El joven que había venido asentar su denuncia estaba frente a mí. Yo lo escuchaba decía el Sargento a sus hijos. Nunca olvidaré la expresión de su rostro mientras relataba su historia, sufría, eso se podía ver.
Entonces fui directo y pregunté, comentó el Sargento:
-¿Hasta este momento no sabes dónde está de tu madre?
-Como le vuelvo a repetir señor, ella desapareció hace diez años, en ese tiempo yo era un niño. Dos días antes que esto suceda, mi madre me habló. -Hijo nos vamos a ir de esta casa junto con tus hermanos-. Mi hermana Elina tenía ocho años y mi hermano más pequeño seis años, yo soy el mayor y tenía entonces doce años. Ella continuó hablando -ya no podemos vivir más tiempo en este lugar, tú sabes como es tu padre-. Mi madre tenía razón, todos vivíamos aterrados por su culpa, mi padre era un hombre violento e irascible, no se podía hablar con él, por cualquier motivo se enfadaba y nos maltrataba, no tengo que decirle como golpeaba a mi madre, ella nos defendía y él no tenía ninguna piedad con nosotros. Donde vivíamos nadie nos ayudaba, ningún vecino intervenía, creo que en el fondo le tenían miedo a mi padre. Sargento, mi madre cansada de tanto maltrato quería irse y llevarnos con ella. Por eso me dijo una mañana -No digas nada a tus hermanos, pasado mañana nos vamos de este lugar y nunca vamos a regresar. Pasaron dos días y cuando volvimos del colegio, mis hermanos y yo nos dimos cuenta que nuestra madre no estaba, todas sus cosas habían desaparecido. Recuerdo las palabras llenas de ira de mi padre -tu madre se ha ido, nos abandonó-. Cuando escuché sus palabras, de la tristeza me puse a llorar, mi padre me lanzó una cachetada y gritó -¡no llores! ella se fue y no va ha volver jamás-. Por temor de que me golpee o golpee a y mis hermanos me calle, no hable más. Teníamos demasiado miedo porque ahora estabamos completamente en sus manos. Su carácter violento se volvió contra nosotros y nos maltrataba por cualquier motivo, vivíamos tan aterrados que no podíamos movernos del lugar. El mismo día que mi madre desapareció, una vecina que me vio salir a comprar, se acercó a mí y me dijo -en la mañana escuché gritos desde tu casa, me asusté de verdad, me acerqué a tocar la puerta, tu padre abrió, pregunté si pasaba algo. Él me gritó y dijo que no sucedía nada, que todo estaba bien y luego cerró la puerta en mi cara. Después de eso no escuché, más había demasiado silencio- terminó de contarme la vecina. Sargento le puedo asegurar que mi madre nunca nos hubiera abandonado y dejado a merced de nuestro padre, siempre me he preguntado si estamos vivos es porque Dios nos protegió. Tuve que dejar el colegio y trabajar, lustraba zapatos, mendigaba a veces, tenía que llevar dinero a la casa, mi hermana también tuvo que dejar el colegio para cocinar y limpiar, mi hermano más pequeño la acompañaba. Pero existía algo que siempre llamó mi atención, mi padre no permitía a ninguno de nosotros acercarnos a su cama, ni mi hermana podía barrer cerca, él siempre estaba atento a ello. Mi hermano pequeño un día, de casualidad lanzó un boliche y calló debajo de su cama, lo golpeó de tal manera que solo nuestros gritos lograron detenerlo. Yo comencé a sospechar que algo ocultaba debajo de la cama, algo que no quería que viéramos. Tengo que decirlo y que el cielo me perdone, pero sentí un gran alivio cuando mi padre se fue de este mundo, por fin tendríamos paz, por fin nos libramos de nuestro verdugo. Por ese motivo vengo hacer mi denuncia con respecto a la desaparición de mi madre.
-Si vas hacer una denuncia- pregunté al joven -¿donde crees qué puede estar tu madre?-.
-Señor- contestó el muchacho con voz lastimera -estoy casi seguro que está en mi casa-.
En ese momento me sentí desconcertado, ¿Qué estaba diciendo con esas palabras?, Terminé de asentar en el libro su denuncia y con el Capitán de la jefatura formamos un equipo y fuimos al lugar donde vivía con sus hermanos. La casa era de extrema pobreza, no había ni luz ni agua, las paredes y el techo apenas estaban aseguradas con clavos, la puerta descuadraba hacia ruido cuando se abría. Al entrar lo primero que vimos, era el piso de tierra. El hijo mayor angustiado, nos señaló el lugar donde estaba la cama del padre, era un catre viejo y maltratado, nos señaló el lugar y comentó -estoy seguro que aquí debajo de este catre, está mi madre-. Mis compañeros y yo movimos la cama maltrecha y comenzamos a cavar, el piso de tierra iba cediendo y al cabo de una hora y a menos de un metro de profundidad fue hallado el cuerpo de la señora, estaba cubierto con bolsas plásticas y una gran cantidad de cal encima, esto conservó el cuerpo casi intacto. No podíamos creer lo que veíamos, sus hijos estaban presentes y al ver a su madre recién podían llorarla y darle después cristiana sepultura. La autopsia arrojó que la muerte había sido por un golpe contundente en la cabeza, tenía el cráneo partido por la mitad. Los vecinos cuando se enterraron de lo sucedido no dijeron nada, estaban parados en silencio afuera de la casa, tal vez sentían un poco de culpa porque nadie ayudó a esta mujer ni a sus hijos. Fue un caso trágico, durante diez años estuvo la madre enterrada bajo la cama del esposo, no comprendo como podía vivir así este hombre, según su hijo no sentía culpa alguna. Cerré el expediente y cerré el caso, lo que vivieron estos jóvenes fue algo terriblemente trágico. Después supe que ellos se habían marchado de la casa, no deseaban estar en el lugar de tanta violencia y tragedia.
