domingo, 26 de mayo de 2024

TRES HISTORIAS... ¡5,500 MSNM!

La honda expansiva de la explosión se sintió diez cuadras a la redonda. El teléfono de la comisaria no dejaba de sonar con las denuncias de los vecinos, sobre lo que habia sucedido, pronto nos enteramos en que calle fue el atentado. Hasta ese momento creíamos que era un atentado. Cuando llegamos a la calle en mención el escenario era desastroso parecía una escena de guerra. Puertas y ventanas de las casas vecinas habian salido volando por la fuerza de la explosión, por toda la calle habia pedazos de carro esparcidos y lo más grave, pedazos de un cuerpo humano. esparcidos en la pista y veredas. Piernas, manos, brazos, tronco de un cuerpo y cabeza, fue aterrador observar todo aquello. Cerramos de inmediato la calle para evitar que los curiosos se acerquen y contaminen la escena. Nosotros no podíamos levantar los trozos del cuerpo, ni mover nada hasta que no llegue el medico legista y el fiscal para dar orden de levantamiento. Después que nosotros llegamos, llegó el equipo de agentes de la policía de investigaciones para investigar los hechos y lo que habia ocurrido. Yo conocía al Capitán del grupo de investigadores. Me acerqué a él y lo salude -buenas tardes mi Capitán- muy serio me contestó -¿qué ha sucedido aquí Sánchez? -Mi capitán habido una explosión y hemos llegado hace diez minutos, solo cerramos la calle y no hemos tocado nada hasta que se inicien las investigaciones- conteste un poco aturdido por lo sucedido. -Sanchez- me dijo el Capitán venga conmigo vamos a comenzar la investigación mientras llegan el fiscal y el medico. El Capitán Márquez organizó a sus agentes y luego me preguntó -¿Cuál es la casa de la familia a la que le pertenece este carro?-. Señor, es la casa del frente conteste y señale el lugar. La casa no tenia la puerta principal ni la del garaje, ambas habian estallado en pedazos por la cercanía de la explosión, lo mismo  pasó con las ventanas, era en verdad un escenario de guerra, apenas se podía caminar entre los escombros. En el interior del inmueble se encontraba una mujer joven y una niña de cinco años más o menos, a ellas no les sucedido nada, por suerte. El Capitán Márquez se presentó y la señora apenas podía hablar por el llanto. Tenia un pañuelo entre las manos con el que se secaba las lagrimas. En la sala donde estábamos, también habian volado los cuadros, adornos y algunos muebles estaban de cabeza. La primera planta de la casa se encontraba muy dañada, la madre y la niña por estar en la segunda planta no les sucedió nada, en caso contrario habrían sufrido daños. Hasta ese momento no me habia percatado bien en la niña pero después reparé que algo le habia sucedido, la pequeña estaba en silencio y la expresión de su rostro nos indicaba miedo y tristeza. El Capitán Márquez comenzó a interrogar a la señora para saber cuales habian sido los hechos y el por qué de la explosión. -Es usted pariente de la persona que ha sufrido el accidente- eso pensábamos, qué era un accidente pero en el transcurso de la investigación nos dimos cuenta que no era así. La señora contestó -él era mi esposo- dijo y la voz se le apagó por unos segundos.
Elia Ruiz comentó -Sargento pobre señora, el terror que debe haber vivido por la explosión-
-Si, eso es verdad- contestó el Sargento -mi estimada señorita, ella apenas podía hablar pero lo siguiente que nos dijo, nos dejo perplejos y conmocionados. El Capitán Márquez le pidió que relate lo sucedido para la investigación. Ella aceptó declarar y comenzó a contar lo ocurrido -todo lo que paso empezó un mes antes. Mi esposo llegó a la casa una tarde después del trabajo, estaba feliz porque lo ascendieron a gerente de una de las agencias de un banco importante donde él trabajaba. No cabía en su cuerpo de felicidad, 
