Merry dentro del carro trataba de hablar con su madre para que al menos le diga algo pero fue inútil, Felicia seguía llorando, pasaron algunos minutos para serenarse y tratar de recomponerse, respiró con serenidad prendió el carro y partió. En el camino Merry volvió a insistir:
-Madre perdóname por favor, perdóname, no pensé lo que hacía-.
Felicia contestó con seriedad:
-Guarda silencio Merry, no quiero escucharte, en la casa tu padre espera ya hablaras con él-.
Merry obedeció lo que su madre le pedía, recién se daba cuenta de toda la tristeza que le había causado y no sabía como reparar la herida, miraba a su madre por el espejo y reconocía que su dolor era muy grande. Al llegar a la casa tendría que hablar con su padre e imaginaba que iba a decir éste para llamarle la atención.
Felicia manejaba con cuidado a esa hora de la noche, no había carros en la calle y los que habían eran muy pocos, quería calmarse para llegar a casa más serena y poder hablar con su esposo e hijas mayores. A la hora de llegar estacionó el auto en el garaje. Con voz impersonal le dijo a Merry que baje del carro y entre a la casa. Ésta obedeció sin reclamar, al entrar a la sala Liza y Fanny salieron a su encuentro para increparle su actitud y su mala conducta, pero su madre las detuvo: -Liza, Fanny por favor dejen que su hermana vaya al estudio donde la espera su padre-.
-Madre esto es imperdonable- exclamó Liza -no puedes pasar por alto su falta- dijo con voz autoritaria Liza-.
-Fanny, Liza ya vieron que su hermana estaba bien y estaba en casa, ahora les pido por favor que vayan a sus habitaciones, es tarde y mañana tienen que ir a trabajar con la tía Gema, la responsabilidad del trabajo está primero-. ordenó Felicia a sus hijas para evitar más laberintos, sus hermanas podían ser muy rudas con Merry por lo que había hecho.
Cuando ambas hijas subieron a sus habitaciones, Felicia giró hacía su hija menor para decirle que su padre la esperaba en el estudio. Merry trató de acercarse a su madre pero esta estaba tan molesta que le ordenó: -Ve hablar con tu padre no debes hacerlo esperar más.
Merry abrió la puerta del estudio, su padre estaba sentado en su escritorio leyendo unos papeles pero en realidad fingía leer porque no podía concentrarse debido al problema que había ocasionado su hija menor.
-Padre, aquí estoy para pedirte perdón por mi falta, sé que cometí un grave error- dijo Merry con voz opacada.
-Pedir perdón, tú crees que eso es suficiente, tienes idea del alcance de tu falta, crees que es correcto lo que has hecho. Tu madre ya no sabía a quien llamar para ubicarte, yo pensaba que habías sufrido un accidente y llame a cuanto hospital conozco, policía, bomberos. Crees que pedir perdón te hace inocente- levantó la voz el padre -hemos vivido momentos de angustia y desesperación y tú que hacías estaba de lo más contenta en casa ajena y lo que es peor pensabas quedarte a dormir en ese lugar, ¿Para qué?, para castigarnos por no dejarte viajar a para matarnos de dolor pensando que algo grave te habia sucedido-.
Oscar Martel estaba furioso, quería controlarse para no decir más pero la falta de Mery le dolía en el alma. ¿Dónde estaba la joven dulce y juiciosa que era?, había cambiado en tan poco tiempo que nadie se dio cuenta. Lo más terrible era esa idea de castigarlos sin medir las consecuencias del dolor y sufrimiento en la familia porque no sabían donde estaba.
-Padre- por favor dijo Merry -no medí las consecuencias, soy culpable pero no me juzgues con dureza, fui inconsciente y caprichosa, pido perdón mil veces, merezco el peor de los castigos o si deseas golpéame, tal vez así te puedas calmarte-.
El padre miró a su hija, pegarle como si eso pudiera cambiar las cosas. La niña ya no estaba más, ahora era una joven que su padre no reconocía y que cometió una falta grave.
-Me dices que te pegue, eso va a cambiar en algo lo que has hecho, tu falta mereces un castigo y tú te lo vas a imponer, dime cual es tu castigo-.
Merry con el rostro bañado en lágrimas, volvió a pedir perdón, le dolía que su padre la viera de una forma equivocada, pero reconocía que debía tener un castigo y contestó: - padre que mi castigo sea no salir de mi habitación todo el mes, no voy hablar por teléfono con nadie y mis alimentos los comeré en mi habitación, no voy a estar durmiendo porque desde temprano me pondré a estudiar para prepararme a la universidad. No deseo molestarlos con mi presencia por eso no hablaré con ninguno de ustedes-.
El padre quería abrazar a su hija porque estaba bien y se encontraba en casa pero no podía pasar por alto su comportamiento, Merry tenía que comprender que habían límites que no debía pasar y menos con una segunda intención, todavía era muy joven. Por ese motivo agregó: -bien que ese sea tu castigo y vas a cumplirlo hasta el final, desde este mismo instante comienza, ahora ve a tu habitación-.
