Cuando Amanda llegó a su casa ya había oscurecido, ella tuvo una larga conversación con su esposo en el hospital. Él tenía cierto temor de lo que iba ha suceder o de lo que podían encontrar en el interior de su cuerpo cuando lo operen.
-Gerardo- le decía su esposa para tranquilizarlo -tienes que serenarte y pensar que todo va a salir bien, yo sé que nunca te han operado pero vas a estar muy bien-.
-Amanda recuerda que no he sido operado por alguna enfermedad, pero te has olvidado del atentado que sufrí donde casi pierdo la vida, estuve dos horas en la sala de operaciones- contestó el esposo.
-Si, es cierto había pasado por alto ese episodio tan terrible, perdona no fue mi intención, solo quería que te sientas más tranquilo- dijo Amanda a modo de reflexión.
El Sargento guardó silencio, no sabía que contestar solo quería que todo termine pronto para que él pueda regresar de nuevo de nuevo a su hogar. Se entregó a las manos de Dios, solo él sabía lo que iba ha suceder.
Amanda dejó a su esposo un poco inquieto en el hospital, no podía hacer más por él, solo quería que todo termine lo más pronto posible. Ya en su hogar se sentó frente al teléfono, dudó un instante no sabía si llamar a sus hijos, después de unos minutos en silencio, dijo en voz alta -ellos tienen derecho a conocer cual es el estado de salud de su padre y saber también todo sobre su operación-. Levantó el teléfono y llamó primero a Felipe su hijo mayor, luego hizo lo mismo con Andrés, ambos vivían en Los Ángeles y trabajaban en grandes empresas. Los dos eran ingenieros de sistemas. Por último llamó a su hija Lucy que vivía en Roma, era enfermera y trabaja en un hospital muy importante de la ciudad. A los tres le habló de la salud del padre sin crear alarma, pero fue inevitable, los tres se preocuparon y le hicieron muchas preguntas. Lucy lloró al otro lado de la línea, ella era muy cercana a su padre, los varones también se preocuparon pero mantuvieron la calma.
-¿Por qué me llamas recién madre?- exclamó Felipe -debiste hablarme de la salud de mi padre desde el principio.
-Hijo, no podía decir nada al respecto, porque tu padre se oponía a que los llame, él ahora ignora que yo me estoy comunicando con ustedes para hablar de su operación y su salud en general. Tú conoces a tu padre y sabes que a veces puede ser muy terco- contestó Amanda para explicar la situación.
Los tres muchachos le reclamaron por igual y ella les comentó a sus hijos cual era la realidad sobre la salud del padre.
Cuando terminó de hablar por teléfono, se sintió agitada y cansada de explicar a cada uno de los hijos la verdadera situación, por primera vez sintió miedo de lo que podía pasar con su esposo. Recordó los buenos tiempos y los momentos felices cuando estaban todos juntos en el hogar. Amanda y Gerardo habían recorrido un largo camino para llegar donde habian llegado. Criaron a sus hijos con dedicación y les dieron lo mejor de cada uno. Ahora los tiempos habían cambiado y se vivía más rápido. La familia tenía que adaptarse a los nuevos cambios, por ejemplo en el caso de su hija Lucy, era la única que estaba casada y por su trabajo de enfermera no podía disponer de tiempo libremente, pero prometió a su madre que viajaría con su bebé que tenía recién un año de nacido, las cosas se complicaban para ella. Primero debía pedir permiso en el hospital, ella haría lo imposible para viajar y estar junto a su padre. Con los hijos varones era diferente, su trabajo era más flexible y podían viajar sin problema.
No, sus hijos ya no eran niños, eran adultos que resolvían sus vidas, ellos debían estar enterados de la salud de su padre y la operación a la que iba ser sometido. Amanda respiró profundamente, deseaba que su esposo pase una noche tranquila y no piense demasiado en su enfermedad.
En el hospital al día siguiente Gerardo se despertó muy temprano, había tenido una noche más o menos tranquila, se sintió descansado y decidió no pensar más en su operación ni en su enfermedad, total dijo en voz alta -me entrego al cielo que Dios disponga-.
