En la tarde como lo había prometido la tía Rosalía, se presentó en casa de Eugenia, puntual a las 4 p.m. Lucía un aspecto acalorado y un poco cansado mientras esperaba a su sobrina en la sala, se daba aire con un precioso abanico regalo de su esposo.
En presencia de Eugenia al comienzo hablaba sobre temas generales: -hay querida niña como ha subido la temperatura en la ciudad, yo sufro tanto con el calor- mientras decía estas palabras, no paraba de darse aire con su abanico.
La tía Rosalía tomó un poco de aire y por fin habló sobre la pastelería. Ella daba vueltas en su conversación, no se atrevía a comentar lo que realmente deseaba. Eugenia la escuchaba con atención sin interrumpirla y le ofreció una limonada para que se refresque.
Con el vaso de limonada en la mano y el abanico en la otra, la tía Rosalía por fin se animó hablar:
- Querida Eugenia no quisiera molestarte ni tampoco deseo que lo tomes a mal- la tía seguía dando vueltas para escoger bien las palabras y agregó -si vas a necesitar personal que trabaje en la pastelería ¿crees que podrías considerar a Felicia para un puesto dentro del personal?- respiró con calma ya había soltado la pregunta.
Eugenia estaba sorprendida, ella no lo había pensado, Felicia era una persona de confianza y ponerla a prueba en el trabajo, no estaba de más.
-Tía- contestó Eugenia -voy a considerar su petición, diga usted a Felicia que venga mañana en la mañana para conversar-.
A la tía le volvieron los colores al rostro, estaba temerosa de que su sobrina le de una negativa pues según ella, Felicia era su hija rebelde, pero con una ocupación no estaría pensando en rebeldías ni tendría pajaritos en la cabeza.
En la noche, luego de la cena y de que Azucena estuviera durmiendo en su cuna, Eugenia comentaba con su esposo cuán avanzados estaban los trabajos en la tienda de la pastelería, en unos días más se terminaría todo. Después había que prepararse para lo más fuerte, la apertura de la pastelería. También le comentó sobre la petición de la tía Rosalía que deseaba que su hija Felicia trabaje con ella. Eduardo estuvo de acuerdo -me parece que es una buena idea, tu prima es una persona de confianza y si sabe hacer bien su trabajo va hacer de una gran ayuda-.
Si pensó Eugenia, su esposo tenia razón, conversar con ella en la mañana le iba a permitir saber si realmente era apta para el trabajo tiene que hacer.
En la mañana del día siguiente, Felicia se presentó en casa de Eugenia, ella ya la esperaba y la hizo pasar al salón y explicar en que consistía el trabajo. Su prima estaría en la tienda para ayudar en la atención al público y en lo que se pueda presentar cuando Eugenia le mande a entregar algún pedido.
Felicia estuvo de acuerdo con los detalles del trabajo y de lo que tenía que hacer, entonces preguntó:
-¿Desde cuando comienzo a trabajar?-.
Eugenia contestó -desde hoy día, solo exijo de tu parte responsabilidad en el trabajo, buena actitud con el público y puntualidad en los horarios- señaló Eugenia para que quede claro el tema.
Felicia volvió a decir que estaba de acuerdo -prima Eugenia de mi parte no tendrá queja alguna-.
Aclarados los temas, Eugenia invitó a Felicia al estudio para elaborar el cartel de aviso para contratar personal. La joven fue la encargada de hacer el cartel, mientras Eugenia examinaba las cuentas de los gastos realizados hasta el momento, los números eran considerables, luego revisó el correo que traía el informe de Fermín sobre los trabajos en el fundo, gracias a Dios en el campo todo iba muy bien.
El cartel de aviso no debía ser muy grande pero si de tamaño suficiente para que se vea cuando la gente pase por la vereda. Una vez terminado el cartel
Eugenia llamó a Filomena para darle algunas indicaciones sobre las cosas que se debían hacer en casa y la recomendó el cuidado de Azucena a Celestina.
-Felicia vamos al taller del maestro que va crear el letrero con el nombre para el local, ya sé como se va a llamar "Pastelería Las Delicias". Este es un nombre corto y fácil de recordar para el público que al entrar a la tienda se encuentre con un mundo de sabores dulces y exquisitos- comentó Eugenia y junto a su prima partieron con dirección al taller del maestro.
Entre las calles ubicaron muy pronto la dirección del taller y después de explicar al maestro lo que deseaba mandar hacer con sus ideas y los colores. Se retiró del lugar.
-Ahora que hemos mandamos hacer el cartel, todavía tenemos tiempo para visitar la tienda y supervisar los últimos trabajos- decía esto mientras caminaba por la calle del congreso para llegar a la pastelería.
Dentro del local las obras, casi terminaban, las vitrinas ya estaban instaladas, el carpintero y sus ayudantes daban los últimos ajustes al mostrador. Todo el trabajo comenzaban a tomar forma, los nervios y el suspenso también.
-Felicia, tengo un gran temor- decía Eugenia -si nadie viene a la inauguración que va a pasar-.
-No Eugenia, como hablas así, toda la ciudad va a venir a la inauguración, debes tener calma-. contestó con entusiasmo su prima para animarla.
Pero los nervios de Eugenia eran reales y sus temores también, cada día que pasaba se acercaba más el día de la inauguración y quería que todo quede perfecto. Después de recorrer el local y dar su aprobación a los trabajos, salieron del lugar para regresar a la casa.
