a Vittorino el esposo. 
Casi era de noche cuando Eugenia y Eduardo se despedían de los novios, los padres e invitados. Ellos eran los primeros en retirarse, debían cambiar y alimentar Azucena, su bebé. Después que se marcharon la celebración continuó hasta pasada la media noche. Con sus hijas Adelia y Elina casadas, la tía Rosalía podía sentirse tranquila, solo faltaba Felicia pero para ello debía esperar todavía algunos años.  Los novios partieron de luna de miel al norte del país por unos días. 
Al día siguiente de los festejos de la boda de su prima, Eugenia en el estudio de su casa planificaba el nuevo proyecto, sacaba las cuentas y hacía los cálculos de cuanto dinero necesitaba, después junto a Eduardo revisarían los números para saber si eran correctos. Contaba los días en que su sueño pueda hacerse realidad.
En la mañana del día en que se había acordado ir a la notaría para firmar los documentos del contrato de alquiler, Eduardo y Eugenia estaban presentes, leyeron una a una las cláusulas y estuvieron de acuerdo, se firmó el documento y con esto se daba el primer paso, ya era una realidad el alquiler de la tienda. Los dueños del local  desearon a Eugenia todo tipo de parabienes en su nuevo negocio y además Doña Clemencia agregó. 
-Por favor, avíseme cuando es la inauguración de la pastelería, me gustaría asistir- Eugenia le prometió que así lo haría. De tan solo imaginar que su proyecto se haría realidad se estremecía de felicidad pero también de temor. 
Ahora si, era una realidad el proyecto, sabía algunas reglas básicas de como iniciar un negocio, lo había aprendido con las religiosas en sus colegio, pero era importante comenzar a ejecutar las obras necesarias dentro  del local. En la tarde del mismo día fue a visitar la tienda para hacer una lista de todo lo que se necesitaba. Apunto en una libreta los arreglos que se debían realizar, como la nueva pintura en las paredes y mandar hacer los mostradores y vitrinas para exhibir los pasteles, aparte de ello también debía hacerse una gran mesa donde preparar la masa, ollas cucharones etc. Llamar también al albañil para que construya el horno, que era la pieza importante en su negocio.
En la noche después que Azucena se quedó dormida, Eugenia junto a Eduardo revisaban la lista de los trabajos a realizarse y conversaban sobre el negocio de como llevar la contabilidad. Luego se dedicaban a planificar cuantas personas se debía contratar. Era todo un mundo nuevo para ambos. 
En solo unos días en el local se habían contratado a los pintores y el albañil para construir el horno  de ladrillo. Eugenia escogió el color de las paredes y se mandó hacer los muebles y vitrinas, la inversión de dinero era respetable pero esto no la desanimaba.
Los trabajos en el local ya estaban en marcha pero hasta esos días no sabía que nombre ponerle a la pastelería, Eduardo le había dejado esa decisión a su esposa. Ella tenía muchas dudas sobre el nombre y  para despejar un poco su mente de los trabajos del local, fue a visitar a su amiga Marcela a la revista, con lo ocupada que estaba no la visitaba desde hace varios días. 
Las dos amigas juntas conversaban sobre el proyecto de la pastelería: -Eugenia tienes que publicar avisos en los diarios de la ciudad para que todos se enteren de la nueva pastelería que se abierto y se acerque a visitarla. El día de la inauguración tengo que asistir con uno de mis periodistas para que cubra la nota- hablaba Marcela también, con mucho entusiasmo. 
Eugenia no había pensado en publicar avisos, Marcela tenía razón, era una buena idea. Cuando se despidieron las dos amigas, en el camino Eugenia pensaba en el nombre que podía poner a la pastelería, hasta ahora no se le ocurría nada. 
Por aquellos días en la ciudad solían haber manifestaciones y revueltas, de pronto se juntaban grupos que podían ser simpatizantes del gobierno y otros grupos que no estaban con el gobierno y se enfrentaban en luchas que terminaban en golpes, palos y piedras para defender sus ideas, de estas batallas campales salían heridos y contusos. La policía tenía bastante trabajo para disolver estas revueltas. 
Contra las turbas se debía tener cuidado de no cruzarse en su camino porque atropellaban sin contemplación a cualquier parroquiano que encuentren. Cuando la gente veía que estos grupos se acercaban corrían por las calles para ponerse a salvo.
Temprano en la mañana Eugenia disponía de como iba ha ser su día, estaba con Filomena dando las instrucciones para el almuerzo. Eduardo no venía hasta la noche, él debía ir al puerto para inspeccionar asuntos de la naviera. 
La tía Rosalía llegó de visita a la casa de su sobrina, Eugenia se disculpó pero tenía que hacer algunas diligencias que no podían esperar: 
- Tía me va a disculpar pero tengo que salir en este momento que le parece si usted viene en la tarde y conversamos todo lo que desee. La espero a las 4p.m-. 
La tía Rosalía un poco contrariada contestó que estaba de acuerdo y que iba a regresar en la tarde, se despidio de su sobrina y se marchó.
Eugenia le dio un beso a la bebé Azucena y la dejó en brazos de Celestina. En compañía de Filomena salió de la casa con dirección al local para supervisar como estaban quedando los arreglos de pintura y albañilería. Al llegar a la tienda vio que las paredes lucían impecables con la nueva pintura y en la trastienda ya estaba la gran mesa que se necesitaba con las medidas precisas. En el patio estaba el maestro albañil dando los últimos toques para terminar el horno, sin éste no podía funcionar la pastelería. 
Eugenia se sentía feliz al ver las obras tan avanzadas, el horno una vez terminado se debía esperar a que seque bien para luego curarlo, es decir prenderlo con leña por varias horas. 
Caminó de nuevo hasta la entrada donde irían las vitrinas y los mostradores, faltaba poco para dar fin a los trabajos dentro del local y ahora era el momento de pensar en contratar al personal que trabajaría con ella. Éste era un tema delicado el escoger al personal. Además de ser el tiempo definitivo para   pensar  en el nombre  de la pastelería. Nada debía quedar sin ser planificado o en el aire.


CONTINUARÁ

        
   
                               
                    


 

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