Salí del cuartel que había sido mi casa por un año, no voy a negar que me sentí un poco triste porque en aquel lugar hice amigos y aprendí cosas nuevas que me servirían de sustento para el futuro.
-Sargento- interrumpió Elia -usted volvió a encontrarse con el General que lo ayudó en sus inicios-.
-No, lamentablemente no volvimos a vernos. años más tarde lo busqué pero él ya no estaba en este mundo- contestó con tristeza el Sargento.
Pero ahora déjeme continuar con la historia. Elia Ruiz levantó la mano y dijo -continúe usted, no lo voy a interrumpir-.
Como le decía, salí del cuartel y hasta ese momento no sabía donde iba a ir, di algunos pasos inseguros en la vereda frente al cuartel, luego decidí ir a la casa de la tía Carmina para pedirle por favor me de hospedaje por unos días, hasta saber a ciencia cierta que iba ha hacer más adelante. En los primeros pasos de la vida un hijo necesita el apoyo de sus padres, los míos por estar lejos no podían darme su ayuda, por ese motivo tuve que molestar a la tía que muy feliz me recibió. Yo comenté con ella que serían unos días hasta encontrar donde vivir y buscar trabajo. Mi tía me habló sobre su vecina que alquilaba habitaciones y luego agregó -puedes encontrar trabajo en el taller del señor Cleto, como su ayudante y técnico electricista. Yo le agradecí el consejo y prometí que buscaría al señor Cleto para hablar con él. Tenía un poco de dinero con el que podía pagar una habitación y luego con mi trabajo comprar comida, no deseaba por nada de este mundo incomodar a mi tía y a su familia por muchos días. Era diciembre y las fiestas de fin de año se acercaban. Mi tía Carmina me preguntó si iba a subir a la montaña por esos días para visitar a mi familia. Fui directo, le contesté que no, que no podía, ya tenía decidido lo que iba hacer. -Querida tía- exclamé -mañana parto a Lima, a la capital tengo que hacer algunas gestiones en la ciudad-. Ella contestó confundida -hijo, no pienses que te estoy botando de mi casa, solo estaba preguntando-. Yo agregué rápidamente -No se preocupe tía, sé que usted no me está botando sino todo lo contrario quiere ayudarme pero tengo que viajar a la capital, para mí es importante averiguar y hacer unas gestiones-. Es cierto que como técnico electricista podía trabajar y ganar un dinero, pero a mí me habia gustado la vida en el ejército y quería continuar en eso. Me gustaba el orden, la disciplina y servir a los demás. Ese mismo día compré mi pasaje para Lima. Al día siguiente me despedí de la tía Carmina, de su esposo e hijos, agradecí su ayuda, ella me dio un beso en la frente y sus bendiciones. A ella le entregué una carta para mi padre, donde explicaba el por qué de mi de viaje. Me despedí de la ciudad del Cuzco y partí a la capital, con este viaje se abría una nueva etapa para mi futuro, aunque éste se tornaba incierto, yo tenía que seguir adelante. El viaje por tierra fue largo y cansado, llegue a Lima con el cuerpo adolorido de estar tantas horas en la carretera. Nunca antes había estado en la capital, no conocía nada, todo era nuevo. Debía conseguir un lugar donde hospedarme que fuera cómodo y sencillo, no podía derrochar el poco dinero que tenía. En la misma agencia de viajes averigüé que había un hospedaje cerca, me dirigí al lugar, era sencillo pero limpio y el precio económico, lo tomé en el acto y luego de cambiarme de ropa me dispuse averiguar donde podía ubicar la escuela de policía. Estaba decidido, yo no tenía mucho dinero, no podía perder tiempo para averiguar como era el ingreso a la escuela. Fui hasta el lugar donde quedaba, mi sorpresa fue grande al saber que podía presentarme a la Escuela de Suboficiales para ser policía. Como era licenciado del ejército tenía algunas ventajas porque conocía como era la vida militar. Además el dinero no me alcanzaba para más. Mi inscribí para el ingreso y mientras no empezaba la escuela trabajé como técnico en un taller, gané algún dinero que me fue muy útil para mantenerme mientras esperaba dar los exámenes. Ingresé a la escuela con un examen impecable, había estudiado en el ejército y aquello me sirvió para presentarme. Con los ejercicios y la vida disciplinada en el ejército había ganado talla y fuerza muscular. Nada era nuevo para mí, en la vida de la escuela.
-Sargento- preguntó Elia -hasta ese momento usted había cumplido sus deseos pero al llegar a la capital no sintió temor o desconfianza, no tenía amigos, ni familia, no conocía a nadie-.
-Señorita Elia- contestó el sargento -claro que tenía miedo, pero mis deseos de seguir adelante me daban valor, poco a poco fui aprendiendo cómo era vivir en una ciudad grande-.
Amanda esposa del Sargento Sánchez, interrumpió la conversación, el tiempo había pasado muy rápido y la hora de descanso de Elia Ruiz terminaba.
-¿Señora cómo está usted?- saludó Elia -estaba atenta, escuchando la historia de vida de su esposo. ¡Qué bueno! que tengan fecha para operación de su esposo-.
-Si, es bueno saber cuando se va operar. Veo además que está muy interesada en la vida de Gerardo-. contestó con una sonrisa Amanda.
Elia Ruiz se despidió de los esposos y se fue a su oficina a seguir con su trabajo.
-Amanda- refutó su esposo -no sabes lo bien que me hace olvidarme un rato de mi enfermedad, la señorita es una persona fina y muy seria-.
-Lo sé Gerardo, no te preocupes, ella tiene la misma edad de nuestra hija Lucy- agregó Amanda.
-A propósito, nuestra hija llamó a noche para saber como estábamos. No le dije nada sobre tu enfermedad, ni operación-. Amanda mintió para no alterar a su esposo, ella lo conocía y lo menos que deseaba era iniciar una discusión. El padre no sabía que sus hijos iban a llegar en unos días para estar junto a él.
Hablaron de temas generales y de la familia, terminada la hora de visita Amanda se despidió, faltaban todavía unos días para la operación pero las dudas y la incertidumbre, estaban presentes. ¿Qué podían arrojar los resultados de la operación?, no se sabia.
CONTINUARÁ