Caminé detrás del soldado que me conducía hasta la oficina del general, no tenía la menor idea de como me recibiría el oficial superior que comandaba el cuartel.
El soldado al entrar en la oficina saludó al general: -Mi general aquí traigo al joven de la puerta- unos segundos en silencio y luego ordenó que me hagan pasar. Al recibir la orden yo entré y estaba parado frente al escritorio del oficial superior. El general al verme frente a él dijo en voz alta -¿Qué es lo que usted pretende? ¡morir en la puerta del cuartel! o pretende armar un escándalo! , al decir esto último, golpeó con fuerza su escritorio. Yo apenas pude pronunciar unas palabras -Señor, yo solo deseo hacer el servicio militar, es una súplica- El general me miró fijamente y contestó molesto -no te has enterado que las inscripciones para el servicio militar se cerraron hace unos días. -Señor, supliqué, por favor no me deje en la calle, yo tengo una gran voluntad de servir a mi patria-.
Elia Ruiz la asistente que escuchaba la historia del Sargento Sánchez no lo interrumpía, ella seguía con atención sus palabras.
El general se puso de pie y dijo con energía -¿Qué ha creído usted?, que esta es una institución de caridad! ¡Qué recoge a todo aquel que se sienta en el portón! ¡Esto es un cuartel militar gráveselo bien! finalizó. -Señor- volví a suplicar con voz temblorosa, -yo quiero servir a mi patria, es un sincero deseo, el ejército no me puede dar la espalda-. La habitación se quedó en silencio, fueron segundos de tensión, no sé si el general se compadeció de mí al verme famélico y pálido o tal vez le llamó la atención de verse frente a un muchacho que quería hacer el servicio militar voluntariamente. El oficial superior dio unos pasos en silencio por la habitación, luego llamó a su secretario -Capitán Gonzáles venga a mi oficina- el capitán presuroso entró en la oficina y dijo -mande usted mi General-. Yo me encontraba a la expectativa de sus palabras, no sabía si me iba aceptar o iba a mandar llamar refuerzos para que me saquen a la fuerza del cuartel de sus palabras dependía mi futuro. Señalándome con el dedo dijo -aquí tenemos a un nuevo recluta ponga su nombre en la lista, explique al comando que hubo un error y su nombre fue olvidado pero ahora se ha corregido el error. Entréguele un uniforme e indíquele en cual de las barracas va a dormir. No podía creer lo que escuchaba, el general había dado la orden de recibirme en el cuartel, estaba sorprendido y no sabía como agradecerle el que me acepte como recluta. Por toda respuesta el General contestó -vaya con el capitán Gonzáles, él le va indicar donde ir y lo que tiene que hacer-. Salimos los dos de la oficina, seguí al capitán, entramos al almacén donde se guardaban los uniformes, me entregó el mío además de un par de botas y ropa de cama, luego me señaló el camino y dijo -sígueme-. Mi barraca era la última de una fila de cinco barracas, entramos en ella y el capitán me indicó el catre donde dormiría. Antes de salir me ordenó -báñate, ponte el uniforme y preséntate en la cocina-. No repliqué ni dije una sola palabra pero estaba sorprendido, la orden era presentarme en la cocina. Cuando me quede a solas obedecí la orden del capitán, tal vez en la cocina podía comer algo, realmente moría de hambre. Cuando estuve listo y uniformado, me dirigía a la cocina un soldado me detuvo, -debes ir primero a la peluquería ahí te cortaran el pelo- cambie mi rumbo y llegué a la peluquería, efectivamente me esperaban para el corte de pelo como dice el reglamento. Después del nuevo corte de pelo, sentía mi cabeza más ligera, me habian rapado casi a coco, sonreí al verme en el espejo casi no me reconocía, agradecí al peluquero y salí del lugar para ir rápidamente a la cocina. Me presente ante el cocinero en jefe que al verme me ordenó -en esa esquina están las papas que tienes que pelar- gire sobre mis pies y vi un cerro de papas que me esperaban, no protesté ni me queje en lo