Se levantó de la cama para pasear por el corredor quería hacer un poco de ejercicios, caminar era mejor que estar toda la mañana tendido en la cama. Como siempre después de almuerzo y en su hora de descanso vino a visitarlo la asistente Elia Ruiz para continuar con la historia que había captado todo su interés.
-Señorita Ruiz- comentó es Sargento -buenas tardes, gracias por venir a escucharme no sabe cuanto me ayuda a olvidar mi enfermedad-.
Elia Ruiz sonrió y tomó asiento en una silla cerca a la cama para seguir escuchando la historia del Sargento Gerardo Sánchez.
-Como le comentaba el día de ayer, yo deje a mi tía Carmina una carta para mi padre, con eso me quede más tranquilo porque él estaría al tanto de mi paradero. En otra oportunidad que salí del cuartel con permiso, coincidimos los dos en casa de la tía, pude abrazarlo y hablar con él. Después de ese encuentro no volvimos a vernos, para los dos fue difícil y complicado. En el cuartel lleve la vida de un recluta, cumplía con dedicación mis tareas y asignaciones, los meses pasaban rápido y se acercaba el fin de año, pronto terminaría mi vida en el ejercito. Una mañana el General me llamó a su oficina, yo me presente de inmediato ante él, seguro quería asignarme una tarea como en otras oportunidades pero estaba equivocado, está vez era diferente, su pregunta fue directa: -Sánchez ¿qué va hacer usted después de terminar su servicio militar?-.
-No sé mi General- conteste -todavía no lo he pensado- me encontraba abrumado porque era la verdad, no había pensado todavía, lo que haría después de terminar el año.
- ¡Qué piensa usted vivir eternamente en el cuartel!- refutó en voz alta el General.
Nervioso respondí -no, no mi General, sé que eso es imposible, mi ciclo en el ejercito termina a fin de año-.
-Entonces comience a pensar en su futuro inmediato, el tiempo no espera y la vida tampoco- contestó con autoridad y luego me pidió que me retire. Desde ese día comencé a pensar en mi futuro, el General tenía razón que iba hacer después de fin de año. En ese momento todavía no me daba cuenta que él, sin proponérselo habia marcado mi destino. Para mí, lo que quedaba del año transcurrió rápidamente y llegó a su fin. Dentro del cuartel cada soldado había escogido un oficio para estudiar. Yo terminé como técnico electricista, tenía mi cartón con mi título en la mano y era muy gratificante, sabía que con eso podía ganarme la vida muy bien. En aquel entonces cada uno de los soldados terminaba con una libreta de ahorro donde el estado durante un año depositó dinero mes a mes, no eran miles de soles, era una cantidad a manera de propina pero era suficiente para sentirse reconfortado. Me sentí bien, tenía una libreta de ahorro con dinero que me ayudaría a empezar algo. Cada uno de los reclutas terminó el año con su título de una carrera técnica y una libreta de ahorro. El día de la despedida el General se dirigió a nosotros en el patio central, todos estábamos correctamente uniformados y en fila. Habló en voz alta y nos dio palabras de aliento para nuestro futuro, nos dijo que el camino correcto era el mejor camino y que debíamos siempre actuar con pundonor, honradez y energía para dirigir nuestra vida. Luego que se despidió de todos, yo pedí hablar con él quería despedirme personalmente y agradecer haberme recibido en el ejército.
Toque la puerta de su oficina para entrar, después del saludo de reglamento dije -gracias mi General por haberme recibido como recluta en el ejército. He aprendido muchas cosas nuevas que me van a servir en la vida, nunca voy a olvidar su ayuda y apoyo, espero haber estado a la altura de sus expectativas-.
-Sánchez, solo voy a decirle esto, vaya siempre por el camino correcto. quiero escuchar de usted solo cosas buenas y piense que va hacer de ahora en adelante con su vida. Puede irse usted tranquilo- Cuando terminó de hablar, yo me despedí y salí de su oficina con el ánimo en alto, sus palabras habían sido un aliciente para mi. Cruce por última vez el gran portón del cuartel, ya me había despedido de todos los amigos con los que había convivido durante un año. Con mi título y mi libreta de ahorro en las manos me sentía el dueño del mundo. Era un joven que todavía soñaba en que haría con mi futuro.
CONTINUARÁ
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