domingo, 28 de abril de 2024

TRES HISTORIAS...¡5,500 MSNM!

Salí del cuartel que había sido mi casa por un año, no voy a negar que me sentí un poco triste porque en aquel lugar hice amigos y aprendí cosas nuevas que me servirían de sustento para el futuro.
-Sargento- interrumpió Elia -usted volvió a encontrarse con el General que lo ayudó en sus inicios-.
-No, lamentablemente no volvimos a vernos. años más tarde lo busqué pero él ya no estaba en este mundo- contestó con tristeza el Sargento.
Pero ahora déjeme continuar con la historia. Elia Ruiz levantó la mano y dijo -continúe usted, no lo voy a interrumpir-.
Como le decía, salí del cuartel y hasta ese momento no sabía donde iba a ir, di algunos pasos inseguros en la vereda frente al cuartel, luego decidí ir a la casa de la tía Carmina para pedirle por favor me de hospedaje por unos días, hasta saber a ciencia cierta que iba ha hacer más adelante. En los primeros pasos de la vida un hijo necesita el apoyo de sus padres, los míos por estar lejos no podían darme su ayuda, por ese motivo tuve que molestar a la tía que muy feliz me recibió. Yo comenté con ella que serían unos días hasta encontrar donde vivir y buscar trabajo. Mi tía me habló sobre su vecina que alquilaba habitaciones y luego agregó -puedes encontrar trabajo en el taller del señor Cleto, como su ayudante y técnico electricista. Yo le agradecí el consejo y prometí que buscaría al señor Cleto para hablar con él. Tenía un poco de dinero con el que podía pagar una habitación y luego con mi trabajo comprar comida, no deseaba por nada de este mundo incomodar a mi tía y a su familia por muchos días. Era diciembre y las fiestas de fin de año se acercaban. Mi tía Carmina me preguntó si iba a subir a la montaña por esos días para visitar a mi familia. Fui directo, le contesté que no, que no podía, ya tenía decidido lo que iba hacer. -Querida tía- exclamé -mañana parto a Lima, a la capital tengo que hacer algunas gestiones en la ciudad-. Ella contestó confundida -hijo, no pienses que te estoy botando de mi casa, solo estaba preguntando-. Yo agregué rápidamente -No se preocupe tía, sé que usted no me está botando sino todo lo contrario quiere ayudarme pero tengo que viajar a la capital, para mí es importante averiguar y hacer unas gestiones-. Es cierto que como técnico electricista podía trabajar y ganar un dinero, pero a mí me habia gustado la vida en el ejército y quería continuar en eso. Me gustaba el orden, la disciplina y servir a los demás. Ese mismo día compré mi pasaje para Lima. Al día siguiente me despedí de la tía Carmina, de su esposo e hijos, agradecí su ayuda, ella me dio un beso en la frente y sus bendiciones. A ella le entregué una carta para mi padre, donde explicaba el por qué de mi de viaje.  