absoluto, me había prometido a mí mismo ser un buen soldado y obedecer las ordenes que me daban, me senté en un banco y comencé a pelar papas una tras otras sin quejarme, al terminar los dedos y las palmas de la mano me dolían. El cocinero me ordenó lavarlas y tenerlas muy limpias dentro de unas grandes ollas. Pase tres días pelando papas por orden directa del general, yo creo que el deseaba ponerme a prueba. En la mañana de ese día no pude comer nada, tenía que esperar la hora de almuerzo, ayude en algo en la cocina y después me mandaron donde el sargento que seria mi instructor. Llegué a su oficina, el cuartel era muy grande tuve que caminar dos cuadras, me presente con mis nombres y apellidos de ahí en adelante sería llamado Sánchez, solo por mi apellido, al medio día llegó la hora de almuerzo, comí con desesperación, el hambre me perforaba el estómago, en la tarde me presentaron en el patio como el nuevo recluta algunos se sorprendieron porque habían pasado varios días de haber cerrado el ingreso al cuartel pero mi historia no debía saberla nadie esa era una de las condiciones del general. Por todo argumento yo sostuve que me habían trasladado de otro cuartel y no sabía el motivo. Con el paso de los días me hice parte del regimiento y no llame más la atención. Lo que si puedo asegurar es que me convertí en el recluta más esforzado. A la hora del entrenamiento yo era el que más ejercicios hacía, el que más se aplicaba en los estudios y en el turno de hacer mis guardias era atento y muy avispado. Sabía que el general preguntaba por mí, debes en cuando y yo quería demostrarle toda mi gratitud por haberme dejado entrar. Con el paso de los días también extrañaba a mi familia, pensaba en ellos, lamentaba no poder comunicarme y contarles donde estaba, para ellos yo había desaparecido.
Mi vida ahora era el ejército y no saldría del cuartel pasado lo tres meses, eso en algo me aliviaba porque los domingos nos darían un descanso. Cuando fui conociendo más al general me di cuenta que era un hombre recto, un hombre a carta cabal, él honraba el uniforme que llevaba. Dirigía el cuartel con mano firme pero justa y sin problemas que pudieran manchar el uniforme.
Hice amigos dentro del cuartel, hubo el bautizo de recién ingresado pero nada grave, cumplía las ordenes que me daban y no tenía problemas con los horarios de levantarme al amanecer o hacer mis guardias como se esperaba. En los estudios cumplía con mis asignaciones y no dejaba de estudiar. Dentro del cuartel tenía una vida ordenada y estricta.
Elia Ruiz le sirvió al Sargento un vaso con agua se lo entregó diciendo -creo que por hoy es suficiente Sargento mi descanso ya termina y debo ir a mi oficina a seguir con mi trabajo, agradezco sus palabras- finalizó.
-Las gracias se las doy yo por escucharme- comentó -mañana continuaremos con la historia.
-Señora Amanda buenas tardes- saludó Elia al ver entrar a la esposa del sargento, ya me despedía de su esposo.
Amanda sonrió y también saludó, Elia era una joven formal y educada: -Gerardo veo que estás de mejor ánimo, no estás hablando demasiado, recuerda que debes reposar en las tardes.
-No Amanda, estar todo el día en esta cama es lo que me va a matar, ayúdame a levantar y dar unos pasos por el corredor eso me va aliviar. Amanda ayudó a su esposo a levantarse, salieron a caminar por el corredor hacia un pequeño jardin. el aire fresco de la tarde despejo su frente.
-Amanda ya sabes cuando tengo la fecha de mi operación- pregunto el Sargento.
-No todavía no se nada al respecto pero debemos estar preparados en cualquier momento nos indican cuando es el día. Nora te manda muchos saludos, ella quiere venir a verte pero el problema es que solo dejan pasar a una persona- comentó Amanda
Gerardo Sánchez no contestó, el apreciaba a su cuñada pero a veces era un poco insistente con sus preguntas y él ahora solo deseaba paz y serenidad.
CONTINUARÁ
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