Era de noche y Amanda en su casa conversaba con Nora su hermana, ella vivía a solo una cuadra, por ese motivo visitaba a su hermana Amanda con frecuencia. Las dos habían terminado de cenar y tomaban un café caliente en la sala. Las noches eran cada vez más frías, el invierno se anunciaba.
-Amanda- decía Nora -ahora que ya saben la fecha de la operación ¿cómo se encuentra Gerardo? seguro está preocupado y nervioso pero todo va a salir bien querida hermana, tu esposo va salir del hospital sano y caminando. Todo lo que sucede ahora va ser parte del recuerdo en unos días-
-Si, lo mismo pienso yo- contestó Amanda con seguridad de que así sería -en este momento Gerardo está preocupado y trata de ser optimista pero lo conozco y sé que no quiere que yo me preocupe demasiado por él-.
-Cambiando un poco el tema, te cuento que está semana para mí fue muy difícil y de bastante trabajo. Tuve tres partos, dos de ellos duraron varias horas, las madres primerizas demoran y el tercero se complicó un poco, pero gracias al cielo, los tres bebes dos mujercitas y un varón nacieron bien y sin contratiempos. Me aseguré que no quede rastros de placenta en el útero para evitar infecciones y complicaciones. La verdad es que las dos sabemos que siempre, un parto es de cuidado y hay que tomar todas las medidas de seguridad sanitarias para que después no existan consecuencias, peor aún, si se tiene el bebé en casa- terminó de decir Nora.
Amanda agregó -ya te has puesto en contacto con la institución que se va encargar de la adopción del bebé de tu joven paciente-
-No, aun no he hablado con ellos, pues recién va a cumplir cinco meses y hay varias semana de espera, lo que si te puedo asegurar es que su embarazo va muy bien, ella es joven y fuerte- dijo Nora al final.
Entre Amanda y Nora había mucha confianza, una era confidente de la otra y viceversa. Hablaban de todas sus cosas sin temor de que la otra pueda comentar con otras personas sus secretos. Eran dos hermanas muy unidas.
Cuando Nora se despidió, Amanda se dispuso ir a dormir después de darse un baño, se puso su camisón preferido y se animó a ver la televisión, había dejado a la mitad una serie policial que estaba viendo con su esposo, porque tuvo que llevarlo al hospital con dolores que venían desde la espalda hacía adelante hasta el bajo vientre. Gerardo fue internado y así comenzó su odisea para detectar cual era el mal que lo aquejaba.
La casa que poseían los esposos ya había sido cancelada la hipoteca, los papeles de propiedad en orden y en algún momento Gerardo conversó con Amanda sobre todo aquello a lo que tenía derecho en caso de que él falleciera. Amanda se estremeció, no quería pensar en nada negativo, ella no necesitaba más dinero del que recibía por su pensión de retiro que le otorgaba el gobierno por sus treinta años de servicio como obstetra. Quería a su esposo de regreso en la casa para vivir una vida tranquila y llena de paz. Habían pasado juntos muchas situaciones difíciles y ahora se merecían un descanso sin sobresaltos.
La noche no era buena consejera eso lo sabía muy bien el Sargento Sánchez, tendido en la cama del hospital no quería pensar en nada que signifique preocupaciones, se levantó y se acercó a la ventana a través de los vidrios miraba hacía el jardin, las luces del alumbrado creaban sombras sobres las plantas dando una sensación de apariciones, pero no tenebrosas sino tranquilizadoras. Estuvo de pie un buen rato, mirando por la ventana, que lejos parecían esos tiempos de su vida en lo alto de la montaña, casi no podía creer que alguna vez había vivido en la altura junto a su familia. El cansancio de estar de pie lo venció y se fue a dormir. mañana temprano sería otro día sin muchos cambios y la misma rutina en el hospital.