Me despedí de la ciudad del Cuzco y partí a la capital, con este viaje se abría una  nueva etapa para mi futuro, aunque éste se tornaba incierto, yo tenía que seguir adelante. El viaje por tierra fue largo y cansado, llegue a Lima con el cuerpo adolorido de estar tantas horas en la carretera. Nunca antes había estado en la capital, no conocía nada, todo era nuevo. Debía conseguir un lugar donde hospedarme que fuera cómodo y sencillo, no podía derrochar el poco dinero que tenía. En la misma agencia de viajes averigüé que había un hospedaje cerca, me dirigí al lugar, era sencillo pero limpio y el precio económico, lo tomé en el acto y luego de cambiarme de ropa me dispuse averiguar donde podía ubicar la escuela de policía. Estaba decidido, yo no tenía mucho dinero, no podía perder tiempo para averiguar como era el ingreso a la escuela. Fui hasta el lugar donde quedaba, mi sorpresa fue grande al saber que podía presentarme a la Escuela de Suboficiales para ser policía. Como era licenciado del ejército tenía algunas ventajas porque conocía como era la vida militar.       
Además el dinero no me alcanzaba para más. Mi inscribí para el ingreso y mientras no empezaba la escuela trabajé como técnico en un taller, gané algún dinero que me fue muy útil para mantenerme mientras esperaba dar los exámenes. Ingresé a la escuela con un examen impecable, había estudiado en el ejército y aquello me sirvió para presentarme. Con los ejercicios y la vida disciplinada en el ejército había ganado talla y fuerza muscular. Nada era nuevo para mí, en la vida de la escuela. 
-Sargento- preguntó Elia -hasta ese momento usted había cumplido sus deseos pero al llegar a la capital no sintió temor o desconfianza, no tenía amigos, ni familia, no conocía a nadie-.
-Señorita Elia- contestó el sargento -claro que tenía miedo, pero mis deseos de seguir adelante me daban valor, poco a poco fui aprendiendo cómo era vivir en una ciudad grande-.
Amanda esposa del Sargento Sánchez, interrumpió la conversación, el tiempo había pasado muy rápido y la hora de descanso de Elia Ruiz terminaba.
-¿Señora cómo está usted?- saludó Elia -estaba atenta, escuchando la historia de vida de su esposo. ¡Qué bueno! que tengan fecha para operación de su esposo-.
-Si, es bueno saber cuando se va operar. Veo además que está muy interesada en la vida de Gerardo-. contestó con una sonrisa Amanda. 
Elia Ruiz se despidió de los esposos y se fue a su oficina a seguir con su trabajo.
-Amanda- refutó su esposo -no sabes lo bien que me hace olvidarme un rato de mi enfermedad, la señorita es una persona fina y muy seria-.
-Lo sé Gerardo, no te preocupes, ella tiene la misma edad de nuestra hija Lucy- agregó Amanda.
-A propósito, nuestra hija llamó a noche para saber como estábamos. No le dije nada sobre tu enfermedad, ni operación-. Amanda mintió para no alterar a su esposo, ella lo conocía y lo menos que deseaba era iniciar una discusión. El padre no sabía que sus hijos iban a llegar en unos días para estar junto a él.
Hablaron de temas generales y de la familia, terminada la hora de visita Amanda se despidió, faltaban todavía unos días para la operación pero las dudas y la incertidumbre, estaban presentes. ¿Qué podían arrojar los resultados de la operación?, no se sabia.