-Querida- me dijo -me han ascendido a gerente en una de las agencias del banco que está muy cerca de nuestra casa, te das cuenta. Está es una promoción que yo esperaba-. Me abrazó y se puso a cantar de alegría, cargó a nuestra hija y reía junto a ella, dos días más tarde se apareció en casa con un carro nuevo. Recuerdo que entró en la casa, me tomó de la mano y dijo ven para que veas lo que he comprado. Era para él, la felicidad plena, un carro nuevo, con su puesto de gerente le habian aumentado el sueldo y no pensó en otra cosa que comprar un carro. Mujer ahora si vamos a pasear por toda la ciudad, iremos a donde tú  quieras, nuestra hija va a ser feliz en cada paseo. Ernesto comenté, vamos a poder pagar ese carro. ¡Si! contestó, no te preocupes todo está bien pensado y analizado, los pagos déjamelos a mí. El Capitán Márquez escuchaba sin interrumpir y yo un paso más otras también estaba atento, la señora continuo con su historia. Con el paso de los días mi esposo cambio, ya  no era el padre amoroso que jugaba con su hija, estaba más atento al carro que a nuestra niña. Yo le reclame su actitud, le dije que pusiera más a tención a nuestra hija pero no me hizo caso. Llegaba del trabajo, se cambiaba de ropa y en el garaje se ponía a lustrar y limpiar el carro varias veces, sacaba los pisos los sacudía los volvía a poner con cuidado para que la alfombra no se malogre y cuando salíamos a pasear teníamos que entrar en el carro en punta de pies, los zapatos no debían tener una sola mota de polvo y hay si por algún motivo cerraba muy fuerte la puerta, me gritaba como si ésta se fuera a desarmar.  El carro se habia convertido en el centro de su vida, le compraba todos los adornos que podía, era un exceso. Cuando su hija lo llamaba para jugar o le reclamaba su atención, él la resondraba, le decia ¡vaya con su mamá! la tomaba de la mano, la llevaba a la casa y cerraba la puerta. Luego regresaba junto al carro para seguir limpiándolo o lustrándolo en pocas palabras estaba obsesionado con él. Yo lamentaba su cambio porque él siempre fue un padre atento y un esposo cariñoso y ahora se habia convertido en un desconocido. Lo lamentable de todo esto vino después, era sábado, se suponía que íbamos a salir de paseo. Me aliste con mi ropa de deporte y aliste también a nuestra hija, le dije Ernesto ya estamos listas para pasear. Él habia abierto la tapa del motor y con medio cuerpo adentro me dijo que no podíamos salir a pasear porque le faltaba aceite al carro y además debía limpiar algunas piezas. Me quedé asombrada con lo que escuche, él fue el primero que habló de pasear todos los sábados. Molesta entre en la casa con mi hija, ella lloraba y yo trataba de consolarla, fui a servir un vaso con agua y mi niña no sé de donde sacó una chapa de una botella de  gaseosa, fue donde estaba su padre  y junto al carro, lloró y suplicó ¡papá, papá! porque no vamos a pasear. Su padre no la escuchó, entonces mi hija con la chapa que tenia en la mano comenzó a rallar con fuerza la pintura del carro. Ya puede imaginar usted Capitán Márquez la reacción de mi esposo, le quitó la chapa y le pegó muy duro en el dorso de cada mano, mientras levantaba la voz para resondrarla. Con el griterío salí de la casa y encontré a mi niña llorando desesperada, su llanto era de mucho dolor. Me moleste con mi esposo y subí la voz también para increparle porque le habia pegado a su hija. Cargue a Larita y entre en la casa, fuimos a su habitación y la  consolé para que no siga llorando, el resto del día no hablamos con su padre. En la noche pasó lo peor, las manos de mi niña se habian hinchado de tal manera que los dedos se le pegaban unos a otros, no podía cerrar la mano y hacer puño. Grite asustada, mi esposo subió a la habitación y también se asustó. ¡Qué le habia pasado a mi hija! repetía en voz alta y lloraba desesperada. ¡Ernesto que vamos hacer!.  