Al día siguiente muy temprano tomó un desayuno ligero pero primero vino la ronda médica para controlar su estado de salud, no había cambios, todo estaba igual, solo había que esperar el día de su operación para definir de forma segura que pasaba con su cuerpo que se negaba a funcionar correctamente.
Transcurrió la mañana sin ningún incidente, conversó con algunos pacientes que como él esperaban el día de su operación. En la tarde después del almuerzo mientras dormitaba, entró en la habitación, Elia Ruiz para seguir conversando sobre su historia pero al verlo que dormía se dio media vuelta para salir de la habitación. En ese instante escuchó la voz del Sargento que decía: -Pase señorita Ruiz no estoy durmiendo-.
-¿Cómo esta Sargento? pensé que dormía y no quería molestarlo- contestó la asistente.
-No se preocupe, no me molesta, es todo lo contrario. Usted es una persona que sabe escuchar y eso me alivia y me hace olvidar mi enfermedad. Bueno en que nos quedamos. ¡Si!, ahora recuerdo, yo había ingresado a la escuela de Sub Oficiales de la Policía. Mi Vida en la Institución, no fue muy diferente a la vida en el ejército, era la misma disciplina y orden, salvo los estudios sobre leyes, el trato con los ciudadanos, nos enseñaban cómo debían ser las intervenciones policiales con los civiles y cómo actuar frente a la delincuencia y otros temas policiales. En la escuela hice muchos amigos que eran mis compañeros de promoción. Hay conocí Andrés Cassolino, él se convirtió en mi mejor amigo y cuando nos recibimos de policías, juntos hicimos intervenciones y capturas a la delincuencia. En el primer año de la escuela no podíamos salir durante tres meses, teníamos que aprender y acostumbrarnos al régimen policial, luego de ese tiempo salíamos los fines de semana. Como yo no tenía parientes en la capital, mi amigo Andrés me ofreció una habitación en su casa, con su familia. Estaba tan agradecido que insistí en pagar una renta no deseaba abusar de nuestra amistad. El dinero que ganaba haciendo trabajos y arreglos eléctricos me servían para pagar la renta. Su madre era una señora muy buena y su padre lo mismo, me hacian sentir que estaba en familia. Yo no puedo olvidar ese tiempo con la familia de mi amigo y mi vida en la escuela. Tengo que agradecer a los vecinos que los fines de semana que estaba libre solicitaban mis servicios como técnico electricista, muchos de ellos me recomendaban con sus amigos y así no me faltaba trabajo, podía tener dinero que era muy necesario para vivir en la ciudad. También conocí en ese tiempo algunas jóvenes con la que salía a pasear de manera amistosa, yo estaba tan concentrado en mi carrera que no quería distraerme con nada que no fueran los estudios. En el segundo año de escuela conocí Amanda, ella me impresionó por su delicadeza, su forma de actuar, además de ser muy atractiva. Pero ella no se fijó en mi, en lo absoluto y no es porque fuera orgullosa sino que estaba tan dedicada a sus estudios de obstetra que no tenía tiempo para nada más. Recuerdo que insistí en invitarla varias veces pero ella siempre me decía lo mismo -tengo que estudiar, lo siento no puedo distraerme-. Eso me ponía triste hasta que dejé de verla por un tiempo y continúe mi vida en la escuela con mis estudios, iba por otros lugares donde sabía que no la encontraría.
En la capital estaba lejos de mi familia, los extrañaba sobretodo el primer año, pero luego fui acostumbrándome a la vida en la ciudad.
La voz del sargento por unos segundos se apagó, no podía seguir hablando. Elia se asustó pensó que había entrado en crisis debido a su salud.
-Sargento... ¿qué sucede? ¿qué pasa? ¿desea qué llame a una enfermera?-.
Gerardo Sánchez levantó la mano para decir que no, trataba de recomponerse y seguir hablando pero unas lágrimas cayeron por sus mejillas. ¿Qué recuerdos lo atormentaban?... Elia no lo sabía, se sentía culpable al ver al Sargento en ese estado.
CONTINUARÁ
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