CONTINUARÁ 

               

 

lunes, 22 de abril de 2024

TRES HISTORIAS... ¡5,500 MSNM!

Cuando Amanda llegó a su casa ya había oscurecido, ella tuvo una larga conversación con su esposo en el hospital. Él tenía cierto temor de lo que iba ha suceder o de lo que podían encontrar en el interior de su cuerpo cuando lo operen. 
-Gerardo- le decía su esposa para tranquilizarlo -tienes que serenarte y pensar que todo va a salir bien, yo sé que nunca te han operado  pero vas a estar muy bien-.
-Amanda recuerda que no he sido operado por alguna enfermedad, pero te has olvidado del atentado que sufrí donde casi pierdo la vida, estuve dos horas en la sala de operaciones- contestó el esposo.
-Si, es cierto había pasado por alto ese episodio tan terrible, perdona no fue mi intención, solo quería que te sientas más tranquilo- dijo Amanda a modo de reflexión.   
El Sargento guardó silencio,  no sabía que contestar solo quería que todo termine pronto para que él pueda regresar de nuevo de nuevo a su hogar. Se entregó a las manos de Dios, solo él sabía lo que iba ha suceder.
Amanda dejó a su esposo un poco inquieto en el hospital, no podía hacer más por él, solo quería  que todo termine lo más pronto posible.  Ya en su hogar se sentó frente al teléfono, dudó un instante no sabía si llamar a sus hijos, después de unos minutos en silencio, dijo en voz alta  -ellos tienen derecho a conocer cual es el estado de salud de su padre y saber también todo sobre su operación-. Levantó el teléfono y llamó primero a Felipe su hijo mayor, luego hizo lo mismo con Andrés, ambos vivían en Los Ángeles y trabajaban en grandes empresas. Los dos eran ingenieros de sistemas. Por último llamó a su hija Lucy que vivía en Roma, era enfermera y trabaja en un hospital muy importante de la ciudad. A los tres le habló de la salud del padre sin crear alarma, pero fue inevitable, los tres se preocuparon y le hicieron muchas preguntas. Lucy lloró al otro lado de la línea, ella era muy cercana a su padre, los varones también se preocuparon pero mantuvieron la calma. 
-¿Por qué me llamas recién madre?- exclamó Felipe -debiste hablarme de la salud de mi padre desde el principio.
-Hijo, no podía decir nada al respecto, porque tu padre se oponía a que los llame, él ahora ignora que yo me estoy comunicando con ustedes para hablar de su operación y su salud en general. Tú conoces a tu padre y sabes que a veces puede ser muy terco- contestó Amanda para explicar la situación.
Los tres muchachos le reclamaron por igual y ella les comentó a sus hijos cual era la realidad  sobre la salud del padre.
Cuando terminó de hablar por teléfono, se sintió agitada y cansada de explicar a cada uno de los hijos la verdadera situación, por primera vez sintió miedo de lo que podía pasar con su esposo. Recordó los buenos tiempos y los momentos felices cuando estaban todos juntos en el hogar. Amanda y Gerardo habían recorrido un largo camino para llegar donde habian llegado. Criaron a sus hijos con dedicación y les dieron lo mejor de cada uno. Ahora los tiempos habían cambiado y se vivía más rápido. La familia tenía que adaptarse a los nuevos cambios, por ejemplo en el caso de su hija Lucy, era la única que estaba casada y por su trabajo de enfermera no podía disponer de  tiempo libremente, pero prometió a su madre que viajaría con su bebé que tenía recién un año de nacido, las cosas se complicaban para ella. Primero debía pedir permiso en el hospital, ella haría lo imposible para viajar y estar junto a su padre. Con los hijos varones era diferente, su trabajo era más flexible y podían viajar sin problema. 
No, sus hijos ya no eran niños, eran adultos que resolvían sus vidas, ellos debían estar enterados de la salud de su padre y la operación a la que iba ser sometido. Amanda respiró profundamente, deseaba que su esposo pase una noche tranquila y no piense demasiado en su enfermedad.
En el hospital al día siguiente Gerardo se despertó muy temprano, había tenido una noche más o menos tranquila, se sintió descansado y decidió no pensar más en su operación ni en su enfermedad, total dijo en voz alta -me entrego al cielo que Dios disponga-.           