CONTINUARÁ                         

 

domingo, 19 de mayo de 2024

TRES HISTORIAS... ¡5,500 MSNM!

El Sargento Sánchez por un instante quedó en silencio, Elia Ruiz la asistente estaba nerviosa y asustada al ver que el paciente no hablaba y apenas respiraba.
Luego de unos segundos Gerardo Sánchez se recompuso y dijo -calma señorita, ya estoy bien fue una pequeña descompensación nerviosa al recordar episodios de mi vida que son tristes, amargos y me llenan de culpa, el más grande de ellos es haber sido un hijo ingrato-. Elia quiso interrumpir al Sargento pero éste volvió a decir: -sí, tengo que decirlo, he sido un hijo ingrato y esa es una carga que llevo de por vida. Cuando bajé de la montaña y me despedí de mi familia, nunca volví a regresar, siempre estaba ocupado, nunca tenía tiempo, siempre era el trabajo o algo más. Ni siquiera cuando mis padres murieron fui a despedirme de ellos. Me considero un mal hijo y estoy lleno de culpa y tristeza. Sabía como estaba mi familia por uno de mis hermanos que bajo de la montaña años después y ahora es doctor, él vive en Ayacucho, en esa ciudad ejerce su carrera de medicina. Con él estuve siempre conectado, él me buscó para decirme como estaban nuestros padres. Nada justifica mi descuido, nada justifica el olvido a mis padres y hermanos. Es una culpa que llevo y en muchas ocasiones me aprieta el corazón- terminó de decir el Sargento con voz triste y guardó silencio.
-Elia- respodio -usted no debe atormentarse de esa manera, es cierto que cometió un grave error, pero debe saber que los padres perdonan las faltas de sus hijos y yo estoy segura que ellos antes de dejar este mundo ya lo habían perdonado porque sabían que usted estaba luchando solo en la ciudad para abrirse camino y eso no es fácil de lograr cuando no se tiene la ayuda de la familia. No sea demasiado duro con usted y cuando rece por sus padres, pídales perdón. Donde ellos están ya lo han perdonado. Además la vida de un policía no es fácil, el trabajo que tienen es difícil y complicado y las horas de trabajo no son siempre de 9 a 5 pm. 
-Gracias señorita Elia- dijo el Sargento -mi esposa dice lo mismo que no debo juzgarme con dureza. Ahora voy a continuar con mi historia. Como le comentaba mi vida en la escuela era muy parecida a la del ejército salvó por los estudios que teníamos para formarnos como buenos policías. El trabajo en las calles muchas veces es muy peligroso. En los dos años de la escuela estudié y trabajé fuerte para lograr mis objetivos, también hice buenos amigos entre ellos Andrés Cassolino, mi segundo hijo lleva su nombre como muestra de nuestra amistad y además él era su padrino. Habló en pasado porque después voy a contarle que pasó con este querido amigo. En la escuela y en el trabajo nosotros éramos Cassolino y Sánchez esa era la costumbre y así nos quedamos. En cuanto a mi querida Amanda la vida nos volvió a juntar. Yo habia terminado mis estudios y era el día de mi graduación, toda la promoción estaba lista para salir y ejercer su trabajo, recuerdo que Cassolino y yo fuimos destacados a la misma Comandancia, estábamos felices. Después de la ceremonia de graduación y las palabras de los Comandantes y Generales, hubo una pequeña celebración en la casa de la familia Cassolino, disfrutamos de la alegría, de las felicitaciones de la familia, amigos y vecinos, hasta ese momento había cumplido mis sueños. Al día siguiente fue una casualidad encontrar Amanda en mi camino, ella me saludó y felicitó por mi graduación, me sorprendió su actitud amigable y cortés. No me atreví a invitarla a salir porque no deseaba recibir un no por respuesta. Me contó que todavía le faltaba unos meses para terminar su carrera de obstetris. Me alegre por ella y también la felicite, entonces me dijo: 