En el comedor la hora del almuerzo conversaba con su esposo, Felicia estaba invitada almorzar. Eduardo le daba algunas ideas a Eugenia de como seleccionar al personal que iba a trabajar, estos debían tener conocimientos y experiencia en panadería.
-Felicia, te pido por favor que mañana vengas a las 8p.m para que me ayudes en la tarea de seleccionar a los obreros de la panadería- comentó Eugenia.
Su prima le prometió que estaría puntual a la hora señalada y se despidio. La selección del personal debía ser cuidadosa.
Felicia llegó muy temprano, al local de la pastelería donde se encontraría con Eugenia. Ya en la puerta de entrada había una cola que se comenzaba a formar para solicitar el empleo. Gran parte de la mañana se pasó en la tarea de seleccionar a los futuros trabajadores. Cerca del medio día Eugenia le pidió a Felicia que retire el cartel de aviso, habían sido seleccionados tres jóvenes para trabajar, sus nombres eran Polonio, Atencio y Justo, ellos trajeron sus documentos policiales y partidas de nacimiento, además de examen médico.
Los tres jóvenes tenían conocimiento de panadería y experiencia. Eugenia habló con los tres empleados seleccionados de cómo seria su trabajo y dejó bien en claro las reglas dentro del local y horarios de entrada y salida que se debían cumplir. Para finalizar el tema les dijo que comenzaban a trabajar al día siguiente.
Ahora sí, el tiempo estaba en contra, avanzar con el arreglo del local y organizar los utensilios de cocina para tenerlos a la mano. Contratar al mercader para que abastezca los insumos necesarios para la preparación de pasteles, manjares, merengues, crema pastelera, crema de chocolate para bañar las tortas, era importante tener un orden para que todo funcione como un reloj. La lista era larga y tenían que darse prisa si querian llegar a la fecha de inauguración. Con Felicia fueron a visitar los diferentes comercios para hacer los contratos y pedidos de insumos para la pastelería, al final dejaron la visita a la fábrica de caramelos y galletas porque deseaban comprar una variedad de diferentes golosinas para que estén al alcance del los niños.
Eugenia, Felicia y los tres jóvenes contratados comenzaron hacer el arreglo de los utensilios en la trastienda donde se haría la preparación de los dulces y pasteles. Se aseguraron de que el horno funcione correctamente porque de no hacerlo estarían perdidos.
Eduardo fue a visitar el local y quedó gratamente sorprendido con el decorado y la ubicación de los muebles, todo lucía impecable y de buen gusto.
El día de la inauguración había llegado solo faltaban algunos detalles para finalizar. El letrero con el nombre de la pastelería estaba siendo colocado en ese momento. A las once de la mañana sería la inauguración, Eugenia supervisaba cada detalle e indicaba donde debían ir las fuentes con los pasteles para los invitados, las vitrinas debían estar llenas. El día anterior habían trabajado todo el día para tener listos todos los dulces y pasteles. Felicia y los nuevos ayudantes seguían al pie de la letra las indicaciones escritas en las recetas de Eugenia. Muy importante era tener cuidado en la elaboración de la receta para que no perder el sabor y la calidad.
Con su blusa blanca de fino encaje y falda oscura Eugenia sentía los nervios de una principiante. Eduardo y la bebé Azucena con Filomena y Celestina no tardarían en llegar, ellos eran los primeros invitados.
El sacerdote de la iglesia de San Pedro había sido invitado para que otorgue la bendición al local. A las once de la mañana se abrieron las puertas del local de par en par, el lugar se veía adornado con algunas cadenetas de colores las paredes pintadas con pintura nueva y los muebles blancos lucían bien. Fuentes de pasteles bañados con crema, tortas, bombones de chocolate, dulces y galletas sobre el mostrador al alcance de los invitados. Felicia y los tres jóvenes panaderos, estaban vestidos con mandiles blancos impecables y gorros de tela en la cabeza listos para atender a los invitados.
La infaltable tía Rosalía y su esposo fueron los primeros en llegar, al ver el local decorado solo tenían palabras de elogio para Eugenia. Poco a poco llegaban más invitados, sus primas con sus respectivos esposos, Vittorino había traído a sus amigos Jean Luca y Teodoro. Su madrina sus amigas también se acercaron. Eduardo y la bebé todavía no llegaban Eugenia se preguntaba porque demoraban tanto. En el momento que entraba su amiga Marcela con uno de sus periodistas para cubrir la nota de la inauguración, atrás de ella entraba Eduardo con Azucena en sus brazos. Eugenia por fin respiraba tranquila su familia estaba cerca.
-Eduardo por fin llegaste, yo estoy tan nerviosa que no sabía que hacer- decia Eugenia.
-No te preocupes solo fue un pequeño retraso pero aquí estamos. Tú que pensabas que nadie iba a venir a la inauguración y mira, la tienda está casi llena de gente que quiere probar tus ricos pasteles- contestó Eduardo a su esposa.
Eugenia se sentía feliz aunque todavía sus nervios los podía sentir, pero pensaba que la vida era dulce y que por fin se habían abierto las puertas de la pastelería para que el público disfrute de un mundo dulce de deliciosos sabores.
CONTINUARÁ
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