Se levantó de la cama para pasear por el corredor quería hacer un poco de ejercicios, caminar era mejor que estar toda la mañana tendido en la cama. Como siempre después de almuerzo y en su hora de descanso vino a visitarlo la asistente Elia Ruiz para continuar con la historia que había captado todo su interés.
-Señorita Ruiz- comentó es Sargento -buenas tardes, gracias por venir a escucharme no sabe cuanto me ayuda a olvidar mi enfermedad-.
Elia Ruiz sonrió y tomó asiento en una silla cerca a la cama para seguir escuchando la historia del Sargento Gerardo Sánchez.
-Como le comentaba el día de ayer, yo deje a mi tía Carmina una carta para mi padre, con eso me quede más tranquilo porque él estaría al tanto de mi paradero. En otra oportunidad que salí del cuartel con permiso, coincidimos los dos en casa de la tía, pude abrazarlo y hablar con él. Después de ese encuentro no volvimos a vernos, para los dos fue difícil y complicado. En el cuartel lleve la vida de un recluta, cumplía con dedicación mis tareas y asignaciones, los meses pasaban rápido y se acercaba el fin de año, pronto terminaría mi vida en el ejercito. Una mañana el General me llamó a su oficina, yo me presente de inmediato ante él, seguro quería asignarme una tarea como en otras oportunidades pero estaba equivocado, está vez era diferente, su pregunta fue directa: -Sánchez ¿qué va hacer usted después de terminar su servicio militar?-.
-No sé mi General- conteste -todavía no lo he pensado- me encontraba  abrumado porque era la verdad, no había pensado todavía, lo que haría después de terminar el año. 
- ¡Qué piensa usted vivir eternamente en el cuartel!- refutó en voz alta el General.
Nervioso respondí -no, no mi General, sé que eso es imposible, mi ciclo en el ejercito termina a fin de año-.
-Entonces comience a pensar en su futuro inmediato, el tiempo no espera y la vida tampoco- contestó con autoridad y luego me pidió que me retire. Desde ese día comencé a pensar en mi futuro, el General tenía razón que iba hacer después de fin de año. En ese momento todavía no me daba cuenta que  él, sin proponérselo habia marcado mi destino. Para mí, lo que quedaba del año transcurrió rápidamente y llegó a su fin. Dentro del cuartel cada soldado había escogido un oficio para estudiar. Yo terminé como técnico electricista, tenía mi cartón con mi título en la mano y era muy gratificante, sabía que con eso podía ganarme la vida muy bien. En aquel entonces cada uno de los soldados terminaba con una libreta de ahorro donde el estado durante un año depositó dinero mes a mes, no eran  miles de soles, era una cantidad a manera de propina pero era suficiente para sentirse reconfortado. Me sentí bien, tenía una libreta de ahorro con dinero que me ayudaría a empezar algo. Cada uno de los reclutas terminó el año con su título de una carrera técnica y una libreta de ahorro. El día de la despedida el General se dirigió a nosotros en el patio central, todos estábamos correctamente uniformados y en fila. Habló en voz alta y nos dio palabras de aliento para nuestro futuro, nos dijo que el camino correcto era el mejor camino y que debíamos siempre actuar con pundonor, honradez y energía para dirigir nuestra vida. Luego que se despidió de todos, yo pedí hablar con él quería despedirme personalmente y agradecer haberme recibido en el ejército. 
Toque la puerta de su oficina para entrar, después del saludo de reglamento dije -gracias mi General por haberme recibido como recluta en el ejército. He aprendido muchas cosas nuevas que me van a servir en la vida, nunca voy a olvidar su ayuda y apoyo, espero haber estado a la altura de sus expectativas-.
-Sánchez, solo voy a decirle esto, vaya siempre por el camino correcto. quiero escuchar de usted solo cosas buenas y piense que va hacer de ahora en adelante con su vida. Puede irse usted tranquilo- Cuando terminó de hablar, yo me despedí y salí de su oficina con el ánimo en alto, sus palabras habían sido un aliciente para mi. Cruce por última vez el gran portón del cuartel, ya me había despedido de todos los amigos con los que había convivido durante un año. Con mi título y mi libreta de ahorro en las manos me sentía el dueño del mundo. Era un joven que todavía soñaba en que haría con mi futuro.