-Gerardo si deseas podemos ir a tomar un jugo, conozco un pequeño restaurante que tiene mesitas en la calle y es muy agradable el ambiente, preparan unos deliciosos jugos, tal vez ahí podemos conversar-. Me quedé sorprendido estaba escuchando correctamente o era una alucinación. Reaccioné de mi estupor y conteste rápidamente, por supuesto Amanda podemos ir donde tú desees. En la juguería conversamos de temas varios, ella tenía razón los jugos en el lugar eran deliciosos y se convirtió en nuestro lugar de encuentro siempre que podíamos hacernos un tiempo, yo por mi trabajo y ella por sus estudios. Recuerdo en una oportunidad que ella llevaba un libro de anatomía, me dio el libro y dijo: 
-sabes cuantos músculos entran en acción a la hora del parto, el cuerpo humano es asombroso-.  El destino nos había juntado de nuevo y no iba a desaprovechar, esta oportunidad. Cuando Amanda terminó su carrera y se gradúo comenzó a trabajar en un hospital, sus horarios también eran complicados pero los fines de semana eran nuestros, siempre que no nos tocará trabajar haciendo guardias en nuestros respectivos trabajos. El noviazgo fue una época muy buena, nosotros estábamos enamorados y soñábamos con casarnos y vivir juntos  Cuando cumplí los 29 años le pedí matrimonio, ella era un año menor y aceptó mi propuesta solo con una condición, que iba a seguir trabajando y ejerciendo su carrera. Yo no debía impedir aquello, estuve de acuerdo, pensé que no en vano había estudiado tanto para luego quedarse de sin hacer nada. Nos casamos como lo habíamos planeado, mi amigo Cassolino fue el padrino de boda. Después vinieron nuestros hijos, juntos hemos vivido tiempos buenos pero también momentos difíciles, logramos salir adelante hasta llegar a estos días. Ha sido grato y feliz compartir mi vida con Amanda y mis hijos. En cuanto a mi carrera como policía he visto y vivido de todo y puedo decir que no siempre eran cosas buenas. Recuerdo un caso que me afectó demasiado porque cuando hay niños de por medio esto se vuelve más complicado y triste, nunca te llagas acostumbrar.                            
Era mediados de la década del setenta yo trabajaba en la comisaria de Lince. Habían pasado más de diez años que había salido de la escuela, mi amigo Cassolino fue cambiado a otra comisaria, ya no trabajábamos juntos pero siempre nos visitábamos, para ese entonces él también estaba casado y nuestras esposas eran buenas amigas,  nuestros hijos jugaban juntos y la vida parecía no tener fin. Si mal no recuerdo era el mes de octubre y el invierno frío y gris había terminado. En la comisaria todo estaba tranquilo, parecía que iba hacer un día normal, con algunas capturas de delincuentes menores, quejas de algunos vecinos por disturbios en la vía pública, además de papeletas con multas de tránsito. El Mayor de la comisaria me llamó -Sánchez donde está su informe sobre las detenciones a los delincuentes menores, lo quiero en mi escritorio en un hora-. Tenía que darme prisa para escribir a máquina el informe que deseaba el Comisario. Sentado en mi escritorio comencé a redactar el informe, en la tercera linea fui interrumpido por uno de mis compañeros que dijo: 
-Sánchez tienes que ocuparte de este caso-. No puedo contesté, voy a escribir mi informe. Pero mi compañero insistió, me puse de pie y fui averiguar de que se trataba, era un hombre joven que entró en la comisaria, había sido asaltado en una de la calles del distrito muy cerca a la jefatura, estaba en ropa interior y sin zapatos, le dieron algunos cortes por resistirse. Fue lamentable lo que le había sucedido apenas podía hablar de la indignación y el miedo que sentía. Le dimos una manta para que se cubra y tomamos su denuncia y la descripción de lo que había pasado, luego en un carro patrullero lo llevaron a su casa. Terminado el papeleo del caso, volví a mi escritorio para ocuparme del informe. De pronto un terrible estruendo sacudió las ventanas y puertas de la comisaria, mi escritorio se movió. ¡Qué había sucedido!  ¿Era un atentado?  ¡una bomba!. Fue muy cerca de la comisaria el estruendo, el ruido habia sido fuerte, todo el cuerpo policial se puso en alerta y nos dispusimos a salir para buscar el lugar donde habia ocurrido el atentado. 