Merry caminó lentamente hasta la puerta espero que su padre la abrazara pero no sucedió, el doctor Martel estaba demasiado molesto y algo decepcionado por la actitud de su hija.
Felicia aún estaba en la sala a oscuras y sentada frente a la ventana Merry la vio al salir del estudio de su padre y quiso hablar con ella, la madre se lo impidió con palabras secas: -Merry ve a dormir, ahora no voy hablar contigo-.
La más joven de las hijas subió a si habitación estaba triste y sentía en su corazón el dolor que había causado a su familia, no tenía sueño, la atormentaba la culpa, debía cumplir su castigo tal como se lo había prometido a su padre.
Felicia y su esposo hablaban sobre lo sucedido con Merry, estaban desconcertados pero a la vez sentían un gran alivio de que su hija estaba en casa sana y salva y lo más importante no salió de viaje fuera de la ciudad.
Al amanecer del nuevo día la familia desayunaba en el comedor, menos Merry que estaba en su cuarto desayunando y preparando los libros que iba a leer, su castigo sería largo y tedioso pero ella no podía quejarse. La madre en el comedor advirtió a sus otras hijas, no molestar a su hermana ni querer entrar a su habitación ella estaba cumpliendo el castigo que se había impuesto.
-Madre- dijo Fanny -no vamos a ver a Merry todo el mes-
-Si, así es y no es broma, ella está castigada y no vamos hablar más del asunto-.
Fanny y Liza terminaron de desayunar y salieron como cada mañana a trabajar con la tía Gema. El verano comenzaba a despuntar y el sol y la playa eran la estación. Liza seguía saliendo con Américo, que en algunas ocasiones la recogía del trabajo y paseaban por la ciudad o la invitaba almorzar. Liza sentía cada vez la cercanía de su pretendiente, ambos pasaban momentos gratos conversando y intercambiando ideas, como cuando Américo le preguntó: -¿Liza no crees que ya es tiempo de que me aceptes y pueda entrar a tu casa como novio oficial?-.
Esta pregunta removió los sentimientos de Liza, solo atinó a contestar dame tiempo Américo, en este tiempo nos estamos conociendo, además mi padre todavía no acepta la idea de que salgo contigo, solo necesita tiempo para aceptar tu presencia-.
Era verdad al doctor Martel todavía no le agradaba la idea de que su hija salga con Américo Panduro pero estaba dispuesto a respetar la decisión de Liza, como había hablado semanas atrás con el congresista.
Oscar Martel no iba ha intervenir en la opinión de Liza, él como siempre seguía trabajando, tenía pacientes que atender y esa misma tarde se encontraba en su consulta cuando entró un nuevo paciente para que el doctor lo atienda
-Buenos tardes doctor vengo a su consulta para que me diga que es lo que tengo-. dijo Renato el nuevo paciente.
-Bueno Renato, dígame usted cuales son sus síntomas y luego vamos hacer el examen físico- contestó el doctor.
El paciente le explicó una serie de dolencias y señalaba diferentes partes de su cuerpo que más le molestaban, entonces lentamente tocó sus brazos y muy serio se dirigió al doctor: -sabe, yo todos los días siento como mis venas se levantan de mi piel y puedo verlas-.
Oscar Martel dejó su lapicero sobre el escritorio y observó al paciente ¡qué estaba diciendo! ¿Qué podía ver sus venas fuera de su piel?.
Con serenidad contestó: -¿está usted seguro de lo que me dice?-.
-Doctor duda de mis palabras, yo sé lo que digo y es verdad- contestó con molestia el paciente.
Oscar Martel levantó una de sus manos para que se serene y respondió: - muy bien vamos a examinarlo y luego me indica donde siente más dolor-. Tomó su estetoscopio y comenzó hacer el examen físico, le tomo la presión, escuchó su corazón, sus pulmones y comprobó que aparentemente su cuerpo funcionaba bien, comprobó además que ya se había calmado. Lo que le preocupo al doctor era su mente, estaba en un estado un tanto alterado por eso le recomendó: -Mi estimado Renato voy a mandarle una pastillas para que pueda dormir y relajarse, su cuerpo está funcionando bien pero lo voy a transferir a una interconsulta con el departamento de psicología-.
El paciente airado contestó: -doctor, me está diciendo que estoy mal de la cabeza-
-Cálmese por favor, jamás podría decir algo así a un paciente, si lo envió a otro consultorio es para que lo ayuden a comprender que le sucede y pueda aprender a manejar la situación con serenidad. El profesional que lo atienda lo va ayudar-. el doctor se puso de pie, lo acompaño hasta la puerta y agregó -con este documento usted va ir directamente a su nueva consulta, no se preocupe-. dijo estas palabras para finalizar la consulta.
El doctor Martel siempre había comprendido a sus pacientes, era muy profesional, nunca faltaría el respeto a ninguno de ellos, cierto que era un caso que él no podía atender porque no estaba dentro del campo de la salud que ejercía.
CONTINUARÁ