CONTINUARÁ                  
 

  
        
  
 

domingo, 14 de abril de 2024

TRES HISTORIAS...¡5,500 MSNM!

Amanda y su esposo caminaron por el pequeño jardín, era temprano y el clima estaba agradable. El sargento Sánchez se detuvo un momento frente a una urna  que estaba en la pared con la figura de la virgen de Fátima 
-Amanda- comentó extrañado -yo recuerdo que este jardín era más grande, han construido un pabellón nuevo al costado y se han llevado un pedazo de jardín, lo único que permanece igual es la urna con la virgen que está en la pared. Esto es lamentable, un jardín siempre es necesario para que los enfermos puedan caminar y estar al aire libre- dijo con pesar el sargento y observaba todo a su alrededor.
-Si Gerardo, tienes razón, yo también he notado que el jardín a perdido varios metros es una lástima pero ¿Qué podemos hacer?, tal vez era necesario la construcción de ese pabellón para albergar más pacientes. Ahora es mejor que regreses a tu habitación, comienza a enfriar y tú no puedes enfermarte ni siquiera con gripe, si esto sucede tu operación  va a demorar más. Seguro el doctor mañana muy temprano cuando venga a revisarte, dirá la fecha de tu operación, ya no pueden demorar más días- finalizó.
Gerardo Sánchez entró en su habitación murmurando fastidiado por la situación, el era un paciente de riesgo, entonces  por qué de la demora no podía comprender. Al meterse en la cama preguntó  a su esposa si todo en la casa andaba bien, preguntó también por algunos vecinos y amigos. Todos ellos le mandaban saludos, estaban preocupados por él pero confiaban que todo terminaría bien y él estaría  muy pronto de regreso en su casa. 
Amanda se despidió de su esposo al terminar la hora de visita y salió despacio de la habitación, él dormitaba y no quería molestarlo. Al día siguiente muy temprano lo visitó el doctor como le había advertido su esposa, el Sargento no pasó una buena noche, se despertó  varias veces y se sentía cansado. 
-Buenos días Sargento Sánchez- saludo el doctor.
-Buenos días doctor, sabe usted si ya tengo la fecha de mí operación- la pregunta del Sargento fue directa.
-Si, ya tenemos la fecha de operación, es el día jueves de la próxima semana. Se han demorado un poco en darnos el día porque este es un hospital muy grande y hay varias operaciones esperando- el doctor terminó de examinar a su paciente y comentó -no hay cambios en su salud debemos cuidarnos para el día de la operación- se despidió amablemente y se retiró.
Gerardo Sanchez se quedó tendido en su cama, cuando llegó el desayuno solo comió un poco de avena, tomó el café con leche y un pan, la comida de hospital no le gustaba.
Ahora que ya tenia la fecha de su operación, sintió algo de temor, no sabía que podían encontrar en su cuerpo o que andaba mal en su interior. Decidió no pensar más en ello, era mejor esperar para saber  la verdad. 
No se levantó toda la mañana estuvo ocupado leyendo una revista que le había traído su esposa ésta tenia varios artículos interesantes y resolvió algunos crucigramas que lo entretenían. 
Después del almuerzo Elia Ruiz tocó la puerta de la habitación y entró saludando: -buenas tardes Sargento ¿cómo está?- preguntó.
-Señorita Ruiz adelante, ya la estaba esperando para continuar con la historia de cómo me fue en el cuartel-.
-Gracias, por permitir que escuche sus relatos, realmente estoy interesada en saber cómo termina todo- contestó Elia y tomó asiento en una silla cerca a la cama. 
El Sargento sonrió y dijo -como le comentaba, yo era un recluta muy responsable y cumplía con mis obligaciones sin dudar. El general pasaba revista todas las semanas y debíamos estar bien presentados e impecables, en la formación. Los tres primeros meses de reclutamiento no podía salir del cuartel, yo pensaba en mi familia y lo preocupados que debían estar al no saber nada de mi existencia por eso el primer domingo que tuve permiso para salir en la tarde a pasear por los alrededores yo me dirigí de inmediato a la casa de mi tía Carmina que era prima de mi padre. Ella vivía a las afueras de la ciudad, sabía que mi padre la visitaba de vez en cuando. Mi tía y su esposo se dedicaban a la fabricación de baúles forrados en cuero y labrados