CONTINUARÁ                  
 

lunes, 13 de mayo de 2024

TRES HISTORIAS... ¡5,500 MSNM!

Era de noche y Amanda en su casa conversaba con Nora su hermana, ella vivía a solo una cuadra, por ese motivo visitaba a su hermana Amanda con frecuencia. Las dos habían terminado de cenar y tomaban un café caliente en la sala. Las noches eran cada vez más frías, el invierno se anunciaba. 
-Amanda- decía Nora -ahora que ya saben la fecha de la operación ¿cómo se encuentra Gerardo? seguro está preocupado y nervioso pero todo va a salir bien querida hermana, tu esposo va salir del hospital sano y caminando. Todo lo que sucede ahora va ser parte del recuerdo en unos días- 
-Si, lo mismo pienso yo- contestó Amanda con seguridad  de que así sería -en este momento Gerardo está preocupado y trata de ser optimista pero lo conozco y sé que no quiere que yo me preocupe demasiado por  él-.
-Cambiando un poco el tema, te cuento que está semana para mí fue muy difícil y de bastante trabajo. Tuve tres partos, dos de ellos duraron varias horas, las madres primerizas demoran y el tercero se complicó un poco, pero gracias al cielo, los tres bebes dos mujercitas y un varón nacieron bien y sin contratiempos. Me aseguré que no quede rastros de placenta en el útero para evitar infecciones y complicaciones. La verdad es que las dos sabemos que siempre, un parto es de cuidado y hay que tomar todas las medidas de seguridad sanitarias para que después no existan consecuencias, peor aún, si se tiene el bebé en casa- terminó de decir Nora.
Amanda agregó -ya te has puesto en contacto con la institución que se va encargar de la adopción del bebé de tu joven paciente-
-No, aun no he hablado con ellos, pues recién va a cumplir cinco meses y hay varias semana de espera, lo que si te puedo asegurar es que su embarazo va muy bien, ella es joven y fuerte- dijo Nora al final.
Entre Amanda y Nora había mucha confianza, una era confidente de la otra y viceversa. Hablaban de todas sus cosas sin temor de que la otra pueda comentar con otras personas sus secretos. Eran dos hermanas muy unidas. 
Cuando Nora se despidió, Amanda se dispuso ir a dormir después de darse un baño, se puso su camisón preferido  y se animó a ver la televisión, había dejado a la mitad una serie policial que estaba viendo con su esposo, porque tuvo que llevarlo al hospital con dolores que venían desde la espalda hacía adelante hasta el bajo vientre. Gerardo fue internado y así comenzó su odisea para detectar cual era el mal que lo aquejaba. 
La casa que poseían los esposos ya había sido cancelada la hipoteca, los papeles de propiedad en orden y en algún momento Gerardo conversó con Amanda sobre todo aquello a lo que tenía derecho en caso de que él falleciera. Amanda se estremeció, no quería pensar en nada negativo, ella no necesitaba más dinero del que recibía por su pensión de retiro que le otorgaba el gobierno por sus treinta años de servicio como obstetra. Quería a su esposo de regreso en la casa para vivir una vida tranquila y llena de paz. Habían pasado juntos muchas situaciones difíciles y ahora se merecían un descanso sin sobresaltos. 
La noche no era buena consejera eso lo sabía muy bien el Sargento Sánchez, tendido en la cama del hospital no quería pensar en nada que signifique preocupaciones, se levantó y se acercó a la ventana a través de los vidrios miraba hacía el jardin, las luces del alumbrado creaban sombras sobres las plantas dando una sensación de apariciones, pero no tenebrosas sino tranquilizadoras. Estuvo de pie un buen rato, mirando por la ventana, que lejos parecían esos tiempos de su vida en lo alto de la montaña, casi no podía creer que alguna vez había vivido en la altura junto a su familia. El cansancio de estar de pie lo venció y se fue a dormir. mañana temprano sería otro día sin muchos cambios y la misma rutina en el hospital. 