Toda la familia que estaba sentada en la mesa, habían escuchado al padre contar el caso de la humilde madre y sus hijos, para ellos era una situación incomprensible. Una familia destruida por un padre cruel.
-Padre- fue terrible la situación de esta familia- comentó Felipe -no recordaba muy bien los detalles-.
-Si hijo- contestó el Sargento -todos en la comisaria quedamos un poco enfermos con este caso, varias semanas nadie podía hablar de ello, no es fácil explicar, lo que vivió esta madre-.
La cena en casa de la familia Sánchez había terminado ya era tarde, Elia debía retirarse. Se puso de pie y se despidió de todos, Andrés se ofreció acompañarla hasta su casa. En el camino los dos conversaron de diferentes temas pero el caso contado por el padre, los había dejado sin explicación al respecto. Andrés se despidió de Elia en la puerta de su casa y la invitó a salir al día siguiente, deseaba conocerla un poco más y estar cerca de ella, le agradaba su presencia.
Con el paso de los días Gerardo Sánchez se sentía cada vez mejor, su recuperación era sorprendente y con el calor de su familia, esposa e hijos se sentía que volvía a la vida. Tener en sus brazos al bebé Nicola era para él una gran felicidad.
En las mañanas acompañaban a su padre a caminar Andrés o Felipe, Lucy conversaba con su padre en las tardes y en la noche toda la familia se reunía en la sala a recordar episodios de cuando eran niños y la vida parecía no tener ninguna complicación, que tiempos hermosos que vivieron los hijos protegidos por sus padres.
Andrés en las tardes se reunía con Elia, en realidad le agradaba su compañía y conversación, se estaban conociendo y cada vez sentía que las chispas saltaban de su corazón. Una tarde faltando pocos días para regresar a su trabajo en los Ángeles, Andrés invitó a Elia a viajar con él, ella dudó un momento pero luego agregó:
-Me gustaría visitarte, pero por el momento no puedo, estoy trabajando y no tengo vacaciones hasta dentro de cuatro meses- La joven se sentía confundida, no existía nada serio entre ellos, solo una amistad. No era el momento de compromisos y menos de amores a distancia.
-Elia, no estoy pidiendo que viajes ahora mismo, pero me gustaría seguir en comunicación contigo, tal vez podemos llamarnos y conversar, seguir en contacto- aseguró Andrés a su amiga.
-Si, me parece bien conversar por teléfono, a mí también me agrada tu amistad. Si en algún momento puedo viajar y visitarte lo haré pero ahora es imposible, los dos tenemos nuestros trabajos- contestó Elia.
- Tienes razón, dejemos que el tiempo decida, yo pienso regresar para las fiestas de fin de año a visitar a mis padres, ahí nos podemos encontrar de nuevo-. confesó Andrés sus deseos a Elia.
Y como es inevitable en esta vida, el tiempo de regresar a sus trabajos, se cumplió para los hermanos, Andrés y Felipe preparaban sus maletas. Sentían un gran alivio al saber que su padre había recuperado la salud, estaba tan restablecido que se podían ir en paz. Lucy partía tres días después que sus hermanos, ella estaba feliz de saber que su padre se recuperaba y que cada día se sentía más fuerte.
Antes de despedirse de sus padres Lucy los hizo prometer que viajarían a Italia para visitarla.
-Padre, se que ahora te has recuperado y tu fuerza a vuelto, en unos meses más tienes que venir con mi madre a visitarme, prométeme que así será. Yo sería tan feliz de recibirlos una temporada en mi casa y a Pietro le va dar mucho gusto también-. terminó de comentar Lucy.
Para Amanda y Gerardo despedirse de sus hijos fue difícil, sabían que cada uno habia escogido su vida y su camino, ellos no podían detenerlos. Sin embargo sentir la casa en silencio era triste.
-Gerardo tenemos que viajar para visitar a nuestros hijos- dijo Amanda
-Debemos hacerlo en unos meses para estar cerca de ellos, creo que sería bueno para nosotros también- contestó el esposo para animarse hacer el gran viaje.
CONTINUARÁ
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