con bellas imágenes, eran verdaderas obras de arte, es lo que llamamos baúles repujados en cuero. Podían hacer baúles desde los más grandes hasta los más pequeños que se usaban como joyeros, los fabricaban solo a pedido y les iba muy bien. A mi tía Carmina le comenté que es lo que estaba haciendo y donde estaba viviendo, ella se sorprendió cuando le dije que estaba en el cuartel, no imaginó que hacia el servicio militar. Le dije además que si mi padre venía a visitarla le diga  que me habia visto y estaba bien,  que no se preocupe por mí. Le dejé una carta escrita para que se la entregue. Con esto me quedé más tranquilo al saber que él recibiría una carta con noticias de su hijo. Mi madre sabría que yo estaba vivo.
Con la carta que entregue a mi tía tuve un gran alivio, regrese al cuartel temprano para seguir con mi entrenamiento y mis clases. 
-Su padre fue a visitarlo en algún momento- preguntó Elia.
-No señorita, él no fue a visitarme, no eran fáciles las visitas, nosotros éramos reclutas y los domingos podíamos salir a visitar a nuestras familias. Como puede comprender para mí no era nada fácil llegar hasta mi hogar por la altura y la distancia en la que vivían y para mi padre también era difícil venir a la ciudad. Tengo que decir que tuve la suerte de coincidir un domingo con él y uno de mis hermanos  en casa de la tía Carmina, fue muy emotivo el encuentro después de varios meses sin vernos. Hablamos toda la tarde de como era mi vida en el cuartel y de cómo fue que logré entrar gracias a la buena voluntad del General. Nos despedimos con la esperanza de volvernos a ver pero no fue así, para mí era cada vez más difícil y supongo que para él también. En ese momento todavía no sabía como sería mi vida más adelante y que decisiones tomaría a futuro.       
-Señor- dijo Elia  -seguro que su padre lo extrañaba, usted era el mayor de sus hijos hombres y su ayudante en el trabajo-.
-Si, eso es verdad pero debo decirle que más adelante mis hermanas darían la sorpresa y ayudarían a mi padre en el trabajo de esquilar a los animales. Ellas no se quedaron atrás y mi hermana mayor Rosita se convirtió en una experta en cortar la lana de las alpacas, todas mis hermanas ayudaban cuando los varones mayores nos fuimos y los que se quedaron eran muy pequeños para realizar el trabajo.
-Que bueno que todas ayudaban con el trabajo-.
El descanso terminó para Elia, como siempre se despidió y Gerardo Sánchez se quedó a solas se preguntaba porque su esposa no llegaba ya era la hora de visita y era raro en ella no venir a visitarlo. 
Amanda estaba terminando un trabajo que una colega le había pedido cuando llegó de visita su hermana Nora, estaba feliz y radiante ¿Qué sucedía para que ella demuestre tanta felicidad?
-Amanda preguntó a su hermana-
-Tengo que contarte- respondió Nora -mi paciente Gracia Domínguez ha tenido ayer su bebé, es un lindo varón muy saludable y de casi cuatro kilos de peso, fue por cesárea, como el doctor Arena dispuso. No te imaginas la alegría que tiene toda su familia. La madre de Gracia fue la que me llamó para contarme, yo la felicité por el recién nacido y mande saludos a la madre del niño.
Amanda se puso seria y preguntó -¿tu otra paciente cómo está?
-Te refieres a la joven de dieciséis años- contestó Nora y suspiró profundamente -ella sigue adelante con su embarazo a estas alturas no hay nada más que hacer, pero en su momento voy a hablar con ella sobre su decisión de dar al bebé en adopción-     
- Tienes razón no se puede hacer más por la joven. En cambio siento mucha felicidad por el nacimiento del niño y la alegría de la familia de Gracia, pero ahora tengo que irme al hospital, ya voy con  retraso para el horario de visita-. Las hermanas se despidieron, Amanda tomó un taxi era lo más rápido para llegar a tiempo al hospital.
Llegó faltando veinte minutos para que se acabe las visitas, los esposos conversaron sobre los pormenores de la operación que sería la próxima semana y Amanda mientras Gerardo hablaba sobre el tema y la mala noche que había pasado, ella pensó que era el momento de llamar a sus hijos para hablarles sobre la salud de su padre y la operación que iba a tener.                                   