Al día siguiente muy temprano tomó un desayuno ligero pero primero vino la ronda médica para controlar su estado de salud, no había cambios, todo estaba igual, solo había que esperar el día de su operación para definir de forma segura que pasaba con su cuerpo que se negaba a funcionar correctamente.
Transcurrió la mañana sin ningún incidente, conversó con algunos pacientes que como él esperaban el día de su operación. En la tarde después del almuerzo mientras dormitaba, entró en la habitación, Elia Ruiz para seguir conversando sobre su historia pero al verlo que dormía se dio media vuelta para salir de la habitación. En ese instante escuchó la voz del Sargento que decía: -Pase señorita Ruiz no estoy durmiendo-.
-¿Cómo esta Sargento? pensé que dormía y no quería molestarlo- contestó la asistente.
-No se preocupe, no me molesta, es todo lo contrario. Usted es una persona que sabe escuchar y eso me alivia y me hace olvidar mi enfermedad. Bueno en que nos quedamos. ¡Si!, ahora recuerdo, yo había ingresado a la escuela de Sub Oficiales de la Policía. Mi Vida en la Institución, no fue muy diferente a la vida en el ejército, era la misma disciplina y orden, salvo los estudios  sobre leyes, el trato con los ciudadanos, nos enseñaban cómo debían ser las intervenciones policiales con los civiles y cómo actuar frente a la delincuencia y otros temas policiales. En la escuela hice muchos amigos que eran mis compañeros de promoción. Hay conocí Andrés Cassolino, él se convirtió en mi mejor amigo y cuando nos recibimos de policías, juntos hicimos intervenciones y capturas a la delincuencia.  En el primer año de la escuela no podíamos salir durante tres meses, teníamos que aprender y acostumbrarnos al régimen policial, luego de ese tiempo salíamos los fines de semana. Como yo no tenía parientes en la capital, mi amigo Andrés me ofreció una habitación en su casa, con su familia. Estaba tan agradecido que insistí en pagar una renta no deseaba abusar de nuestra amistad. El dinero que ganaba haciendo trabajos y arreglos eléctricos me servían para pagar la renta. Su madre era una señora muy buena y su padre lo mismo, me hacian sentir que estaba en familia. Yo no puedo olvidar ese tiempo con la familia de mi amigo y mi vida en la escuela. Tengo que agradecer a los vecinos que los fines de semana que estaba libre solicitaban mis servicios como técnico electricista, muchos de ellos me recomendaban con sus amigos y así no me faltaba trabajo, podía tener dinero que era muy necesario para vivir en la ciudad. También conocí en ese tiempo algunas jóvenes con la que salía a pasear de manera amistosa, yo estaba tan concentrado en mi carrera que no quería distraerme con nada que no fueran los estudios. En el segundo año de escuela conocí Amanda, ella me impresionó por su delicadeza, su forma de actuar, además de ser muy atractiva. Pero ella no se fijó en mi, en lo absoluto y no es porque fuera orgullosa sino que estaba tan dedicada a sus estudios de obstetra que no tenía tiempo para nada más. Recuerdo que insistí en invitarla varias veces pero ella siempre me decía lo mismo -tengo que estudiar, lo siento no puedo distraerme-. Eso me ponía triste hasta que dejé de verla por un tiempo y continúe mi vida en la escuela con mis estudios, iba por otros lugares donde sabía que no la encontraría. 
En la capital estaba lejos de mi familia, los extrañaba sobretodo el primer año, pero luego fui acostumbrándome a la vida en la ciudad. 
La voz del sargento por unos segundos se apagó, no podía seguir hablando. Elia se asustó pensó que había entrado en crisis debido a su salud. 
-Sargento... ¿qué sucede? ¿qué pasa?  ¿desea qué llame a una enfermera?-.
Gerardo Sánchez levantó la mano para decir que no, trataba de recomponerse y seguir hablando pero unas lágrimas cayeron por sus mejillas. ¿Qué recuerdos lo atormentaban?... Elia no lo sabía, se sentía culpable al ver al Sargento en ese estado. 


CONTINUARÁ