CONTINUARÁ        

 

domingo, 7 de abril de 2024

TRES HISTORIAS... ¡5,500 MSNM!

Caminé detrás del soldado que me conducía hasta la oficina del general,  no tenía la menor idea de como me recibiría el oficial superior que comandaba el cuartel. 
El soldado al entrar en la oficina saludó al general: -Mi general aquí traigo al joven de la puerta- unos segundos en silencio y luego ordenó que me hagan pasar. Al recibir la orden yo entré y estaba parado frente al escritorio del oficial superior. El general al verme frente a él dijo en voz alta -¿Qué es lo que usted pretende? ¡morir en la puerta del cuartel! o pretende armar un escándalo! , al decir esto último, golpeó con fuerza su escritorio. Yo apenas pude pronunciar unas palabras -Señor, yo solo deseo hacer el servicio militar, es una súplica- El general me miró fijamente y contestó molesto -no te has enterado que las inscripciones para el servicio militar se cerraron hace unos días. -Señor, supliqué, por favor no me deje en la calle, yo tengo una gran voluntad de servir a mi patria-. 
Elia Ruiz la asistente que escuchaba la historia del Sargento Sánchez no lo interrumpía, ella seguía con atención sus palabras. 
El general se puso de pie y dijo con energía -¿Qué ha creído usted?, que esta es una institución de caridad! ¡Qué recoge a todo aquel que se sienta en el portón! ¡Esto es un cuartel militar gráveselo bien! finalizó. -Señor- volví a suplicar con voz temblorosa, -yo quiero servir a mi patria, es un sincero deseo, el ejército no me puede dar la espalda-. La habitación se quedó en silencio, fueron segundos de tensión, no sé si el general se compadeció de mí al verme famélico y pálido o tal vez le llamó la atención de verse frente a un muchacho que quería hacer el servicio militar voluntariamente. El oficial superior dio unos pasos en silencio por la habitación, luego llamó a su secretario -Capitán Gonzáles venga a mi oficina- el capitán presuroso entró en la oficina y dijo -mande usted mi General-. Yo me encontraba a la expectativa de sus palabras, no sabía si me iba aceptar o iba a mandar llamar refuerzos para que me saquen a la fuerza del cuartel de sus palabras dependía mi futuro. Señalándome con el dedo dijo -aquí tenemos a un nuevo recluta ponga su nombre en la lista, explique al comando que hubo un error y su nombre fue olvidado pero ahora se ha corregido el error. Entréguele un uniforme e indíquele en cual de las barracas va a dormir. No podía creer lo que escuchaba, el general había dado la orden de recibirme en el cuartel, estaba sorprendido y no sabía como agradecerle el que me acepte como recluta. Por toda respuesta el General contestó -vaya con el capitán Gonzáles, él le va indicar donde ir y lo que tiene que hacer-. Salimos los dos de la oficina, seguí al capitán, entramos al almacén donde se guardaban los uniformes, me entregó el mío además de un par de botas y ropa de cama, luego me señaló el camino y dijo -sígueme-. Mi barraca era la última de una  fila de cinco barracas, entramos en ella y el capitán me indicó el catre donde dormiría. Antes de salir me ordenó -báñate, ponte el uniforme y preséntate en la cocina-. No repliqué ni dije una sola palabra pero estaba sorprendido, la orden era presentarme en la cocina. Cuando me quede a solas obedecí la orden del capitán, tal vez en la cocina podía comer algo, realmente moría de hambre. Cuando estuve listo y uniformado, me dirigía a la cocina un soldado me detuvo, -debes ir primero a la peluquería ahí te cortaran el pelo- cambie mi rumbo y llegué a la peluquería, efectivamente me esperaban para el corte de pelo como dice el reglamento. Después del nuevo corte de pelo, sentía mi cabeza más ligera, me habian rapado casi a coco, sonreí al verme en el espejo casi no me reconocía, agradecí al peluquero y salí del lugar para ir rápidamente a la cocina. Me presente ante el cocinero en jefe que al verme me ordenó -en esa esquina están las papas que tienes que pelar- gire sobre mis pies y vi un cerro de papas que me esperaban, no protesté ni me queje en lo absoluto, me había prometido a mí mismo ser un buen soldado y obedecer las ordenes que me daban, me senté en un banco y comencé  a pelar papas una tras otras sin quejarme, al terminar los dedos y las palmas de la mano me dolían. El cocinero me ordenó lavarlas y tenerlas muy limpias dentro de unas grandes ollas. Pase tres días pelando papas por orden directa del general, yo creo que el deseaba ponerme a prueba. En la mañana de ese día no pude comer nada, tenía que esperar la hora de almuerzo, ayude en algo en la cocina y después me mandaron donde el sargento que seria mi instructor. Llegué a su oficina, el cuartel era muy grande tuve que caminar dos cuadras, me presente con mis nombres y apellidos de ahí en adelante sería llamado Sánchez, solo por mi apellido, al medio día llegó la hora de almuerzo, comí con desesperación, el hambre me perforaba el estómago, en la tarde me presentaron en el patio como el nuevo recluta algunos se sorprendieron porque habían pasado varios días de haber cerrado el ingreso al cuartel pero mi historia no debía saberla nadie esa era una de las condiciones del general. Por todo argumento yo sostuve que me habían trasladado de otro cuartel y no sabía el motivo. Con el paso de los días me hice parte del regimiento y no llame más la atención. Lo que si puedo asegurar es que me convertí en el recluta más esforzado. A la hora del entrenamiento yo era el que más ejercicios hacía, el que más se aplicaba en los estudios y en el turno de hacer mis guardias era atento y muy avispado. Sabía que el general preguntaba por mí, debes en cuando y yo quería demostrarle toda mi gratitud por haberme dejado entrar. Con el paso de los días también extrañaba a mi familia, pensaba en ellos, lamentaba no poder comunicarme y contarles donde estaba, para ellos yo había desaparecido.                             
Mi vida ahora era el ejército y no saldría del cuartel pasado lo tres meses, eso en algo me aliviaba porque los domingos nos darían un descanso. Cuando fui conociendo más al general me di cuenta que era un hombre recto, un hombre a carta cabal, él honraba el uniforme que llevaba. Dirigía el cuartel con mano firme pero justa y sin problemas que pudieran manchar el uniforme.
Hice amigos dentro del cuartel, hubo el bautizo de recién ingresado pero nada grave, cumplía las ordenes que me daban y no tenía problemas con los horarios de levantarme al amanecer o hacer mis guardias como se esperaba. En los estudios cumplía con mis asignaciones y no dejaba de estudiar. Dentro del cuartel tenía una vida ordenada y estricta.
Elia Ruiz le sirvió al Sargento un vaso con agua se lo entregó diciendo -creo que por hoy es suficiente Sargento mi descanso ya termina y debo ir a mi oficina a seguir con mi trabajo, agradezco sus palabras- finalizó.
-Las gracias se las doy yo por escucharme- comentó -mañana continuaremos con la historia.  
-Señora Amanda buenas tardes- saludó Elia al ver entrar a la esposa del sargento, ya me despedía de su esposo. 
Amanda sonrió y también saludó, Elia era una joven formal y educada: -Gerardo veo que estás de mejor ánimo, no estás hablando demasiado, recuerda que debes reposar en las tardes.
-No Amanda, estar todo el día en esta cama es lo que me va a matar, ayúdame a levantar y dar unos pasos por el corredor eso me va aliviar. Amanda ayudó a su esposo a levantarse, salieron a caminar por el corredor hacia un pequeño jardin. el aire fresco de la tarde despejo su frente. 
-Amanda ya sabes cuando tengo la fecha de mi operación- pregunto el Sargento.
-No todavía no se nada al respecto pero debemos estar preparados en cualquier momento nos indican cuando es el día. Nora te manda muchos saludos, ella quiere venir a verte pero el problema es que solo dejan pasar a una persona- comentó Amanda
Gerardo Sánchez no contestó, el apreciaba a su cuñada pero a veces era un poco insistente con sus preguntas y él ahora solo deseaba paz y serenidad.


CONTINUARÁ